Un artículo más sobre la manipulación en la difusión de la Biblia


El orden manipulado de los libros del Tanaj en las Biblias cristianas

Héctor B. Olea C.

Las personas que reducen las diferencias de las versiones de la Biblia respecto de los textos bíblicos en sus idiomas originales a simples razones semánticas, y de contextos históricos, en verdad se están quedando muy cortos, por lo que deben comprender que el asunto es todavía mucho más complejo.

En efecto, cuando somos conscientes de que el concepto de «Biblia» es en realidad un concepto cristiano, que abarca y reclama el conjunto de los textos sagrados de la fe judía (el  canon bíblico hebreo, el Tanaj), y el conjunto de textos sagrados de la fe cristiana (el canon bíblico propiamente cristiano, el Nuevo Testamento Griego); entonces se nos hace más fácil comprender que incluso el orden en que se han arreglado y dispuesto los libros del considerado Antiguo Testamento (o Primer Testamento) en las versiones y ediciones cristianas de la Biblia (valga la redundancia), tiene el objetivo de hacer ver que el Tanaj, que el canon hebreo tiene como meta y finalidad concluir y concretarse en el Nuevo Testamento, en el canon bíblico cristiano.

En tal sentido, tiene mucho valor la observación del biblista e historiador francés André Paul cuando dice: “Situar (en la Septuaginta) las obras proféticas al final (del Tanaj) es pertinente en el contexto cristiano, ya que ellos anuncian el Nuevo Testamento, que sigue inmediatamente” («La Biblia y Occidente, de la biblioteca de Alejandría a la cultura europea», Verbo Divino, 2008, página 79).

De hecho y, en tal sentido, se comprende que Lucas 24.44, muy a pesar del orden en que las ediciones cristianas de la Biblia arreglan y ordenan los libros del Tanaj (en un orden distinto y contrario al orden que en realidad tienen en el texto hebreo), reclama y hace referencia a un Antiguo Testamento en el cual el orden de los libros se conforma al arreglo de los mismos según el canon hebreo. Por supuesto, esta realidad la puede verificar y confirmar cualquier persona que al menos tenga acceso a la «Biblia Hebraica Stuttgartensia».

Es más, en Lucas 24.44, el orden: «en to nómo Mouséos» (en la ley de Moisés), «tois profétais» (en los profetas) «kái psalmóis» (y en los Salmos) se conforma al orden hebreo de los libros del Antiguo Testamento Hebreo o Tanaj, o sea: «Toráh» (o Pentateuco), «Neviím» (Profetas) y «Ketuvím» (Escritos, la última sección de la Biblia Hebrea que es encabezada por el conjunto de los Salmos, de ahí la referencia a los Salmos en Lucas 24.44).   

Consecuentemente, es preciso poner de relieve que mucho antes de traducir y comentar el texto hebreo del Tanaj (Biblia Hebrea) de una manera interesada y favorable a la teología y pretensiones cristianas, antes de cualquier otra cristianización del Antiguo Testamento Hebreo en ese mismo sentido; ya se han arreglado los libros del canon hebreo en las Biblias cristianas (valga la redundancia) con tal de sentar las bases para una supuesta unidad y continuidad natural entre el canon hebreo o judío, y el canon cristiano (Nuevo Testamento).

Entonces, ¿es posible negar que ya el orden de los libros del llamado «Antiguo Testamento» en las Biblias cristianas (sin importar el sector del que provengan, católico o protestante) pone de manifiesto una manipulación con objetivos bien definidos, nada inocente y sí muy consciente e interesada?

¿Por qué los agentes editores, reproductores y difusores de la Biblia han llevado a los cristianos a leer un «Antiguo Testamento» que termina en «Malaquías» (literatura profética) y no en «Crónicas» (del conjunto literario de los «Ketuvím» o «Escritos»), incluso en contra de la evidencia que aporta Lucas 24.44?

¿Por qué los agentes editores, reproductores y difusores de la Biblia han llevado a los cristianos a leer un «Antiguo Testamento» que incluye a «Daniel» (del conjunto literario de los «Ketuvím» o «Escritos») entre la literatura profética, y no entre los «Ketuvím» («Escritos», la última sección de la Biblia Hebrea), su espacio natural y original en el texto hebreo del «Antiguo Testamento»?


Una vez más, sea usted el jurado, así de sencillo. 

La pésima traducción de 2 Corintios 5.17 en la «Biblia Textual» (3ra edición)


Una evaluación crítica

Héctor B. Olea C.

De entrada debo decir que me decidí a elaborar este artículo cuando de manera accidental, haciendo una revisión textual con otros fines, me percaté de la errada y problemática traducción que hizo la Biblia Textual 3era edición, de 2 Corintios 5.17.

