Hablemos un poco de «Cábala» y «Guematría»

Hablemos un poco de «Cábala» y «Guematría»


Héctor B. Olea C.


La palabra «cábala» viene del verbo hebreo «qabal» que significa “recibir”, y apunta al conocimiento como algo recibido, como parte de una tradición.

Según Antonio Rodríguez Carmona («La religión judía, historia y teología», página 243-257), el movimiento cabalístico representa el lado místico y esotérico del judaísmo. Es la forma concreta que asume el movimiento místico esotérico del judaísmo bajo la influencia del neoplatonismo y otras corrientes místicas árabes y cristianas. El movimiento cabalístico se desarrolló con vigor desde el siglo XII E.C., pero teniendo unos antecedentes que se sitúan hacia el año setenta E.C. Para los cabalistas, la «cábala», como tradición, es la parte esotérica de la Ley oral dada a Moisés en el Sinaí.

Ahora bien, el juego o método de apropiarse del supuesto significado oculto o entre líneas de las sagradas escrituras, basado en el valor numérico de las consonantes hebreas; se llama «guematría».

Se considera que las consonantes hebreas comenzaron a recibir el valor numérico que todavía persiste, con posterioridad al exilio. Enrique Farfán Navarro («Gramática elemental del hebreo bíblico», página 4) sostiene que fue en el siglo II a.E.C. cuando las consonantes hebreas comenzaron a ser usadas con un valor numérico.

Ahora bien, ¿es confiable la «guematría»? ¿Es posible considerarla un método exegético? Pienso que no. La razón principal es que la «guematría» se sustenta en el hecho de que además del mensaje que comunican las palabras como parte de un discurso y una estructura oracional en la comunicación lingüística, existen unos significados ocultos, secretos, en fin esotéricos. Según la tradición cabalista, nos apropiamos de tales significados ocultos precisamente mediante la suma del valor numérico de las palabras, que representa el total del valor numérico particular de las consonantes que conforman la palabra. Otra objeción fundamental, es que la «guematría» no trabaja propiamente con la oración, estructura fundamental en la comunicación lingüística, sino más bien con palabras y expresiones sueltas, ¿sacadas de su contexto?

Quiero terminar esta breve aventura citando dos ejemplos del procedimiento «guemátrico» cabalista.

1) En su comentario al libro de Cantares, el maestro cabalista Mario Satz, plantea: “La Kábala ve en el número secreto del amor, 13, una doble equivalencia: la que lo iguala al bereshit, o principio, y la que lo asemeja a la palabra “ejab”, “uno”, pues también allí vemos esa cifra. Donde el Uno principia la creación por un acto de amor, e, inversamente, todo amor acaricia el principio” (página 21).

Y en una nota al pie de la misma pagina 21, Mario Satz, explica: “La expresión hebrea (bereshit = 913 = 13; ejab = 13; ajabab = 13), traducible por “en el principio”, o simplemente “el principio”, tiene el mismo valor numérico que “ejab”, “uno”, y “ahabá”, “amor”.

2) El segundo ejemplo lo es el quizás más famoso juego de «guematría», el cual está basado en Génesis 49.10 “No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos” (RV 1960).

En este caso, la «guematría» aísla la expresión hebrea «yabó shíloh» (“vendrá shilo”), cuyo valor número es 358. Luego, observando que el valor numérico total de la palabra «Mashíaj» (Mesías) es también 358, los cabalistas concluyen que hay aquí una profecía mesiánica.

Por su parte, la Septuaginta tradujo la expresión hebrea «yabó shíloh» (“vendrá shilo”), como: “hasta que vengan las cosas separadas (destinadas) para él (para Judá).

