La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y protestantes

La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y protestantes

Por Héctor Benjamín Olea Cordero
Presidente del Instituto Dominicano de Ciencias Bíblicas IDCB, Inc.

El que hoy tengamos distintas lecturas de la misma Biblia, una católica, luterana, anglicana, adventista, reformada, pentecostal, bautista, wesleyana, calvinista, etc., pone en evidencia que el principio emblemático de los reformadores, el de “Sola Escritura,” no pasó de ser una mera ilusión.
La Reforma Protestante pretendió liberar la Biblia del magisterio eclesiástico, pero lo que logró fue la multiplicación de tales magisterios; y esto, en verdad, no es esencialmente negativo.
Cada iglesia o movimiento que halla su origen en la Reforma Protestante ha venido a constituir, igual que la Iglesia Católica, su propio magisterio eclesiástico, bajo la orientación del cual se ha de practicar una lectura de la Biblia que se considere legítima y válida (¿sólo para dicho grupo?)
A la luz de esta realidad, el común método de acercamiento a la Biblia y de hacer reflexión teológica es el siguiente: Por un lado, la Biblia es fuente y, aparente materia prima, del sistema teológico, sus premisas y conclusiones; pero por otro lado, la Biblia es leída sólo a la luz de las premisas y conclusiones de dicho sistema.
Por tal razón, cuando una corriente o expresión del cristianismo protestante va a exponer su propio punto de vista respecto de una determinada doctrina (principalmente en los casos de doctrinas y posiciones teológicas que no han logrado un total consenso, como el tema de la predestinación, los grandes temas escatológicos, el lavatorio de pies, la frecuencia de la santa cena, el uso de los dones, la ordenación de la mujer, etc.); se nota que la lista de pasajes bíblicos que usa dicha corriente teológica para fundamentar su punto de vista es diferente a la lista que usa la escuela (¿iglesia?) que le adversa. Es más, en la mayoría de las veces parecería que están usando Biblias diferentes (cánones diferentes), a pesar de que uno sabe que casi siempre (por no decir todas las veces) están empleando la misma Biblia (el mismo canon, aunque sí utilicen distintas versiones de la Biblia).
Entonces, la conclusión lógica es que sólo se es coherente y bíblico si alguien lee la Biblia desde la perspectiva de una corriente determinada y se concluye en ese análisis bíblico validando las suposiciones, premisas y conclusiones de dicha corriente.
Lo penoso es que este matiz caracteriza, por lo general, a toda corriente de pensamiento teológico. Por eso es que insistimos en que la Biblia no fue escrita desde la perspectiva de las corrientes teológicas conocidas y surgidas con posterioridad a los textos bíblicos mismos, como el calvinismo, el arminianismo, el pentecostalismo, el presbiterianismo, el catolicismo, etc. (movimientos que también se originaron con posterioridad a la Reforma Protestante)
Podemos decir que todavía hoy, como para el 31 de octubre de 1517, la Biblia se resiste a ser encasillada y esclavizada en una lectura excluyente como si los autores bíblicos hubieran escritos teniendo como telón de fondo algunas de las corrientes teológicas y eclesiales que más bien se desarrollaron posteriormente.
En verdad ningún autor o redactor de la Biblia escribió como católico, luterano, calvinista, adventista, anglicano, episcopaliano, bautista, o pentecostal, etc. ¿Por qué es tan difícil que muchos (as) entiendan esto?

¡Hasta la próxima!

La reflexión teológica y sus temas

La reflexión teológica y sus temas

Héctor Benjamín Olea Cordero
Presidente del Instituto Dominicano de Ciencias Bíblicas IDCB, Inc.

