¿Y qué de la costilla a partir de la cual se puso en existencia a Eva (la mujer)?


Un enfoque crítico

Héctor B. Olea C. 


De entrada quiero precisar que la narración de la creación de Eva[1] (la mujer) a partir de una costilla de Adán (el varón) no tiene que ser interpretada literalmente, sino más bien de manera poética o simbólica. Luego, que la mención de la costilla de Adán sólo es un detalle que forma parte de uno de los dos relatos de la creación que encontramos en Génesis, específicamente en el de Génesis 2.4-25.


Pasemos, pues, a analizar este aspecto específico del relato de Génesis 2.4-25.

La palabra “costilla”, traducción de la hebrea “tselá” [2] se encuentra solamente cuatro veces en cuatro versículos bíblicos, y sólo en el Antiguo Testamento, tomando como base la versión Reina Valera de 1960. Estos son:

1) Génesis 2.22 “Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre”.


Aquí, como en el versículo 22, la Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento hebreo) tradujo la hebrea «tsela», con la palabra griega «pleurá» (costado,  costilla). Por otro lado, la palabra hebrea para «hueso (s)»,  en el versículo 23, es «‘etsem», la cual fue traducida por la Septuaginta con la palabra «ostéon» u «ostún» (hueso).

2) 2 Samuel 2.23 “Y no queriendo él irse, lo hirió Abner con el regatón de la lanza por la quinta costilla, y le salió la lanza por la espalda, y cayó allí, y murió en aquel mismo sitio. Y todos los que venían por aquel lugar donde Asael había caído y estaba muerto, se detenían”.

3) 2 Samuel 3.27 “Y cuando Abner volvió a Hebrón, Joab lo llevó aparte en medio de la puerta para hablar con él en secreto; y allí, en venganza de la muerte de Asael su hermano, le hirió por la quinta costilla, y murió”.

4) 2 Samuel 20.10 “Y Amasa no se cuidó de la daga que estaba en la mano de Joab; y éste le hirió con ella en la quinta costilla, y derramó sus entrañas por tierra, y cayó muerto sin darle un segundo golpe. Después Joab y su hermano Abisai fueron en persecución de Seba hijo de Bicri”.

Como se ve, la palabra “costilla” se menciona, después del Génesis, sólo en 2 de Samuel, y sin ninguna relación con la creación de la mujer. Y esto en la Reina Valera de 1960. La versión Popular Dios habla hoy, por ejemplo, sólo mantiene la palabra “costilla” en Génesis 2.22[3]. En cuanto a la forma plural, “costillas”, coinciden en la misma postura.

En plural, “costillas”, se encuentra sólo dos veces y en dos versículos bíblicos. Estos son:

Génesis 2.21 “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar”.

Daniel 7.5 “Y he aquí otra segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro, y tenía en su boca tres costillas entre los dientes; y le fue dicho así: Levántate, devora mucha carne”.

Como se puede observar, la mención de la palabra “costillas” (en plural), después del Génesis, tampoco hace referencia alguna a la creación de la mujer.



Ahora bien, cabe preguntarse ¿cómo es posible que se haya hecho tanto eco de la idea de que la mujer fue creada a partir de una costilla de Adán, si en la Biblia misma no ocurrió así? Pienso que principalmente por dos razones. La primera tiene que ver como el hecho de que casi todas las corrientes teológicas del cristianismo, al explicar la relación entre la mujer y el varón, partiendo desde su origen, según la teología (más bien teologías) del Génesis, como parte de su “antropología bíblica” (“antropología teológica”), han apelado y dependido fundamentalmente del relato de la creación que encontramos en Génesis 2.4-25.

La segunda razón está relacionada con el hecho de que en Nuevo Testamento, si bien supuso una reinterpretación y el alejamiento de algunos aspectos del Judaísmo; pero al desarrollarse también en un ambiente y cultura patriarcal e influenciado decisivamente por el elemento judío, en éste (el NT) se definió el origen y papel de la mujer principalmente, por no decir exclusiva o casi exclusivamente, con base también en el relato de Génesis 2.4-25.

En cuanto al Nuevo Testamento como tal, otro factor que marcó la visión que persistió en éste con relación a la mujer, muy probablemente tuvo que ver con la realidad de que al principio las comunidades cristianas se congregaban en los hogares. Esto dio como resultado que a la mujer se le tratara en las asambleas o reuniones de los seguidores de Jesús, a la luz de normas convencionales que dictaban, marcaban y regían el comportamiento esperado de la mujer en el hogar y en sentido general, así como el tipo de relación y contacto que debía existir entre el varón y la mujer, entre el esposo y la esposa.


Resulta llamativa la forma en que en el judaísmo rabínico se desarrollaron ciertas concepciones ligadas a la idea e interpretación de que la mujer fue creada a partir de una costilla de Adán, del varón. Al respecto, Antonio Rodríguez Carmona, en su obra “La religión judía, historia y teología”, publicada por la Biblioteca de autores cristianos (año 2002), afirma: “Son frecuentes las observaciones de tipo psicológico deducidas del modo de la creación. Así, por ejemplo, porque la mujer fue creada del hueso, materia más dura que la tierra de la que precede el hombre (el varón), la mujer es más fuerte en las circunstancias adversas y tiene más capacidad de sufrir. También constatan los rabinos que la mujer ha sido bendecida con una mayor inteligencia instintiva, y, junto a esto, su inclinación a llorar y a la curiosidad desordenada” (página 547).

Frente a este tipo de concepciones, simplemente quiero destacar que se fundamentan en una idea que sólo se encuentra en el relato de Génesis 2.4-25, la idea de que la mujer fue creada con posterioridad al varón, y como precediendo de él.

Cabría la pregunta, ¿cómo es posible que por el simple hecho de que la mujer fuera creada a partir de la parte sólida del cuerpo del varón ésta recibiera esa capacidad de resistencia que la caracteriza, y no; sin embargo, el varón, que la tenía en sobrada cantidad?

