Recursos para una evaluación académica de una versión de la Biblia


Un enfoque crítico y académico 

Héctor B. Olea C.


El análisis serio, justo, racional y no prejuiciado de una versión o traducción de la Biblia (la que fuere), con tal de poner de relieve sus virtudes y desaciertos; no es un asunto apologético, sino más bien lingüístico, literario, textual y académico. Después de todo, aunque asumido como «libro sagrado», la Biblia es esencialmente literatura. En tal sentido, no es el supuesto «tratamiento a una determinada doctrina», la que fuere (¿dogma?), la base adecuada, ni el punto de partida para pronunciarse con acierto respecto de una versión o traducción de la Biblia (la que fuere).


Es más bien el conocimiento adecuado de los idiomas originales de la Biblia (su gramática, sintaxis, características, recursos, sutilezas, etc.) y del idioma al que se hizo la traducción en cuestión, el conocimiento de la labor de la traducción (sus principios y métodos), el conocimiento de los métodos exegéticos (especialmente de la ciencia de la Crítica textual, sus principios y procedimientos); estos, pues, sí son los recursos indispensables para pronunciarse con acierto y justicia respecto de cualquier versión o traducción de la Biblia, así de sencillo.  

Sugerencias para la persona que pretenda juzgar con seriedad una versión de la Biblia


Un enfoque crítico

Héctor B. Olea C.


La persona que pretenda juzgar con seriedad, justicia, con sentido crítico y autocrítico, y por demás, de manera académica y profesional, cualquier versión o traducción de la Biblia (la que fuere);

En primer lugar, debe estar bien informada respecto de la labor de traducción, de las ventajas y desventajas de los distintos métodos de traducción que se han aplicado en la traducción de la Biblia.

En segundo lugar, debe tener un conocimiento adecuado, no elemental, de la lengua a la que se hizo dicha traducción o versión.

En tercer lugar, debe poseer un conocimiento adecuado, no elemental de los idiomas originales de la Biblia.

En cuarto lugar, debe estar familiarizado con la tarea de la exégesis, de la crítica textual, de los métodos exegéticos en general, y por supuesto, debe tener a la mano las ediciones críticas tanto de la Biblia Hebrea, como del Nuevo Testamento Griego.

Finalmente, debe ser capaz de juzgar una versión o traducción de la Biblia, como tal, como traducción, como trabajo profesional, lingüístico y literario, al margen de donde venga, al margen de cuál sea la tradición teológica y eclesial en cuyo ambiente surgió dicha traducción o versión de la Biblia.

Esto así, en virtud de que en honor a  la verdad, ningún agente difusor de la Biblia, en lo absoluto, ha podido superar y vencer del todo, la tentación de traducir o comentar (o ambas cosas a la vez), ciertos pasajes de la Biblia de particular relevancia e interés para su teología, para su tradición teológica y eclesial; en una manera en que ésta al menos no salga tan perjudicada.

En suma, debe ser superada la idea de que, aparentemente, para emitir un juicio de valor respecto de una determinada traducción o versión de la Biblia; basta el tener una actitud esencialmente apologética, y poseer cierta información de las diferencias teológicas (y relativas a la praxis) que se tienen con la tradición teológica y eclesial en que surgió la versión de la Biblia en cuestión (la que fuere), así de sencillo.   


«La Biblia dice», una afirmación bajo sospecha


Un enfoque crítico


Héctor B. Olea C.

Ciertamente, sin duda, está bajo sospecha la afirmación de que «la Biblia dice» (que tal profeta dijo), cuando, por un lado, el texto hebreo en que habló el profeta en realidad dice una cosa, y es más bien la traducción griega (la que leyó o interpretó el autor del NT y el cristiano hoy) la que dice o parece decir tal cosa; o sea que en realidad no fue el profeta el que hizo una determinada afirmación, sino su interesado o equivocado traductor (como en Isaías 7.14 y la errada traducción de «‘almá»-muchacha, joven- por «parthénos»-virgen).




Por otro lado, cuando la afirmación de «la Biblia dice» (que tal profeta dijo), apunta más bien a una errada y anacrónica interpretación (más bien cristiana y de corte fundamentalista) de un texto del AT que en realidad va por otro camino (por ejemplo cuando Isaías 7.1, 2, 4, 8; 17.3 en el año 734 a.C., para la ocasión en que el rey arameo Rasin de Damasco –Siria- y el rey Pecaj de Israel -Efraín: el reino del Norte- estaban preparando una rebelión contra la «superpotencia» Asiria, y como el rey Acaz de Judá rehusó unirse a ellos, estos se volvieron contra él, cercaron Jerusalén y conspiraron para poner un vasallo en el trono de Judá, y el profeta Isaías le pidió a Acaz que confiara en que Yahvé libraría a Judá y a Jerusalén; Raymond E. Brown; pero muchos erradamente entienden que estos oráculos apuntan al pueblo sirio de hoy, y de todos los tiempos).

En consecuencia y, en palabras de Lucas 14.35: «jo éjon óta akúein akúeto»: “el que tiene oídos para oír, que preste atención”, así de sencillo.



¡Hasta la próxima!

La Septuaginta, una traducción vital y conveniente para la teología del NT


Deuteronomio 8.3 en el centro de esta cuestión


Héctor B. Olea C.

Si bien es la Septuaginta, la versión griega del Tanaj (el llamado AT), una traducción privilegiada, testigo de la evolución del texto hebreo y por tanto de un innegable valor crítico, vía de acceso a los textos de la Biblia Hebrea para los autores del Nuevo Testamento, y puente ideal entre el AT y el NT; al final y  después de todo, es el texto masorético el texto base para la exégesis, traducción y teología bíblica del llamado Antiguo Testamento, más bien la Biblia Hebrea.

En tal sentido, el hecho de como como traducción la Septuaginta sea el resultado de varios traductores (hipotéticamente 70 o 72), con perspectivas teológicas no precisamente uniformes del todo, y llevada a cabo en circunstancias históricas un tanto diferentes y no simultáneas (desde la primera mitad del siglo III hasta finales del siglo II a.C.), explica que encontremos en ella algunas inconsistencias.  

Por ejemplo, llama la atención que en Deuteronomio 8.3 la Septuaginta haya traducido a «YHVH» con «theós» y no con «kúrios» como por lo general lo hizo. Esta traducción resulta todavía más sorprendente cuando observamos que en los dos primeros versículos del mismo capítulo 8 del Deuteronomio, la Septuaginta  tradujo «YHVH» con «kúrios».

Observemos: en el versículo 1, la Septuaginta tradujo a «YHVH» con la expresión «kúrios jo theós jumón» (el Señor vuestro Dios), a pesar de que en el texto hebreo sólo se encuentra «YHVH» sin más; en el versículo 2 tradujo con la expresión «kúrios jo theós su» (el Señor tu Dios), sólo que ahora, y a diferencia del versículo 1, el texto hebreo dice «YHVH ’elojejá» (el Señor-Adonay- tu Dios); pero en el versículo 3, y de manera muy inconsistente, tradujo a «YHVH» con «theós».

Ahora, y como nota al margen, llama la atención que al menos algunas traducciones o versiones judías traduzcan evitando la expresión en estado constructo «’elojejá»: «tu Dios», que tiene aquí una presencia indiscutible en innegable, y simplemente traducen «el Eterno» (la Biblia Hebreo-Español), y  «YAHWEH» (la Biblia Kadosh Israelita mesiánica).

Por supuesto, el que la Septuaginta haya traducido de manera inconsistente a «YHVH» con «theós» en el versículo 3, explica el empleo de dicha traducción en Mateo 4.4, y le resulta muy conveniente al vocabulario teológico del Nuevo Testamento que por lo general emplea la palabra «theós» para «YHVH» el Dios del Tanaj, del AT, y de la fe  judía; pero reserva a «kúrios» para la figura de Jesús asumido como el Cristo, como el Señor (compárese Romanos 10.9).

Finalmente, esta tendencia del vocabulario teológico del Nuevo Testamento habría de resultar chocante a las personas seguidoras de la fe judía (precisamente ya que fue la Septuaginta una traducción hecha en un contexto judío, y no cristiano, por personas judías, aunque luego asumida por los cristianos y abandonada por los judíos), pues para dicha traducción «YHVH» es «kúrios», y no otro, «YHVH» y nadie más.  



¡Hasta la próxima!


«No sólo de pan vive el hombre; la mujer tampoco»


Algunas reflexiones en torno a Deuteronomio 8.3


Héctor B. Olea C.

Ciertamente el texto hebreo de Deuteronomio 8.3 apunta directamente al varón, como interlocutor y receptor inmediato y específico de dichas palabras, y no a la mujer; apuntan al varón como cabeza del hogar, del clan y de la tribu, como el que la lideraba tanto en el plano social y político en general, como en el plano estrictamente religioso. Por otro lado, la forma verbal hebrea «yihyéh» (“vivirá”), es una forma verbal del verbo «hayáh» (transliteración fonética: «jayáh»), con el sufijo de la tercera persona masculina singular, también apunta en esta dirección. Consecuentemente, tiene aquí la palabra y sustantivo «’adám», un uso no genérico (el ser humano), sino restrictivo: el varón, el hombre.

Luego, lo que la Reina Valera 1960 tradujo aquí «palabra», no es el hebreo «dabár (palabra), sino «motsá’», que más bien apunta a “lo que salga de la boca de «YHVH»”, “a toda expresión o promulgación de un mandamiento divino”. En tal sentido, es preciso poner de relieve la sinonimia que existe, en este contexto, entre la palabra «motsá’» (“lo que sale de la boca de”, versículo 3) y la palabra «mitsvá’» (“mandato”, “mandamiento”, “precepto”, versículo 1).

Por su parte, la Septuaginta tradujo a Deuteronomio 8.3 en la siguiente manera:

Con la palabra «entolé» (“mandamiento”, en caso acusativo plural: «entolás», por razones sintácticas), a la palabra «mitsvá’» (versículo 1).

Con la palabra «rhéma» (“palabra”, en caso dativo singular: «rhémati», por razones sintácticas), a la palabra «motsá’» (lo que sale de la boca de).

Con la palabra «ánthropos» (“hombre”, “varón”, “ser humano”, en caso nominativo singular «ánthropos»), a la palabra «’adám» (hombre, varón, ser humano). Por supuesto, en contextos como este, uno esperaría que la Septuaginta hubiese empleado la palabra griega «anér» (“el varón”, “el que engendra”, “el marido”, “esposo”), en lugar de «ánthropos».   

Y sorpresivamente, en contra de la forma en que por lo general lo hizo, tradujo aquí la Septuaginta a «YHVH» con la palabra «theós» (“Dios”, aquí en caso genitivo, «theú», por razones sintácticas), y no con la palabra «kúrios» (“Señor”). Obviamente, la tendencia en el NT es emplear a «theós» como correspondiente a, y para hacer referencia al «YHVH» del Tanaj; pero a «kúrios» para hacer referencia a la figura de Jesús de Nazaret asumido como el Cristo.

Las referencias a Deuteronomio 8.3 en el Nuevo Testamento

Por supuesto, no podemos obviar ni negar la referencia que hace el Nuevo Testamento a Deuteronomio 8.3. En tal sentido, dada la dependencia de la Septuaginta que tuvieron los autores del Nuevo Testamento, se comprende que en Mateo 4.4 se encuentren las palabras «ánthropos» y «rhémati», en una exacta correspondencia a la traducción que hizo la Septuaginta de Deuteronomio 8.3.

Y con relación a Lucas 4.4, la otra referencia a Deuteronomio 8.3 en el Nuevo Testamento, muy a pesar de la Reina Valera 1960; el mejor texto griego no hace mención de la palabra «rhémati», sino solamente la palabra «ánthropos». La razón es que el mejor texto griego de Lucas 4.4 sólo dice «uk ep’ arto móno zésetai jo ánthropos», o sea, «no sólo de pan (por medio del pan, gracias al pan) vivirá el hombre».

