Ser «hijo de Dios» desde la perspectiva de Jesús
Héctor
B. Olea C.
En el contexto del llamado «sermón del monte»,
«sermón de la montaña» (pues «anébe eis to óros», lit. subió al monte, a la
montaña: Mateo 5.1, compárese Lucas 6.12-13, 17); el evangelista Mateo registra
una pequeña sección, Mateo 5.3-11, conocida por lo general como «las bienaventuranzas».
Son nueve «las bienaventuranzas» que registra Mateo
5.3-11, aunque muy bien se pueden considerar ocho, en la línea de algunos eruditos,
si se asumen como una sola, los versículos 10-12. De todos modos, un factor en
contra de la asimilación del versículo 10, con el 11 y 12, es que en el
versículo 10 se mantiene la redacción en la tercera persona del plural («autói»,
ellos), mientras que los versículos 11 y 12 están redactados en la segunda
persona de plural (ustedes). Considérese la expresión «dichosos son ustedes» («makárioi
este») versículo 11), y «gócense y alégrense ustedes» («jáirete kái agaliásthe»),
del versículo 12.
De
todos modos, pienso que no debería haber problema alguno si mantenemos
la idea de que las bienaventuranzas son nueve, pero asumiendo que la número
ocho es en realidad desarrollada por la número nueve; o sencillamente que la
nueve no es más que el desarrollo de la ocho.
Luego, al margen del número que se adopte,
hay que admitir que cada bienaventuranza es introducida con la palabra griega «makárioi»
(dichosos, felices, bienaventurados). A su vez, incluye cada bienaventuranza la
descripción de la misma, y luego su causa
o razón, introducida en el texto griego por la conjunción «jóti» (porque,
pues).
Un dato más respecto de su redacción.
Las primeras ocho o siete bienaventuranzas
están redactadas en la tercera persona del plural, «autói» (Mateo 5.3-10); pero
en la segunda persona del plural, la última, «makárioi este» (Mateo 5.11-12).
Por otro lado, es Lucas (6.20-23) el otro
evangelio canónico que con Mateo incluye las bienaventuranzas, en realidad sólo
cuatro, y en una forma abreviada. Además, son las bienaventuranzas parte del
documento «Q», pero hay quienes piensan que como tales no se le atribuyen a «Q».
De todos modos, sólo forman parte de «Q» Mateo 5.1-4 y 6, 11-12, sin incluir el
versículo 5, y los versículos 7-10.
Ahora bien, tiene cada bienaventuranza una
razón distinta, si bien algunas se podrían considerar un tanto equivalentes; y
aquí donde halla razón este artículo: poner de relieve cómo emplea Jesús, en
este contexto, la expresión «hijos de Dios» («juiói theú»), en la bienaventuranza
número siete (Mateo 5.9).
A continuación, las nueve bienaventuranzas
con su causal y una breve explicación de mi parte; pero sólo me detendré en la
número siete.
1)
«Bienaventurados
los pobres en espíritu, porque tal necesidad reconocida, los empodera del reino
de los cielos».
2)
«Bienaventurados
los que lloran (no porque el llorar sea una virtud); sino por la consolación
que se les promete, que les espera».
3)
«Bienaventurados
los mansos (la violencia no es el camino en ningún sentido, y no debe usarse
contra ningún ser humano, contra ningún grupo o segmento de la sociedad);
porque ellos recibirán la tierra por heredad».
4)
«Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia (no porque la injusticia traiga consigo
satisfacción alguna para el que es objeto de la misma); sino por la justicia
que al final se les promete».
5)
«Bienaventurados
los misericordiosos (démosle a los demás, lo que esperamos recibir de ellos, no
pidamos lo que no ofrezcamos), porque ellos alcanzarán misericordia».
6)
«Bienaventurados
los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios».
7)
«Bienaventurados
los pacificadores (no los pasivos y que evitan el compromiso franco y práctico con
la lucha por la paz), porque ellos serán llamados hijos de Dios».
8)
«Bienaventurados
los que a pesar de la oposición y persecución, practican la justicia; porque de
ellos es el reino de los cielos».
9)
«Bienaventurados
aquellos que son perseguidos y maltratados por la causa de Jesús, cuando las acusaciones
que pesen sobre ellos sean falsas y no sean más que simples difamaciones».
Retomo ahora la bienaventuranza número siete.
Es en Mateo 5.9 la única ocasión en que
encontramos en los evangelios canónicos, la frase «hijos de Dios» («juiói théu»),
en los labios de Jesús. En tal sentido me es precio advertir que en Lucas
30.36, la expresión «son hijos de Dios» («juiói eisin theú»), no es exactamente
la misma, en términos morfológicos.
Por otro lado, resulta llamativo que en
concordancia con el compromiso con la paz que siempre mostró Jesús (considérese
Mateo 5.38-45; 11.29; Lucas 6.27-36); Jesús considere precisamente una bienaventuranza,
una dicha, el comprometerse con la paz y con la justicia (bienaventuranzas 4, y
8), porque el mostrarse en franco compromiso con la paz, nos hace merecedores
de ser considerados con la cualidad de ser «hijos de Dios».
Pero quiero profundizar un poco más en el
término griego que emplea el evangelio de Mateo (5.9) y que la versión «Reina
Valera 1960 (RV)» tradujo como «pacificadores». Pues bien, el término griego
que está detrás de la traducción «pacificadores» en la referida versión de la
Biblia, es «eirenopoiói», palabra que no se encuentra en ninguna otra parte en
todo el Nuevo Testamento. Ahora bien, es «eirenopoiói» (nominativo masculino plural
de «eirenopoiós») una palabra compuesta, por un lado, por el sustantivo «eiréne»
(paz), y por el verbo «poiéo» (hacer,
crear, producir, trabajar., realizar, llevar a cabo, etc.).
