¿«Esto es mi cuerpo», o «este es mi cuerpo»? ¿Qué es lo que en realidad dice el texto griego?

 

¿«Esto es mi cuerpo», o «este es mi cuerpo»?

¿Cuál es la traducción correcta de Marcos 14.22, 24 y paralelos?

¿Qué es lo que en realidad dice el texto griego?

Héctor B. Olea C.

Una porción bíblica de lectura y reflexión obligada en tiempo de cuaresma, es el relato de la «última cena» (Marcos 14.12-25; Mateo 26.26-30; Lucas 22.7-23; 1 Corintios 11.23-26).    

Luego, precisamente dentro de la narración de la “última cena”, se nos pone al tanto de que Jesús, después de haber dado gracias y pronunciar la bendición; tomó el pan, lo partió y lo dio a comer a sus discípulos; y que luego también tomó la copa y le dio a beber a sus discípulos.

Pero ahí no quedan las cosas, sino que, en cada caso, tanto al dar de comer el pan, como al dar de beber el vino de la copa a sus discípulos, la narración de los evangelistas hace resaltar que Jesús afirmó que el pan era su cuerpo, y que el vino de la copa era su sangre (en alguna forma).

Ahora bien, debo aclarar que con estas breves líneas no estoy interesado en discutir la validez o no de la llamada transubstanciación ni de la consustanciación (o consubstanciación), ni si la tradicional interpretación metafórica evangélica (la de los grupos dominantes del llamado cristianismo protestante y evangélico) es la interpretación más correcta.

En realidad, el objetivo de estas breves líneas consiste en poner de relieve lo que en verdad dice el texto griego detrás de la tradicional traducción «esto es mi cuerpo», «esto es mi sangre», y por qué dicha traducción es cuestionable.

Análisis gramatical de la traducción «esto es mi cuerpo», «esto es mi sangre»

En español, las expresiones «esto es mi cuerpo», «esto es mi sangre», involucran en cada caso un sustantivo de género masculino y singular (la primera, «esto es mi cuerpo»), y un sustantivo de género femenino y singular (la segunda, «esto es mi sangre»).

Ahora bien, tanto en español como en griego, los pronombres adjetivos demostrativos, por un lado, pueden funcionar como «adjetivos demostrativos», y como «pronombres demostrativos» (desempeñando la función de un sustantivo).

Un pronombre adjetivo demostrativo funciona como «adjetivo demostrativo», cuando acompaña a un sustantivo con el cual debe concordar en género y en número, y a la vez funciona como un modificador directo. Ejemplos: este libro, esta persona, esa mujer, esos niños, esas niñas, etc.

Pero funciona como «pronombre demostrativo» (con la función de un sustantivo) cuando aparece solo, sin conexión a un sustantivo, pero ejerciendo la función de un sustantivo, sustituyendo a un sustantivo.

En todo caso, como «pronombre demostrativo» debe concordar con el sustantivo al que sustituyen en género y número.

Ejemplos: Este es mi libro, esta es la foto que me gusta, estos son los libros que compré, estas son las mujeres que trabajaron, etc.

Luego, a la luz de lo explicado, en virtud de que «cuerpo» es un sustantivo de género masculino, y «sangre» un sustantivo de género femenino; se espera que los «pronombres demostrativos» concuerden en género y en número con dichos sustantivos: «este es mi cuerpo», «esta es mi sangre».

La sintaxis y concordancia del adjetivo y pronombre demostrativo en griego

Como en español, en griego el pronombre adjetivo demostrativo puede funcionar como «adjetivo demostrativo» (siempre en posición predicativa), acompañando a un sustantivo como modificador directo, con el cual debe concordar en caso, género y número.

Pero funciona como «pronombre demostrativo» (como un «sustantivo»), cuando aparece sólo, sustituyendo a un sustantivo, pero también concordando en caso, género y número con el sustantivo al cual sustituye.

En tal sentido, es preciso poner de relieve que en griego los sustantivos «cuerpo» y «sangre» son de «género neutro» (ambos sustantivos de género neutro y de la tercera declinación).

Consecuentemente, a la luz de la gramática y sintaxis griega, en virtud de que «cuerpo» («sóma») y «sangre» («jáima») son sustantivos de género neutro, en caso nominativo y en singular; el demostrativo que hace referencia a ambos sustantivos, «túto», está en caso nominativo, en singular y en género neutro.

Luego, es preciso decir que el texto griego detrás de la traducción «esto es mi cuerpo», «esto es mi sangre» (en La Reina Valera 1960 y otras), exhibe perfectamente la concordancia exigida por el griego: dos sustantivos en género neutro, en caso nominativo y en singular, en conexión a un demostrativo (como pronombre demostrativo) en caso nominativo, en singular y también de género neutro.

Pero como en español los sustantivos equivalentes a «sóma» (cuerpo) y «jáima» (sangre), el primero es de género masculino, «cuerpo», y el segundo es de género femenino, «sangre»; se espera que la traducción se haga empleando el género masculino en la primera frase: «túto estin soma mu» (pero leída: «tutóestin to somámu»): «este es mi cuerpo».

Pero se debe traducir empleando el género femenino en la segunda expresión: «túto gar estin to jáima mu» (pero leída: «túto gárestin to jaimámu»): «esta es mi sangre».

Por otro lado, una evidencia de que la traducción «esto es mi cuerpo», «esto es mi sangre», es cuestionable; lo constituye la acertada traducción en la misma Reina Valera 1960, de las frases que involucran el sustantivo «copa», empleando el género femenino en la traducción, a pesar de que en griego el sustantivo «potérion» («copa») es de género neutro (y de la segunda declinación: «to potérion»).