Introducción:
Hablar de reflexión teológica impone que definamos con precisión algunas cuestiones como: 1) ¿En qué consiste la teología? 2) ¿Existe una teología o existen varias teologías? 3) ¿Cuáles son sus fuentes? 4) ¿Cuál es su método? 5) ¿Cuáles son los temas recurrentes de la teología o teologías? 6) ¿Qué pasa con la teología hoy? 7) ¿Tiene lugar hoy la reflexión teológica? 8) ¿Cuál sería el perfil de una teología que aspire a hallar pertinencia en el mundo de hoy? 9) ¿Cuál ha de ser el perfil del teólogo y la teóloga que deseen ser tomados en serio por sus interlocutores? 10) ¿Qué aportes puede hacer la teología al ser humano de hoy? ¿Cómo?
Pasemos, pues, a considerar las cuestiones planteadas:
I. Definición etimológica de “teología”
Etimológicamente la palabra teología significa sencillamente “estudio acerca de dios o la deidad”, “dichos o palabras acerca de dios o la deidad”. Esto así porque deriva de dos palabras griegas, a saber, “theós” (qeov~, dios) y “logía” de “lóguia” (lovgia), plural de “lóguion” (lovgion, palabra, dicho, promesa).
Al dar mi explicación etimológica sobre la palabra “teología” es posible que algunos la encuentren extraña, pues a diferencia de la mayoría, sino la totalidad de las fuentes; sostengo que deriva de “theós” (qeov~) y “lógion” (lovgion), y no de “theós” (qeov~) y “lógos” (lovgo~) como es común[1].
La razón es la siguiente. La expresión castellana “logía” es más bien una derivación del griego “lóguion” (lovgion)[2] que en su forma plural (del caso nominativo y acusativo[3]) es “lóguia” (lovgia). Es preciso aclarar que en el griego no hay forma de llegar a “logía” partiendo de “lógos” (lovgo~). Sin embargo, sí de “lóguion” (lovgion), que es un diminutivo de “lógos” (lovgo~).
Conclusión: morfológicamente “logía” viene de la forma del caso nominativo y acusativo plural del diminutivo “lóguion” (lovgion), “lóguia” (lovgia), y no de la palabra primitiva “lógos” (lovgo~). La única diferencia entre el griego “lóguia” (lovgia) y el castellano “logía” está en la acentuación.
II. Hacia una definición conceptual de “teología”
Ahora bien, una definición adecuada de teología supone tener en cuenta que aun cuando existen ciertas bases para la elaboración de una teología natural (por ejemplo, la revelación general por medio de las cosas hechas, véase Salmo 19.1-4; Romanos 1.18-20); sin embargo, el concepto más trascendental de teología se sustenta en una revelación especial de la deidad. Esto es aun más evidente cuando se tiene presente que no existe una religión propiamente natural, ya que prácticamente todas las religiones apelan a alguna forma de revelación especial de su deidad[4].
Generalmente esta revelación especial se halla conservada en una colección de fuentes escritas o que, por lo menos, dan testimonio de dicha revelación. El Cristianismo, por ejemplo, tiene la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamentos) como testimonio de la revelación especial de Dios y fuente suprema para su discurso teológico[5]. Para el Judaísmo, en cambio, la Biblia sólo consiste de lo que los cristianos llamamos Antiguo Testamento. El Islam tiene el Corán como la revelación especial de su deidad. Así, sucesivamente, podríamos ver que la teología se desarrolla siempre en el contexto específico de una religión determinada, y por lo tanto, las características propias de dicha religión, nos dirán mucho de su teología, y de los factores que se toman en cuenta al intentar proponer una definición de teología aunque sea tentativa. También nos dirán lo suficiente de sus temas recurrentes, y de los aportes que ésta pueda hacer a las distintas problemáticas e inquietudes del ser humano.
También hay que reconocer que toda teología, en el contexto propio de la religión que la engendra tiene una concepción particular de la deidad. Por ejemplo, el Cristianismo, el Judaísmo y el Islam se distinguen por su concepción monoteísta; no obstante, sólo el Cristianismo confiesa una creencia monoteísta y a la vez trinitaria de la deidad. En otras palabras, solamente el Cristianismo sustenta que Dios es uno, sí; pero Padre, Hijo y Espíritu Santo al mismo tiempo. Quizá está demás decir que no todo el Cristianismo como tal tiene una concepción trinitaria de la deidad. El sector que a sí mismo se denomina “Testigos de Jehová”, es un claro ejemplo de esto[6].
En nuestro caso, como parte de la tradición cristiana, protestante y evangélica, en el intento de proponer una definición adecuada de teología, tenemos que tomar en cuenta los siguientes factores. En primer lugar, partimos del hecho de que a Dios no lo conocemos en el vacío, de una manera aislada, sino en el contexto de su revelación, trato y relación con sus criaturas. En segundo lugar, que el trato de Dios con sus criaturas se da en el contexto de lo que podemos llamar las dos caras de una misma moneda: Dios como creador, y Dios como redentor.
Una teología cristiana consistente debe tomar en serio las implicaciones de reconocer que tanto el ambiente físico (ecosistema) que nos rodea con todas sus características y diversidad en lo referente al clima, accidentes geográficos, variedad y especificidad de productos agropecuarios, etc.; así como el ser humano con todas sus variantes culturales, idioma, color de piel, tipo de cabello, fisonomía, etc., han sido creados por Dios. En cuanto al ser humano, su puesta en existencia adquiere un matiz especial al crearlo Dios a su imagen y semejanza (Génesis 1.26, 27; Jacobo (Santiago) 3.9).
En cuanto a la otra cara de la moneda, nuestra definición de teología debe tomar en serio los esfuerzos divinos por redimir al ser humano (dentro de sus riquezas ambientales y culturales propias (véase Apocalipsis 5.9), de las tristes condiciones en que vive, originadas por el pecado. Obviamente, reconocemos que el pecado no es un concepto propia y puramente abstracto, pues halla expresión en acciones y estructuras humanas (de tipo personal, comunal e institucional), políticas y estrategias injustas, alienantes, inhumanas y diabólicas.
En conclusión, después de haber hecho algunas consideraciones importantes, como preámbulo, para una definición adecuada de teología; diremos que la teología no es tanto un estudio de Dios, como un estudio de Dios en el contexto de las acciones que lo relacionan con el ser humano y toda la creación como creador y redentor, según las pistas que nos proporcionan la Biblia y la historia. Una teología consistente debe tomar en serio la revelación y los propósitos de Dios, así como al ser humano en el contexto vital de su existencia.
Creo que es oportuna aquí la observación del teólogo español Felicísimo Martínez Diez: “Es tesis universalmente aceptada que el mensaje cristiano es un mensaje de salvación. En consonancia con esta tesis, ha de aceptarse también que la teología es una reflexión sobre la salvación cristiana” (Teología latinoamericana y teología europea, el debate en torno a la liberación, Ediciones Paulinas, Madrid, 1989, página 42).