En consecuencia, la palabra (sustantivo)
«eirenopoiói» ha de entenderse como “hacedores de paz”, “trabajadores por la
paz”, “pacificadores”, etc.
Por otro lado, como sustantivo compuesto, es
preciso observar que éste se deriva del verbo «eirenopoiéo», verbo que sólo tiene
presencia en un solo texto en todo el Nuevo Testamento, específicamente en
Colosenses 1.20, en la expresión «haciendo la paz -más bien «habiendo hecho la
paz»- («eirenopoiésas», participio aoristo, activo, nominativo, masculino
singular de «eirenopoiéo») mediante la sangre de su cruz».
Además, quiero hacer resaltar otro detalle
más en relación al verbo «eirenopoiéo», pero ahora en relación al texto griego
(Septuaginta) del Antiguo Testamento hebreo (Tanaj). Resulta que es Proverbios
10.10 el único pasaje donde aparentemente se encuentra el verbo «eirenopoiéo» («eirenopoiéi»,
en tiempo presente, voz activa, tercera persona del singular) en toda la
Septuaginta.
Ahora bien, mientras que el texto hebreo de
Proverbios 10.10 afirma: «El que guiña el ojo origina desgracia; y el insensato
de labios irá a la ruina».
La Septuaginta por su parte plantea: «El que
da una respuesta positiva con los ojos (da un sí, asiente, etc.) pero con
engaño, acumula tristezas para los demás literalmente: para los hombres, los
varones); no así el que con sinceridad (franqueza) corrige, pues pacifica (hace
la paz, contribuye a la paz)».
Como elemento
de comparación, cito ahora la traducción que de Proverbios 10.10 en la Septuaginta, hace G. Junemann: «El que
asiente de ojos, con dolo, junta, para varones tristezas; y el que reconviene
con libertad, pacifica».
Finalmente y, retomando de nuevo la séptima
bienaventuranza, pero concluyendo; pienso que se hace necesario resaltar hoy la
particular perspectiva de Jesús respecto de la idea de ser «hijos de Dios», cuando
hay tantas personas, grupos, congregaciones y personas particulares que
presumen del ser «hijos de Dios» en una forma única, casi exclusiva; que presumen
de su fundamentalismo, de su sana doctrina, de su compromiso irrestricto con la
Biblia, con la revelación divina, de su alejamiento del mundo, de su santidad,
de su compromiso con el cielo nuevo y tierra nueva, de su “ciudadanía celestial”,
de su ortodoxia en el plano de la sexualidad, de su oposición al reconocimiento
de los derechos de la comunidad LGBT y otras minorías, etc.
Hoy como siempre, y quizá como nunca, es
preciso resaltar que en el contexto de las bienaventuranzas, Jesús considera «hijos
de Dios», a las personas que se muestran e identifican de manera franca y no
solapadamente, a favor de la lucha por la paz (que supone la búsqueda de la reconciliación),
que trabajan por la paz, que contribuyen a la paz.
Por otro lado, llama la atención que es
precisamente en el contexto del mismo sermón de la montaña, en un marco en el
que Jesús exige el compromiso irrestricto con la paz (Mateo 5.38-48); donde volvemos
a ver en sus labios una expresión parecida a la de Mateo 5.9 («juiói théu»).
Esta expresión es “para que seáis «hijos de vuestro Padre» («juiói tu patrós
jumón») que está en los cielos” (Mateo 5.45). Además, no podemos perder de
vista la estrecha relación que tiene la bienaventuranza número siete (Mateo
5.9), con la cuarta (Mateo 5.6) y la octava (Mateo 5.10), dada la intrínseca relación
que existe entre la paz («eiréne») y la
justicia («dikaiosúne»).
En suma, las personas que deseen presumir hoy
de la cualidad de ser «hijos de Dios», en el marco de las bienaventuranzas;
deberán tomar más en serio la perspectiva de Jesús. Deberán tomar partido, no
podrán quedarse neutrales, deberán mostrar un franco compromiso con la
reconciliación y por la paz irrestricta como bien supremo, por la convivencia
pacífica, armoniosa y respetuosa, entre los seres humanos.
En conclusión, en el marco del «sermón del monte», «sermón de la montaña»,
en el contexto específico de las bienaventuranzas; para la persona misma de
Jesús, las personas que trabajan por la paz, las que arriesgan sus vidas y su
bienestar en la lucha por la justicia y por la paz; son éstas los verdaderos «hijos
e hijas de Dios», y de ellas es el reino de los cielos (Mateo 5.9, 10).
Pongo punto final a este artículo, con las
muy pertinentes y sabias palabras de José M. Castillo, cuando afirma: “Es
evidente que, desde el momento en que
las Bienaventuranzas se ven “reducidas” a meras “virtudes” y además a virtudes “religiosas”,
la fuerza transformadora del mensaje de
Reino se ve inevitablemente mutilada. Porque en esas condiciones siempre habrá
cristianos que contenten su alma y su conciencia con una saludable religión,
por más que en la vida de mucha gente haya demasiada hambre y demasiado
sufrimiento” («El Reino de Dios por la vida y la dignidad de los seres humanos»,
5ta edición, Desclée De Brouwer, 2004, página 71).
¡Dios nos ayude en esta tarea!
Me pareció genial este artículo, es lo bueno que tiene poder hacer exégesis teniendo un alto conocimiento de gramática.
ResponderEliminarBendiciones
Miguel Castellón