Apocalíptica, escatología, y vísperas de un año nuevo

Apocalíptica, escatología, y vísperas de un año nuevo
Héctor B. Olea C.
Al acercarnos al inicio de un año nuevo es común pensar que algunos proyectos que quedaron inconclusos, estancados, sin terminar o que fueron aplazados en el año que está por terminar, de seguro lograrán su pleno desarrollo o un progreso significativo en el próximo año. Pero, por otro lado, también está la incertidumbre (a pesar del deseo de tener un año próximo venturoso y próspero) de no saber si en realidad algunos proyectos terminarán por ser definitivamente aplazados, o si tendremos que formularnos serios replanteos con relación al conjunto de metas y aspiraciones que previamente nos habíamos trazado.
De todos modos, nos resistimos, y de manera muy natural, a no creer que en el próximo año no nos irá mejor, a que en realidad probablemente no avanzaremos y que no lograremos todo aquello por lo cual hemos luchado tanto.
Pero, ¿Es siempre un año nuevo la aproximación a las definitivas y más plenas concreciones de nuestros proyectos? ¿Nos acercará o nos alejará todavía más de nuestros sueños, el año próximo?
¿Qué tiene que ver la apocalíptica con estas expectativas?
La apocalíptica fue una corriente de pensamiento judío que se desarrolló alrededor del siglo II antes de nuestra era. Se caracterizaba principalmente por la expectativa de que en cualquier momento el Reino de Dios irrumpiría en el escenario de la historia humana provocando su fin. Consecuentemente, su mensaje característico consistía en la proclamación de un fin y juicio divino inminentes, en su propio tiempo, en su propia generación. Estrechamente ligada a la apocalíptica estaba la escatología. Esta última trataba describir los hechos o eventos finales y definitivos de la historia. Se nota, entonces, la estrecha relación entre la apocalíptica (con su lenguaje de símbolos y su proclamación de un fin inminente de la historia) y la escatología (aportando y describiendo los temas y eventos que se consideran propios de la época del fin).
Podemos decir que una característica distintiva del cristianismo, en toda su historia, es que cada generación de cristianos ha vivido y actuado bajo la premisa de que estaba viviendo la época del fin (actitud que ciertamente parece incrementarse al aproximarnos al fin de un año, y el inicio de otro nuevo). Pero, ¿de dónde saca el cristianismo esa esencial característica? Bart D. Ehrman (Jesús, el profeta judío apocalíptico) describe cómo las expectativas apocalípticas y escatológicas del cristianismo moderno hunden sus raíces en el mensaje mismo del Jesús histórico. En esta misma línea va E. P. Sanders (Jesús y el Judaísmo; y La figura histórica de Jesús) cuando describe a Jesús como un “profeta escatológico”.
Algunos ejemplos de los evangelios que validan esta propuesta son:
“De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. 35El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24.34-35)
“De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios” (Marcos 14.25)
“También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles. 30Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca. 31Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. 32De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. 33El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Lucas 21.29-33)
Posteriormente, también vemos que las primeras dos generaciones de cristianos también se caracterizaron por la expectativa de que el fin tendría lugar en su tiempo (aunque también se percibe una especie de “desescatologización” en los libros más tardíos del NT, a pesar de Apocalipsis), consideremos por lo menos tres ejemplos:
“Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; 30y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; 31y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa” (1 Corintios 7.29-31)
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4.13-18)
Ahora bien, no se puede negar el hecho de que en la medida en que desapareció la primera generación de cristianos, el énfasis en la inminencia del fin de la historia se fue perdiendo. Consideremos por lo menos dos ejemplos:
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 pedro 3.9). Como segundo ejemplo quiero citar las llamadas epístolas o cartas pastorales (1 y 2 Timoteo, Tito), donde no se percibe el énfasis escatológico que se ve, por ejemplo, en 1 Corintios y en 1 Tesalonicenses.
Por otro lado, ante el hecho de que el Reino de Dios no se manifestara en los tiempos de Jesús, tal y como lo esperaba la tradicional esperanza mesiánica judía, y en la medida en que las primeras generaciones de cristianos fueron desapareciendo sin que las cosas ocurrieran como escatológicamente pensaban, el cristianismo ha acuñado (aunque en tiempos modernos) el muy conocido lema del “Ya, pero todavía no”.
Precisamente ante muchas especulaciones y expectativas que con relación al futuro proyectan diversos grupos dentro del cristianismo, y considerando la manera en que estas concepciones determinan muchas de nuestras actitudes frente al presente; quiero que consideremos la perspectiva de un Rabino del Judaísmo ortodoxo (Jacob Neusner) que, aunque supone una crítica al cristianismo (y de hecho, reflexiona desde otro marco de referencia), pienso que todavía podemos aprender mucho de su punto de vista, en relación a la manera en que entendemos que podríamos ser instrumentos de Dios en el presente, en el próximo año, y en los años venideros, cito: “¿Puede el reino de Dios venir pronto, en nuestros días, a donde estamos? La Torá no sólo dice que sí, sino que además muestra cómo. En realidad, de eso es de lo que habla. ¿Tengo que esperar entonces el reino de Dios? Desde luego, pero, mientras espero, hay cosa que tengo que hacer. Más exactamente, hay cosas que tenemos que hacer, y hacerlas juntos” (Un Rabino habla con Jesús, Ediciones Encuentro, España, año 2008, página 191).
Mi invitación es que, sin perder de vista la expectativa de la futura plena manifestación del Reino de Dios (esperanza común del judaísmo ortodoxo y de los cristianos), procuremos tratar de ver y entender a Dios y sus propósitos para nuestro tiempo, nuestros contextos y en las distintas problemáticas que desafían al ser humano de hoy. Pidámosle a Dios que nos ayude a ser instrumentos suyos, para que juntos y, según nuestros dones y capacidades, logremos un testimonio cristiano más coherente, más integral e inclusivo, en fin, más humano.
¡Que Dios nos ayude y nos anime a ser mejores testigos e instrumentos suyos en el año 2011!
¡Amén!

“Hacia la construcción del pensamiento teológico dominicano” Algunas perspectivas

“Hacia la construcción del pensamiento teológico dominicano”
Algunas perspectivas

Héctor Benjamín Olea Cordero
A modo de introducción:
Desde hace algunos años (quizás no me equivoco cuando digo que no hace más de cinco años) que en los predios de la Universidad Nacional Evangélica (UNEV) se viene hablando de la necesidad y del proceso de una “construcción del pensamiento teológico dominicano”. Obviamente, es casi seguro que la visión de la UNEV no incluye el más amplio espectro de la fe y tradición cristianas, sino que se circunscribe única y prácticamente a la reflexión y producción teológica protestante y evangélica. A pesar de esta sospecha, tampoco parece que tenga en su horizonte a la totalidad de las más diversas expresiones protestantes y evangélicas de la fe cristiana.
