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«Escatología» o «esjatología» La explicación la tiene el latín

«Escatología» o «esjatología»

La explicación la tiene el latín

Héctor B. Olea C.

En virtud del doble significado de la palabra española «escatología», a pesar de que en griego los dos lexemas que le dan origen son muy distintos; sutilmente ha habido quienes han intentado evitar la posible confusión, transliterando o pronunciando la palabra «escatología» empleada en teología con el fonema «j» («esjatología»), y reservar el fonema «k» para la palabra «escatología» que se emplea en medicina, independientemente de si se considera un arcaísmo y un término, por lo general, casi ya en desuso.

Sin embargo, la razón de por qué la palabra «escatología» empleada en teología nos ha llegado con el fonema «k» y no con el fonema «j» de la letra «ji» griega, se debe al latín, no al griego (como ocurre con muchísimas otras palabras de origen griego que han llegado al español vía el latín).

La explicación es que la letra «ji» griega («j») fue reflejada en latín con el grupo «ch», pero en dicho grupo la «h» no suena, y como en realidad la «c» latina siempre realiza el fonema «k» (aunque la «c» española no), el grupo «ch» latino siempre realiza el fonema «k».

Por supuesto, es cierto que la «h» latina era aspirada, o levemente aspirada (realizando el fonema «j»), y que se añadió a la «c» (ch), «p» (ph), «r»  (rh) y a la «t» (th) latinas para reproducir palabra griegas; sin embargo, en los grupos latinos «ch», «rh» y «th» la «h» no suena.

Esto significa que, al final, en los grupos «ch», «rh» y «th» sólo quedó el sonido de la letra distinta a la «h», o sea: «c» (fonema «k»), «r» (fonema «r») y «t» (fonema «t»).

En cuanto al grupo «ph», éste sirvió para reflejar el fonema «f», o sea «ph», como por lo general ocurre en inglés («ph» es igual a «f»).  

Consecuentemente, las palabras griegas que inician o involucran la letra «ji» griega («j»), como el adjetivo «ésjatos» (último, postrero, final; del cual deriva la palabra «escatología» que se emplea en teología) han llegado al español con el fonema «k» (no con la letra «k»), y no con el fonema «j».

Por supuesto, a manera de ilustración, anexo una imagen con tal de hacer más comprensibles estas líneas.

Finalmente, insisto en que la transliteración o transcripción es contextual, o sea, que no es lo mismo transliterar del griego al inglés, que del griego al alemán; no es lo mismo transliterar del griego al español vía el latín, que transliterar del griego al español de manera directa, sin la mediación del latín.

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De etimologías, excrementos y teorías teológicas sobre el futuro Curso de griego sábado 7 de junio


De etimologías, excrementos y teorías teológicas sobre el futuro

A propósito de nuestro curso de griego koiné que inicia el sábado 7 de junio

Héctor B. Olea C.

En los ambientes religiosos y teológicos es común el empleo de la palabra «escatología» para hacer referencia al conjunto de creencias, dogmas o doctrinas sobre las últimas cosas, o eventos futuros y finales de la existencia del ser humano.

Sin embargo, en medicina también se usa la misma palabra «escatología», pero con una carga semántica distinta, como equivalente a «coprología» o estudio de los excrementos, mierda o heces.   

Luego, si bien la expresión castellana «escatología» es la misma para ambos campos (el teológico y el de la medicina), la diferencia semántica se explica cuando nos ponemos al tanto de sus distintas etimologías.

Por un lado, la palabra «escatología» empleada en los estudios religiosos y teológicos, deriva de dos palabras griegas: «ésjatos» (adjetivo: último, lejano, postrero, final) que es un adjetivo griego de tres morfologías: una primera para el género masculino según la segunda declinación («ésjatos»), una segunda u otra para el género femenino según la primera declinación y con alfa alargada («esjáte»), y una tercera para el género neutro según la segunda declinación («ésjaton»).

Por otro lado, el sufijo «logía» deriva del griego «lóguia», forma del nominativo y acusativo neutro plural del adjetivo «lóguios» (docto, elocuente, sabio, erudito), o sea, «lóguia».

Pero «lóguia» también puede ser asumido como el caso nominativo y acusativo plural del sustantivo «lóguion» (sustantivo de género neutro: respuesta que da un oráculo, oráculo, revelación, palabra, enseñanza, sentencia) morfológicamente un diminutivo de «lógos» (palabra, asunto, cosa, etc.).

De todos modos, también coincide «lóguia», fonemáticamente y no en la acentuación, con el nominativo femenino singular del adjetivo «lóguios» (docto, elocuente, sabio, erudito), o sea, «loguía» (con el acento y tilde en la «í»).

Pero la etimología de la palabra «escatología» usada en medicina (como sinónimo de «coprología») difiere de la «escatología» empleada en teología precisamente en cuanto al morfema lexical o lexema que le sirve de base.

En tal sentido, «escatología» como estudio o análisis de los excrementos («coprología»), tiene de base el sustantivo «skor» («excremento», «mierda», «estiércol», de género neutro y de la tercera declinación) que en el caso genitivo singular (el que por lo general define el tema flexional en la tercera declinación) es «skatós» (literalmente: de excremento, de estiércol, de mierda).

Por supuesto, se declina «skor» como «jídor» («agua»; de género neutro y de la tercera declinación), que tiene a «jídatos» (de agua) como la morfología del caso genitivo singular

Consecuentemente, con base al caso genitivo singular de «skor», «skatós» («eskatós»), unida a la desinencia «logía» ya explicada, resulta en «scatología» («escatología»): estudio de los excrementos, coprología.

Luego, el sustantivo base del cual deriva la palabra «coprología» es «kópros» (sustantivo de género femenino, pero de la segunda declinación): excremento de los animales y de las personas, que a diferencia de «skor» (excremento) sí tiene presencia en la versión griega de la Biblia Hebrea, aunque no en el Nuevo Testamento Griego. Ejemplos: Éxodo 29.14; Ezequiel 4.12; 2 Reyes 18.27.