En consecuencia y, en conformidad a «Q», no contiene el mejor texto griego de Lucas 4.4, la expresión que sí forma parte del mejor texto griego de Mateo 4.4, y de Deuteronomio 8.3 en la Septuaginta; o sea, «al’ epí pantí rhémati ekporeuméno diá stómatos theú»: «sino gracias a toda palabra que sale de la boca de Dios».

Finalmente, es innegable que gracias a la Septuaginta, la versión griega de  Deuteronomio 8.3, y la referencia a dicha cita en el Nuevo Testamento; la expresión «No sólo de pan vivirá el hombre» (Q, Mateo y Lucas), es inclusiva, cuando no lo es según el texto hebreo de Deuteronomio 8.3.

Por otro lado, no podemos perder de vista que el «Sitz im Leben» (el contexto vital) de las palabras en cuestión, se encuentra en la ocasión en que Dios dispuso usar «maná» (hebreo «man»; griego «mánna»), un tipo de alimento que el pueblo hebreo no conocía, pero que vino a ser el recurso divino para garantizar su subsistencia (compárese Éxodo 16.4-35; Números 11.6-9).   

En consecuencia, la moraleja parece ser: “No sólo de la comida conocida (de los recursos conocidos) vivirá el hombre; sino y más bien de todo o cualquier recurso, invento o instrumento divino (provisto por él) capaz de garantizar su subsistencia”.     



¡Hasta la próxima!


Un caso más en relación a la traducción de Juan 20.17


La «Vulgata Latina» en el centro de esta cuestión


Héctor B. Olea C.  

Después de haber establecido que la traducción acertada de Juan 20.17 debe ser distinta a la que se lee en la versión Reina Valera 1960, o sea: “No me sigas tocando”, “deja de tocarme”, “suéltame”, “deja de aferrarte a mí”, “deja de retenerme”; el análisis de la traducción que hace la «Vulgata Latina» revela una situación interesante.

Por un lado, la «Vulgata Latina» tradujo la expresión griega «me jáptu» (suéltame, deja de aferrarte a mí, deja de tocarme), como «noli me tangere», traducción: «¡No me toques!»

Por otro lado, constatamos que la llamada «Sagrada Biblia, traducción de la Vulgata Latina al español», realizada por el P. José Miguel Petisco, publicada por la «Fundación Jesús dela Misericordia», Quito, Ecuador, corrige a su fuente al traducir el latín «noli me tangere» por «¡Deja de tocarme!». De esta manera se ajusta la «Sagrada Biblia» al verdadero sentido del texto griego y se aleja del texto latino. Ahora bien, si bien hay aquí un deseable acomodamiento al texto griego, sentido que en realidad debió reflejarse originalmente en la «Vulgata Latina», si bien hay aquí una corrección y alejamiento del texto latino de la Vulgata; no es menos cierto que como traducción, la «Sagrada Biblia» sin duda que traiciona el texto latino, su verdadero texto fuente, y no el texto griego.

¿Una traducción mejor que su fuente? ¿Es mejor que el original una traducción que traiciona su texto fuente?

Para ser justos, pienso que no debemos perder de vista una observación que tiene la «Sagrada Biblia, traducción de la Vulgata Latina al español», en la página de presentación que sigue inmediatamente a la tapa, a la portada, cito: «Traducida de la Vulgata Latina a la vista de los textos originales».

Ahora, es obvio que esta declaración es ambigua y problemática en varios sentidos. En primer lugar, es ambigua porque no sabemos si dicha declaración apunta a los textos originales de la Vulgata, o a los supuestos originales en hebreo, arameo y griego; pero en lo particular me inclino a pensar que se refiere más bien a los textos hebreos, arameos y griego.

En segundo lugar y, el tal sentido, si la referencia es a los textos hebreos, arameos y griegos, es sencillamente descartable porque como todos sabemos, no es cierto que alguien posea o tenga acceso a los textos “originales” de los libros de la Biblia. En todo caso, la expresión “textos originales” podría ser interpretada como haciendo referencia a los textos críticos reconstruidos por la crítica textual y considerados hoy normativos, más bien los textos bíblicos en sus idiomas originales.

En tercer lugar, si la referencia es a los textos bíblicos en sus idiomas originales, es obvio que aunque la Sagrada Biblia se define como “una traducción de la Vulgata Latina”, al mismo tiempo deja ver que en dicha traducción se procedió con una actitud crítica frente al texto latino, y con la aparente disposición de hasta corregirlo cuando se considerase necesario. De esta forma y, en consecuencia, es explicable el alejamiento del texto latino y su acomodamiento al texto griego en Juan 20.17, que presenta la «Sagrada Biblia, traducción de la Vulgata Latina al español».

En suma, no es acertada la traducción de la Vulgata Latina en Juan 20.17, al traducir la expresión griega «me jáptu» (suéltame, deja de aferrarte a mí, deja de tocarme), por «noli me tangere», traducción: «¡No me toques!». Luego, ha de esperarse que una traducción de la Vulgata que sea fiel a esta, a su texto latino, debiera reflejar el sentido del texto latino y no el sentido del texto griego, en el caso que nos ocupa.

En tal caso, como la «Sagrada Biblia, traducción de la Vulgata Latina al español», se promociona y considera “una traducción de la Vulgata Latina”, no es menos cierto que en un principio dicha versión traiciona a su texto fuente: el texto latino. Sin embargo, al afirmar al mismo tiempo que la traducción de la Vulgata Latina se hizo aparentemente tomando en cuenta a, a la vista de los textos críticos del Tanaj y del Nuevo Testamento, se comprende y justifica su alejamiento del texto latino («noli me tangere»: «¡No me toques!»), y su acomodamiento al texto griego, cuando en Juan20.17 tradujo la expresión griega «me jáptu» (deja de tocarme, deja de aferrarte a mí), como «¡Deja de tocarme!».




¡Hasta la próxima! 

Danos, ¿sólo el sustento de hoy, o el de cada día?


El imperativo presente y el imperativo aoristo en el contexto del Padrenuestro
Cuestiones de exégesis, traducción y teología bíblicas


Héctor B.  Olea C.

En la misma línea de la explicación que ofrecí en mi comentario de Juan 20.17, respecto de la sutil distinción que en la lengua griega se establece entre el aspecto de la acción verbal en el modo imperativo de tiempo presente (acción durativa), y el aspecto de la acción verbal en el modo imperativo pero en tiempo aoristo (acción única, específica y puntual); ahora quiero poner de relieve la presencia de esta distinción, y sus implicaciones, en la tercera de las cinco peticiones que involucra el Padrenuestro.

Ahora bien, es preciso tener presente que la brevedad, lo menos elaborada y desarrollada que es la versión del Padrenuestro que registra Lucas, la señalan como la más antigua, y es la que más se asemeja a la versión que se encuentra en «Q» (fuente común a Mateo y a Lucas). 

Por supuesto, si bien entiendo que es más acertado hablar de “cinco peticiones”, soy consciente de que hay quienes hablan de “siete peticiones” (porque dividen en dos la segunda en “Venga  tu reino”, y “hágase tu voluntad”; y la quinta en “no nos pongas en tentación” y “líbranos del mal”); pero otros hablan de “seis peticiones” (porque al menos dividen la segunda).

No obstante, entiendo que son discutibles estas dos distinciones. Además, desde el punto de vista de la Crítica textual, la versión del Padrenuestro de Lucas concluye en armonía con la versión de «Q», o sea, en «No nos pongas en tentación». Y desde el mismo punto de vista de la Crítica textual, la versión del Padrenuestro de Mateo, en realidad termina con la frase «alá rúsai jemás apó tu ponerú»: “y líbranos del malo”. 

Pues bien, las cinco peticiones del Padrenuestro son:  

1) Santificado sea tu nombre, 2) Venga tu reino, 3) Danos hoy el pan cotidiano, 4) Perdona nuestras ofensas, y 5) No nos pongas en tentación.

Evidentemente, es demasiado obvio que estas cinco peticiones del Padrenuestro están redactadas en castellano, en modo imperativo; sin embargo, si bien también están redactadas en modo imperativo en el griego, es preciso advertir que hay una distinción que se establece en el griego entre el aspecto de la acción de una forma verbal en modo imperativo de tiempo presente, y el aspecto de la acción de una forma verbal también en modo imperativo, pero en tiempo aoristo (ya sea aoristo primero o aoristo segundo).

La distinción fundamental es que por lo general, una forma verbal en modo imperativo y en tiempo presente, señala una acción durativa, continua, continuada; mientras que una forma verbal en modo imperativo y en tiempo aoristo, apunta a una acción específica y puntual.

En tal sentido conviene destacar que la versión del Padrenuestro de Mateo empleó el imperativo aoristo en las cinco peticiones; y que Lucas coincide en emplear el imperativo aoristo sólo en cuatro de las peticiones, siendo la excepción la tercera petición. En la tercera petición, emplea Lucas, a diferencia de Mateo, el mismo modo imperativo, pero en tiempo presente.

Consideremos ahora las cinco formas verbales en griego que están detrás de las formas verbales principales de cada petición del Padrenuestro.

«Sea santificado»: «jaguiasthéto» (Mateo y Lucas), forma verbal en modo imperativo, tiempo aoristo primero, voz pasiva, tercera persona del singular, del verbo «jaguiázo» (yo santifico). 

«Venga»: «elthéto» (Mateo y Lucas), forma verbal en modo imperativo, tiempo aoristo segundo, voz activa (aunque con morfología de voz media, por ser de un verbo defectivo o deponente), terera persona del singular, del verbo «érjomai» (yo vengo).

«Danos»: «dos» (sólo Mateo), forma verbal en modo imperativo, tiempo aoristo segundo, voz activa, segunda del singular, del verbo «dídomi» (yo doy).

Pero Lucas emplea la forma verbal «dídu» (danos y sigue dándonos), en modo imperativo, tiempo presente, voz activa, segunda persona del singular, del mismo verbo «dídomi» (yo doy).

Perdona: «áfes» (Mateo y Lucas), forma verbal en modo imperativo, tiempo aoristo segundo, voz activa, segunda persona del singular, del verbo «afíemi» (yo perdono).

«No nos pongas o no nos entres»: «eisenénkes» (Mateo y Lucas), forma verbal en modo subjuntivo, tiempo aoristo primero, voz activa, segunda persona del singular, del verbo «eisféro» (yo llevo adentro, yo meto, introduzco, pongo en).

Ahora bien, ¿cuáles son las implicaciones que tiene el que Mateo haya empleado el imperativo aoristo «dos», pero Lucas el imperativo presente «dídu»?

Según Mateo, el Jesús de Mateo, sugirió pedir el pan o alimento cotidiano, el pan necesario, el pan o alimento propio del día u ocasión específica en la que se orare. Teniendo, pues, este enfoque de marco, emplea Mateo, 1) el imperativo aoristo «dos» (danos); y 2) agrega la palabra «sémeron» (hoy). En suma, la tercera petición del Padrenuestro, en la versión de Mateo, es «ton árton jemón ton epiúsion dos jemín sémeron»: «Danos hoy nuestro pan cotidiano».

Pero muy a pesar de coincidir Lucas con Mateo, en poner de contexto general la expresión «jótan proséujesthe» (cuando ustedes oren, cada vez que ustedes oren); según Lucas, el Jesús de Lucas, sugiere pedir el pan o alimento de cada día. En consecuencia, teniendo a la vista este enfoque, emplea Lucas, 1) el imperativo presente «dídu» (danos y sigue dándonos); y 2) agrega la frase «kath’ jeméran» (cada día). Luego, la tercera petición del Padrenuestro, según la versión de Lucas, es: «ton árton jemón ton epiúsion dídu jemín to kath’ jeméran»: «Danos cada día (día tras día) nuestro pan cotidiano».