Observemos: Y habiendo tomado «la copa» (Marcos 14.23; Mateo 26.27; Lucas 22.17, 20; 1 Corintios 11.25), empleando en la traducción al español el género femenino.

Y en la misma línea va la traducción: «esta copa (empleando el género femenino) es el nuevo pacto con mi sangre» (Lucas 22.20; 1 Corintios 11.25).

Consecuentemente, es preciso decir que «esta copa» (Lucas 11.20 y 1 Corintios 11.25) es la traducción de la expresión griega en género neutro y en singular: «túto to potérion» («esta copa»).

Por supuesto, en la expresión «túto to potérion», el demostrativo «túto» funciona como un «adjetivo demostrativo», pero como «pronombre demostrativo» (funcionando como un sustantivo) en las expresiones «este es mi cuerpo», «esta es mi sangre».

En resumen, la traducción acertada de la expresión «la copa» (en género femenino en español a pesar que «potérion» («to potérion»), es de género neutro en griego); igualmente, la traducción acertada de la expresión «esta copa» (empleando el género femenino en la traducción al español), a pesar de que la frase griega «túto to potérion» es de género neutro; hace sospechar de la desacertada traducción al español de las expresiones griegas «túto estin soma mu» (pero leída: «tutóestin to somámu»): «este es mi cuerpo», y «túto gar estin to jáima mu» (pero leída: «túto gárestin to jaimámu»): «esta es mi sangre».

Finalmente, en conclusión, una traducción acertada y consistente de las dos frases en cuestión, en conformidad a la gramática griega y la gramática española, debe ser: «este es mi cuerpo», «esta es mi sangre».

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Sobre la cadena constructa hebrea, pistas para su adecuada comprensión y traducción



Sobre la cadena constructa hebrea

Pistas para su adecuada comprensión y traducción

Héctor B. Olea C.

En primer lugar, la «cadena constructa» o «secuencia de constructo» hebrea, consiste en una construcción sintáctica (grupo sintáctico) que involucra al menos dos sustantivos (hasta tres, pero raramente cuatro).

En segundo lugar, en hebreo moderno la cadena constructa o secuencia de constructo es llamada «smijút» o «semijút» (apoyatura, apoyo, respaldo).

En tercer lugar, el sustantivo (o sustantivos) que inicia una cadena constructa en hebreo está en «estado constructo» (por lo general, no siempre) una forma modificada de la forma léxica del sustantivo, o sea, el sustantivo en «estado absoluto».

En cuarto lugar, el sustantivo que le da término a una cadena constructa ha de estar en el llamado «estado absoluto» (la forma léxica del sustantivo, tal y como aparece en el diccionario).

En quinto lugar, todo sustantivo en estado constructo expresa su relación con un sustantivo en estado absoluto al que precede (determinado o indeterminado), mediante la preposición «de».

Por ejemplo, el sustantivo «davár» (palabra) en estado constructo («dévar»), significa «palabra de». Luego, la cadena constructa «dévar ishá» ha de traducirse: «palabra de mujer».

Y el sustantivo «ishá» (mujer), en estado constructo («éshet»), significa «mujer de», «esposa de».

Luego, la cadena constructa «éshet naví» ha de traducirse: «mujer de un profeta».

En sexto lugar, el sustantivo en «estado absoluto» y que le pone fin a una cadena constructa determina al sustantivo (o sustantivos) en «estado constructo».

En séptimo lugar, la forma en que el sustantivo en «estado absoluto» determina al sustantivo (o sustantivos) en «estado constructo», es doble.

Por un lado, el sustantivo en «estado absoluto» es el que le pone fin a una cadena constructa. En otras palabras, una cadena constructa se extiende sólo hasta la aparición de un sustantivo en «estado absoluto».

Por otro lado, como el sustantivo en «estado constructo» jamás ha de llevar el artículo determinado, la determinación del sustantivo en «estado constructo» (y de toda la cadena constructa), depende de la determinación del sustantivo en «estado absoluto».

Esto significa que el sustantivo (o sustantivos) en «estado constructo» es determinado (así como toda la cadena constructa), si el sustantivo en «estado absoluto» es determinado.

Consecuentemente, el sustantivo (o sustantivos) en «estado constructo» es indeterminado (así como toda la cadena constructa), si el sustantivo en «estado absoluto» es indeterminado. 

Por supuesto, es preciso poner de relieve que un sustantivo hebreo es determinado, si es un nombre propio, si es un sustantivo común con el artículo determinado, y si es un sustantivo común con sufijo pronominal.

Ejemplos:

La cadena constructa «dévar ishá» ha de traducirse: «palabra de mujer» (jamás: “mujer de palabra”)

Pero la cadena constructa «dévar ja-ishá» ha de traducirse: «la palabra de la mujer» (jamás: “la mujer de la palabra”).

La cadena constructa «éshet naví» ha de traducirse: «mujer de un profeta» (jamás: “profeta de una mujer”).

Pero la cadena constructa «éshet jan-naví» ha de traducirse: «la mujer del profeta» (jamás: “el profeta de la mujer”).

En octavo lugar, ningún elemento (adjetivo, preposición o pronombre demostrativo), puede aparecer entre los sustantivos que conforman una cadena constructa.

En noveno lugar, la interpretación y traducción acertada de una cadena constructa debe evitar caer en el error de cambiar los papeles o funciones del sustantivo en estado absoluto y del sustantivo o sustantivos en estado constructo.

O sea, siempre es el sustantivo en «estado absoluto» el que determina al sustantivo o sustantivos en «estado constructo», y jamás al revés.  

