La pésima y muy cuestionable traducción «maldiciones» en Génesis 1.14 y 16 en la Biblia Textual IV Edición



La traducción «maldiciones» en Génesis 1.14 y 16 en la Biblia Textual IV Edición

Una traducción para nada contextual y seriamente cuestionable desde el punto de vista de la crítica textual y de la morfosintaxis   

Héctor B. Olea C.

Hasta donde sepamos, la llamada Biblia Textual IV Edición es la única versión de la Biblia que tiene la traducción «maldiciones», en Génesis 1.14 y 16, en lugar de la traducción generalizada «lumbreras».

Es más, ni siquiera la tercera edición de la misma Biblia Textual tradujo maldiciones en los pasajes citados.

El argumento de los editores de La Biblia Textual IV para optar por esta opción, es que, en dos fragmentos del libro de Génesis hallados en Qumrán, 4Q Gen g k, y 4Q Gen k, tienen la lectura «mrt» («meerót»), la cual prefieren por considerarla la lectura más difícil, y más antigua que la forma vocalizada que leemos en el texto masorético: «meorót» (lumbreras, astros).

Sin embargo, deciden ignorar el testimonio de otros testigos antiguos del texto hebreo, como la Septuaginta y los Targúmenes (traducciones del hebreo al arameo para ser leídas en la sinagoga), que también tuvieron de frente un texto hebreo consonántico, distinto al texto masorético, y aun así concuerdan con la lectura «meorót» (lumbreras, astros), y no con la lectura «meerót» (absoluto plural de «meerá» (maldición).

Por otro lado, también apelan a la similitud que tienen en hebreo (en cuanto a las consonantes o radicales que las componen) las palabras «lumbreras» y «maldiciones», y en tal sentido, apelan a Proverbios 3.33 donde el texto hebreo sí tiene la palabra «maldición», pero en estado constructo singular.

En todo caso, como pretendemos demostrar en este artículo, los editores de la Biblia Textual IV Edición, ignoran muchas cosas al optar por la lectura «maldiciones».

Ahora bien, para ayudar al público general no especializado en este campo, voy a analizar las formas del sustantivo «lumbreras» y «maldiciones» en hebreo.

En primer lugar, es cierto que el absoluto singular (forma léxica) de la palabra «lumbrera» está conformada por las consonantes: mem, álef, va (jólem en forma plena) y resh, y vocalizada: «maór» (lumbrera, astro).

En segundo lugar, el absoluto singular (forma léxica) de la palabra «maldición» está conformada por las consonantes: mem, álef, resh y je (he), y vocalizada: «meerá» (maldición).

En tercer lugar, el estado constructo del sustantivo «maór» (lumbrera) es «meór» (lumbrera de); pero el constructo singular de «meerá» (maldición) es «meerát» (maldición de).

En cuarto lugar, el absoluto plural de «maór» (lumbrera) es «meorót» (lumbreras); pero el absoluto plural de «meerá» (maldición) es «meerót» (maldiciones).

Además, mientras que «maór» (luz, lumbrera) es un sustantivo de género masculino, pero «meerá» (maldición) es un sustantivo de género femenino.  

El punto de vista y el testimonio de la crítica textual

Por supuesto, desde el punto de vista de la crítica textual, es evidente que, por un lado, no existe referencia alguna al aparato crítico de la Biblia Hebraica Stuttgartensia que sugiera una lectura diferente a «meorót» (lumbreras, astros), absoluto plural de «maór» (lumbrera, astro).

Por otro lado, con relación a la llamada «Masorá quetaná» (masora parva, masora pequeña), la única observación que plantea es que aquí la palabra «meorót» (absoluto plural de «maór»: lumbrera, astro) está escrita con una «jólem defectiva» y no con una «jólem plena» (como parte de la desinencia del absoluto plural formal femenino, desinencia que excepcionalmente exhiben en el absoluto plural algunos sustantivos masculinos).

En otras palabras, la palabra en cuestión está escrita aquí con una escritura defectiva, y no con una escritura plena, y lo mismo ocurre en el versículo 15 y en el versículo 16.

Consecuentemente y, en tal sentido, si bien es cierto que el absoluto plural de «maór» (lumbrera, astro), escrito en forma defectiva tiene las mismas consonantes del constructo singular de «meerá» (maldición), o sea, mem, álef, resh y tav; sin embargo, aquí hay un detalle que pierden de vista los editores de La Biblia Textual IV Edición cuando apelan a dicha similitud para decantarse por la lectura «maldiciones»; y este detalle consiste en la estructura sintáctica.