Finalmente, hay que insistir en que el uso de la figura de la costilla encaja perfectamente en la teología del relato que sostiene que el varón fue creado primero que la mujer, y que ésta fue creada como un complemente para el varón, y como procediendo de él. Lo interesante es que los posteriores pasajes que subordinan a la mujer y que apelan al relato de Génesis 2.4-25, ninguno se hace eco de la famosa costilla a partir de la cual, se supone, Dios puso en existencia a la mujer.

Podemos seguir haciendo mención de la “costilla” de Adán, siempre y cuando mantengamos presente que ésta sólo forma parte de los elementos del relato de la creación que encontramos en Génesis 2.4-25, por un lado. Y por el otro, que para el resto de la Biblia, incluso los pasajes que de manera específica apelan a dicho relato, ese elemento no existe. Ya sea porque 1) lo dieron por sentado, 2) porque no compartieron tal idea, 3) o porque sencilla y deliberadamente decidieron no insistir en este aspecto.


[1] La palabra hebrea que se ha traducido “Eva” en Génesis 3.20 es “javáh o haváh” (hW:j'), forma realmente extraña, pero que generalmente se ha asociado al verbo “hayáh” (hy:h;): “llegar a ser”, “existir”, “ser”, “vivir”. La forma griega usada por la Septuaginta en dicho versículo es “Zoé” (Zwhv). Lo curioso es que en Génesis 4.1 el texto hebreo mantiene el nombre “javáh o haváh” (hW:j'), pero la Septuaginta usó a “Eua” (Eua). Esto nos lleva a concluir que el conocido nombre “Eva” es realmente una transliteración de la forma griega usada por la Septuaginta en Génesis 4.1 y que así pasó al Nuevo Testamento. De todos modos resulta muy llamativo el que, según el relato de Génesis 2.4-25 (Génesis 2.23), la mujer habría de llamarse más bien “varona” “ishah” (hV;ai), pues se habría creado a partir del “varón” “ish” (vyai). El origen del nombre “Eva” (transliteración castellana del griego) se enmarca en un contexto distinto al de “varona” (por cuanto ella era madre de todos los vivientes”, Génesis 3.20).
[2] La pala griega usada aquí para “costilla” en la Septuaginta (versión griega del Antigua Testamento) es “pleurá” (pleurav). Esta palabra también tiene presencia en el Nuevo Testamento, sólo que se ha traducido como “costado” que es otro de los posibles significados de la misma véase Juan 19.34; 20.20, 25, 27; Hechos 12.7.
[3] Este hecho se vuelve más interesante cuando verificamos que la palabra que la Reina Valera de 1960 ha traducido “costilla” en 2 Samuel 2.23; 3.27 y 20.10, es “homésh” (vm,jo) que más bien significa, como plantea el Diccionario bíblico hebreo-español de Luís Alonso Schokel: “Ingle”, “bajo vientre”. En estos pasajes la Septuaginta tradujo la hebrea “homésh” (vm,jo) con “psóa” (yova), que hace referencia a “los músculos de la pelvis o de los lomos”. En Daniel 7.5 lo que la Reina Valera de 1960 tradujo como “costilla” es “alá” ([l''[}), una palabra aramea que el Diccionario de hebreo bíblico de Moisés Chávez la considera equivalente a la hebrea “tselá” ([l;xe) que encontramos en Génesis 2.21 y 22. Dada esta equivalencia, la Septuaginta tradujo la palabra aramea de Daniel 7.5 con la misma palabra que tradujo la hebrea “tselá” ([l;xe) en Génesis 2.21 y 22, o sea “pleurá” (pleurav).






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Génesis ¿Uno o dos relatos de la creación? ¿Cómo se presenta a la mujer en el Génesis?

Génesis ¿Uno o dos relatos de la creación?
¿Cómo se presenta a la mujer en el Génesis?

Por Héctor Benjamín Olea Cordero
Presidente del Instituto Dominicano de Ciencias Bíblicas IDCB, Inc.

Introducción:

¿Uno o dos relatos de la creación? ¿Qué dice el libro de Génesis? ¿Qué dice el resto de la Biblia? ¿Qué implicaciones tiene esta problemática para la antropología bíblica o teológica y su forma de concebir y describir la relación entre el hombre y la mujer?


Como reconozco que el tema que nos ocupa involucra toda una serie de preconcepciones sobre la naturaleza de la Biblia, la paternidad literaria del Pentateuco, las posibles fuentes del mismo, su unidad, diversidad, su forma más primitiva, hasta el proceso histórico que le ha dado al Pentateuco la forma final y definitiva en que ha llegado hasta nosotros, etc. Por todo lo anteriormente dicho, me he propuesto arrojar un poco de luz sobre algunas de las principales presuposiciones, a fin de preparar a las lectoras y lectores para el desarrollo de un análisis serio y lo más objetivo posible del tema que nos hemos planteado.
A lo que realmente aspiro es a que, a pesar de las pasiones que envuelve el tema que nos ocupa, las lectoras y lectores de este trabajo puedan estar preparados para darle al mismo una lectura sobria, pausada, y la debida ponderación.

I) Puntualizaciones importantes con relación al Pentateuco

Las iglesias e intérpretes cristianos más conservadores entienden que el afirmar que en Génesis 1 y 2 hay dos relatos distintos de la creación (aunque en cierto sentido se consideren complementarios, y hasta contradictorios en otros), es un síntoma negativo que supone varias cosas, tales como: 1) Que no se cree en lo sobre natural. 2) Que no se asume que el Génesis y, quizás bien el Pentateuco como tal, venga de la mano de un solo y mismo autor (Moisés u otro). 3) Que el intérprete se adhiere radicalmente a la llamada “hipótesis documentaria”.[1]


Frente a estas tres especies de objeciones podemos reaccionar de la manera siguiente: 1) No es cierto que el afirmar que en Génesis 1 y 2 hay dos visiones distintas de cómo surgió lo creado implique necesariamente que no se crea en lo sobrenatural. 2) La probabilidad de que el Génesis, y el Pentateuco como tal, vengan de la mano de un solo y mismo autor, o de varios; es un asunto que hay que visualizarlo y considerarlo a la luz del texto mismo, y no imponiéndolo al texto, desde afuera.