De ser este el caso, que personalmente doy por sentado, pienso que lo correcto sería hablar más bien de “Hacia la construcción del pensamiento teológico dominicano de corte protestante y evangélico”. O si se prefiere “Hacia la construcción del pensamiento teológico protestante y evangélico en la República Dominicana”. Esto así, para que no se entienda que el sector protestante y evangélico de la República Dominicana pretende tener el monopolio del pensamiento teológico en el contexto de la tradición cristiana. Pero si alguna vez la comunidad evangélica y protestante, o por lo menos un sector de la misma pretendió tal cosa, es mejor que se replantee tan equivocada visión de la realidad.
Me pregunto: ¿Quiénes estarían haciendo “pensamiento teológico dominicano? ¿Puede tener alguna persona o institución el monopolio del “pensamiento teológico dominicano”?
Este artículo no es más que una reflexión en voz alta de lo que personal y particularmente entiendo que son implicaciones intrínsecas a la idea de un proceso de formación y definición de un “pensamiento teológico dominicano” en el más amplio contexto de la histórica fe cristiana.
Este ensayo consiste en un enfoque muy personal, con base en mi experiencia, mi trayectoria tanto en las aulas como en los medios de comunicación, así como en la interacción que he tenido con una buena parte de las instituciones dominicanas de formación bíblica y teológica, pertenecientes, precisamente, a distintas tradiciones teológicas y eclesiales.
Este conjunto de reflexiones lo voy a plantear en forma de preguntas, algunas de las cuelas dejaré en el aire para la reflexión y orientación del lector y lectora. Otras recibirán de mi parte una respuesta muy concisa, con el igual objetivo de guiar y orientar al lector y lectora.
Finalmente, el objetivo básico de este ensayo consiste en plantear y ofrecer mi contribución personal al proceso de consolidación (pues lo considero ya iniciado) del “pensamiento teológico dominicano”.
Comencemos, pues, nuestra aventura.
I) Preguntas relacionadas con una definición tentativa o preliminar de “pensamiento teológico dominicano”
1) ¿En qué consistiría el llamado “pensamiento teológico dominicano”? ¿Es este posible? ¿Necesario? ¿Por qué?
2) ¿En qué se estará pensando cuándo se habla de la “construcción del pensamiento teológico dominicano”? ¿Tendrá que ver con una relativa cifra de obras publicadas de reflexión teológica de origen dominicano?
3) A propósito ¿cuál ha sido la temática y el perfil dominante de las obras de reflexión teológica que se han originado en la República Dominicana hasta el presente?
4) Ciertamente la respuesta a esta pregunta no debe circunscribirse de manera simplista al campo protestante y evangélico. Esto así, pues estamos hablando de la producción teológica de “tradición cristiana” en sentido general y de manera muy inclusiva.
Otro elemento que pienso que no se debe subestimar es el tipo de reflexión bíblica y teológica que se está divulgando a través de la Internet, por ejemplo, por medio de diarios digitales, blogs, redes sociales, principalmente Facebook, etc.
5) ¿Sería “dominicano” porque 1) lo hacen dominicanos y dominicanas, 2) personas que aunque extranjeras residen en el país, 3) o porque más bien aborda las distintas problemáticas de la fe y la vida religiosa, en fin, de la espiritualidad en el contexto de la fe cristiana, según las exigencias que le plantea el propio contexto dominicano?
II) Preguntas relacionadas con el perfil que habría de caracterizar el “pensamiento teológico dominicano”
1) ¿Cuáles serían las características de un “pensamiento teológico” propiamente dominicano?
2) ¿Cuáles son o serían sus métodos?
3) ¿Cómo debería ser, inclusivo o excluyente? ¿Crítico (un tanto liberal y progresista), o conservador y con tendencias fundamentalistas? ¿Qué tan conservador o crítico debería o podría ser?
4) ¿Qué temas deberían ser de abordaje obligatorio, o casi obligatorio para este “pensamiento teológico dominicano”?
5) ¿Qué tan contextual, pero global a la vez, puede y deber ser?
6) ¿Qué tipo de lectura haría de la Biblia? ¿Una lectura simplista con tendencias fundamentalistas o una lectura que, si bien no ignore los distintos métodos de interpretación (o acercamientos a) de la Biblia, tome en serio el enfoque de los métodos histórico críticos?
III) Preguntas relacionadas con las instituciones dominicanas de formación bíblica y teológica, instituciones que tienen una gran responsabilidad en el proceso de formación y consolidación del “pensamiento teológico dominicano”
1) ¿Qué relación podemos establecer entre el llamado “pensamiento teológico dominicano” y las distintas instituciones de formación teológica que gravitan en la República Dominicana?
2) ¿Quién proyecta y reproduce el discurso de quién? ¿La institución de formación bíblica y teológica reproduce sin cuestionar (o con ciertas críticas) las líneas generales de la teología institucional de la iglesia o concilio al que pertenece, que la funda y dentro del contexto de la cual subsiste?
3) O ¿Logra la institución de formación bíblica y teológica producir un pensamiento hasta cierto punto crítico, independiente y transformador, que influye, impacta y hasta transforma el pensamiento teológico institucional de la iglesia o concilio que le dio origen y que sólo dentro de su contexto se la explica?
4) ¿Cuáles son los autores (comentaristas y escritores) que por lo general se citan en los distintos trabajos académicos de reflexión bíblica y teológica en la República Dominicana? Obviamente, la respuesta a esta pregunta no puede ignorar el contexto de la tradición eclesial y teológica en que se hacen y producen dichos trabajos académicos. Me explico, con toda seguridad se puede decir que salvo ciertas excepciones, las obras de consulta de un seminario católico no son las mismas que las de un seminario protestante. Por igual, lo mismo se puede decir respecto de un seminario bautista y un seminario pentecostal, o de un seminario adventista y uno pentecostal o de cualquier otra tradición teológica.
También hay que reconocer que existen programas de formación bíblica y teológica que emplean docentes de distintos trasfondos eclesiales y confesionales (católicos y protestantes, y protestantes de la más variada expresión). Este hecho puede producir cierta homogeneidad en cuanto a las obras de consulta y las características del pensamiento teológico que se produce en algunas instituciones de formación bíblica y teológica de la República Dominicana.
Además hay que considerar si el seminario, instituto, universidad o institución teológica, aunque protestante y evangélica, manifiesta cierta tendencia hacia una reflexión teológica más liberal, no tan conservadora, y más ecuménica.
En este aspecto también habrá que reconocer el carácter (más que el nivel) de los programas de formación bíblica y teológica. Por ejemplo, no es lo mismo un programa de tendencia a la reflexión teológica académica (que presume de crítica y científica) aunque con la meta de impactar seriamente su contexto; que un programa de formación teológica inclinado más bien a la pastoral y con un marcado énfasis apologético y conservador.
5) ¿Cuáles son las principales casas editoras que se citan en los programas de las distintas asignaturas (o cursos) y trabajos académicos de las distintas instituciones de formación bíblica y teológica de la República Dominica?
En honor a la verdad, lo cierto es que ciertas obras clásicas y de consulta obligatoria en los distintos campos del pensamiento académico bíblico y teológico no nos llegan sino a través de editoriales de origen católico, o sin ningún compromiso confesional aun cuando sus autores sean protestantes.
6) En esta misma línea es preciso preguntarnos: ¿Cuál es el perfil de la literatura de estudio bíblico y para la reflexión teológica que se puede conseguir en las tradicionales “librerías evangélicas”? ¿Qué tanto contribuyen o podrían contribuir en el proceso de una construcción del “pensamiento teológico dominicano?