En todo caso, llama la atención que en Ezequiel 4.15 la palabra griega para excremento, haciendo referencia estrictamente a los excrementos de los excrementos de vacas o bueyes, es «bólbiton» (sustantivo de género neutro y de la segunda declinación) que, por cierto, también está presente en Ezequiel 4.12 y en Eclesiástico o Sabiduría de Siráj 22.2.

Finalmente, si bien no tienen presencia en el Nuevo Testamento Griego las palabras «skor», «kópros» ni «bólbiton», sí tienen presencia dos palabras lexicalmente relacionadas con «kópros»: 1) «kopría» («estercolero»; «muladar» en la RV 1960) en Lucas 14.35, un sustantivo de género femenino de la primera declinación; y 2) «kóprion» (excremento, estiércol, abono) en Lucas 13.8 (la RV 1960: «y la abone»; el griego: «bálo kópria» («le eche estiércol o excremento»), un sustantivo de género neutro y de la segunda declinación (en plural en Lucas 13.8).   

En resumen, si bien la palabra española o castellana «escatología» es la misma, es una (y común al campo de la teología y la medicina); sin embargo, el término «escatología» empleado en teología, deriva del adjetivo «ésjatos» (último, lejano, postrero, final); pero el término «escatología» usado en el campo de la medicina, deriva del caso genitivo singular del sustantivo de género neutro y de la tercera declinación, «skor», o sea, «skatós» (excremento, estiércol, de excremento, de estiércol), palabra ausente en la Septuaginta y en el Nuevo Testamento Griego.

En todo caso, sí tienen en común el segundo elemento, o sea, el sufijo «logía», cuya derivación griega ya explicamos.

Nota adicional: El sufijo «logía», si bien, conceptualmente, deriva de «lógos» (palabra, cosa, asunto, razón, ejercicio de la razón), morfológicamente deriva del caso nominativo y acusativo neutro plural del adjetivo «lóguion» (formalmente un diminutivo de «lógos»), o sea, «lóguia» (caso nominativo y acusativo plural neutro del adjetivo «lóguios»: versado, elocuente, docto, sabio, erudito, hábil razonando).

Por supuesto, arriba también mencionamos otras posibilidades para la forma «lóguia» incluso «loguía». 

En realidad, en honor a la verdad, no hay forma de que en la declinación de la palabra «lógos» se llegue a la morfología «lóguia» o «loguía».   

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La voz gramatical griega en relación a la muerte y la resurrección de Jesús



La voz gramatical griega en relación a la muerte y la resurrección de Jesús

Nociones de morfosintaxis griega (griego clásico y griego koiné)

Héctor B. Olea C.

Hablar de la voz gramatical, accidente o categorial accidental del verbo, obliga a hablar de la figura llamada «agente».

En gramática se llama «agente» al responsable de una acción verbal.

Luego, en una oración en voz activa (construcción activa) el «agente» de la acción verbal coincide con el llamado «sujeto gramatical» de un verbo de acción.

Consecuentemente, el sujeto de una oración en voz activa, que tiene como núcleo del predicado (o sintagma verbal predicado) un verbo de acción, es llamado «sujeto agente».

Pero en una oración en voz pasiva (en construcción pasiva), el «sujeto» no coincide con el «agente», pues es más bien un «sujeto paciente» (un sujeto que no es responsable de la acción verbal).

En consecuencia, en una oración en voz pasiva (construcción pasiva perifrástica), el «agente» aparece como un complemento, llamado «complemento agente».

Característica del «agente» en la lengua griega 

En un artículo disponible en la red, titulado «La función semántica agente en griego antiguo», el profesor Rafael Martínez Vázquez, presenta cuatro características del prototipo de agente, cito:

1)  Animidad: es un ser animado y consciente.

2)    2) Voluntariedad: está dotado de voluntad y actúa voluntariamente.

3)    3) Control: ejerce control sobre la acción, esto es, decide llevarla a cabo, y es responsable de su realización.

4)    4) Ejecución: realiza la acción interviniendo directamente en ella.

En consecuencia, ya sea como «sujeto agente» (en una oración en construcción activa) o como «complemento agente» (en una oración en construcción pasiva), el «agente» es el responsable directo de la acción verbal.

Y el objeto o complemento directo (en una oración en construcción activa) y sujeto paciente (en una oración en construcción pasiva), reciben directamente la acción verbal (no son responsables de la misma, la cual puede beneficiarlo o perjudicarlo).

La voz gramatical griega en Marcos 8.31

Tomando como versión de referencia la tan popular Reina Valera 1960, Marcos 8.31 dice:

«Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días».

Análisis del empleo de la voz activa y pasiva en el texto griego de Marcos 8.31

En primer lugar, el griego detrás de la traducción «padecer», es «pazéin», infinitivo aoristo segundo, voz activa, del verbo «pásjo» (sufrir, padecer, experimentar dolores).  

En segundo lugar, el griego detrás de la traducción «ser desechado», es «apodokimaszénai», infinitivo aoristo primero voz pasiva del verbo «apodokimázo» (rechazar, excluir, desechar).

En tercer lugar, el griego detrás de la traducción ser muerto, es «apoktanzénai», infinitivo aoristo primero, voz pasiva, del verbo «apoktéino» (darte muerte, matar, hacer morir).

En cuarto lugar, el griego detrás de la traducción «resucitar», es «anasténai», infinitivo aoristo, voz activa, del verbo «anístemi» (ponerse en pie, levantarse, resucitar, volver a la vida).

En resumen, para el Evangelio de Marcos, Jesús es «sujeto paciente» (respecto de su muerte: le es arrebatada la vida), pero «agente» respecto de su resurrección (él resucita, él resucitó).

La voz gramatical griega en Mateo 16.21

Una vez más, tomando como versión de referencia la tan popular Reina Valera 1960, Mateo 16.21 dice:

«Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día».