Si bien comúnmente se ha pensado que Moisés fue el único autor del Pentateuco y que éste lo escribió por completo, excepto el relato sobre su muerte; la verdad es que la historia del Pentateuco es mucho más compleja y complicada. De todos modos, posiblemente la mayoría de los conservadores reconocen que, en el caso de que Moisés haya sido el único autor del Pentateuco, no sería él, el que escribió el último capítulo (el 34) de Deuteronomio.

En verdad, teóricamente, podemos decir que: 1) La visión distinta que comunican los dos relatos de creación de Génesis 1 y 2 puede ser el reflejo de que el autor (o autores) del libro de Génesis haya (hayan) tenido a la mano documentos originalmente distintos e independientes que, al mismo tiempo, comunicaban perspectivas diferentes sobre el origen de lo creado. 2) Puede ser el reflejo de la persistencia de dos hipótesis diferentes en cuanto a lo creado, pero a nivel de la tradición oral. 3) Pueden ser la obra deliberada de un mismo y único autor que, por razones que no conocemos, presentó en dos relatos distintos, con perspectivas un poco distintas, y hasta con objetivos distintos, el origen de lo creado.

Antes de entrar en el análisis comparativo de los relatos de Génesis 1 y 2, quiero presentar algunas evidencias que confirman que la forma final del Pentateuco es el resultado de un largo proceso histórico que involucró más de una mano (no se sabe cuantas). Ciertamente el texto mismo del Pentateuco manifiesta un largo proceso de desarrollo y de redacción hasta alcanzar su forma definitiva en una época posterior a la monarquía y el exilio.[2]

Para ilustrar este punto voy a citar, no a los críticos más radicales, sino a unos autores que podemos considerar un tanto conservadores, que no se muestran hipercríticos; pero que tampoco rayan en un conservadurismo excesivo, como el que muestra, por ejemplo, el autor del libro “Reseña crítica de una introducción al Antiguo Testamento” (publicada por Editorial Portavoz), Gleason L. Archer.

Pues bien, a los autores a los que hago referencia son: William Sanford Lasor, David Allan Hubbard y Frederic William Bush; autores de la conocida obra “Panorama del Antiguo Testamento”, mensaje, forma y trasfondo del Antiguo Testamento; publicada por Libros Desafío.

Con relación a la paternidad literaria del Pentateuco en general, afirman: “En primer término, el Pentateuco es una obra anónima. En ninguna parte se hace referencia a un autor. No se menciona, en ese sentido, a Moisés ni nadie. Cabe señalar que este hecho está en consonancia con la práctica veterotestamentaria en particular y con las obras literarias antiguas en general. En el antiguo Cercano Oriente un «autor» no era un creador como en nuestra cultura moderna. Su principal función era la de preservar el pasado, en materia y metodología estaba sujeto a la tradición. La «literatura» no era propiedad individual sino comunitaria” (Panorama del AT, página 60).

“La tradición ciertamente es creíble (nótese, «la tradición») al atribuirle la paternidad literaria del Pentateuco a Moisés, al menos en el sentido de que el núcleo del marco narrativo y del contenido legislativo responde a su impulso literario y refleja con autenticidad tanto las circunstancias como los hechos de la épica que allí se relata. Si bien es poco probable que Moisés escribiera el Pentateuco en la forma definitiva que conocemos, la coherencia y uniformidad de la evidencia confirma que él fue el iniciador, impulsor y figura más importante en la corriente de actividad literaria que lo produjo” (Panorama AT, página 61).

Con relación a ciertas repeticiones, duplicaciones o dobletes que se encuentran en el Pentateuco, afirman “Algunos fervorosos exponente de la teoría de las fuentes documentales han considerado réplicas a algunos pasajes que podrían tener una explicación mucho mas sencilla” (página 58).

Pero no van lejos para reconocer: “Pero el hecho es que algunos de estos casos de reiteración aún no tienen una explicación. Por ejemplo: 1) En dos relatos, Abraham arriesga el honor de Sara haciéndola pasar por su hermana (Génesis 12.10-20 y 20.1-18); nótese también el episodio asombrosamente similar relacionado con Isaac (Génesis 26.6-11). 2) El nombre Beerseba («pozo del juramento») no sólo conmemora el pacto entre Abraham y Abimelec (Génesis 21.22-31), sino también de alianza entre Isaac y Abilemec (26.26-31). 3) En Génesis 28.19 y 35.7 Jacob cambia el nombre de «Luz» por «Bet-el»; pero en 28.10-19 lo hace camino a Padan-aram, cuando se le aparece Yahvéh, mientras que en 35.9-15 lo hace en el camino de regreso de Padan-aram cuando Yahvéh le habla (35.13-15). 4) El pasaje relativo a lo limpio y lo inmundo (Levítico 11.1-47 se reitera en Deuteronomio 14.3-21; y 5) el pasaje sobre los esclavos aparece triplicado en Éxodo 21.1-11; Levítico 25.39-55; Deuteronomio 15.12-18)” (página 59).

Finalmente, quiero cerrar esta apelación a Lasor, Hubbar y Bush, con la siguiente cita: “Otras evidencias del texto apuntan a una larga historia de transmisión y desarrollo. Una asombrosa cantidad de pasajes presentan indicios de una época posterior a la de Moisés. Cabe citar algunos ejemplos representativos. 1) Afirmaciones tales como «y el cananeo estaba entonces en la tierra» (Génesis 12.6; 13.7 y «Así comieron los hijos de Israel maná… hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán (Éxodo 16.35)» implican que Israel ya estaba ocupando a Canaán. 2) Génesis 14.14 señala que Abram persiguió a los captores de Lot hasta «Dan», pero ese lugar no se llamó a sí hasta que los danitas lo capturaron después de la conquista (Josué 19.47; Jueces 18.29). 3) En Génesis 36.31, al comienzo de una lista de reyes edomitas, se declara que todos reinaron «antes de que reinase rey sobre los hijos de Israel». Evidentemente, el punto de vista del autor sólo puede situarse en algún momento posterior a Saúl” (Panorama AT, página 59).

