La figura del «Espíritu Santo» versus la figura del «espíritu inmundo»


Unas observaciones exegéticas a la tradicional teología sistemática evangélica en lo que tiene que ver con su «angelología-demonología», y su «pneumatología»

Héctor B. Olea C.

Al margen de la discusión de si se acepta o no la personificación de la figura del «Espíritu Santo» (griego: «to pnéuma to jáguion»); lo cierto es que todo lo que se diga del demonio («to daimónion»; los demonios: «ta daimónia») con base estrictamente a que dicha palabra es de género gramatical neutro en el griego; sin duda que habrá que decirlo respecto de la figura «Espíritu Santo» (griego: «to pnéuma to jáguion»), que también es del mismo género gramatical neutro.

Por otro lado, me es preciso puntualizar que el hecho de que la palabra «pnéuma» (espíritu) sea de la tercera declinación y la palabra «daimónion» (demonio); sea de la segunda declinación, no establece diferencia alguna frente al hecho de ser ambas de género gramatical neutro.

Ahora bien y, ciertamente, uno se contrasta con el otro, el uno es la antítesis del otro; en tal sentido no podemos obviar que son antónimas las expresiones «Espíritu Santo» («to pnéuma to jáguion»; expresión que aparece unas 92 veces en el NT), y la expresión «espíritu inmundo» («to akátharton pnéuma»; «pnéuma akátharton»; «to pnéuma to akátharton»; expresión que aparece en el NT en doce ocasiones: Mateo 12.43; Marcos 1.23, 26; 3.30; 5.2, 8; 7.25; 9.25; Lucas 8.29; 9.42; 11.24; Apocalipsis 18.2).

De todos modos no podemos ignorar que, al principio y al final, ambas figuras «pnéuma» (espíritu) son. Es más, en el NT mismo también se hace referencia al «Espíritu Santo» sencillamente como «pnéuma» (espíritu), sin más, sin calificativo alguno, como en Gálatas 5.22, 23  (entre otros); y lo mismo ocurre con la figura del «espíritu inmundo», al que también se hace referencia sólo con la palabra «pnéuma» (espíritu), sin más, sin calificativo alguno, como en Lucas 9.39.

Finalmente, tampoco podemos obviar la correspondencia que en el NT tienen la figura del «demonio» y la del «espíritu inmundo» (compárese Marcos 5.1-16; 7.24-26; Lucas 4.33; 8.26-30; 9.37-42).


¡Hasta la próxima!


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