Promoción curso en el campo del NT griego

Invitación a la realización del curso: «Las preposiciones griegas: Pautas para su análisis y consideración en la traducción y exégesis del Nuevo Testamento»

Dirigido a estudiantes y profesores de estudios bíblicos y teológicos (pastores, pastoras, seminaristas, etc.), y a personas interesadas en los estudios bíblicos y teológicos en general. 

Facilitador: Profesor Héctor B. Olea C.

Fecha: sábado 16 de enero 2016.

Hora: 2:00 a 6:00 PM.

Lugar: Colegio los Clavelines. Calle Jesús de Galíndez # 57, casi esquina Puerto Rico, Ensanche Ozama, Santo Domingo Este.

Inversión: 1, 000.00 (mil pesos dominicanos). Incluye material de apoyo.

Para mayor información, contactar al profesor Héctor B. Olea C. vía las redes sociales y el tel. (Whatsapp): 809-849-8133.

Vías de matriculación: Vimenca Western Union y Caribe Express

Inscripciones abiertas. Fecha límite de matriculación: sábado 9 de enero 2016.

Oferta: las personas que se matriculen hasta el 31 de diciembre tienen un descuento de 200 (doscientos pesos).

¡Corra la voz!




Revista y publicación recomendada

Tengo a bien recomendar e invitar a la consideración de la revista española «Renovación», de publicación mensual, la cual dirige mi hermano y amigo Emilio Lospitao; por supuesto, no por la publicación en la misma de algún escrito mío, sino por su calidad, actualidad y profesionalidad. De todos modos, tal vez hasta pudiera presumir del hecho de que dicha revista me ha honrado con la publicación de varios trabajos de mi autoría, así de sencillo.

¡Buenos días! 

LA BIBLIA COMO SEMILLERO TEOLÓGICO
Artículo de Héctor Benjamín Olea Cordero, biblista y teólogo.

En la revista Renovación nº 27 - Noviembre

http://revistarenovacion.es/Revista_Renovacion.html

Breve explicación del uso y surgimiento del calificativo «católico»

Breve explicación del uso y surgimiento del calificativo «católico»

La palabra «católico» viene de la palabra griega «katholikós», que significa «universal». El primer testimonio en la literatura cristiana del uso de la palabra «católico», se encuentra en la carta que le dirigió Ignacio de Antioquía a la iglesia de Esmirna a finales del siglo I de la era común. En dicha carta, Ignacio de Antioquía usa la expresión «katholiké ekklesía».

Respecto a la interpretación de dicha frase, el teólogo e historiador Ramón Trevijano afirma: “Ha sido interpretada en sentido espacial, como “universal”, por la contraposición que traza el texto entre la iglesia del obispo (la particular) y la iglesia de Cristo (la universal)” (Trevijano, Ramón. (2004). Patrología. España: Biblioteca de Autores Cristianos, página 40).

Esta distinción se comprende cuando se conoce el valor que Ignacio de Antioquía le concede al obispo. Ignacio relativiza los sacramentos al afirmar que estos no se pueden llevar acabo sin la presencia del obispo. Tanto valor le concedía al obispo que pensaba que, como sostiene el historiador protestante César Vidal Manzanares, estar en comunión con el obispo equivalía a verse salvo del error y de la herejía («Diccionario de Patrística», editorial Verbo Divino, España, 1999).

Algo que ha sido y es objeto de debates entre los especialistas en la historia de la iglesia y el cristianismo es si Ignacio de Antioquía llegó a plantear o sugerir el primado de la iglesia de Roma. En primer lugar, consideremos la opinión del historiador católico Domingo Ramos Lissón: “Una ignificación especial tiene para él la Iglesia de Roma por ser “la que preside en la caridad”, expresión que encierra reminiscencias joánicas de la colación del primado a Pedro, y que sin duda, está connotando el reconocimiento del primado de la Iglesia de Roma” (Ramos Lissón, Domingo. (2005). Patrología. España: Eunsa, página 73).

Ahora consideremos la opinión de un historiador protestante, a saber, César Vidal Manzanares: “Parece evidente que dentro de la comunión de las Iglesias, la de Roma tiene para Ignacio un valor especial, pero es discutible –como sostiene Quasten- que en sus escritos esté ya presente la ideas de primado, y así lo han apuntado entre otros, A. von Harnack, J. Thiele y A. Erhard” (Vidal Manzanares, César. (1999). Diccionario de Patrística. España: Verbo Divino, página 120).