Hacer reflexión teológica no debe ser sencilla y únicamente (como muchos erróneamente piensan), el hablar de Dios, su existencia, su naturaleza o esencia, sus nombres y atributos o perfecciones[7]. Hacer teología (reflexionar teológicamente) consiste en pensar y repensar sobre los grandes propósitos y actos de Dios, como creador y redentor, para con sus criaturas, en los contextos propios de su existencia. La teología, 1) ha de reivindicar el amor y las acciones de Dios en el mundo de hoy; 2) ha de plantear la respuesta humana esperada por Dios a sus acciones amorosas; y 3) ha de proponer y promover la voluntad última de Dios para sus criaturas en un enfoque de relación integral, armoniosa y pacífica entre el ser humano y su creador, el ser humano consigo mismo, el ser humano y su prójimo, el ser humano y su ambiente físico y sociocultural.
III. Dos formas básicas de hacer teología
Existen dos formas básicas de hacer reflexión teológica, una tiene como punto de partida la Biblia, la otra tiene como punto de partida la situación concreta en que existe y se desenvuelven, tanto el que hace reflexión teológica, como los destinatarios de la misma. Para estas dos formas de hacer teología, hay tres preguntas vitales: 1) ¿Quién hace o está haciendo teología? 2) ¿A quién va dirigida esa reflexión teológica? Y 3) ¿Cuáles son sus presuposiciones? Esta última pregunta tiene que ver con el problema del método, la concepción particular que tiene de la Biblia, los componentes de su trabajo hermenéutico, etc.
Ahora, pasemos a abordar con más detalles estas dos formas de hacer reflexión teológica.
A) La que le otorga prioridad metodológica al texto bíblico
La forma básica de hacer teología, la más común, sencilla y popular, es la que partiendo de la Biblia, procura iluminar e impactar la realidad socioeconómica, política, cultural y general del intérprete y su auditorio, mediante un discurso lógico y racional.
Esta forma de reflexión teológica parte de las situaciones que se mencionan y describen en la narración bíblica, y en el discurso bíblico. Procura aplicar hoy las respuestas que se dieron en aquellos contextos, a las situaciones y casos que se dan en el contexto actual y que resultan semejantes a aquellos.
Este procedimiento metodológico supone que la respuesta y abordaje que se dio en la situación narrada o descrita en la Biblia, es la aplicable y la que demanda la situación que enfrentamos hoy. Este es el procedimiento o método que caracteriza la forma más popular de hacer reflexión teológica: la predicación. El problema surge cuando hay en la situación actual casos nunca imaginados para los textos bíblicos, o cuando no hay en los textos bíblicos circunstancias o fenómenos siquiera parecidos a los actuales.
Ventajas:
1. Parte del supuesto de la prioridad esencial, no metodológica, del texto bíblico frente al contexto (social, cultural, denominacional, eclesial, etc.) del intérprete.
Observación: Esta característica debe llamar la atención para que la humildad sea la que caracterice la actitud de la reflexión teológica conciliar y denominacional; pues en verdad, ningún autor bíblico perteneció o pensó conforme a las distintas corrientes del pensamiento teológico y doctrinal que se han desarrollado en la historia del cristianismo (bautistas, adventistas, católicos, reformados, luteranos, presbiterianos, anglicanos, episcopalianos, pentecostales, nazarenos, etc.).
2. Nos permite ver a Dios actuando en diversas y muy distintas situaciones.
3. Nos permite ver a un Dios que está interesado por todos los aspectos de nuestra existencia.
4. Nos permite ver los desafíos de la comunidad de fe en distintos momentos históricos.
5. ¿Otras?
Desventajas:
1. Favorece que el sujeto de la reflexión teológica (popularmente “el predicador”) solamente aborde sus temas favoritos y preferidos, al margen de la real necesidad de su auditorio.
2. Facilita el que la reflexión teológica pueda perder su relevancia al abordar temas y asuntos de poca importancia para los recipientes de dicha reflexión teológica.
Observación: Aunque ésta también puede ser una forma de escapismo frente a realidades, temas y asuntos que demandan tomar posturas y acciones concretas y responsables; una manera de no buscarse problemas.
3. Puede llevarnos a pensar que la Biblia sólo es relevante en situaciones semejantes a las que conocemos por los textos bíblicos, y por lo tanto carecería de valor, o no tendría respuestas frente a otras circunstancias.
4. Puede hacernos pensar que Dios solamente actúa como lo hemos conocido por medio de los textos bíblicos.
5. Dificulta que los recipientes de nuestra reflexión teológica comuniquen y expresen sus propias preocupaciones, sus reales y verdaderas expectativas. Sus reales y verdaderas necesidades.
6. ¿Otras?
B) La que le otorga prioridad metodológica al contexto del sujeto lector
La segunda forma de hacer reflexión teológica parte de la situación concreta en que se encuentra en lector contemporáneo de la Biblia y su auditorio. Entonces, desde su realidad y contexto, el intérprete actual se aproxima a los textos bíblicos con preguntas precisas y pertinentes, buscando respuestas adecuadas, coherentes con el carácter de Dios, y con sus propósitos expresados en la misma Biblia. Estas preguntas pueden funcionar como guía y marco de referencia para el discurso y la acción cristiana hoy.
Ventajas:
1. Favorece el hallazgo de respuestas precisas y concretas (aunque no sea tan fácil ni se logre siempre).
2. Evita el abordaje de temas y asuntos que no son de importancia, que no son revelantes para los sujetos y recipientes de dicha reflexión teológica.
3. Libera el acercamiento a la Biblia, al hacerlo depender del particular y propio contexto y necesidades del sujeto hermeneuta (individuo o comunidad). Nadie impone desde afuera la agenda y los temas relevantes de la reflexión teológica.
4. Hace que la agenda y metodología teológica dependan del contexto vital en que se encuentran los sujetos y destinatarios de la reflexión teológica.
5. ¿Otras?
Desventajas:
1. Puede hacernos pensar, aunque no necesariamente, que el contexto del lector contemporáneo es el factor más importante en la reflexión teológica. Hemos dicho que al contexto del lector contemporáneo podemos concederle una prioridad metodológica, aunque no el valor de ser la fuente primaria de la reflexión teológica. Esto así, porque es en la Biblia donde encontramos la narración, explicación e interpretación teológica de los hechos fundacionales de la fe cristiana.
Ahora bien, ¿por qué digo que al contexto de intérprete actual hay que concederle una prioridad metodológica en la reflexión teológica? Sencillamente porque ninguna lectura de la Biblia se hace en el vacío, descarnada, sino todo lo contrario. Lo que habitualmente ocurre es que el adventista lee la Biblia como tal, y el pentecostal también como tal. Así como mujer, como hombre, como esclavo, como libre, etc. Esta realidad posiblemente no se perciba tan claramente, precisamente por lo natural que resulta ser.
El contexto del lector de la Biblia y auditorio dentro del cual (y para el cual) se hace la reflexión teológica se impone en el sentido de que los temas a discutir en nuestra agenda de reflexión teológica y que han de determinar nuestra lectura[8] de texto bíblico deben salir de dicho contexto.
2. Puede llevarnos a pensar que la Biblia sólo es relevante en las situaciones que conocemos en nuestro propio contexto, y que carece de respuestas en otras situaciones.
3. Puede hacernos pensar que Dios solamente actúa como lo hemos conocido en nuestro propio contexto.
4. ¿Otras?