Finalmente, con relación a la ausencia del artículo definido en la expresión hebrea “bereshit”, pienso que este hecho nos abre al camino para entender la perspectiva del autor o redactor del Génesis como presentando la obra creadora de Dios en siete actos de creación, o “bereshit”. En tal sentido ha de tomarse en cuenta: 1) Que no siempre el verbo “bará” apunta a una “creación de la nada”, sin apelar a un material preexistente (ex-nihilo); 2) atendiendo a la idea de perfección y totalidad que en la tradición hebrea y bíblica se asocia al número siete;  3) atendiendo al hecho de que cada día de creación en realidad fue y supuso un acto de creación específico, que puso en existencia algo en específico, que no existía antes o previamente. En resumen, es muy posible que el autor o autores del Génesis hayan usado la expresión “bereshit” sin artículo definido, pues en realidad visualizaron y describieron toda la obra creadora de Dios en el marco de siete actos de creación, o sea, “siete principios”, “siete bereshit”.

Otra observación más: Es cierto que no se vuelve a usar en el Génesis la palabra “bereshit” en los siguientes actos de creación; pero también es cierto que el verbo “bará” sí se usó en el marco de los seis días o actos de creación posteriores. Se usó el verbo “bará” para señalar la puesta en existencia del cielo y la tierra (Génesis 1.1; 2.4, creación ex-nihilo); pero también se usó el mismo verbo “bará” para señalar la puesta en existencia del ser humano, varón y mujer (considérese Génesis 1.27, creación a partir de un material preexistente).

En consecuencia, cada acto de creación del Génesis, tanto el acto de creación del cielo y la tierra, como los actos posteriores de creación (los actos de creación de los seis días), pueden describirse con el verbo “bará”; y cada uno de los referidos actos de creación pueden concebirse como “bereshit”; en el sentido de que cada uno supuso la puesta en existencia, el principio de unas realidades hasta ese momento no existentes. Si para antes de su creación no existían el cielo y la tierra; es obvio que para antes de su creación, tampoco existían las demás cosas creadas (ser humano, plantas, animales acuáticos y terrestres, plantas, etc.).      


¡Hasta la próxima!



Días feriados del calendario litúrgico de la iglesia católica versus los días de compromiso patrio A propósito del día de “Nuestra Señora de la Altagracia”

Días feriados del calendario litúrgico de la iglesia católica versus los días de compromiso patrio

A propósito del día de “Nuestra Señora de la Altagracia


Héctor B. Olea C.

Ciertamente llama la atención que en la República Dominicana en la consideración de los días feriados, prime el compromiso del estado dominicano con el estado vaticano en virtud del concordato, en detrimento del compromiso con la exaltación de los principios y valores patrios. Por ejemplo, de los días que quedan excluidos del ámbito de aplicación de la ley 139-97, tres son propios del calendario litúrgico católico. ¿Se… se entiende?

Los días que quedan excluidos del ámbito de aplicación de la ley 139-97 (ley mediante la cual los días feriados del calendario que coincidan con los días martes y miércoles, jueves o viernes serán trasladados de fecha) son:

1 de enero, día de Año Nuevo.
21 de enero, día de Nuestra Señora de La Altagracia.
27 de febrero, día de la Independencia Nacional.
16 de agosto, cuando coincida con el inicio de un período constitucional.
24 de septiembre, día de Las Mercedes.
25 de diciembre, día de Navidad.

Se nota bien que de los 6 días que quedan fuera del ámbito de aplicación de la ley 139-97, sólo dos son fechas propiamente patrias, a saber: el 27 de febrero y el 16 de agosto.

Por otro lado, nótese bien que el 16 de agosto (día de la restauración de la república), sólo se considerará festivo (día no laborable) cuando coincida con el inicio de un período constitucional, de lo contrario no tiene el carácter festivo obligatorio que sí tiene el 27 de febrero (día de la independencia nacional); todo esto a pesar de que la actual constitución en su artículo 35) establece que tanto el 27 de febrero como el 16 de agosto se declaran de fiesta nacional.