Caso ilustrativo: La traducción de la cadena constructa «dévar adonay»

En hebreo la cadena constructa «dévar adonay» es una cadena constructa determinada, porque está conformada por el constructo singular del sustantivo «davár», o sea, «dévar», y por el Tetragrámaton con la vocalización del sustantivo «Adonay» (asumido como un nombre propio).

En consecuencia, la cadena constructa «dévar adonay» ha de traducirse consistentemente «la palabra del Señor», y no «palabra del Señor».

De todos modos, lo que ha ocurrido es que, en las versiones de la Biblia, por ejemplo, en la Reina Valera 1960, dicha cadena constructa (tan sobresaliente en la Biblia Hebrea), no ha sido traducida consistentemente.

Por ejemplo, en 1 Reyes 6.11, fue traducida como una cadena constructa indeterminada: «palabra de Jehová», en lugar de la esperada traducción: «la palabra de Jehová».

Y la misma situación se observa también en Isaías 38.4, Ezequiel 6.1 y en muchos otros textos.

Sin embargo, fue traducida correctamente, en forma determinada, en Jeremías 1.11, o sea, «la palabra de Jehová» (así también en 2 Reyes 20.19, Salmos 33.6 y en muchos otros textos).

La traducción de la cadena constructa «dévar adonay» en la Septuaginta

Por el afán de traducir por equivalencia formal (literal), en la clásica versión griega la cadena constructa «dévar adonay» fue traducida en forma indeterminada, «lógos kiríu» o «rhéma kiríu» (como en Génesis 15.1).

Por supuesto, es preciso decir que las traducciones griegas de la cadena constructa «dévar adonay», o sea, «lógos kiríu» y «rhéma kiríu», ponen de manifiesto que el traductor del hebreo al griego tradujo en forma indeterminada porque no vio gráficamente la presencia del artículo determinado hebreo en la cadena constructa «dévar adonay»; pero no tuvo en cuenta que en realidad es el sustantivo en estado absoluto el que determina al sustantivo en estado constructo y jamás la presencia del artículo determinado con un sustantivo en estado constructo.

En consecuencia, traducciones griegas acertadas de la cadena constructa hebrea determinada «dévar adonay»; serían: «jo lógos tu kiríu» y «to rhéma tu kiríu» (en ambos casos, «la palabra del Señor»).

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«Ishím» versus «anashím», ¿se equivocó el profesor? Sobre las peculiaridades de algunos sustantivos hebreos



«Ishím» versus «anashím», ¿se equivocó el profesor?

Sobre las peculiaridades de algunos sustantivos hebreos

Nociones de hebreo clásico

Héctor B. Olea C.

Aparentemente algunas personas se sorprendieron de que en la imagen que acompañó a mi artículo sobre Oseas 2.16, yo haya citado una forma del plural del sustantivo hebreo «ish» (hombre, varón, marido, etc.), por no ser precisamente la forma más común.

Sin embargo, si bien «ishím» no es la forma más común empleada en la Biblia Hebrea para el estado absoluto plural de «ish» (hombre, varón, marido, etc.), no es menos cierto que la misma está presente al menos en tres textos de la Biblia Hebrea, a saber: Isaías 53.3; Salmos 141.4 y Proverbios 8.4.

Luego, en virtud de algunas sospechas, me propuse publicar estas breves líneas llamando la atención sobre algunos sustantivos hebreos que tienen ciertas peculiaridades; aquí, por supuesto, sólo voy a considerar cinco, entre los que se encuentra precisamente el sustantivo «ish» (hombre, varón, marido, etc.).

En primer lugar, el sustantivo «ish» (hombre, varón, marido, etc.) tiene atestiguadas en la Biblia Hebrea dos formas para el absoluto plural.

Además, la forma del estado constructo singular del sustantivo «ish» (hombre, varón, marido, etc.) es exactamente la misma que la forma de su estado absoluto singular.    

Por otro lado, fácilmente puede confundirse el sustantivo «ish» (hombre, varón, marido, etc.), cuando exhibe el sufijo pronominal de la tercera persona femenina singular (ella), o sea, «isháj» (su marido, el marido de ella), con el estado absoluto femenino singular del sustantivo «ishá» (mujer, esposa).

En segundo lugar, el sustantivo «ishá» (mujer, esposa), tiene un constructo singular que no es precisamente el de los sustantivos femeninos que terminan con la desinencia con que termina el estado absoluto del sustantivo «ishá» (mujer, esposa).

Por otro lado, la forma del absoluto plural del sustantivo «ishá» (mujer, esposa), tiene la desinencia típica del estado absoluto masculino plural (femenino plural intrínseco, no formal), y, sin embargo, no deja de ser un estado absoluto femenino plural.

Además, no es posible perder de vista la semejanza que tiene el estado absoluto femenino plural de «ishá» (mujer, esposa), o sea, «nashím» (mujeres, esposas), con el estado absoluto masculino plural de la forma más dominante de «ish» (hombre, varón, marido, etc.), o sea, «anashím» (hombres, varones, maridos).

En tercer lugar, el estado constructo singular del sustantivo masculino «av» (padre, etc.), se puede confundir fácilmente cuando el mismo sustantivo «av» (padre, etc.) recibe el sufijo pronominal de la primera persona común singular (yo), o sea, «aví» (mi padre).

Por otro lado, la forma del estado absoluto plural del sustantivo «av» (padre, etc.) exhibe una desinencia típica del estado absoluto femenino plural (masculino plural intrínseco, no formal), o sea, «avót» (padres) y, sin embargo, no deja de ser un estado absoluto masculino plural.