Pues bien, la traducción de 1 Corintios 5.17 en la Biblia Textual 3era edición, es:    

«De modo que si alguno es nueva criatura en el Mesías, las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas».

Pero, ¿qué es lo que realmente dice el texto griego?

En virtud de que la «Biblia Textual» tiene como texto base la edición crítica del Nuevo Testamento griego, representada por la serie Nestle-Aland; a continuación voy a analizar la traducción del pasaje en cuestión en la «Biblia Textual» con base al texto griego de la serie Nestle-Aland.

Una transliteración fonética y una consecuente traducción literal de 2 Corintios 5.17, es:

Transliteración fonética: 

«Jóste ei tis en kristó, kainé ktísis: ta arjáia parékthen, idú guégonen kainá»

Traducción literal:

«De modo que si alguien está en Cristo, es nueva criatura (creación): las cosas viejas pasaron, he aquí han sido hechas nuevas».

Una traducción mejor, por equivalencia dinámica, por supuesto, es: 

«De modo que la persona que está adherida a Cristo, ha sido creada de nuevo: las cosas viejas pasaron, ahora son todas nuevas».

Análisis y evaluación crítica:

En primer lugar, es cuestionable que la «Biblia Textual 3era Edición» haya empleado la palabra Mesías, evitando el uso de la palabra griega «kristós», incurriendo en una especia de judaización innecesaria del texto (aunque sólo parcialmente), en la línea de las llamadas versiones de la Biblia Mesiánicas o Judiomesiánicas, que tienden a evitar la onomástica griega.


Entonces, es pregunta obligada: ¿Por qué evitar la palabra griega «kristós» (Cristo) y preferir la hebrea «Mesías» (transliteración de la hebrea «mashíaj»?

Luego, es preciso admitir que la opción tomada por la «Biblia Textual 3era Edición» de evitar el griego «kristós», y optar por la transliteración hebrea «mashíaj» (Mesías), tiene implicaciones al momento de considerar la frase o expresión griega «iesús kristós» (Jesucristo, Jesús el Cristo).

Pues bien, es preciso poner de relieve que la «Biblia Textual 3era Edición» optó por traducir la frase o expresión griega «iesús kristós» (Jesucristo, Jesús el Cristo), de una manera inconsistente.

Por un lado, si bien es cuestionable evitar en la traducción del Nuevo Testamento la presencia de la palabra «kristós», y preferir en su lugar el empleo de la hebrea «mashíaj» (Mesías); por otro lado, se esperaría que la versión de la Biblia que opte por dicha opción, como la «Biblia Textual 3era Edición», al menos fuera consistente en la tendencia de evitar la onomástica griega aplicada a Jesús.

Sin embargo, llama la atención que la frase o expresión griega «iesús kristós» (Jesucristo, Jesús el Cristo), fue traducida por la «Biblia Textual 3era Edición» como «Jesús el Mesías» (compárese Mateo 1.1; Romanos 1.1).

Ahora bien, ¿por qué si prefirió el hebreo «mashíaj» (Mesías) en lugar del griego «kristós», por qué no usó (para ser consistente) la forma hebrea para Jesús, o sea, «yejoshúa‛» («yehoshúa‛»), en lugar de usar la griega «iesús» (Jesús)?

En suma, si bien constituye una judaización innecesaria del texto griego la traducción «Mesías», en lugar de «Cristo»; lo cierto es que el objetivo de ser consistente debería haber provocado a la «Biblia Textual 3era Edición» a traducir la frase griega «iesús kristós» (Jesucristo, Jesús el Cristo), como «yejoshúa‛ ja  mashíaj», y no «Jesús el Mesías», como tradujo.  

En segundo lugar, a diferencia de la traducción de la «Biblia Textual 3era Edición», el texto griego no dice «si alguno es nueva criatura en el Mesías», sino de manera precisa e indiscutible: «si alguien está en Cristo, es nueva criatura (nueva creación)». En otras palabras, el estar en Cristo, el estar adherido a Cristo supone para Pablo una nueva persona, el ser una nueva criatura, una nueva creación; lo que le permite decir, en este contexto, que las cosas viejas pasaron, y han sido hechas nuevas.

Por otro lado, la frase «en kristó» (en caso dativo singular), o sea, «en Cristo»; demanda la traducción con el verbo «estar». Consecuentemente, con base a la sintaxis griega, la presencia del verbo «ser» o «estar» (griego «eimí») se da por sentada.

Luego, la frase «kainé ktísis», si bien es ambigua, pues se podría interpretar como en posición atributiva tanto como en posición predicativa; no obstante, por el contexto, debe interpretarse en forma predicativa. En tal sentido, dicha frase debe ser traducida: «es nueva criatura (creación)», o sea, el adjetivo en posición predicativa y no en posición atributiva.