Insisto, si bien es cierto que en un texto consonántico el plural del sustantivo «maór» (lumbrera, astro) y el constructo singular de «meerá» (maldición) tienen las mismas consonantes; no es menos cierto que, por ejemplo, no hay nada que sugiera que en Génesis 1.14, 15 y 16 el conjunto de las consonantes mem, álef, resh y tav sea el constructo singular de «meerá» (maldición), es decir, «meerát», ni su absoluto plural «meerót».

Y esto así, porque es demasiado evidente que no hay una cadena constructa en ninguno de los textos mencionados de Génesis (1.14, 15 y 16).

En consecuencia, no tiene ningún valor probatorio que la forma defectiva (escrita no en una plena) del absoluto plural de «maór» (lumbrera, astro), y el constructo singular de «meerá» (maldición) coincidan en emplear exactamente las mismas consonantes o radicales.

Esto así porque la sintaxis realmente dificulta la confusión que muestra el comité editorial de la Biblia Textual IV Edición.

En efecto, cuando los editores de La Biblia Textual IV Edición apelan a Proverbios 3.33 (en su forma consonántica) para poner de relieve la similitud que tiene la forma defectiva del absoluto plural de «maór» (lumbrera, astro), con el constructo singular de «meerá» (maldición); de forma realmente asombrosa ponen de relieve que ignoran que sólo el constructo singular de «meerá» (maldición) llega a coincidir (en un texto consonántico) con el absoluto plural de «maór» (lumbrera, astro).

Pero como ya hemos dicho, como no hay cadena constructa en Génesis 1.14, 15 y 16, en relación al absoluto plural defectivo (no en escritura plena) del sustantivo «maór» (lumbrera, astro); es imposible asumir que dicha forma pueda ser asumida como el constructo singular de «meerá» (maldición).

La evidencia que aporta Génesis 1.16

Es muy lamentable que los editores de la Biblia Textual IV Edición hayan perdido de vista la evidencia que aporta el versículo 16 de Génesis 1.

El testimonio de Génesis 1.16 es valiosísimo y aporta una evidencia decisiva e ineludible que sugiere que en los versículos 14, 15 y 16 de Génesis, la palabra «meorót», escrito en forma defectiva, debe ser asumido estrictamente como el absoluto plural de «maór» (lumbrera, astro) y no como el absoluto plural defectivo de «meerá» (maldición).

Pues bien, resulta que la redacción de Génesis 1.16 pone en evidencia que «meorót», escrito en forma defectiva, debe ser asumido estrictamente como el absoluto plural de «maór» (lumbrera, astro) y no como el absoluto plural defectivo de «meerá» (maldición), en la expresión «hizo Dios las dos lumbreras grandes».

Me explico.

En el texto hebreo de Génesis 1.16, debajo del adjetivo «grandes» («guedolím»), se observa un acento disyuntivo, el «atná», que indica una pausa, equivaliendo a un punto y seguido, punto y coma, incluso dos puntos.

Consecuentemente, el «atná» debajo de «guedolím» (grandes) indica que lo sigue a continuación es una explicación de la frase anterior: «Dios hizo las dos lumbreras grandes» (las dos grandes lumbreras): “la lumbrera grande” (jam-maór ja-gadól) y “la lumbrera pequeña” (jam-maór ja-qatón).

En consecuencia, el empleo dos veces del absoluto singular «maór» (lumbrera) después del «atná», indica que la palabra «meorót» (incluso en un texto consonántico), no puede ser asumido como el absoluto defectivo de «meerá» (maldición), sino y efectivamente, como el absoluto defectivo plural de «maór» (lumbrera, astro).

Luego, en una traducción verdaderamente contextual, y con base a la pausa que sugiere el acento disyuntivo «atná» y con la explicación que sigue a continuación, Génesis 1.16 está diciendo: “Dios hizo las dos grandes lumbreras: la lumbrera grande para que rija (domine) en el día, y la lumbrera pequeña para que rija (domine) en la noche”.  

Además, cuando aquí se plantea que “Dios hizo las dos grandes lumbreras” («jam-meorót ja-guedolím»), aquí «meorót», desde el punto de vista de la gramática y sintaxis hebrea, no puede ser asumida como el constructo singular de «meerá» (maldición), «meerát» (maldición de), y mucho menos como el absoluto plural de dicho sustantivo («meerót»: “maldiciones”).

En efecto, la única vez que se emplea el sustantivo «meerá» (maldición), en absoluto plural, «meerót» (maldiciones), es en Proverbios 28.27, y está escrito en forma plena, no como la forma defectiva «meorót» de Génesis 1.14, 15 y 16.

