Patriarcalismo bíblico versus exégesis bíblica


Un enfoque y análisis crítico

Héctor B. Olea C.

Como ya he dicho antes, el compromiso con la lucha por el trato igualitario que esperamos que reciba la mujer en relación al varón, no supone, no debe implicar la manipulación de los textos bíblicos que definitivamente y, por lo general, colocan a la mujer en una situación de franca desventaja e inferioridad en relación al varón. Tampoco debe suponer la apelación a ciertos malabares teológicos y hermenéuticos que en realidad son inadmisibles y que no le hacen justicia al verdadero mensaje de los textos bíblicos.

En tal sentido, con este artículo, me propuse reaccionar a un texto que circula por la red, desde mi punto de vista en realidad un sospechoso y aventurado análisis bíblico de tres textos específicos. Ahora bien, si bien la referida publicación se muestra comprometida por la necesaria reivindicación de la mujer; no obstante, como análisis exegético deja mucho que desear y sus premisas como sus conclusiones no resultan verosímiles.  

Pues bien, los tres textos bíblicos en cuestión son: Isaías 49.22; Salmo 16; Salmo 131.

Iniciemos, pues, nuestra ventura.

Análisis de Isaías 49

¿Coloca a la mujer, Isaías 49.22, en un mismo nivel que al varón? ¿Se aleja  realmente Isaías 49.22 del tradicional discurso bíblico que coloca a la mujer en una situación de desventaja e inferioridad con relación al varón? ¿En realidad es la mujer el personaje central (principal) del relato, del discurso de Isaías 49.22?

Isaías 49.22 forma parte de lo que en los estudios académicos se le llama «Déutero Isaías» o «Segundo Isaías», sección del libro que abarca los capítulos 40-55. Por otro lado, se entiende que los capítulos 49.1-55-13 constituyen una serie de cánticos o poemas dedicados a la nueva Jerusalén, a la Jerusalén restaurada. Respecto de la situación histórica de «Déutero Isaías» y del perfil de éste, traigo a colación las observaciones del «Comentario Bíblico San Jerónimo»:       

«Las razones para atribuir los capítulos 40-55 a un autor distinto son, ante todo, de carácter histórico. Los destinatarios ya no son los habitantes de Jerusalén, sino los desterrados en Babilonia (43,14; 48,20).Jerusalén, de hecho, ha sido tomada y destruida; ahora aguarda la hora de su reconstrucción (44,26-28; 49,14-23). Babilonia ya no es una aliada amistosa (2 Re 20,12-13), pues ha arrasado la ciudad de Jerusalén y deportado a los israelitas. Las antiguas profecías sobre la destrucción de Jerusalén se han cumplido (Is 1,21-31; Jr 7,1-15; Ez 22; 24); Israel aguarda ahora la llegada de un futuro nuevo y glorioso (40,1-11.43). Al revés que Is, el Dt-Is raramente menciona la dinastía davídica, y aun entonces transfiere sus privilegios a toda la nación (55,3-5)».

Los argumentos literarios tienen la misma fuerza. El tono ya no es de condenación y amenaza, sino de consolación y esperanza. El estilo del Dt-Is es expansivo, redundante, solemne y lírico. Isaías de Jerusalén había sido breve, misterioso, tajante. La diferencia entre ambos es la que puede haber entre Jn y los sinópticos. Isaías está cuajado de datos biográficos; el Dt-Is ni siquiera nos da a conocer su nombre.

Los cánticos del Dt-Is nos presentan a su autor como un hombre pensativo, grave, sincero y compasivo. Su fe en el Dios de la historia era tan firme que para él todo tenía sentido y se orientaba a la salvación de Israel. Para todo tenía una mirada profundamente piadosa: un niño que cuenta las estrellas (40,26) o los jóvenes frustrados ante una existencia sin esperanzas (40,30).

Es probable que el Dt-Is perteneciera a una escuela de ideas religiosas derivadas de Isaías (8,16), pues en sus profecías se pueden escuchar los ecos de aquél: el pueblo está en pecado y consumido de tristeza; se pide a Dios que ayude y salve a su pobre pueblo; Dios es el único capaz de salvar, y por ello la salvación se realizará de manera maravillosa (10,15-20 y 42,19-25; 7,14-25 y 54,1-3). Es posible que el Dt-Is sea el principal responsable de la conservación y del actual arreglo del «libro» de su maestro, al adaptar aquel mensaje a las necesidades de los exiliados, haciendo de él algo vivo”.

Comprendiendo, pues, el marco histórico de «Déutero Isaías», paso a poner de relieve algunas cuestiones de importancia que nos ofrece Isaías 49 para nuestro estudio.

Isaías 49 puede ser dividido en dos secciones, aunque hay quienes lo fraccionan  en tres. Las dos secciones que podemos distinguir son: 1) El poema del siervo del Señor (YHVH), versículos 1-7; y 2) la restauración de Sion (versículos 8-26).

