Creencia y praxis cristiana versus exégesis bíblica


Algunas observaciones prácticas y pertinentes


Héctor B. Olea C.

Ciertamente no tienen que usar los cristianos un texto bíblico para fundamentar cada cosa, hasta el más mínimo detalle de su teología, doctrina y praxis, y de hecho no lo hacen (aunque no lo admitan abiertamente); esto así porque sencillamente no es posible.

Sin embargo, lo que le pedimos a las distintas iglesias cristianas protestantes y evangélicas, es que cuando apelen a un determinado texto bíblico para fundamentar alguna creencia o práctica; que no evadan la responsabilidad de  interpretar dicho texto en su debido contexto histórico y sociocultural, sin manipulación alguna, sin sacarle el cuerpo a lo que en realidad dicen los textos bíblicos en su idioma original, que se sustenten en una acertada y no manipulada traducción del texto bíblico.

Por otro lado, debo decir que uno de los más grandes y radicales errores principalmente de las iglesias hijas de la «Reforma Protestante», es insistir en que supuestamente toda su doctrina es “bíblica”, que cuenta con un fundamento bíblico legítimo verificable.

Es más, en muchísimos casos, la creencia y praxis de muchas iglesias cristianas va en una línea contraria a la que en verdad nos muestran los textos bíblicos, ya como mandato, ya como testigos de una determinada práctica. En tal sentido, y a manera de ilustración, de acuerdo al testimonio del libro de los Hechos, y a la indiscutible evolución del pensamiento teológico y cristológico cristiano; no parece verosímil afirmar que alguna vez el apóstol Pedro bautizó a alguien siguiendo la posterior fórmula trinitaria: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (considérese Hechos 2.38; 8.16; 10.38).

Por supuesto, esta realidad pone bajo sospecha el que el evangelista Mateo (Mateo 28.19) haya puesto en los labios de Jesús el empleo de dicha fórmula cuando en honor a la verdad esta fórmula es posterior a Jesús y al mismo Pedro.

Otro caso muy ilustrativo es que la «Eucaristía» o «Cena del Señor», que en el periodo apostólico se celebrada semanalmente, cada domingo (Hechos 20.7; 1 Corintios 16.2); es celebrada, sin embargo, con una periodicidad muy distinta por la mayoría de las iglesias cristianas protestantes y evangélicas, muy a pesar de no contar siquiera con texto o versículo bíblico que le sirva de fundamento.

Ahora bien, está demás decir que la expresión “todas las veces que” (“cada vez que”, “siempre que”; griego «osákis», adverbio), en 1 Corintios 11.25-26; debe entenderse contextualmente; o sea, en el contexto y marco de la forma habitual en que la iglesia del periodo apostólico celebraba la «Eucaristía» o «Cena del Señor»; no como apuntando a las distintas periodicidades en que las iglesias de hoy han decidido llevar a cabo dicha ceremonia; así de sencillo.     



¡Hasta la próxima!   



¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?


«Ya está disponible en Amazon, para todo el mundo, mi libro que lleva como título: La Biblia misma no afirma ser «inspirada»Un análisis y comentario crítico, exegético y valiente del texto griego de 2 Timoteo  3.16y otros catorce artículos de mucho interés.

Te desafío a esta interesante lectura y podrás comprobar tu mismo que es lo que realmente dice el texto griego ( el texto fuente usado para la traducción) de 2 Timoteo 3.16.


Hacer clic aquí para ver el libro en formato electrónico


Hacer clic aquí para ver el libro en formato impreso (en papel)



I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día?                 

La Biblia misma no afirma ser «inspirada»

 Un análisis y comentario crítico, exegético y valiente del texto griego de 2 Timoteo 3.16 Y otros catorce artículos de mucho interés.