Para concluir esta sección quiero mencionar un elemento adicional que va en la misma línea de los autores citados. Según Éxodo 3 (compárese Éxodo 6.3), el origen del sagrado nombre para el Dios de Israel, YHVH, se da a conocer en ese entonces. Lo interesantes es que ya en Génesis 2, en la expresión “Jehová Dios” (Reina Valera 1960), evidencia que el nombre ya estaba en uso. Obviamente, esto sólo puede significar tres cosas. 1) Que para cuando se redacta Génesis 2, ya había tenido lugar lo relatado en Éxodo 3. Esto también supone que, específicamente en cuanto al Pentateuco, el orden en que finalmente nos han llegado los libros, no es necesariamente el orden en que originalmente fueron escritos.

Esta seria posibilidad tiene muchas implicaciones para la perspectiva con que el autor o redactor bíblico ve y hace referencia a hechos o eventos que se supone ocurrieron antes.

2) Que el relato de Éxodo 3 pretende dar a conocer el origen de un nombre que, como ya evidencia Génesis 2, estaba en uso, aun cuando no se tuviera o se desconociera el punto de vista ofrecido por Éxodo 3. No obstante, el asunto se complica cuando ponemos atención a lo que nos dice Éxodo 6.3 Yo me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, pero con mi nombre Jehová no me di a conocer a ellos.¿Cómo es esto posible, si en el Génesis vemos que en múltiples ocasiones Abraham llama a Dios con dicho nombre? Considérese los siguientes pasajes: Génesis 12.1, 4, 7, 8; 13.4, 13, 14, 18; 15.1, 2, 6, 8; 16.2. Además, ¿cómo se llamó el Dios ante el cual halló Noé halló gracia, y que también le dio el mandato de hacer un arca? Véase Génesis 6.8; 7.1, 5, 16; 8.20, 21.

3) Que la explicación que ofrece Éxodo 3 y 6, sobre el origen y uso del nombre sagrado de Dios tuvo una existencia independiente, pero que el redactor la incluyó sin percatarse de que (a pesar de que) entraba en cierta confrontación con las abundantes narraciones del Génesis que muestran un uso común del sagrado nombre YHVH, castellanizado generalmente por la Reina Valera, como Jehová.
Bueno, después de este preámbulo con el cual he pretendido arrojar un poco de luz sobre la naturaleza y complejidades del Pentateuco, pienso que estamos en mejores condiciones para involucrarnos en un análisis serio y lo más objetivamente posible del contenido de Génesis 1 y 2.

II) El fenómeno de las relecturas (otros hablan más bien del “sentido pleno”)

La crítica literaria nos advierte que “un texto normal, escrito en forma continua y por un mismo autor, resulta claro y coherente. Otro, producido con intervalos, en situaciones diversas, o complementado por nuevas manos, será discontinuo y revelará rupturas, tanto de pensamiento como de lenguaje” (Métodos exegéticos, por René Kruger, Severino Croato y Néstor Míguez, publicado por el Instituto superior evangélico de estudios teológicos ISEDET, 1996, página 109).

“Es la crítica literaria misma la que orienta al reconocimiento de las relecturas; cuando se lee con atención un texto y se observan transiciones de estilo, vocabulario o ideas (lo último es esencial), hay que sospechar, y luego confirmar, la existencia de una reinterpretación del mensaje transmitido. Desde el punto de vista literario composicional, la relectura puede estar en el centro, en ambos extremos, o solo al final, y en los textos proféticos suele ser de signo positivo, por cuanto la antigua palabra de juicio y condenación se relee desde una situación de sufrimiento o de nueva esperanzas” (Métodos exegéticos, pagina 119).

Raymomd Brown, citado por Luciano Jaramillo, describe el “sensus plenior” (sentido pleno) como “el sentido adicional más profundo, pretendido por Dios, pero no buscado necesariamente por el autor humano. Este sentido está contenido en el texto bíblico o en un conjunto de textos y aun en un libro completo de la Biblia; y aparece cuando se estudia a la luz de posteriores revelaciones y desarrollos de la historia y la revelación bíblica”[3] (Ahora entiendo la Biblia, publicada por Editorial Vida, año 2005, página 151).

Algo que puede complicar la adecuada comprensión del fenómeno de “las relecturas” es el hecho de que en algunos casos, la versión de la “relectura” y no el relato más antiguo es el que, en la forma final del libro o de la misma Biblia, puede quedar en primer lugar. Por ejemplo, de los dos reatos de la creación que nos han llegado en el libro de Génesis (1.1-2.3 y 2.4-25), podemos decir que existe el consenso entre los especialistas en considerar que el relato de Génesis 2.4-25 es el más primitivo, y no precisamente el que leemos en Génesis 1.1.2.3. Luego, aunque está al principio del libro de Génesis, el relato de la creación que se lee en Génesis 1.1-2.3 es una relectura del de Génesis 2.4-25.

Algo parecido se da también el en Nuevo Testamento. Una tesis sustentada por la mayoría de los especialistas en el campo de los estudios bíblicos en el Nuevo Testamento, es que Marcos, el segundo en el orden en que los tenemos en nuestras Biblias, fue el primer evangelio canónico en ser escrito. Luego le seguirían Mateo, Lucas y, finalmente, Juan.

III) El problema: dos relatos y no uno

Aunque quizás muchos no lo hayan notado, ciertamente no hay un solo relato de la creación, sino dos. El primero lo encontramos en Génesis 1.1-2.3. El segundo relato lo encontramos en Génesis 2.4-25. Generalmente es común encontrar a comentaristas bíblicos que tratan de minimizar las diferencias entre estos dos relatos y sus implicaciones para la teología bíblica. Sin embargo, un análisis profundo y serio del libro de Génesis y de estos dos relatos, deja ver matices importantes, y la manera en que cada relato ha servido para una teología posterior sustentada en ellos.

Lo cierto es que cada relato tiene su propia teología y persigue sus propios objetivos. Esto es algo que esperamos destacar en este trabajo. También la manera en que el mismo libro de Génesis y el resto de la Biblia utilizaron los utilizaron a ambos.