Observaciones:

Coincide Mateo 16.21 con Marcos 8.31 en el empleo de: 1) el infinitivo aoristo primero activo «pazéin» (padecer); 2) el infinitivo aoristo pasivo «apoktanzénai» (ser muerto, matado); pero en lugar de emplear el infinitivo aoristo activo «anasténai» (resucitar, ponerse en pie, levantarse), optó por «eguerzénai», infinitivo aoristo primero voz pasiva de «eguéiro» (poner en pie, levantar, resucitar, volver a la vida).

En resumen, concuerda Mateo (16.21) con Marcos (8.31) en describir a Jesús como «sujeto paciente» (respecto de su muerte: le es arrebatada la vida), pero difiere de Marcos al presentarlo también como «sujeto paciente» respecto de su resurrección (él fue resucitado).

La voz gramatical griega en Lucas 9.22

Otra vez, tomando como versión de referencia la tan popular Reina Valera 1960, Lucas 9.22 dice:

«y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día».

Observaciones:

Como Mateo 16.21, coincide Lucas 9.22 con Marcos 8.31 en el empleo de: 1) el infinitivo aoristo primero activo «pazéin» (padecer); 2) el infinitivo aoristo pasivo «apoktanzénai» (ser muerto, matado); pero difiere de Marcos y concuerda con Mateo al optar por «eguerzénai», infinitivo aoristo primero voz pasiva de «eguéiro» (poner en pie, levantar, resucitar, volver a la vida), y no por el infinitivo aoristo activo «anasténai» (resucitar, ponerse en pie, levantarse).

En resumen, concuerda Lucas 9.22 con Marcos (8.31) y con Mateo (16.21) en describir a Jesús como «sujeto paciente» (respecto de su muerte: le es arrebatada la vida), pero difiere de Marcos y concuerda con Mateo al presentarlo también como un «sujeto paciente» respecto de su resurrección (él fue resucitado).

La voz gramatical griega en 1 Corintios 15

Una vez más tomando como versión de referencia la tan popular Reina Valera 1960, en 1 Corintios 15 observamos varias veces (versículos: 4, 12, 13, 14, 15, 16, 17) la traducción «resucitó» (pretérito perfecto simple, pretérito indefinido, pretérito, voz activa).

Sin embargo, el griego detrás de la traducción «resucitó» es siempre «eguérguetai», una forma verbal en tiempo perfecto, pero en voz pasiva.

Observación: La traducción se ha hecho en voz activa, pero el griego tiene la voz pasiva.

Por otro lado, también observamos en 1 Corintios 15 tres veces la traducción «resucitan» (versículos: 15, 16, 29) la traducción «resucitan» (presente voz activa).

Pero el griego detrás de la traducción «resucitan» es (las tres veces) «eguéirontai» (son resucitados), una forma verbal en tiempo presente, voz pasiva, tercera persona del plural, del verbo «eguéiro» (poner en pie, levantar, resucitar, volver a la vida). 

Ahora bien, es posible que algunos argumenten que, con relación a Jesús, la forma verbal «eguéguertai» (en tiempo perfecto voz pasiva), deba asumirse más bien como en voz media (acción reflexiva: Jesús se resucitó a sí mimo).

Sin embargo, si bien es cierto que en el tiempo perfecto griego la morfología de la voz pasiva y de la voz media es la misma, no es menos cierto que asumir estrictamente en voz pasiva la forma verbal «eguéguertai», se justifica en la afirmación de Pablo de que fue Dios quien resucitó a Cristo (1 Corintios 15.15).

En tal sentido, a la luz de 1 Corintios 15.15, la forma verbal en voz activa «égueiren» (resucitó), tiene de agente a Dios, pero a Cristo como objeto directo (fue resucitado).

Por otro lado, es preciso decir que la forma verbal que la versión Reina Valera 1960 tradujo «ha resucitado» en el versículo 20 de 1 Corintios 15, es precisamente la misma forma verbal griega que se tradujo «resucitó» en los versículos: 4, 12, 13, 14, 15, 16, 17, o sea, la forma verbal en voz pasiva «eguéguertai» (está resucitado).

Además, quiero llamar la atención al hecho de que la forma verbal griega detrás de la traducción «resucitarán» (en 1 Corintios 15.35), es la misma forma verbal griega «eguéirontai» (son resucitados), en tiempo presente y en voz pasiva, y que en los versículos 15, 16, 29 se tradujo «resucitan».

En resumen, para Pablo (1 Corintios 15), ningún muerto vuelve a la vida por sí mismo, ni siquiera Jesús (Jesús está resucitado, Jesús fue resucitado: «eguéguertai»).

Para Pablo, Jesús fue resucitado por Dios, y la misma idea tiene respecto de la esperada resurrección escatológica (1 Corintios 15.35: son resucitados, serán resucitados: «eguéirontai»).

La voz gramatical griega y perspectiva de Juan 10.17-18

Otra vez, tomando como versión de referencia la tan popular Reina Valera 1960, en Juan 10.17 y 10 dicen:

«Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre».

Ahora bien, en lo que respecta al texto griego, observamos que el Jesús del Evangelio de Juan es presentado como sujeto agente respecto de disponer de su vida (él la entrega, no se la quitan), y respecto de su resurrección (él mismo retoma su vida).

Estas ideas se ponen de manifiesto de la siguiente manera:

En primer lugar, con la expresión «égo tízemi ten psijén mu» (yo mismo pongo mi vida), y con la expresión «égo tízemi auten apemautú» (yo mismo la pongo por mí mismo).

En segundo lugar, con las expresiones «jína pálin lábo autén» (para tomarla de nuevo), y con las expresiones «exusían éjo zéinai autén» (tengo el poder para ponerla), y «exusían éjo pálin labéin autén» (tengo el poder para tomarla de nuevo).

En resumen, en línea contraria a lo que establecen Marcos, Mateo y Lucas (que Jesús fue muerto, que a él le quitaron la vida); el Evangelio de Juan insiste en que Jesús fue el que puso su vida.

Y en línea contraria a lo que establecen Mateo, Lucas y Pablo (que Jesús fue resucitado, en voz pasiva, que no fue él quien resucitó por sí mismo); el Evangelio de Juan insiste, en armonía con Marcos, en que Jesús fue el que por sí mismo volvió a la vida (que resucitó, no que haya sido resucitado).