Finalmente, quiero concluir esta sección con las siguientes palabras:

“La palabra “catolicismo” se remonta históricamente a la época de la confesionalización. Algunos autores de la Reforma de los Países Bajos designaron con la palabra “catolicismo” a los antiguos creyentes que habían permanecido fieles al papado, aunque este uso del lenguaje sólo fue asumido por los católicos de forma lenta y vacilante. Sólo cuando la Ilustración reunió a todas las Iglesias y doctrinas de la Reforma bajo el término abstracto de “protestantismo”, la expresión más antigua “catolicismo” adquirió mayor difusión como concepto correlativo y opuesto” (Kasper, Walter, director. (2005). Diccionario enciclopédico de historia de la iglesia (dos tomos). España: Herder.)

¡Buenas tardes!

Constantino no hizo al Cristianismo religión oficial del imperio romano

A propósito del mes de la Reforma protestante. Definitivamente, no es posible seguir insistiendo en el error histórico de que fue Constantino quien hizo al Cristianismo religión oficial del imperio romano, cuando en realidad fue obra del emperador Teodosio (345-395 E.C.).

https://www.youtube.com/watch?v=PoMfwN77JXw&feature=share 

«Textos canónicos» versus «manuscritos originales»


A propósito de los textos que sirven de base para la reflexión bíblico-teológica
Un enfoque y análisis crítico 


Una idea muy popular en la tradicional teología cristiana y evangélica (marcada por lo general por algunos tintes fundamentalistas), es que la autoridad de la Biblia depende básicamente de la existencia (todavía no probada, pero sí necesitada y dada como un hecho) de unos manuscritos originales “infalibles”.

La sospecha que mueve este tipo de afirmación es que si los manuscritos originales no fueron “infalibles”, la Biblia perdería todo su valor y trascendencia, comenzando por el hecho de que la anhelada “inerrancia de la Biblia” (en el sentido más amplio de la palabra), perdería su garantía y los fundamentos sobre las que se ha levantado tal hipótesis.

Pero cabe preguntar, si en realidad el que los manuscritos originales de la Biblia no hayan sido “infalibles” haría sucumbir la capacidad de impacto y de inspiradora que ha tenido la Biblia en los aproximados 17 siglos que tiene de su existencia (en la forma en que nos ha llegado compuesta por un Antiguo o Primer  Testamento y un Nuevo o Segundo Testamento como fenómeno propiamente cristiano); esto así, sin dejar de lado la historia particular de varios siglos de existencia que tuvo y ha tenido por separado el canon hebreo o Tanaj (mucho antes y después de la existencia de la Biblia como tal, y como realidad propiamente cristiana). 

Por otro lado, otra forma de encarar el mismo asunto es preguntándonos: Si el valor de la Biblia depende de la existencia de unos manuscritos originales “infalibles”, manuscritos que en realidad no existen y que ni quiera tenemos la seguridad de que efectivamente hayan existido (pues la afirmación de su existencia no ha sido más que una presunción), ¿Dónde, pues, estamos? ¿Con qué nos quedamos? ¿Cómo podría sustentarse hoy el valor de la Biblia si insistimos en hacer depender su valor y trascendencia precisamente de la existencia de unos manuscritos que, al margen de cualquier presunción, sencillamente no los  tenemos, sencillamente no existen?

Además, si el valor de nuestra reflexión teológica ha de depender en lo absoluto de que la misma parta o se sustente en la consulta de unos manuscritos “infalibles”, ¿qué valor tendrá la reflexión teológica cristiana que, por cierto, tiene siglos de existencia, pero que no se ha hecho sobre la base de unos manuscritos originales (sino en copias de copias, de copias), que no se ha sustentado ni podrá sustentarse en el presente y en el futuro en la consulta de unos manuscritos originales “infalibles”?  


Si se pone como condición sine qua non que el valor de la Biblia y de la reflexión teológica que parte de ella y se sustenta en la misma, dependa de la existencia de unos manuscritos originales “infalibles”, es de esperarse que la reflexión teológica can base en la Biblia sólo tendría un genuino fundamento precisamente si hace con base en tales manuscritos.

Pero las cosas se complican cuando tenemos que admitir, por un lado, que nunca se ha podido probar la existencia (y en realidad no podemos estar seguros de que alguna vez hayan existido) de tales manuscritos “infalibles”. Por otro lado, el que si alguna vez asistieron tales manuscritos, lo cierto es que no los tenemos.