Entonces, cuando el 16 de agosto no coincide con el inicio de un período constitucional (en la República Dominicana el inicio de cada período constitucional del poder ejecutivo inicia un 16 de agosto cada cuatro años), el 16 de agosto es laborable y queda dentro de ámbito de aplicación de la ley 139-97. En consecuencia, hay que advertir que cuando el 16 de agosto es laborable, en la lista de los días que quedan fuera del ámbito de aplicación de la ley 139-97, las fechas de compromiso patrio se reducen a una: sólo y nada más que el 27 de febrero.   

Pero como para empeorar aun más las cosas, notemos lo que establece la misma ley 139-97 en su artículo 3:
“- Quedan también excluidos del ámbito de aplicación de la presente ley los días feriados de carácter religioso que se fijan en razón del día de la semana: jueves Corpus Christi, jueves y viernes santos”

Ahora bien y, finalmente, lo cierto es que de poder existir un concordato con las iglesias evangélicas y protestantes (concordato imposible de realizarse a la luz del derecho internacional vigente), lo cierto es que no me cabe la menor duda de que estas actuarían de la misma manera que la iglesia católica; sin duda alguna, puedo decir que las iglesias evangélicas tratarían de imponer a la fuerza las fechas de importancia propias de su calendario litúrgico o de su propia y particular historia.

¿Tiene alguien alguna duda al respecto? Se la respeto, pero yo tengo las suficientes bases para decir y sostener lo que con propiedad afirmo. Es más, para muestra un botón. Pensemos, por ejemplo, en las diligencias y esfuerzos por parte de un sector de la comunidad evangélica dominicana para lograr el establecimiento de las siguientes leyes: 1) la ley No. 44-00 que establece la lectura e instrucción bíblica en las escuelas publicas; 2) la ley 204 que declara como "Día de la Biblia" el 27 de septiembre de cada año; y 3) la ley 331-09 que declara el 31 de octubre como “Día Nacional de la Comunidad Evangélica y Protestante”.



La figura histórica de Jesús de Nazaret como clave hermenéutica y hasta como canon de la fe cristiana Observaciones e implicaciones

La figura histórica de Jesús de Nazaret como clave hermenéutica y hasta como canon de la fe cristiana

Observaciones e implicaciones

Héctor B. Olea C.

Ciertamente puedo decir que ante ciertas dificultades internas de adecuación y falta de consenso en el seno de la fe cristiana; no son pocas las veces que en labios de no pocas personas he escuchado, que la mejor opción es asumir a Jesús de Nazaret como la clave hermenéutica. En otras palabras, lo que Jesús dijo, las opciones que tomó, lo que enseño y como vivió, serían el norte a seguir, y no propiamente la llamada “tradición apostólica.”

Ahora bien, en lo personal, si bien entiendo perfectamente lo idóneo de dicha propuesta, me resisto a dejar de lado que a su vez también resulta muy problemática; por lo cual y, en relación a la misma, mantengo ciertas reservas. Paso a explicarme.

En primer lugar, si hay un dato incuestionable y entorno al cual existe un notable y establecido consenso; es que la figura histórica de Jesús de Nazaret, nació, creció, fue educado, vivió, enseñó y murió como un judío más, y que nunca pretendió fundar una nueva religión distinta a la fe judía. Por otro lado, lo que sí se admite es que Jesús, en la línea de algunos profetas como Isaías, Jeremías, Ezequiel incluso Juan el bautista; sí se propuso reformar y revitalizar su propia fe judía, la histórica fe y religión de su pueblo.

En segundo lugar, otro dato incuestionable es que el llamado Jesús histórico no fue cristiano, y que nunca enseñó, ni vivió, ni murió como tal, ni pretendió serlo en algún modo y sentido.

En tercer lugar, si aceptamos la figura histórica de Jesús de Nazaret como modelo, clave hermenéutica y hasta como canon; si en verdad nos identificáramos con las enseñanzas de Jesús de manera radical y sus opciones; es obvio que no habría razón para ser cristianos, sino fieles judíos.