En resumen, en conclusión, una traducción acertada del texto griego de 2 Corintios 5.17, al margen de los malabares de la «Biblia Textual 3era Edición»,  es:

«De modo que la persona que está adherida a Cristo, ha sido creada de nuevo: las cosas viejas pasaron, ahora son todas nuevas».

Finalmente y, como nota curiosa, es preciso poner de relieve que incluso el demasiado cuestionado «Código Real del Nuevo Testamento», ofrece aquí una mejor traducción, una traducción más apegada al texto griego que la «Biblia Textual 3era Edición»; con excepción, por supuesto, del empleo de la transliteración «Mashiaj» (judaización innecesaria e injustificada).  

A continuación la traducción que 2 Corintios 5.17, el llamado «Código Real del Nuevo Testamento»:

«De modo que si alguno está en Mashiaj, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas»


Sea usted el jurado, así de sencillo. 

Elementos para la evaluación de la traducción de Génesis 1.1


Perspectivas desde la lengua hebrea y la sintaxis castellana


Héctor B. Olea C.

Según la sintaxis regular del castellano (pues, como plantea el ilustre lingüista dominicano, Carlisle Gonzales Tapia, en su obra «Morfosintaxis Hispánica», existen además otros diferentes tipos de sintaxis, en conformidad a las distintas escuelas lingüísticas), el orden de la oración es: Sujeto + Verbo + Objeto + Complementos.

Consecuentemente, es preciso poner de relieve que la traducción de Génesis 1.1 que por lo general nos ha llegado en las distintas versiones de la Biblia, por un lado, traiciona y no es fiel al texto hebreo en algunos aspectos (no es exactamente fiel al texto hebreo), y por otro lado, traiciona y no le hace justicia a la sintaxis regular del castellano, al traducir en el siguiente orden: Complemento circunstancial de tiempo (en el principio) + Verbo (creó) + Sujeto (Dios) + Objeto directo (los cielos y la tierra).

En tal sentido, una traducción fiel, que tome en serio el texto hebreo de Génesis 1.1 debe ir en la siguiente línea:

«Dios creó el cielo y la tierra en un principio».

Una traducción secundaría y todavía mejor que las que nos han regalado la mayoría de las versiones de la Biblia, es:

«Dios creó, en un principio, el cielo y la tierra».

Ahora bien, respecto del texto hebreo, una traducción fiel al mismo, por un lado, no debe incluir el artículo definido en el sintagma que ha de reproducir la expresión hebrea «bere’shith» («en un principio»), ya que la expresión hebrea en cuestión no lo tiene; por otro lado, no ha de traducir en plural («cielos») la palabra hebrea «shamáyim» (cielo), dado que ese no es el sentido de la morfología de dicha palabra en hebreo.





Y respecto del castellano, una traducción acertada de Génesis 1.1 debe reflejar el orden de la oración según lo establece la sintaxis regular del castellano: Sujeto + Verbo + Objeto + Complementos.

Luego, ¿conoce usted que una versión castellana de la Biblia que haya traducido a Génesis 1.1 con total apego al texto hebreo, y en conformidad a la sintaxis regular del castellano?


En todo caso, les aseguro que, muy a pesar de las pretensiones que pone de manifiesto su nombre, no es candidata, no cumple con estos requisitos la llamada «Biblia Textual»; por supuesto, tampoco «La Reina Valera 1960», «La Biblia de Jerusalén 1998», la «King James Versión», ni «La Biblia Hebreo Español (dos todos tomos)» de Moisés Katznelson, y evidentemente, ni muchísimas otras versiones de la Biblia; así de sencillo.

Virtudes y desaciertos de la «Biblia Textual», unos casos concretos


Una evaluación necesaria, crítica y consciente

Héctor B. Olea C.

Introducción:

Me propuse escribir y publicar este trabajo con la finalidad de responder a varias solicitudes que me habían hecho en relación a que expresara mi juicio, mi opinión  sobre la «Biblia Textual».

Ahora bien, debo aclarar que el objetivo de este trabajo es proporcionar una ayuda para aquellas personas que deseen forjarse una opinión no simplista, crítica, justa y consciente, no prejuiciada ni a favor ni en contra de la versión de la Biblia en cuestión.

Además, debo advertir a las personas que me leen, que si bien en abril del año pasado salió al mercado la cuarta edición de la «Biblia Textual», para este trabajo he dependido estrictamente de la tercera edición.

En todo caso, en virtud de que los editores mismos afirman que la cuarta edición sigue el mismo estilo y mantiene las mismas características de las ediciones anteriores; por un lado, me parece que las conclusiones a que llego en este trabajo serán también válidas y ciertas para la cuarta edición.