7) Por otro lado, ¿cuál sería el perfil de un “pensamiento teológico dominicano sustentado tan sólo en la literatura que ponen a nuestra disposición las tradicionales “librerías evangélicas”?
8) ¿Qué relación tiene la reflexión bíblica y teológica que se está haciendo en la República Dominica, con la reflexión que se está produciendo en el resto de Latinoamérica?
9) ¿Qué tanto se están leyendo los pensadores, autores y escritores latinoamericanos en los distintos programas de formación bíblica y teológica que gravitan en la República Dominicana?
10) Además, ¿qué tanto se están leyendo los textos de estudios bíblicos y teológicos de especialistas, pensadores y escritores europeos y norteamericanos?
11) ¿Están los currículos de los distintos centros de formación bíblica y teológica locales promoviendo e impulsando en verdad el desarrollo y fortalecimiento de una reflexión teológica que responda con propiedad a los desafíos de la fe cristiana en el contexto particular de la sociedad dominicana?
12) En este sentido, ¿qué tan nivelados están (qué tanto tienen de común, además de los contenidos, el enfoque) de los planes o programas de estudio de los distintos centros de formación bíblica y teológica, con relación al mismo grado que ofrecen (bachillerato licenciatura, maestría, etc.)?
En otras palabras, ¿qué tan similares son los contenidos de los distintos programas de formación bíblica y teológica que se ofrecen en el país, por nivel o grado? ¿Qué tan similar es el conjunto de asignaturas o cursos de la licenciatura en teología, por ejemplo, de una institución con relación al resto de los centros que igualmente ofrecen el mismo grado y título?
¿Qué tan similares son los requisitos que tiene cada institución de formación teológica como exigencia para otorgar el mismo grado o título? Pensemos, por ejemplo, en el nivel del personal docente, la bibliografía, las horas presenciales en el aula por semana (además de si es bimestral, trimestral o cuatrimestral), el número de horas invertidas en trabajos de lectura e investigación fuera del aula, la cantidad de páginas que se deben leer, la forma de evaluación, los énfasis que se hacen en cada asignatura, etc.
13) ¿Qué tipo de relación e interacción existe entre las distintas instituciones de formación bíblica y teológica? ¿Existe alguna institución que las agrupe y le dé cierta homogeneidad y cohesión?
Recuerdo que hace unos años varios hermanos líderes de instituciones de formación bíblica y teológica constituíamos lo que se llamó la “ADIET” (Asociación Dominicana de Instituciones Teológicas. Entre estos, Tomás Gómez Bueno por Visión Mundial, Robert Bueno por un Instituto o Seminario Bautista, Elvis Medina por el Seminario de la Iglesia de Dios, Félix Caraballo por el MINST, también recuerdo que había una representación del instituto nacional de la asambleas de Dios, entre otros, y quien suscribe por la UNEV y el Instituto Bíblico Reformado de la República Dominicana.
14) ¿Qué habrá pasado con la ADIET? ¿Podría resurgir? ¿Podría levantarse otra u otras similares o más pretensiosas? ¿Qué tan inclusiva podría (n) o debería (n) ser?
IV) Preguntas relacionadas con los medios de comunicación que son administrados por misterios cristianos y el tipo de reflexión teológica que difunden
1) ¿Qué se puede decir respecto del nivel, temas, enfoque, etc., del tipo de reflexión teológica que por lo general se promueve en los medios masivos que están en manos de ministerios cristianos (emisoras de radio, canales de televisión, periódicos, revistas, programas de radio y televisión?
2) ¿Qué tan inclusivos o excluyentes son estos medios respecto a la gran diversidad de confesiones y matices que se sabe tiene el “pensamiento teológico dominicano”?
3) ¿Qué aportes pudieran hacer dichos medios en la consolidación del “pensamiento teológico dominicano”?
V) Preguntas diversas relacionadas en alguna manera con el proceso de formación y consolidación del “pensamiento teológico dominicano”
1) ¿Ha existido alguna vez un pensamiento teológico alguno que no tenga compromisos con una determinada ideología (conjunto y esquema de pensamientos e ideas fundamentales) y con una determinada praxis? Comencemos por ejemplo, por las evidencias que nos aporta la historia de la Biblia misma.
2) ¿Qué tan al día está (o estaría) el llamado “pensamiento teológico dominicano” con relación a los enfoques modernos tanto en el campo de la exégesis, la hermenéutica y la teología como tal?
Por ejemplo, con relación a la llamada “teología feminista”, el acercamiento feminista a la Biblia (hermenéutica feminista), la reflexión teológica en perspectiva de género, la lectura comunitaria de la Biblia, la exégesis socio histórica y sociopolítica, los métodos exegéticos (crítica textual, crítica literaria, crítica de los géneros y las formas, crítica de la tradición, crítica de la redacción, el análisis estructural o semiótico), la lectura orante de la Biblia, la circularidad hermenéutica, el análisis estilístico, el análisis retórico, la lectura pragmalingüística de la Biblia, el psicoanálisis, las teologías de la liberación, etc.
3) ¿Cómo se enfoca (o enfocaría) el diálogo interreligioso e interconfesional en el “pensamiento teológico dominicano”?
4) ¿Cómo se habría de enfocar la misión de la iglesia, la apologética y la actitud ecuménica ante el hecho de la realidad multiconfesional del cristianismo en la República Dominicana?
5) ¿Cómo se habrá de enfocar la inevitable relación y necesaria vinculación entre la exégesis bíblica, la teología bíblica y sistemática, y la pastoral en un “pensamiento teológico dominicano”?
6) ¿Cómo habrá de influenciar y potenciar al testimonio cristiano (y la espiritualidad que supone), el desarrollo y consolidación de un “pensamiento teológico” con verdaderos matices dominicanos? ¿Cómo ha de fortalecer, darle contenido y consistencia al oficio profético de la iglesia?

Conclusión: Espero que las inquietudes que he planteado en este artículo puedan servir de algo en la aspiración y en el proceso de una verdadera consolidación del “pensamiento teológico dominicano” en el más amplio contexto de la fe cristiana.
De seguro que otros y otras coincidirán conmigo en algunas de estas inquietudes. También habrá quienes aportarán sus propias inquietudes y puntos de vista. De todos modos, aquí están la mías. ¡Bienvenidas sean todas las demás!
¡Que Dios nos ayude en esta tarea!

La Reforma Protestante nos invita a ser inclusivos

La Reforma Protestante nos invita a ser inclusivos
Héctor Benjamín Olea Cordero
La Reforma Protestante ha conllevado enormes desafíos hacia lo interno del cristianismo en su pluralidad. Por un lado, el catolicismo ha sido empujado a admitir que no posee el monopolio del cristianismo. Por otro lado, el protestantismo ha tenido que reconocer que tiene un pasado (¿y futuro?) común con las demás expresiones históricas del cristianismo, pues tampoco tiene el monopolio de la fe cristiana.