¡Continuará!


[1] Lo mismo ocurre al explicar la etimología de la palabra Biblia. En la mayoría de las fuentes se afirma que viene de “biblos” (bivblo~), pero más bien viene de “biblíon” (biblivon). La razón es la misma que presento en cuanto a la etimología de “teología”. En verdad “biblíon” (biblivon) es un diminutivo de “biblos” (bivblo~), pero ocurre que el nominativo y acusativo plural de “biblíon” (biblivon) es “biblía” (bibliva), forma prácticamente igual a la castellana “biblia” (la diferencia solamente está en el acento). La expresión griega “biblía” (bibliva) es la que se traduce “libros” en Juan 21.25; 2 Timoteo 4.13 y Apocalipsis 20.12.
[2] La palabra griega “lógion” (lovgion) “palabra”, “dicho”, “promesa”, la encontramos en el NT sólo en Hechos 7.38; Romanos 3.2; Hebreos 5.12; 1 Pedro 4.11.
[3] En la lengua griega igual que en el latín, según la función que haga un sustantivo o nombre en la oración (sujeto o complemento), se le atribuye un caso específico.
[4] Cierto es que este aspecto es más sobresaliente en las llamadas “religiones del libro”, a saber, el judaísmo, el cristianismo y el Islam.
[5] Obviamente, el cristianismo asume que en Cristo tenemos una revelación especial de la deidad, única y sin igual (véase Juan 1.18; 14.4-11; Colosenses 2.9; Hebreos 1.1-4)
[6] Habrá los que argumentarán que “Los Testigos de Jehová” es una secta, y yo les diré que sí, es una secta (sin negar el esencial y problemático relativismo que supone el uso de dicho término); pero del Cristianismo, no del Judaísmo, el Budismo o el Islam.
[7] Estos temas y otros apenas representan un área específica de estudio dentro de la llamada Teología Sistemática o dogmática, conocida como “teología propia.” Precisamente por la agenda de la teología Latinoamérica que no tiende a seguir la orientación de la teología académica europea (aunque en verdad no menosprecia los temas y esquemas clásicos de la Teología dogmática o sistemática), muchos se han resistido a aceptar que la teología del llamado “Tercer Mundo” sea realmente teología, y que los que se ocupan de ésta sean “verdaderos teólogos”.
[8] ¿Determina la agenda de nuestra reflexión teológica la lectura que hacemos de la Biblia? ¿Determina nuestra lectura de la Biblia la agenda de nuestra reflexión teológica?