Finalmente, si bien sugieren algunos que en la versión de Mateo del Padrenuestro hay ciertas resonancias escatológicas, incluso también en la de Lucas; coincido con el punto de vista del «Comentario Bíblico San Jerónimo» cuando plantea que en la forma en que Lucas redactó la tercera petición del Padrenuestro, la interpretación escatológica cede el paso a los problemas diarios más apremiantes.

En suma, si bien no hemos de descartar ni menospreciar los aportes de los enfoques escatológicos, ni el papel y el estímulo de las utopías en las perspectivas escatológicas; no es menos cierto que parece que jamás habrán de perder su  vigor y pertinencia las palabras de Jacobo (Santiago), cuando dice:

“Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día  («tes efeméru trofés»), 16y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Jacobo 2.15-17).

¿«Ofensas» («faltas) o «deudas»?

Ciertamente emplea Mateo (6.12), después de la forma verbal «áfes» (Perdona), la expresión «ta ofeilémata». Consiste, pues, dicha expresión en el caso acusativo, género neutro, plural, de la palabra «oféilema» (deuda, error, culpa, pecado). Deriva la palabra «oféilema», del verbo «oféilo»: deber, ser deudor, tener que, estar obligado a, pecar contra («Léxico Griego-Español del NT»,  Alfred E- Tuggy).

En consecuencia, la expresión «ta ofeilémata» (las faltas, ofensas, las deudas, etc.) apunta en general a todas aquellas cosas con las que se entiende que le fallamos a Dios, a todas aquellas cosas que se entienden como obligación nuestra delante de Dios; ahora bien, ha de comprenderse que aquí podemos considerar incluidas las ofensas a Dios por hacer aquello que se supone que no deberíamos hacer (comisión) por o para agradarle a Dios, como aquellas que por la misma razón se entiende que no deberíamos dejar de hacer (omisión). 

Por otro lado, llama la atención que Lucas (11.4), después de emplear la misma forma verbal que empleó Mateo, o sea, «áfes», en lugar de emplear la expresión «ta ofeilémata», utiliza la expresión «tas jamartías». Consiste esta expresión en el caso acusativo, femenino, plural, de la palabra «je jamartía»: el pecado, la transgresión, la culpa, la falta («Léxico Griego-Español del NT»,  Alfred E- Tuggy). Consecuentemente, pienso que es verosímil considerar como sinónimas las expresiones «ta ofeilémata» (Mateo) y «tas jamartías» (Lucas).


Finalmente, ante las implicaciones de la expresión «ta ofeilémata» (Mateo), así como de la expresión «tas jamartías» (Lucas); pienso que es verosímil, acertada y preferible la traducción «ofensas» («faltas) que «deudas».  

Observación adicional en relación a la cuarta petición del Padrenuestro:

Como ya puse de relieve, en la cuarta petición del Padrenuestro, tanto Lucas como Mateo emplean la forma verbal «áfes» (perdona), Mateo 6.12 y Lucas 11.4; forma verbal en modo imperativo, tiempo aoristo segundo, voz activa, segunda persona del singular, del verbo «afíemi» (yo perdono).

Pero en la segunda parte de dicha petición, Mateo insiste en el tiempo aoristo cuando emplea la forma verbal «afékamen» (aoristo primero, voz activa, modo indicativo, primera persona del plural, del mismo verbo «afíemi» (yo perdono). De todos modos, la versión de Mateo sugiere, con el empleo del tiempo aoristo en las dos formas verbales mencionadas de la cuarta petición, que la solicitud del perdón divino en una ocasión específica, presupone que previamente le hemos concedido nuestro perdón sincero a las personas que también nos han hecho algún mal.  

Lucas, por su parte y, a pesar de emplear también la misma forma verbal «áfes» (perdona), forma verbal en modo imperativo, tiempo aoristo segundo, voz activa, segunda persona del singular, del verbo «afíemi» (yo perdono); en la segunda parte de la petición en cuestión, Lucas emplea la forma verbal «afíomen», forma verbal en tiempo presente, voz activa, modo indicativo, primera persona del plural, de «afío», una variante del verbo «afíemi». En consecuencia, con el empleo del tiempo presente en la segunda parte de la cuarta petición, la versión de Lucas sugiere que la solicitud del perdón divino en una ocasión específica, supone que la persona solicitante de dicho perdón, de manera previa, continua y sincera ofrece su perdón a las personas que le han hecho y le hacen algún mal.    




¡Hasta la próxima!

“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23.34) ¿Dijiste eso, Jesús?


Un problema de Crítica textual que afecta a un texto bíblico muy popular


Héctor B. Olea C.

En la versión Reina Valera de 1960, Lucas 23.34 dice: “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.”

Si nos quedamos sólo con el texto de la versión Reina Valera de 1960 no hallaremos problema alguno; sin embargo, una vez observamos a Lucas 23.34 en una versión, como por ejemplo, la versión popular Dios Habla Hoy, comienzan los problemas. Observemos la traducción de nuestro pasaje en cuestión en la versión popular Dios Habla Hoy: «[Jesús dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo  que hacen.”]»

Inmediatamente salta a la vista que la expresión que conforma la llamada “primera palabra” pronunciada por Jesús en la cruz, está entre corchetes. En una nota al pie de página la versión popular Dios Habla Hoy explica: “El texto entre corchetes falta en algunos manuscritos de reconocida autoridad.”

Lucas 23.34 en otras versiones de la Biblia distintas a la Reina Valera de 1960

1) La «Nueva Versión Internacional» “-Padre-dijo Jesús-, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Mientras tanto, echaban suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús”. Pero en una nota al pié de página, haciendo referencia a la primera parte del versículo, puntualiza: “Variante textual no incluye esta oración”.



2) «La Santa Biblia, la palabra de Dios para todos», publicada por La liga Bíblica: “Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Los soldados rifaron entre ellos la ropa de Jesús  para ver con qué se quedaba cada uno.” En una nota al píe de página, haciendo referencia a la primera parte del versículo, comenta: “Algunos manuscritos antiguos de Lucas no tienen esas palabras”.

3) «La Biblia textual». Esta versión, siguiendo las recomendaciones del Comentario textual al Nuevo testamento griego de Bruce M. Mezger, traduce a Lucas 23.34 así: “Y repartiendo sus vestidos echaron suertes”.

4) «La Biblia en lenguaje sencillo» (el NT), y que finalmente se publicó completa (AT y NT) con el nombre de “Biblia para todos, traducción en lenguaje actual, afirma: “Poco después, Jesús dijo: «¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen!» Mientras los soldados echaban suertes para saber cuál de ellos se quedaría con la ropa de Jesús.” Pero en una nota aclara: “Varios manuscritos muy importantes no tienen la frase: «Jesús dijo; Padre perdona a toda esta gente. Ellos no saben lo que hacen en lo que hacen».

5) La «Biblia vida abundante, nueva traducción viviente»: “Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Y los soldados sortearon su ropa, tirando los dados”. Pero en una nota al pié de página observa: “23:34ª Esta oración no está incluida en muchos manuscritos antiguos”.

6) La obra «Todos los evangelios, traducción íntegra de las lenguas originales de todos los textos evangélicos conocidos», de Antonio Piñero, traduce a Lucas 23.34 de la siguiente manera: “Y para repartirse sus vestidos los echaron a suertes”. Y en una nota al pié de página observa: “La primera parte de este versículo, que no aparece en nuestra traducción, es una interpolación (una añadidura o adición)”.

Un dato interesante es que a pesar del problema de crítica textual que enfrenta Lucas 23.34, lo cierto es que la expresión que está en cuestión en dicho pasaje, sí se la encuentra en el evangelio apócrifo de Nicodemo («Evangelio de Nicodemo», conocido también como «Actas de Pilato»), cito: “… De manera semejante colgaron a los dos malhechores. Jesús decía: «Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen»” (capítulo 10.1)

«Decía« («éleguen»)  o «dijo» («éipen»)

Llama la atención que incluso en las versiones de la Biblia que como la Reina Valera 1960 mantienen la expresión discutida “Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»”, ponen de manifiesto una pequeña diferencia con relación a ésta.

El caso es que unas versiones de la Biblia traducen «Jesús dijo» (Biblia en lenguaje actual, Biblia para todos, Biblia del peregrino, Dios habla hoy, entre otras. Pero otras versiones de la Biblia, la mayoría, traducen «Jesús decía», entre estas prácticamente toda la serie de la Reina Valera, incluyendo la Reina Valera actualizada.

Pero, ¿Qué diferencia existe entre la expresión “«Jesús dijo» y «Jesús decía»?

Explicación y respuesta:

La forma verbal «éleguen» (decía) está en tiempo imperfecto, voz activa, modo indicativo, tercera persona del singular, del verbo «légo» (yo digo). El tiempo imperfecto apunta a una acción en proceso, en desarrollo, durativa, repetida, no puntual, aunque en un tiempo pasado.

En tal sentido, el empleo de la forma verbal «éleguen» (decía) sugiere que aparentemente en todo el proceso, Jesús se mantuvo pidiéndole al Padre por el perdón de los que habían tramado su muerte y por todos aquellos que le infringían algún daño.

Por otro lado, la forma verbal «éipen» (dijo) está en tiempo aoristo segundo, voz activa, modo indicativo, tercera persona del singular, del mismo verbo «légo» (yo digo). El tiempo aoristo, a diferencia del imperfecto, señala una acción puntual y específica.





Consecuentemente, la forma verbal «éipen» (dijo) sugiere que en una sola y específica ocasión, aparentemente inmediatamente después de que acabaron de crucificarlo, Jesús pidió al Padre por el perdón de aquellos que había tramado su muerte y le habían hecho algún daño.  

Ahora bien, ¿a cuáles versiones favorece el texto griego? ¿A las que reflejan el uso de imperfecto «éleguen» (decía) o a las que reflejan el uso del aoristo «éipen» (dijo)?

Respuesta: a todas las que traducen «Jesús decía», o sea, a todas las que reflejan el uso del imperfecto «éleguen».

La explicación de Lucas 23.34 en algunos comentarios bíblicos

1) El «Comentario Textual al Nuevo Testamento Griego» de Bruce M. Metzger, comentado a Lucas 23.34, afirma:  “La ausencia de estas palabras en testigos tan tempranos y diversos como P75, B, D*, W, Q, it-a-d, sir-s, cop-sa-bomss al, resulta de lo más impresionante, y difícilmente puede explicarse como una escisión deliberada por parte de los copistas que, al considerar que la caída de Jerusalén era una prueba de que Dios no había perdonado a los judíos, no pudieron permitir que pareciera que la oración de Jesús había quedado sin respuesta. Al mismo tiempo, el logion, aunque probablemente no formó parte del evangelio original de Lucas, ofrece pruebas que hablan por sí mismas de su origen dominical, y fue retenido, entre corchetes, en el lugar tradicional en que fue incorporado por copistas anónimos, en una época relativamente temprana en la transmisión del tercer evangelio.”

2) «Nuevo Comentario Siglo 21» (Casa Bautista de publicaciones): Lucas 23.34a Este versículo se omite en un número significativo de antiguos mss., pero debe ser mantenido como una parte genuina de lo que Lucas escribió (cf. Hech. 7:60), o como una confiable tradición que se introdujo en algunos mss. Debe haber sido omitido por escribas que sentían que la oración no era imaginable o que no fue contestada.”

3) El «Comentario al texto de Griego del NT» de A. T. W. Robertson, traducido y publicado en español por CLIE, al respecto, afirma lo siguiente: “Algunos de los documentos más antiguos y mejores no contienen este versículo, y, con todo, en tanto que no es seguro que forme parte del evangelio de Lucas, está bien claro que Jesús pronunció estas palabras (digo yo: ¿está bien claro?), porque son absolutamente originales”.