No olvidemos que el cristianismo tiene tres manifestaciones o corrientes históricas principales: el cristianismo representado por la iglesia ortodoxa, el cristianismo representado por la iglesia católica y romana, y el cristianismo de corte protestante. La historia nos dice que después de muchas tensiones, en el año 1054 tuvo lugar el llamado “cisma de oriente”, cuando se dio la definitiva separación entre la iglesia ortodoxa (iglesia oriental) y la iglesia católica (iglesia occidental). Luego, a partir del 31 de octubre de 1517 se inició un proceso irreversible que a la larga provocaría la expulsión de Martín Lutero y sus seguidores de las filas del cristianismo católico romano, y que también daría origen al movimiento protestante.






No dejo de admitir el que quizás deba hablarse, a partir de 1534 de una cuarta corriente, la anglicana que, aunque es hija del movimiento reformador en Inglaterra; se considera católica, pero no romana; y evangélica, aunque no protestante.
El cristianismo protestante no es más que el fruto de un desgajamiento, pura y sencillamente, de una gran corriente del cristianismo histórico: el cristianismo católico y romano. La Reforma protestante no tuvo nada que ver con el cristianismo representado por la iglesia ortodoxa griega. Por cierto, mientras que el cristianismo católico romano tiene a Pedro como su figura cimera; el cristianismo representado por la iglesia ortodoxa griega asume a Pablo como su mentor. Los movimientos que involucra el cristianismo protestante tienen sus propios y específicos mentores que, a su vez, son muy diversos, y ninguno logra la aceptación de todo el cristianismo protestante.
La Reforma Protestante nos invita a considerar las más diversas formas en que Dios puede actuar, y de hecho actúa, en el devenir histórico de la existencia humana.
Quiero insistir, finalmente, en que las iglesias que deben su existencia precisamente a algún movimiento reformador, no deben ahora, en consecuencia, oponerse y satanizar el hecho de que la iglesia debe seguir reformándose. En ese dinámico proceso de crítica, cuestionamiento y reforma, es precisamente donde podemos hallar algunas formas concretas en que Dios desea actuar en nuestro mundo, en nuestra existencia, en nuestro tiempo, y en nuestro contexto.
¡Dios bendiga y estimule la reforma de la iglesia, hoy como en 1517, mañana y siempre!

La reforma protestante Un análisis crítico

La reforma protestante
Un análisis crítico
Por Héctor Benjamín Olea Cordero
Introducción: Narrar una historia de manera natural envuelve el proceso de interpretación. No hay tal cosa como una narración de los hechos en forma de tabula rasa. Toda narración e interpretación de un hecho histórico depende de la experiencia, la formación e intereses del que la realiza. Esto también es real en lo relativo a la selección del material, pues dicha selección depende de esos mismos factores. En este punto llegan a mi mente las palabras de historiador Joseph Lortz que en el prólogo de su obra Historia de la Iglesia, tomo I, afirma:
“Una exposición resumida de la historia de la iglesia debe intentar efectivamente presentar el curso de los acontecimientos con cierta homogeneidad. Pero para esta tarea es de todo punto esencial distinguir lo importante de lo menos importante, acentuar unas cosas y pasar por alto otras; el arte consistirá precisamente en saber omitir con acierto. Es evidente que en la selección influye mucho el juicio subjetivo; de acuerdo con los conocimientos del autor y su campo de especialización, determinados temas importantes aparecerán con más relieve que otros” (Ediciones cristiandad, página 15).
Consecuentemente, como es imposible llevar a cabo una narración e interpretación de un hecho histórico totalmente neutrales, a lo más que podemos aspirar es a una narración e interpretación que tenga cierto grado de objetividad. Sin embargo, aun en este punto volvemos a ser presa de la inevitable interpretación, pues los grados de objetividad que se le atribuya o reconozca a un determinado enfoque o investigación sobre un hecho histórico, dependerá también de la formación, intereses y campo de especialización del que recibe, lee o escucha los resultados de tal investigación.
Asumiendo pues, los riesgos planteados, me propongo abordar en esta ocasión una reflexión de algunos aspectos que me parecen relevantes para la adecuada valoración e interpretación del movimiento conocido comúnmente como “la Reforma protestante”.
I. El cristianismo y sus orígenes:
Si bien el cristianismo encuentra su génesis en un ambiente judío, ciertamente el cristianismo no es una religión judía. Podemos decir que el cristianismo incipiente tenía en común algunos puntos de vista con los distintos grupos judíos que gravitaban en la sociedad judía del primer siglo E.C. Quizás la gran diferencia la tuvo con el grupo conocido como los zelotas (o celotas), ya que éste representaba un grupo de resistencia armado y violento[1]. Luego, persiste la pregunta: ¿Qué rasgos comunes tiene el cristianismo incipiente con las distintas facciones del judaísmo del primer siglo? Tomando la evidencia que encontramos en el NT mismo y en otras fuentes externas, hallamos las siguientes:
Con los esenios y fariseos: la creencia en el más allá, en la esperanza de la resurrección de los muertos, la creencia en la existencia de los ángeles, creer en la venida de un Mesías, admitir como sagrados las tres secciones del Tanak, pertenecía a las clases sociales media y baja, y con los Esenios sobre todo, compartían el cultivar un ambiente apocalíptico y escatológico. Con los saduceos: el afecto por el culto en el templo[2], la idea de sustituir una comunidad de rango sacerdotal (compárese 1 Pedro 2.10; Apocalipsis 5.10[3]). Fue precisamente para después del año 64 con el incendio a Roma, y la rebelión judía del 66 que a la postre provocó la destrucción de Jerusalén y del templo, que el cristianismo logró el reconocimiento por parte del imperio Romano de su peculiaridad con relación a los demás grupos judíos[4].
Como ya hemos dicho, el cristianismo no es una religión judía, si bien tiene sus principales raíces en el ambiente judío. Por evidencia que encontramos en el NT mismo, podemos ver que la literatura que compone el conjunto de libros sagrados o canónicos de mismo NT tiene un origen primordialmente gentil. En este tenor, hay principalmente dos cosas que quiero resaltar: En primer lugar: El nombre cristiano, que en su origen haya sido peyorativo o no, surge en un ambiente gentil[5] (considérese Hechos 11.26). En segundo lugar, en cuanto al conjunto de obras o escritos que componen la literatura canónica del NT, podemos decir que tuvo su origen en su mayor en un ambiente gentil. Por ejemplo, el origen de los evangelios generalmente se ubica fuera de Palestina (Mateo en Antioquía, Marcos en Roma, Lucas en Grecia, Siria o Roma, Juan en Éfeso o Siria); las epístolas paulinas (el corpus paulino, al margen de la discusión sobre su extensión[6]) también se ubica fuera de Palestina. Con relación a las epístolas católicas, generales o universales, también en este segmento predomina el origen gentil. Las tres cartas de Juan se ubican generalmente en Éfeso, aunque hay los que prefieren Siria. Las dos cartas de Pedro en Roma. En suma, los únicos escritos de los cuáles se reconoce con mayo probabilidad un rigen palestino son: Hebreos, Santiago y Judas[7]. ¿Qué nos decir esto? Podemos decir con propiedad que para mucho antes del año 70 E.C. el cristianismo tenía todos los elementos de una religión gentil, aunque con un fuerte trasfondo judío[8].