A propósito de nuestro «Curso de Griego Koiné (Bíblico), el primer año, desde cero, que iniciará el sábado 7 de junio, y de nuestro «Curso de Griego Koiné (Bíblico), el segundo año», un curso profesional, de actualización, profundización y especialización en la gramática y sintaxis del griego koiné, que inició hace dos semanas.  

Como siempre, a manera de ilustración, anexo una imagen con el objetivo de hacer más comprensibles estas líneas.

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Jesús como el Mesías, algunas observaciones


Un enfoque crítico

Héctor B. Olea C.

La adopción de Jesús como el Mesías esperado por la religión judía, tiene serias implicaciones tanto para el dispensacionalismo como para la teología del pacto (teología reformada), en el marco de la teología y escatología cristianas. Por ejemplo:

Ante el ineludible hecho de que ciertamente con la figura histórica de Jesús no se estableció el reino mesiánico esperado por la religión judía, las opciones son las siguientes:

1) Jesús no fue el Mesías esperado la religión judía (opción adoptada por las distintas expresiones del judaísmo, a excepción de los modernos “judíos mesiánicos).

2) Jesús ciertamente fue el Mesías esperado por la religión judía, pero como la nación hebrea lo no aceptó como tal, el reino davídico y mesiánico fue aplazado hasta una realización futura con la segunda venida de Cristo (opción característica del dispensacionalismo clásico o normativo), pues según el dispensacionalismo,  las profecías del Antiguo Testamento apuntan al Israel físico y étnico, no a la iglesia.

3) Jesús ciertamente fue el Mesías esperado por la religión judía, el reino ciertamente fue establecido por él, sólo que como las profecías del Antiguo Testamento apuntaban más bien hacia la Iglesia (como el Israel espiritual, no al Israel físico y étnico); lo que ha ocurrido es un real y efectivo reemplazo del Israel físico y étnico por la iglesia (postura tradicional de la teología del pacto).

Ahora bien, dadas las implicaciones del adoptar a Jesús como el Mesías esperado por la religión judía a pesar de no verse concretado con él, el reino mesiánico y davídico esperado por la religión judía; se explican los malabares del dispensacionalismo en establecer una distinción (¿obligada?) entre el Israel étnico y la iglesia, por un lado; y los malabares de la teología del pacto, por otro, con su teoría del reemplazo del Israel étnico por la iglesia.  

De todos modos, pienso que la vitalidad, persistencia y subsistencia de la religión judía hoy, favorece en parte la distinción dispensacionalista entre el Israel físico (étnico) y la iglesia; aunque ciertamente no tanto la teoría del aplazamiento del reino.

De todos modos, desde la perspectiva de la religión y esperanzas judías, la respuesta a la teoría del aplazamiento del reino (característica del dispensacionalismo), es sencillamente que Jesús no fue el Mesías que ellos aún esperan y por lo tanto no hubo con Jesús de Nazaret un aplazamiento del reino, más bien con él nunca se estableció el reino davídico esperado por la fe judía.

Por otro lado, la vitalidad, persistencia y subsistencia de la religión judía hoy, al mismo tiempo pone bajo cuestionamiento la teoría del reemplazo característica de la teología del pacto.

Además, desde la perspectiva de la religión y esperanzas judías, la respuesta a la teoría del reemplazo del Israel físico (étnico) por la iglesia (característica de la teología del pacto), es que sencillamente Jesús no fue el Mesías que ellos aún esperan y por lo tanto no hubo con Jesús de Nazaret un reemplazo del Israel étnico por la iglesia; más bien se originó con Jesús (o más bien a partir de él), por un lado, una nueva religión muy distinta a la religión judía; y por el otro, una nueva comunidad de fe muy distinta del pueblo hebreo, llamada la iglesia.    

Me parece pertinente aquí la opinión de Rudolf Bultmann, citado por Juan José Tamayo Acosta («Para comprender la escatología cristiana»), cito: “La tradición sinóptica no deja ningún lugar a dudas de que la vida y obra de Jesús, de acuerdo con las ideas tradicionales, no fueron mesiánicas” (página 153).

Finalmente, respetamos la adhesión total y completa de cualquier persona a uno de estos dos sistemas teológicos (dispensacionalismo y teología del pacto); pero una postura más bíblica y coherente con la historia tanto de la Biblia misma  como de la religión judía y la religión cristiana, nos ha de poner en guardia frente a las más amplias pretensiones de los dos sistemas en cuestión, así como frente a las posturas reduccionistas de los mismos.    



¡Hasta la próxima!


¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?


«Ya está disponible en Amazon, para todo el mundo, mi libro que lleva como título: La Biblia misma no afirma ser «inspirada»Un análisis y comentario crítico, exegético y valiente del texto griego de 2 Timoteo  3.16y otros catorce artículos de mucho interés.

Te desafío a esta interesante lectura y podrás comprobar tu mismo que es lo que realmente dice el texto griego ( el texto fuente usado para la traducción) de 2 Timoteo 3.16.


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I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día?                 


Una puntualización necesaria en el debate «dispensacionalismo» versus «teología del pacto»


Jesús como el «Mesías», la teoría del aplazamiento del reino y la teoría del reemplazo del Israel étnico por la iglesia

Héctor B. Olea C.

Como es bien sabido, en el calor de los debates, de las ideas enfrentadas y en el afán de cada corriente de pensamiento por demostrar los errores del contrario y poner de relieve sus pretendidas verdades; no es menos cierto que posiblemente  ninguna de las partes enfrentadas se atrevan a reconocer (y esto es más crítico en relación a la Biblia y en los debates teológicos) que ninguna de ellas posee la verdad absoluta, y que muy probablemente (es más, con toda seguridad), ambos sistemas no logran superar el hecho de contar con algunos eslabones perdidos, o mal fabricados, mal construidos.

