«Dios no hace acepción de personas», ¿equivalencia formal
o dinámica?
Héctor B. Olea C.
Aunque a muchas personas les resulte difícil
de creer, en realidad no son del todo literales, tan literales (por
equivalencia formal) las versiones de la Biblia que así se promueven como
tales; y en realidad tienen más de «equivalencia dinámica» (traducción que
procura transmitir el mensaje del texto fuente, sin necesariamente mantener los
rasgos formales del mismo), que lo que tal vez sus mismos editores están
dispuestos admitir.
Ahora bien, es preciso tener en cuenta que
las llamadas versiones de la Biblia literales, son aquellas que se han llevado
a cabo mediante el método de traducción conocido como “equivalencia formal”. La
equivalencia formal no sólo procura transmitir el sentido de los textos en los
idiomas fuentes, sino que también procura mantener la forma y el orden de las
palabras que tienen los textos en el idioma fuente, o sea, procura mantener los
rasgos formales del texto original.
Por qué es importante aprender los idiomas en que fueron escritos los libros de la Biblia?
Por supuesto, no siempre las llamadas
traducciones literales llegan a cumplir su cometido como traducciones, y muchas
veces más bien dificultan el objetivo fundamental de la labor de
traducción.
De todos modos, respecto del empleo de la
expresión “traducción literal”, es preciso
hacer algunas observaciones:
1)
Nunca
se traduce letra por letra, como lo sugiere la palabra literal.
2)
La
traducción literal en realidad se ha de entender mejor como una traducción palabra
por palabra.
3)
La
traducción palabra por palabra es en la mayoría de los casos imposible.
4)
El
ejemplo típico de la traducción palabra por palabra, es la llamada traducción
interlineal. Al respecto, plantea Luis Alonso Schokel: “El ideal de la
traducción interlineal es mantener el número de las palabras en el mismo orden
del original, haciendo que a cada palabra original le corresponda siempre la
misma palabra en la versión” («La traducción bíblica: lingüística y estilística,
Ediciones Cristiandad, 1977, página 353). Finalmente, concluye Schokel: “Mirada
con ojos de lingüista, la traducción interlineal se apoya en una serie de
falacias más o menos vistosas: falacias acerca de la construcción, el
vocabulario, giros” (obra citada, página 354).
5)
La
mayoría de las versiones de la Biblia conocidas como “literales”, no lo son en
el sentido propio del término; tampoco son traducciones interlineales, en
realidad y más bien son “traducciones por equivalencia formal”.
Ahora, como ejemplo y demostración concreta
de que no son del todo por equivalencia formal las versiones de la Biblia que
presumen de dicha equivalencia, y que en realidad es imposible que una traducción
sea ciento por ciento por equivalencia formal; voy a analizar una sección de
Gálatas 2.6b.
Por supuesto, también quiero poner de relieve
la falacia que supone la promoción de dicha cualidad (su equivalencia formal) sin
matización alguna, por parte de los editores, respecto de cualquier versión de
la Biblia.
Pues bien, la sección a analizar de Gálatas 2.6b
(en la versión Reina Valera 1960) es la expresión: “Dios no hace acepción de personas”.
Ahora bien, ¿refleja la Reina Valera aquí una traducción literal, por equivalencia
formal, del texto griego de Gálatas 2.6b, o más bien una traducción por equivalencia
dinámica?
Consideremos, pues, el texto griego que está detrás de la traducción
de la Reina Valera: “Dios no hace acepción de personas.”
Pues bien, una transliteración fonética del texto griego de la
expresión en cuestión es: «Prósopon [jo] theós anthrópu u lambánei»
Una traducción literal, verdaderamente por
equivalencia formal de este texto griego es: «Rostro Dios de hombre no recibe»
Ahora bien, resulta que esta expresión de
Gálatas 2.6b hace referencia a Deuteronomio 10.17 que en la misma Reina Valera
1960 dice:
“Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios
grande, poderoso y temible, «que no hace acepción de personas», ni toma cohecho.”
Profundizando un poco más, diré que una transliteración fonética de la
expresión hebrea que está detrás de la expresión «que no hace acepción de
personas» en Deuteronomio 10.17, según la Reina Valera, es: «lo yishá faním».
Y una traducción verdaderamente por
equivalencia formal de la expresión hebrea «lo yishá faním», es: «que no exalta (alza) rostro».
Por su parte, la Septuaginta tradujo la
expresión hebrea «lo yishá faním», como:
«Jostis u thaumázei prósopon oud’», literalmente: «quien no se admira o
maravilla (intransitivo, y como transitivo, no admira, no exalta) del rostro ni».
Ahora bien, después de considerar el texto
hebreo de Deuteronomio 10.17 que está detrás de la traducción «que no hace acepción de personas» («lo yishá faním»)
en la Reina Valera 1960; después de ver cómo la Septuaginta tradujo la
expresión hebrea en cuestión, con «Jostis u thaumázei prósopon oud’» en el
mismo Deuteronomio 10.17; habiendo considerado el texto griego que está detrás
de la traducción «Dios no hace acepción de personas», en Gálatas 2.6b; podemos
concluir con toda certeza que la versión Reina Valera 1960 no resulta ser una “traducción
literal” como decimos comúnmente, o sea, una traducción por equivalencia formal;
sino y más bien, una traducción por equivalencia dinámica en el tratamiento de
las expresiones analizadas.