4) «Comentario Bíblico San Jerónimo» (Ediciones Cristiandad): “Perdónalos Esta oración de Jesús, que sólo consigna Lucas, falta en los manuscritos P75, Sa, B, D* y W; aparece en los manuscritos S*, A, C, D2, L y N. Es más fácil explicar su supresión por un prejuicio antijudío que averiguar por qué pudo añadirse más tarde. El perdón que otorga Jesús a los enemigos y a los grandes pecadores es típico del retrato que traza Lucas del Salvador. El suyo es el evangelio de los grandes perdones. La estructuración de Act 7,60 sobre la escena de la muerte de Jesús es también un argumento a favor de la autenticidad de esta plegaria. Teniendo en cuenta que el verbo va en imperfecto (éleguen, «decía»), se presenta a Jesús perdonando una y otra vez. Se alega como excusa la ignorancia; Le recurre frecuentemente a esta causa excusante en Act: 3,17 y 13,27 con respecto a los judíos; 17,27.30 en relación con los gentiles (cf. Le 12,8-10; cf. Además los correspondientes comentarios), se repartieron sus ropas: Se consigna este detalle incidental porque supone una alusión a Sal 22,19 y da oportunidad de contemplar a Jesús como el inocente que sufre según el salmo. El sentido del orden que tiene Lucas le hace situar el incidente aquí, mejor que después de la colocación del título, para que no interfiera en su desarrollo acerca de la realeza de Jesús.”

5) «La muerte del Mesías» (Raymond E. Brown, Verbo Divino): “Autenticidad del versículo. Es omitido en testimonios textuales significativos, algunos de ellos muy tempranos91; pero se encuentra en otros códices griegos importantes y en versiones primitivas. Éste es uno de esos casos donde el peso de los testimonios textuales a un lado y al otro casi se equilibra. Lo que resulta es que ya en el siglo II unas copias de Lucas tenían el texto de 23,34a y otras no. De tal situación se desprenden las siguientes posibilidades sobre el origen la plegaria:

• Fue pronunciada por Jesús (en el contexto de la crucifixión o en cualquier otro) y conservada únicamente por Lucas. Algunos copistas posteriores, encontrándola inaceptable, la eliminaron.

• Fue pronunciada por Jesús pero no conservada por Lucas. Estuvo circulando como un dicho independiente hasta que, ya en el siglo II, un copista consideró que armonizaba con los sentimientos de este evangelio. Otros copistas no  conocían su existencia. (Una historia similar se atribuye al relato sobre la mujer sorprendida en adulterio, que acabó insertado al comienzo de Jn 8.) Ésta es la hipótesis de MTC, 180.

• No fue pronunciada por Jesús, sino formulada por Lucas (o en la inmediata tradición prelucana) como una apropiada expresión de lo que Jesús pensaba: en realidad perdonó en silencio. Algunos copistas posteriores, encontrándola inaceptable, la eliminaron.

• No fue pronunciada por Jesús, sino formulada en el pensamiento cristiano posterior como apropiada a Jesús, y acabó siendo insertada en el relato de la pasión lucano por un copista, quien juzgó ese lugar un contexto idóneo.”

Finalmente, Raymond E. Brown concluye: “Por ironía, la frase quizá más bella del relato de la pasión es dudosa desde el punto de vista crítico-textual. El sentimiento subyacente a ella constituye la esencia de la manera cristiana de responder a la hostilidad. Este dicho de Jesús fue seguramente uno de los principales factores que llevaron a Dante a calificar a Lucas como "el escriba de la mansedumbre de Cristo". Para algunos, si Jesús no las pronunció, las palabras de 23,34a carecen de importancia religiosa. Para otros, si Lucas no las escribió, representan un simple sentimiento apócrifo. Para otros, en fin, aun reconociendo el valor de una respuesta afirmativa con respecto a alguno de los dos puntos anteriores, el largo uso de esas palabras por los cristianos significa que han adquirido autoridad normativa. Si fueron añadidas por un escriba, la percepción de ese escriba llegó a ser una interpretación auténtica del Cristo lucano. Pero con demasiada frecuencia, por desdicha, el verdadero problema no ha sido la falta de esta plegaria en el texto, sino su ausencia de los corazones.”

Dos tipos básicos de lectura al hecho histórico de la crucifixión de Jesús

El relato y el hecho histórico de la crucifixión de Jesús nos permiten básicamente dos lecturas. Una teológica y la otra sociopolítica e histórica. La primera lectura, la teológica, es la que explica y está en el fondo de la expresión “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Pero, cabe preguntarnos, ¿no parece implicarse aquí un absurdo? ¿No sabían los verdugos de Jesús lo que estaban haciendo? ¿Fue la muerte de Jesús un hecho inocente? ¿Un sin querer queriendo? La respuesta a estas preguntas, desde la lectura teológica, es que los que mataron a Jesús no sabían que estaban eliminando físicamente al Mesías, al hijo de Dios. Ignoraban que al matar a Jesús, ellos mismos se beneficiarían de los efectos salvíficos producidos por la muerte vicaria de este humilde Jesús de Galilea. Entonces, desde esta perspectiva teológica, parece obvio que no sabían lo que estaban haciendo.

Ahora bien, lo interesante es que si desde la lectura teológica se comprende que los que mataron a Jesús, no sabían lo que estaban haciendo, no es menos cierto que los mismos discípulos de Jesús tampoco tenían una imagen más profunda de su maestro, imagen que cambió sólo después de la resurrección (compárese Mateo 26.46 “Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron”; Marcos 14.50 afirma lo mismo (compárese Lucas 24.21); Lucas y Juan, en cambio, no dicen nada al respecto.

Sería, pues, la experiencia del encuentro con el Jesús resucitado la que se convertiría en la clave hermenéutica para mirar y hablar retrospectivamente sobre el ministerio terrenal de Jesús, y el manejo y apelación a las escrituras del AT, especialmente a la literatura de los profetas.

Por otro lado, a pesar de lo conveniente de la lectura teológica del hecho histórico de la crucifixión de Jesús (que es la que matiza los relatos que tenemos de la misma en el NT), lo cierto es que dicha lectura dificulta seriamente el que tengamos una visión más clara y crítica de lo acontecido con Jesús. La lectura sociopolítica e histórica, en cambio, sí nos permite ver con claridad que estamos ante un horrendo crimen, un hecho repugnante, pero paradójicamente comprensible, y hasta justificable.

La muerte de Jesús es la culminación de una trama, orquestada por un sector religioso y de poder, que no toleró el mensaje y el modelo de vida que planteaba un hombre, aunque tal mensaje beneficiara a la mayoría de los desdichados y marginados de la sociedad de su tiempo.

Jesús no fue el primero ni sería el último en morir y ser víctima de un sector dominante y que usa la violencia, la fuerza, y todos los recursos del poder, para procurar la desaparición física de alguien que atente contra sus intereses. La muerte de Jesús nos debe estimular y motivar a tomar partido, a no ser indiferentes, cuando hoy, al igual que en el caso de Jesús, personas de bien y con reales sentimientos altruistas, sufren precisamente por buscar y promover un clima de justicia, un estado de derecho, el bienestar de su prójimo y un clima de verdaderas oportunidades de vida, progreso, en fin, un ambiente donde realmente se pueda vivir con dignidad.

En este punto, pienso que las siguientes palabras de Raymond E. Brown nos ayudan a entender un poco mejor lo ocurrido con Jesús, desde una perspectiva sociopolítica e histórica: “Los cristianos que ven a Jesús como molesto sólo en el contexto de lo que ellos consideran como judaísmo legalista no comprenden que, mutatis mutandis, habría sido molesto en cualquier ámbito religioso, si hubiera dicho a la gente que Dios quería algo diferente de lo que ellos conocían y se habían esforzado siempre en hacer, y si hubiera pretendido cambiar la doctrina sagrada establecida, basándose en su autoridad como autodesignado portavoz de Dios” («La muerte del Mesías, tomo I», página 48)

Continúa Raymond E. Brown, diciendo: “La imagen evangélica de Jesús permite suponer que él sería hallado culpable por cualquier mayoría religiosa timorata de cualquier tiempo y lugar. Es más que posible que si Jesús apareciera en nuestra época (con su reto expresado en términos de posturas religiosas actuales) y fuera arrestado y procesado de nuevo, la mayor parte de los que lo juzgasen culpable se verían a sí mismos como verdaderos cristianos y creerían estar rechazando a un impostor: alguien que pretendía ser Jesús pero que no encajaba en el concepto que ellos tenían de quién era Jesucristo y cómo debía actuar” (páginas 479, 480 y 481)

En consecuencia, me pregunto: ¿Aceptarían hoy a Jesús muchas de las congregaciones (la mayoría de) que presumen de su fidelidad a Jesús? ¿Les sería molestoso o agradable? ¿Lo acogerían en su seno, lo tolerarían? ¿O más bien se sumarían a cualquier trama para desacreditarlo, marginarlo, hacer callar su voz, procurarían su exilio? ¿Verían, por lo menos, como positiva su desaparición física? Obviamente, todo esto lo harían y estaría justificado y hasta visto como necesario, a la luz de su ortodoxia y su particular forma de leer e interpretar las Escrituras y el mensaje mismo de Jesús.

En resumen, la verdad es que en la misma medida en que se fortalecen las evidencias que hacen poner en duda el que estas palabras hayan formado parte del original de Lucas y de sus copias más tempranas, y que al mismo no podamos encontrar otro testimonio independiente y cierto en el mismo NT; así también se dificulta el probar que Jesús haya pronunciado dichas palabras.

En conclusión: ¿Pronunció Jesús las palabras que conforman la primera parte de Lucas 23.34? respuesta: Probablemente sí, probablemente no. De todos modos, a la luz de la Crítica textual, el que Jesús haya dicho tales palabras es un hecho que está seriamente cuestionado, lo que dificulta el que se dé una respuesta positiva a la pregunta planteada, a la ligera, de manea acrítica y simplista. .




¡Hasta la próxima!


ARTÍCULOS DE INTERÉS


Participación del biblista Héctor B. Olea C.
en el programa Esta Noche Mariasela




«YHVH de los ejércitos» un calificativo preocupante


Violencia, Biblia y cultura de paz


Héctor B. Olea C.

Aclaración necesaria y oportuna:

Este trabajo lo publiqué originalmente en mayo del año 2011, unos pocos días después de que un equipo de inteligencia de los Estados Unidos de Norteamérica  asesinara a Bin Laden (2 de mayo 2011); esto explica por qué en la introducción hago referencia a dicho suceso. Por supuesto, al volver a publicar este trabajo, decidí dejar intacta su introducción original, si bien agregando esta necesaria aclaración y, por supuesto, haciéndole al texto algunas necesarias mejoras y actualizaciones.   

A modo de introducción:

A un poco más de una semana de que los Estados Unidos asesinaran a Bin Laden, y nos trajeran de nuevo a la memoria los crueles atentados del once de septiembre del año 2001; una vez más se convierte la violencia en un tema de discusión, y generador de pasiones.

No es de extrañar, empero, el que no haya una postura uniforme al respecto, y que incluso personas cristianas, comprometidas con los más elevados principios e ideales del mensaje acerca del Reino de Dios que proclamaba Jesús (y que han tomado a Jesús de modelo), expresen su apoyo a cierto tipo de violencia. Es más, la muerte de Bin Laden se ha proyectado, en el contexto de una sociedad que presume de “cristiana”, como un acto de venganza. Incluso el presidente Barak Obama fue muy tajante al decir: “se ha hecho justicia”.