Además, cuando analizamos el uso y dependencia del canon hebreo (el Tanaj, el Antiguo Testamento) por parte de los autores del Nuevo o Segundo Testamento, descubrimos algunos detalles interesantes.

En primer lugar, la apelación que hace el Nuevo (Segundo) Testamento al Antiguo (Primer) Testamento, no la hace mediante el empleo de algunos manuscritos originales “infalibles”, sino más bien mediante el empleo de copias de copias.

En segundo lugar, la apelación que hicieron los autores del Nuevo Testamento del canon hebreo, por lo general la hicieron mediante la Septuaginta (traducción griega del Antiguo Testamento).


Estas dos observaciones nos permiten afirmar con toda seguridad que la apelación al Primer Testamento por parte del Segundo Testamento, jamás se hizo sobre la base de unos manuscritos “originales”, y mucho menos sobre unos “originales infalibles”; sino más bien con base en una traducción hecha de copias de copias y, por supuesto, no “infalibles”.

Ahora bien, ante los hechos aquí presentados, una particular y típica reacción fundamentalista es la siguiente: “Si alguien insiste en que nadie ha visto los originales infalibles, ¡Es tan correcto como decir que nadie ha visto los originales falibles!”. Esta afirmación la hace el teólogo protestante Clark Pinnok, en su obra «Revelación bíblica, el fundamento de la teología cristiana» (publicada por CLIE, año 2004, página 83). Ahora, un detalle que ignora Clark Pinnok, es que el proceso de copiado y reproducción textual que nos ha dado la Biblia no parece partir de unos supuestos “originales infalibles”.

Otro detalle que tampoco toma en cuenta el señor Clark Pinnok (detalle que en muchísimas ocasiones se les echa en cara a los exégetas muy preocupados por la arqueología de los textos), es que los textos normativos y que sirven de base para la actual reflexión teológica no son los textos de los manuscritos originales (y mucho menos los supuestos “originales infalibles”), sino la forma final en que los textos fueron canonizados y recibidos por las distintas comunidades cristianas en su momento. 

Esto es muy bien claro, en primer lugar, respecto de la recepción y apropiación del canon hebreo por parte de las comunidades cristianas. La decisión a la que se llegó en la asamblea de Yabné (Jamnia) en los años 90 de la era cristiana, no tuvo que ver, ni se expresó respecto de algunos supuestos manuscritos “originales infalibles”; más bien se expresó, en términos muy específicos, sobre la forma textual que habían alcanzado los textos del Tanaj (el Antiguo Testamento hebreo) para ese entonces (forma que, por cierto, era de tipo consonántico, pues el texto masorético del cual depende nuestra exégesis actual del Tanaj, entraría en escena no antes de cinco o seis siglos después o un poco después).

En todo caso, respecto de la asamblea de Yabné (Jamnia) hay que decir que en dicha asamblea no fueron resueltos todos los problemas relativos al canon hebreo, que no se fijó propiamente allí un canon hebreo definitivo; sino más bien que las discusiones en torno al canon hebreo continuaron hasta finales del siglo II d.C. cuando por fin se estableció el consenso y la lista definitiva de los libros asumidos como canónicos.    

En iguales términos tenemos que expresarnos respecto de varios concilios del siglo IV, hasta concluir en el tercer concilio de Cartago del año 397 de la era cristiana (el primero fue el primer Concilio de Cartago en el año 393, parece que hubo un segundo Concilio de Cartago, pues en para el año 397 se habla del “Tercer Concilio de Cartago”, finalmente, también se habla del Sexto Concilio de Cartago del año 419 de la misma era cristiana), cuando se expresaron respecto de los libros que se consideraban normativos para la fe cristiana.

Tales concilios, por supuesto, no se expresaron, no canonizaron, unos textos en manuscritos “originales infalibles”, sino más bien, canonizaron y se expresaron respecto de manuscritos copias de copias, los cuales no eran infalibles, y que habían pasado todo un largo proceso de desarrollo, relecturas, exégesis, interpretación y transformación; proceso que no los hacía, ni los hizo, ni los hace equiparables con los originales, infalibles o no.    
   
Ahora bien, si la historia es testigo del impacto y de lo inspiradora que ha sido y sigue siendo la Biblia prácticamente en todo el mundo (no ignoramos el hecho de la poca o ninguna presencia de la fe cristiana con su Biblia en gran parte del globo terráqueo) en todo el mundo; parece, pues, que las premisas de la hipótesis de la necesidad de unos manuscritos “originales infalibles” están en crisis, y merecen reformularse si no es que abandonarse.