Sin embargo, pienso que es preciso llamar la atención respecto de la
razón o causa que haya llevado a la Reina Valera 1960 (una versión de la cual se
presume mucho su equivalencia formal), a acudir a la equivalencia dinámica en
este caso que, sin duda, no es el único.
Y la respuesta es sencilla: Porque las expresiones hebreas y griegas
analizadas y consideradas en este análisis, resultarían sin sentido para los
destinarios de dicha versión de la Biblia, si se las hubiese traducido por equivalencia
formal.
En realidad las expresiones hebreas y griegas analizadas en esta
cuestión, son más bien expresiones o frases idiomáticas para señalar que Dios
no hace acepción de personas, que Dios no hace favoritismos, que Dios no
fundamenta el trato que le da a las personas en el aspecto externo de las
mismas.
En resumen y, sin duda, no ha de producir el mismo efecto traducir en
nuestro contexto: «Rostro
Dios de hombre no recibe» (traducción por equivalencia formal), que traducir: «Dios
no hace acepción de personas», así de sencillo.
¡Hasta la próxima!
Buenos materiales, gracias por compartir, sigan adelante, hay mucho qué hacer por y en e reino de Dios. El Señor les bendiga.
ResponderEliminarEso es cierto esto, con todas las traducciones bíblicas, porque hay que aclarar que, la Biblia no tiene nada que ver con las traducciónes bíblicas , sino que, las traducciones bíblicas tienen que ver con la Biblia. Sin embargo, esto, de ninguna manera significa que, los traductores bíblicos de la versión Reina Valera trataron a la original Biblia como cualquier cosa, pues ellos la trataron como lo que es, la Palabra de Dios.
ResponderEliminarCuando ellos no podían traducir una palabra, la transliteraban. Obviamente que ellos no contaban con los recursos que tenemos hoy (Biblia electrónica, concordancias bíblicas electrónicas, diccionarios bíblicos electrónicos, diccionarios de semántica hebrea y griega electrónicas, etc., sin embargo su traducción fue monumental para hacer el monumental trabajo que hicieron. Si bien es cierto, quienes presumen de tener traducciones formales textuales y traducciones dinámicas, son los modernos traductores biblicos. Ya que ni Casiodoro de Reina ni Cipriano de Valera jamás hicieron presunción o presumían que su traducción era formal textual ni dinámica, ni que su traducción bíblica era la mejor de todas. Ellos, jamás han hecho esos comentarios. Me parece que la Reina Valera es la obra monumental de todas las traducciones españolas, sin embargo no me parece correcto depender de una sola traducción española, ni versión bíblica en español, de ninguna manera yo estoy poniendo en duda las demás traducciones que son fieles al original de La Biblia, sin embargo hay que tener en cuenta qué Dios usa aún los errores por ignorancia involuntaria que tenemos para el glorificarse, porque no se trata de ser infalibles en una traducción, se trata de obedecer la guía del Espíritu Santo, en la labor de traducir. Sabemos que la inspiración bíblica no se puede traducir, pero si la traducción es fiel al original, sea formal o dinámica, es autoridad, como Palabra Escrita de Dios; traducida, lo importante aquí, es que debemos siempre glorificar a Dios, porque Dios nos creó para glorificarle,y para que nos gocemos por ello.
Eso es cierto, con todas las traducciones bíblicas, porque hay que aclarar que, la Biblia no tiene nada que ver con las traducciónes bíblicas , sino que, las traducciones bíblicas tienen que ver con la Biblia. Sin embargo, de ninguna manera significa que, los traductores bíblicos de la versión Reina Valera trataron a la original Biblia como cualquier cosa, pues ellos la trataron como lo que es, la Palabra de Dios; cuando ellos no podían traducir una palabra, la transliteraban. Obviamente que ellos no contaban con los recursos que tenemos hoy (Biblia electrónica, concordancias bíblicas electrónicas, diccionarios bíblicos electrónicos, diccionarios de semántica hebrea y griega electrónicas, etc., sin embargo su traducción fue monumental, para hacer el monumental trabajo que hicieron. Si bien es cierto, quienes presumen de tener traducciones formales textuales y traducciones dinámicas, son los modernos traductores biblicos. Ya que ni Casiodoro de Reina, ni Cipriano de Valera, jamás hicieron presunción o presumían que su traducción era formal textual ni dinámica, ni que su traducción bíblica era la mejor de todas. Ellos, jamás han hecho esos comentarios. Me parece que la Reina Valera es la obra monumental de todas las traducciones españolas, sin embargo no me parece correcto depender de una sola traducción española, ni versión bíblica en español. Aclaro, que, de ninguna manera yo estoy poniendo en duda las demás traducciones que son fieles al original de La Biblia, sin embargo hay que tener en cuenta qué Dios usa aún los errores por ignorancia involuntaria que tenemos para el glorificarse, porque no se trata de ser infalibles en una traducción, se trata de obedecer la guía del Espíritu Santo, en la labor de traducir. Sabemos que la inspiración bíblica no se puede traducir, pero si la traducción es fiel al original, sea traducción formal o dinámica, es autoridad, como Palabra Escrita de Dios; traducida, lo importante aquí, es que debemos siempre glorificar a Dios, porque Dios nos creó para glorificarle,y para que nos gocemos por ello.
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