Pero, ¿es posible justificar hoy la venganza? ¿Es Dios un ser vengativo? ¿Es el Dios de Jesús y del NT el mismo del AT? ¿Cómo se explica el uso en la Biblia de la expresión «Jehová o Señor de los ejércitos»? ¿Con cuáles ideas se asocia? ¿Es justificable hoy el uso de tal expresión?

Precisamente la imagen de un Dios violento, vengativo y castigador que nos proporcionan ciertos relatos y metáforas del Antiguo Testamento, fue lo que llevó a Marción, entre otras cosas, a afirmar que el Dios proclamado por Jesús no podía ser el mismo Dios del AT.

Conozcamos un poco mejor a Marción

En el siglo II de nuestra era, entra en el escenario de la historia de la fe cristiana Marción, personaje que definitivamente ha dejado sus huellas en dicha historia.

“Marción había nacido hacia el año 100 en la ciudad de Sínope, en el Ponto (mar Negro). Era un rico industrial, dedicado sobre todo al comercio marítimo, hacia el año 140, convertido a la religión cristiana, se trasladó a Roma donde vendió sus barcos y entregó a la Iglesia gran parte de lo conseguido” (Antonio Piñero: «Cristianismos derrotados», página 85).

Se puede considerar verosímil el que en Roma Marción haya conocido a un maestro gnóstico llamado Kerdon, el cual influyó en él de manera decisiva.

“Cuatro años más tarde, hacia el 144, Marción había desarrollado ya su concepción propia de la fe y de la iglesia, por lo que al exponerla en público y nos ser aceptada por la mayoría, rompió con la comunidad de Roma, esa lo excomulgó y le devolvió religiosamente sus dones monetarios. A partir de esos momentos, y bien dotado de dinero, Marción fundó su propia iglesia que pronto fue una competencia real para el grupo mayoritario y que se extendió por diversas provincias del Imperio” (Antonio Piñero: «Cristianismos derrotados», página 86).

Entre las ideas que formaban parte del pensamiento religioso de Marción, está la oposición que establecía entre el Dios el AT y el Dios que proclamaba Jesús de Nazaret. Para Marción el Dios del AT era un ser iracundo, celoso, vengativo, cruel con otras naciones que no sea la suya, a cuyos miembros manda a asesinar; castigador sin piedad de su propio pueblo elegido, creador y promulgador a través de Moisés de una ley tan difícil de observar. Para Marción este Dios no podía ser el mismo Dios bondadoso, ser lleno de bondad, lleno de amor, y de piedad, tendiente siempre hacia la misericordia y el perdón, que había predicado Jesús.

Un elemento que a Marción le sirvió de apoyo es el contraste que establece Pablo entre la fe en Jesús, el evangelio, y la Ley de Moisés (la Toráh), considérese principalmente a Romanos 10.4-13; Gálatas 3.6-29; 5.1-14.

Ahora bien, ¿es cierto que hay en la Biblia, principalmente en el AT, relatos, metáforas y calificativos (nombres y adjetivos) que en cierto modo explican la posición de Marción? Claro que sí. Precisamente un calificativo de esos, es la expresión «Jehová de los ejércitos», en la versión Reina Valera 1960, y «Señor de los ejércitos» en muchas otras versiones de la Biblia.

Profundicemos, pues, un poco, en la expresión «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos», «Jehová de los ejércitos»

La expresión «Jehová de los ejércitos» («el Eterno de los ejércitos», en la Biblia Hebreo-Español), según la Reina Valera de 1960, ocurre en el AT 259 veces en 248 versículos bíblicos. Pasajes representativos son:

1 Crónicas 11.9 “Y David iba adelantando y creciendo, y Jehová de los ejércitos estaba con él.”

Salmo 24.10 “¿Quién es este Rey de gloria? Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria.”

Isaías 48.1-2 “1Oíd esto, casa de Jacob, que os llamáis del nombre de Israel, los que salieron de las aguas de Judá, los que juran en el nombre de Jehová, y hacen memoria del Dios de Israel, mas no en verdad ni en justicia; 2porque de la santa ciudad se nombran, y en el Dios de Israel confían; su nombre es Jehová de los ejércitos.”

Jeremías 11.22-23 “Así, pues, ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los castigaré; los jóvenes morirán a espada, sus hijos y sus hijas morirán de hambre, 23y no quedará remanente de ellos, pues yo traeré mal sobre los varones de Anatot, el año de su castigo.”

Zacarías 14.21 “21Y toda olla en Jerusalén y Judá será consagrada a Jehová de los ejércitos; y todos los que sacrificaren vendrán y tomarán de ellas, y cocerán en ellas; y no habrá en aquel día más mercader en la casa de Jehová de los ejércitos.”

La expresión «YHVH de los ejércitos» en el texto hebreo y en la Septuaginta

Atendiendo a la vocalización de «YHVH» en el texto masorético, específicamente en el Códice de Leningrado B19, podemos decir que una transliteración acertada del hebreo «YHVH tsebaót» es «Adonay tsebaót», traducción: «Señor de los ejércitos».    

En que lo respecta a la Septuaginta, tenemos que admitir que la traducción de la expresión hebrea «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), no es uniforme. Por ejemplo, en 1 Crónicas 11.9, traduce «kúrios pantokrátor»: «Señor todopoderoso» (omnipotente). En el Salmo 24.10 traduce «kúrios ton dunámeon»: «Señor poderoso» (literalmente Señor de los poderes). En Isaías 48.2, por un lado tradujo, y por otro sencillamente transliteró cuando dice «kúrios sabaóth». En Zacarías 14.21, la Septuaginta vuelve a traducir con «kúrios pantokrátor» («Señor todopoderoso»), como en 1 Crónicas 11.9, aunque por razones sintácticas, aquí en caso dativo singular: « to kurío pantokrátori».       

La expresión «Señor de los ejércitos» en el Nuevo Testamento

La expresión griega y del Nuevo Testamento, «Señor de los ejércitos», y equivalente a la hebrea y del AT (Tanaj), «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»); ocurre sólo dos veces y en dos versículos bíblicos: Romanos 9.29 y Santiago (Jacobo) 5.4.

Romanos 9.29 “como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes.”

Santiago 5.4 “He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos.”

Ahora bien, hay que decir que tanto en Romanos 9.29 como en Jacobo (Santiago) 5.4, la expresión griega detrás de la expresión «Señor de los ejércitos», es la misma que empleó la Septuaginta en Isaías 48.2, o sea, «kúrios sabaóth». De todos modos, hay que decir que en Jacobo 5.4, por razones sintácticas, se la encuentra en caso genitivo: «kuríu sabaóth».

Una explicación de la expresión «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót») desde la Teología Sistemática

¿Cuál es el trasfondo del calificativo hebreo «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), y de su equivalente griego «kúrios pantokrátor» («kúrios sabaóth»)?

Desde la teología sistemática podemos observar el intento de despojar a la expresión en cuestión de su matiz guerrero, violento, y vengativo. Como ejemplo concreto e ilustrativo, traigo a colación la explicación que ofrece Luis Berkhof, cito:

“Existen especialmente tres opiniones:

1. Los ejércitos de Israel. Puede dudarse de lo correcto de este concepto. La mayor parte de los pasajes que se citan para sostener esta idea no comprueban tal afirmación; solamente tres de ellos contienen una aproximación de prueba, y son 1 Samuel 4.4; 17. 45; 2 Samuel 6. 2, en tanto que otro, 2 Reyes 19.31, es más bien desfavorable a tal concepto. En tanto que el plural tsebaoth se usa con frecuencia a los ejércitos de la nación israelita, cuando se habla de un ejército se le señala por medio del singular, lo cual va en contra de la noción, inherente a este concepto de que en el nombre Yahweh Tsebaoth, Tsebaoth se refiere al ejército de Israel. Además, es claro que en los Profetas, el nombre "Jehová de los Ejércitos" no se refiere a Jehová como el Dios de la guerra. Y si el significado del nombre cambia, ¿por qué cambia?

2. Las estrellas. Pero hablando del ejército del cielo la Escritura usa el singular y nunca el plural. Además, en tanto que a las estrellas se les llama el ejército del cielo, nunca se les designa como el ejército de Dios.

3. Los ángeles. Esta interpretación merece la preferencia. El nombre Yahweh tsebaoth se encuentra a menudo en relatos en que se mencionan ángeles 1 Samuel 4.4; 2 Samuel 6.2; Isaías 37. 16; Oseas 12.4, 5; Salmo 80. 1, 4, 7, 14, 19; Salmo 89: 68. Los ángeles se presentan, repetidamente, como un ejército que rodea el trono de Dios, Génesis 28.12; 32.2; Josué 5.14; 1 Reyes 22.19; Salmo 68.17; 103.21; 148.2; Isaías 6.2. Es cierto que también en este caso se usa generalmente el singular; pero ésta no es objeción grave, porque la Biblia también indica que había diversas clases de ángeles, Gen 32.2; Deuteronomio 33. 2; Salmo 68.17. Además esta interpretación está en armonía con el significado del nombre, que no tiene sabor guerrero, sino que expresa la gloria de Dios como Rey. Deuteronomio 33.2; 1 Reyes 22.19; Salmo 24.10; Isaías 6.3; 24. 23; Zacarías 14.16.

Jehová de los Ejércitos es, pues, Dios, como Rey de Gloria, que está rodeado por ejércitos de ángeles, Dios que gobierna el cielo y la tierra por el bien de su pueblo, y que recibe gloria de todas sus criaturas” («Teología Sistemática», páginas 41-42)

Evaluación de la interpretación y argumentos de Luís Berkhof

La tesis de Luís Berkhof es que en la expresión «Jehová de los ejércitos» («Señor de los ejércitos») la palabra “ejércitos” no hace referencia a los “ejércitos” de Israel. En consecuencia, no insinúa ni conlleva esta expresión que el Dios de Israel sea un Dios guerrero y vengativo.

Ahora bien, no podemos perder de vista que la premisa principal sobre la que descansan las conclusiones de Berkhof consiste en una sutil pero vana distinción entre el “ejército de Israel” (en singular), y los “ejércitos de Israel” en plural. A partir de esta hipótesis pasa a considerar las posibles referencias de la palabra “ejército” a las estrellas y astros, así como a los ángeles. Finalmente, se inclina Berkhof a favor de la hipótesis de que la expresión «Jehová de los ejércitos» («Señor de los ejércitos») refiere más bien a los ángeles.

Pasemos ahora a evaluar las hipótesis y argumentos de Luís Berkhof.

Uso en la Biblia de la expresión «ejército del cielo»

La expresión “ejercito del cielo” se la encuentra en la Biblia estrictamente en nueve ocasiones, en nueve versículos bíblicos, a saber:

Deuteronomio 4.19 “No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos.”

Referencia: las estrellas y los astros.

Deuteronomio 17.3 “Que hubiere ido y servido a dioses ajenos, y se hubiere inclinado a ellos, ya sea al sol, o a la luna, o a todo el ejército del cielo, lo cual yo he prohibido.”

Referencia: las estrellas y los astros.

Jeremías 8.2 “Y los esparcirán al sol y a la luna y a todo el ejército del cielo, a quienes amaron y a quienes sirvieron, en pos de quienes anduvieron, a quienes preguntaron, y ante quienes se postraron. No serán recogidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra”.

Referencia: las estrellas y los astros.

Jeremías 19.13 “Las casas de Jerusalén, y las casas de los reyes de Judá, serán como el lugar de Tofet, inmundas, por todas las casas sobre cuyos tejados ofrecieron incienso a todo el ejército del cielo, y vertieron libaciones a dioses ajenos.”

Referencia: las estrellas y los astros.

Jeremías 33.22 “Como no puede ser contado el ejército del cielo, ni la arena del mar se puede medir, así multiplicaré la descendencia de David mi siervo, y los levitas que me sirven.”

Referencia: las estrellas y los astros.

Daniel 4.35 “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?