Tres edictos dados por emperadores romanos en el siglo IV, que trascienden en la historia del Cristianismo

Tres edictos importantes dados por emperadores romanos en el siglo cuarto, y que trascienden en la historia de la entronización del cristianismo en el imperio romano
Por Héctor Benjamín Olea Cordero
Presidente del Instituto Dominicano de Ciencias Bíblicas IDCB, Inc.
I) El edicto de Galerio promulgado el 30 de abril del año 311.
Galerio fue emperador del imperio romano entre los años 305 al 311 d.C. Pero antes, desde el primero de marzo del año 293 tenía una cuota de poder al formar parte de la famosa tetrarquía (gobierno de cuatro, instituida por el emperador Diocleciano) en calidad de césar. Fue un histórico enemigo y perseguidor de los cristianos. Justo L. González afirma que: Por fin, cuando los cristianos comenzaban a desesperar, la tormenta amainó. Galerio estaba enfermo de muerte, y el 30 de abril del 311 promulgó su famoso edicto de tolerancia”.
A continuación el texto del edicto de Galerio:
Entre todas las leyes que hemos promulgado por el bien del estado, hemos intentado restaurar las antiguas leyes y disciplina tradicional de los romanos. En particular hemos procurado que los cristianos, que habían abandonado la religión de sus antepasados, volviesen a la verdad. Porque tal terquedad y locura se habían posesionado de ellos que ni siquiera seguían sus primitivas costumbres, sino que se han hecho sus propias leyes y se han reunido en grupos distintos.
Después de la publicación de nuestro edicto, ordenando que todos volviesen a las costumbres antiguas, muchos obedecieron por temor al peligro, y tuvimos que castigar a otros. Pero hay muchos que todavía persisten en sus opiniones, y nos hemos percatado de que no adoran ni sirven a los dioses, ni tampoco a su propio dios. Por lo tanto, movidos por nuestra misericordia a ser benévolos con todos, hemos creído justo extenderles también a ellos nuestro perdón, y permitirles que vuelvan a ser cristianos, y que vuelvan a reunirse en sus asambleas, siempre que no atenten contra el orden público. En otro edicto daremos instrucciones acerca de esto a nuestros magistrados.
A cambio de esta tolerancia nuestra, los cristianos tendrán la obligación de rogarle a su dios por nuestro bienestar, por el bien público y por ellos mismos, a fin de que la república goce de prosperidad y ellos puedan vivir tranquilos
Justo L. Gonzáles también sostiene: “Tal fue el edicto que puso fin a la más cruenta—y prácticamente la última—de las persecuciones que la iglesia tuvo que sufrir a manos del Imperio Romano. Pronto se abrieron las cárceles y las canteras, y de ellas brotó un torrente humano de gentes lisiadas, tuertas y maltratadas, pero gozosas por lo que era para ellas una intervención directa de lo alto”.

II) El edicto de Milán del año 313 dC., promulgado por Constantino y Licinio

Constantino fue emperador del imperio romano entre los años 306 al 337 d.C. Pero antes, igual que Galerio, ostentó parte del poder como un césar (para el año 305) dentro de la famosa tetrarquía de Diocleciano, que para el 305 tenía como gobernantes del imperio a Galerio y Licinio como augustos, y a Constantino y a Maximino Dasa (o Daya) como césares.

Por otro lado, Licinio fue emperador romano del año 311 al 324 d.C.

