Héctor B.
Olea C.
En el contexto de
la celebración de la fiesta conocida en latín como «Corpus Christi»
(literalmente “Cuerpo de Cristo”), quiero compartir una reflexión sobre un tema
cismático en la historia de la fe cristiana: la forma de asumir la presencia de
Cristo en medio de la celebración de la «Eucaristía» o «Cena del
Señor».
Pues bien, en el
calendario litúrgico de la iglesia católica se celebra el jueves siguiente al
domingo de Trinidad (que es el domingo siguiente al domingo de Pentecostés) la
festividad conocida como «Corpus Christi».
En un artículo de
la Enciclopedia Católica disponible en la Internet se explica que la razón de
la fiesta del «Corpus Christi» es “conmemorar
solemnemente la institución de la Sagrada Eucaristía”.
Ahora bien, ¿es
bíblica la expresión «cuerpo de Cristo»? en otras palabras, ¿tiene presencia en
la Biblia la expresión «cuerpo de Cristo»?
Efectivamente, la
expresión «cuerpo de Cristo» se la encuentra, lógicamente, sólo en el Nuevo
Testamento, y en apenas cinco ocasiones (versión Reina Valera 1960). Por otro
lado, la expresión en cuestión se la encuentra únicamente en las epístolas,
estrictamente dentro del corpus paulino: tres menciones en dos epístolas
paulinas sin discusión (Romanos y 1 Corintios), y dos menciones en dos
epístolas cuya paternidad literaria paulina es objeto de discusión (Colosenses
y Efesios).
A continuación los
pasajes donde encontramos en el NT la expresión «cuerpo de Cristo»:
Romanos 7.4 “Así
también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de
Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que
llevemos fruto para Dios”
1 Corintios 10.16
“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de
Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”
1 Corintios 12.27
“Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”
Efesios 4.12 “A
fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo”
Colosenses 2.17
“Todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”
Ahora, resulta
interesante que de estas cinco menciones, es en tan sólo una de ellas que se
usa la expresión «cuerpo de Cristo» en conexión con la Eucaristía o Cena del
Señor, a saber, 1 Corintios 10.16.
De todos modos,
históricamente han existido tres formas de entender la presencia de Cristo en
la «Eucaristía» o «Cena del Señor»: 1) la interpretación de la
iglesia católica, la iglesia ortodoxa y la iglesia anglicana o episcopal; 2) la
interpretación luterana; y 3) la interpretación calvinista, que es la que
siguen la mayoría de las comunidades o congregaciones protestantes y
evangélicas.
I) La interpretación de iglesia católica junto a la
iglesia ortodoxa, y la anglicana o episcopal
Esta postura se
conoce generalmente con la palabra «transubstanciación». Con esta palabra se
apunta a que en la «Eucaristía» o «Cena del Señor», el pan y el vino se
transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo. En consecuencia, se presume de
la presencia de Cristo de forma real en medio de
la «Eucaristía» o «Cena del Señor».
Al respecto se lee
en el Catecismo de la iglesia católica: “En el corazón de la celebración de la
Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por
la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo.”
Por su parte el
Catecismo de la iglesia ortodoxa se expresa en los siguientes términos:
“Pregunta: ¿Qué es
la Comunión?
Respuesta: La
Comunión es un Sacramento por el cual el creyente ingiere, bajo la forma de pan
y vino, el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo para la vida eterna.
Pregunta: ¿Por qué
se llama trono a la mesa donde se consagra el Sacramento dela Comunión?
Respuesta: Porque
Jesucristo está presente en él como Rey, místicamente”.
Una revisión y
adaptación ecuménica del catecismo anglicano elaborada en México habla de la eucaristía
en los siguientes términos “la eucaristía es la celebración, en comunidad, de
la Pascua de Jesús, de su muerte y resurrección. La eucaristía es la misa. En
la misa la comunidad escucha la Palabra de Dios y se alimenta del cuerpo y la
sangre de Cristo. La eucaristía es señal de nuestra unión en Cristo y el
alimento para nuestra vida cristiana.”
Finalmente, la
enciclopedia católica online define la «Transubstanciación» en la siguiente
manera: “Transubstanciación: cambio de una substancia
en otra distinta. Expresión creada para designar el cambio completo de la
substancia del pan y del vino en la Eucaristía en la sustancia de cuerpo y la
sangre de Jesucristo. Del pan y del vino no quedan sino los “accidentes”, o
especies o apariencias.”
II) La interpretación luterana de la presencia de
Cristo en la «Eucaristía» o «Cena del Señor»
El catecismo de la
iglesia luterana habla de la presencia de Cristo en la Eucaristía o Cena del
Señor en los siguientes términos: “Es
el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de nuestro Señor
Jesucristo.” Quiere decir que es el cuerpo real, natural de Cristo y su
sangre real y natural. ¿Por qué enfatiza eso nuestro catecismo? Lo
hace a causa de los falsos profetas e iglesias que no quieren creer
el misterio de la Santa Cena. Especialmente las iglesias reformadas, las
sectas, los metodistas, los pentecostales, de hecho, todas las otras iglesias
protestantes fuera de la luterana enseñan así. No quieren creer estas palabras
de Cristo; no quieren creer que estén realmente presentes el cuerpo y la sangre
de Cristo en la Santa Cena y que los que vienen al sacramento realmente coman y
beban estas cosas. Es en verdad un misterio maravilloso. No podemos
comprenderlo por nuestra razón. Nos parece imposible.
En consecuencia,
esas iglesias enseñan que se tiene que tomar las palabras de Cristo
figuradamente, entenderlas en otro sentido. Según ellos, Cristo no quería decir
que la Santa Cena realmente fuera su verdadero cuerpo natural, sino solamente
que el pan significa su cuerpo, que lo retrata. Se refería solamente al cuerpo
espiritual de Cristo. Los cristianos deben recibir este cuerpo espiritual en la
Santa Cena, o sea, Cristo y sus beneficios, con fe, mientras que el verdadero
cuerpo natural del Señor está sentado en el cielo. Contra estos falsos
profetas, que se basan en su propia razón, nuestro catecismo dice: “Es
el verdadero cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo.”