En cuarto lugar, el sustantivo «bat» (hija) tiene una misma forma para el estado absoluto singular y para el estado constructo singular.

Por otro lado, la forma del estado absoluto plural del sustantivo «bat» (hija), si bien muestra la típica desinencia del estado absoluto femenino plural («banót»), no obstante, parece seguir al estado absoluto plural del sustantivo masculino «ben» (hijo), o sea, «baním» (hijos).

En quinto lugar, el sustantivo «yom» (día), tiene un estado constructo singular igual a su estado absoluto singular.

Por otro lado, la forma del estado absoluto plural del sustantivo «yom» (día), muestra un cambio de vocalización que puede resultar extraña (cambio de vocal larga de tipo «o», por una vocal larga de tipo «a» («yom», «yamím»).

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El sustantivo «baal» versus el sustantivo «ish», Oseas 2.16 (2.18) en el centro de esta cuestión


El sustantivo «baal» versus el sustantivo «ish»

Oseas 2.16 (2.18) en el centro de esta cuestión

Héctor B. Olea C. 

Para este artículo, que me fue solicitado, voy a citar varias puntualizaciones de la obra «Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento», editado por Ernst Jenni y Claus Westermann, publicada por Ediciones Cristiandad, 1978, entre otras obras.  

El sustantivo «baal» (señor, dueño, marido, esposo), de género masculino y singular, pertenece al semítico común.

Tiene también una forma femenina, «baalá» (dueña, ama), la cual aparece en la Biblia Hebrea sólo cuatro veces: 1 Samuel 28.7 (dos veces); 1 Reyes 17.17; Nahum 3.4.

Por cierto, de las cuatro veces en que aparece en la Biblia Hebrea, el femenino «baalá» apunta a una mujer hechicera, seductora, nigromante, en 1 Samuel 28.7 (dos veces) y en Nahum 3.4 («Diccionario bíblico hebreo español», Luis Alonso Schokel, TROTTA, 1999).

Su equivalente arameo es «beel» (señor).

Con el sentido de «dueño», aparece en la Biblia Hebrea unas 84 veces.

Con el significado de «esposo» o «marido», aparece 15 veces en singular, a excepción de Ester 1.17, 20.

Como designación divina, como nombre divino, «baal» aparece 58 veces en singular, y en plural 18 veces.

Cuando «baal» aparece en la Biblia Hebrea como designación divina, por lo general se refiere al rival cananeo de YHVH.

En nombre «baal» aparece en la Biblia Hebrea en tres ámbitos:

En primer lugar, en los libros narrativos designa a una divinidad siempre unida a un lugar concreto y en el que desempeña una función también concreta.

En segundo lugar, en la literatura profética, como el rival de YHVH por antonomasia.

En tercer lugar, en plural, en obras históricas deuteronomista y cronista, que están estrechamente ligadas a Oseas y Jeremías.

También se emplea el nombre «baal» en la Biblia Hebrea en forma compuesta, indicando, por ejemplo, un nombre propio («baal janán») rey de Edom, Génesis 36.38 y con un sentido locativo, por ejemplo, «baal jermón», «baal tamar», etc.

Luego, es preciso diferenciar el uso del sustantivo «baal» en su uso común para señalar a un dueño, marido o esposo, del uso peyorativo, cuando hace referencia al rival cananeo de YHVH.

Un caso ilustrativo: Oseas 2.16 (2.18)

En Oseas 2.16, en la Reina Valera 1960, leemos: “En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi, y nunca más me llamarás Baali”.

Aquí observamos un juego de palabras en lo que el uso peyorativo del nombre «baal» (como rival de YHVH) se mezcla con el uso ordinario del sustantivo «baal» (señor, esposo, marido).

En este texto, en el que metafóricamente se describe la relación YHVH con su pueblo, Israel, como una relación de pareja o matrimonio (considérese Oseas 2.19 y 20); el profeta Oseas plantea que YHVH no desea que se emplee el común nombre «baál» (con el sentido de esposo, marido) por su uso peyorativo; y demanda que en su lugar se emplea el sustantivo «ish» (varón, marido).

Consecuentemente, la forma «ishí», presente en Oseas 2.16, consiste en el sustantivo «ish» (varón, marido) con el sufijo pronominal de la primera persona común plural: “mi marido”, “mi esposo”.

Y «baalí» consiste en el nombre «baal» (marido, esposo) también con el sufijo pronominal de la primera persona común singular: “mi marido”, “mi esposo”.

Ahora bien, si bien hay algunas versiones de la Biblia que en realidad no han propuesto una traducción de las palabras «ishí» y «baalí», hay otras que sí las han traducido, pero a mi entender, de una manera cuestionable.

Me explico, de las versiones que sí optaron por traducir a «ishí» y a «baalí», hay las que han interpretado a «ishí» como «mi esposo», pero a «baalí» como «mi señor».

Sin embargo, en lo personal, en virtud de que tanto «ish» como «baal», contextualmente pueden tener el significado de «marido», «esposo», y como en el contexto de Oseas 2.16 la relación de YHVH con Israel (su pueblo) es descrita metafóricamente como una relación de pareja, como un matrimonio; en lo personal me inclino por asumir que aquí «ishí» y «baalí» se están empleando como perfectos sinónimos.

Consecuentemente, el mensaje de Oseas 2.16 es que, en virtud de la lucha que tenía el profeta Oseas con el culto a «baal», y muy a pesar del sentido no peyorativo que tenía la palabra «baal», como «marido» o «esposo»; según el profeta Oseas, YHVH, con tal de evitar asociaciones indebidas, exige que se le haga referencia no con el sustantivo «baál» en su uso no peyorativo, «baalí» («esposo mío»), sino con el sustantivo «ish» («ishí»: esposo mío).