II. El cristianismo después del año 70.
A partir del año 70 que veremos es simplemente la continuación del desarrollo y expansión del cristianismo en el mundo gentil. Justo L. González afirma que la comunidad de Jerusalén sobrevivió hasta el siglo V, pero no da detalles. Lo que sí es cierto es que después del concilio de Jerusalén no encontramos evidencia fuerte que nos permitan afirmar con seguridad sobre los contactos entre la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén y el cristianismo gentil que desde muy temprano comenzó a convertirse en el foco de la historia del cristianismo, comenzando por el testimonio mismo del libro de los Hechos[9].
III. El concepto de “iglesia primitiva” y “cristianismo primitivo.”
Las llamadas tres líneas o corrientes del cristianismo: Se afirma que hubo tres corrientes en el cristianismo, cada una bajo el liderazgo y pensamiento de un líder particular: 1) La corriente representada por Jacobo (representada literariamente por la carta que lleva su nombre, y el testimonio de Hechos); 2) La corriente representada por Pedro (literariamente representada por las dos cartas con un nombre en el NT, y el testimonio de Hechos); y 3) La corriente representada por Pablo (literariamente representada por todas las cartas que se consideran autenticas de él, y las llamadas cartas deuteropaulinas).


Las denominaciones “tiempo apostólico” o “tiempo de los apóstoles” tienen un contenido aún más fuerte que “cristianismo primitivo”. Según la opinión generalizada, la época del cristianismo primitivo se extiende más allá del tiempo de los apóstoles hasta los escritos de los padres apostólicos. Al hacer coincidir el “cristianismo primitivo” con la iglesia representada en los escritos del NT no deben perderse de vista los grupos no representados en el mismo ni tampoco los “apócrifos del NT”[10]. El concepto de “primitiva comunidad cristiana” designa a la comunidad cristiana madre de Jerusalén. El concepto de “iglesia primitiva” se acerca al de “cristianismo primitivo”. (Diccionario enciclopédico de historia de la iglesia, tomo I, páginas 348, 349)
IV. La patrología nos dice algo: La no existencia de una patrología y patrística judía.
La patrología se define como la ciencia de los padres de la iglesia. Incluye en Occidente a todos los autores cristianos hasta Gregorio Magno (604 d.C.) e Isidoro de Sevilla (636 d.C.), mientras que en Oriente llega hasta generalmente hasta Juan Damasceno (749 d.C.).
El nombre de esta rama de la teología es reciente. El primero en usarlo fue Juan Gerhard quien la empleó como título de su obra Patrología en 1653. (Patrología, Johannes Quasten, cuatro tomos). Se suelen distinguir tres ciencias que se ocupan de los Padres de la Iglesia:
1) Patrística: perspectiva teológica y dogmática;
2) Historia literaria: perspectiva literaria;
3) Patrología: perspectiva amplia de tipo histórico: vida, obras y doctrina de los Padres.
Hay también una sección importante conocida como “Padres apostólicos”. Esta denominación no fue conocida en la antigüedad cristiana. Se afirma que comenzó a utilizarse a partir del siglo XVII, para designar a los autores eclesiásticos de los siglos I y II de la era cristiana (y que finalmente quedaron fuera del canon del NT). Abarca la Didaché, la Carta a los Corintios de Clemente Romano, de las Cartas de Ignacio de Antioquía (son siete), la Carta de Policarpo y su martirio, la Carta de Bernabé, el Pastor de Hermas, y el Discurso a Diogneto.
V. Fechas importantes en la historia del cristianismo antes de la Reforma Protestante.
1) El edicto de Galerio año 311: Edicto de tolerancia.
2) El edicto de Constantino y Licinio, año 313: Edicto de tolerancia.
3) El cambio de Roma a Bizancio por Constantino, año 324, como capital de imperio Romano.
4) La fundación de Constantinopla 330
5) El edicto de Teodosio 380: Edicto que hace al cristianismo religión del imperio romano.
6) La Situación del cristianismo para el año 1054: Año en que definitivamente se da el rompimiento entre oriente y occidente.
7) La situación del cristianismo a partir del 1054: A partir de esta fecha, cada iglesia siguió su propio camino. En la mediad que el imperio romano occidental se hizo más débil hasta que finalmente desapareció (año 476), el obispo de Roma alcanzó niveles de poder insospechados, y se convirtió no sólo en el líder máximo de la iglesia (sólo en occidente), sino que ejerció influencia en el terreno político.
8) La situación del cristianismo después del 31 de octubre de 1517: La Reforma radical, en primer lugar, y en segundo lugar, el período confesionalista.
VI. El fenómeno del llamado “catolicismo temprano” o “protocatolicismo” presente en el NT.
Se la llamado “protocatolicismo” o “catolicismo temprano” al ciertos rasgos que se encuentran en algunas secciones del NT mismo (principalmente las pastorales y las generales) y que concuerdan con algunos de los rasgos principales de la iglesia católica romana occidental en la edad media. Raymond Brown considera al biblista alemán y luterano Ernst Kasemann como el principal exponente de la existencia de rasgos protocatólicos en 2 Pedro.
De manera resumida, voy a mencionar aquí los aspectos que se consideran expresión del llamado catolicismo temprano (Diccionario enciclopédico de historia de la iglesia, Herder):
1) Ante el retrazo de la parusía, la necesidad de la iglesia de afrontar su devenir histórico y el sentido presente de la vida (con el retraso de la parusía, los cristianos, que al principio entendían que la venida de Jesús acontecería muy pronto, tuvieron que hacer preparativo para su estadía aquí en la tierra. Este aspecto favoreció el proceso histórico de la institucionalización de la iglesia).
2) La tradición apostólica (compares 2 Tesalonicenses 3.6), expresada en las cartas pastorales como “depósito” confiado al apóstol y sus sucesores (1 Timoteo 6.29; 1 Timoteo 1.12, 14), garantiza la identidad de los cristianos a través del cambio de los tiempos y frente a las falsas doctrinas.
3) La imagen de las comunidades se define menos a partir de los carismas dones que del orden de los ministerios eclesiásticos (Las pastoreas y Primera de Clemente)
4) En la mención de los elementos que le otorgan consistencia y permanencia a la comunidad adquiere importancia la enseñanza ética y la formación para el correcto comportamiento cristiano, también como expresión de la verdadera doctrina (1 Timoteo 6.1-10; Tito 3.1-8).
5) La constitución de un canon cristiano propio tenía para la iglesia carácter de confesión de fe (Judas 1)
6) Específicamente con relación a 2 Pedro, la idea de que la Escrituras proféticas no eran materia de exégesis personal, sino que habían de ser interpretadas por maestros autorizados como Pedro (2 Pedro 1.16-2.2).
VII. Los concilios ecuménicos nos dicen algo: El tema de los concilios ecuménicos. Es penoso que en la obra de Justo L. González (Historia del Cristianismo[11] Tomo I y II), el tema de los concilios ecuménicos, y el conciliarismo como tal, hayan sido prácticamente ignorados.