Referencia: las estrellas y los astros.

Daniel 8.10 “Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó”.

Referencia: las estrellas y los astros.

Sofonías 1.5 “Y a los que sobre los terrados se postran al ejército del cielo, y a los que se postran jurando por Jehová y jurando por Milcom.”

Referencia: las estrellas y los astros.

Hechos 7.42 “Y Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios En el desierto por cuarenta años, casa de Israel?”

Referencia: las estrellas y los astros.

En resumen, las nueve (9) veces que se encuentra en la Biblia la expresión “ejército del cielo” hace referencia estrictamente a las estrellas y los astros. En ninguna ocasión a los ángeles.

Uso en la Biblia de la expresión «ejército de los cielos»

La expresión “ejército de los cielos” se la encuentra en la Biblia once veces, en once versículos bíblicos, y todas en el AT, a saber:

1 Reyes 22.19 “Entonces él dijo: Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda.”

Referencia: Discutida.

Comentario: No hay uniformidad entre los estudiosos respecto de la referencia de la expresión “ejercito de los cielos” en este pasaje. Por ejemplo, mientras que la «Biblia del peregrino de estudio» (de Luís Alonso Schokel) la entiende como haciendo referencia a los astros del cielo, vistos como personajes de un ejército celeste al servicio inmediato de del Señor; por otro lado, la «Biblia de Jerusalén 1998» la interpreta como haciendo referencia a los ángeles como conformando la corte de Yahvé. De todos modos, es notorio el que prácticamente todas las versiones castellanas de la Biblia hayan optado por evitar traducir por equivalencia dinámica la expresión “ejercito de los cielos”.

2 Reyes 17.16 “Dejaron todos los mandamientos de Jehová su Dios, y se hicieron imágenes fundidas de dos becerros, y también imágenes de Asera, y adoraron a todo el ejército de los cielos, y sirvieron a Baal.”

Referencia: Las estrellas

2 Reyes 21.3 “Porque volvió a edificar los lugares altos que Ezequías su padre había derribado, y levantó altares a Baal, e hizo una imagen de Asera, como había hecho Acab rey de Israel; y adoró a todo el ejército de los cielos, y rindió culto a aquellas cosas”.

Referencia: Las estrellas

2 Reyes 21.5 “Y edificó altares para todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Jehová”.

Referencia: Las estrellas

2 Reyes 23.4 “Entonces mandó el rey al sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo orden, y a los guardianes de la puerta, que sacasen del templo de Jehová todos los utensilios que habían sido hechos para Baal, para Asera y para todo el ejército de los cielos; y los quemó fuera de Jerusalén en el campo del Cedrón, e hizo llevar las cenizas de ellos a Bet-el”.

Referencia: Las estrellas

2 Reyes 23.5 “Y quitó a los sacerdotes idólatras que habían puesto los reyes de Judá para que quemasen incienso en los lugares altos en las ciudades de Judá, y en los alrededores de Jerusalén; y asimismo a los que quemaban incienso a Baal, al sol y a la luna, y a los signos del zodíaco, y a todo el ejército de los cielos.”

Referencia: Las estrellas

2 Crónicas 18.18 “Entonces él dijo: Oíd, pues, palabra de Jehová: Yo he visto a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su mano derecha y a su izquierda.”

Referencia: Los ángeles

2 Crónicas 33.3 “Porque él reedificó los lugares altos que Ezequías su padre había derribado, y levantó altares a los baales, e hizo imágenes de Asera, y adoró a todo el ejército de los cielos, y les rindió culto.”

Referencia: Las estrellas

2 Crónicas 33.5 “Edificó asimismo altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Jehová.”

Referencia: Las estrellas

Isaías 24.21 “Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra.”

Referencia: Discutida.

Comentario: No hay uniformidad entre los estudiosos respecto de la referencia de la expresión “ejercito de los cielos” en este pasaje. Por ejemplo, mientras que la versión popular Dios Habla Hoy Biblia de estudio, la entiende como haciendo referencia a los astros del cielo; el «Nuevo Comentario Siglo 21» (Editorial Mundo Hispano) la interpreta como haciendo referencia a los ángeles, cito: “El ejército de lo alto significaría en algún contexto no otra cosa que “estrellas” (cf. 40.26); pero aquí, como contraparte de los reyes de la tierra, sentenciados a prisión y a ser castigados (cf. 2 Pedro 2.4) se refiere sin duda a los “espíritus de maldad en los lugares celestiales” (Ef. 6.12). La referencia más completa a tales seres en el AT la tenemos en Dan. 10.2-21; cf. tal vez Salmo 82.”

Por su parte, el «Comentario Bíblico San Jerónimo» la entiende como haciendo referencia a las estrellas y los astros, cito: “21. Las huestes de los cielos: El sol, la luna, las estrellas: cuerpos celestes que frecuentemente recibían culto, incluso por parte de los israelitas (Deuteronomio 4.19; 2 Reyes 17.16).”

Isaías 34.4 “Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera.”

Referencia: Las estrellas

En resumen, de las once veces que aparece la expresión “ejército de los cielos”, ocho hacen referencia a las estrellas; una hace referencia a los ángeles, y en dos ocasiones su referencia está en discusión.

La expresión “ejércitos del cielo” (“ejército” en plural) sencillamente no se la encuentra en la Biblia, y de eso está muy consciente Luís Berkhof, por lo que dice “Es cierto que también en este caso se usa generalmente el singular; pero ésta no es objeción grave…”

En conclusión, si bien encontramos en la Biblia la expresión “ejército del cielo” (referencia sólo a las estrellas y los astros), así como la expresión “ejércitos de los cielos” (a las estrellas, astros, incluso los ángeles); lo cierto es que en ninguna ocasión se encuentra en la Biblia en plural («ejércitos del cielo» o de los cielos», o «ejércitos del cielo o los cielos»).

Es claro que este factor es un serio obstáculo para la hipótesis de Luís Berkhof de que la palabra “ejército” en «Jehová de los ejércitos» («Señor de los ejércitos») no señala a Dios como un ser guerrero, vengador y castigador; puesto que supuestamente lo señala más bien “como Rey de Gloria, que está rodeado por ejércitos de ángeles, el Dios que gobierna el cielo y la tierra por el bien de su pueblo, y que recibe gloria de todas sus criaturas.”

En verdad resulta llamativo el que Luís Berkhof apelara al singular “ejército de Israel” para tratar de descartar cualquier matiz violento de la expresión «Jehová de los ejércitos» («Señor de los ejércitos»); sin embargo, no fuera consistente al ver que la palabra “ejército” tampoco se usa en plural ni siquiera en una ocasión, en relación a las estrellas y astros, y con relación a los ángeles.

De todos modos parece que efectivamente Berkhof fue consciente de esta dificultad, aunque trató, sin éxito, de minimizarla, cito: “Es cierto que también en este caso se usa generalmente el singular; pero ésta no es objeción grave”. También reconoce Berkhof que “en tanto que a las estrellas se les llama el ejército del cielo, nunca se les designa como el ejército de Dios.”

Uso en la Biblia de la palabra «ejército» en conexión a la milicia del pueblo de Israel

La expresión en singular, «ejército de Israel» apenas se la encuentra en todo el AT en apenas seis ocasiones, en seis versículos bíblicos, a saber:

1 Samuel 28.19 “Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos”.

2 Samuel 20.23 “Así quedó Joab sobre todo el ejército de Israel, y Benaía hijo de Joiada sobre los cereteos y peleteos”.

1 Reyes 2.5 “Ya sabes tú lo que me ha hecho Joab hijo de Sarvia, lo que hizo a dos generales del ejército de Israel, a Abner hijo de Ner y a Amasa hijo de Jeter, a los cuales él mató, derramando en tiempo de paz la sangre de guerra, y poniendo sangre de guerra en el talabarte que tenía sobre sus lomos, y en los zapatos que tenía en sus pies.”

1 Reyes 2.32 “Y Jehová hará volver su sangre sobre su cabeza; porque él ha dado muerte a dos varones más justos y mejores que él, a los cuales mató a espada sin que mi padre David supiese nada: a Abner hijo de Ner, general del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Jeter, general del ejército de Judá.”

2 Crónicas 25.7 “Mas un varón de Dios vino a él y le dijo: Rey, no vaya contigo el ejército de Israel; porque Jehová no está con Israel, ni con todos los hijos de Efraín.”

2 Crónicas 25.9 “Y Amasías dijo al varón de Dios: ¿Qué, pues, se hará de los cien talentos que he dado al ejército de Israel? Y el varón de Dios respondió: Jehová puede darte mucho más que esto.”

En cambio, la expresión, en plural, «ejércitos de Israel» nunca se usó en la Biblia. No obstante, este hecho no valida la tesis de Berkhof, todavía hay otros elementos a considerar y que el propio Berkhof ignoró.

En primer lugar, aunque Israel con la monarquía logró ciertos niveles de unificación, lo cierto es que para antes de la monarquía, cada tribu contaba con su particular y propio ejército, que no eran más que los mismos hombres en el vigor de sus fuerzas. Ahora bien, es claro que en el período de la conquista fue precisamente el contexto en que se desarrolló la idea de «Jehová de los ejércitos» («Señor de los ejércitos»). Y en este contexto precisamente es la idea del plural «ejércitos» la que domina. Consideremos las pistas siguientes. Números 10.13, 14, 18, 22, 25, 28.

“13Partieron la primera vez al mandato de Jehová por medio de Moisés. 14La bandera del campamento de los hijos de Judá comenzó a marchar primero, por sus ejércitos; y Naasón hijo de Aminadab estaba sobre su cuerpo de ejército.”
“18Luego comenzó a marchar la bandera del campamento de Rubén por sus ejércitos; y Elisur hijo de Sedeur estaba sobre su cuerpo de ejército.”
“22Después comenzó a marchar la bandera del campamento de los hijos de Efraín por sus ejércitos; y Elisama hijo de Amiud estaba sobre su cuerpo de ejército.”
“25Luego comenzó a marchar la bandera del campamento de los hijos de Dan por sus ejércitos, a retaguardia de todos los campamentos; y Ahiezer hijo de Amisadai estaba sobre su cuerpo de ejército.”
“28Este era el orden de marcha de los hijos de Israel por sus ejércitos cuando partían.”

Me parece muy pertinente aquí la opinión de R. de Vaux, cito: “Entre los nómadas, el ejército no se distingue del pueblo: todo hombre en el vigor de sus fuerzas puede tomar parte en expediciones de pillaje — razzias — y debe estar dispuesto a defender contra el enemigo los bienes y los derechos de su tribu, bajo la dirección del seih o de un jefe valeroso. Por lo regular, cada tribu obra por cuenta propia, pero a veces varias tribus se unen para una acción común. Existen costumbres de guerra y reglas de combate, pero no hay organización militar estable. Es muy probable que sucediese esto mismo cuando Israel hacía todavía vida seminómada, pero resulta difícil reconocer la situación real a que se refieren las relaciones del Éxodo y de los Números. La imagen de un pueblo en armas que sale de Egipto, Éxodo 12.37; 13,18; 14.19-20, que marcha y acampa en el desierto en formación ordenada, Números 1.3,20,22...; 2.1-31; 10.11-28, es reflejo idealizado de una época posterior en que el pueblo, ya unificado, era llamado a las armas en caso de peligro nacional” («Instituciones del AT», páginas 292-293).

