¿Por qué sólo la mujer es concebida como “ayuda idónea”?


¿Por qué sólo la mujer es concebida como “ayuda idónea”?

Héctor B. Olea C.

La idea de que la mujer es “ayuda idónea” de su marido (en sentido general respecto del varón) ha sido muy popular en la tradición cristiana en general, como herencia de la antropología hebrea reflejada en Génesis 2.4-25.

Pero, ¿cuál es el sentido de la expresión hebrea que se traduce “ayuda idónea” y su trasfondo cultural? La expresión hebrea que se ha traducido “ayuda idónea” (y que en toda la Biblia sólo se la encuentra en Génesis 2.18, 20), “ezer kenegdó”, literalmente significa “ayuda, auxilio, apoyo semejante, correspondiente y conforme al varón”, “parecido a él”, “de la misma naturaleza que él”. Dicha expresión señala a la mujer como un ser creado parecido al varón con el fin de ser su ideal complemento. Lógicamente, detrás de este concepto está el carácter patriarcal de la cultura hebrea (y las de los pueblos circunvecinos) que veía a la mujer como inferior al varón. En este contexto general surgieron los textos bíblicos.    

Ahora bien, la concepción de la mujer como “ayuda idónea” y complemento del varón, en el contexto cultural explicado, se basa en tres principios básicos: 1) Que la mujer fue creada con posterioridad al varón (lo que equivale a decir que el varón fue creado primero). 2) Que la mujer procede del varón y vino a existencia a partir de la existencia de éste (de una costilla suya). 3) Que la mujer fue creada a semejanza del varón (y no al revés). De todos modos, es preciso aclarar que estos tres principios sólo hayan fundamento en el relato de la creación de Génesis 2.4-25, pues el relato de Génesis 1.1-2.3 nos ofrece una perspectiva diferente.







Yendo ahora un poco más lejos en relación a las dos perspectivas de los relatos mencionados, hay que destacar que según el relato de Génesis 2.4-25 (Génesis 2.23), la mujer habría de llamarse “varona” (“isháh”), porque habría sido creada a partir del “varón” (“ish”). Sin embargo, en Génesis 1.27, que no asume la premisa de que la mujer fue creada con posterioridad al varón, la situación es otra, ya que habla más bien de “varón” (zajár”) y “hembra” (“nequebáh”).    

Luego, podemos decir que algunos ecos del relato de Génesis 2.4-25 son las dos siguientes concepciones: 1) Que la mujer sea vista como una propiedad de su marido. 2) Que el adulterio se condene no con relación a la mujer (ni tomando en cuenta su punto de vista), sino a la luz del punto de vista del varón que la considera “objeto” y “propiedad” de su marido (Éxodo 20.17; Deuteronomio 5.21).

A la luz de estos hechos no es extraño que no encontremos en la Biblia la afirmación de que el varón sea el complemento ideal de la mujer, ni que él sea o haya de ser “ayuda idónea” para ella.

A pesar de esto, hay que destacar el pensamiento de Pablo, hasta cierto punto innovador, cuando afirma “Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; 12porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (1 Corintios 11.11-12). Lo interesante de esta afirmación de Pablo es que se la encuentra en un discurso en el que, en sentido general Pablo, igual que muchos hoy, parece ignorar la perspectiva de Génesis 1.26-28, y se fundamenta sólo en Génesis 2.18-23.

En conclusión: El marido no es concebido como “ayuda idónea de su mujer” porque el carácter patriarcal de la cultura hebrea desarrolló una “antropología” en la que el varón era considerado “la medida de toda las cosas”. En esta antropología incluso la puesta en existencia de la mujer es explicada a partir de la existencia del varón. Lógicamente, a partir de ahí, toda la relación entre el varón y la mujer se daba y explicaba en un contexto de desigualdad (perjudicial) y desventaja para la mujer. En un contexto así se explica que el varón nunca haya sido considerado “ayuda idónea” de la mujer. Pero la pregunta del millón es: ¿Tiene que seguir siendo así?  Rotundamente no.

Las provocadoras palabras de Pablo (en 1 Corintios 11.11-12, unida a la perspectiva de Génesis 1.1-2.3),  nos empujan a poner bajo cuestionamiento esta idea general, y a proclamar que el varón también ha de ser “ayuda idónea para la mujer” (en sentido general) y para su esposa (en sentido particular). Compárese también Gálatas 3.25-28; Mateo 19.4; Lucas 24.22-24.    

Si queremos bendecir a nuestras familias hoy, tendremos que hacer algo más que orar por ellas; estamos convocados (as) a someter a revisión ciertos modelos de pensamiento relativos a la forma en que se ve a la mujer en sentido general (y en la familia) y a la manera en que se entiende que el varón ha de relacionarse con ella.


¡Hasta la próxima!


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