VIII. La Reforma Protestante en sí:
Para la parte final de esta ponencia me voy a concentrar en la situación posterior e inmediata al movimiento conocido como “la Reforma protestante”, para relativizar así un aspecto, quizás el principal lema de dicho movimiento que, personalmente pienso, mediante una actitud muy poco crítica, ha sido presentado sin ningún nivel de relatividad. Este lema es el de Sola Escritura. Pero, antes de abordar esta última cuestión, quiero delimitar de manera adecuada y precisa el movimiento que comúnmente se ha llamado “Reforma protestante”. Por lo tanto, consideremos algunas de las definiciones que ofrecen algunas fuentes especializadas:
El Diccionario de la ciencias humanas define la Reforma protestante con las siguientes palabras: Desde el punto de vista histórico y religioso, Reforma fue el movimiento iniciado por Lutero, Calvino (1509-1564) y Zwinglio (suiza, 1485-1531) (siglo XVI) frente a la Iglesia de Roma – que, según ellos, seguía unos comportamientos contrarios a las enseñanzas de Jesucristo-, con el fin de volver al cristianismo primitivo tal y como aparece en el NT. Desde 1529 se conoce como protestantismo o Reforma Protestante”.
Diccionario enciclopédico de historia de la iglesia: “A partir de Leopold von Ranke, se entiende por Reforma una determinada época de la historia de Alemania y, más en general, de Europa, en la que, sobre la base del nuevo punto de partida teológico de Martín Lutero (1485-1546), se produjo en la primera mitad del siglo XVI una importante modificación de las circunstancias eclesiales, políticas y sociales”.
Diccionario historia de la iglesia: “Término amplio que designa un movimiento religioso en la cristiandad occidental, que surgió alrededor del año 1500 y culminó a mediados del siglo XVII, con antecedentes directos que se remontan al siglo XIV. Aunque condicionado por factores políticos, económicos, sociales, e intelectuales, el curso de los acontecimientos y los escritos de los propios reformadores revelan que por encima de todo fue un despertamiento religiosos que se proponía la renovación cristiana”.
Diccionario de términos religiosos y afines: “Movimiento encabezado por Martín Lutero en los comienzos del siglo XIV, que pretendía reformar la Iglesia y que terminó en el gran cisma de occidente con la introducción del protestantismo. Junto a Lutero han de mencionarse otros destacados reformadores: Calvino, Zwinglio, Enrique VIII”.
Enciclopedia católica online: “El término usual para el movimiento religioso que hizo su aparición en la Europa Occidental en el siglo XVI, y el cual, mientras clamaba ostensiblemente por una renovación interna de la Iglesia, condujo realmente a una gran revuelta contra ella y a un abandono de las principales creencias religiosas”.
Por las fuentes citas y otras, podemos decir que a pesar de algunas diferencias, hay un cierto consenso en algunos aspectos:
1) Que la Reforma protestante, auque reconocido como un movimiento del siglo XVI, encuentra antecedentes alrededor del siglo XIV. Como antecedentes podemos mencionar a Juan Wiclif (reformador inglés que vivió entre 1329 y el 1384, es considerado como la estrella matutina de la reforma, influenció a Juan Hus y a sus seguidores). Juan Hus (reformador checo, que vivió del 1373 al 1415, fue quemado en la hoguera),
2) Que la reforma haya encontrado en el espíritu del renacimiento un recurso aliado para la difusión de sus ideas, y sus pretensiones.
3) El estado de decadencia en que se encontraba una parte de la iglesia católica en Europa.
“La promulgación de indulgencias para la nueva Basílica de San Pedro proporcionó a Lutero una oportunidad para atacar a las indulgencias en general, y ese ataque fue la causa inmediata de la Reforma en Alemania. Poco después, la misma razón condujo a Zwinglio a aplicar sus equivocadas enseñanzas, inaugurando con eso la Reforma en la Suiza Germana. Ambos declararon que estaban atacando tan solo a los abusos de las indulgencias; sin embargo, pronto enseñaron una doctrina en muchas formas contraria a la enseñanza de la Iglesia. La gran aceptación que recibió Lutero en su primera aparición, tanto en círculos humanísticos como entre algunos teólogos y algunos de los laicos de buena línea, fue debida a una insatisfacción con los abusos existentes” (Enciclopedia católica online, artículo La reforma)
4) La situación de inestabilidad política en que encontraba Europa para el siglo XVI.
En cuanto los intereses políticos que se involucraron en la Reforma, me resultan interesantes las palabras de Walter Brueggemann: “La fuerza política de la Reforma (en la medida en que esta puede representar una revolución política y cultural) es compleja y no puede reducirse a una única causa o explicación. Es posible, sin embargo, afirmar que, a pesar de todos los interese políticos y los caprichos interpretativos que pasaron a estar involucrados con la Reforma, sus principales defensores compartían la pasión fundamental de Lutero de que la Escritura posee una voz propia, la cual debe ser oída en su radicalidad liberada. Esta «voz de la Biblia» pronuncia su verdad y plantea sus pretensiones de acuerdo con sus propias categorías, las cuales una y otra vez resultan extrañas y antipáticas” (Teología del Antiguo Testamento, un juicio a YAHVÉ, página 17).
5) Que si bien hubo personas que con sus acciones, escritos y enseñanzas precedieron a Martín Lutero, fue, sin embargo, con éste cuando se dieron las circunstancias históricas específicas (sociales, políticas, económicas, culturales, etc.) que permiten considerar la acción de Martín Lutero del 31 de octubre de año 1517 como el inicio de la Reforma protestante.
Entre los otros príncipes Alemanes que prontamente se asociaron a Lutero y secundaron sus esfuerzos estuvieron:
  • Juan de Sajonia (el hermano de Federico);
  • El Gran-Maestro Albet de Prusia, que convirtió las tierras de su orden en un ducado secular, tornándose su señor hereditario al aceptar el Luteranismo;
  • Los Duques Enrique y Alberto de Mecklenburg;
  • El Conde Alberto de Mansfield;
  • El Conde Edzard, de Friesland del este;
  • Landgrave Felipe de Hesse, quien se declaró definitivamente a favor de la Reforma después de 1524.
Fuente: Enciclopedia católica, artículo, Reforma protestante.
6) Que el movimiento reformador no adquirido el apellido de protestante antes del año 1529, año en que se celebró la llamada Dieta de Espira[12].
Pasemos ahora, a abordar críticamente el lema de Sola escritura, lema que mencionamos anteriormente y que consideramos merece un análisis crítico y objetivo, a la luz de los años inmediatos a la Reforma protestante, y la actualidad contemporánea.
Yo me pregunto ¿Llegaron los reformadores, aunque sea los principales, a asumir en la práctica, real y efectivamente el lema y concepto de Sola Escritura? ¿Es posible encontrar evidencias históricas seguras que permitan decir tal cosa? ¿Practican nuestras iglesias hoy el lema de Sola Escritura?
Mi opinión personal es que lo que ocurrido en el movimiento reformador en poco muy poco tiempo (por ejemplo, el fenómeno conocido como “reforma radical”) y la realidad muy posterior, incluyendo la situación actual, es que el lema de Sola Escritura no pasa de ser una especie de ilusión o sueño, una afirmación que muestra mucho de ingenuidad, pues la vida práctica de cada iglesia local en particular, y la realidad de lo que ocurre dentro (a lo interno) de las distintas corrientes del protestantismo la ponen entredicho. En verdad no hay tal cosa como una lectura inocente y neutral de las Escrituras (la Biblia).