Ahora bien, pienso que si nos situamos un poco afuera del debate (en un punto equidistante de ambos extremos) y asumimos una postura crítica (más bíblica e histórica, por supuesto) tanto frente al «Dispensacionalismo» (en cualquiera de sus formas) y frente a la «Teología del Pacto» (en cualquiera de sus formas); estaremos en una posición muy ventajosa, en una situación que nos capacitará para ver los posibles aciertos y desaciertos de cada uno de estos dos enfrentados sistemas de pensamiento teológico y modelos para la lectura de la Biblia y la historia universal.

Quizás en este como en otros debates, el ideal de valorar las posturas o sistemas en tensión, nos debería hacer recordar lo positivo de la tríada dialéctica (tesis, antítesis y síntesis) del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich. Siguiendo, pues, el método dialéctico de Hegel, podemos hablar de una tesis («Dispensacionalismo» o «Teología del Pacto»), una antítesis («Teología del Pacto» o «Dispensacionalismo») y una síntesis (con base en una postura crítica frente a los dos sistemas enfrentados, procurar lograr una síntesis (un punto de avenencia que incluya lo positivo, hasta donde sea posible, de ambos sistemas), o por lo menos, aspirar a una posición moderada y consciente que reconozca y ponga de manifiesto las debilidades de ambos sistemas.

Sin embargo, no es mi objetivo, el presentar o lograr necesariamente una síntesis, como sí el poner de relieve ciertas debilidades o escollos que, sin duda, resultan insalvables tanto para el «Dispensacionalismo» como para la «Teología del Pacto». De todos modos, con toda seguridad puedo decir que difícilmente cualquiera de los dos sistemas de teología aquí confrontados se atreverá a admitir estos escollos, o por lo menos no tan fácilmente, ni tan abiertamente.

El detalle que quiero analizar en este breve artículo, pedagógico e ilustrativo, es la insistencia del «Dispensacionalismo» en su distinción entre Israel (como el pueblo físico de Dios) y la iglesia (como el pueblo espiritual de Dios); todo esto en relación a las implicaciones del asumido mesianismo de Jesús de Nazaret, característico de la fe cristiana, y posteriormente hecho suyo también por los llamados «movimientos judíos mesiánicos».

Del otro lado tenemos la resistencia de la «Teología del Pacto» a esta distinción fundamental para el «Dispensacionalismo», así como la insistencia de ésta (la «Teología del Pacto») en el reemplazo del Israel étnico por la iglesia, igualmente a la luz de las implicaciones de asumir a Jesús como el Mesías esperado por la religión y fe judía.

Antes de seguir profundizando, pero avanzando al mismo tiempo, pienso que un aspecto o detalle que no debería ser ignorado por el «Dispensacionalismo» ni por , la «Teología del Pacto», es que si bien tenemos y pensamos en la Biblia como un solo libro; lo cierto es que la Biblia es más bien un conjunto de libros que envuelve toda una serie de teologías (no una sola, monolítica y unificada teología) y perspectivas en torno a la historia y a las más amplias y diversa expectativas del pueblo hebreo.

Tampoco deberían olvidar la «Teología del Pacto» y «Dispensacionalismo», que si bien hablamos de un «canon bíblico» (como un todo monolítico y armónico, tal vez con sólo algunos matices distintos, pero como apuntando siempre hacia un mismo fin, sin discontinuidad alguna), en verdad y siendo más precisos; hay que hablar más bien de un «canon hebreo o judío», y un «canon cristiano». El canon hebreo, representado por el Tanaj (solamente compuesto por 39 libros) llamado por los cristianos como Antiguo Testamento, o como Primer Testamento, ambas designaciones en realidad problemáticas, surgidas en el ambiente cristiano, y comprensibles o explicables sólo desde la óptica cristiana. Luego tenemos el canon cristiano, por supuesto, representado por el Nuevo Testamento, compuesto de sólo 27 libros.

Estas dos realidades tienen una importancia capital en cualquier evaluación que nos propongamos llevar acabo tanto del «Dispensacionalismo» como de la «Teología del Pacto», ya sea por separado, ya sea en un estudio comparativo. Además, es preciso admitir que el hecho de que la teología cristiana se considere por necesidad dependiente de la fe judía, y al mismo tiempo, en la necesidad de tomar distancia de la misma, reinterpretando de una manera muy peculiar el depósito religioso judío (textos, ritos, y otros elementos); le presenta algunas serias dificultades al pensamiento teológico cristiano, a los fines de presentarse monolítico, unificado y sin obstáculos insalvables en su manera de apropiarse e interpretar la historia, textos y expectativas judías. 

En tal sentido, cabe, pues, preguntarse, ¿Es la iglesia una entidad reconocida o visualizada en el canon hebreo o judío, o sea en el Tanaj, el llamado Antiguo o Primer Testamento?

Desde mi punto de vista, creo que una postura que tome en serio el contexto histórico del canon hebreo desde su comienzo hasta su conclusión, le dará una respuesta negativa a la pregunta planteada.

Otra pregunta vital en esta cuestión es: ¿Estableció la figura histórica de Jesús de Nazaret (el llamado «Jesús histórico») el reino mesiánico esperado por la religión judía, por las expectativas mesiánicas judías vigentes incluso en los tiempos mismos de la figura histórica de Jesús?

Pienso que un simple análisis de la historia del pueblo hebreo en los tiempos de Jesús y posteriores a éste, pone en evidencia que no.

¿Cómo, pues, procuran explicar las principales escatologías cristianas las dificultades que implica el sumir a Jesús como el Mesías esperado por el pueblo hebreo, pero al mismo tiempo no ver por él cumplidas las más amplias expectativas terrenas, nacionalistas, sociopolíticas y económicas ligadas al reino mesiánico y davídico esperado por el judaísmo ortodoxo y otros?

En lo que resta de este trabajo, esperamos dar una respuesta adecuada a esta tercera pregunta, y hacer más comprensibles las respuestas dadas a las dos primeras.

Implicaciones del asumir a Jesús como el Mesías

En consonancia con las expectativas mesiánicas judías, es obvio que las más amplias implicaciones religiosas, nacionalistas, políticas y sociales que se conectan con la esperanza mesiánica, no son una realidad a pesar de la aparición de Jesús de Nazaret en el escenario de la historia.