Ciertamente hay algunos textos que ponen en evidencia la fragilidad militar de los hebreos frente a sus adversarios cananeos, por ejemplo:

“Y los hijos de José hablaron a Josué, diciendo: ¿Por qué nos has dado por heredad una sola suerte y una sola parte, siendo nosotros un pueblo tan grande, y que Jehová nos ha bendecido hasta ahora? 15Y Josué les respondió: Si sois pueblo tan grande, subid al bosque, y haceos desmontes allí en la tierra de los ferezeos y de los refaítas, ya que el monte de Efraín es estrecho para vosotros. 16Y los hijos de José dijeron: No nos bastará a nosotros este monte; y todos los cananeos que habitan la tierra de la llanura, tienen carros herrados; los que están en Bet-seán y en sus aldeas, y los que están en el valle de Jezreel. 17Entonces Josué respondió a la casa de José, a Efraín y a Manasés, diciendo: Tú eres gran pueblo, y tienes grande poder; no tendrás una sola parte, 18sino que aquel monte será tuyo; pues aunque es bosque, tú lo desmontarás y lo poseerás hasta sus límites más lejanos; porque tú arrojarás al cananeo, aunque tenga carros herrados, y aunque sea fuerte” (Josué 17.14-18)

“Y Jehová estaba con Judá, quien arrojó a los de las montañas; mas no pudo arrojar a los que habitaban en los llanos, los cuales tenían carros herrados” (Jueces 1.19)

“Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac” (Números 13.28

“13Y reunió Sísara todos sus carros, novecientos carros herrados, con todo el pueblo que con él estaba, desde Haroset-goim hasta el arroyo de Cisón” (Jueces 4.13)

En segundo lugar, el uso de la palabra «escuadrones» (en plural, hebreo «maarajót», singular, «maarajáh»). Pasajes significativos son:

1 Samuel 17.8 “Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí.”

1 Samuel 17.26 “Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?”

1 Samuel 17.45 “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.”

Observación: Por 1 Samuel 17.45 podemos ver que la expresión «Jehová de los ejércitos» («Señor de los ejércitos») es equivalente a la expresión «Dios de los escuadrones de Israel» («elojei ma‘arejót»; la Septuaginta: «theú paratáxeos»).

En tercer lugar, a pesar de la negativa de Berkhof, lo cierto es que resulta imposible pretender eliminar la imagen de un ser guerrero, vengativo, castigador en el uso de la expresión «Jehová de los ejércitos» («Señor de los ejércitos») en los siguientes pasajes representativos:

1 Samuel 15.2 “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto.”

1 Samuel 17.45 “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.”

Salmo 46.7 “Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah” (idea que se repite en el versículo 11)

Isaías 1.24 “Por tanto, dice el Señor, Jehová de los ejércitos, el Fuerte de Israel: Ea, tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios.”

Isaías 8.13 “A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo.”

Isaías 31.4 “Porque Jehová me dijo a mí de esta manera: Como el león y el cachorro de león ruge sobre la presa, y si se reúne cuadrilla de pastores contra él, no lo espantarán sus voces, ni se acobardará por el tropel de ellos; así Jehová de los ejércitos descenderá a pelear sobre el monte de Sion, y sobre su collado.”

Jeremías 2.19 “Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos.”

Jeremías 11.17 “Porque Jehová de los ejércitos que te plantó ha pronunciado mal contra ti, a causa de la maldad que la casa de Israel y la casa de Judá han hecho, provocándome a ira con incensar a Baal.”

Jeremías 11.20 “Pero, oh Jehová de los ejércitos, que juzgas con justicia, que escudriñas la mente y el corazón, vea yo tu venganza de ellos; porque ante ti he expuesto mi causa.”

Jeremías 11:22 “Así, pues, ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los castigaré; los jóvenes morirán a espada, sus hijos y sus hijas morirán de hambre.”

Jeremías 19.3 “Dirás, pues: Oíd palabra de Jehová, oh reyes de Judá, y moradores de Jerusalén. Así dice Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo traigo mal sobre este lugar, tal que a todo el que lo oyere, le retiñan los oídos.”

Jeremías 29.17 “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí envío yo contra ellos espada, hambre y pestilencia, y los pondré como los higos malos, que de tan malos no se pueden comer.”

Malaquías 2.2 “Si no oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehová de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido de corazón.”

Jueces 4.14-15 “14Entonces Débora dijo a Barac: Levántate, porque este es el día en que Jehová ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti? Y Barac descendió del monte de Tabor, y diez mil hombres en pos de él. 15Y Jehová quebrantó a Sísara, a todos sus carros y a todo su ejército, a filo de espada delante de Barac; y Sísara descendió del carro, y huyó a pie.”

En cuarto lugar, la afirmación de que era «Jehová» («YHVH», «el Señor») quien peleaba por Israel

Éxodo 14.25 “Y quitó las ruedas de sus carros, y los trastornó gravemente. Entonces los egipcios dijeron: Huyamos de delante de Israel, porque Jehová pelea por ellos contra los egipcios”

Deuteronomio 3.22 “No los temáis; porque Jehová vuestro Dios, él es el que pelea por vosotros”

Josué 23.10 “Un varón de vosotros perseguirá a mil; porque Jehová vuestro Dios es quien pelea por vosotros, como él os dijo”

1 Samuel 25.28 “Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti en tus días”

2 Samuel 22.40 “Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea; Has humillado a mis enemigos debajo de mí” (paralelo Salmo 18.39)

Salmo 35.1 “Disputa, oh Jehová, con los que contra mí contienden; Pelea contra los que me combaten”

Nehemías 4.20 “En el lugar donde oyereis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros”

En quinto lugar, la existencia de «el libro de las batallas de Jehová» («el libro de las batallas de YHVH»)

A propósito, en el contexto de la llamada “guerra santa”, R. de Vaux afirma: “En todos los pueblos antiguos, la guerra estaba asociada con actos religiosos: se emprendía por orden de los dioses, o por lo menos con su aprobación significada por los presagios, iba acompañada de sacrificios, se llevaba a cabo con la ayuda de los dioses, que otorgaban la victoria y a los que se daba gracias mediante la ofrenda de una parte del botín.

Las guerras de Israel son, en efecto, las guerras de Yahveh, 1 Sam 18.17; 25.28, y el Libro de tas guerras de Yahveh, Números 21.14, que se ha perdido, cantaba la epopeya nacional. Los enemigos son los enemigos de Yahveh, Jueces 5.31; 1 Samuel 30.26; cf. Éxodo 17.16. Antes de partir se le ofrece un sacrificio, 1 Sam 7.9; 13.9, 12, pero sobre todo se le consulta, Jueces 20.23, 28; 1 Samuel 14.37; 23.2, 4, por medio del efod y de las suertes sagradas, 1 Samuel 23.9s; 30.7s, y Él es quien decide la guerra. Él mismo marcha a la cabeza del ejército, Jueces 4.14; 2 Samuel 5.24; cf. Deuteronomio 20.4” («Instituciones del Antiguo Testamento», páginas 346 y 357).

Finalmente, creo que también es oportuna aquí la opinión de Juan Luís de León Azcárate que afirma: “La imagen de Yahvé como guerrero tiene claras influencias del antiguo Oriente Próximo, y en particular de divinidades cananeas como Baal y El. El ardor guerrero con que se describe a Yahvé en Isaías 63-1-6, donde ejerce como «vengador de sangre» de su pueblo Israel contra Edom, símbolo de todas las naciones enemigas de Israel (compárese Isaías 34; Jeremías 49; Ezequiel 35-36, recuerda bastante a un texto ugarítico que presenta a la diosa Anat igualmente como guerrera y destructora… En el antiguo Oriente Próximo son frecuentes las divinidades, tanto femeninas como masculinas, descritas con rasgos guerreros” («Dignidad humana y violencia en el AT: el doble rostro de Yahvé», Cuadernos de Teología Deusto, 2003, página 53, 54 y 55).

En consecuencia, ante el cúmulo de evidencias presentadas contra los argumentos y la hipótesis de Luís Berkhof y otros, de que la palabra «ejército» en la expresión «Jehová de los ejércitos» («Señor de los ejércitos») refiere más bien a los «ángeles» como el «ejército del cielo»; no queda otra opción que afirmar, categóricamente, que el título (o “nombre” según algunos) «Jehová de los ejércitos» o «Señor de los ejércitos», describe a Dios como un ser guerrero, violento, vengativo y castigador.

La expresión «Jehová de los ejércitos» y la historia deuteronomista

En su análisis de la teología de la historia deuteronomista (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes), Antonio González Lamadrid sostiene: “La caída del reino del norte en el año 722 y la del reino del sur en el año 587, con las consiguientes deportaciones de las clases más cualificadas del pueblo, significaron para Israel un rudo golpe con repercusiones de alcance político, social, económico y sobre todo, religioso. Concretamente, la destrucción de Jerusalén y el destierro a Babilonia herían profundamente la conciencia israelita y planteaban un problema de fe. ¿No había comprometido Dios su palabra a favor de la permanencia eterna de la dinastía davídica? ¿No había refrendado con juramento la promesa de la tierra? ¿No era Jerusalén ciudad santa e inviolable, elegida por el Señor para hacer habitar en ella su nombre? Los hechos parecían desmentir todas estas promesas. La decepción y el escepticismo minaban la fe israelita” («Historia deuteronomista y el Deuteronomio», en «Historia, Narrativa, Apocalíptica», página 29).

Continúa Lamadrid diciendo: “Una vez establecida en Deuteronomio la correlación fidelidad a alianza = permanencia en la tierra, infidelidad a la alianza = expulsión de la tierra, ya tiene el deuteronomista en su mano una buena vara para medir, para someter a examen la historia y ver si esta da o no la medida. Es lo que va a hacer a lo largo de los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. El balance final será claramente negativo. Desde la entrada en Canaán hasta el destierro, la historia de Israel es una secuencia creciente de infidelidades y transgresiones” (obra citada, página 31).

Ahora bien, en el contexto de la teología de la historia deuteronomista es cuando vemos al Dios de Israel aparecer como el que lucha por su pueblo, el que pelea por él y el que le otorga la tierra, por un lado; y por otro lado, como el castigador de su pueblo, cuando éste ha faltado a la alianza.

No obstante, la pregunta es si posteriormente, en la historia del pueblo hebreo, se mantendrían vigentes las premisas de la teología de la historia deuteronomista.

Por ejemplo, la idea de Jehová (el Señor), como «Jehová de los ejércitos» está ausente en el período de la rebelión macabea contra los seléucidas (166 al 142 a.C.).

Por otro lado, Emil Ludwing Fackenheim («La presencia de Dios en la historia»), sostiene: “La seriedad es puesta a prueba cuando uno se expone a situaciones de crisis. La fe judía y el pensamiento rabínicos se vieron puestos a prueba de manera incomparable cuando, el año 70 d.C., el Templo fue destruido por Tito, y todavía más cuando, después de la revuelta de Bar Kosba, Adriano transformó Jerusalén en una ciudad pagana (135 d.C.)… Pero una respuesta obvia a este conflicto evidente había consistido siempre en considerar el sufrimiento como castigo merecido, y en los primero libros de la Biblia –sobre todo en Jueces –esta respuesta había parecido completamente adecuada. Desde luego, esto ya no era así en los últimos libros de la Biblia (el AT). Pero el libro de Job cuestiona esta respuesta sólo en atención al individuo; y aunque el profeta Jeremías protesta contra la prosperidad del malvado (Jeremías 12.1), también es capaz de ver la destrucción del primer Templo como un castigo querido por Dios, y al tirano Nabucodonosor como azote de la ira de Dios e instrumento suyo (Jeremías 25.9; 27.6; 43.10). No obstante, ningún rabino describió a Tito como instrumento de Dios. Ningún rabino entendió la paganización de Jerusalén como un suceso querido por Dios” (página 52).