El que tengamos que reconocer que dentro del protestantismo hay una lectura de la Biblia de corte católica, pentecostal, adventista, reformada, bautista, presbiteriana, ecuménica, arminiana, arminio-wesleyana, etc. deja ver que si bien asumimos prácticamente el mismo canon, cada uno, de acuerdo a la corriente y comunidad lectora[13] en que se encuentra, ha de llegar a ciertas conclusiones casi predeterminadas. Por otro lado, ¿qué persona, en el proceso de exégesis e interpretación de la Biblia parte de la idea de que la interpretación que históricamente ha hecho la comunidad de fe de la que él es parte, está equivocada? ¿Acaso lo que habitualmente ocurre no es que el intérprete dé por sentado, parta del supuesto, de que su sistema le proporciona un marco macro que él procurará confirmar al final de su trabajo?
En este punto, se me hace necesario volver a recurrir a Walter Brueggemann, cito: “El concilio de Trento se resistió al esfuerzo de la Reforma por lograr una interpretación de la Biblia libre de la autoridad interpretativa de la iglesia. La formulación tridentina de la autoridad es que la verdad cristiana mana de dos fuentes: la Escritura y la tradición. Con tradición se refiere al contenido acumulado de enseñanza eclesial, de modo que la Biblia será escuchada y comprendida de acuerdo con las categorías de la fe de a iglesia católica”. Sigue Walter Bruegeeman diciendo: “Cuando la polémica de Trento se entiende en su contexto, resulta evidente que el concilio estaba en lo correcto en su formulación, aunque en aquella situación polémica el cristianismo de la Reforma no podía aceptar la forma en que se llevaba a cabo en la iglesia católica de Roma. Sin embargo, es cierto que la escritura no puede comprenderse al margen de la constante función de la tradición comunitaria. Ni siquiera los principales reformadores creían que podía existir al margen de una comunidad interpretativa permanente con premisas interpretativas ya declaradas” (página 18).
Además, “Obviamente, no existe exégesis sin premisas. Las premisas que rigen la exégesis ocultas o reconocidas, surgen de la comunidad en la que y para la que se lleva a cabo la interpretación. Así en la práctica, la autoridad de la Escritura está íntimamente unida a las reclamaciones de la comunidad interpretativa, una realidad no fácilmente aceptada en el protestantismo. Esta conciencia no está demasiado lejos de la fórmula tridentina de «Escritura y tradición» si la tradición se comprende como la lente de la interpretación. Tal lente está presente en las tradiciones de la Reforma, pues no de desaparece con el Slogan de Sola scripura(Página 18).
“La ortodoxia protestante, tanto en el luteranismo como en el calvinismo, elaboró un esquema rígido de reflexión teológica que seguía de cerca el perfil de la afirmación dogmática de la iglesia. Es decir, las notables intuiciones evangélicas de los reformadores se convirtieron en un esquema cognitivo que mantenía las formas de la fe evangélica, pero que se alejaba cada vez más de la esencia y de la fuerza liberadora que los había hecho nacer” (página 21).
Consideremos ahora las palabras del reconocido teólogo reformado, Luís Berkhof: “El dogmatista se afirma en las enseñanzas confesionales de la iglesia a la que pertenece, es decir, ellas determinan su inclinación. Se objetará que, como es natural, tal circunstancia pone en peligro su libertad intelectual; pero no necesariamente ha de ser así. Mientras permanezca como miembro de una determinada iglesia, debe considerar que lo hace por convicción, y siendo así, será natural que considere los dogmas de su iglesia no como odiosos grillos que encadenan su libertad, sino más bien como amables guías que le informan de la dirección en la que debe movilizarse. Además, es bueno recordar que no hay nadie que carezca por completo de una determinada inclinación en su trabajo científico; y que aquel que rehúse dejarse afectar por los dogmas de su iglesia no podrá posar como dogmatista de ella” (Introducción a la Teología Sistemática, página 28, 1973).
En el contexto del análisis del llamado protocatolicismo en 2 Pedro, reaccionando contra la postura de Kasemann[14], el mundialmente conocido biblista, Raymond E. Brown, afirma: “Se ha cuestionado seriamente el derecho de los intérpretes a determinar lo que favorece su propia teología y su inclinación eclesial es el verdadero mensaje del NT y lo que no, es una distorsión”… ¿No sería más saludable reconocer que las tradiciones de cada iglesia individual capitalizan ideas selectas del NT y que el diálogo entre ellas se facilitará cuando cada tradición se decida a dar cuenta de aquello que ha olvidado?” (Introducción al NT, tomo II, página 990).
Siguiendo a Joseph Lortz (Historia de la iglesia I, Cristiandad), digo que sería ideal el que cada tradición procurara averiguar sin prejuicios qué hay en su patrimonio de las otras tradiciones teológicas.
Conclusión: El espíritu de la reforma hoy: ¿Estamos dispuestos a reformar hoy? ¿Estamos dispuestos a correr el riesgo? ¿Ha sido definido, ha tomado en serio, el protestantismo el papel del teólogo en la tradición protestante? ¿Bajo cuáles condiciones se hace la teología protestante? ¿Es diferente la situación que enfrenta el teólogo protestante a la que enfrenta el teólogo católico?
Recomendación: Asumir una postura crítica frente a la historia y frente a nuestras propias escuelas y tradiciones de fe. Es imposible pretender un trabajo de interpretación ya sea textual o histórico que sea neutral, pero podemos aspirar a un trabajo con ciertos niveles de objetividad y autocrítica. Creo que Kasemann tiene razón, no al ver un deterioro en al esencia de la fe de la fe en el mismo NT, sino cuando reconoce que la diversidad está presente en el mismo corazón del la Biblia.


[1] Si bien se afirma que no todos los zelotas era sicarios. Al respecto Antonio Piñero Sáenz afirma: “Sicarios fueron los partidarios del movimiento de Judas el Galileo, que como personajes más o menos aislados se extendieron desde el principio del siglo I hasta la guerra del 66-70. los zelotas, en cambio, fueron al principio meros “celadores de la ley”, o ardientes defensores de un cumplimiento estricto de la Norma, para convertirse sólo más tarde, hacia el año 60 del siglo I, en un autentico partido político” (Guía para entender el NT, editorial Trotta, año 2006, página 105).
[2] Aunque se reconoce que la liturgia cristiana tiene sus antecedentes más bien en la liturgia de la sinagoga que en la del templo. Al respecto, Everett F. Harrison afirma: “Es evidente por el testimonio de Justino Mártir (Apología 67) que los principales ingredientes del culto cristiano en el segundo siglo eran la lectura de las Escrituras, la exposición y la oración, como en la sinagoga” (Introducción al NT, página 18).
[3] No “reyes y sacerdotes” como en la Reina Valera de 1960, sino como el griego “los hiciste para nuestro Dios, un reino y sacerdotes”. Así también la Versión Popular Dios Habla Hoy: “De ellos hiciste un reino, hiciste sacerdotes para nuestro Dios”.