Luego, para comprender el planteamiento de Oseas 2.16, es preciso familiarizarse con la lucha que para ese entonces tenía el profeta Oseas con el culto a «baal» (haciendo referencia a una deidad o divinidad). 

En tal sentido, me parecen muy oportunas las siguientes observaciones:

“Oseas inició su actividad profética en los últimos años de Jeroboam II (años 782-753 antes de la era común)”.

“… Para entender el mensaje de Oseas es preciso también tener en cuenta otro dato: el culto a Baal. Cuando los israelitas llegaron a Palestina formaban un pueblo de pastores seminómadas. Concebían a Yahvé como un dios de pastores, que protegía sus emigraciones, los guiaba por el camino y los salvaba en los combates contra tribus y pueblos vecinos. Al establecerse en Canaán cambiaron en parte de profesión, haciéndose agricultores. Y muchos de ellos, con escasa formación religiosa y una idea de Dios muy imperfecta, no podían concebir que su dios de pastores pudiese ayudarles a cultivar la tierra, proveerles de lluvia y garantizarles unas estaciones propicias. Entonces se difunde el culto al dios cananeo Baal, señor de la lluvia y de las estaciones, que proporciona la fecundidad de la tierra y favorece los cultivos.”

“Los israelitas aceptaron este dios, a pesar de que su culto implicaba prácticas totalmente inmorales como la prostitución sagrada. Yahvé siguió siendo el dios del pueblo, pero quien satisfacía las necesidades primarias era Baal. Concedía el pan y el agua, la lana y el lino, el vino y el aceite. Cuando el israelita los tenía, no daba gracias a Yahvé, sino a Baal; cuando carecía de ellos, se avecinaba una mala cosecha o un período de sequía, en vez de acudir a Yahvé invocaban a Baal”.

“En cualquier otro país esto no habría planteado el más mínimo problema; las divinidades acostumbraban ser muy tolerantes. Pero Yahvé es un dios intransigente, que no permite competencia de ningún tipo. Es lo que nos dirá Oseas, con unas imágenes clarísimas” («Profetas, comentario», segundo tomo, de Luis Alonso Schokel y José Luís Sicre, Ediciones Cristiandad, 1987, página 860).   

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«Ama» o «amarás», una vez más sobre el valor aspectual del verbo en hebreo y en griego


«Ama» o «amarás»

Una vez más sobre el valor aspectual del verbo en hebreo y en griego

Nociones de lingüística, gramática y traducción bíblica

Héctor B. Olea C.

Aprovechando la ocasión de la celebración del día del amor y la amistad, quiero llamar la atención sobre el empleo del tiempo futuro en Mateo 22.37 y 39, en lugar del esperado modo imperativo griego de presente.

Pues bien, en Mateo 22.37 y 39, observamos a Jesús reaccionando a una pregunta concreta: ¿Cuál es el gran mandamiento de la ley?

En su respuesta, Jesús cita a Deuteronomio 5.6 para poner de relieve el amor que se debe tener hacia a Dios, y apela a Levítico 19.18 para resaltar el amor con que se debe amar al prójimo.

Ahora bien, lo llamativo es que, en la respuesta de Jesús, el texto griego de Mateo 22.37 y 39 empleó el tiempo futuro, y no el esperado modo imperativo griego de presente.

¿Por qué emplea el evangelista Mateo el tiempo futuro, y no el esperado modo imperativo griego de presente?

Sencillamente porque Mateo está citando la clásica versión griega (Septuaginta) de Levítico 19.18 y de Deuteronomio 6.5.

Luego, cuando consideramos la traducción griega de la forma «ve-ajavtá» en Levítico 19.18 y en Deuteronomio 5.6, comprendemos de inmediato por qué en Mateo 22.37 y 39 observamos el empleo del tiempo futuro griego del modo indicativo, y no el esperado modo imperativo griego de presente.

La cuestión es que el traductor griego, en su afán de traducir por equivalencia formal (traducción literal), tradujo al griego empleando el tiempo futuro del modo indicativo, en lugar del esperado modo imperativo de presente.

¿Cuál es la forma verbal empleada en Levítico 19.18 y en Deuteronomio 5.6?

La forma verbal empleada tanto Levítico 19.18 como en Deuteronomio 6.5, es «ve-ajavtá», una forma verbal que consiste en el llamado «perfecto inverso» («ve-qatál», «ve-qataltí», «vepaál»), de la segunda persona masculina singular, del verbo o raíz «ajáv» (él amó), empleada en ambos casos por razones sintácticas.

Ahora bien, como ya dijimos antes, si bien fuera de contexto oracional el estado «imperfecto» o «yiqtól» hebreo se traduce como un futuro; lo cierto es que, en esencia, el valor aspectual del imperfecto o «yiqtól» es el de una acción no concluida, no realizada, durativa.

Consecuentemente, en virtud de que el valor aspectual de un «perfecto inverso» («ve-qatál», «ve-qataltí», «vepaál»), es equivalente al valor aspectual de un «yiqtól» o «imperfecto» (acción durativa o repetida), se comprende el empleo de la una forma «ve-qatal» «ajavtá» en Levítico 19.18 y en Deuteronomio 5.6 (por razones sintácticas).