III) La interpretación calvinista o
reformada (la cual es seguida prácticamente por todas las iglesias
protestantes)
El
Catecismo de Heidelberg (reformado) se expresa con relación a
la «Eucaristía» o «Cena del Señor», en los siguientes términos:
75
¿Cómo es que la Cena del Señor te recuerda y te asegura que eres participante
del único sacrificio de Cristo en la cruz y de todos sus beneficios?
De
esta manera: Cristo me ha ordenado a mí y a todos los creyentes, que coma de
este pan partido y que beba de esta copa. Y con este mandamiento, él dio esta
promesa:
Primero:
Que tan cierto como veo con mis ojos Que el pan del Señor es partido para
mí y que la copa me es dada; así de cierto Su cuerpo fue ofrecido por mí y su
sangre derramada por mí.
Segundo:
Que tan cierto como recibo de la mano del que sirve y como y bebo del pan y de
la copa del Señor, Los cuales me son dados como señales ciertas del cuerpo y de
la sangre de Cristo... Así de cierto... Él alimenta y reconforta mi alma para
la vida eterna con su cuerpo crucificado y con su sangre derramada.
76
¿Qué significa comer del cuerpo crucificado de Cristo y beber de Su sangre derramada? Significa:
Aceptar, con un corazón creyente, todo el sufrimiento y muerte de Cristo y por
creer, recibir perdón de pecados y vida eterna. Pero significa más: A través del Espíritu Santo, quien vive
tanto en Cristo como en nosotros, somos unidos más y más al bendito cuerpo de
Cristo y también, que aunque Cristo está en el cielo y nosotros en la tierra
somos carne de su carne y hueso de su hueso y por lo tanto vivimos en y somos
gobernados por un Espíritu así como los miembros de nuestro cuerpo son gobernados
por un alma.
78 ¿Se
transforman el pan y el vino en el verdadero cuerpo y sangre de Cristo?
No. Así como el
agua del bautismo no se transforma en la sangre de Cristo y por sí misma, no
lava los pecados sino que es simplemente la señal y la certeza de Dios; así
mismo, el pan de la Cena del Señor no se transforma en el mismo cuerpo de
Cristo, a pesar de que se le llame el cuerpo de Cristo, sólo para mantener la
naturaleza y el lenguaje de los sacramentos.
IV) Algunas pistas exegéticas
1)
Análisis de 1 Corintios 10.16
Como
ya vimos, en la versión Reina Valera de 1960, 1 Corintios 10.16 dice: “La copa de bendición que
bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no
es la comunión del cuerpo de Cristo?”
A)
Análisis y explicación de las preguntas: “¿no es la comunión de la sangre de Cristo?
y ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”
A.1) La palabra
griega que se traduce “no” en ambas preguntas
La palabra griega
que se traduce “no” en las dos preguntas en cuestión, no es la que simplemente
significa “no”, o sea “ou”; sino más bien la forma enfática de esta (“oují”).
Esta forma de “ou” (“oují”) es usada en preguntas como estas, en preguntas que
demandan o esperan una respuesta afirmativa. En consecuencia, lo que en forma
de pregunta retórica está afirmando el texto es que: “el vino de la copa es la
comunión con la sangre de Cristo; y el pan que partimos es la comunión con el
cuerpo de Cristo”.
A.2)
Análisis de las expresiones “sangre de Cristo” y “cuerpo de Cristo”
En el idioma griego el caso «genitivo» (caso usado para expresar aquello
de lo que uno se separa o se aleja) generalmente demanda el uso de la
preposición “de”. Ahora bien, aunque hay varias categorías de este caso (el
caso es la forma que asume un sustantivo o adjetivo según la función que
realice en la oración), me parece adecuado interpretar este genitivo como un «genitivo
partitivo». Se considera el «genitivo partitivo» “el valor propio del genitivo,
hasta el punto que, en caso de duda, es preferido este sentido a cualquier
otro. No indica simplemente una parte de un todo, sino el todo del que se
designa una parte” (Amador-Ángel García Santos: «Introducción al Griego Bíblico»,
Editorial Verbo Divino, 2003, página 33).
En consecuencia, la expresión “sangre de Cristo” sencillamente apunta a “la
sangre que le pertenece a Cristo”; en otras palabras, se hace referencia con
dicha frase, a un elemento particular (la sangre) del cuerpo de Cristo (el
todo); y en la expresión “cuerpo de Cristo”, se apunta al “cuerpo propio de
Cristo”; en otras palabras, se está haciendo referencia a un elemento particular
de la persona (el todo) de Cristo (su
cuerpo).
A.3) La
interpretación de la palabra “comunión”
Con la palabra
griega “koinonía” se apunta a algo que se está compartiendo, de lo que se está
participando, de algo que está uniendo.
En resumen, 1
Corintios 10.16 afirma que en la «Eucaristía» o «Cena del Señor» se comparte y
participa (en comunidad) por medio de la copa del vino, de la sangre de Cristo;
y por medio del pan partido, del cuerpo mismo de Cristo. Obviamente, no sabemos
cómo pensaba Pablo que esto ocurría. Lo cierto es que las tres posturas
mencionadas (la católica, la luterana y la reformada) han tratado de explicar,
por caminos distintos y a su manera, las más amplias implicaciones de las
afirmaciones bíblicas similares a esta.
2) La
interpretación de 1 Corintios 11.26-29
Este
pasaje se lee en la Reina Valera 1960 en la siguiente manera: “Así, pues, todas las
veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que él venga. 27De manera que cualquiera que
comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del
cuerpo y de la sangre del Señor. 28Por tanto, pruébese cada uno
a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. 29Porque el
que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y
bebe para sí.”
En este pasaje, se
nota que el versículo 27 establece, en concordancia con el 26, que la persona
que participa de la «Eucaristía» o «Cena del Señor» indignamente, se hace
culpable de la muerte de Cristo. En otras palabras, que en vez de atraer sobre
sí los beneficios de la muerte de Jesús (entendida como sacrificio vicario), la
persona que participa indignamente más bien se hace culpable de su muerte. En
lugar de hallar absolución a su culpabilidad (la de sus pecados), más bien se
hace culpable.
Por otro lado,
después de insistir en la necesidad del autoexamen por parte de la persona que
ha de participar en la «Eucaristía» o «Cena del Señor» (versículo 28); en
el versículo 29 Pablo habla de la necesidad de “discernir el cuerpo de Cristo”
en la «Eucaristía» o «Cena del Señor». Pero ¿Qué significa esta expresión? ¿Qué
implicaciones tiene?