Luego, la persona que ya tenga en sus manos la cuarta edición, está sencillamente invitada a verificar si los resultados del análisis de los casos concretos que he llevado a cabo con base en la tercera edición, son los mismos que arroja la aplicación de este mismo análisis aplicado a los mismos caos concretos, pero con base en la cuarta edición.

Finalmente, quiero poner de relieve que para este trabajo he considerado y analizado una serie de factores vitales que deben tomarse en cuenta al momento de evaluar crítica y académicamente toda y cualquier versión de la Biblia. Estos son: 1) la base textual; 2) su método de traducción y consistencia; 3) los recursos o ayudas adicionales que le proporciona a la persona lectora; 4) la consideración de la traducción de algunos textos y aspectos específicos, como análisis ilustrativo de casos concretos, entre otros. 

Comencemos, pues, nuestra aventura.

La base textual de la «Biblia Textual»

De acuerdo a la información que transmiten sus propios editores, la «Biblia Textual» tiene como base textual para el Antiguo Testamento (el Primer Testamento), al que identifican más bien como «Antiguo Pacto (AP)», es la «Biblia Hebraica Stuttgartensia», o sea, la edición crítica del «Códice de Leningrado B19a». La importancia del códice de Leningrado consiste en que es el más antiguo manuscrito conocido de la Biblia hebrea completa, basado en la tradición Ben Asher.

Consecuentemente, es preciso poner de relieve que es el «Códice de Leningrado B19a» («Texto Masorético»), el texto crítico que en el mundo académico, al menos en su gran mayoría, se tiene como el texto base para la exégesis y reproducción (traducción) del texto hebreo, del Tanáj. En tal sentido, resulta incuestionable la calidad de la base textual de la «Biblia Textual» para la traducción del Tanáj o Biblia Hebrea, Antiguo o Primer Testamento, Antiguo o Primer Pacto.







Con relación al Nuevo Testamento (Segundo Testamento, Segundo o Nuevo Pacto), al que más bien identifica como «Nuevo Pacto (NP)», es preciso puntualizar que la «Biblia Textual» asume como base textual el «Novum Testamentum Graece», o sea, el texto griego crítico representado y reproducido por la serie Nestlé-Aland que ya tiene su edición 28.

Por supuesto, es el texto griego crítico, reproducido por la serie Nestlé- Aland, el texto asumido por la mayoría de la crítica, por el mundo académico como el texto base para la exégesis y reproducción (traducción) del Nuevo  Testamento (Segundo Testamento  o Nuevo Pacto). Consecuentemente, también resulta incuestionable la calidad de la base textual de la «Biblia Textual» para su traducción del Nuevo Testamento, o Nuevo Pacto.    

Ahora bien y, por supuesto, una cosa es la calidad de la base textual de toda y cualquier versión de la Biblia, y otra, la calidad, fidelidad y consistencia de la misma como obra de traducción.  

Además, la fidelidad al texto es en realidad un camino de doble vía, por un lado, implica la sujeción a lo que dice y en verdad quiere decir y comunicar el texto fuente, el texto traducido; y por otro lado, que en un proceso crítico de evaluación a la traducción como tal, yendo de la traducción al texto fuente (el texto traducido), se pueda constatar que efectivamente el texto traducido comunica con acierto el mensaje que comunica el texto fuente, el texto objeto de la traducción.

Lamentablemente, en muchísimos casos, la fidelidad de la traducción se ha entendido, erróneamente por cierto, como la simple literalidad o traducción por equivalencia formal, aun cuando dicha traducción se quede corta en comunicar con acierto en la lengua meta, en la lengua receptora, el mensaje del texto fuente.

En tal sentido, es preciso admitir que muy a pesar de la incuestionable calidad de los textos fuentes que le sirven de base a la «Biblia Textual», esta no resulta acertada en la traducción de muchísimos pasajes. Para muestra un botón.  

Por ejemplo, es cuestionable la traducción tanto de la «Biblia Textual» (como de la Reina Valera 1960 a la que aspiraba superar, siendo, sin embargo, igual a ella en muchísimos casos), cuando en Levítico 18.20 tradujo con la expresión «no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo». En realidad la expresión hebrea que la «Biblia Textual» tradujo «no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo»; es la expresión idiomática hebrea: «ve-’el ’eshéth ‘amitejá lo’ titen shekabetejá le-zara‘», que literalmente dice: «a la mujer de tu prójimo (vecino) no le darás el semen de tu descendencia (el semen que es para tu descendencia)».

Sin embargo, no podemos dejar de lado que el sentido de dicha expresión idiomática hebrea, es sencillamente: «no tendrás relaciones sexuales con la mujer de tu prójimo».  