La traducción griega de la forma verbal «ve-ajavtá» en Levítico 19.18 y en Deuteronomio 6.5

El traductor del hebreo al griego tradujo empleando el tiempo futuro del modo indicativo, o sea, «agapéseis», segunda persona del singular, voz activa, del verbo «agapáo» (yo amo, yo quiero).

¿Por qué es cuestionable que el traductor del hebreo al griego haya empleado el tiempo futuro del modo indicativo («agapéseis»), y no el modo imperativo de presente, «agápa»?

Porque en griego no es el futuro del modo indicativo el que tiene el valor aspectual del «imperfecto» hebreo o «yiqtól» («ve-qatál», «ve-qataltí», «vepaál»), sino más bien el imperativo de presente.

Porque en griego el futuro del modo indicativo más bien tiene un valor aspectual neutro, o sea, que carece de aspecto, y más bien sólo expresa el valor temporal (el tiempo cronológico en que se supone tiene lugar la acción verbal).

Insisto, en realidad es el imperativo griego de presente el que comunica el valor aspectual de una acción repetida o durativa que tiene el imperfecto o «yiqtól» hebreo.

Por supuesto, no sería una opción acertada el traducir la forma verbal «ve-ajavtá» con un imperativo aoristo, pues, como ya advertimos antes, el imperativo aoristo apunta a una acción puntual o ingresiva, no durativa.

En consecuencia, si con la forma verbal hebrea «ve-ajavtá» el texto hebreo quiso señalar una acción durativa (ama a Dios, y no dejes de amarlo, ama a tu prójimo, y no dejes de amarlo); la traducción griega más acertada sería empleando el imperativo griego de presente, y no el tiempo futuro en modo indicativo.

Finalmente, si el traductor griego hubiera empleado el esperado modo imperativo griego de presente al traducir la forma verbal «ve-ajavtá» en Levítico 19.18 y Deuteronomio 5.6, sin duda alguna que en Mateo 22.37 y 39, al citar la versión griega, también se hubiese empleado el modo imperativo griego de presente, y no el futuro del modo indicativo.  

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Sobre el modo imperativo griego, pautas para la exégesis bíblica y su traducción


Sobre el modo imperativo griego

Pautas para la exégesis bíblica y su traducción

Héctor B. Olea C.

En lo que respecta al español, el modo imperativo se reduce estrictamente a la segunda persona gramatical, singular y plural: ama tú, amad vosotros, amad vosotras, y en el español latinoamericano: ama tú, amen ustedes (2da persona plural masculina y femenina).

Luego, con relación a la primera persona del plural (nosotros, nosotras), el español se sirve más bien del llamado «subjuntivo exhortativo» (comamos, estudiemos), con el valor del modo imperativo.   

También emplea el español el modo subjuntivo para el llamado «imperativo de cortesía» respecto de la segunda persona del singular: hable usted, pase usted.  

Por supuesto y, en realidad, emplea el español latinoamericano el modo subjuntivo para el imperativo de la segunda persona plural (masculina y femenina): amen ustedes.

Por otro lado, para los mandatos en negativo o prohibiciones, el español no emplea el modo imperativo, sino el modo subjuntivo: No hables tú, no hable usted, no hablen ustedes, no hablen ellos.   

Finalmente, es preciso decir que el imperativo español no comunica precisamente el tiempo cronológico (el tiempo en que se supone que ocurre la acción del imperativo), sino que más bien expresa una circunstancia de mandato (una acción que se espera se realice, pero que, tal vez, no llegue a realizarse), por lo general con un valor aspectual ingresivo y en voz activa (demandando el inicio de una acción: ve a la escuela, descansa, trabaja, estudia, etc.).

Sobre el modo imperativo griego

El modo imperativo griego, a diferencia del español, está presente en tres de los cuatro temas temporales del sistema verbal griego: el presente, el aoristo y el perfecto (en el Nuevo Testamento sobresalen el imperativo de presente y el imperativo aoristo).

Por otro lado, no existe el modo imperativo en el tiempo futuro griego.

También está presente el imperativo griego en las tres voces del sistema verbal griego: voz activa, voz media y voz pasiva.

En cuanto a las personas gramaticales, el modo imperativo griego se emplea en las segundas y terceras personas, del singular y del plural.

De todos modos, el imperativo de la tercera persona (singular y plural) es mucho menos frecuente que el de la segunda persona (singular y plural).

Ahora bien, que el imperativo griego se emplee en tres temas temporales (presente, aoristo y perfecto) no significa que haga referencia al tiempo cronológico (al tiempo en que se realiza la acción verbal), pues su valor temporal es más bien relativo.

En realidad, el imperativo griego, en los tres temas temporales en los que está presente, más bien hace referencia al aspecto de la acción.

Uso del imperativo de presente

El imperativo de presente se usa tanto para ordenar como para prohibir.

Si con el imperativo de presente se hace referencia a una acción verbal ya iniciada, en proceso, en desarrollo; se pide que dicha acción continúe: «estudia», con el sentido de: «sigue estudiando», «continúa estudiando».

Pero si la acción que se exige todavía no ha iniciado, se pide que dicha inicie, continúe y permanezca en el futuro: «comienza a estudiar y sigue estudiando».  

Las prohibiciones en el imperativo de presente

Las prohibiciones en el tema de presente sugieren la demanda del cese de una acción en proceso, ya iniciada: «no estudies», con el sentido de «deja de estudiar», «no sigas estudiando».

Uso del imperativo aoristo (1ero o 2do)

A diferencia del imperativo de presente que se usa tanto para mandar como para prohibir, en el aoristo, el modo imperativo se emplea para ordenar, pero el modo subjuntivo para prohibir.