En otras palabras, no tenemos siquiera un solo ejemplo donde el absoluto plural de «meerá» (maldición), o sea, «meerót» (maldiciones), en la Biblia Hebrea que pudiera sugerir que incluso en un texto consonántico el absoluto plural de «maór» (lumbrera, astro), escrito en forma defectiva, pudiera ser asumido como el absoluto plural de «meerá» (maldición), o sea, «meerót» (maldiciones).

Es más, en Proverbios 28.27 la «Masorá quetaná» (Masora parva, Masora pequeña) plantea que aquí es el único lugar donde aparece en la Biblia Hebrea el absoluto plural de «meerá» (maldición), o sea, «meerót» (maldiciones), y repito, en forma plena, no escrita en una forma defectiva.

Pero yendo un poco más lejos, resulta que el aparato crítico de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, en Proverbios 28.27, pone de relieve que, entre los manuscritos encontrados en la Geniza de El Cairo (1890), en lugar del absoluto plural de «meerá» (maldición), o sea, «meerót» (maldiciones), registran el absoluto plural de «maór» (lumbrera, astro), escrito en forma plena, «meorót» (lumbreras).

Sin embargo, llama la atención que lo ocurrido en Proverbios 28.27 con el absoluto plural de «meerá» (maldición), «meerót» (maldiciones), no ocurre con el absoluto plural «maór» (lumbrera, astro), o sea, «meorót» (maldiciones), escrito en forma defectiva en Génesis 1.14, 15, y 16.

Pero otro factor que va en contra de la traducción «maldiciones» en Génesis 1.16 es que el adjetivo «guedolím» (grandes), en la expresión «Dios hizo las dos grandes lumbreras», es de género masculino plural; y esta realidad indiscutible pone en evidencia que la palabra que lo precede, o sea, «jam-meorót», es un sustantivo de género masculino y plural, y no un sustantivo de género femenino plural.

Luego, ante esta evidencia, y si recordamos que «meerá» (maldición), es en hebreo un sustantivo de género femenino, pero «maór» (lumbrera) es de género masculino; es evidente que la concordancia gramatical que exige el hebreo para el sustantivo y el adjetivo, hace imposible que «jam-meorót» sea asumido como el absoluto plural «jam-meerót» (las maldiciones) de «meerá» (maldición).

En efecto, un principio vital de la gramática hebrea para los casos en los que aparecen un sustantivo y un adjetivo en una indiscutible relación sintáctica, pero se tengan dudas respecto del género del sustantivo; la clave es el adjetivo, pues independientemente de lo extraña que pueda ser la forma del sustantivo; el adjetivo siempre indicará el género y el número del sustantivo.

Y aquí, es indiscutible que el adjetivo «guedolím» (ja-guedolím), de género masculino plural, pone de relieve, con claridad meridiana que, independientemente del parecido que tiene el absoluto masculino plural de «maór» (lumbrera) y el absoluto femenino plural de «meerá» (maldición); confirma que en Génesis 1.16, «guedolím» (ja-guedolím), evidencia que está en absoluta, indiscutible y estricta concordancia con un sustantivo en estado absoluto masculino plural, o sea, «meorót» (lumbreras), jamás con un sustantivo en estado absoluto femenino plural («meerót»: maldiciones).

El testimonio de la Septuaginta y del Tárgum

No muestra la «Masorá quetaná» (Masora pequeña, Masora parva), ni el aparato crítico de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, que los demás testigos de importancia del texto de la Biblia Hebrea, tengan una lectura distinta que compita, en Génesis 1.4, 15 y 16, con el absoluto plural (defectivo) de «maór» (lumbrera, astro), «meorót» (lumbreras, astros).

En tal sentido, es preciso poner de relieve que la clásica versión de la Biblia Hebrea (Septuaginta, Los LXX), y el Tárgum, que son anteriores al texto masorético, o sea, que se sustentaron en un texto consonántico; coinciden con el texto masorético en asumir la palabra «meorót» como el absoluto plural (aunque defectivo, escrito en forma defectiva) de «maór» (lumbrera, astro), y no como el absoluto plural de «meerá» (maldición), o sea, «meerót» (maldiciones)

Concuerda, pues, la Septuaginta, con la lectura «meorót» (lumbreras) del Códice de Leningrado B19a (y no con la propuesta «meerót» -maldiciones- de los editores de la Biblia Textual IV Edición), al traducirla con la palabra griega «fostéres» (astros, lumbreras; nominativo masculino plural de «fostér» (luz, cuerpo celeste, estrella, astro), un sustantivo de género masculino, pero de la tercera declinación).

Y en la misma línea va el Tárgum Onkelos u Onquelos (Tárgum oficial), al traducir a «meorót» (astros, lumbreras) con la palabra «nejorín» (luces), absoluto plural de «nejór» (luz).