Finalmente, 1) Si las relecturas dentro del Antiguo o Primer Testamento mismo (el Tanaj) han tenido su innegable valor a pesar de sustentarse en copias de copias; 2) Si la lectura, interpretación y apelación que hace el Nuevo o Segundo Testamento (su teología) del Antiguo Testamento (el Tanaj), se hizo con base en copias de copias; 3) Si nuestra lectura, interpretación y apelación a la Biblia como tal (en su forma actual), se hace con base en unos textos canónicos ni originales, ni infalibles, sino en la traducción de unos manuscritos no originales, ni infalibles y copiados cientos de veces; nos parece verosímil concluir en que no necesitamos la hipótesis de la existencia de unos manuscritos “originales infalibles”, pues su sustentación origina más crisis que los supuestos fundamentos que provee.

En conclusión, la actual reflexión teológica cristiana en sentido general, así como la loable pero interesada labor de traducción de la Biblia, no se sustenta ni se lleva a cabo sobre la base de la consulta y apelación de unos manuscritos “originales infalibles”, sino más bien en unas copias de copias, tampoco “infalibles”.
La actual reflexión teológica cristiana se sustenta más bien en la consulta y apelación de unos textos asumidos como canónicos y normativos, no originales, y mucho menos infalibles, por supuesto, bajo la premisa equivocada de que sólo se es «coherente»  y «consistente» bíblica y teológicamente, cuando se lee la Biblia desde la perspectiva de una corriente determinada y se concluye en ese análisis bíblico validando las suposiciones, premisas y conclusiones teológicas de dicha corriente.
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Pienso que ayudará mucho a la interpretación cristiana de la Biblia, si los intérpretes cristianos no ignoran esta realidad en su labor de apropiación, lectura, relectura, apelación y aplicación de los textos bíblicos; así de sencillo.



Estudiar la Biblia con base en textos traducidos, tiene sus límites

Estudiar la Biblia con base en textos traducidos, tiene sus límites
El estudio académico y científico de la Biblia es plurilingüístico

Héctor B. Olea C.

“A la hora de un estudio literario, lo ideal sería poder visualizar en cada caso el texto en su idioma original, es decir, en hebreo o en arameo para el AT y en griego para el NT. Quien no conoce estas lenguas debe ser consciente de sus límites”. José Pedro Tosaus Abadía, en su obra «La Biblia como literatura», publicada por Verbo Divino, página 197, año 1996. Adaptada y brevemente modificada aquí por mí.

Pero, ¿en qué consiste la modificación que le he hecho a la afirmación de Tosaus Abadía? En verdad pienso que mis lectores tienen derecho a saber cuál y en qué ha consistido la modificación  que le he hecho a la expresión original del destacado autor mencionado.

Pues bien, la expresión original de José Pedro Tosaus Abadía es: “A la hora de un estudio literario, lo ideal sería poder visualizar en cada caso el texto original, es decir, el hebreo o el arameo para el AT y el griego para el NT. Quien no conoce estas lenguas debe ser consciente de sus límites”.

Ahora bien, como en términos estrictos no disponemos de los textos originales de ninguna sección de la Biblia, por pequeña que esta sea, y porque tal afirmación se presta a demasiadas confusiones; pienso que es más verosímil y preciso hablar de “textos en su idioma original”, “textos en sus idiomas originales”. En consecuencia, a diferencia de José Pedro, aunque a partir de su acertada afirmación, concluyo y hablo de “los textos en hebreo o en arameo para el AT, y en griego para el NT”.

Los límites del estudio bíblico basado estrictamente en textos bíblicos traducidos, consisten, básicamente, en que la persona lectora no puede percibir por sí mismo algunos matices peculiares que pueden tener los textos en su idioma original; matices y posibilidades de interpretación que muchas veces se pierden y no son comunicadas adecuadamente por la traducción (ya sea en el texto mismo, o por la falta de alguna nota al pie o al margen, que ponga al tanto a la persona lectora de la que se entiende mejor lectura de un texto, o que por lo menos dé cuenta de las posibles formas de entender un texto, a la luz de las características que muestra dicho texto en su idioma original).  

Finalmente, el estudio científico de la Biblia es plurilingüístico, en primer lugar, por los distintos idiomas en que originalmente se escribieron los textos bíblicos; y en segundo lugar, por los idiomas en que primariamente se comenzaron a traducir esos mismos textos, mucho siglos antes de que la Biblia viniera a ser lo que es en la actualidad, principalmente a partir de la concepción cristiana de la Biblia que tiene como referencia los concilios locales de Hipona (año 393), Cartago (397), y en el 419.  