El primer relato lo encontramos en Génesis 1.1-2.3. El segundo en Génesis 2.4-25. Sin embargo, tengo que decir que existe prácticamente un consenso entre los estudiosos y especialistas en el campo del Antiguo Testamento, en considerar el relato de la creación de Génesis 2.4-25 como el más antiguo, aunque en la forma final del libro de Génesis aparece como el segundo. Desde este punto de vista, significaría que el relato de Génesis 1.1-2.3 constituiría una relectura, una reinterpretación, una adecuación y hasta corrección del relato de Génesis 2.4-25.
Por razones de espacio, y los objetivos de este trabajo, me voy a concentrar en el análisis de la situación en que cada relato coloca a la mujer.

Para el relato de Génesis 1.1-2.3 el hombre y la mujer fueron creados en un mismo y único acto de creación (véase Génesis 1-26-28). Para el segundo relato el hombre (el varón) fue creado primero, y posteriormente la mujer (véase Génesis 2.18.23).

1) Eco y resonancia de los dos relatos de la creación en el resto del Génesis.

¿Cuál relato tuvo mayor resonancia el resto del libro de Génesis? ¿El de Génesis 1.1-2.3 o el de de Génesis 2.4-25?

Un análisis detenido demuestra que ciertamente la idea dominante en todo el libro de Génesis es la perspectiva o punto de vista que comunica el primer relato de la creación, el de Génesis 1. Consideremos la evidencia:

Génesis 5.1: Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al ser humano (varón y hembra), a semejanza de Dios lo hizo.
Génesis 5.2: Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.

Génesis 9.6: El que derramare sangre de hombre (ser humano), por el hombre (ser humano) su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre (el ser humano).

La verdad es que no encontramos en el mismo libro de Génesis la confirmación o referencia alguna a la idea de que Dios hizo a la mujer con posterioridad a la creación del hombre o varón.

2) Eco y resonancia de los dos relatos de la creación en el resto de la Biblia.

¿Cuál relato tuvo mayor resonancia el resto de la Biblia? ¿El de Génesis 1.1-2.3 o el de de Génesis 2.4-25?

a) La expresión bíblica “varón y hembra” concuerda y sólo es congruente con el relato de Génesis 1, consideremos los siguientes pasajes:

Génesis 1.27: Y creó Dios al hombre (ser humano) a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Pregunta: ¿Habla este pasaje de dos actos de creación? No.
Génesis 5.2: Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.

Pregunta: ¿Habla este pasaje de dos actos de creación? No.
Mateo 19.4: Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?

Pregunta: ¿Habla este pasaje de dos actos de creación? No.

Marcos 10.6: Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.

Pregunta: ¿Habla este pasaje de dos actos de creación? No.

b) Hay pasajes bíblicos en los que el lenguaje sexista ha originado la traducción “hombre” u “hombres” cuando el contexto demanda la traducción “ser humano” o “seres humanos”. Este tipo de traducción favorece la interpretación de que la mujer no estaba presente en ciertas declaraciones a pesar de que realmente siempre estuvo ahí.

Génesis 1.27: Y creó Dios al hombre (ser humano) a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Génesis 5.1: Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre (ser humano, varón y hembra), a semejanza de Dios lo hizo.
Génesis 9.6: El que derramare sangre de hombre (de ser humano), por el hombre (ser humano) su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre (ser humano, varón y hembra).

Deuteronomio 4.32: Porque pregunta ahora si en los tiempos pasados que han sido antes de ti, desde el día que creó Dios al hombre (ser humano, varón y hembra) sobre la tierra, si desde un extremo del cielo al otro se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella.

Santiago 3.9: Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres (seres humanos, varones y hembras), que están hechos a la semejanza de Dios.

La evidencia que aportan estos pasajes es que en ellos subyace la idea de un solo acto creativo, pues reflejan la perspectiva del relato de la creación de Génesis 1.1-2.3.

c) La evidencia bíblica demuestra que, a pesar de Génesis 2.4-25, 1 Corintios 11. 12 a, 1 Timoteo 2.13, el punto de vista que trasciende en la Biblia es que el ser humano (varón y hembra) fue creado en un mismo y solo acto creativo:
Génesis 1.27: Y creó Dios al hombre (ser humano) a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Génesis 5.1: Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre (ser humano, varón y hembra), a semejanza de Dios lo hizo.
Génesis 5.2: Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.

Deuteronomio 4.32: Porque pregunta ahora si en los tiempos pasados que han sido antes de ti, desde el día que creó Dios al hombre (ser humano, varón y hembra) sobre la tierra, si desde un extremo del cielo al otro se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella.

Mateo 19.4: Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?

Marcos 10.6: Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.

La evidencia que nos aportan estos pasajes bíblicos también nos permite decir otras cosas. Por un lado, que la base para sostener que la mujer fue creada también a la imagen de Dios sólo la da el relato de la creación de Génesis 1.1-2-3; el relato de Génesis 2.4-25, prácticamente hace imposible decir tal cosa.

Por otro lado, que la ocasión en que Jesús trató el tema del divorcio, y su visión del matrimonio, toma como base la idea de que en un único acto creativo Dios hizo al se humano varón y hembra; lo único que toma del segundo relato es que “el hombre dejará padre y madre y se unirá a su mujer”.

Esto significa que si vamos a establecer, por ejemplo, el punto de vista de Jesús sobre la creación del hombre y la mujer, ajustándonos al testimonio escrito en los evangelios, es que Jesús entendía que el hombre y la mujer fueron creados el mismo día, en un mismo y único acto de creación, como lo afirma el relato de la creación de Génesis 1.1-2.3.

Es más, para ser más precisos e irnos al fondo de la cuestión, a la luz del relato de la creación que tenemos en Génesis 2.4-25, ni siquiera se podría decir que el hombre (propiamente el varón) fue creado a la imagen de Dios, pues en éste no se afirma tal cosa. Además, dicho relato describe al ser humano (después de que Dios sopló aliento de vida en él), como un simple “ser viviente”. Lo interesante es que la expresión “ser viviente”, en el relato de Génesis 1.1-2-3, refiere principalmente a los animales (considérese Génesis 1.20, 21, 24; 9. 10, 12, 15; Levítico 11. 46; Apocalipsis 4.7.