Finalmente, con relación a la valoración de los manuscritos del mar muerto para la crítica textual de la Biblia Hebrea, es valiosísima la observación que al respecto plantea Julio Trebolle Barrera:

“… a la hora de valorar el testimonio de los manuscritos del Mar Muerto, es preciso tener siempre presente que la inmensa mayoría de estos manuscritos presentan numerosos casos de corrupción textual. Se trata además de textos transmitidos en círculos de un grupo socio-religioso muy definido que, comparado con otras corrientes más centrales del judaísmo, ofrece características muy señaladas que pueden ser tachadas incluso de «sectarias». Por estas razones, se ha de tener siempre en cuenta que el panorama textual que ofrecen los manuscritos de Qumrán puede resultar parcial y sesgado” («La Biblia judía y la Biblia cristiana», tercera edición actualizada 1998, TROTTA, página 310).

En conclusión, es a todas luces desacertada y para nada contextual, la traducción «maldiciones» en Génesis 1.14 y 16 en la cuarta edición de la Biblia Textual, así de sencillo.

 

¿Por qué no siempre coinciden las versiones de la Biblia? Cursos de languas bíblicas y de crítica textual

 


El análisis gramatical y el análisis de crítica textual en un estudio comparativo de versiones de la Biblia

¿Por qué no siempre coinciden las versiones de la Biblia?

Algunas observaciones breves y puntuales

Héctor B. Olea C.

Es cierto que a veces (no siempre, ni tal vez en la mayoría de los casos) la falta de acuerdo y coincidencia en las versiones de la Biblia se debe a que no están reproduciendo ni tienen de base el mismo tipo de texto, el mismo texto.

Por ejemplo, se espera falta de acuerdo en una versión que siga el llamado «Textus receptus» del Nuevo Testamento (texto tardío, más reciente y que exhibe múltiples y variadas modificaciones), respecto de otra versión de la Biblia que siga y reproduzca el llamado «Texto crítico» (texto más antiguo, menos reciente y sujeto a menos modificaciones). 

Es más, citando a Bruce Metzger, Daniel Wallace (crítica textual del NT) afirma: “El textus receptus tiene varias lecturas que «nunca se han encontrado en ningún manuscrito griego conocido» y decenas, quizás cientos de lecturas que dependen sólo de un puñado de manuscritos muy tardíos”.

Sin embargo, esto sólo será posible en aquellos casos en los que realmente difieran el «Textus receptus» y el «Texto crítico», porque en muchísimos otros casos no hay diferencias entre estos dos tipos de textos.

En consecuencia, el que la falta de concordancia entre dos versiones de la Biblia se sustente en una verdadera problemática de crítica textual, tiene que ser algo demostrado, no simplemente sospechado.

En tal sentido, en relación al Nuevo Testamento, tal vez el ejemplo más popular en relación a las epístolas universales lo constituye la interpolación que muestra el «Textus receptus» en 1 Juan 5.7 y 8, que se entiende mejor como una interpolación de origen latino que luego, a partir del siglo XV entraría en algunos de los manuscritos griegos del NT (la llamada «comma juanina»).

Luego, mientras que en el «Textus receptus» el versículo 7 dice: «Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo»; el «Texto crítico» sólo dice: «Porque son tres los que dan testimonio (los que testifican)».

Y en el versículo 8, el «Textus receptus» dice: «Y tres son los que dan testimonio en la tierra: «el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan».

Pero en el «Texto crítico» sólo dice: «el Espíritu, el agua y la sangre, y el testimonio de los tres concuerda (está en armonía)».

Consecuentemente, las versiones que sigan aquí el «Textus receptus» mostraran una traducción distinta, ampliada, respecto de las versiones que sigan y reproduzcan el «Texto crítico».

Con relación a la traducción de la Biblia Hebrea, específicamente en relación al Salmo 100.3, las versiones de la Biblia que sigan el llamado «ketiv» (lo que está escrito), representado por la expresión «velóÆ» (la conjunción «y», el adverbio de negación «no»: «y no»), dirán: «Él nos hizo y no nosotros» (él nos hizo, y no nos hicimos nosotros).

Pero las versiones que sigan la observación masorética, el llamado «queré» (lo que debe ser leído), o sea, la expresión «veló» (la misma conjunción «y», y la preposición «a», «para» con el sufijo pronominal de la tercera persona masculina singular: «para él», «de él»), dirán: «Él nos hizo y somos suyos» (él nos hizo y somos para él, de él).

Sin embargo y, por otro lado, como ya dijimos, no siempre la falta de armonía y de concordancia en las versiones de la Biblia se debe a que estén siguiendo tipos de textos distintos (diferencias con base en la crítica textual).