Con esto creo que le hecho honor al proverbio que dice: “Ser justos, es lo primero, si queremos y aspiramos a ser felices”.



¡Hasta la próxima! 

Un funesto error en la versión «Biblia para todos, traducción en lenguaje actual»

Ciertamente yerra e induce a error el que la «Biblia para todos, traducción en lenguaje actual», publicada para el año 2002 por las Sociedades Bíblicas Unidas  (conocida originalmente, la publicación del Nuevo Testamento, como «Biblia en lenguaje sencillo»); emplee la palabra «Biblia» en Juan 5.39, cito: «Ustedes estudian la Biblia con mucho cuidado porque creen que así alcanzarán la vida eterna. Sin embargo, a pesar de que la Biblia habla bien de mí».

Sencillamente es imposible que la figura histórica de Jesús de Nazaret se haya expresado en esos términos, pues la «Biblia», cono concepto, como producto propiamente cristiano, tal y como se concibe hoy (como compuesta por las escrituras que conforman el Tanaj, y el conjunto de obras que conforman el NT, con un NT como continuación, relectura, mejor interpretación y explicación, superación y hasta sustitución del Tanaj, y con la configuración actual que alcanzó definitivamente en el siglo IV); es como el cristianismo mismo, posterior a Jesús, incluso a los hagiógrafos del Nuevo Testamento mismo.

Por supuesto, acertó la «Biblia para todos, traducción en lenguaje actual», al emplear en Juan 5.39 el modo indicativo en la forma verbal «estudian», y no el modo imperativo, a la manera de la Reina Valera 1960, «escudriñad».  


¡Muy buenas tardes!

Difusión y manipulación de la Biblia

A propósito del mes de la Biblia. Ciertamente nunca existirá una versión de la Biblia que sea perfecta; pero las habrá mejores y mucho más apegadas al texto, sin duda, cuando lo valioso, a respetar, a difundir y a cuidar sea el propio mensaje y sentido del texto con su muy común falta de concordancia con las principales premisas del pensamiento cristiano muy posterior a los textos bíblicos mismos; y no la teología, ideología, tradición y praxis del agente difusor de la Biblia, agente que, a ultranza, procura imponerse ya sea mediante una traducción manipulada y acrítica del texto, ya sea en la forma en que lo comenta, o ambas cosas a la vez, así de sencillo.


¡Feliz shabát!  

La calidad de los estudios bíblicos depende de las herramientas que utilice

A propósito del mes de la Biblia. Dicho, pues, de otro modo: No es posible considerar académicamente exegético un tipo de estudio bíblico que, por las herramientas que utiliza, por sus presuposiciones, por sus objetivos y el enfoque del mismo, no pasa de ser un simple estudio edificante, confesional y pastoral del texto bíblico.

En tal sentido, una cosa es que una institución de formación bíblica y teológica tenga en su biblioteca el Tanaj, la Septuaginta, alguna edición crítica y científica del Nuevo Testamento Griego, algunos de los mejores léxicos hebreo español y griego español y concordancias; y otra, que el que en la práctica y en el desarrollo de sus estudios bíblicos, tanto las personas que imparten dichos cursos, como el estudiantado, puedan observar el texto bíblico en su idioma original con sus propios ojos, y utilicen con propiedad dichas herramientas.

Finalmente, es preciso admitir que por lo general se posee más información del contexto histórico, político, geográfico y sociocultural de los textos bíblicos, que la posibilidad de leer con los propios ojos los textos bíblicos en sus idiomas originales, así como de asumir con propiedad y, en consecuencia, una actitud crítica con conocimiento de causa, frente a las distintas versiones de la Biblia, y frente a innegables y demostradas manipulaciones textuales de las distintas teologías institucionales., así de sencillo.        


¡Buenas tardes!

Sobre las deficiencias de los estudios bíblicos no exegéticos

Mientras más releo, traduzco y comento la Biblia (no que meramente cite a comentaristas de la misma), más convencido y consciente estoy de las carencias, limitaciones y deficiencias de unos estudios bíblicos con las pretensiones de ser estudios bíblicos realmente críticos, académicos y profesionales; cuando en el aula tanto la persona que imparte el curso como el estudiantado carecen de un conocimiento promedio de los idiomas bíblicos (y general de los métodos exegéticos) que les permita llevar a cabo un estudio del texto bíblico (observándolo con sus propios ojos) verdaderamente crítico, académico y profesional, y no sencillamente pastoral y confesional.