En consecuencia, podemos decir que a la luz de Génesis 1, el ser humano (varón y hembra) es imagen de Dios; a la luz de Génesis 2, el ser humano (propiamente el varón) es “un ser viviente”.

IV) Conclusiones.

a) A luz del relato de la creación de Génesis 2.4-25, es específicamente al hombre, al varón, a quien se le da la responsabilidad de desarrollar cierta mayordomía; pero específicamente en el jardín en que fue colocado por Dios (no tiene este relato los matices más universalitas que encontramos en el relato de Génesis 1.1-2.3).

b) A la luz del relato de Génesis 1.1-2.3, es al ser humano, varón y hembra, hombre y mujer, a quien se le da por igual la capacidad de ejercer cierta mayordomía sobre la creación, y con unos matices más universalistas que el relato de Génesis 2.4-24. En el relato de Génesis 2.4-25 la mayordomía se circunscribe al huerto (Génesis 2.15). En el relato de Génesis 1.1-2.3, la mayordomía es sobre toda la tierra (Génesis 1.28).

c) A la luz del relato de Génesis 1.1-2.3, el ser humano (varón y hembra, hombre y mujer) es imagen y semejanza de Dios, el creador (Génesis 1.26-28).

d) A la luz del relato de Génesis 2.4-25, el ser humano se parece más bien a los animales (considérese Génesis 2.7, luego Génesis 1.20, 21, 24). Aunque en Génesis 2.7 se habla específicamente del varón y no se dijo tal cosa cuando, según este relato, se puso en existencia a la mujer; no obstante, la afirmación de Génesis 2.23 (Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada), demanda que lo que se dijo respecto del hombre (el varón), se aplique por igual a la mujer.

e) Con relación a Jesús, podemos decir que cuando trató el tema del matrimonio y el divorcio, apela en primer lugar al relato de Génesis 1.27, para enfatizar el ideal de la pareja y matrimonio humano: un hombre, una mujer, y en segundo lugar, apela al relato de la creación de Génesis 2.4-25 para explicar el hecho de que el hombre deje su casa paterna para cumplir con el ideal que plantea el relato de Génesis 1.27, 28.

V) Aportes de los dos relatos del Génesis a la antropología teológica (antropología bíblica).

A la luz de los dos relatos de la creación, propongo una serie de preguntas que pueden ser de mucha ayuda para la evaluación de la dependencia de la teología bíblica de dichos relatos. Estas preguntas también pueden servir de guía y marco de referencia para la pastoral, el testimonio, compromiso y praxis cristiana.

1) Si un estudiante de la Biblia fuera a buscar sustentación bíblica para argumentar sobre la dignidad y valor del ser humano (varón y hembra, hombre y mujer) como imagen de Dios, ¿a cuál de los dos relatos apelaría?

Respuesta: Al primero, el de Génesis 1.1-2.3. Porque Génesis 1.27, traduciendo la palabra hebrea “adám” (!d;a;) en un lenguaje no sexista, inclusivo (que es el sentido del hebreo aquí) demuestra, contrario a lo que plantea 1 Corintios 11.7, que la mujer (no sólo el hombre o varón) es imagen de Dios.

Algo que le puede originar cierta confusión al que lee a 1 Corintios 11.7 es que la versión Reina Valera de 1960 tiene una nota que indica que 1 Corintios 11.7 hace referencia a Génesis 1.26. Lo penoso es que Génesis 1.26 no da base para el argumento que Pablo ofrece. En el texto hebreo, la palabra que la Reina Valera tradujo “hombre” es “adám” (!d;a;), que si bien en ciertos pasajes de manera específica hace referencia al “varón” (por ejemplo Génesis 4.1); sin embargo, no es el caso aquí. La Septuaginta tradujo con la palabra “ánthropos” (a[nqrwpo~), término que si bien puede hacer referencia específicamente al “varón”, generalmente tiene un uso genérico, como aquí. Precisamente de esta palabra viene “antropología” que consiste en un estudio del género humano, no sólo del “varón”.

No quiero cerrar esta sección sin profundizar un poco más en la teología de 1 Corintios 11.7.

La creación de la mujer que resulta de un único acto creativo y deliberado del creador de poner en existencia al género humano, en el relato de Génesis 1.1-2.3, Génesis 1.26-27, contrasta con la forma en que el relato de Génesis 2.4-25 explica el origen de la mujer. En este último relato la existencia de la mujer entra en escena por la necesidad de compañía que tenía el varón (Génesis 2.18-23). De esta idea se serviría posteriormente Pablo para decir que la mujer fue creada por causa del varón, pero no al revés (1 Corintios 11.9).

Además, mientras que en el relato de Génesis 1.1.2-3, la existencia del género humano (varón y hembra) se explica de manera directa en el deseo y designio del creador (los dos salen de la mano de Dios); en el relato de Génesis 2.4-25, la existencia de la mujer se liga estrechamente a la existencia previa del varón, pues ella viene a la vida por medio una costilla del cuerpo del varón.

Esta concepción servirá para fundamentar la idea de que el hombre (el varón) es imagen de Dios, y la mujer gloria del hombre (compárese 1 Corintios 11.7). Es como si se dijera que Dios, por poner al hombre (al varón) en existencia, es el que puede presumir de él (del hombre o varón); pero el hombre (el varón), como a partir de su existencia es que viene la de la mujer, él puede presumir de la misma.
Profundizando un poco más, quiero decir que en el texto griego de 1 Corintios 11.7, la expresiones “de Dios” (respecto del varón) y “del hombre” (respecto de la mujer), existen algunas dificultades. Por ejemplo, ¿con qué tipo de genitivo se han de traducir y entender las expresiones “de Dios” (con relación al hombre) y “del hombre” (con relación a la mujer)?

El mismo contexto nos ayuda. En los versículos 8 y 9 de 1 Corintios 11, encontramos dos afirmaciones que son de vital importancia para entender lo que dice el versículo 7.

El versículo 9 afirma que “el varón no fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón”.

El versículo 8 afirma “porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón”.