Comencemos para
examinar el texto griego de 1 Corintios 11.28.
Una traducción
literal sería: “Porque el que come y bebe juicio para sí mismo come y bebe no
discerniendo (sin distinguir, sin juzgar, sin considerar) el cuerpo” (el mejor
texto griego no tiene las palabras “del Señor”).
Una traducción
fluida y adecuada es: “Porque (en conexión con el versículo 28) la persona que
come el pan y bebe de la copa sin considerar que se trata del cuerpo (de
Cristo, del Señor), juicio come y bebe para sí”.
En conclusión, a
la luz de 1 Corintios 10.16 y 1 Corintios 11.26-29, es obvio que para Pablo en
la «Eucaristía» o «Cena del Señor» está presente, se comparte y se participa
del cuerpo de Cristo. Ahora bien, no se puede deducir de aquí el que Pablo pensara
que en el proceso de la celebración litúrgica (mediante la invocación a Dios y
al Espíritu Santo) el pan y el vino de convirtieran físicamente en el cuerpo de
Cristo. No creo, pues, que sea difícil pensar que Pablo concibiera la presencia
de Cristo en la Eucaristía como real, sí, pero espiritual y mística a la vez.
No
olvidemos que en Juan 14.23 tenemos el ejemplo de un tipo de presencia y
compañía divina en medio de los que guardan sus mandamientos, y obviamente esta
presencia de Jesús y el Padre no es física, sino mística y espiritual:
“Respondió Jesús y le
dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a
él, y haremos morada con él”. Este tipo
de presencia (del Padre y del Hijo) en aquellas personas que guardan las
palabras de Jesús, es llamada “inhabitación” por Raymond E. Brown en su
comentario al Evangelio de Juan.
En
esta línea habrá que interpretar la promesa de Mateo 28.20 “…y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Y las
palabras Jesús en Mateo 18.20 “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos.”
Análisis
de Marcos 14.22 y 24; Mateo 26.26 y 28; Lucas 22.19 y 20; 1 Corintios 11.24 y
25, 29
Marcos
14.22 y 24 “22Y mientras comían, Jesús
tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. 24Y
les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.”
Mateo
26.26 y 28 “26Y mientras comían, tomó
Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad,
comed; esto es mi cuerpo. 28porque esto es mi sangre del nuevo
pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”
Lucas
22. 19 y 20 “19Y tomó el pan y dio
gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros
es dado; haced esto en memoria de mí. 20De igual manera,
después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en
mi sangre, que por vosotros se derrama.”
1
Corintios 11.24, 25, 29 “24y
habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que
por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25Asimismo
tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo
pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de
mí. 29Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el
cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.”
Nuestro estudio de
estos pasajes se va a concentrar específicamente en el análisis de dos
expresiones, a saber: “esto es mi cuerpo” y “esto es mi sangre”.
Como es bien
sabido, la relación en sustantivo y un adjetivo, entre un sustantivo y un
determinante, se basa en la concordancia; es decir, en la igualdad de género y
número. En efecto, al considerar que la palabra castellana “cuerpo” es de
género masculino, se entiende que un adjetivo o determinante que esté asociado
a esta palabra deberá concordar con esta en género y número (en griego diremos
en género, número y caso). Por ejemplo, “este cuerpo”, pero jamás “esta cuerpo”
o “cuerpo bellos”, “cuerpo bella”.
Ahora bien, es
correcto usar el género neutro para establecer una relación especial entre dos
elementos en la oración. Por ejemplo: “yo no como eso”. Esta expresión suele
usarse en un tono despectivo en situaciones cuando cabría muy bien usar las
palabras en una concordancia esperada. Por ejemplo, el castellano tenemos la
palabra “hamburguesa” (palabra de género gramatical femenino).
Luego, una manera
de hablar con propiedad sería: “Yo no como hamburguesa”. Con un tono un tanto
suave, la persona podría decir: “Yo no como ese tipo de comida”. Pero un tono
todavía más rudo y despectivo, la persona podría exclamar: “¡Yo no como eso!”.
Por otro lado,
también se usa el género neutro para señalar a un hecho o acción. Por ejemplo,
¿Vista a eso? ¿Quién dijo esto?
Pues bien, resulta
que en los pasajes citados observamos la presencia de la expresión: “Esto
es mi cuerpo”.
También, a
excepción de Lucas y 1 Corintios, notamos la presencia de la expresión “Esto es
mi sangre”.
Pero, ¿por qué
dice la Reina Valera “esto es mi cuerpo” y “esto es mi sangre”,
en lugar de “este es mi cuerpo” y “esta es mi sangre”, como se esperaría?
¿Existe una razón filológica y exegética que justifique tal traducción? O por
el contrario, ¿se sustentan más bien en razones puramente teológicas?
No obstante, antes
de procurar responder las preguntas planteadas, me gustaría profundizar un poco
más en las implicaciones de las expresiones “esto es mi cuerpo”, “esto es mi
sangre”, y las expresiones “este es mi cuerpo” y “esta es mi sangre”.
Pues bien, las
expresiones “este es mi cuerpo” y “esta es mi
sangre” apuntan directamente, aunque sea de manera metafórica, al cuerpo y
la sangre de Jesús. En consecuencia, Jesús habría dicho (tradición reflejada
por Pablo y Lucas, por lo menos respecto del pan): “Tomen y coman, este es mi
cuerpo”. Y con respecto al vino de la copa, también habría dicho: “Esta es mi
sangre que por ustedes es derramada”.
Por otro lado, las
expresiones “esto es mi cuerpo” y “esto es mi sangre” reflejan la intención de
presentar la «Eucaristía» o «Cena del Señor» como un simple acto simbólico,
acto que no supone una relación directa entre los elementos materiales
empleados y la realidad señalada por estos. En otras palabras, los elementos
materiales (el pan y el vino) apuntan simbólicamente al cuerpo literal de
Cristo, pero no apuntan a él de manera sustancial.
Las expresiones
“este es mi cuerpo” y “esta es mi sangre”, por el contrario, apuntan sintáctica
y directamente al cuerpo de Cristo, aunque sea de manera metafórica (que es la
idea que apoya el texto griego); las expresiones “esto es mi cuerpo” y “esto es
mi sangre” pretenden indicar que “este acto eucarístico (esto de comer el pan y
beber el vino) simboliza (pues no lo son el pan y el vino) el cuerpo y la
sangre de Cristo”.