Por supuesto, la situación es peor cuando el conocimiento de los idiomas bíblicos tanto de la persona que imparte el curso como del estudiantado es sencillamente ninguno.


¡Buenos días!      

Sobre el valor de la Biblia y su relación con la teoría de la inspiración

A propósito del mes de la Biblia. La cuestión no es que la Biblia pierda su valor si se admite que ella misma no declara ni reclama para sí el ser «inspirada», y si se procede con honestidad intelectual al reconocer lo manipulado que ha sido 2 Timoteo 3.16, y en que verdad dicho pasaje no dice lo que por lo general se nos ha hecho creer.

Los problemas y las dificultades surgen al procurar fundamentar el valor de la Biblia en un aspecto o cualidad no reclamada por ella, y que no fue para sus autores (hagiógrafos) un asunto a definir, a dejar establecido, o de preocupación alguna. 

En suma, el tema de la «inspiración de la Biblia», es más bien un asunto de gran preocupación teológica, no una preocupación bíblica; así de sencillo.


¡Muy buenas noches!



¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?


«Ya está disponible en Amazon, para todo el mundo, mi libro que lleva como título: La Biblia misma no afirma ser «inspirada»Un análisis y comentario crítico, exegético y valiente del texto griego de 2 Timoteo  3.16y otros catorce artículos de mucho interés.

Te desafío a esta interesante lectura y podrás comprobar tu mismo que es lo que realmente dice el texto griego ( el texto fuente usado para la traducción) de 2 Timoteo 3.16.


Hacer clic aquí para ver el libro en formato electrónico


Hacer clic aquí para ver el libro en formato impreso (en papel)



I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día? 

Libros «deuterocanónicos» versus libros «protocanónicos»

A propósito del mes de la Biblia. El rechazo de los libros «deuterocanónicos» («apócrifos» para la mayoría de las comunidades protestantes y evangélicas: Tobías –Tobit-, Judit, 1 y 2 Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico, y Baruc.), con base en la falta de «inspiración» de los mismos, debe ponerse bajo sospecha.

Esto así, en virtud de que la Biblia misma no sostiene, no afirma ni defiende la «inspiración» de los «protocanónicos» (en la nomenclatura católica, y sencillamente «canónicos», en la nomenclatura protestante y evangélica). Es, pues, menester, establecer una necesaria y definitiva diferencia entre lo que la Biblia misma dice de sí, y lo que de ella dice y plantea la teología que la hace suya y que la tiene como soporte, así de sencillo.

¡Muy buenos días!

¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?


«Ya está disponible en Amazon, para todo el mundo, mi libro que lleva como título: La Biblia misma no afirma ser «inspirada»Un análisis y comentario crítico, exegético y valiente del texto griego de 2 Timoteo  3.16y otros catorce artículos de mucho interés.

Te desafío a esta interesante lectura y podrás comprobar tu mismo que es lo que realmente dice el texto griego ( el texto fuente usado para la traducción) de 2 Timoteo 3.16.


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I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día? 

Los padres de la patria dominicana no conocieron una lectura protestante de la Biblia

A propósito del mes de la Biblia.

La cuestión no es que el Escudo Nacional (que está en el centro de la Bandera Nacional), tenga la Biblia abierta (específicamente en Juan 8.32); es más bien desde qué tradición y praxis teológica y eclesial se la lee. En tal sentido, es prácticamente imposible que los fundadores de la patria se hayan identificado con las premisas de una lectura protestante y evangélica de la Biblia, cuando en realidad el protestantismo (teniendo específicamente al pueblo dominicano como campo de misión) llegó al país en el año 1889, o sea, 45 años después de haber sido fundada la primera república.

Igualmente, con Cristóbal Colón llegó a nuestro suelo la Biblia (se afirma que el almirante tenía y trajo consigo un ejemplar de la Biblia), pero jamás una lectura protestante y evangélica de la misma.  

Al final, la historia del cristianismo pone de relieve que más unifica y da cohesión tener una lectura común de la Biblia (con iguales objetivos e intereses, con un mismo marco de referencia, con las mismas premisas o presuposiciones, en compromiso con una misma teología, tradición y praxis eclesial, etc.), que la Biblia misma, así de sencillo.

¡Muy buenas tardes!


Una legítima celebración cristiana, pero bajo sospecha

«Septiembre, mes de la Biblia»: Una indiscutible y legítima celebración cristiana que tiene su marco legal en la ley 204 (del mes de abril del año 1984), que establece el 27 de septiembre como «Día de la Biblia en todo el territorio nacional».