Por ejemplo y para muestra un botón. Es bien sabido que la mayoría de las comunidades cristianas no adoptan el sábado como día de reposo, y es claro que esta es una diferencia notable entre la teología cristiana y la “teología práctica” del Jesús histórico. Es más, no es cierto que las comunidades cristianas que han adoptado el domingo como “día del Señor”, y se resisten a observar el sábado como “día de reposo”; insisto no es cierto que puedan sostener que lo hacen con base en la enseñanza y en la forma de vida de Jesús de Nazaret. En consecuencia, si muchas comunidades cristianas entienden que no deben observar el sábado como día de reposo (como en efecto lo hacen),  y que tienen un argumento válido para optar por esa opción; lo hacen precisamente porque son cristianas, y no judías, porque siguen como clave hermenéutica más bien a la llamada “tradición apostólica” y no a la figura histórica de Jesús de Nazaret. 

Pero yendo aun más lejos, lo mismo puedo decir respecto de la idea trinitaria que sobre el ser de Dios caracteriza por lo general a la doctrina y teología de la fe cristiana. Ciertamente parecen olvidar las comunidades cristianas que difícilmente, por no decir imposible, el llamado Jesús histórico, como judío, haya tenido una concepción trinitaria del ser de Dios, en armonía con ellas.    

Entonces, ¿qué pasa, pues, con la idea de Jesús de Nazaret como clave hermenéutica y como canon en relación a la falta de observancia del sábado como “día de reposo”, y en relación a la idea trinitaria que sobre el ser de Dios caracteriza por lo general a la doctrina y teología cristiana?

En este sentido, también llama la atención que por lo general existen dos formas de asumir a la figura histórica de Jesús de Nazaret como Mesías, pero sin sentir la necesidad de constituirse propiamente en judíos conversos. Estas dos mediaciones son: la fe cristiana y la fe judío mesiánica, que en realidad no son más que dos híbridos que a su manera asumen la herencia judía, y a su manera también toman cierta distancia de ella. 

En verdad y en lo personal, percibo que la fe cristiana y la fe judío mesiánica, no son más que dos formas de extrapolar la figura histórica de Jesús de Nazaret, y a su vez sutilmente tomar distancia y una postura critica y hasta de condena a veces, de ese marco judío vital en que precisamente nació, fue educado, creció, enseñó, vivió y murió, la figura histórica de Jesús de Nazaret, así de sencillo.

En cuarto lugar, si bien Jesús ha sido asumido como Mesías por la fe cristiana y por los movimientos llamados “Judíos mesiánicos”; no es menos cierto que a la luz de las más amplias expectativas de la histórica fe Judía respecto a la figura del Mesías; es claro que Jesús no lo ha sido, y esta es precisamente la razón fundamental (entre otras) que dificulta el entendimiento entre judíos y cristianos. Quizás, sea esta una razón más para identificarse como cristiano o como judío mesiánico, es decir, para adoptar a Jesús de Nazaret como Mesías, pero a su vez tomar distancia del marco religioso vital en que éste nació, vivió, fue educado, enseñó y murió. 

En quinto lugar, el Nuevo Testamento no contiene siquiera una línea escrita por el llamado Jesús histórico. Es más bien el Nuevo Testamento propia y esencialmente, un cuerpo de literatura cristiana; que pone de manifiesto no tanto lo que Jesús enseñó, sino más bien, la interpretación que hace la nueva fe cristiana tanto de su persona misma como de sus enseñazas, de cara a las nuevas situaciones y nuevas realidades contextuales que tuvieron que enfrentar las primeras comunidades cristianas. Es claro, pues, que en el Nuevo Testamento mismo y para las primeras comunidades cristianas tuvo más peso la llamada “tradición apostólica” que la tradición de Jesús de Nazaret en su estado puro.

En este sentido, también tenemos que admitir que el vocabulario cristiano (y la liturgia cristiana) es más bien deudor y está más acorde con la llamada “tradición apostólica” y con el vocabulario paulino; y en realidad no tanto con el vocabulario jesuánico, y con sobrada razón. 