En realidad, en honor a la verdad, son muchas las veces en que las versiones de la Biblia difieren por simples razones gramaticales, precisamente muy a pesar de estar reproduciendo el mismo tipo de texto, el mismo texto. 

A continuación, un ejemplo de la Biblia Hebrea y otro del Nuevo Testamento a manera de ilustración

En Isaías 40.3, toda versión de la Biblia que siga el texto masorético debería traducir: «el camino del Señor» («el camino» con el artículo determinado), y no «un camino» (el sustantivo «camino» sin el artículo determinado).

Entre las versiones de la Biblia que han traducido el sustantivo «camino» con el artículo determinado, están: La Reina Valera Actualizada (1989) y la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras: «el camino de Jehová».

Y entre las versiones que han traducido el sustantivo «camino» sin el artículo determinado, están: La Nueva Biblia Española (1975): «un camino al Señor»; La Biblia de las Américas: «camino al Señor», y La Reina Valera 1960: «camino a Jehová».

Luego, cabe la pregunta: ¿Cuál es la traducción correcta a la luz de la gramática hebrea? ¿La forma indeterminada o la forma determinada?

En primer lugar, la frase hebrea «dérej adonáy» sin duda alguna constituye una cadena constructa determinada, por lo tanto, la traducción correcta debe ser la determinada: «el camino del Señor».

En efecto, así lo asumió el traductor al griego (LXX): «ten jódon kiríu»: «el camino del Señor». 

En segundo lugar, una cuestión distinta, y en la cual no nos vamos a detener esta vez, consiste en si dicha cadena constructa se debe asumir como un «genitivo subjetivo»: «el camino del Señor», «el camino que le pertenece al Señor»; o si como un «genitivo objetivo»: «el camino dedicado al Señor», «el camino dispuesto para el Señor».

En cuanto al Nuevo Testamento, en Juan 14.1, hay versiones que han traducido empleando el modo indicativo, y luego el modo imperativo: «Creéis en Dios, creed también en mí» (La RV 1960 y La Biblia de Jerusalén 2018); La Reina Valera Actualizada 2015: «creen en Dios, crean también en mí».

Pero otras versiones de la Biblia han traducido empleando el modo imperativo en ambos casos: «confíen en Dios, confíen también en mí» (La Nueva Versión Internacional); La Nueva Biblia de las Américas: «Crean en Dios, crean también en mí»; y La Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras: «Ejerzan fe en Dios, ejerzan fe también en mí».

Ahora bien, ¿por qué esta diferencia en el empleo del modo indicativo y del modo imperativo?

La razón es muy sencilla. Resulta que la morfología de la segunda persona del plural del tiempo presente, modo indicativo, voz activa, es igual, precisamente la misma que la del imperativo presente, voz activa, segunda persona del plural.

En cuanto al indicativo aoristo (primero y segundo), segunda persona del plural, y el imperativo aoristo de la misma segunda persona del plural, la situación no es precisamente la misma, si bien emplean la misma desinencia.  

La cuestión es que una forma verbal del aoristo modo indicativo (primero o segundo), tiene, por regla, la figura del «aumento», figura que no se emplea el aoristo (primero y segundo) del resto de los modos.

Por ejemplo, el tiempo aoristo primero, modo indicativo, voz activa, segunda persona del plural del verbo «lío», es «elísate» (ustedes desataron); pero el imperativo aoristo primero, segunda persona del plural, del mismo verbo «lío», es «lísate»: «comiencen a desatar ustedes».

Por otro lado, el aoristo segundo voz activa, modo indicativo, segunda persona del plural del verbo «lambáno», es «elábete»: «ustedes recibieron».

Pero el imperativo aoristo segundo, voz activa, segunda persona del plural del mismo verbo «lambáno», es «lábete»: «comiencen a recibir ustedes».

En suma, la forma verbal «pistéuete», se presta, en teoría, para ser asumida como en modo indicativo (ustedes creen), o como en modo imperativo presente (crean ustedes).

Por supuesto, para dilucidar esta cuestión habrá que considerar el contexto.

En todo caso, soy de los que entiende que la traducción correcta aquí debe ser la que emplee el modo imperativo en ambos casos: «crean en Dios, crean también en mí».

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En este curso se profundizará el estudio de las funciones sintácticas de los casos que conforman la flexión nominal griega (nominativo, genitivo, dativo, acusativo y vocativo). Por supuesto, también incluirá pistas y consejos prácticos para el análisis morfosintáctico y la traducción de las formas nominales en griego.

Día y horario: sábado 10:00 AM – 12:00 PM (República Dominicana, Puerto Rico y Chile), 9:00 – 11:00 AM Colombia y Perú; 11:00 AM – 1:00 PM Argentina. 