Ahora bien, es obvio que la ley 204 (igual que el Concordato) está en contradicción con la condición de estado laico de la nación dominicana, y en contradicción con la Constitución misma que establece la libertad de creencias, de conciencia y de culto.

Por otro lado, ciertamente no necesitan de una ley, las comunidades cristianas y evangélicas  para hacer resaltar la importancia, papel y trascendencia de la Biblia en la configuración del pensamiento, teología, doctrina y praxis cristiana.

Finalmente y, de todos modos, no es menos cierto que el llamado «mes de la Biblia» (incluso el «día nacional de la Biblia» mismo), pasa sin penas ni gloria en no pocas comunidades cristianas y evangélicas, así de sencillo. 


¡Buenos días!

«Sendero de Esperanza» en una nueva y mejor etapa

Tenemos a bien hacer de público conocimiento que a partir del próximo domingo 6, nuestro programa radial «Sendero de Esperanza», entra en una nueva atapa, en una emisora de radio (www.laradio247fm.com), de mucho más alcance (completamente virtual y de alcance mundial), y en un nuevo horario (ahora de 11:00 AM-12:00 PM, hora local).

Por supuesto, viene a constituir «Sendero de Esperanza», un excelente medio para usted colocar su publicidad, como empresa, compañía, iglesia, ministerio, librería, seminario, como persona física, campaña política, etc.; en fin, para todo tipo de negocio, proyecto y actividad comercial, y no exactamente comercial. ¡A sus servicios!


¡Ya están al tanto!

«Bautizados con agua», o «bautizados en agua» (¿«Bautizados en y con»?)


Una disyuntiva innecesaria y una complicada terminología teológica, lamentablemente legitimada e impuesta por una inconsistencia exegética y de traducción bíblica

Héctor B. Olea C.

Tomando, pues, como base y punto de partida la versión Reina Valera 1960, podemos decir que hay seis pasajes en involucrados en esta problemática, los cuales establecen un contraste entre el bautismo de Juan el Bautista, y el de Jesús de Nazaret. Estos son: Mateo 3.11; Marcos 1.8; Lucas 3.16; Juan 1.33; Hechos 1.5; 11.16. Consideremos dichos pasajes:  

Mateo 3.11 “Yo a la verdad os bautizo «en agua» (griego «en júdati») para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará «en Espíritu Santo y fuego» (griego «en pnéumati jaguío kái purí»)”

Marcos 1.8 “Yo a la verdad os he bautizado «con agua» (griego «júdati»); pero él os bautizará «con Espíritu Santo» (griego «en pnéumati jaguío»)”

Lucas 3.16 “Yo a la verdad os bautizo «en agua» (griego «júdati»); pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará «en Espíritu Santo y fuego» (griego «en pnéumati jaguío kái purí»)”

Juan 1.33 “Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar «con agua» (griego «en júdati»), aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza «con el Espíritu Santo» (griego «en pnéumati jaguío»)”

Hechos 1.5 “Porque Juan ciertamente bautizó «con agua» (griego «júdati»), mas vosotros seréis bautizados «con el Espíritu Santo» (griego «en pnéumati jaguío») dentro de no muchos días”

Curso elemental y presencial de hebreo bíblico

Este próximo sábado 29, estaré dando inicio a una introducción elemental al hebreo bíblico. El curso consta de sólo tres sesiones, pero llevadas a cabo de manera quincenal. El horario es de 2:30-4:40 PM. Inversión dos mil pesos dominicanos (2, 000). Las personas interesadas favor de contactarme con tiempo por aquí mismo, vía mensaje privado, o vía mi celular: 809-849-9133.


¡Buenos días!

¿Qué es lo más importante en Mateo 28.19-20: el «ir» o el «discipular»?



Una disyuntiva innecesaria

Héctor B. Olea C.

¿Qué es lo más importante en Mateo 28.19-20? ¿El «ir» o el «discipular»? ¿Quién ha de determinar lo más importante en el mensaje de dicho texto, la persona lectora o el texto mismo? ¿Cuáles son los factores que han de tomarse en cuenta, en el texto mismo, que nos pueden ayudar a dilucidar esta disyuntiva? ¿En verdad tiene sentido establecer o formular esta disyuntiva?