Además, no podemos perder de vista que los primeras grandes controversias y discusiones que confrontaron las primeras comunidades cristianas en los primeros siglos de su existencia; no giraban en torno a las enseñanzas de Jesús, sino propia e interesantemente, sobre las interpretaciones que dichas comunidades cristianas tenían respecto de la persona, la naturaleza y el ser de Jesús de Nazaret, y de su relación con la deidad por un lado, y con la propia naturaleza humana, por otro.  

Entonces, ¿es posible y adecuado adoptar sólo y siempre la figura histórica de Jesús de Nazaret como clave hermenéutica para todos los asuntos y desafíos que enfrenta hoy y seguirá enfrentando la histórica fe cristiana?  

En lo personal, pienso que no. De todos modos, entiendo que dado que es el Nuevo Testamento un cuerpo cristiano (no judío) de literatura; pero conteniendo a su vez no sólo la interpretación cristiana de la persona, obra, naturaleza y el ser de la figura histórica de Jesús de Nazaret; sino también enseñanzas un tanto directas de la persona misma de Jesús de Nazaret; creo que es mejor admitir esta dualidad y dificultad, y manejarnos siempre con ella de manera consciente y responsable, y en su debido momento hasta contrastar la opción adoptada por Jesús, y la que fuera luego la escogida por algún apóstol específico o por la llamada “tradición apostólica” en su conjunto, respecto de cualquier asunto o cuestión.

Por ejemplo, en lo personal no he tenido dificultad alguna para asumir el enfoque antropológico de Jesús de Nazaret en concordancia con el enfoque antropológico del relato de la creación de Génesis 1.1-2.3; y en consecuencia rechazar el enfoque paulino con base en la antropología de Génesis 2.4-25. No obstante, con franqueza debo decir, que si hubiese sido Pablo el que hubiera adoptado y asumido el enfoque antropológico del relato de Génesis 1.1-2.3, y Jesús el de Génesis 2.4-25, en este punto, sin duda, yo estaría con Pablo.   

Por otro lado y, de todos modos, respecto de la información que recibimos por medio de los evangelios mismos; son bien conocidas las serias dificultades que muchas veces enfrentamos para saber lo que en realidad dijo y quiso decir el Jesús histórico. 


¡Hasta la próxima!
 


El cuestionable uso del nombre «Santiago» en el Nuevo Testamento

«Santiago», nombre dado al autor de la carta que lleva su nombre en el Nuevo Testamento, según un gran número, si no es que la mayoría, de versiones castellanas de la Biblia, como por ejemplo la versión Reina Valera 1960. Ahora bien, resulta llamativo que el procedimiento que por lo general se utiliza para establecer quién es el autor de la carta en cuestión, apela insistentemente a los evangelios, literatura en la que curiosamente el nombre «Santiago» jamás es mencionado.  

En verdad, «Santiago» es un nombre latino usado para traducir al nombre griego «iákobos», que en realidad es una transliteración griega ampliada del hebreo «yaaqob», cuya transliteración griega más precisa (testimoniada por la Septuaginta y el NT mismo) es «iakób».

Pues bien, el nombre griego «iákobos» se lo encuentra cuarenta y dos (42) veces en treinta y ocho (38) versículos bíblicos en el Nuevo Testamento. Ahora bien, resulta que en una inconsistencia incomprensible de la versión Reina Valera 1960 así como de muchas otras versiones de la Biblia, dicha versión traduce a «iákobos» correctamente como «Jacobo» en cuarenta y una veces, pero como «Santiago» una sola ocasión, en el primer versículo de la carta en cuestión.


Mi personal sugerencia: Que se traduzca el griego «iákobos» como «Jacobo» las cuarenta y dos (42) veces en que se lo encuentra en el Nuevo Testamento griego, así de sencillo.  

El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

Exégesis bíblica y comunidad de fe 


Héctor B. Olea C.





¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?