Ahora bien, es innegable la presencia de alusiones femeninas en la primera sección de Isaías 49. Estas alusiones están representadas por las palabras “El Señor (YHVH) me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria” (versículo 1). Y por las palabras “dice el Señor (YHVH), el que me formó desde el vientre para ser su siervo (versículo 5).

De todos modos, concluye esta sección haciendo referencia al objeto de la elección de Dios como un ente masculino: «porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió». Aquí, la expresión «te escogió» es en hebreo «va-yibejarejá», la cual tiene el sufijo pronominal o desinencia correspondiente a la segunda persona del singular, de género masculino. Ahora bien, la referencia en género masculino viene dada porque está haciendo referencia a la figura del “siervo” (versículos 3, 5, 6), que en hebreo es estrictamente de género masculino, o sea, «‘ebed» (su par  estrictamente de género femenino es «’amáh»: sierva).

Por otro lado, en la segunda parte de Isaías 49 volvemos a encontrar alusiones innegablemente femeninas. En primer lugar, para poner de relieve la fidelidad de Dios, el profeta se sirve del amor de una madre por sus hijos: “Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti” (versículo  15). En segundo lugar, en una clara referencia al retorno de los hijos de Israel a su tierra, el profeta emplea las siguientes palabras: “traerán en brazos a tus hijos, y tus hijas serán traídas en hombros”  (versículo 22).

Sin embargo, si bien «hijos» e «hijas» se muestran aquí paralelos, lo más notable de estas últimas palabras es que las expresiones «tus hijos» y «tus hijas» apuntan a Sion, a Israel, como una madre. Esto explica que en el hebreo ambas expresiones tengan el sufijo pronominal de la segunda persona femenina, o sea, «banayijé» y «benotayijé». Una observación más en este sentido es que se justifica y demanda aquí el empleo del género femenino puesto que en el hebreo los nombres de entes geográficos (nombres de países y ciudades que son considerados madres de sus habitantes) son de género femenino intrínseco, o sea, que son de género femenino por naturaleza aun cuando no tengan la desinencia que de manera formal señala el género femenino (compárese Isaías 49.21).

Además, la expresión «hijos e hijas» se la encuentra en la Biblia 32 veces en 31 versículos bíblicos, 31 veces en el AT (Tanaj, Biblia Hebrea) y una sola vez en el Nuevo Testamento. Y estas 32 ocasiones en que se encuentra la expresión en cuestión en toda la Biblia, en 30 ocasiones es haciendo al varón (al padre), jamás a una mujer (la madre); y en dos únicas ocasiones haciendo referencia a ciudades (Ezequiel 14.22; 23.4). Y esta tendencia también se mantiene en el empleo de la expresión «tus hijos», y «tus hijas», por separado, y cuando aparecen juntas, «tus hijos y tus hijas».  

En suma, no es cierto que Isaías 49 coloque a la mujer en un plano de igualdad en relación al varón, ni que una mujer haya sido la autora de tales palabras. No es cierto que el paralelismo que establece el versículo 22 entre «hijos» e «tus hijas», con las expresiones «traerán en brazos a tus hijos», «tus hijas serán traídas en hombros»; signifique que socioculturalmente se los ve en el mismo plano; además de que en realidad ambas expresiones no se emplearon con relación a la mujer, sino en relación a la ciudad de Sion como madre de sus habitantes.   
    
Análisis del Salmo 16

Con relación al Salmo 16, el autor del comentario al que reacciono, plantea por un lado, que el título con que inician muchos salmo (aunque en verdad no éste), es un indicativo de que este salmo habría de ser cantado únicamente por mujeres. También plantea que este salmo inicia con una forma verbal en género femenino, lo cual, según él, apunta a que la persona autora de este salmo fue una mujer. Ahora bien, ¿qué hay de cierto en estas afirmaciones?

En primer lugar, lo cierto es que el Salmo 16, a diferencia de los Salmos 120-134 que si llevan el título hebreo «shir hamma‘alót», no lleva dicho título. El salmo 16 más bien tiene como título la expresión «miktam ledavid» (un tipo de salmo o composición). Ahora bien, lo más que podemos decir respecto de la palabra «miktam» es que consiste en un término musical cuyo verdadero significado desconocemos hoy. En cuanto a la etimología de la palabra «miktam», Schokel sugiere: “miktam ofrece dos etimologías posibles: ketem = oro y ktm = estar Moteado”.