Luego, es natural que el versículo 7, presuponiendo los argumentos de los versículos 8 y 9, llegue a la conclusión de que la mujer es gloria del varón, sin que se pueda decir lo mismo respecto del hombre con relación a la mujer.
El argumento se construye de la manera siguiente: 1) La mujer fue creada por causa del varón (la existencia del segundo elemento «la mujer» viene a satisfacer una necesidad del primero; sin embargo, aunque esto pareciera otorgar cierta importancia a su existencia no es así, ya que el factor que marca y determina su naturaleza, existencia y la manera de concebirla, es el elemento que existió primero «el varón».

Consecuencia, el primer elemento «el varón» explica y hasta determina el origen del segundo elemento «la mujer»; pero el segundo elemento no puede determinar o explicar la existencia y origen del primero). 2) La mujer fue creada a partir del varón, procede de él (el origen de la mujer se encuentra en la existencia previa del varón). 3) La mujer es gloria del varón. En otras palabras, es en el varón (en su naturaleza y existencia) donde la mujer halla explicación a la naturaleza y existencia suya; por eso ella es, en cierto sentido, algo propio de él (del varón).
Esta argumentación sustentada en el relato de Génesis 2.4-25, pero que no es apoyada por el relato de Génesis 1.1-2.3, coloca a la mujer en una situación de desventaja con relación al varón.

Conclusión: el texto hebreo y el texto griego de Génesis 1.26 no ofrecen apoyo para la conclusión a la que Pablo llega en 1 Corintios 11.7. Además, el uso de la palabra “hombre” en sentido genérico, es el mismo en los versículos 26 y 27 Génesis 1, en ambos casos se habla del género humano.

La nota al pie de página que tiene la Versión Popular Dios Habla Hoy de estudio en 1 Corintios 11.7, me da la razón: “Pablo parece basar su argumento en Génesis 1.26-27, aunque en ese pasaje la palabra hebrea traducida por hombre se refiere al género humano e incluye a ambos sexos como creados igualmente a la imagen de Dios”.

2) Si se quisiera explicar que la distinción de género (masculino y femenino) está en la misma esencia del ser humano, que no es un asunto circunstancial, opcional o patológico en el ser humano; sino que formó parte de los designios originales del creador cuando se propuso poner en existencia al ser humano, ¿a cuál relato se tendría que apelar?

Respuesta: Al primero, el de Génesis 1.1-2.3. Génesis 1.27, afirma de manera precisa que al género humano [hebreo “adám” (!d;a;); griego “ánthropos” (a[nqrwpo~)], Dios lo hizo a su imagen y semejanza, “varón” [hebreo “zakar” (rk;z:); griego “ársen” (a[rshn)] () y hembra [hebreo “nequebáh” (hb;qen]); griego “thélu” (qh`lu)][4].

3) Si se tuviera que argumentar que, a la luz de la creación, la relación heterosexual es la adecuada y la que cumple con la posibilidad y necesidad de la reproducción y subsistencia del género humano, ¿a cuál relato se apelaría?
Respuesta: Al primero, el de Génesis 1.1-2.3. Aunque ciertamente, por lo que leemos en Génesis 2.18-24, es correcto decir que el relato de Génesis 2.4-25, supone la relación e intimidad heterosexual.

4) ¿Es posible argumentar sobre el valor de la relación íntima entre el hombre y la mujer sin el relato de Génesis 2.4-25?

Respuesta: Efectivamente. El primer relato claramente afirma: “fructificad y multiplicaos” (Sean fructíferos y multiplíquense) Génesis 1.28. Supone la relación e intimidad sexual entre el varón y la mujer.

5) ¿Cuál de los dos relatos de la creación favorece una visión de la mujer como simple objeto sexual y complementario?

Respuesta: El segundo, el de Génesis 2.4-25. Véase Génesis 2.18-23[5]. Además, consideremos la expresión “ayuda idónea”.

La expresión hebrea que se ha traducido “ayuda idónea” (Génesis 2.18, 20, “ezer kenegdó”), literalmente significa “ayuda o apoyo semejante y conforme al varón”, “parecido a él”, “de la misma naturaleza que él”. Dicha expresión señala a la mujer como un ser creado parecido al varón con el fin de ser su ideal complemento.

Lo curioso es que no encontremos la afirmación de que el varón sea el complemento ideal de la mujer, de que él sea la ayuda idónea para ella. Esta idea no se desarrolla porque según Génesis 2.18-23 (véase), al margen de la perspectiva de Génesis 1.26-28 (véase), la mujer procede del varón: él no salio de ella, sino ella de él. A pesar de esto, nótese el pensamiento de Pablo, hasta cierto punto innovador, cuando afirma Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; 12porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (1 Corintios 11.11-12). Obviamente, Pablo, igual que muchos hoy, ignora la perspectiva de Génesis 1.26-28, y se fundamenta sólo en Génesis 2.18-23.

6) ¿Cuál de los dos relatos de la creación favorece el concepto de la relación de la mujer con el hombre como una relación de tipo instrumental?
Respuesta: El segundo, el de Génesis 2.4-25.

7) A la luz de Génesis 1.26-28, ¿qué actitud podemos asumir frente a la teología de 1 Corintios 11.7-9, y 1 Timoteo 2.12-13?

Respuesta: Por un lado, una actitud de sospecha. De sospecha, pues se basa en un relato de la creación que si bien forma parte integral del texto final en que hemos recibido el Pentateuco; no obstante, comunica una visión que no es compartida por otro relato similar que igualmente forma parte integral del Pentateuco en su forma final (Génesis 1.1-2.3).

Por otro lado, un análisis bíblico minucioso demuestra que el resto de la Biblia no se hace eco de la perspectiva del relato de Génesis 2.4-25, excepto 1 Corintios 11.7-9 y 1 Timoteo 2.12-13.