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Te desafío a esta interesante lectura y podrás comprobar tu mismo que es lo que realmente dice el texto griego ( el texto fuente usado para la traducción) de 2 Timoteo 3.16.


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I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día? 

¿Un modelo bíblico de familia?

¿Un modelo bíblico de familia?

Héctor B. Olea C.

¿Existe, pues, un modelo bíblico de familia que podamos asumir hoy como el ideal y el que habría de resolver los más acuciantes problemas de nuestras sociedades modernas? ¿Recomienda la Biblia un modelo de familia que pueda asumirse como el garantizado para el ser humano y las sociedades de todos los tiempos, por lo menos con posterioridad al surgimiento de la historia y tradición judeocristiana? Lamentablemente, aunque paradójica y catastrófica para muchas personas, la respuesta es que no.






Ciertamente un estudio serio de la Biblia pone de manifiesto que no hay en ella la intención de fijar un modelo de familia ideal y panacea para el ser humano de todos los tiempos. A lo más que podemos llegar es a sostener que ciertamente sí hay en la Biblia unos consejos prácticos para las familias de su tiempo y su propio marco sociocultural, pero no más; en otras palabras, sin la intención de proyectarlos ni de imponerlos al ser humano de otros tiempos.

En realidad y, como principio general, tenemos que admitir que ningún escritor de la Biblia escribió sino y estrictamente para la gente de su tiempo.

Por otro lado, tenemos que reconocer que el problema no está en la Biblia. Me explico. El caso es que fuimos nosotros los que elegimos a la Biblia, y no ella a nosotros. Somos nosotros quienes hemos decidido apropiarnos y hacer nuestro su mensaje; sin poder estar seguros de que los escritores de la Biblia pensaran que le estaban escribiendo al ser humano de 20 siglos después. El caso es que nosotros, por lo general, le pedimos a la Biblia, mucho más de lo que de ella podemos recibir. Le pedimos a la Biblia, por lo general, mucho más de lo que ella nos puede dar, así de sencillo. 

Además, algo que sí podemos hacer, sin duda alguna, es describir el modelo de familia que imperaba y que era característico en los tiempos bíblicos, lo cual es otra cosa, y sobre el cual ya he escrito bastante, y sin duda, podemos decir que no es aplicable ni funcionaría hoy día.











Otro factor de vital importancia es que en realidad los modelos de familia son construcciones socioculturales y entendidas como funcionales o disfuncionales en unos marcos socioculturales propios y específicos; y este hecho hemos de admitirlo también respecto de los contextos en que surgió la Biblia. En este sentido, podemos leer, por ejemplo, el relato del nacimiento del profeta Samuel en el contexto de un hogar polígamo sin que haya habido en torno a dicho relato censura o amonestación alguna a dicho modelo de familia, pero sí vemos a Dios obrando a favor de Ana en dicho contexto polígamo.

Por otro lado, no olvidemos que el fin y al cabo es la comunidad de fe y lectora la que asume como normativo o descriptivo un determinado hecho en la Biblia; y esto así, al margen de cómo se presente en realidad ese hecho en la Biblia.
En este sentido, y antes de avanzar un poco más, es preciso hacer las siguientes puntualizaciones respecto de la Biblia y de lo que esperamos de ella.

Ante el carácter esencialmente contextual de los textos bíblicos (en términos históricos, socioculturales, ideológicos, lingüísticos, geográficos, etc.), se impone que reconozcamos algunas realidades e implicaciones que como limitantes actúan en nuestro ejercicio de lectura, exégesis, interpretación, actualización, y aplicación de los textos bíblicos.

Entre estas podemos mencionar los siguientes: 
                                                                                              
En primer lugar, que no siempre los temas, asuntos y desafíos que nos interpelan hoy, estuvieron en el horizonte de los autores de la Biblia, por lo menos no en la forma, ni bajo los términos en que los conocemos nosotros en el presente. Por otro lado, nos es preciso admitir, además, que no siempre las cosas que son importantes o desafiantes para nosotros hoy, lo fueron alguna vez para los autores de la Biblia.