En segundo lugar, si bien es cierto que la forma verbal hebrea que está detrás de la traducción «dijiste» (hebreo «’amarte») no es la que se esperaría pues es de género femenino, sino «’amartá» (segunda persona singular, género masculino); no obstante, la forma verbal en la segunda persona singular, en género femenino, o sea, «’amarte»), no es ninguna indicación de que sea una mujer la que compuso el Salmo 16. De hecho, en el conjunto de los posibles autores de los Salmos, jamás se ha mencionado una mujer. En tal sentido, traigo a colación la observación que respecto de los posibles o supuestos autores de los Salmos plantea Luis Alonso Schokel y Cecilia Carniti, en su obra: «Salmos, traducción, introducciones y comentario», cito:

“Con todo, por respeto a la vieja tradición, será decoroso presentar a algunos supuestos autores. Asaf: según informes tardíos del Cronista, Asaf hijo de Baraquías fue maestro de canto de David (l Cr 6,39.43; 15,17; 16,5; 2 Cr 29,30); también sus hijos y descendientes fueron músicos del templo (l Cr 25,2; 2 Cr 20,14; 29,13; Esd 2,41;3,10; Neh 7,45; 11,22). Como se ve, toda la información es tardía. Córaj: el jefe de una revuelta contra Moisés (Nm 16). Sus hijos fueron Aser, Elcaná y Abiasaf; sus descendientes aparecen como autores de once salmos. Iditún aparece en los títulos griegos de Sal 38 y 76; fue maestro de música en tiempo de David (l Cr 16,41ss; 25,1-16; 2 Cr 5,12). Etán y Hemán: maestros de canto de la misma época (l Cr 6,44); se les atribuyen respectivamente el Sal 89 y 88”.     

Finalmente y, respecto del Salmo 16, plantean Schokel y Carniti: “El «caer las cuerdas» como forma de reparto se lee en Jos 17,5 y Miq 2,5; la expresión mnt kws = porción de la copa se lee también en  Sal 11,6 referida al castigo. Esta inserción en la ideología del reparto es el argumento principal para asignar el salmo, en su origen real o imaginario, a la clase sacerdotal (donde por cierto, no había espacio para la mujer). De aquí saco luz para observar mejor un detalle: el predicado tóba aplicado al Señor. Es un caso casi único (véanse Sa165,12 y 68,11), pues el predicado o atributo frecuente de Dios es tób o el sustantivo túb. En cambio, es frecuente el adjetivo tóba como predicado o atributo de la tierra. El orante de este salmo encuentra «su bien» inmediatamente  en la persona del Señor, no en algún don suyo”.

En suma, no hay nada en el Salmo 16 que implique u obligue a pensar que la persona orante del Salmo 16 es una mujer, y que haya sido una mujer su autora.

Análisis del Salmo 131

¿Supone el Salmo 131 que éste fue escrito por una mujer? ¿Será cierto que el título que lleva el Salmo 131 indica que era un Salmo, un cántico que sólo debía ser cantado por mujeres?

Como ya dije antes, los Salmos 120-134 llevan el título hebreo «shir hamma‘alót», título que por lo general se ha traducido como Cantico gradual. Ahora bien, la palabra «ma‘alót», es el plural de la palabra «ma‘aláh»: escalera, subida, escalinata; sin embargo, no hay nada en la palabra «ma‘aláh» que favorezca la hipótesis de que el Salmo 131 fue escrito por una mujer, y para ser cantado sólo por mujeres.

Por otro lado, es innegable la alusión a la mujer en las expresiones «Como un niño destetado de su madre; Como un niño destetado está mi alma». No obstante, estas alusiones no sugieren ni apuntan a que una mujer la que expresó estas palabras. Ciertamente no hay que ser mujer para hacer alusión a una situación que de manera especial involucra o comprende una mujer. En este sentido podemos traer a colación las palabras del profeta Isaías: “Como la mujer encinta cuando se acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de ti, oh Señor” (Isaías 26.17).

En suma, no hay nada en el texto del Salmo 131 que obligue a pensar que la tradicional posición de desventaja en que la cultura hebrea situaba a la mujer es siquiera atacada por el autor de este Salmo. Tampoco hay elemento que pruebe o sugiera siguiera que una mujer fue la autora de este Salmo, ni que supuestamente fue originalmente una composición destinada a ser cantada sólo por mujeres.

Insisto, la lucha contra todo tipo de violencia contra la mujer, no justifica, ni debe suponer la manipulación de los textos bíblicos, ni el empleo de ciertos malabares teológicos y hermenéuticos que resultan inadmisibles a la luz del análisis serio de los textos bíblicos, así de sencillo.

Conclusiones: Pienso que de nuestro análisis de los tres textos bíblicos planteados, podemos rescatar tres principios:

En primer lugar, no se necesita ser mujer para mostrarse sensible, empático, solidario, comprensivo con la situación histórica de la mujer, ni para tomar partido en la lucha a su favor.

En segundo lugar, incluso en ambientes patriarcalistas, siempre hubo apelaciones a situaciones propias de la mujer o que la involucran de manera especial, y que dan cuenta de la conciencia que siempre ha existido de su valor y entrega como persona, como madre, como compañera y de sus vicisitudes.  

En tercer lugar, la conciencia que se tiene de las vicisitudes de la mujer y de su valor como persona, no debe servir simplemente para construir discursos y metáforas que aludan a ella; también debe empujarnos a comprometernos a ultranza con la lucha para que ella reciba un trato digno, justo, en igualdad de condiciones en relación al varón, tanto en la sociedad como en los ambientes eclesiológicos y de nuestras comunidades de fe.   




¡Hasta la próxima!

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