Este libro reúne quince artículos escritos de manera independiente, relacionados y propios del campo de los estudios bíblicos; pero escritos en contextos y momentos distintos y específicos. Los quince artículos que conforman esta obra están escritos con un enfoque crítico a ultranza; desde la perspectiva y el campo de los estudios bíblicos exegéticos, críticos y académicos. Debo advertir que con estos artículos no pretendo validar ni defender teología sistemática alguna; pues, como siempre, escribo y evito mostrarme servil y acrítico frente a cualquier y toda teología sistemática. Ahora bien, esta obra sí pone de manifiesto una sincera y declarada preocupación por hacer oír la propia voz de los textos bíblicos; un respeto profundo por los mismos, y el objetivo no oculto por tratar de comunicar lo que estrictamente dicen los textos bíblicos en sus idiomas originales y en sus propios contextos históricos y socioculturales. Esto así, al margen de cómo el mensaje original de los textos coincida o más bien ponga bajo cuestionamiento algunos de los postulados de teología sistemática alguna. Es pues, nuestro objetivo, el que esta obra pueda ayudar a una mejor comprensión de los textos bíblicos implicados y analizados; a la profundización de los estudios bíblicos, a la revisión y reformulación de algunos dogmas teológicos a lo interno de la fe cristiana, y sea a la vez un estímulo e invitación para involucrarse o al menos familiarizarse con los estudios bíblicos y teológicos exegéticos, críticos y académicos. 

Este libro aborda los siguientes temas:

I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día? 

Héctor B. Olea C.




De las pretensiones respecto del uso de los adjetivos «católico» y «evangélico»


Emulando a la célebre y admirada Chimoltrufia


Héctor B. Olea C.

¿Es pretenciosa la autodefinición del catolicismo romano de considerarse «la iglesia católica» (la verdadera y única iglesia universal) aun cuando no tenga presencia en todos los confines de la tierra?

¿Es pretenciosa la autodefinición de un sector del cristianismo protestante de considerarse «el pueblo o sector evangélico» (los verdaderos y únicos portadores y representantes de la expresión válida del evangelio? 

Por supuesto que sí. En tal sentido es preciso poner de relieve, respecto del adjetivo «católico», lo siguiente.

La palabra «católico» viene de la palabra griega «katholikós», que significa «universal». El primer testimonio en la literatura cristiana del uso de la palabra «católico», se encuentra en la carta que le dirigió Ignacio de Antioquía a la iglesia de Esmirna a finales del siglo I de la era común. En dicha carta, Ignacio de
Antioquía usa la expresión «katholiké ekklesía».

Respecto a la interpretación de dicha frase, el teólogo e historiador Ramón Trevijano afirma: “Ha sido interpretada en sentido espacial, como “universal”, por la contraposición que traza el texto entre la iglesia del obispo (la particular) y la iglesia de Cristo (la universal)” (Trevijano, Ramón. (2004). Patrología. España: Biblioteca de Autores Cristianos, página 40).

Consecuentemente, es preciso decir que el significado con que se usa actualmente el término «católico» no se corresponde con su uso temprano y original en la historia de la iglesia y del Cristianismo; esto así pues dicho calificativo se empleó originalmente para describir el carácter universal del cuerpo de Cristo, no para referir a una iglesia en sentido institucional y particular.

Y con relación al adjetivo «evangélico», es preciso decir que:

La palabra «evangélico» está íntimamente ligada a la palabra griega «euanguélion». La palabra griega «euanguélion» (transliterada como «evangelio») históricamente y en el Nuevo Testamento mismo se usa para referir no a un tipo de literatura, sino, en primer lugar, a las buenas nuevas del Reino de Dios proclamadas por Jesús (considérese como ejemplos, Mateo 4.23; 9.35; 24.14; Marcos 1.14). En segundo lugar, para referir tanto a la proclamación como  al contenido de mensaje («kerigma», o «kerúgma») de la primitiva comunidad cristiana que proclamaba la muerte (mediante crucifixión) y resurrección de Jesucristo. Ejemplos de este uso bíblico del término son: Romanos 10.16; 1Corintios 1.17; 9.14; 15.1-4; 2 Corintios 2.12; 4.5).

Será a partir del siglo II cuando la palabra «euanguélion» comience a usarse para  referir a un tipo de literatura específica que trata sobre la vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús.

Por lo que hemos dicho, se puede concluir en que el uso de la palabra «euanguélion» para señalar a los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, y otros de su género que no entraron en el canon, no es bíblico. Este uso es posterior al vocabulario que encontramos en el conjunto de libros que la cristiandad en general ha aceptado como literatura canónica del Nuevo Testamento.

En consecuencia, tenemos que decir que a la luz del Nuevo Testamento mismo y a la luz de la historia temprana del cristianismo, el término «evangélico» no significó  más que “algo” o “alguien” relacionado con el mensaje del evangelio y/o con los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, y otros de su género que no entraron en el canon.