Yendo ahora al
texto griego, haré algunas observaciones más:
El uso
del género neutro en el demostrativo “esto”
Es cierto que en
el texto griego el pronombre o determinante demostrativo “esto” está en género
neutro, o sea “túto” (la forma básica es “jútos”, en género masculino). Pero la
pregunta es ¿por qué tiene el texto griego el pronombre demostrativo en género
neutro? ¿Valida este hecho la traducción de la Reina Valera 1960?
En primer lugar,
no es cierto que la presencia del género neutro en el determinante demostrativo
(esto) valide la traducción de la Reina Valera 1960, pues la presencia del
género neutro aquí en ninguna manera está relacionada con un matiz o idea
especial en el relato. En segundo lugar, porque lo que en verdad hace necesario
el empleo del género neutro es que la palabra “cuerpo” (en griego “soma”) y
“sangre” (en griego “jáima”) son ambas de género neutro. De esta manera se
cumple la condición tanto en castellano como en el griego de que el sustantivo
y los adjetivos o determinantes con los que están sintácticamente relacionados,
concuerden en género y número (en griego se añade el caso).
En conclusión, la
traducción correcta de las expresiones en cuestión es “este es mi cuerpo” y
“esta es mi sangre”.
Ahora bien,
algunas versiones de la Biblia que siguen en este punto la traducción reflejada
por la Reina Valera 1960 (“esto es mi cuerpo”; “esto es mi sangre”),
tomando como base a Marcos 14.22-24 y Mateo 26.26-28, son: La Nueva Versión
Internacional, la Biblia Peshita en español, Biblia en lenguaje actual, la
Biblia de las Américas, la Nueva Traducción Viviente (Biblia Vida Abundante),
la Biblia Textual, Reina Valera Actualizada 2006, la versión popular Dios Habla
Hoy, la Sagrada Biblia Cantera-Iglesias (“católica”).
Nótese bien cómo versiones
de la Biblia que han pretendido superar y mejorar la clásica Reina Valera 1960
(y que se tienen como mejores que ésta), son tan desacertadas como ella en este
punto (y otros que no voy a mencionar aquí).
Versiones de la
Biblia que han traducido correctamente (“este es mi cuerpo”; “esta es mi
sangre”), traducción que defiendo, son: la Biblia de Jerusalén, Biblia de
Jerusalén latinoamericana, la Sagrada Biblia traducción de la Vulgata Latina.
Ahora quiero traer
a consideración la forma en que algunas versiones han traducido en Marcos
14.22-24 y Mateo 26.26-28 las frases en cuestión. Estos cosos no podía dejar de
mencionarlos.
El
caso que envuelve la «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas
Escrituras» (la de los Testigos de Jehová)
Respecto de este
caso, diré que esta versión va mucho más lejos que la Reina Valera 1960 y las
demás versiones que concuerdan con ella. Resulta que en los referidos pasajes
esta versión traduce: “Esto significa mi cuerpo” y “Esto
significa mi sangre”.
El
caso que involucra la «Nueva Biblia Española» y la «Biblia del
peregrino» (edición de estudio)
Las dos versiones
involucradas en este caso muestran una notable inconsistencia. Digo esto pues,
por un lado, traducen: “Esto es mi cuerpo”; y por el otro: “Esta es
mi sangre”.
El caso
que involucra la «Santa Biblia, la palabra de Dios para todos»(publicada
por la Liga Bíblica)
La versión de este
caso también muestra una notable inconsistencia, pero en una forma distinta a
la de las dos versiones del caso anterior. Resulta que la versión que ahora nos
ocupa traduce, por un lado: “Este es mi cuerpo”; y por el otro: “Esto es
mi sangre”.
El
caso que nos proporciona la obra «Todos los evangelios», traducción
íntegra de las lenguas originales de todos los textos evangélicos conocidos,
edición de Antonio Piñero
Esta obra también
se muestra inconsistente cuando en Marcos 14.22-23, traduce: “Este es mi
cuerpo”, y “Esta es mi sangre”; pero en Mateo 26.26 y 28 traduce: “Este es
mi cuerpo” y “Esto es mi sangre”.
La
traducción de Marcos 14.22-24 y Mateo 26.26-28 en versiones judío-mesiánicas
del Nuevo Testamento
Como mostraré a
continuación, incluso en este tipo versiones, la traducción de las dos
expresiones en cuestión es un asunto problemático. Observemos:
En
primer lugar, una versión judío-mesiánica que tradujo en la línea de la Reina
Valera 1960 es la obra conocida como «Pacto Mesiánico» (Edición
Latina 2011), realizada por Mijael Kibutz:
Marcos 14.22-24 “Y
estando comiendo ellos, tomando un pan, habiendo bendecido, lo partió y lo dio
a ellos y dijo: Tomen; esto es el cuerpo mío. 23 Y tomando la
copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella
todos. 24 Y les dijo: Esto es la sangre mía del pacto, que en
favor de muchos es derramada”
Mateo 26.26-28 “Y
estando comiendo ellos, tomó Yahshua un pan, y habiendo bendecido, y (lo)
partió, y tras darlo a los discípulos, dijo: Tomen, coman; esto es mi
cuerpo. 27 Y tras tomar la copa y dar gracias, les dio diciendo:
Beban de ella todos; 28 porque esto, es la sangre mía del pacto,
que por muchos es derramada para absolución de los pecados.”