Sin embargo, hay en el Nuevo Testamento ocho casos raros de prohibiciones con el imperativo aoristo, por ejemplo: Mateo 6.3; 24.17, 18; Marcos 13.15 (dos veces), 16; Lucas 17.31 (dos veces).   

Luego, con el imperativo aoristo se exige el inicio de una acción puntual o ingresiva: «estudia», con el sentido de: «ponte a estudiar», «comienza a estudiar», sin hacer referencia a su duración o repetición.  

Las prohibiciones en el subjuntivo aoristo (1ero y 2do)

Las prohibiciones en el subjuntivo aoristo, procuran evitar el inicio de una determinada acción: «no estudies», con el sentido de: «no te pongas a estudiar», «no comiences a estudiar».

Casos ilustrativos

El imperativo de presente en Marcos 5.41

Aquí la forma verbal en tiempo presente, pero en modo imperativo es «égueire», imperativo presente, activo, de la segunda persona del singular, del verbo «eguéiro» (yo levanto, yo pongo en pie).

Consecuentemente, el imperativo «égueire» (levántate), exige el inicio de una acción que ha de continuar en el presente inmediato y en el futuro: «levántate y sigue en pie».

El imperativo de presente y el imperativo aoristo en la perícopa de El hombre rico (Marcos 10.17-31; Mateo 19.16-30; Lucas 18.18-30)

Asumiendo a Marcos como el punto de partida, es preciso poner de relieve que en Marcos 10.21 se emplean dos imperativos aoristos y un imperativo de presente.

De acuerdo al orden en que se encuentran los referidos imperativos, el primero que aparece es el imperativo aoristo «póleson», imperativo aoristo primero, activo, segunda persona del singular, del verbo «poléo» (yo vendo).

Por supuesto, el sentido del imperativo aoristo «póleson» es ingresivo: «vende todo lo que tienes», o sea, «ponte a vender todo lo que tienes».

El segundo imperativo aoristo en Marcos 10.21 es «dos», un imperativo, aoristo segundo, activo, de la segunda persona del singular, del verbo «dídomi» (yo doy, yo entrego), también con un sentido ingresivo: «comienza a dar», «ponte a darles a los pobres el producto de tus bienes vendidos». 

Y el tercer imperativo empleado en Marcos 10.21 es «akolúzei», un imperativo de presente, segunda persona del singular, activo, del verbo «akoluzéo» (yo voy detrás, yo sigo a, yo obedezco a, etc.).

Luego, el sentido del imperativo de presente «akolúzei» es: «comienza a seguirme y sigue siguiéndome», «comienza a seguirme y no dejes de seguirme».

El reflejo de Marcos 10.21 en Mateo 19.21

Mateo, siguiendo fielmente a Marcos, también emplea y de manera exacta los tres imperativos empleados por Marcos: «póleson», «dos» y «akolúzei».

El reflejo de Marcos 10.21 en Lucas 18.22

Lucas, por su parte, sigue a Marcos y a Mateo en emplear el imperativo aoristo primero «póleson», y el imperativo de presente «akolúzei».

Pero a diferencia de Marcos y Mateo, en lugar de emplear el imperativo aoristo segundo, «dos», del verbo simple (no compuesto) «dídomi» (yo doy, yo entrego), emplea el también imperativo aoristo segundo, «diádos», pero del verbo compuesto «diadídomi» (yo distribuyo, yo reparto).

En todo caso, coinciden los tres evangelios sinópticos en señalar que Jesús confrontó al hombre rico con tres imperativos, dos de ellos imperativos aoristos, indicando dos acciones ingresivas: «ponte a vender todo lo que tienes», y, consecuentemente, «comienza a dar» (a distribuir) a los pobres lo obtenido con la venta de tus posesiones; y con un imperativo de presente, con el que le demandó que comenzara a seguirlo y siguiera tras él.

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El «valor temporal» y el «valor aspectual» en el sistema verbal hebreo, nociones de hebreo clásico (bíblico)

El «valor temporal» y el «valor aspectual» en el sistema verbal hebreo

Nociones de hebreo clásico (bíblico)

Héctor B. Olea C.

El estudio formal del sistema verbal de una lengua determinada, ha de procurar establecer con precisión dos variables vitales: «el valor temporal» y el «valor aspectual».

El «valor temporal» hace referencia al momento en que se realiza o tiene lugar la acción verbal (presente, pasado o futuro).

El «valor aspectual» hace referencia a la forma en que se presenta la acción verbal: realizada o perfectiva, durativa o imperfectiva, por realizar, ingresiva (que indica el comienzo de una acción), etc.

En tal sentido, la Nueva Gramática de la Lengua Española (2010) plantea que el «aspecto verbal» indica, por ejemplo, si la acción verbal inicia o empieza (acción ingresiva), si la acción verbal se repite, o se muestra en un punto de su desarrollo (acción durativa).

Incluso, el «valor aspectual» no es el mismo, por ejemplo, en dos formas verbales del llamado pretérito perfecto simple o pretérito indefinido o simplemente pretérito, las cuales pueden tener un valor aspectual distinto: uno puntual y otro durativo.

Por ejemplo: Llegó a México (acción puntual), y: Vivió en México (acción durativa).

El valor temporal y el valor aspectual en el hebreo clásico (Biblia Hebrea)

En lo que al verbo hebreo respecta (hebreo clásico, por supuesto), es vital que se comprenda que en el verbo hebreo sobresale el valor aspectual, y no precisamente el valor temporal, el cual depende más bien del contexto oracional.

