El gerundio simple español como traducción no siempre acertada del participio griego adverbial, cursos online de griego bíblico

El gerundio simple español como traducción no siempre acertada del participio griego adverbial

Cuestiones de gramática y sintaxis griega

Héctor B. Olea C.

Si bien, como incluso afirma la «Nueva gramática de la lengua española», el contenido expresado por el «gerundio simple» se interpreta habitualmente como simultáneo a la acción o proceso del verbo principal; no obstante, no siempre es el gerundio simple español una acertada o la mejor traducción de un participio griego adverbial (sin artículo).

Esto así pues la acción de participio, el matiz temporal del participio (a excepción, por lo general, del participio sustantivado) es relativa a la del verbo principal de la frase u oración.

Además, el participio griego tiene dos categorías accidentales que no tiene el gerundio español: 1) tiempo (se emplea en los cuatro temas temporales del sistema verbal griego: presente, aoristo, futuro y perfecto), y voz (activa, media o pasiva) como cualquier forma verbal finita griega. 

Por otro lado, el participio griego, a diferencia del gerundio español, se declina, o sea, tiene caso, género y número (como cualquier sustantivo o adjetivo y palabra sujeta a la flexión nominal). 

Luego, con relación al tema temporal, por lo general, la acción de un participio en el tema de presente expresa una acción simultánea a la del verbo principal; un participio futuro expresa más bien finalidad (acción subsecuente a la del verbo principal); un participio aoristo (primero o segundo, fuerte o débil) una acción anterior a la del verbo principal, y el participio en el tema del perfecto puede expresar una acción tanto anterior como simultánea a la del verbo principal.

En tal sentido, a manera de ilustración, una adecuada interpretación y traducción de «poreuzéntes» (participio aoristo primero, pasivo deponente, en caso nominativo masculino plural, sin artículo); en primer lugar, no debe perder de vista las implicaciones de las categorías accidentales que lo caracterizan: 1) es de tiempo aoristo, 2) pasivo deponente, 3) caso nominativo, 4) género masculino, 5) plural y 6) sin artículo.

En segundo lugar, ha de tener en cuenta las categorías accidentales de la forma verbal del texto en cuestión, «mazetéusate», esencialmente que consiste en una forma verbal en modo imperativo aoristo y en voz activa, segunda persona del plural,  con un matiz ingresivo, o sea, demandando el inicio de una acción que no estaba en proceso: “comiencen a hacer discípulos”, “comiencen a discipular”.

En consecuencia, a la luz de la gramática y sintaxis griega, una traducción acertada del participio «poreuzéntes» en Mateo 28.19, en relación a la forma verbal «mazetéusate», debe poner de relieve que la acción del participio «poreuzéntes»  es anterior (no simultánea) a la de la forma verbal en modo imperativo «mazetéusate».

Luego, muy a pesar de algunas críticas a la forma en que la versión Reina Valera 1960 tradujo el participio «poreuzéntes», «id»; lo cierto es que dicha traducción le hace justicia al hecho de que la acción de participio «poreuzéntes» ocurre primero que la del imperativo aoristo  «mazetéusate».

En tal sentido, a la luz de la gramática y sintaxis griega, la traducción «yendo» (Biblia Textual IV Edición) no es acertada, no es una mejor traducción que el «id» de la versión Reina Valera 1960.

Sin embargo, una traducción que, por un lado, concuerda con la traducción y la fuerza del «id» de la RV 1960, y por otro lado, la supera, es: “cuando hayan ido  (“después que hayan ido”, “habiendo ido”, “cuando vayan”, “después que vayan”), discipulen” (“hagan discípulos”): «vayan y hagan discípulos».  

Finalmente, dos participios adverbiales cuya acción se realiza simultáneamente a la del imperativo aoristo «mazetéusate» («hagan discípulos»), es el participio «baptízontes» (Mateo 28.19: «bautizando»: “bautizándolos”), y el participio «didáskontes» (Mateo 28.20: «enseñando»: “enseñándoles”).

Por supuesto y, evidentemente, si bien concuerdan en caso, género y número los participios «poreuzéntes», «baptízontes» y «didáskontes», a diferencia de los dos últimos (de tiempo presente y acción simultánea respecto de «mazetéusate»), «poreuzéntes» es de tiempo aoristo y supone una relación distinta (de anterioridad) respecto de la misma forma verbal  «mazetéusate».

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No todos los verbos griegos transitivos son complementados con el acusativo, supéralo



No todos los verbos griegos transitivos son complementados con el acusativo, supéralo

Cuestiones de lingüística, gramática, exégesis y traducción bíblicas

Héctor B. Olea C.

Una idea que definitivamente tienen que superar muchas personas que han estudiado griego koiné (que tienen ciertas nociones del griego koiné o bíblico), es que el acusativo es el único caso con el cual son complementados los verbos transitivos griegos (verbos que admiten y exigen un complemento u objeto directo).  

