La transgresión y la redención, un asunto de testosterona


Una reflexión crítica entorno a Romanos 5.12-21


Héctor B. Olea C.


Aunque para la teología judía la muerte se concibe como algo natural, que no tiene relación alguna con un supuesto «pecado original» de Adán y Eva; si bien la idea del «pecado original» es más bien una doctrina posterior incluso al NT mismo (hay quienes afirman que fue Ireneo de Lyon quien el siglo II d.C. concibió en un principio la idea del «pecado original»; lo cierto es que fue Agustín de Hipona (siglo IV d.C.) quien usó la expresión «pecado original», y quien desarrolló dicho concepto como un pecado heredado). 

En suma, si bien es cierto que Pablo no conoció la idea del «pecado original», no es menos cierto que tanto la teología católica como la teología protestante han encontrado en Romanos 5.12-21 un fundamento para el desarrollo y mantenimiento de la doctrina del «pecado original», obviamente, tomando en consideración otros textos bíblicos, como el Salmo 51 (texto clave para la teoría agustiniana).  

Ahora bien, no es el objetivo de este breve artículo, analizar la doctrina católica, protestante y evangélica del «pecado original»; sino llamar la atención, hacer resaltar que, muy a pesar del papel de María en la teología católica, muy a pesar del papel de la figura de la mujer en Apocalipsis 12; para Pablo, en Romanos 5-12-21, la transgresión así como la redención, son asuntos de hombres, cuestiones de  varones: por medio de un hombre vino el caos moral y la muerte para todo el ser humano; y por medio de otro hombre, vino la redención y la vida.

Pues bien, en Romanos 5.12 Pablo plantea que «por medio de un hombre (no en su sentido genérico, sino apuntando estrictamente a un varón) entró el pecado al mundo» (el texto griego: «di-enos anthrópu je jamartía eis ton kósmon eisélthen»).

Luego, en el versículo 15, Pablo, en concordancia con lo que ya había afirmado en el versículo 12, respecto de la transgresión de Adán y sus efectos en el resto de sus descendientes; plantea que el don y la gracia de Dios nos llegan «por medio de la gracia de un hombre, Jesucristo» («en járiti te tu jenós anthrópu Iesú Kristú»).

Más adelante, siguiendo la línea de su argumento, y siendo consistente, Pablo reafirma en el versículo 17, que la transgresión y la muerte tuvieron lugar «por medio de uno» (griego «diá tu jenós»), así también la vida nos llega «por medio de uno, Jesucristo» (griego «diá tu jenós Iesú Kristú»). 

Ahora bien, es obvio que la expresión griega empleada por Pablo en el versículo 17, «diá tu jenós», apunta de manera estricta un varón. En primer lugar, porque «jenós», es el caso genitivo del numeral «uno» (griego «jéis»), específicamente de género masculino, y que no necesita emplearse acompañado de un sustantivo de género masculino para señalar específicamente a un varón. En segundo lugar, la referencia a un hombre, a una persona varón es incuestionable, en virtud de que el mismo Pablo hace acompañar el numeral «uno» («jéis», pero en caso genitivo, «jenós»), de la palabra «ánthropos» (hombre, varón), tanto en relación a Adán, como en relación a Jesucristo mismo (versículos 12 y 15, idea que también se repite y refuerza en los versículos 18 y 19).

En suma, en el versículo 12, Pablo emplea el numeral «uno» («jéis», pero en caso genitivo, «jenós») acompañado por la palabra «ánthropos» (hombre, varón), haciendo referencia a Adán.

En el versículo 15, por un lado, Pablo emplea el numeral «uno» («jéis», en caso genitivo, «jenós»), haciendo referencia a Adán, pero ahora sin emplear la palabra «ánthropos» (hombre, varón). Y por otro lado, emplea el numeral «uno» («jéis», igualmente en caso genitivo, «tu jenós»), pero acompañado de la palabra «ánthropos» (hombre, varón), haciendo referencia a Jesucristo.

En los versículos 17 y 18, Pablo emplea el numeral «uno» («jéis», igualmente en caso genitivo, «jenós», acompañado de la preposición «dia»), haciendo referencia a Adán, y a Jesucristo, pero esta vez sin emplear la palabra «ánthropos» (hombre, varón), en relación a Adán, ni en relación a Jesucristo.

Finalmente, en el versículo 19 Pablo emplea el numeral «uno» («jéis», igualmente en caso genitivo, «jenós», acompañado del artículo «tu»), junto a la palabra «ánthropos» (hombre, varón), haciendo referencia a Adán; y luego emplea el «uno» («jéis», igualmente en caso genitivo, «jenós», acompañado del artículo «tu»), sin la palabra «ánthropos» (hombre, varón), para hacer referencia a Jesucristo.

En conclusión, muy a pesar de que con posterioridad a Pablo, la escuela paulina, los discípulos de Pablo, quisieron agravar la situación e imagen de la mujer respecto de su papel en la transgresión en Edén (como si lo dicho por Pablo aquí no fuese ya suficiente); acusándola de haber sido ella la que falló, la que pecó (1 Timoteo 2.13-14); lo cierto es que Pablo insiste en que tanto la transgresión, como la redención, es un asunto de hombres, una cuestión de varones. Por supuesto, no acusa Pablo a la mujer, como sí lo hace el autor de 1 Timoteo 2.13.14, de ser ella la pecó, la que fallo; no obstante, tampoco le reconoce aquí mérito alguno en cuanto a la redención.  

En síntesis, en Romanos 5.12-21, Pablo concluye que, por un lado, el pecado y la muerte hunden sus raíces en la transgresión de un hombre, específicamente de un varón; por otro lado, la redención y la vida, también tienen lugar mediante otro hombre, específicamente otro varón, así de sencillo.




¡Hasta la próxima! 

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