En segundo lugar, que no es cierto que la Biblia posee una guía y respuesta automática para todas las preguntas que las personas y comunidades hermeneutas quisieran plantearle, o se planteen: La Biblia no es una “bola de cristal” ni el mejor horóscopo de la historia. 

En tercer lugar, nuestra apropiación de los textos bíblicos supone el reconocimiento de lo parcial y tentativo (no conclusivo) que muchas veces fue el abordaje de un determinado asunto por los autores de la Biblia.

En cuarto lugar, que el abordaje, perspectiva, y enfoque que en la Biblia tienen muchos asuntos, no siempre concuerda con la tradicional ortodoxia y moral cristiana; es más, muchas veces más bien choca con ellas o se la encuentra en la acera del frente. 

En quinto lugar, los textos de la Biblia, si bien a ellos apelan las distintas expresiones de la fe cristiana (expresiones muy posteriores a los textos bíblicos); no es menos cierto que ningún autor de la Biblia fue cristiano en este sentido, ni escribió comprometido con las tradicionales teologías cristianas. Esto supone el que evitemos proyectar en los textos bíblicos nuestros prejuicios, nuestros temores (así como nuestros optimismos y triunfalismos), los cuales podrían impedir o dificultar el que podamos escuchar la propia voz de los textos bíblicos, con sus propios matices y modulaciones.

En sexto lugar, que ante la falta de precisión, profundización y ciertos detalles de los textos bíblicos mismos, respecto de ciertos asuntos; se hace necesario conocer (hasta donde nos sea posible) las formas en que ciertos textos fueron asumidos e interpretados en el seno de las tradiciones a través de las cuáles los textos bíblicos nos han llegado. 

Finalmente, pienso que a pesar de la forma en que por lo general se describe en la Biblia la relación entre en hombre y la mujer, todavía hay en la misma Biblia evidencias concretas que nos permiten articular un marco donde la relación entre el hombre y la mujer sea más humana, más justa y más solidaria en relación a la mujer.

En este sentido, pienso que tenemos que hacer los siguientes ajustes:

En primer lugar, hacer ciertos ajustes en nuestra antropología. Por ejemplo, asumir como punto de partida el relato de la creación de Génesis 1.1-2.3, y privilegiar su enfoque antropológico que nos permite hablar de la mujer y el varón como creados en igualdad de condiciones, recibiendo ambos en la misma proporción el mandato cultural, y siendo al mismo tiempo y en la misma calidad imagen de Dios, y recibiendo en la misma medida la responsabilidad de ejercer una mayordomía sobre el resto de la creación.   

En segundo lugar, asumir el ejemplo de la figura histórica de Jesús de Nazaret, que al hablar del matrimonio, habló y enseño positivamente del mismo, según el relato de Génesis 2.4-24, pero asumiendo el enfoque antropológico del relato de Génesis 1.1-2.3. Observemos:

¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 5y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?” (Mateo 19.4 y 5).

Nótese que a diferencia del relato de Génesis 2, que fundamenta el matrimonio en la idea de que la mujer vino a existencia a partir del varón: “… porque del varón fue tomada. 24Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”; el pensamiento de Jesús es distinto: “… varón y hembra los hizo;… Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne

Considérese que en el pensamiento del redactor del relato de Génesis 2, la idea que antecede al “Por tanto” –causal, motivo, razón- (versículo 24), es “porque del varón fue tomada” (versículo 23). Pero en el pensamiento de Jesús, la situación y asociación de ideas es otra: “varón y hembra los hizo” -Mateo 19.4- (o sea, creados en un único y sólo acto de creación, en igualdad de condiciones y siendo a la vez y en la misma proporción imagen de Dios); entonces: “Por esto…” ¿Se nota la diferencia?