Consecuentemente, es preciso decir que el sentido confesional y actual de la palabra «evangélico» no se corresponde con su uso temprano en la historia de la Iglesia y del Cristianismo. En verdad y, en un principio la palabra «evangélico» nunca señaló o distinguió a un grupo (ortodoxo) en oposición a otro (heterodoxo o menos ortodoxo) dentro de la misma fe cristiana.

Finalmente, que al menos un sector del «cristianismo católico» se autoproclame la iglesia (como si fuera la única expresión válida y legítima del cristianismo histórico), se equipara con las pretensiones de algunos grupos dentro del «cristianismo protestante y evangélico» cando también se autoproclaman como la verdadera y única expresión válida del evangelio. En suma, cuestionable lo uno, cuestionable lo otro, así de sencillo.




 ¡Hasta la próxima!

Sobre la Bula «Exsurge Domine», algunas reacciones pertinentes


A propósito de la celebración de los 500 años de la «Reforma Protestante»


Héctor B. Olea C.

Respecto de la Bula papal «Exsurge Domine» («Levántate, Señor»), del Papa León X (del 15 de junio de 1520), la cual, a nuestro juicio, debiera ser leída concomitantemente con las 95 Tesis de Martín Lutero; quiero ofrecer, al menos, tres oportunas observaciones.

Por supuesto, en virtud de que la bula «Exsurge Domine» fue decretada tres años después de que Lutero hiciera públicas sus “95 tesis”, hay que aclarar que la bula en cuestión no es una reacción a las “95 tesis” en sí, por lo que abarca y reacciona a ciertos aspectos de las enseñanzas de Martín Lutero que no fueron abordados por éste en sus famosas “95 tesis”. 

Primera observación. La declaración de que la Santa Iglesia Católica y Romana, es «madre de todas las iglesias, madre de todos los fieles, maestra de la fe», es en realidad una declaración y pretensión que respetamos, pero que consideramos muy cuestionable. Esto así, en virtud de que, en primer lugar, la religión cristiana no tiene a Roma como punto de origen y partida, ni desde el punto de vista de la teología, como tampoco desde el punto de vista de la historia. En segundo lugar, porque por la misma razón ya descrita, la «patrística latina» es cronológicamente posterior a la «patrística griega»; y en tercer lugar, porque incluso los primeros y trascendentales «Concilios Ecuménicos» de los que es deudor el tradicional cristianismo en general (católico, protestante y evangélico) tuvieron lugar en Oriente, y no en Occidente (Roma).

En tal sentido es preciso poner de manifiesto que el «cristianismo romano» no constituye el llamado «cristianismo primitivo». Según la opinión generalizada, la época del «cristianismo primitivo» se extiende más allá del tiempo de los apóstoles hasta los escritos de los padres apostólicos. Consecuentemente, el «cristianismo romano» de pleno derecho forma parte del «cristianismo primitivo», pero sin que pueda decirse que son conceptos equivalentes o intercambiables.
 
Además y, ciertamente, el «cristianismo romano» también forma parte del cristianismo originado en el periodo apostólico, sustentado en el liderazgo de los apóstoles; pero en un marco de igualdad, sin ventaja, sin privilegio alguno frente al resto de las iglesias fundadas por los apóstoles. Por otro lado, el concepto de «primitiva comunidad cristiana» («iglesia primitiva») designa estrictamente a la comunidad cristiana madre de Jerusalén, no a la primera comunidad cristiana de Roma.   

Tampoco podemos soslayar el que, como apunta Johannes Quasten (hablando de la lengua de los padres de la iglesia): “Desde el punto de vista lingüístico, el cristianismo fue un movimiento griego hasta finales del siglo II («Patrología», volumen I, página 28, Biblioteca de Autores Cristianos, quinta edición, 1995).  

Y en la continuación de la clásica obra de Johannes Quasten («Patrología», volumen III, página 8), Adalbert Hamman, afirma: “Hasta el siglo IV, la lengua de la liturgia y del pensamiento en Roma es el griego. Es la lengua de los filósofos y de la cultura, de los mercaderes y esclavos que vienen de Oriente”.

Por otro lado, también merece destacarse que de los ocho escritos de los llamados «Padres Apostólicos» (Didaché, Clemente romano, Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna, El Martirio de Policarpo, Papías de Hierápolis, La Carta de Bernabé, El Pastor de Hermas), generación sub-apostólica, de alrededor de los años 90-160 d.C., Domingo Ramos-Lissón: «Patrología», EUNSA, página 63, 2005; sólo Clemente (considerado el tercer sucesor de Pedro en la sede romana, después de Lino y Anacleto, y por supuesto, como el cuarto Papa) es situado en Roma.  