Respecto de la Septuaginta, es preciso decir que también tradujo con una expresión igualmente complicada: «kái pros ten gunáika tu plesíon su u dóseis kóiten spérmatos su», que literalmente dice: «y a la mujer de tu prójimo (vecino) no le darás (más bien, no tendrás) relación sexual de descendencia»; en otras palabras, y como la expresión hebrea en cuestión, «no tendrás relaciones sexuales con la mujer de tu prójimo».  

Ahora bien, la problemática que envuelve la traducción «no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo» es que, además de no comunicar con precisión el sentido del texto fuente, en los ámbitos del cristianismo se puede prestar una idea equivocada de las relaciones sexuales. Me explico. Las relaciones sexuales son “actos carnales”, en el sentido de que implican la unión e intimidad de dos cuerpos (dos carnes), pero no porque sean “carnales” en el sentido de “hechos pecaminosos de por sí”.    

El método de traducción empleado por la «Biblia Textual»  

Según sus propios editores, el método de traducción empleado por la «Biblia Textual» es la «traducción contextual» Consiste, pues, este método, en una especie de combinación del método conocido como «equivalencia formal», y el método conocido como «equivalencia dinámica».

En consecuencia, al menos en teoría, los editores de la «Biblia Textual» se propusieron traducir tomando en serio las características de las lenguas bíblicas, las características de las lenguas originales en que fueron escritos los textos bíblicos; y por otro lado, respetando y considerando las características propias y peculiares de la lengua meta o receptora, el castellano en este caso.

En forma resumida, con base a la definición un tanto complicada (tal vez un tanto o demasiado idealista) que ofrecen los propios editores de la «Biblia Textual», de la llamada «traducción contextual»; podemos decir, que por «traducción contextual» se entiende una disciplina o práctica que, en primer lugar, se enmarca en las normas habituales de la gramática de la lengua; en segundo lugar, que procura transmitir en la lengua receptora o lengua meta, toda la intención, energía y lucidez del texto fuente, pero sin perjuicio de las características esenciales del texto fuente.
En todo caso, será caso por caso en que se ha de verificar si la «Biblia Textual», en realidad alcanza este ideal, o si en realidad tiende a ser más por equivalencia formal que por equivalencia dinámica, o viceversa. Sin embargo, la simple observación de algunos textos, pone en evidencia cierta tendencia a la equivalencia formal más que a la equivalencia dinámica.   

De todos modos, muy a pesar de las pretensiones expresadas con su amplia y complicada definición de la llamada «traducción contextual»; la consideración de algunos casos concretos pone de manifiesto que la «Biblia Textual» es, en muchísimos casos, una simple traducción más por equivalencia formal.

En tal sentido, voy a considerar la traducción de cuatro textos, dos por cada Testamento o Pacto, para demostrar lo que estoy diciendo.

En primer lugar, Génesis 1.1. La traducción de Génesis 1.1 en la «Biblia Textual» es: «En un principio creó ’Elohim los cielos y la tierra».

Luego, es evidente que, al margen de la presencia de la palabra «Elohim» (detalle que analizaremos más adelante); lo cierto es que la traducción de Génesis 1.1 que hizo la «Biblia Textual», es sencillamente una traducción más por equivalencia formal, semejante y equivalente a la traducción que de dicho texto se lee en la serie Reina Valera.

Además, es evidente que la «Biblia Textual» comete el mismo error que la serie Reina Valera, cuando traduce «cielos» (en plural). En realidad la traducción «cielos», es una desacertada traducción de la palabra hebrea «shamáyim» (cielo).

La palabra hebrea «shamáyim» (cielo) no está en plural en el texto hebreo, sino en el número dual. El número dual, que formalmente no existe en castellano, hace referencia a las partes del cuerpo que existen en pares, tales como ojos (los ojos), pies (los pies), manos (las manos), orejas (las orejas), brazos (los brazos).

De todos modos y, como siempre hay excepciones, tenemos que admitir que ciertamente hay sustantivos en la lengua hebrea que sólo existen con la forma del número dual, aunque sin ninguna indicación de número, sin ninguna indicación de paridad. Luego y, precisamente, entre estas excepciones se encuentra la palabra «máyim» (agua), y «shamáyim» (cielo).   

Consecuentemente, una traducción acertada de la palabra «shamáyim» (cielo), debe ir en singular, o sea, «cielo», y no en plural, «cielos». Además, que ésta es la traducción acertada lo confirma la traducción que hizo la Septuaginta, cuando tradujo a «shamáyim» (cielo), con el singular «ton uranón», acusativo singular de «jo uranós» (el cielo).