A la muerte de Galerio el poder del imperio quedó en las manos de de Licinio, Maximino Daza (o Daya), Constantino y Majencio. Posteriormente, Licinio derrotó a Maximino Dasa o Daya (año 313) y Constantino hizo lo mismo con Majencio (año 312). Luego el mismo Licinio que había quedado con la mitad del imperio romano (la parte oriental, al vencer a Maximino) fue derrotado por Constantino en el año 324, que previamente se había constituido en el monarca de la otra mitad del imperio, la parte occidental, al derrotar a Majencio.



Emperador que hizo al cristianismo religión del imperio romano


Para el año 313 el imperio romano tenía solamente dos monarcas, pues con la victoria de Licinio sobre Maximino y de Constantino sobre Majencio, la tetrarquía como forma de gobierno dejó de existir. Licinio quedó con el control de la parte oriental del imperio romano y Constantino con el poder en la parte occidental. Siendo Licinio y Constantino los dos únicos monarcas de imperio para el año 313, estos se pusieron de acuerdo para promulgar un edicto de tolerancia en el cual se comprometían a no perseguir a los cristianos. Una verdad que hay que destacar es que este famoso edicto de Milán, aunque se conoce mayormente como obra de Constantino, fue más bien de Constantino y Licinio.

Por eso hay los que sostienen que: El edicto o constitución imperial fue aprobado entre otra serie de medidas tomadas en conjunto por los emperadores romanos de oriente y occidente en junio del año 313”.

A continuación, el texto del edicto de tolerancia de Constantino y Licinio, del año 313:

"Habiendo advertido hace ya mucho tiempo que no debe ser cohibida la libertad de religión, sino que ha de permitirse al arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas conforme al parecer de su alma, hemos sancionado que, tanto todos los demás, cuanto los cristianos, conserven la fe y observancia de su secta y religión... "...que a los cristianos ya todos los demás se conceda libre facultad de 'seguir la religión que a bien tengan; a fin de que quienquiera que fuere el numen divino y celestial pueda ser propicio a nosotros ya todos los que viven bajo nuestro imperio. Así, pues, hemos promulgado con saludable y rectísimo criterio esta nuestra voluntad, para que a ninguno se niegue en absoluto la licencia de seguir o e1egir la observancia y religión cristiana. Antes bien sea lícito a cada uno dedicar su alma a aquella religión que estimare convenirle".
—Copias de las constituciones imperiales de Constantino y Licinio, traducidas del latín al griego