En
segundo lugar voy a mencionar una versión judío-mesiánica que tradujo de manera
inconsistente. Digo esto pues en Marcos 14.22-24 traduce en la línea de la «Reina
Valera 1960»; pero en Mateo 26.26-28 lo hace en la línea de la «Traducción del
Nuevo Mundo de las Santas Escrituras» (la de los testigos de Jehová). La
obra a la que hago referencia es la versión identificada como «El Código
Real», Nuevo Testamento, versión textual hebraica; traducida y comentada
por D. A. Hayyim:
Observemos la
traducción de Marcos 14.22-24 (compárese con la «Reina Valera 1960»)
Marcos 14.22-24 “Y
estando ellos comiendo, Yahoshua tomó el pedazo del medio de
matzah y confesó la bendición diciendo:"Barz j Ató HAshem, Elohenu
mélej haolam Hamotzi léjem min-haaretz. Amén”. Entonces lo
partió en dos y tomando de una mitad, les
dio, y dijo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo. 23 Y habiendo
tomado la copa de la redención, dijo: "Baruj atá
HaShem, Elehenu mélej haolam Borey pri Haguéfem. Amén”.Entonces se la dio y
todos bebieron de ella. 24 Y les dijo: Esto es mi sangre del
Pacto, la cual es derramada por muchos”
Consideremos
ahora la traducción de Mateo 26.26-28 (compárese con la «Traducción del Nuevo
Mundo de las Santas Escrituras»)
Mateo 26.26-28
“26 Y mientras comían, tomó Yeshua el pan del medio, y
habiendo hecho la bendición correspondiente, lo partió y lo pasó a los talmidim
diciendo: Tomad, comed; esto habla de mi
cuerpo. 27 Luego tomó una copa, la de la redención, confesó
la bendición sobre ella dando gracias al Padre y la pasó diciendo: Bebed de
ella todos; 28 porque esto habla de mi
sangre para la confirmación de la Alianza, la cual es
derramada a favor de muchos, para perdón de pecados voluntarios”
En tercer lugar,
hay una versión judío-mesiánica que tradujo de manera correcta, en la línea de
la Biblia de Jerusalén (traducción que personalmente sostengo y defiendo). Esta
versión corresponde a la traducción del NT de la versión realizada por Diego
Ascunce.
Marcos 14.22-24
“Mientras estaban cenando, Yahshúa tomó un pedazo de matzah,
pronunció la berajah, lo partió y lo dio a ellos, diciendo:
"¡Tomen esto! Este es mi cuerpo." 23 También tomó una
copa de vino, pronunció la berajah, y la dio a ellos; todos
bebieron. 24 El les dijo: "Esta es mi sangre, que ratifica
el Nuevo Pacto, mi sangre derramada por amor a muchos pueblos.”
Mateo 26.26-28
“Mientras ellos comían, Yahshúa tomó un pedazo de matzah, pronunció
una berajah, lo partió, lo dio a sus talmidim, y
dijo: "¡Tomen, coman, éste es mi cuerpo!" 27 También tomó
una copa de vino, pronunció una berajah, la dio a ellos, diciendo:
"¡Todos ustedes beban de la copa! 28 Pues ésta es mi
sangre, que ratifica el Nuevo Pacto, mi sangre derramada a favor de muchos,
para que ellos puedan tener sus pecados perdonados”
Lo más interesante
de todo esto es que, a pesar del poco consenso que existe respecto de la
traducción de los pasajes en cuestión; en el texto griego de los mismos, de
ambos pasajes, se lee lo mismo: “túto estin to sóma mu” (Este es mi cuerpo); y
“túto estin to jáima mu” (Esta es mi sangre).
Ahora bien, es
posible que algunas personas se pregunten: ¿por qué si ambas expresiones están
en género neutro en el griego (“túto estin to sóma mu”= Este es mi cuerpo; y
“túto estin to jáima mu” = Esta es mi sangre); cómo se justifica en la
traducción al castellano, por un lado, el empleo del género masculino (“este es
mi cuerpo”), y por otro lado, el empleo del género femenino (“esta es mi
sangre”)?
La razón es la
siguiente. Si bien las palabras “cuerpo” y “sangre” son de género neutro en
griego (lo que demanda que el pronombre demostrativo igualmente esté en género
neutro), resulta que en castellano la palabra “cuerpo” es de género masculino,
pero la palabra “sangre” es de género femenino. Entonces el desafío del
traductor y exégeta es, en primer lugar, comprender bien el sentido del texto
griego; y en segundo lugar, comunicar y reflejar de la manera más precisa y
mejor posible ese sentido del texto griego en una buena traducción al
castellano.
Pienso que se me
hace necesario advertir aquí que el hecho de que una palabra sea de género
gramatical neutro no significa que apunte a una cosa u objeto. Por ejemplo, la
palabra griega “téknon” (de género gramatical neutro) se emplea para señalar lo
parido o nacido, ya sea varón o mujer. También existe la posibilidad de que una
palabra tenga un determinado género gramatical en un idioma, pero un género
distinto en otra lengua. Por ejemplo, el término “palabra” es de género
femenino en castellano, pero de género masculino en griego (lógos).
Finalmente, es
probable que una lengua no posea un determinado género gramatical. Por ejemplo,
mientras que el griego y el castellano poseen los mismos tres géneros
gramaticales (masculino, femenino y neutro); resulta que el idioma hebreo (y el
arameo) sólo tiene (gramaticalmente hablando) dos géneros, el masculino y el
femenino, pues carece del género neutro.
En segundo lugar,
la traducción “esto es mi cuerpo” y “esto es mi sangre” son inaceptables, a
pesar de que la tradición protestante (y algunas versiones judío-mesiánicas)
las ha preferido, y aparentemente las ha considerado “convenientes” en su
confrontación teológica con el tradicional punto de vista católico respecto de
la transubstanciación (a excepción de la corriente luterana y anglicana o
episcopal).
Aquí quiero
advertir que las versiones de la Biblia que han traducido “Esto es mi
cuerpo” y “Esto es mi sangre”, cometen un grave error al ignorar que
es el sustantivo el que le impone su género gramatical al adjetivo y a los
determinantes en sentido general, y no al revés. En otras palabras, además de
todo lo que ya he dicho, lo que afirmo es que la razón de que el pronombre
demostrativo (“jútos”) esté en género neutro en ambas expresiones en el texto
griego, es simplemente porque los dos sustantivos involucrados (cuerpo; griego
“soma”; y sangre, griego “jáima”) son de género gramatical neutro.
En consecuencia,
la presencia del pronombre demostrativo en género neutro en las dos expresiones
en cuestión, no es indicación de una especie de relación especial alguna entre
los sustantivos involucrados. Tampoco es indicación de un matiz especial que el
autor del texto haya querido o pretendido darle a las dichas expresiones.
Con relación a las
versiones judío-mesiánicas la situación es todavía más preocupante. Digo esto,
pues, tanto el idioma hebreo como el arameo (que se supone fue la lengua
maternal de Jesús y la que empleó de manera habitual), carecen del género
gramatical neutro. El hebreo al igual que el arameo sólo conoce como géneros
gramaticales el masculino y el femenino.