Esto ha originado como consecuencia, algunas posturas un tanto contradictorias e irreductibles:

La primera, Jesús no fue el Mesías esperado por la nación hebrea, aunque quizás pudo serlo. Esta es la postura del llamado «judaísmo clásico» (el judaísmo ortodoxo, el judaísmo rabínico), y del judaísmo caraíta.

La segunda, Jesús fue efectiva y realmente, el Mesías esperado por la nación hebrea; la razón de que las expectativas religiosas, nacionalistas, políticas, sociales y económicas ligadas a la era mesiánica, tienen en un primer momento, un cumplimiento parcial, de corte espiritualista. Esta postura entiende que la naturaleza espiritual del reino de Dios fue una idea que no captaron bien los judíos. De todos modos, se espera que sea en un segundo momento cuando las más amplias expectativas del reino de Dios se harán plenas y concretas después de la segunda venida de Cristo, y después del Juicio final (postura de la llamada «Teología del Pacto»).

Esta conclusión por lo general supone tres cosas: 1) El reemplazo o sustitución del pueblo de Israel por la iglesia («Teología del Pacto»). 2) La espiritualización de la mayoría de las expectativas nacionalistas, políticas y sociales ligadas al mesianismo hebreo («Teología del Pacto»). 3) Las más amplias expectativas ligadas al mesianismo hebreo tendrán una manifestación plena y concreta en una segunda etapa; pero considerando a la iglesia y a Israel como un solo pueblo, sin hacer la distinción de «un Israel espiritual» (la iglesia) y «un pueblo físico de Dios» (la nación hebrea), («Teología del Pacto»).

Ahora bien, la llamada «Teología del Pacto» debería considerar seriamente la siguiente observación de Raymond E. Brown:

“Hay muy pocas razones para apoyar la opinión según la cual, aunque Jesús afirmó claramente que él era el Mesías, los oyentes no lo entendieron porque eran torpes y duros de corazón. Más bien se necesitó tiempo después de su muerte para que las ideas judías sobre el Mesías se modificaran o adaptaran para ajustarse a la historia de Jesús, de suerte que los creyentes pudieran reconocerle sin reservas como el Mesías en todas las fases de su vida («Introducción a la cristología del Nuevo Testamento», Sígueme, página 94, nota al pie de página # 16).

La tercera postura, también afirma que Jesús fue real y efectivamente el Mesías, pero su mesianismo se relaciona de manera distinta con la iglesia y con el pueblo de Israel. Esta corriente interpretativa toma en serio y, de manera muy literal, entiende que se deben cumplir en el pueblo hebreo las más amplias expectativas religiosas, nacionalistas, políticas, sociales y económicas ligadas a la llamada “era mesiánica” («Dispensacionalismo»). No obstante, considerando también la realidad histórica de la iglesia (y sus propias expectativas), procura el «Dispensacionalismo» darle la debida ponderación a las expresiones espirituales de la manifestación del reino de Dios en la iglesia (en la etapa de la iglesia, en el marco de la llamada «dispensación de la gracia»), como consecuencias de la primera venida de Cristo.

Por tal razón, esta postura, que es la histórica y tradicionalmente asumida por el «Dispensacionalismo», establece una sutil distinción entre «la iglesia» como el pueblo espiritual de Dios (el Israel espiritual); y el «Israel físico e histórico» (la nación de Israel, el pueblo hebreo) como el pueblo físico de Dios. Por lo tanto, desde la óptica del «Dispensacionalismo», si bien la iglesia ha entrado ya en la manifestación parcial del reino de Dios, será con la segunda venida de Cristo y el establecimiento del «reino milenial» aquí en la tierra, cuando el pueblo de Israel (el físico e histórico), por fin podrá disfrutar de las más amplias expectativas e implicaciones religiosas, nacionalistas, políticas, económicas y sociales del Reino de Dios y de la era mesiánica, con la mediación de Jesús de Nazaret como el verdadero y real Mesías enviado por «YHVH» («Adonay», «Ha-Hashém»), el Dios del Tanaj.

De todos modos, a pesar de los malabares de los distintos sistemas escatológicos que han surgido dentro del cristianismo; lo cierto es que, por un lado, el judaísmo, por lo general, no ve a Jesús como el Mesías, ni acepta las implicaciones que emanan del confesar a Jesús de Nazaret como el Mesías, con excepción de los modernos movimientos llamados «judíos mesiánicos» que, por cierto, no constituyen un todo monolítico.   

Por ejemplo, a pesar de las concesiones del «Dispensacionalismo», que a ultranza evita confundir o fundir la iglesia (el llamado «Israel espiritual») con la nación física e histórica de Israel (el pueblo físico de Dios); el judaísmo, por lo general y con  razón, no comparte la idea de un «Israel espiritual» y un «Israel físico». Tampoco asume o hace suya la idea de que la era mesiánica debe entenderse única y necesariamente como «el reino de los mil años», como se describe en Apocalipsis 20.

Por otro lado, el judaísmo tampoco comparte, y con razón, la idea de la escatología de la llamada «Teología del Pacto», que por lo general entiende que el mesianismo de Jesús comporta la idea del reemplazo de la nación de Israel física e histórica como el pueblo de Dios, por la iglesia. Hay que tener bien claro que la escatología de la «Teología del Pacto» no establece la sutil distinción que efectivamente hace y con razón, el «Dispensacionalismo», entre la iglesia (el pueblo espiritual de Dios) e Israel (el pueblo físico de Dios).

Tampoco asume el judaísmo la idea (ligada al aceptar y concebir a Jesús como el Mesías) que lo que realmente ocurrió fue que se pospuso (por no decirlo de otra manera), la manifestación plena del reino de Dios. Es claro que con estas hipótesis el cristianismo ha pretendido salir al paso, quizás a algunas de las principales objeciones, que se levantan contra el mesianismo de Jesús. Esto así, dado el hecho de que las expectativas mesiánicas judías entienden que con la venida del Mesías, se establecerá de manera irremediable y definitiva, el reino de Dios en la tierra (su etapa mesiánica), y es demasiado evidente que tales expectativas no han sido cumplidas con el mesianismo de Jesús.