Con relación al edicto de Galerio y el edicto de Constantino y Licinio, el historiador cristiano Justo L. Gonzáles afirma: “Tras la batalla del Puente Milvio se reunió en Milán con Licinio, con quien selló una alianza. Parte de esta alianza era el acuerdo de que no se perseguiría más a los cristianos, y que se les devolverían sus iglesias, cementerios y otras propiedades que habían sido confiscadas. Este acuerdo, que recibe el título poco exacto de “Edicto de Milán”, se señala frecuentemente como el fin de las persecuciones (313 d.C.), aunque lo cierto es que el edicto de tolerancia de Galerio fue mucho más importante, y que aún después del “Edicto de Milán” Maximino Daza siguió persiguiendo a los cristianos. Por fin, tras una serie de pasos que corresponden a otro capítulo de esta historia, Constantino quedó como el único emperador, y la iglesia gozó de paz en todo el Imperio”.
Otros detalles y una versión más completa del edicto de Milán la cito a continuación, tomada de la Enciclopedia Virtual de Cervantes:
“Por su parte Licinio, pocos días después de la batalla, tras hacerse cargo y repartir una parte de las tropas de Maximino, llevó su ejército a Bitinia y entró en Nicomedia. Allí dio gracias a Dios con cuya ayuda había logrado la victoria y el día 15 de junio del año en que él y Constantino eran cónsules por tercera vez, mandó dar a conocer una carta dirigida al gobernador acerca del restablecimiento de la Iglesia y cuyo texto es el siguiente:
«Yo, Constantino Augusto, y yo también, Licinio Augusto, reunidos felizmente en Milán para tratar de todos los problemas que afectan a la seguridad y al bienestar público, hemos creído nuestro deber tratar junto con los restantes asuntos que veíamos merecían nuestra primera atención el respeto de la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a todos los demás, facultad de seguir libremente la religión que cada cual quiera, de tal modo que toda clase de divinidad que habite la morada celeste nos sea propicia a nosotros y a todos los que están bajo nuestra autoridad. Así pues, hemos tomado esta saludable y rectísima determinación de que a nadie le sea negada la facultad de seguir libremente la religión que ha escogido para su espíritu, sea la cristiana o cualquier otra que crea más conveniente, a fin de que la suprema divinidad, a cuya religión rendimos este libre homenaje, nos preste su acostumbrado favor y benevolencia. Para lo cual es conveniente que tu excelencia sepa que hemos decidido anular completamente las disposiciones que te han sido enviadas anteriormente respecto al nombre de los cristianos, ya que nos parecían hostiles y poco propias de nuestra clemencia, y permitir de ahora en adelante a todos los que quieran observar la religión cristiana, hacerlo libremente sin que esto les suponga ninguna clase de inquietud y molestia.
Así pues, hemos creído nuestro deber dar a conocer claramente estas decisiones a tu solicitud para que sepas que hemos otorgado a los cristianos plena y libre facultad de practicar su religión. Y al mismo tiempo que les hemos concedido esto, tu excelencia entenderá que también a los otros ciudadanos les ha sido concedida la facultad de observar libre y abiertamente la religión que hayan escogido como es propio de la paz de nuestra época. Nos ha impulsado a obrar así el deseo de no aparecer como responsables de mermar en nada ninguna clase de culto ni de religión. Y además, por lo que se refiere a los cristianos, hemos decidido que les sean devueltos los locales en donde antes solían reunirse y acerca de lo cual te fueron anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro fisco o hayan sido comprados por particulares, y que los cristianos no tengan que pagar por ello ningún dinero de ninguna clase de indemnización. Los que hayan recibido estos locales como donación deben devolverlos también inmediatamente a los cristianos, y si los que los han comprado o los recibieron como donación reclaman alguna indemnización de nuestra benevolencia, que se dirijan al vicario para que en nombre de nuestra clemencia decida acerca de ello.
Todos estos locales deben ser entregados por intermedio tuyo e inmediatamente sin ninguna clase de demora a la comunidad cristiana. Y como consta que los cristianos poseían no solamente los locales donde se reunían habitualmente, sino también otros pertenecientes a su comunidad, y no posesión de simples particulares, ordenamos que como queda dicho arriba, sin ninguna clase de equívoco ni de oposición, les sean devueltos a su comunidad y a sus iglesias, manteniéndose vigente también para estos casos lo expuesto más arriba (...) De este modo, como ya hemos dicho antes, el favor divino que en tantas y tan importantes ocasiones nos ha estado presente, continuará a nuestro lado constantemente, para éxito de nuestras empresas y para prosperidad del bien público.
Y para que el contenido de nuestra generosa ley pueda llegar a conocimiento de todos, convendrá que tú la promulgues y la expongas por todas partes para que todos la conozcan y nadie pueda ignorar las decisiones de nuestra benevolencia».
LACTANCIO, De mortibus persecutorum (c.318-321). En M. Artola, Textos fundamentales para la Historia, Madrid, 1968, p. 21-22.
III) El edicto del emperador romano Teodosio, el famoso edicto de Tesalónica del año 380 d.C.
Teodosio fue emperador del imperio romano entre los años 378-395 d.C., otros en cambio, que fue entre 379-395 d.C. Paso a citar lo que la enciclopedia libre Wikipedia registra sobre Teodosio:
Teodosio I el Grande (Flavio Teodosio) (n. Cauca, (hoy Coca, Segovia), Hispania, h. 346 - Milán, 17 de enero de 395), Emperador romano de Oriente (379-395) y de Occidente (394-395), impulsor del catolicismo como religión oficial.
Adquirió experiencia militar combatiendo en Gran Bretaña bajo el mando de su padre, el general romano Flavio Teodosio (Teodosio el Viejo); luego él mismo fue dux de Mesia (actual Serbia) en el 374, defendiendo eficazmente aquella provincia fronteriza frente a los sármatas. Pero se retiró a sus dominios en la actual Coca, tras la ejecución de su padre. Y allí estaba en el 378, cuando le llamó el emperador Flavio Graciano para encargarle la defensa de Mesia frente a la invasión de los godos. Así, en el 379 fue nombrado augusto con potestad en Oriente, comenzando su reinado sobre aquella parte del Imperio.
Venció a los visigodos y pactó con su rey Atanarico la instalación de este pueblo germánico en Mesia como federados del Imperio (es decir, aliados bárbaros a los que se encomendaba la defensa de la frontera). Luego transmitió el título de augusto a su hijo Arcadio, con lo que estableció una nueva dinastía imperial, que de momento reinaría sólo en Oriente.
Mientras tanto, en Occidente Graciano fue destronado por otro militar hispano, Magno Clemente Máximo; pero su poder fue disputado por el hermano de Graciano, Valentiniano II. Teodosio, que había reconocido inicialmente la autoridad de Máximo, se alió luego con Valentiniano, e incluso emparentó con la familia imperial de Occidente, al casarse con Gala (hermana de Valentiniano y de Graciano) en el 387. Al año siguiente venció a Máximo en la batalla de Aquileya, extendiendo su autoridad a todo el Imperio, si bien mantuvo formalmente en el Trono occidental a Valentiniano II (388).
Teodosio era cristiano católico, es decir, fiel a la doctrina de Atanasio, adoptada como línea ortodoxa desde el Concilio de Nicea del 325. Fue él quien adoptó el catolicismo como religión del Imperio, prohibiendo el arrianismo (doctrina cristiana de los seguidores de Arrio, muy extendida en Oriente) por el Edicto de Tesalónica (380). No obstante, su actitud inicial fue más conciliadora hacia los paganos, pues trató de mantener un equilibrio en su administración entre cristianos y paganos, al tiempo que se resistía a los intentos del clero cristiano por imponer su supremacía.
Su actitud cambió después de ser excomulgado por el arzobispo de Milán, san Ambrosio, a causa de la represión de la revuelta de Tesalónica, en la que murieron unas 7.000 personas (390). Teodosio hizo penitencia pública para obtener el perdón y, desde entonces, se convirtió en instrumento político de la intolerancia eclesiástica: prohibió los cultos paganos en Roma (391), medida que luego extendió a todo el Imperio (392).
El descontento creado por la persecución del paganismo provocó la revuelta del usurpador Eugenio, quien, con apoyo del jefe de la milicia de Occidente -el franco Arbogasto- se adueñó de las Galias, Italia y África, dio muerte a Valentiniano II y se hizo proclamar emperador de Occidente (392). Teodosio estaba en Constantinopla, como era su costumbre, absorbido por los problemas de la frontera oriental, en donde acababa de negociar la paz con los persas y el reparto de Armenia.
En cuanto pudo regresar a Italia, se enfrentó a Eugenio, le venció y le dio muerte cerca de Aquileya, y restableció momentáneamente la unidad del Imperio, pues se proclamó oficialmente emperador de Oriente y de Occidente, (394). Pero las diferencias culturales, económicas y políticas entre los territorios occidentales (controlados desde Roma) y los territorios orientales (controlados desde Constantinopla) era ya demasiado grandes como para que resultara viable la unidad.
Cuando murió al año siguiente, Teodosio reconoció esta realidad dejando la herencia imperial dividida entre sus dos hijos: Arcadio (con 17 años) en Oriente y Honorio (un niño de 11) en Occidente, bajo la tutela de Estilicón. La división fue irreversible y permitió que, mientras el Imperio Romano de Occidente sucumbía después de ochenta años de crisis y penetración de los bárbaros, en Oriente se consolidara un Imperio Bizantino que habría de durar hasta 1453.