En este mismo
orden, es preciso tener en cuenta que hay en el hebreo alrededor de 15 palabras
(de género masculino y de género femenino, aunque la mayoría de género
masculino) que se traducen cuerpo (y ninguna de género neutro). A la luz de
esta realidad se hace difícil explicar la presencia del género neutro en las
versiones judío-mesiánicas en la traducción de las dos expresiones en cuestión.
En tercer lugar,
la traducción “este es mi cuerpo” y “esta es mi sangre” tampoco
deben defenderse por razones teológicas. Dichas traducciones se justifican pura
y sencillamente por la gramática del texto griego y no por otra razón. Por
tanto, las expresiones “este es mi cuerpo” y “esta es mi sangre” no las
defiendo por razones teológicas. Además, es preciso admitir que no se pueden
utilizar legítimamente para justificar la doctrina de la transubstanciación
como tal. No obstante, es también inaceptable que la resistencia y el rechazo a
la doctrina de la transubstanciación (el no comulgar con dicha doctrina) lleven
a la persona a negar que “este es mi cuerpo” y “esta es mi
sangre” es la terminología correcta.
3) Análisis
de Juan 6.35-59.
Este pasaje ha
sido objeto de muchas discusiones entre comentaristas bíblicos católicos y
protestantes. Cada uno, unos más que otros, tratando de hallar apoyo para su
doctrina. No obstante, cabe preguntarse si no es posible situarse en un terreno
menos interesado teológicamente, y procurar hacerle justicia al texto en
el plano de la exégesis más pura posible. En este último terreno es en el que
pretendo y he pretendido situarme ahora y siempre.
Hay comentaristas
bíblicos que analizan todo el pasaje como teniendo los mismos matices desde el
versículo 35-59. También hay comentaristas que, desde una perspectiva que
entiendo más correcta, hacen una distinción y ven aquí dos secciones: la primera
(versículos 35-50), que revela, describe y presenta a Jesús como el verdadero
maná; la segunda (versículos 51.59), que muestra matices y elementos propios de
la celebración eucarística.
Un
ejemplo de una exégesis protestante muy pobre de este pasaje lo constituye la
argumentación de A. T. Robertson, cuando dice: “Para estos judíos habría
constituido una total confusión que Jesús hubiera empleado el simbolismo de la
Cena del Señor. Sería realmente poco recto por parte de Juan emplear este
discurso como apoyo del sacramentalismo. El lenguaje de Jesús sólo puede tener
un significado espiritual, al revelarse Él como el verdadero
maná” («Comentario al texto griego», página 221).
Después de leer el
comentario de Robertson me siento en la obligación de aclarar algunas cosas:
En
primer lugar, una cosa es que en este pasaje del cuarto evangelio efectivamente
haya elementos que sólo se explican (específicamente en el NT) en el contexto
de la «Eucaristía» o «Cena del Señor»; y otra cosa que el autor
del cuarto evangelio estuviera pensando en dar apoyo al sacramentalismo. En
verdad una cosa es el valor que tanto Pablo como Juan (el cuarto evangelio) le
asignan a la celebración eucarística, y otra el sacramentalismo como tal.
No podemos perder
de vista que el sacramentalismo está asociado con el negocio de los
sacramentos, así como con el hecho de que muchas personas se consideran parte
de la iglesia sólo porque reciben la eucaristía y los demás sacramentos. Esta
situación ha originado toda una serie de cristianos sin compromiso con la
comunidad de fe (sin una comunión e identificación plena con la misma), y
prácticamente sin una verdadera vivencia y testimonio cristiano. Además, quiero
advertir que en realidad el sacramentalismo es un tema de discusión y
desavenencias entre los católicos mismos. También es el sacramentalismo objeto
de severas críticas por parte de un buen sector de la iglesia católica misma.
Creo que sería
bueno recordar aquí que ningún escritor de la Biblia escribió o pensó alguna
vez como católico, protestante, luterano, reformado o pentecostal, etc. Esta
incuestionable verdad nos debe poner en guardia frente a cualquier intento de
proyectar en los textos bíblicos algunos prejuicios y esquemas (o sistemas) de
pensamiento, así como el intento de atribuirles a los autores de la Biblia el
compromiso con algunas concepciones teológicas que en verdad surgieron muchos
siglos después de estos.
Al hacer esta
observación viene a mi mente la actitud asumida por el comité editorial que
estuvo a su cargo la versión Reina Valera 1960. Me refiero específicamente a la
decisión de evitar en dicha versión la traducción “sábado” y en su lugar
preferir la traducción “día de reposo” acompañada con un asterisco que llamaba
la atención de la persona lectora con la frase “Aquí equivale a sábado”. Lo
curioso es que aunque se mencionaron una serie de argumentos para justificar su
postura, personalmente tengo las sospechas de que en el fondo estaba la
preocupación respecto de publicar una versión de la Biblia que viniera a darle
cierto apoyo (o pareciera dárselo) a la doctrina adventista sobre el sábado.
No
deja de ser interesante que alrededor de tres décadas después se hiciera
justicia, y para la revisión de la Reina Valera 1995 se optó por emplear en la
traducción, definitivamente, la palabra “sábado”. Con esto se eliminó la
traducción “día de reposo” y la tediosa observación “Aquí equivale a sábado”.
Me pregunto, si “día de reposo equivalía” a “sábado”, ¿por qué, pues, no haber
traducido desde un principio “sábado” en lugar de “día de reposo”? De todos
modos, a pesar de aparecer la palabra «sábado» en la Reina Valera
1995, no es cierto que haya cambiado en algo la histórica visión que
tienen las iglesias protestantes y evangélicas no sabáticas de la tradicional e
histórica doctrina adventista.
Lo que quiero
evitar ahora es que caigamos en este tema, con relación al catolicismo, en el
mismo error que se cayó respecto de los grupos sabáticos, al evitar sin
fundamento el empleo de la traducción “sábado” en la versión Reina Valera 1960.
En segundo lugar,
que en virtud de lo dicho en el párrafo anterior, no es recomendable dejar que
nuestros prejuicios vicien o influencien negativamente nuestra exégesis. De
ocurrir tal cosa, nos llevaría a negar, manipular o pretender minimizar algunas
realidades que son apoyadas por los textos bíblicos, bajo el pretexto de que
vendrían a darle soporte bíblico a una corriente o posición teológica adversa a
la mía (a la cual se busca presentar, a todo costo, como sin fundamento bíblico
alguno).