Ahora, cabe preguntarnos: ¿Será este enfoque antropológico el fundamento del característico y peculiar comportamiento y trato de Jesús a las mujeres? ¿Fue Jesús coherente entre su enfoque antropológico basado en el relato de Génesis 1.1-2.3 y en su trato con las mujeres? ¿Será el enfoque antropológico de Jesús lo que explica la notable participación de las mujeres en el proyecto y ministerio de Jesús?

Además, por la forma en que el mismo libro de Génesis, y luego, el resto de la Biblia se hizo eco más bien del relato de Génesis 1.1-2.3, en detrimento del relato de Génesis 2.4-25, podemos decir que, sin duda, el enfoque de Jesús fue acertado. Observemos:
Un análisis detenido demuestra que ciertamente la idea dominante en todo el libro de Génesis es la perspectiva o punto de vista que comunica el primer relato de la creación. Consideremos la evidencia:

Génesis 5.1: Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al ser humano (varón y hembra), a semejanza de Dios lo hizo.

Génesis 5.2: Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.

Génesis 9.6: El que derramare sangre de hombre (ser humano), por el hombre (ser humano) su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre (el ser humano).

Observación: La verdad es que no encontramos en el mismo libro de Génesis la confirmación o referencia alguna a la idea de que Dios hizo a la mujer con posterioridad a la creación del hombre o varón.

Eco del relato de Génesis 1.1-2.3 en el resto de la Biblia:

a) La expresión bíblica “varón y hembra” concuerda y sólo es congruente con el relato de Génesis 1, consideremos los siguientes pasajes:

Génesis 1.27: Y creó Dios al hombre (ser humano) a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Génesis 5.2: Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.

Mateo 19.4: Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?

Marcos 10.6: Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.

Por otro lado, hay pasajes bíblicos en los que el lenguaje sexista ha originado la traducción “hombre” u “hombres” cuando el contexto demanda la traducción “ser humano” o “seres humanos”. Este tipo de traducción favorece la interpretación de que la mujer no estaba presente en ciertas declaraciones a pesar de que realmente siempre estuvo ahí.

Génesis 1.27: Y creó Dios al hombre (ser humano) a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Génesis 5.1: Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre (ser humano, varón y hembra), a semejanza de Dios lo hizo.

Génesis 9.6: El que derramare sangre de hombre (de ser humano), por el hombre (ser humano) su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre (ser humano, varón y hembra).

Deuteronomio 4.32: Porque pregunta ahora si en los tiempos pasados que han sido antes de ti, desde el día que creó Dios al hombre (ser humano, varón y hembra) sobre la tierra, si desde un extremo del cielo al otro se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella.

Santiago 3.9: Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres (seres humanos, varones y hembras), que están hechos a la semejanza de Dios.

En tercer lugar, privilegiar la síntesis y el enfoque antropológico de Jesús de Nazaret y no el de Pablo y de sus discípulos, según se puede constatar en 1 Corintios 11.1-16; Efesios 5.22-24, 29-33 y 1 Timoteo 2.11-15.

Ciertamente llama la atención, que a diferencia del enfoque antropológico de Jesús de Nazaret, el paulino es exactamente el mismo del redactor o redactores del relato de creación de Génesis 2. Observemos: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne” (la mujer creada a partir de la carne del varón; Efesios 5.29)… “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne” (Efesios 5.31).

En conclusión: ¿Nos atreveremos a asumir el enfoque antropológico del relato de la creación de Génesis 1.1-2.3 y el de Jesús de Nazaret? ¿Tendremos el valor de tomar distancia, asumir una postura crítica y hasta abandonar la perspectiva antropológica del relato de Génesis 2.3.25 y el de Pablo y sus discípulos?

Haremos o no, el intento de conformar un tentativo modelo de familia y sociedad hoy, con base en el enfoque antropológico de Génesis 1.1.2.3 y la síntesis jesuana?


¡Ojalá nos atrevamos!, así de sencillo 


¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?


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Te desafío a esta interesante lectura y podrás comprobar tu mismo que es lo que realmente dice el texto griego ( el texto fuente usado para la traducción) de 2 Timoteo 3.16.


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I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día?