A lo más que se podría llegar a admitir con relación a Jesús, desde la perspectiva judía, es que Jesús real y efectivamente puede ser asumido y confesado como «Mesías»; pero no es, ni ha sido, ni será, «el Mesías» esperado todavía por la religión de Israel, por la religión judía; en otras palabras, Jesús podrá ser asumido como «Mesías», pero no porque haya cumplido las más amplias expectativas de la esperanza mesiánica judía.   

Lo interesante es que realmente no es posible que al mismo tiempo y en el mismo sentido, las expectativas mesiánicas judías y cristianas (con su característico mesianismo de Jesús) puedan ser válidas, aceptables y equiparables a la vez. Es más, ni siquiera resulta fácil el considerarlas como complementarias. En realidad, el asumir el mesianismo cristiano hace prácticamente imposible el comulgar con el mesianismo judío; pero el mesianismo judío hace prácticamente inaceptable el mesianismo cristiano, y le presenta demasiados escollos. En conclusión, ambos mesianismos no son, ni se deben considerar reductibles o equivalentes.   

En conclusión, tanto la teoría del «reemplazo del pueblo de Israel» (compuesto sólo por judíos de sangre) por la iglesia (compuesta por judíos de sangre y gentiles convertidos al cristianismo), postura tradicional y característica de la «Teología del Pacto»; así como la teoría del «aplazamiento del reino» (postura tradicional del «Dispensacionalismo clásico»), y la teoría de la espiritualización   del reino mesiánico y davídico («Teología del Pacto») esperado por la nación hebrea (o más bien por el judaísmo ortodoxo y otros); enfrentan serios escollos a la luz de la historia y de la vitalidad, persistencia y subsistencia de la religión judía.

En resumen, la adopción de Jesús como el «Mesías» esperado por la religión judía, tiene serias implicaciones tanto para el «Dispensacionalismo» como para la «Teología del Pacto», por ejemplo:

Ante el ineludible hecho de que ciertamente con la figura histórica de Jesús no se estableció, no se instauró el reino mesiánico esperado por la religión judía, las opciones son las siguientes:

1) Jesús no fue el Mesías esperado la religión judía (opción adoptada por las distintas expresiones del judaísmo, a excepción de los modernos «judíos mesiánicos», pero que para el judaísmo ortodoxo, por ejemplo, no son más y sencillamente que una variante más de la fe cristiana).

2) Jesús ciertamente fue el Mesías esperado por la religión judía, pero como la nación hebrea lo no aceptó como tal, el reino davídico y mesiánico fue aplazado hasta una realización futura con la segunda venida de Cristo (opción característica del «Dispensacionalismo clásico o normativo»), pues las profecías del Antiguo Testamento relativas al reino mesiánico, apuntan al Israel físico y étnico, no a la iglesia, al menos en un sentido primario.  

3) Jesús ciertamente fue el Mesías esperado por la religión judía, el reino ciertamente fue establecido por él, sólo que como las profecías del Antiguo Testamento apuntaban más bien hacia la Iglesia (como el Israel espiritual, no al Israel físico y étnico); en consecuencia, lo que ha ocurrido es un real y efectivo reemplazo del Israel físico y étnico por la iglesia (postura tradicional de la «Teología del Pacto»).

Ahora bien, dadas las implicaciones del adoptar a Jesús como el Mesías esperado por la religión judía a pesar de no verse concretado con él, el reino mesiánico y davídico esperado por la religión judía; se explican los malabares del «Dispensacionalismo» en establecer una distinción (¿obligada?) entre el Israel étnico y la iglesia, por un lado; y los malabares de la «Teología del Pacto», por otro, con su teoría del reemplazo del Israel étnico por la iglesia. 

De todos modos, pienso que la vitalidad, persistencia y subsistencia de la religión judía hoy, favorece en parte la distinción dispensacionalista entre el Israel físico (étnico) y la iglesia; aunque ciertamente no tanto o en nada a la teoría del aplazamiento del reino.

De todos modos, desde la perspectiva de la religión y esperanzas judías, la respuesta a la teoría del aplazamiento del reino (característica del «Dispensacionalismo»), es sencillamente que Jesús no fue el Mesías que ellos aún esperan y por lo tanto no hubo con Jesús de Nazaret un aplazamiento del reino, más bien fue que con él nunca se estableció, ni podría, tal vez, haberse establecido.

Por otro lado, la vitalidad, persistencia y subsistencia de la religión judía hoy, al mismo tiempo pone bajo cuestionamiento la teoría del reemplazo del Israel físico y étnico por la iglesia, postura tradicional de la «Teología del Pacto».

Además, desde la perspectiva de la religión y esperanzas judías, la respuesta a la teoría del reemplazo del Israel físico (étnico) por la iglesia (característica de la «Teología del pacto»), es que sencillamente Jesús no fue el Mesías que ellos aún esperan y por lo tanto no hubo con Jesús de Nazaret un reemplazo del Israel étnico por la iglesia; más bien se originó con Jesús (o más bien a partir de él), por un lado, una nueva religión muy distinta a la religión judía; y por el otro, una nueva comunidad de fe muy distinta del pueblo hebreo, llamada «la iglesia».   

Me parece pertinente aquí la opinión de Rudolf Bultmann, citado por Juan José Tamayo Acosta («Para comprender la escatología cristiana»), cito: “La tradición sinóptica no deja ningún lugar a dudas de que la vida y obra de Jesús, de acuerdo con las ideas tradicionales, no fueron mesiánicas” (página 153).

Finalmente, respetamos la adhesión total y completa de cualquier persona a uno de estos dos sistemas teológicos («Dispensacionalismo» y «Teología del pacto»); pero una postura más bíblica y coherente con la historia tanto de la Biblia misma  como de la religión judía y la religión cristiana, nos ha de poner en guardia frente a las más amplias pretensiones de los dos sistemas en cuestión, así como frente a las posturas reduccionistas de los mismos.   