Creo
pertinente traer a colación aquí el conocido concepto
de «protocatolicismo».
¿En
qué consiste, pues, el «protocatolicismo»?
Se la
llamado «protocatolicismo» o «catolicismo temprano» a ciertos
rasgos que se encuentran en algunas secciones del NT mismo (principalmente en
las llamadas epístolas pastorales y en las generales) y que concuerdan con
algunos de los rasgos principales de la iglesia católica romana occidental en
la edad media.
Ahora
bien, si se cree justificado el concepto de «protocatolicismo», para ser
consistente, habría que sospechar: 1) De
un «protocalvinismo» o «calvinismo temprano» en Romanos
8.28-30, 38-39; Efesios 1.3-14;
2) De
un«protoarminianismo» o «arminianismo temprano» en 1 Pedro 1.2;
2 Pedro 1.10; 3) de un «protopentecostalismo» o «pentecostalismo
temprano» en Hechos 1.8; 2.1-13; 1 Corintios 12.1-31;
4) De
un «protoadventismo sabático» o «adventismo sabático
temprano» en Marcos 1.21-22; Lucas 13.10; Hechos 13.42, 44; 15.21; 16.13;
17.1; etc.
En
tercer lugar, en concordancia de Raymond E. Brown, podemos decir que hay en
Juan 6-51-59 dos factores que evidencian aquí la referencia a
la «Eucaristía» o «Cena del Señor». Por un lado, la insistencia en la
necesidad de comer la carne de Jesús y beber su sangre (Juan 6.54); por otro
lado, la idea desarrollada especialmente en el versículo 51, a saber:
“y el pan que yo daré es
mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (compárese Marcos 14.22, 24; Mateo 26.27-28; Lucas
22.19-20; 1 Corintios 11.23-24). Tales palabras sólo se entienden y se
encuentran en el NT en el contexto de la «Eucaristía» o «Cena
del Señor».
Conclusiones:
1) De
las cinco veces en que se usa en el NT la expresión “cuerpo de Cristo”, es en tan sólo una de ellas que se usa en conexión con la «Eucaristía» o
«Cena del Señor», a saber, 1 Corintios 10.16.
2)
Tradicionalmente ha habido tres formas de entender la presencia de Cristo en la
Eucaristía o Cena del Señor:
a) La asumida por
la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa y la Anglicana o Episcopal. Esta se
caracteriza por entender que en la Eucaristía o Cena del Señor, el pan (la
hostia) y el vino de manera milagrosa se transforman en el verdadero cuerpo de
Cristo. No obstante, no se emplea en esta línea interpretativa la palabra
“físico” por ninguna parte. En otras palabras, las iglesias que asumen la
«transubstanciación» no afirman ni creen que en la Eucaristía o Cena del Señor
se ingiera físicamente el cuerpo y la sangre de Cristo. En este sentido, carece
de valor hablar aquí, como algunos han pretendido hacerlo, de canibalismo
alguno. Lo que si entiendo es que resulta complicado el afirmar que de manera
milagrosa el pan y el vino se convierten realmente en el cuerpo y sangre de
Cristo y, sin embargo, no atreverse a hablar de ingerir físicamente el cuerpo
de Cristo; así como el indiscutible hecho de que nadie puede dar testimonio (en
el contexto d estas iglesias) de que ha ingerido otra cosa que no sea
sencillamente la hostia y el vino.
b) La asumida por la
iglesia luterana. Esta postura es muy parecida a la anterior, pues también
habla de la presencia real y natural del cuerpo y sangre de Cristo. La única
diferencia es que, por un lado, mientras la primera presupone un cambio de
substancia («transubstanciación»), esta presupone la presencia paralela del
cuerpo y la sangre de Cristo al lado (con y bajo el pan y el vino=
«consubstanciación»).
Antes
de pasar a la tercera postura, es preciso aclarar que las iglesias que asumen
estas dos primeras posturas respecto de la presencia real del cuerpo de Cristo
en la «Eucaristía» o «Cena del Señor»; en común entienden
como herética la doctrina de la «impanación». La «impanación» sostiene que en
la «Eucaristía» o «Cena del Señor, Jesús está presente a través de su cuerpo
humano (a luz de una real encarnación), pero unido
sustancialmente al pan y el vino. En síntesis, la «impanación» supone que Cristo está realmente presente en la
«Eucaristía», pero como pan (habiéndose hecho pan).
c) La asumida por
las iglesias calvinistas o reformadas, y por extensión la mayoría de las
iglesias protestantes y evangélicas. Esta tercera postura se diferencia de las
dos anteriores en que no asume la presencia del real y natural cuerpo de Cristo
en la Eucaristía o Cena del Señor. Esta tercera postura simplemente asume una
presencia espiritual o mística de Cristo.
3) La
evidencia bíblica apunta a que el apóstol Pablo entendía que en la «Eucaristía» o «Cena del Señor» se estaba
participando (y en comunión) con el cuerpo de Cristo, de manera específica. Por
eso dijo: “27De
manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor
indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 28Por
tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. 29Porque
el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come
y bebe para sí” (1 Corintios 11.27-29). Recomiendo
también considerar el análisis que hice de estos pasajes en el desarrollo de
este estudio.
4) Las
traducciones “esto es mi cuerpo” y “esto es mi sangre” no son correctas, si
bien parecer muy convenientes teológicamente para la postura seguida por la
teología reformada y la mayoría de las iglesias evangélicas. Tales traducciones
parecen fundamentarse más bien en conveniencias teológicas que en razones
filológicas, gramaticales y exegéticas.
5) Versiones de la
Biblia que han seguido a la Reina Valera 1960 al traducir “Esto es mi
cuerpo” y “Esta es mi sangre”, son: La Nueva Versión Internacional,
la Biblia Peshita en español, Biblia en lenguaje actual, la Biblia de las
Américas, la Nueva Traducción Viviente (Biblia Vida Abundante), la Biblia
Textual, Reina Valera Actualizada 2006, la versión popular Dios Habla Hoy, la
Sagrada Biblia Cantera-Iglesias (“católica”).