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El estudio de las lenguas bíblicas, un medio, no un fin

El por qué y para qué del estudio serio de las lenguas bíblicas

Muy a propósito del mes de la Biblia

Héctor B. Olea C.

Un error común es pensar que es posible hacer una verdadera teología bíblica o exegética, una verdadera teología crítica, poder comentar y analizar los textos bíblicos con la profundidad requerida, con conocimiento de causa, sin el conocimiento adecuado de las lenguas bíblicas.

Por supuesto, no negamos que es posible auxiliarse de los expertos en estos campos; sin embargo, no es lo mismo depender por completo de los expertos en esta materia, que tener el privilegio de poder ver, conocer, considerar, juzgar, estudiar y analizar los textos bíblicos, incluso, juzgar la opinión de los expertos, con el conocimiento adecuado (no elemental) de las lenguas bíblicas.

En esa misma línea, otro error común consiste en pensar que es posible tener acceso al mejor texto posible mediante el simple estudio comparativo de versiones de la Biblia.

En honor a la verdad, el estudio comparativo de versiones de la Biblia no es ni puede ser el sustituto o la vía de escape para evitar o sacarle el cuerpo al afanoso, nada simple, complicado, pero muy fructífero y de veras gratificante trabajo de la crítica textual.

Y en la misma línea, hay quienes piensan, erróneamente, por cierto, que es posible ir muy lejos en el trabajo de crítica textual y de evaluación de variantes textuales, sin un buen conocimiento de las lenguas bíblicas.

Consecuentemente, se hace necesario poner de relieve que el estudio de las lenguas bíblicas, y mientras menos elemental mejor, es un medio, no un fin; en otras palabras, no se estudian, no se han de estudiar las lenguas bíblicas (y mientras menos elemental mejor) por simple curiosidad intelectual, como parte de un simple juego y entretenimiento intelectual. 

Se han de estudiar seriamente las lenguas bíblicas, de la forma más completa y exhaustiva posible, si se aspira a tener una mejor comprensión de los textos bíblicos en sus lenguas originales, si aspiramos a ir lo más lejos posible en nuestro análisis morfosintáctico y semiótico de los textos bíblicos en sus lenguas originales, si anhelamos poder tener una mejor comprensión del desarrollo de los textos bíblicos (dependencia, interdependencia e intertextualidad) y de las peculiaridades por cada género literario, incluso por autor (nivel del idioma, vocabulario y construcciones sintácticas) .  

Se han de estudiar seriamente las lenguas bíblicas, si nos proponemos la meta de poder leer los textos bíblicos en sus lenguas originales, si aspiramos a poder realizar no elementales ejercicios de traducción bíblica, si deseamos poder realizar una evaluación crítica y con conocimiento de causa de toda y cada versión de la Biblia, sin importar el ambiente en que haya surgido (judío o cristiano).

Además, y como hemos demostrado tantas veces, son muchas las ocasiones en que parece existir un consenso que procura impedir que sepamos, que tengamos acceso a lo que en realidad dicen (y cómo lo dicen) los textos bíblicos en sus lenguas originales.

En conclusión, por mejores traducciones o versiones de la Biblia que existan, en primer lugar, ninguna traducción es perfecta, todas son perfectibles (aunque hay quienes piensan que su versión sí es perfecta) y, en segundo lugar, muy a pesar de la buena imagen y muy recomendable que sea, ninguna versión de la Biblia (y lo hemos demostrado) mantiene el mismo nivel de acierto y de bondad de principio a fin.

Por eso vengo insistiendo por décadas, que ha de ser caso por caso, con base en un sólido conocimiento de las lenguas bíblicas, que se han de poner de relieve los acierto y desaciertos de toda, absolutamente toda versión de la Biblia.

En resumen, sólo el estudio adecuado (y mientras menos elemental mejor) de las lenguas bíblicas, nos puede otorgar el privilegio de poder leer, ver, considerar, analizar y juzgar los textos bíblicos y sus peculiaridades en su lengua original, así como la capacidad de juzgar con conocimiento de causa, de forma crítica, libre e independiente, toda versión de la Biblia.  

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Aoristo primero versus aoristo segundo, nociones de la flexión verbal griega, curso online de griego


Aoristo primero versus aoristo segundo

Nociones de la flexión verbal griega

Héctor B. Olea C.

Profesor, ¿qué tienen en común y en qué se diferencian el aoristo primero y el aoristo segundo?

Y he aquí mi respuesta.

Las cosas que tienen en común:

En primer lugar, ambos constituyen el tercer tema temporal del sistema verbal griego (los otros tres son: el presente, el futuro y el perfecto).

