Por años se ha venido diciendo que la palabra
«teología» viene de dos palabras griegas: «theós» (dios, Dios), y «lógos» (palabra, ciencia).
Sin embargo, desde mi óptica, esta afirmación amerita ciertas matizaciones. En
consecuencia, mi tesis principal es: «teología» viene de «theós», y de «lógos» sólo conceptualmente e indirectamente, aunque no
morfológicamente. Paso a explicarme.
Por lo general, se afirma que la palabra
«lógos» (palabra, dicho, mensaje, enseñanza,
plática, comunicación, ajuste de cuentas, cuenta, razón, causa, demanda, asunto),
deriva del verbo «légo» (yo digo); no obstante, me parece que
«lógos» tiene
una relación conceptual y morfológica con el verbo «loguízomai» (tomar en cuenta, contar, acreditar,
considerar, pensar, suponer, evaluar, estimar, clasificar), del cual
derivan una serie de palabras tales como: «loguéia» (contribución, colecta), «loguía» contribución, colecta), «lóguion» (palabra, se refiere a dichos cortos
que proceden de la deidad), «lóguios» (docto, elocuente), «loguikós» (racional, lógico), «loguismós» (razonamiento, pensamiento, argumento falso),
«logomajéo» (altercar
acerca de palabras), «logomajía» (riña sobre palabras).
Luego, es preciso decir también que no hay
forma de que en el griego se pueda llegar, morfológicamente, a la forma «logía»
(griego «lóguia») precisamente a la luz del conjunto de las flexiones (cambios
o variaciones desinenciales) de la palabra «lógos» en su
total declinación: nominativo singular (os) y plural (oi), genitivo singular (u) y plural (on), dativo singular (o) y plural (ois), acusativo singular
(on)
y plural (us), vocativo singular (e) y plural (oi).
Por otro lado, sí hay una palabra, un
diminutivo de «lógos» por cierto, o sea, «lóguion» (palabra, se refiere a dichos cortos
que proceden de la deidad), y de género neutro, a diferencia de «lógos» que es
de género masculino, que en el caso nominativo, el acusativo y vocativo plural,
tiene la morfología «loguía».
En consecuencia, no creo que sea
inverosímil ni descabellado sostener que
las distintas «logías» del castellano y del lenguaje de las ciencias
(microbiología, geología, sexología, etc), derivan específicamente de
«lóguion»,
e indirectamente de «lógos».
Conclusión: morfológicamente la
desinencia, terminación o sufijo «logía»
viene de la forma del caso nominativo, del acusativo y vocativo plural del
diminutivo neutro «lóguion», o sea, «lóguia», y no de la palabra
primitiva «lógos».
Finalmente,
la única diferencia entre el griego «lóguia», y el
castellano «logía» está
en la acentuación.
Por otro lado, es preciso decir que
lo mismo que ocurre con la etimología de la palabra «teología», es exactamente
lo mismo que ocurre con la etimología de la palabra «Biblia».
Pues bien, en la mayoría de las
fuentes se afirma que la palabra «Biblia» viene de «biblos» (libro),
de género femenino; pero hay que decir que más bien viene de “biblíon” (librito)
un diminutivo neutro de «bíblos».
Ocurre
pues, que de «bíblos» (femenino
de la segunda declinación, o sea, con una morfología de género masculino) no
hay forma de llegar a la morfología «biblia», a la luz del
conjunto de las flexiones (cambios o variaciones desinenciales) de la palabra «biblos»~en su total declinación: nominativo singular
(os)
y plural (oi), genitivo
singular (u) y plural (on), dativo singular (o/) y plural (ois), acusativo singular
(on)
y plural (us), vocativo singular (e) y plural (oi).
Sin
embargo, ocurre que el nominativo, el acusativo y vocativo plural del diminutivo
neutro “biblíon” , es “biblía”, forma prácticamente igual a la castellana “biblia” (la diferencia solamente está en el acento). La
expresión griega “biblía” (libros) es la que se traduce “libros”
en Juan 21.25; 2 Timoteo 4.13 y Apocalipsis 20.12.
En resumen, tanto «teología» como «biblia», derivan de manera directa de
la morfología de dos diminutivos, de «lógos», o sea, «lóguion»-«lóguia», respecto de la palabra «teología»; y de «bíblos», o sea «biblíon»-«biblía», respecto de la palabra «Biblia».
Observación bibliográfica: Para aportar el contenido semántico de los términos griegos citados,
dependí básicamente del «Léxico Griego-Español del NT», de Alfred E. Tuggy.
¡Hasta la próxima!
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