Además, los que dieron origen a la «apologética cristiana», los que merecen ser llamados «Padres de la apologética cristiana», son todos griegos; por eso son llamados «Apologistas griegos» (primeros autores cristianos de la segunda mitad del siglo II d.C. que escribieron “apologías” (defensas); Domingo Ramos-Lissón: «Patrología», página 105.  

Finalmente, en relación a la historia de los llamados «Concilios de la iglesia», es preciso llamar la atención al hecho de que los primeros siete «Concilios Ecuménicos» de la historia del cristianismo, se celebraron en Oriente (comenzando con Nicea I 325 d.C., y concluyendo con Nicea II, en el año 787 d.C.). Incluso hubo un octavo Concilio en Oriente, Constantinopla IV, del año 869-870 d.C., recocido como “ecuménico” por Occidente, pero no por Oriente.

En todo caso, en realidad fue para el año 1123 (siglo XII) cuando por fin vino a celebrarse un concilio “ecuménico” en Roma, en Occidente, y por supuesto, sin la participación de Oriente (que se había separado de Occidente en el año 1054, y consecuentemente sólo reconocido como “ecuménico y general”, por la Iglesia Católica Romana. Este primer concilio eclesiástico realizado en Roma, fue el Concilio de Letrán I, año 1123-1124 d.C.  

Segunda observación. En este punto quiero llamar la atención respecto de dos declaraciones que no podemos soslayar, y que en verdad son aspectos que no fueron abordados por Martín Lutero en sus “95 tesis”. La primera declaración supone una condena de la defensa de la enseñanza de Juan Hus, y que se considere que fue un error de la Iglesia haber considerado sus enseñanzas como heréticas, cito: «Algunos artículos de Juan Hus, condenados en el Concilio de Constanza, son cristianísimos, veracísimos y evangélicos, y ni la Iglesia universal podría condenarlos» («Exsurge Domine», tesis número 30).

La segunda declaración reacciona a la idea de que se considere que es contraria a la voluntad de Dios la quema y muerte por fuego de los considerados «herejes», por supuesto, por la misma Iglesia Católica y Romana; cito: «Es contra la voluntad de Dios el quemar a los herejes» («Exsurge Domine», tesis número 33).

Tercera observación. Esta tercera observación es relativa a las «indulgencias», tema central de las “95 tesis” de Lutero. A continuación tres notables tesis de la Bula «Exsurge Domine», que considera posturas erróneas de la enseñanza de Lutero sobre las indulgencias, cito:

«Las indulgencias son piadosos engaños de los fieles y abandonos de las buenas obras; y son del número de aquellas cosas que son lícitas, pero no del número de las que convienen» («Exsurge Domine», tesis número 18).

«Las indulgencias no sirven, a aquellos que verdaderamente las ganan, para la remisión de la pena debida a la divina justicia por los pecados actuales» («Exsurge Domine», tesis número 19).

«Se engañan los que creen que las indulgencias son saludables y útiles para provecho del espíritu» («Exsurge Domine», tesis número 20).

Finalmente, insisto que, en lo personal, soy de la opinión de que las personas que en el marco de la celebración del aniversario 500 de la «Reforma Protestante», se hayan propuesto dar algunas charlas, conferencias o hacer algunas ponencias al respecto; deberían leer con igual actitud crítica y sobria, tanto las llamadas «95 Tesis» de Martín Lutero, como la Bula «Exsurge Domine», del Papa León X.  

Además, no es posible perder de vista que tanto las «95 Tesis» de Martín Lutero, como la Bula «Exsurge Domine», del Papa León X, deben leerse, analizarse y comprenderse en el contexto histórico en que surgieron, en el marco de unas condiciones socio-históricas específicas, y como el reflejo de unas posturas y enseñanzas teológicas y eclesiales en cierto sentido ya superadas, o al menos moderadas y modificadas.

En realidad el luteranismo de hoy no es exactamente el mismo del siglo XVI, el cristianismo protestante de hoy no es precisamente el del tiempo de Lutero, ni la Iglesia Católica Romana es estrictamente la misma del referido periodo histórico. Obviamente, la sociedad (y el mundo) de hoy tampoco es la misma del siglo XVI, así de sencillo.  




¡Hasta la próxima!