Pero hay verbos que tienen su aoristo, como aoristo primero, pero otros como aoristo segundo, incluso hay verbos que emplean ambos aoristos.

En segundo lugar, ambos tienen un mismo valor aspectual (puntual o ingresivo).

En tercer lugar, ambos emplean las mismas desinencias en la voz pasiva.

En cuarto lugar, ambos determinan las formas del futuro pasivo: el aoristo primero determina el futuro pasivo primero o débil, y el aoristo segundo o fuerte determina el futuro pasivo segundo o fuerte.

En quinto lugar, como tiempos secundarios o históricos que son, ambos aoristos emplean la figura del aumento (morfema que indica que una acción verbal ocurre en el pasado) en el modo indicativo, sólo en el modo indicativo.

En sexto lugar, ambos emplean una vocal temática o vocal de unión, que aparece entre la raíz y las desinencias personales.

En séptimo lugar, ambos tienen presencia en todos los modos del sistema verbal griego.  

Las cosas que no tienen en común:

En primer lugar, uno es sigmático (el aoristo primero o débil, que tiene la sigma como morfema temporal distintivo), y el otro no (el aoristo segundo o fuerte).

En segundo lugar y, consecuentemente, es distinta la base morfológica sobre la que se sustenta cada aoristo en todos los tiempos, en todos los modos y en todas las voces del sistema verbal griego.

En tercer lugar, en cuanto al modo indicativo, el aoristo segundo es similar al imperfecto en cuanto al aumento y el empleo de las mismas desinencias personales en la voz activa y en la voz media; pero coincide con el aoristo primero en el empleo de las desinencias pasivas.

Por supuesto, mientras que el aoristo primero constituye un tema temporal distinto (el tercer tema temporal del sistema verbal griego), el imperfecto se sustenta en el tema temporal del presente.

En cuarto lugar, el aoristo primero, por su parte, emplea unas desinencias propias, con una vocal temática propia, en la voz activa y en la voz media.

En cuanto a la base morfológica, el aoristo primero (sigmático, que tiene la letra sigma como morfema temporal característico), determina la base morfológica o tema temporal del futuro sigmático, por supuesto, manteniendo las indiscutibles diferencias en cuanto a la figura del «aumento» (sólo el aoristo), las vocales temáticas y las desinencias personales (primarias el futuro, desinencias secundarias el aoristo primero).

Muy a propósito de nuestro curso «Estudio profesional y exhaustivo del verbo griego» (flexión verbal), Griego Clásico y Griego Koiné (Bíblico), que inicia el sábado 7 de octubre.  

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La forma verbal «ejsár» en el Salmo 23.1, cursos profesionales de hebreo y griego para septiembre

 

La forma verbal «ejsár» en el Salmo 23.1

Cuestiones de lingüística, exégesis y traducción bíblica

 

Héctor B. Olea C.

De vez en cuando salen a relucir algunas propuestas de traducción del Salmo 23.1 que, sin embargo, ponen de relieve un deficiente análisis morfosintáctico (gramatical) de la forma verbal hebrea «ejsár».

Consiste, pues, la forma verbal «ejsár» en el estado imperfecto (tiempo futuro en el hebreo moderno), primera persona común singular, en la conjugación qal, del verbo o raíz «jasár» (infinitivo constructo «la-jasór»), un verbo estativo en la conjugación qal (que indica una situación o estado del sujeto), no un verbo de acción (que alguien hace algo).

Sin embargo, no podemos obviar que en la conjugación Piel y en la conjugación Jifíl (Hifíl), el verbo o raíz «jasár» es un verbo de acción (quitar, privar, hacer inferior).

Consecuentemente, es preciso no perder de vista que el sujeto de la forma verbal «ejsár» es la primera persona común (masculina y femenina singular (yo), y no la tercera persona masculina del singular (él), como erróneamente han sugerido algunas personas.

Insisto, el sujeto gramatical de la forma verbal «ejsár», es la primera persona común singular (yo), y no la tercera persona masculina singular (él, el Señor).

La carga semántica (significado) del verbo «jasár» (infinitivo constructo «la-jasór»)

Según el «Diccionario Bíblico Hebreo – Español» de Schokel: Faltar, no haber; necesitar, carecer, echar de menos, echar en falta, tener-pasar necesidad; disminuir, mermar, menguar, agotarse. 

Según el «Diccionario de Hebreo Bíblico» de Moisés Chávez: Decrecer, reducirse, faltar, privar de algo, hacer que algo sea menos o menor, tener falta.  

Según el «Diccionario Bíblico Hebreo–Español, Español-Hebreo», de Jaime Vázquez Allegue: Disminuir, faltar, carecer, rebajar.