8) ¿Qué actitud podemos asumir frente a la teología del relato de Génesis 2.4-25?
Respuesta: Por un lado, una actitud de sospecha. De sospecha pues no es la única perspectiva que nos da el Génesis, ya que esta versión ofrece unos detalles que son irreconciliables con la versión que encontramos en Génesis 1.1-2-3. Por otro lado, una actitud de respeto, pues se basa en una versión de la creación que aunque cuenta con un minúsculo respaldo por parte del resto de los libros que conforman la Biblia; no obstante, no se puede negar que nos ha llegado como parte incuestionable de la forma final en que hemos recibido el Pentateuco, y de manera más precisa, el libro de Génesis.

9) Si se quisiera destacar la diferencia radical entre el ser humano y los animales, a pesar algunas similitudes que tiene en común con ellos, principalmente con los llamados animales superiores, ¿a cuál relato se tendría que apelar?
Respuesta: Al primero, el de Génesis 1.1-2.3.

10) Si se quisiera dar una explicación de la familiaridad (aspectos y funciones comunes) del ser humano con los animales, ¿a qué relato apelaría?

Respuesta: Al segundo, el de Génesis 2.4-25. Este relato describe propiamente la hombre, el varón, y por asociación también a la mujer, como “seres vivientes” Génesis 2.7.

11) Si se necesitara ofrecer una explicación, desde la perspectiva de la creación, sobre la capacidad del ser humano de producir el desarrollo cultural y civilizarse, ¿a cuál relato se apelaría?

Respuesta: Al primero, el de Génesis 1.1-2.3. Considérese a Génesis 1.28.
12) Si se quisiera plantear que la creación es esencialmente buena, a pesar de los desastres y situaciones problemáticas de la que es testigo la historia, ¿a cuál relato se apelaría?

Respuesta: Al primero, el de Génesis 1.1-2.3. Considérese a Génesis 1.31.

Conclusión:

Toda corriente teológica que asuma la idea de que la mujer fue creada con posterioridad al varón, para justificar luego un trato discriminatorio contra la mujer, debe ser consciente principalmente de tres cosas: 1) La naturaleza y proceso histórico que le ha dado al Pentateuco su forma final. 2) Que no se apoya precisamente en la “teología de la creación”, en el “orden de la creación”, sino propiamente en el orden de la creación que sustenta un relato de dos que hay en el Génesis. 3) Que los pasajes del Nuevo Testamento que colocan a la mujer en una desventaja con relación al hombre, simplemente se hicieron eco de la teología del relato de Génesis 2.4-25.

Teniendo en claro estas tres cosas, creo que cabe el asumir una postura crítica frente a la tradicional forma de ver a la mujer; y aspirar a que, por lo menos se moderen las posturas más radicales de algunas teologías e iglesias.


[1] Ante las complejidades observadas en el Pentateuco, se han desarrollado varías hipótesis o teorías que han tratado de explicarlas. En primer lugar se encuentra la llamada “hipótesis documentaria”. Esta afirma que el Pentateuco es el resultado de la recopilación de una serie de fuentes escritas o documentos que existían previamente. La segunda teoría es la llamada “hipótesis fragmentaria”. Esta plantea que el Pentateuco es el resultado de la obra de un editor que fundió en una unidad algo confusa una masa de breves piezas escritas o fragmentos. También se ha planteado la llamada “hipótesis de los suplementos”. Esta última sugiere que, con relación al Pentateuco, es posible que al principio existiese un único relato consistente y unificado, obra de un solo autor, en el que, por distintas razones escritores posteriores introdujeron añadiduras, distorsionando así la obra original (El Pentateuco, estudio metodológico, por R. N. Whybray, publicada por Desclée De Brouwer, 1995). Al margen de la opinión que se tenga de estas hipótesis, al considerar la forma final en que nos ha llegado el Pentateuco, se está en lo correcto al reconocer que ciertamente es imposible poder establecer cuál fue la extensión y el contenido original del mismo.
[2] R. N. Whybray recalca que hay un acuerdo entre los especialistas de que el Pentateuco, en su forma final, no pudo completarse con anterioridad al siglo VI a.C. (Pentateuco, página 239).
[3] Una idea estrechamente ligada al concepto del “sentido pleno” es que la revelación de Dios es progresiva, y por esta razón ciertas verdades y afirmaciones anteriores pueden percibirse y entenderse de una manera más clara posteriormente. Lo que no está claro es si admiten que la relectura o nuevo sentido suponga una actitud crítica frente a la afirmación anterior o más antigua. Por otro lado, si habrá que asumir también una postura crítica frente al manejo que el lector y autor del Nuevo Testamento se acerca e interpreta el Antiguo Testamento. Estos aspectos son de vital importancia en la labor de una verdadera teología bíblica del Antiguo Testamento y una verdadera teología bíblica del Nuevo Testamento.
[4] Resulta interesante el resultado de una comparación de los términos hebreos que se usan para señalar al hombre y a la mujer en Génesis 1.27 y 2.23. Mientras que en Génesis 1.27 se habla de “varón” “zakar” (rk;z:) y “hembra” “nequebáh” (hb;qen]); en Génesis 2.23 se habla del “varón” “ish” (vyai ) y “varona” “ishah” (hV;ai). En Génesis 2.23, en coherencia con la teología del relato, que asume que la mujer procede del varón, se nota la intención del autor de identificar a la mujer con un nombre que deriva su forma de la del varón. No se percibe esa intención en Génesis 1.27.
[5] Dado la relación del versículo 24 con el 23, el texto hebreo no usa la palabra hebrea genérica “hombre”, “adám” (µd;a;), sino “varón”, “ish” (vyai). Este matiz del hebreo no ha sido tomado muy en cuenta por la mayoría de las castellanas de la Biblia. Una notable excepción lo constituye la Biblia hebreo-español. Incluso la Septuaginta, que en ciertos casos, como en el mismo versículo 23 de Génesis 2. Allí la Septuaginta tradujo el hebreo “adám” (µd;a;) como nombre propio, “Adám” (Adam), que es el sentido en dicho pasaje. Lo que resulta extraño es que en el versículo 24 haya traducido el hebreo “ish” (vyai), “varón” con la palabra genérica “ánthropos” (a[nqrwpo"), y no con “anér” (ajnhvr), como se esperaría, palabra más específica que refiere propiamente a un ser humano de sexo masculino.