Los dos estados (no tiempos) del verbo hebreo (hebreo clásico)

La comprensión adecuada del sistema verbal del hebreo clásico (bíblico) supone estar al tanto de que el verbo hebreo tiene dos formas básicas, llamadas generalmente «estado perfecto» (o «qatál»), y «estado imperfecto» (o «yiqtól»).

Otra forma de hacer referencia a estas dos formas básicas del sistema verbal hebreo es «conjugación aformativa» («el estado perfecto» o «qatál»), por carecer de prefijos; pero en realidad sólo en la «conjugación qal», en la «conjugación piel» y en la «conjugación pual», ya que sí tiene un prefijo en la «conjugación nifál», en la «conjugación jifíl», en la «conjugación jitpaél», y en la «conjugación jofál», o sea, en la mayoría de las conjugaciones del sistema verbal hebreo.

En esta misma línea, el «estado imperfecto» (no «tiempo futuro») recibe el nombre de «conjugación preformativa», ya que esta sí tiene unos prefijos fijos y estables en las siete «conjugaciones» o «construcciones» del sistema verbal hebreo. 

Por supuesto, el «estado perfecto» y el «estado imperfecto» están presentes en las siete conjugaciones o construcciones («binyaním») del sistema verbal hebreo, siendo el núcleo flexional y las dos columnas formales de las mismas.  

Luego, respecto del valor temporal de los dos estados del verbo hebreo, Moisés Chávez plantea: “… el perfecto equivale a nuestro pretérito o tiempo pasado; pero sólo cuando sus formas aparecen independientemente (fuera de contexto).

Dentro de combinaciones sintácticas (contextuales) la noción del tiempo es relativa; y éste se establece más bien por el sentido total de la oración” («Hebreo bíblico, texto programado», tomo I, Editorial Mundo Hispano, 1991, página 196).

“El imperfecto equivale a nuestro tiempo futuro, sólo cuando aparece independientemente de asociaciones sintácticas” (contextuales), obra citada, página 199.

Y en la misma línea, Farfán Navarro puntualiza: “El perfecto expresa una acción terminada, un hecho ocurrido; corresponde a nuestros perfecto, pluscuamperfecto imperfecto, presente (sobre todo, en los verbos estativos) y hasta al futuro (que así se indica certísimo)”.

“El imperfecto expresa una acción por realizar o por terminar, un hecho futuro; corresponde sobre todo a nuestro futuro; pero también, a nuestro presente (si se considera que la acción suele repetirse) e imperfecto (si se considera el proceso, la duración, de la acción); incluye a menudo las nociones de «poder, deber, querer»” («Gramática elemental del hebreo bíblico», Verbo Divino, 2001, página 52).

Consecuentemente, respecto del hebreo clásico (bíblico), no es aconsejable afirmar que una forma verbal presente en la Biblia Hebrea está “en pasado” o “en futuro”, con base a si está en el «estado perfecto» («qatál») o en el «estado imperfecto» («yiqtól»); pues, como hemos afirmado, el valor temporal de toda forma verbal presente en la Biblia Hebrea, depende más bien del contexto oracional en que aparece.

Ahora bien, una cosa distinta es que en el hebreo moderno el «estado perfecto» («qatál») haya venido a constituir el «tiempo pasado» sin discusión («zéman avár»), y el «estado imperfecto» («yiqtól») el «tiempo futuro» si discusión («zéman atíd»); y otra cosa proyectar indebidamente estas concepciones del hebreo moderno en el hebreo clásico, en las formas verbales de la Biblia Hebrea, sin considerar su contexto oracional.

En resumen, sólo por el contexto oracional es posible establecer el valor temporal, el tiempo cronológico (el tiempo en que se supone se realiza la acción verbal) de una forma verbal de la Biblia Hebrea.

Dos casos ilustrativos

En primer lugar, quiero poner de relieve una forma verbal en «estado perfecto» («qatál», no tiempo pasado), pero con el valor temporal del pluscuamperfecto.

Texto considerar: Génesis 21.1.

Aquí la forma verbal «amár» más la palabra «kaashér» (preposición más la partícula «ashér»). Pues bien, la forma verbal «amár» consiste en el estado perfecto o «qatál» de la «conjugación qal», tercera persona del singular, del verbo o raíz «amár» (él dijo, respondió, etc.), pero aquí con el valor temporal del «pretérito pluscuamperfecto»: «como él había dicho».

Consecuentemente, yerra la persona que afirme que hay aquí una mala traducción, porque la forma verbal «amár» está «en pasado» o más bien en «pretérito perfecto simple» (pero en realidad en el «estado perfecto» o «qatál», y con el valor del «pretérito pluscuamperfecto»).

El segundo lugar, quiero resaltar una forma verbal en el «estado imperfecto» («yiqtól», no futuro), pero con el valor temporal de presente.

Texto a considerar: Salmo 119.101

Aquí la forma verbal «eshmór», consiste en el «estado imperfecto» o «yiqtól» (no tiempo futuro) de la «conjugación qal», de la primera persona común singular, del verbo «shamár» (el guardó, él observó); pero sintácticamente conectada con la partícula «lemáan» (partícula con valor causal, final o consecutivo), indicando el fin, finalidad o término que persigue una determinada acción verbal, aquí: «para guardar», «para observar».

Consecuentemente, yerra la persona que afirme que hay aquí una mala traducción, porque la forma verbal «eshmór» está en «tiempo futuro» (más bien en el «estado imperfecto» o «yiqtól», no en «tiempo futuro»).

En conclusión, respecto del hebreo clásico (el hebreo de la Biblia Hebrea), en contexto, «qatál» no es «pasado» (pretérito perfecto simple), y «yiqtól» no es «futuro».

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