[4] Justo L. González afirma: “Los primeros cristianos no creían pertenecer a una nueva religión. Ellos habían sido judíos toda su vida, y continuaban siéndolo. Esto es cierto no sólo de Pedro y los doce, sino también de los siete, y hasta del mismo Pablo” (Historia del cristianismo, tomo I, página 37.).
[5] A diferencia del nombre que recibieron los cristianos de Jerusalén, “los del camino” (véase Hechos 9.2; 19.9, 23; 22.4; 24.14, 22)
[6] Tradicionalmente se le asignaban a Pablo 13 carta, y 14 si se incluía a Hebreos. Posteriormente según el avance de los estudios especializados en el NT, se sacó a Hebreos del corpus paulino, y ha sido objeto de discusión la paternidad literaria de Efesios, Colosenses y de las llamadas epístolas pastorales. En consecuencia, podemos encontrar hoy tres corrientes. La más conservadora le asigna a Pablo la paternidad literaria de Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, Filemón, 1 y 2 Timoteo y Tito (trece cartas, ejemplo, Everett F. Harrison). Una corriente menos conservadora sólo le reconoce 9 cartas, todas las anteriores menos Efesios y las pastorales. La línea más crítica sólo reconoce la autenticidad de la paternidad literaria paulina de siete cartas: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Filipenses, 1 Tesalonicenses, y Filemón (Antonio Piñero Sáenz).
[7] Con relación a Hebreos, Raymond Brown concluye: “La argumentación de Hb basada en la liturgia y el sacerdocio judíos han hecho de Jerusalén o de Palestina un candidato con mayor peso. Sin embargo, la presentación de la liturgia en Hb refleja un conocimiento de los LXX más que una presencia física en el templo de Jerusalén, nunca mencionado por el autor” (obra citada tomo II, página 897). Con relación a Santiago: “La atmósfera judía de la carta se corresponde igualmente con una autoría por parte del dirigente de la iglesia jerusalemita” (jerosolimitana). Sin embargo, argumenta que: “El griego utilizado por St es fluido, incluso elocuente, y muestra un estilo cultivado; hay pocas posibilidades de que se trate de un traducción del hebreo o arameo y que la lengua materna del autor fuera semítica. La Escritura utilizada es la versión de los LXX, no la Biblia hebrea” (obra citada, tomo II, página 955). En lo relativo a Judas: “Jds no cita al AT al pie de la letra, pero sus alusiones parecen depender de un conocimiento de las Escrituras hebreas más que de un uso de los LXX (muy al revés que en la mayoría del NT, incluyendo St), y esto proporciona una baza a Palestina por encima de otros centros cristianos de lengua griega” (obra citada tomo II, página 974).
[8] Hay que reconocer que este trasfondo ya había sufrido mucho antes la influencia y el toque gentil: los cristianos leyeron, citaron y comentaron el AT con base al texto griego de los LXX y no de las escrituras hebreas. Y por este mismo camino se redactaron los libros del NT y elaboraron su teología (considérese las obras: “El AT en el NT”, y “El recurso a la escritura”).
[9] Considérese temprano en Hechos la presencia de creyentes provenientes de Siria (Hechos 6.1, 5). Otra evidencia es que Pablo haya decidido perseguir cristianos en Damasco. (Hechos 9.1, 2). Finalmente, el nombre “cristiano” se originó en Antioquía de Siria (Hechos 11.26).
[10] Por ejemplo, aunque en la historia de Hechos vemos que Antioquía de Siria (el cristianismo sirio) tiene un papel notable muy temprano, sin embargo, no disponemos en el canon del NT ningún escrito o carta a los cristianos de Antioqueños. Por otro lado, esta realidad hace necesario que para familiarizarnos con la historia temprana del cristianismo, no basta con tomar en cuenta sólo los escritos canónicos del NT, también se impone una consideración de la literatura cristiana primitiva (Considérese la monumental obra de Phillipp Vielhauer, Historia de la literatura cristiana primitiva, traducida y publicada en español por Ediciones Sígueme, año 2003).
[11]¿Historia del cristianismo? O ¿Historia de la iglesia? ¿Historia del protestantismo? O ¿Historia de una de las corrientes del cristianismo? Mi opinión es que el título de la obra deber ser honrado por el contenido de la misma. Es preciso aclarar que la historia del cristianismo como tal, es mucho más amplia que la simple historia de una de sus tres expresiones históricas (Iglesia ortodoxa griega, iglesia católica romana occidental y el protestantismo). Historia de la iglesia y la historia del cristianismo no son la misma cosa, aunque un sentido de manera abstracta sí. Si bien se afirma que sociológicamente el cristianismo no podría sobrevivir sin el fenómeno de las iglesias (históricamente ha sobrevivido mediante las iglesias), por otro lado, ninguna iglesia contiene en sí misma el contenido total del cristianismo (en cuanto a este tema, recomiendo leer el libro Evangelio, iglesia y cristianismo, historia y dialéctica, de Gumersindo Lorenzo Salas, Ediciones el Almendro, año1991). Si alguien se propone escribir una obra de carácter histórico debe considera muy bien la concordancia entre el título que le pone y el contenido que desarrolla. La obra de Justo L. González más bien debería llamarse algo aspa como “Buscando los orígenes del protestantismo”.
[12] Lo que ocurrió en la dieta de Espira fue que ante la decisión del emperador Carlos V de exigir que se hiciera cumplir el edicto de Worms (Convocado por Carlos V para que los estados defendieran su antigua fe en contra de Lutero. Fechado el 8 de mayo de 1521 había declarado a Lutero y sus seguidores “fuera de la ley”). Pero unas 14 ciudades libre protestaron enérgicamente contra la decisión del emperador y de ahí el nombre “Protestantes”. Después de muchos intentos de aplastar militarmente al luteranismo, el emperador tuvo que reconocer el luteranismo en la llamada paz de Augsburgo de 1555.
[13] Al respecto, Brueggeman plantea: “El término iglesia permite insistir en aspectos teológicos, mientras que el término genérico «comunidad lectora» reconoce que la iglesia no es por sí misma una comunidad lectora privilegiada en relación a la Biblia sino que, como cualquier otra comunidad lectora, no es neutral o inocente, por lo que lee teniendo intereses en juego” (obra citada, nota al pie, página 19).
[14] Kasemann junto a otros ha sostenido que en el mismo NT se puede percibir una especia de distorsión entre lo que se ve al principio en las cartas de Pablo y lo que luego reflejan principalmente las cartas pastorales, incluso Hechos. Kasemaan llegó a la siguiente conclusión: “El canon del NT no establece por sí mismo la unidad de la iglesia. Muy al contrario, por su misma estructura, es decir, por los mismos elementos que lo componen y que el historiador puede descubrir en él, constituye el fundamento de la diversidad de las confesiones cristinas (citado por Valerio Mannucci, en La Biblia como palabra de Dios, página 217). Mannucci conluye: Planteado y entendido de esta manera el canon del NT en lugar de ser el fundamento de la unidad de la iglesia, pasa a ser el fundamento de la diversidad de las iglesias cristianas” (obra citada, página 216)