También hizo una traducción acertada de «shamáyim» (cielo), la «Biblia Hebreo Español» (dos tomos) de Moisés Katznelson, cuando tradujo en singular, «el cielo».     
Luego, es tan desacertada aquí la «Biblia Textual» como la «Reina Valera 1960», por un lado, cuando tradujo a Génesis 1.1 en una forma que privilegia la sintaxis de la lengua fuente en perjuicio de la lengua meta o receptora (como cualquier otra versión más hecha por equivalencia formal, como la serie Reina Valera); esto, por supuesto, pone bajo serias sospechas su supuesta y aspirada «traducción contextual».

Por otro lado, es aquí tan desacertada la «Biblia Textual» como la Reina Valera 1960, cuando tradujo en plural (cielos) la palabra hebrea «shamáyim» (cielo).

Finalmente, supera y corrige (y es preferible) la «Biblia Textual» a la «Reina Valera 1960», cuando en Génesis 1.1 tradujo «en un principio» (y no «en el principio»). Se fundamenta la traducción de la «Biblia Textual» en el hecho de que la expresión hebrea «bere’shith» en realidad no tiene el artículo definido.

Ahora bien, que la expresión «bere’shith» no está acompañada por el artículo definido, lo pone en evidencia la traducción que hizo la Septuaginta, cuando tradujo a «bere’shith» con la expresión griega «en arjé», igualmente sin el artículo definido, o sea, «en un principio». Lamentable y curiosamente, yerra aquí la traducción de la «Biblia Hebreo Español» (dos tomos) de Moisés Katznelson, cuando tradujo como la «Reina Valera 1960», «en el principio»). 

El segundo caso que me propuse analizar es la traducción de la palabra «baním» (hijos varones, la descendencia masculina en sentido estricto), en el Salmo 127.3.

La traducción del Salmo 127.3 en la «Biblia Textual» es: «He aquí, herencia de YHVH son los hijos. Y una recompensa el fruto del vientre».

Al margen de la presencia del tetragrama (YHVH), que analizaré más tarde, ahora sólo quiero poner de relieve lo desacertada de la traducción que hizo la «Biblia Textual» de la palabra hebrea «baním» en el Salmo 127.3.

Lo problemático de la traducción hecha por la «Biblia Textual» de la palabra «baním» en el Salmo 127.3 es la siguiente. Ocurre que la palabra hebrea «baním» fue traducida por la «Biblia Textual» sencillamente como “hijos”, con una inclusividad en el castellano que en realidad no posee dicha palabra en la lengua hebrea.

Ciertos es que en castellano la expresión «los hijos» (si bien es una expresión sexista) todavía se comprende como inclusiva, pudiendo incluir la descendencia masculina (los varones) y la femenina (las hijas, las niñas, las mujeres); sin embargo, el hebreo «baním» es el plural de la palabra «ben»: hijo varón,, no es inclusiva.

En honor a la verdad es preciso admitir que la palabra hebrea «ben» (en singular y en plural) apunta estrictamente a la descendencia masculina, a los hijos varones.

Ahora bien, que este es sentido de la palabra hebrea «ben» (singular) y el plural «baním», lo confirma la traducción que hizo la Septuaginta, cuando tradujo la hebrea «baním», con «juiói (hijos varones, la descendencia masculina), plural de «juiós»: hijo varón.

En consecuencia, es tan desacertada la traducción que hace la «Biblia Textual» como la que hizo la «Reina Valera 1960», de la palabra hebrea «baním» en el Salmo 127.3.

El tercer caso que quiero analizar es la traducción que hizo la «Biblia Textual» de Juan 1.1.  

Pues bien, la traducción que hizo la «Biblia Textual» de Juan 1.1, es: «En un principio era el Logos, y el Lógos estaba ante Dios, y Dios era el Lógos».

Una traducción acertada de Juan 1.1 debe ir en la siguiente línea: «La palabra existía para un [el] principio, la palabra estaba con Dios, y Dios era (estaba en) la palabra.”

Luego, al margen de la presencia aquí de la palabra Lógos (transliteración, no traducción), detalle que analizaré más adelante; se observa que la traducción que hizo la «Biblia Textual» de Juan 1.1, es una traducción más por equivalencia formal, en la misma línea de la traducción que hizo la Reina Valera 1960; por supuesto, hay que poner aquí bajo serio cuestionamiento, una vez más, el carácter y pretensiones de la llamada «traducción contextual» de la «Biblia Textual».   

De todos modos, supera y corrige aquí (y es preferible) la «Biblia Textual» a la «Reina Valera 1960», cuando tradujo con la expresión «en un principio», y no «en el principio»; esto así, puesto que la expresión griega «en arjé» (la misma que observamos en la traducción de Génesis 1.1 en la Septuaginta), no tiene el artículo definido. 

El cuarto caso que quiero analizar es la traducción que hizo la «Biblia Textual» de Mateo 1.25.