Ciertamente me parece un tanto sin sentido la pregunta de si lo más importante en el pasaje en cuestión es el «ir» o el «discipular»; esto así pues para el texto no son dos cosas que compiten y que se contraponen la una a la otra, sino que están más bien planteadas como complementarias e inseparables. Sencillamente, a la luz del texto, una cosa es el qué, y otra el cómo. En este sentido, el «ir», supone la manera, el cómo, y el «discipular», el qué.

Además este hecho se fundamenta en una realidad incuestionable: la persona que recibe el mandato de discipular, no es al mismo tiempo sujeto y objeto del discipulado. En este sentido, ha de considerarse que el llevar a cabo la misión de discipular supone el necesario, lógico e imprescindible movimiento de la persona que ha recibido el mandato de discipular, hasta y hacia la persona o grupo objeto de su acción misionera. Así las cosas, ya sea que la persona o grupo objeto de la acción de discipular se considere muy cercano, cercano o relativamente cercano, o bien, muy distante, distante, o relativamente distante.

Por otro lado, el insistir en establecer la cuestionable disyuntiva entre lo que a la luz del texto en cuestión es el qué y el cómo, pone en evidencia dos cosas. La primera, que la persona intérprete, consciente o inconscientemente, ignora cómo funciona el participio griego y su tiempo, en relación al verbo principal de la cláusula en que aparece el participio, en la sintaxis griega. La segunda, que la persona intérprete sutilmente y quizá inconscientemente, intenta mutilar el texto, cuando pretende pasar por alto la presencia ineludible del participio «poreuthéntes», su función e impacto en el mensaje que nos comunica el texto de Mateo 28.19-20.    

La idea del tiempo del participio griego y sus implicaciones


Una aclaración necesaria

Héctor B. Olea C.

En un artículo anterior dije que el participio griego, como sustantivo y adjetivo tiene caso, género y número; y como verbo, tiene tiempo y voz.

Ahora paso a explicar cómo ha de interpretarse el tiempo del participio en relación al verbo principal (la forma verbal principal) de la cláusula en que aparece el participio.

Antes de todo, es preciso tener en cuenta que el participio griego sólo se emplea en cuatro tiempos: presente, futuro, aoristo y perfecto.

Ahora bien, siempre asociada a la idea del tiempo de la forma verbal principal de la cláusula en cuyo contexto aparece el participio; el participio de tiempo presente por lo general señala e indica que la acción del participio ocurre simultáneamente con la del verbo principal.

El participio en tiempo aoristo y en tiempo perfecto, por lo general suponen que la acción del participio ocurre con anterioridad a la del verbo principal. Por otro lado, el participio en tiempo perfecto también puede señalar una acción que ocurre simultáneamente con la del verbo principal.  

El participio en tiempo futuro, habitualmente indica finalidad, si bien también apunta a una acción que tiene lugar con posterioridad a la del verbo principal.   

El conocimiento de los idiomas originales de la Biblia, teológicamente libera

En una terminología con base en la Reina Valera 1960: Conoceréis los idiomas originales de la Biblia (no sólo manejaréis cierta jerga o vocabulario de los mismos); y respecto de muchas teologías e interpretaciones, sustentadas y legitimadas precisamente en defectuosas y manipuladas traducciones de algunos textos bíblicos, seréis radical y verdaderamente libres (por si las dudas, léase en la referida versión Juan 8.32, 36), así de sencillo.


¡Muy buenos días!

El participio verbal en el hebreo del AT y en el griego koiné del NT


Una información solicitada

Héctor B. Olea C.

El participio verbal en castellano junto al gerundio y al infinitivo (simple y compuesto) constituye una de las formas no personales del verbo (llamadas también “verboides”, o “derivados verbales”); o sea, formas del verbo que no tienen marca de tiempo, número, persona, modo y voz (verbos sin conjugar, que no han sido conjugados).

Sin embargo, la idea del participio en los idiomas originales de la Biblia (el hebreo para el AT y el griego para el NT), es muy distinta, si bien en algún momento coinciden.

En el hebreo, el participio constituye un adjetivo verbal, y en ese sentido, tiene género y número, y como verbo, tiene voz; de ahí que exista un participio activo (en voz activa) y un participio pasivo (en voz pasiva).

El participio en hebreo como en el griego, indica una acción continua o progresiva, similar a la idea del gerundio en castellano. Como adjetivo, el participio concuerda en género y número con el sustantivo con el que está sintácticamente relacionado, y puede ser atributivo o predicativo. En voz pasiva, el participio hebreo es muy similar al castellano, al señalar la idea de una acción realizada y cumplida.