¡Hasta la próxima!

Apocalíptica, escatología, y vísperas de un año nuevo

Apocalíptica, escatología, y vísperas de un año nuevo
Héctor B. Olea C.
Al acercarnos al inicio de un año nuevo es común pensar que algunos proyectos que quedaron inconclusos, estancados, sin terminar o que fueron aplazados en el año que está por terminar, de seguro lograrán su pleno desarrollo o un progreso significativo en el próximo año. Pero, por otro lado, también está la incertidumbre (a pesar del deseo de tener un año próximo venturoso y próspero) de no saber si en realidad algunos proyectos terminarán por ser definitivamente aplazados, o si tendremos que formularnos serios replanteos con relación al conjunto de metas y aspiraciones que previamente nos habíamos trazado.
De todos modos, nos resistimos, y de manera muy natural, a no creer que en el próximo año no nos irá mejor, a que en realidad probablemente no avanzaremos y que no lograremos todo aquello por lo cual hemos luchado tanto.
Pero, ¿Es siempre un año nuevo la aproximación a las definitivas y más plenas concreciones de nuestros proyectos? ¿Nos acercará o nos alejará todavía más de nuestros sueños, el año próximo?
¿Qué tiene que ver la apocalíptica con estas expectativas?
La apocalíptica fue una corriente de pensamiento judío que se desarrolló alrededor del siglo II antes de nuestra era. Se caracterizaba principalmente por la expectativa de que en cualquier momento el Reino de Dios irrumpiría en el escenario de la historia humana provocando su fin. Consecuentemente, su mensaje característico consistía en la proclamación de un fin y juicio divino inminentes, en su propio tiempo, en su propia generación. Estrechamente ligada a la apocalíptica estaba la escatología. Esta última trataba describir los hechos o eventos finales y definitivos de la historia. Se nota, entonces, la estrecha relación entre la apocalíptica (con su lenguaje de símbolos y su proclamación de un fin inminente de la historia) y la escatología (aportando y describiendo los temas y eventos que se consideran propios de la época del fin).
Podemos decir que una característica distintiva del cristianismo, en toda su historia, es que cada generación de cristianos ha vivido y actuado bajo la premisa de que estaba viviendo la época del fin (actitud que ciertamente parece incrementarse al aproximarnos al fin de un año, y el inicio de otro nuevo). Pero, ¿de dónde saca el cristianismo esa esencial característica? Bart D. Ehrman (Jesús, el profeta judío apocalíptico) describe cómo las expectativas apocalípticas y escatológicas del cristianismo moderno hunden sus raíces en el mensaje mismo del Jesús histórico. En esta misma línea va E. P. Sanders (Jesús y el Judaísmo; y La figura histórica de Jesús) cuando describe a Jesús como un “profeta escatológico”.
Algunos ejemplos de los evangelios que validan esta propuesta son:
“De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. 35El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24.34-35)
“De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios” (Marcos 14.25)
“También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles. 30Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca. 31Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. 32De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. 33El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Lucas 21.29-33)
Posteriormente, también vemos que las primeras dos generaciones de cristianos también se caracterizaron por la expectativa de que el fin tendría lugar en su tiempo (aunque también se percibe una especie de “desescatologización” en los libros más tardíos del NT, a pesar de Apocalipsis), consideremos por lo menos tres ejemplos:
“Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; 30y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; 31y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa” (1 Corintios 7.29-31)
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4.13-18)
Ahora bien, no se puede negar el hecho de que en la medida en que desapareció la primera generación de cristianos, el énfasis en la inminencia del fin de la historia se fue perdiendo. Consideremos por lo menos dos ejemplos:
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 pedro 3.9). Como segundo ejemplo quiero citar las llamadas epístolas o cartas pastorales (1 y 2 Timoteo, Tito), donde no se percibe el énfasis escatológico que se ve, por ejemplo, en 1 Corintios y en 1 Tesalonicenses.
Por otro lado, ante el hecho de que el Reino de Dios no se manifestara en los tiempos de Jesús, tal y como lo esperaba la tradicional esperanza mesiánica judía, y en la medida en que las primeras generaciones de cristianos fueron desapareciendo sin que las cosas ocurrieran como escatológicamente pensaban, el cristianismo ha acuñado (aunque en tiempos modernos) el muy conocido lema del “Ya, pero todavía no”.
Precisamente ante muchas especulaciones y expectativas que con relación al futuro proyectan diversos grupos dentro del cristianismo, y considerando la manera en que estas concepciones determinan muchas de nuestras actitudes frente al presente; quiero que consideremos la perspectiva de un Rabino del Judaísmo ortodoxo (Jacob Neusner) que, aunque supone una crítica al cristianismo (y de hecho, reflexiona desde otro marco de referencia), pienso que todavía podemos aprender mucho de su punto de vista, en relación a la manera en que entendemos que podríamos ser instrumentos de Dios en el presente, en el próximo año, y en los años venideros, cito: “¿Puede el reino de Dios venir pronto, en nuestros días, a donde estamos? La Torá no sólo dice que sí, sino que además muestra cómo. En realidad, de eso es de lo que habla. ¿Tengo que esperar entonces el reino de Dios? Desde luego, pero, mientras espero, hay cosa que tengo que hacer. Más exactamente, hay cosas que tenemos que hacer, y hacerlas juntos” (Un Rabino habla con Jesús, Ediciones Encuentro, España, año 2008, página 191).
Mi invitación es que, sin perder de vista la expectativa de la futura plena manifestación del Reino de Dios (esperanza común del judaísmo ortodoxo y de los cristianos), procuremos tratar de ver y entender a Dios y sus propósitos para nuestro tiempo, nuestros contextos y en las distintas problemáticas que desafían al ser humano de hoy. Pidámosle a Dios que nos ayude a ser instrumentos suyos, para que juntos y, según nuestros dones y capacidades, logremos un testimonio cristiano más coherente, más integral e inclusivo, en fin, más humano.
¡Que Dios nos ayude y nos anime a ser mejores testigos e instrumentos suyos en el año 2011!
¡Amén!