La traducción que hizo la «Biblia Textual» de Mateo 1.25 es: «Pero no la conocía hasta que dio a luz un hijo, y llamó su nombre Jesús».

Por un lado, es acertada la traducción de la «Biblia Textual» cuando tradujo «no la conocía» (en tiempo imperfecto), y no en pretérito indefinido (pretérito perfecto simple) «no la conoció»; esto así ya que el texto griego en realidad empleó la forma verbal «eguínosken», pretérito imperfecto simple, tercera persona singular, voz activa, modo indicativo, del verbo «guinósko»: yo conozco, yo  sé, y no una forma verbal en tiempo aoristo.

Por otro lado, no es acertada la traducción de la «Biblia Textual», y una vez más pone bajo serio cuestionamiento su anhelada y pretendida “traducción contextual”, cuando tradujo «no la conocía», en lugar de «no tenía (no tuvo) relaciones sexuales».

En todo caso, la cuestión es que si bien somos conscientes de que en la lengua hebrea y en la griega se empleaba el verbo «conocer» (hebreo «yadá‘»; griego «guinósko») para señalar un conocimiento íntimo, las relaciones sexuales en forma eufemística (compárese Génesis 4.1 en el texto hebreo como en la Septuaginta); lo cierto es que tal empleo es extraño en la lengua castellana.  

Consecuentemente, es tan desacertada la «Biblia Textual» como la «Reina Valera 1960», cuando empleó el verbo «conocer» en la traducción de Mateo 1.25 (en una equivalencia formal innecesaria), en lugar de la necesaria, más efectiva y verdaderamente contextual equivalencia dinámica: «y no tenía (no tuvo) relaciones sexuales…»

Inconsistencia de la «Biblia Textual» en la traducción de los nombres aplicados a la deidad

En primer lugar, llama la atención que en Génesis 1 la «Biblia Textual» no haya traducido la palabra hebrea «’elohim» (Dios), sino que la haya transliterado. Luego, si bien transliteró «’Elohim» (con la vocal «e» en mayúscula «E»), lo cierto es que no existe en la lengua hebrea la distinción que sí se establece en el castellano entre letras minúsculas y letras mayúsculas.

De todos modos, no vemos la idoneidad aquí de apelar al recurso de la transliteración, en lugar de traducir a «’elohim» (Dios), como por lo general se ha hecho, incluso en la «Biblia Hebreo Español» de Moisés Katznelson.  

En segundo lugar, es cuestionable e inadmisible que el «quere perpetuo» (observación masorética que indica lo que debe ser leído, a pesar de lo que se ve escrito), o sea, la presencia del tetragrama con la vocalización «YeHVaH», para que se lea «Adonay», y se traduzca «Señor»; tradición confirmada incluso por la Septuaginta; de pronto sea ignorada por la «Biblia Textual», para optar, en cambio, por transliterar el tetragrama sin vocalización alguna, o sea, «YHVH».

En esta misma línea y, en tercer lugar, es cuestionable la presencia de la expresión «YHVH ’Elohim», como reflejo de la expresión hebrea «YeHVaH ’elohim» (Señor Dios), cuando la tradición masorética (confirmada por la Septuaginta con «kúrios jo theós» (Señor Dios), demanda no la transliteración, sino la traducción de la expresión hebrea en cuestión. 

En cuarto lugar, es cuestionable la forma en que la «Biblia Textual» tradujo a Juan 1.1.  Pues bien, la «Biblia Textual» tradujo a Juan 1.1 en la siguiente manera: «En un principio era el Logos, y el Lógos estaba ante Dios, y Dios era el Lógos».

Ahora bien, esta traducción llama la atención, por un lado, porque translitera la palabra griega «lógos» (palabra), en mayúscula («Logos»), tal y como procedió con «’Elohim»; pero, por otro lado, traduce la palabra griega «theós», Dios. ¿Por qué este procedimiento?

Mi hipótesis es que, aparentemente, con la transliteración los editores de la «Biblia Textual» quisieron hacer destacar la figura de Jesús identificado por Juan, el cuarto Evangelio, como el «logos». Sin embargo, lo cierto es que en Juan1.1 la trascendencia del «logos» se pone de relieve precisamente en conexión y sólo en conexión y dependencia con «theós» (Dios), y no viceversa.

Además, resulta inconsistente con la postura adoptada en relación a Génesis 1.1, cuando en lugar de traducir la palabra hebrea «’elohim» (traducida por la Septuaginta con «theós» (Dios); en Juan 1.1 optó la «Biblia Textual» por traducir a «theós» (Dios), en lugar de transliterarlo, como hizo con «’elohim».