En consecuencia, atendiendo a las acepciones mencionadas del verbo «jasár»), a la luz del estado imperfecto (futuro en hebreo moderno) en que se encuentra dicha forma verbal, considerando que el sujeto agente de la forma verbal «ejsár» es la primera persona común singular («yo»); paso a proponer las que a nuestro juicio son traducciones primarias y acertadas de la frase hebrea «lo ejsár», a la luz de la acepción que los tres diccionarios mencionados colocan como primera acepción del verbo «jasár».

Siguiendo el «Diccionario Bíblico Hebreo – Español» de Schokel: “yo no tendré falta de pasto”, “yo no estaré necesitado”, “yo no tendré necesidad”, “yo no pasaré necesidad”.

Luego: «El Señor me pastorea, no tendré falta de pasto (no tendré necesidad)».

Siguiendo el «Diccionario de Hebreo Bíblico» de Moisés Chávez: “yo no estaré o seré decrecido”, “yo no me veré reducido”, “a mí no me faltará pasto”, “yo no tendré necesidad”.

Luego: «El Señor me pastorea, no seré decrecido» (yo no me veré reducido, a mí no me faltará pasto).

Siguiendo el «Diccionario Bíblico Hebreo–Español, Español-Hebreo» de Jaime Vázquez Allegue: “yo no seré disminuido”, “yo no tendré falta de pasto”, “yo no careceré de nada”, “yo no seré rebajado”.

Luego: «El Señor me pastorea, no seré disminuido» (no serán disminuidos mis recursos, no tendré falta de pasto).   

El Salmo 23.1 en la clásica versión griega (Septuaginta, los LXX)

La forma verbal «ejsár» fue traducida por la Septuaginta con la forma verbal «jisterései».

Consiste la forma verbal «jisterései» en el tiempo futuro, voz activa, modo indicativo, tercera persona del singular del verbo «jisteréo» (ser insuficiente, carecer de, estar privado de, estar falto de).

Por supuesto, el sujeto de la forma verbal «jisterései» es «udén», pronombre y adjetivo numeral, en caso nominativo neutro singular (nada).

Luego, la expresión griega «kái udén me jisterései», traducción de la expresión hebrea «lo ejsár», demanda la traducción: «y nada me faltará» (y no careceré de nada, y no me faltará pasto).

Precisamente y, en tal sentido, va la traducción hecha por Junemann en su versión de la Septuaginta: «El Señor me pastorea; y nada me faltará».

Consecuentemente y, finalmente, pienso que a la luz del análisis que hemos realizado, la traducción tradicional «nada me faltará», si bien en cierto sentido se ajusta más bien, literalmente (por equivalencia formal), al texto griego de la Septuaginta que al texto hebreo; no es menos cierto que a la luz de los muy conocidos diccionarios que he mencionado, tampoco es una mala traducción, siempre y cuando se entienda en el contexto de la relación que establecen las metáforas «pastor» y «ovejas».

En tal sentido, la traducción «nada me faltará» no es descabellada, si se entiende como equivalente a: “no me faltará pasto”, “no tendré necesidad de pasto”, “no careceré de pasto”, “no careceré de sustento”, “no será reducido o disminuido mi pasto”.

Por otro lado, no es posible perder de vista que la declaración del Salmo 23.1 (pero 22.1 en la Septuaginta), es en realidad una canción, una composición poética, no una promesa o ley de causa y efecto que dé por sentado, que dé garantías de que la persona que confesionalmente asuma a Dios, al Señor como su rector y guía (o que Dios la ha escogido a ella), al Dios de la religión judía, y luego de la religión judía y de la religión cristiana; no tendrá carencias materiales y que, al margen de todo y cualquier elemento (o variable) de carácter socioeconómico, político y cultural, incluso personal, será exitosa (tal vez rica y repleta de bienes) en términos económicos y financieros (¿teología de la prosperidad?).

En todo caso, el no estar de acuerdo con las premisas de la llamada teología de la prosperidad, no debe llevarnos a proponer una traducción del Salmo 23.1 cuestionable a luz de lo que en realidad dice el texto hebreo.

En suma, a la luz de todos los factores considerados, a nuestro juicio, una acertada traducción del Salmo 23.1, a la luz de la relación que establecen las metáforas «pastor» y «ovejas» (Salmo 23.1 y 2), es: «El Señor me pastorea, no tendré necesidad de pasto», (no tendré necesidad, no seré decrecido, no me faltarán las condiciones adecuadas para subsistir como oveja).

Muy a propósito de los dos cursos profesionales de lenguas bíblicas (hebreo y griego) que inician el próximo lunes 4 y el próximo martes 5 de septiembre.

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