También sostiene Fackenheim: “Así, la segunda destrucción del Templo, como la primera, fue considerada como un caso de castigo merecido; y el castigo, entonces, como antes, se hizo soportable porque el arrepentimiento terminaría con el exilio del mismo modo que el pecado lo había causado. Sin embargo, el vasto imperio romano era absurdamente desproporcionado en relación a los pecados de un puñado de judíos; y el arrepentimiento de ese puñado se había de atribuir ridículamente consecuencias en el plano de la historia universal. Considerada en sí misma y absolutizada, esta respuesta era completamente inadecuada; estaba abocada a producir la opinión de que Dios había destruido su santuario sin causa justificada, y que ahora se hallaba distante e indiferente. El concepto de pecado era insuficiente para explicar el curso de los acontecimientos” (obra citada, página 53).

Con relación al holocausto, en el que también parece estar ausente la idea de «Jehová de los ejércitos» («Señor de los ejércitos»). Fackenheim afirma: “Y aunque sea un hecho documentado que incontables judíos piadosos murieron en Auschwitz con el Shemá Israel en los labios, no está menos documentado el hecho de que, aunque las máquinas nazis de asesinar en ocasiones se estropeaban, los asesinos no” (obra citada, página 124).

La expresión «Jehová shalóm» («Adonay shalóm»)

Ante la cruda realidad admitida con relación a las ideas que originalmente se asocian con la expresión «Jehová de los ejércitos» («Señor de los ejércitos»), es posible que algunas personas piensen que, por lo menos, existe una expresión que viene a ser, quizás, su principal antítesis, o sea, «Jehová shalóm» («Adonay shalóm»), que igualmente tiene presencia en la Biblia.

Ahora bien, llama la atención que ante las 259 veces en que se encuentra en la Biblia la expresión «Jehová de los ejércitos», «Señor de los ejércitos» (sólo en el AT); la expresión «Jehová shalom» («Adonay shalóm»: el Señor es mi paz), sólo curre una sola vez en toda la Biblia (igualmente en el AT). Pues bien, esa única presencia la encontramos en Jueces 6.24, cito: “Y edificó allí Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-salom («Adonay shalóm»); el cual permanece hasta hoy en Ofra de los abiezeritas.” Por su parte, la Septuaginta tradujo aquí «’Eiréne kuriú»: «la Paz del Señor».

Por otro lado, es cierto que en la Biblia hebrea (el texto hebreo masorético), encontramos la expresión hebrea «Adonay shalóm» en otros dos textos: Jueces 6.23 y Jeremías 23.17. Lo interesante es que en estos dos últimos textos, la expresión tiene más bien un uso distinto y no propiamente afirmativo, en otras palabras, que no se usa dicha expresión para describir el carácter de Dios.

Consideremos, en primer lugar, a Jueces 6.23: “Pero Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás”. En este pasaje, según la sintaxis común del hebreo, el orden es el siguiente: “Dijo a él, Adonay (YHVH) shalóm (paz) lejá (a ti)”. En consecuencia, vemos que ocurren juntas “YHVH” (Adonay) y “shalóm” (paz), pero en realidad no, pues al entender la sintaxis hebrea, lo que vemos en realidad es: “Adonay le dijo: shalom lejá, o sea, “paz a ti” (la paz sea contigo). La Septuaginta: «éipen autó kúrios Eiréne soí», o sea, “le dijo a él, el Señor: Paz a ti” (la paz sea contigo).

Analicemos ahora el segundo texto, o sea, Jeremías 23.17 “Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros.”

Aquí se da exactamente la misma situación que en Jueces 6.23. En realidad en el texto hebreo se ven juntas, una detrás de la otra, las palabras «Adonay» y «shalóm» (paz). Pero en realidad, sintácticamente no van juntas, pues la idea que comunica el hebreo es más bien: «Adonay» dijo: «shalóm» (paz) tendréis.

En conclusión, «Adonay shalóm» (el Señor es paz), una sola mención en toda la Biblia, en el AT, no compite con «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos» (259 menciones igualmente en la Biblia, sólo en el AT).

Análisis y consideración de la expresión «Dios de paz» («jo theós tes eirénes») en el Nuevo Testamento

Esta es una expresión propia del NT, no se la encuentra en el AT. Ocurre seis veces en el NT. También es legítimo agregar a esta lista dos pasajes que de una manera indirecta hacen referencia a la misma idea (1 Corintios 14.33 y 2 Tesalonicenses 3.16). A continuación los pasajes donde se la encuentra.

Romanos 15:33 “Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.”

Romanos 16.20 “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.”

2 Corintios 13.11 “Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.”

Filipense 4.9 “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.”

1 Tesalonicenses 5.23 “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”

Hebreos 13.20 “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno.”

1 Corintios 14.33 “Pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz.”

2 Tesalonicenses 3.16 “Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros.”

Conclusiones:

1) La expresión «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos», describe y presenta a Dios como un ser violento, guerrero, vengativo y castigador.

2) La expresión «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos», surge y se explica muy bien dentro de la teología de la historia deuteronomista (Josué, Jueces, Samuel y Reyes).

3) La expresión «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos», tiene una destacada prominencia en la historia deuteronómica (Josué, Jueces, Samuel y Reyes), en el contexto de la «guerra santa» en el período de la conquista de Canaan por el pueblo hebreo.

4) El uso posterior de dicha expresión evoca algunas reminiscencias relacionadas con el período de la conquista y el establecimiento del pueblo hebreo en las tierras de lo cananeos, como parte de su historia patria.

5) La expresión «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos», es propia del Antiguo Testamento. Las 259 veces en que ocurre en la Biblia, ni una sola se halla en el Nuevo Testamento.

6) Hay en el Nuevo Testamento una expresión equivalente a «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos», y es «Señor de los ejércitos» (el griego: «kúrios sabaóth»). A esta se la encuentra en el NT en apenas dos ocasiones, Romanos 9.29 y Santiago (Jacobo) 5.4.

7) La imagen de «YHVH» como guerrero tiene claras influencias del antiguo Oriente Próximo, y en particular de divinidades cananeas como Baal y El.

8) El ardor guerrero con que se describe a «YHVH» en Isaías 63-1-6, donde ejerce como «vengador de sangre» de su pueblo Israel contra Edom, símbolo de todas las naciones enemigas de Israel (compárese Isaías 34; Jeremías 49; Ezequiel 35-36, recuerda bastante a un texto ugarítico que presenta a la diosa Anat igualmente como guerrera y destructora.

9) La expresión «Adonay shalóm» (el Señor es paz), con una mención en la Biblia (en el AT), no compite con «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos» (259 menciones en todo el AT, y dos equivalentes en el NT).

10) La historia del pueblo hebreo, al margen de los relatos de la conquista dentro de la historia deuteronómica; no parece confirmar la idea de «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos».

11) No todo el AT comparte las premisas de la historia deuteronomista respecto a la ley de la retribución, idea que supone que la fidelidad del pueblo habrá de traerle tiempos de paz y prosperidad; pero la infidelidad, tiempos difíciles y catastróficos.

12) Tampoco parece probar este concepto la historia posterior a los tiempos del AT.

13) A la luz de los datos del NT, comenzando por la actitud de Jesús frente a la violencia (especialmente en el sermón de la montaña, y el tenor general de su doctrina), seguida por el uso de la expresión «Dios de paz» («jo theós tes eirénes»), que es propia del NT; los cristianos estamos llamados a asumir una postura crítica a la insistencia del empleo actual y futuro de la expresión «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos», expresión que, por cierto, no formó parte del vocabulario de Jesús.

14) Una cosa es reconocer que la expresión «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos», real y efectivamente tiene una verdadera presencia en la Biblia (y muy notable por cierto, hecho que nadie puede negar); y otra cosa, pretender justificar su uso hoy, ignorando el contexto en que surgió y las ideas que originalmente se asociaban con ella.

15) La expresión «YHVH tsebaót» («Adonay tsebaót»), «Señor de los ejércitos», está estrechamente ligada a la llamada ley de la retribución, concepto que entra en crisis en la Biblia misma (Job y Eclesiastés, por ejemplo); idea que, por cierto, fue recibiendo un matiz radicalmente escatológico.

16) La historia del pueblo hebreo como tal y la historia de la fe cristiana, ponen bajo serio cuestionamiento la idea de que «el Señor», el Dios de la Biblia, sea precisamente violento, castigador, guerrero y vengativo.

17) Ciertamente no es justificable el apelar hoy a los relatos de la historia deuteronómica de la conquista, con todas sus tramas y luchas cruentas, para justificar la violencia hoy. No importa quién (persona o grupo humano) pretenda ejercerla y sobre quién (persona, grupo humano, ser vivo animal o vegetal, en fin el medio ambiente en general, etc.) pretenda ejercerla.

Conclusión final: La imagen de Dios sustentada por Jesús es la de un Dios perdonador, misericordioso, y bondadoso. Un Dios que es capaz de sustentar su creación de manera bondadosa, y que hasta hace salir el sol, y hace la lluvia caer sobre justos e injustos, malos y buenos (Mateo 5.43-48).

Desde la perspectiva de Jesús, estamos llamados a ser constructores de paz, pacificadores, y misericordiosos (Mateo 5.7 y 9).

Por su parte, Santiago (Jacobo) nos invita a evitar incluso el maldecir a nuestro semejante, sobre la base de que, al margen de las diferencias de color, raza, religión, credo, cultura, ideología, sexo, etc.), todos los seres humanos hemos sido creados a la imagen del creador (Santiago 3.9).

Finalmente, una muestra indiscutible, en el contexto cristiano, de que conocemos a Dios y nos preocupamos por guardar sus mandamientos, es precisamente el hecho de mostrar un amor genuino por nuestros semejantes; al fin y al cabo, para la teología joánica, Dios es amor. Y la violencia, no importa su tipificación, es contraria al amor:

“7Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. 8El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 9En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 10En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 11Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. 12Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros” (1 Juan 4.7-12; 1 Juan 3.11-18).

“20Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4.20-21).

Nota al margen: Dado que inicié este trabajo haciendo cierta referencia al conflicto occidente versus cultura islámica, si bien el conflicto entre USA y Al-Qaida no es propiamente un conflicto entre occidente y el Islam. De todos modos, no es menos cierto que ese es el enfoque que muchas veces se le da, por un lado; mientras que, por el otro, parece imposible despejar del todo algunos prejuicios que tiene occidente respecto de la cultura islámica, y viceversa. No quiero, pues, concluir sin hacer algunas puntualizaciones respecto de este problema.

Al respecto, Giovanni Sartori («La democracia en 30 lecciones») plantea: “El nudo que hay que deshacer es- en última instancia-, cuál de los dos es el invasivo, si el Islam respecto a Occidente, u Occidente respecto del Islam” (página 115).

Continua Sartori diciendo: “Mi idea es que, sin querer, los invasores iniciales e iniciadores fuimos nosotros. Es una tesis que recojo de Toynbee, el mayor experto en la cuestión, que escribe lo siguiente: «Por primera vez en la historia de la humanidad surgió una civilización de carácter planetario que no conoce fronteras. Su potencia de expansión es prácticamente ilimitada, lo que la convierte, más allá y al margen de cualquier intención, en intrínsecamente imperialista». Sigo citando: «La civilización occidental ha asediado literalmente a las demás civilizaciones y las ha colocado ante un desafío de enormes proporciones que posee la capacidad de agredir el código genético de las ‘culturas ajenas’» (páginas 115 y 116).

Respecto a la visión de Occidente de este problema, Giovanni Sartori concluye: “La respuesta de Occidente a este problema es en parte contraproducente y en parte ingenua. Me refiero a la idea de que nosotros tenemos que encargarnos de la misión civilizadora de instalar la democracia en tierras islámicas. Así, mientras nos convencemos a nosotros de que tenemos que liberar al Islam, el musulmán percibe esa liberación como una agresión –destrucción cultural” (páginas 116 y 117).

¡Dios nos ayude a amarnos, no de labios, sino de corazón, y a expresar este amor en relaciones saludables y pacíficas con nuestros semejantes, así también con los animales, la vegetación y en general con todo el medio ambiente!




¡Hasta la próxima!