En todo caso, en virtud de la crítica que hicimos al recurso de la transliteración n de «’elohim» en Génesis 1.1 (y en verdad no sólo allí); a nuestro juicio, lo recomendable sería; en primer lugar,  traducir y no transliterar a «’elohim» en Génesis 1.1 (y en el resto de los casos); en segundo lugar, traducir y no transliterar a «logos» (palabra), en Juan 1.1; en tercer lugar, traducir y no transliterar a «theós» (Dios) en Juan 1.1.

El rechazo del nombre «Santiago», un punto a favor de la «Biblia Textual»

Sin duda, es un punto a favor de la «Biblia Textual» que, a diferencia de la serie Reina Valera, y de casi todas las versiones castellanas de la Biblia, acertadamente ha desechado el empleo del nombre «Santiago», para hacer referencia a la carta o epístola generalmente identificada con dicho nombre. Ahora bien, favorece a la «Biblia Textual» en hecho de que, en realidad, el texto griego tiene el sustantivo «Iákobos» (jamás a «Santiago»). Es más, incluso la Vulgata Latina evita el empleo el nombre «Santiago», y favorece a «Jacobo», al traducir «Iacobus».   

Las ayudas o recursos adicionales en la «Biblia Textual»

Ciertamente incluye la «Biblia Textual», como casi todas las versiones de la Biblia, una serie de recurso adicionales o ayudas para la persona lectora; entre estas, una serie de observaciones sobre la traducción de ciertos pasajes como notas al pie de página, observaciones sobre pasajes adicionales, las enmiendas de los soferim, tablas de pesos, tablas y medidas, mapas, entre otros.

Ahora bien, por razones de tiempo y espacio, quiero hacer referencia estrictamente a las abundantes notas al pie de página que ofrece la «Biblia Textual».

En honor a la verdad, si bien son importantes y a veces necesarias e ineludibles algunas observaciones al pie de página, o en los márgenes, sobre algunas opciones tomadas en la traducción; no es menos cierto que lo ideal es que la traducción sea lo suficientemente clara y precisa para que, al menos, haga hasta innecesaria la inclusión de ciertas notas explicativas al pie de página.  

Lo que quiero decir es que hay que evitar el error en que muchas veces cayó la «Biblia Textual» en hacer una traducción un tanto desacertada, para luego hacer necesaria y de importancia una nota aclaratoria y suplementaria al pie página.

Por supuesto las cosas se tornan complicadas cuando la nota aclaratoria pone en evidencia que la explicación ofrecida debió servir de base para una mejor y más precisa traducción, para incluso hacer innecesaria la nota al pie de página. Por ejemplo, llama la atención que, respecto de Levítico 18.20, la «Biblia Textual» no tradujo de una manera acertada, pero incluye una nota al pie de página sobre dicho versículo que deja ver que pudo traducir de una manera más acertada.

En consecuencia, ¿por qué no tomó en cuenta la «Biblia Textual» el contenido de la nota al pie de página sobre Levítico 18.20 (como respecto de otros textos), para traducir en consecuencia, para traducir de una manera que hiciera innecesaria la nota al pie de página?

Conclusión: Si bien es imposible que este pequeño trabajo fuera exhaustivo, pienso que ilustra muy bien las virtudes y desaciertos de la «Biblia Textual».

Consecuentemente, es preciso actuar frente a la «Biblia Textual» como he insistido en recomendar que actuemos frente a toda versión de la Biblia, sin prejuicio ni a favor ni en contra, considerándola inocente al principio, hasta que un trabajo de evaluación como el que aquí hemos presentado, sin prejuicio alguno (al menos con un mínimo tolerable de prejuicio), ponga de relieve sus virtudes y desaciertos.

Sin duda, tiene la «Biblia Textual» muchas virtudes y muchos desaciertos. No obstante, como siempre digo, es y será siempre caso por caso como podremos verificar las virtudes y desaciertos de la «Biblia Textual», y de toda, absolutamente toda versión de la Biblia.

Ciertamente no es la «Biblia Textual» la mejor (afirmación muy simplista y relativa por cierto), ni la peor; pero sí es una buena versión de la Biblia, que amerita ser valorada en su justa proporción, si bien, asumida con una mirada crítica y para nada servil, como hemos de actuar frente a toda y cualquier otra versión de la Biblia.

Finalmente, no quiero concluir este trabajo sin poner de relieve el que los editores de la «Biblia Textual» se identifican con el dogma de que el concepto de inspiración verbal y plenaria y la consecuente y supuesta infalibilidad, sólo es aplicable a los autógrafos, o sea, a los manuscritos originales de la Biblia.  

Por supuesto y, a pesar de todo, es de elogiar el que los editores de la «Biblia Textual» admitan que no hay versión o traducción de la Biblia que sea perfecta, que toda versión de la Biblia es perfectible, incluyendo, evidentemente, la «Biblia Textual» misma; así de sencillo.