A continuación el texto del edicto de Teodosio (El edicto de Tesalónica 28 de febrero 380 d.C)
Los emperadores Graciano, Valentiniano y Teodosio Augustos: edicto al pueblo de la ciudad de Constantinopla.
“Es nuestra voluntad que todos los pueblos regidos por la administración de nuestra clemencia practiquen esa religión que el divino apóstol Pedro transmitió a los romanos, en la medida en que la religión que introdujo se ha abierto camino hasta este día. Es evidente que esta es también la religión que profesa el profeta Dámaso, y Pedro, obispo de Alejandría, hombre de apostólica santidad; esto es que, de acuerdo con la disciplina apostólica y la doctrina evangélica debemos creer en la divinidad una del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo con igual majestad y bajo /la noción/ de la Santa Trinidad.
Ordenamos que aquellas personas que siguen esta norma tomen el nombre de cristianos católicos. Sin embargo, el resto, que consideramos dementes e insensatos, asumirán la infamia de los dogmas heréticos, sus lugares de reunión no obtendrán el nombre de iglesias y serán castigados primeramente por la divina venganza, y, después, también /por justo castigo/ de nuestra propia iniciativa, que tomaremos en consonancia con el juicio divino.
Dado en el tercer día de las Calendas de Marzo (28 de Feb.), en Tesalónica, en el año quinto del consulado de Graciano y del primer consulado de Teodosio Augustos”.

Conclusión: La común que hay entre los dos primero edictos, el de Galerio del 311 y el de Constantino y Licinio del 313, es que ambos fueron edictos que toleraron el cristianismo; que no la instituyeron como la religión del imperio romano, la religión del estado. Sería más bien con el edicto de Teodosio del año 380, el edicto de Tesalónica, con que llegaría el cristianismo a constituirse en verdad en la religión del imperio romano.
Bibliografía:
1. Enciclopedia Virtual de Cervantes (en la Internet).
2. Enciclopedia libre Wikipedia (en la Internet).
3. Henry H. Halley. Compendio Manual de la Biblia. Texas, USA: Casa Bautista de Publicaciones, 1985 (sexta edición).
4. Jesse Lyman Hurlbut. Historia de la iglesia cristiana. Miami: USA: Editorial Vida, 1999.
5. Justo L. González. Historia del Cristianismo Tomo I. Miami, USA: Editorial Unilit, 2003.
6. Microsoft Encarta 2006. Microsoft Corporation.
27 de octubre 2006

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