6) Versiones de la
Biblia que han traducido correctamente (“Este es mi cuerpo”; “Esta es mi
sangre”), son: la Biblia de Jerusalén, Biblia de Jerusalén latinoamericana, la
Sagrada Biblia traducción de la Vulgata Latina.
7) Una
versión de la Biblia va mucho más lejos que la Reina Valera 1960 y las
versiones que coinciden con ella en este punto, es la «Traducción del
Nuevo Mundo de las Santas Escrituras» (la de los Testigos de Jehová). Esta
versión traduce: “Esto significa mi cuerpo” y “Esto significa mi
sangre”.
8) Hay versiones
de la Biblia que se han mostrado inconsistentes en este punto. Menciono los
siguientes casos:
a)
La «Nueva Biblia Española» y la «Biblia del
peregrino» (edición de estudio) que, por un lado, traducen: “Esto es
mi cuerpo”; y por el otro: “Esta es mi sangre”.
b)
La «Santa Biblia, la palabra de Dios para todos» (publicada por la
Liga Bíblica). Esta versión traduce, por un lado: “Este es mi cuerpo”; y
por el otro: “Esto es mi sangre”.
c) La
obra «Todos los evangelios», traducción íntegra de las lenguas originales
de todos los textos evangélicos conocidos, edición de Antonio Piñero. Esta obra
en Marcos 14.22-23, traduce: “Este es mi cuerpo”, y “Esta es mi
sangre”; pero en Mateo 26.26 y 28 traduce: “Este es mi
cuerpo” y “Esto es mi sangre”.
9) Entre las
versiones judío-mesiánicas del NT tenemos la siguiente situación:
a) Una
versión que traduce en concordancia con la Reina Valera 1960. Esta obra es
conocida como «Pacto Mesiánico» (Edición Latina 2011), realizada por Mijael Kibutz. Dicha versión traduce: “Esto es el
cuerpo mío” y “Esto es la sangre mía”.
b) Una versión que tradujo de manera inconsistente. Esta versión
es la obra identificada como «El Código Real», Nuevo Testamento, versión
textual hebraica; traducida y comentada por D. A. Hayyim.
En
Marcos 14.22-24 esta versión traduce en la línea de la «Reina Valera
1960»(“Esto es mi cuerpo”, “Esto es mi sangre”); pero en Mateo 26.26-28
traduce en la línea de la «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas
Escrituras» (la de los testigos de Jehová): “Esto habla de mi cuerpo” y “Esto habla
de mi sangre”.
c) Una versión que
traduce de manera correcta, en armonía con la Biblia de Jerusalén, Biblia de
Jerusalén latinoamericana, y la Sagrada Biblia traducción de la Vulgata Latina.
Esta
versión corresponde a la traducción del NT de la versión
realizada por Diego Ascunce. Dicha versión traduce: “Este es mi cuerpo” y “Esta
es mi sangre”.
10) Las
traducciones “Este es mi cuerpo” y “Esta es mi sangre” son
las correctas exegéticamente hablando. No obstante, tales traducciones no dan
apoyo para sostener la doctrina de la «transubstanciación».
11) La razón de
que el pronombre demostrativo (“jútos”) esté en género neutro en ambas
expresiones en el texto griego, es sencillamente porque los dos sustantivos
involucrados (cuerpo; griego “soma”; y sangre, griego “jáima”) son de género
gramatical neutro.
12) Con relación a
las versiones judío-mesiánicas la situación se torna más sorprendente, pues,
tanto el idioma hebreo como el arameo carecen del género gramatical neutro. El
hebreo al igual que el arameo sólo conoce como géneros gramaticales el
masculino y el femenino. En el hebreo hay alrededor de 15 palabras de género
masculino y de género femenino que se traducen “cuerpo” en el AT (aunque la
mayoría de género masculino), y ninguna de género neutro. Esto también hace
imposible que hubiera un pronombre o determinante demostrativo de género
neutro en una versión aramea o hebrea de las expresiones en cuestión.
13) En
Juan 6.51-59 hay referencias inevitables a la «Eucaristía» o «Cena del Señor». No obstante, esto no equivale a decir
que justifique el «sacramentalismo» como tal. De todos modos, no es
recomendable el que se pretenda negar la referencia eucarística de este pasaje,
sólo porque históricamente se haya asumido una postura crítica al
sacramentalismo. Hay en este pasaje una fraseología que sólo se encuentran en el NT en el contexto de
la «Eucaristía» o «Cena del Señor».
14) El
tema de la presencia de Cristo en la «Eucaristía» o «Cena del
Señor» parece que será un asunto de eterna discusión a lo interno del
Cristianismo. Pero muy a pesar de ello, lo cierto es que las tres posturas
mencionadas, aunque en tensión, entienden que de una manera u otra Cristo está
presente en dicho contexto. También asumen que en el contexto de la celebración
eucarística nos identificamos con el Cristo crucificado y resucitado,
asumiéndolo como modelo y referente básico para la doctrina y acción cristianas
(tanto a nivel personal como eclesial y comunitario), así como recordamos
también y mantenemos viva la promesa de su regreso.
15) Hablar de la
presencia de Cristo en el contexto de la Eucaristía y en la vida de la
comunidad de fe, nos habla de un Cristo vivo. Así mismo nos invita a considerar
a Jesús como referente esencial en la lucha por unas mejores condiciones de
vida para nuestros pueblos y comunidades.
16) Más allá del
simple contexto eucarístico, cuando la comunidad de fe pone en práctica las
enseñanzas de Jesús y hace suyo el compromiso de él con la justicia y los
ideales del Reino de Dios; se hace presente a Jesús con unas consecuencias
sociopolíticas inevitablemente concretas.
Conclusión: Quiero cerrar este trabajo con las valiosas palabras de Gumersindo
Lorenzo Salas:
“No
hay cristianismo sin Iglesia, pero la Iglesia tiene que someterse una y otra
vez a la medida de Jesús mismo y tiene que consentir que Él la llame al orden.
En efecto, la iglesia reclama prolongar y continuar la causa de Jesús. Por
tanto, tiene que permitir que por Él se la mida y se la critique. Jesús no es
sólo origen, sino también norma de la iglesia” («Evangelio, iglesia y
Cristianismo, historia y dialéctica», páginas 142 y 143).
¡Hasta la próxima!
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