Por supuesto, parece sustentarse esa idea en afirmaciones como la que hace una gramática del griego clásico, cito: “El acusativo es el caso que precisa el significado del predicado verbal, que proporciona el objeto del verbo”.

Pero, si bien es cierto que el acusativo es el caso habitual y dominante del objeto directo en griego, no obstante, no es el único, y no es el caso que rige para todos los verbos transitivos griegos.

Ciertamente hay verbos que no son copulativos (para constituir una oración atributiva o copulativa), que son complementados con el «caso genitivo» (la mayor parte de los verbos que expresan algún afecto del alma, como sentir, percibir, acordarse, desear, admirar, y descuidar); y otros con el «caso dativo» (verbos que significan conversar y pelear, usar, exhortar, seguir, complacerse, y ayudar acompañar, suplicar, adorar con advertir, reprender).

Un ejemplo de los verbos que son complementados con el genitivo y no con el acusativo, es el verbo «akúo» (oigo, escucho, 428 veces en el NT).

Por ejemplo, en Mateo 2.9, la traducción «Ellos, habiendo oído (escuchado) al rey», es la traducción de un participo aoristo primero, voz activa, en caso nominativo masculino plural del verbo «akúo» («akúsantes»: habiendo oído, habiendo escuchado, después de haber oído, después de haber escuchado); y la traducción de la frase «tu» (artículo definido en genitivo masculino singular) «basiléos» (sustantivo masculino de la tercera declinación, en caso genitivo singular)»: «al rey».

Por otro lado, un ejemplo de los verbos que son complementados con el caso dativo y no con el acusativo, es el verbo «jomiléo» (converso).

Por ejemplo, en Hechos 24.26, la frase «conversaba con él» (RV 1960 «hablaba»), consiste en la traducción de la forma verbal «jomílei» (tiempo pretérito imperfecto, voz activa, modo indicativo, tercera persona del singular del verbo «jomiléo» (converso, hablo): «conversaba» («hablaba»); y la traducción de la palabra «autó» (pronombre personal de la tercera persona, caso dativo masculino singular): «con él».

Además, es preciso poner de relieve, respecto del caso acusativo, que hay verbos griegos transitivos que emplean un doble acusativo: uno para el objeto directo personal sobre el cual recae la acción verbal, y otro acusativo de cosa (no personal), para señalar el complemento directo no personal de la acción verbal.

En tal sentido, uno de esos verbos que emplean dos acusativos y que tiene una presencia notable en el Nuevo Testamento Griego (97 veces), es el verbo «didásko» (yo enseño).

Pues bien, resulta que el verbo «didásko» utiliza el caso acusativo para señalar al objeto directo no personal (cosa) que es enseñado (objeto directo no personal); pero también emplea el caso acusativo para indicar el objeto directo personal que recibe la enseñanza (en lugar de un dativo de objeto indirecto, como tal vez se esperaría según la lógica del español).

En consecuencia, quiero poner dos casos concretos a manera de ilustración, con el verbo «didásko».

Primer caso. En Marcos 2.13 la frase «les enseñaba», es la traducción de la frase griega «edídasken autús».

Está compuesta la frase griega «edídasken autús», en primer lugar, por la forma verbal «edídasken», en tiempo pretérito imperfecto, modo indicativo, voz activa, tercera persona del singular, del verbo «didásko».

Y en segundo lugar, por «autús», pronombre personal de la tercera persona, en caso acusativo masculino plural: «a ellos» (les).

Por supuesto, en Marcos 2.13 el acusativo «autús» (a ellos), consiste en el objeto directo personal que en dicho contexto estaba recibiendo (recibía) las enseñanzas de Jesús.

Segundo caso. En Marcos 6.34, la frase «comenzó a enseñarles muchas cosas», es la traducción de la frase griega «érxato didáskein autús polá».

Luego, 1) «didáskein» consiste en el infinitivo de tiempo presente, voz activa, del verbo «didásko»; 2) «autús» (el mismo pronombre personal en caso acusativo que explicamos respecto de Marcos 2.13), indicando el objeto directo personal que recibe la acción de enseñar; y 3) «polá», consiste en el caso acusativo neutro plural del adjetivo «polís» (mucho), señalando el objeto o complemento directo no personal, aquello que es enseñado (que fue enseñado).  

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El «objeto directo afectado» y el «objeto directo efectuado», cursos online de hebreo y griego bíblicos


El «objeto directo afectado» y el «objeto directo efectuado»

Cuestiones de lingüística, gramática, exégesis y traducción bíblicas

Héctor B. Olea C.

Paul Joüon y Takamitsu Muraoka («Gramática del hebreo bíblico», Verbo Divino) llaman la atención sobre la necesidad de distinguir entre el «objeto directo afectado» y el «objeto directo efectuado» (página 463).

Consiste el «objeto directo afectado» en el objeto o complemento directo que sufre o recibe la acción verbal de manera directa, pero se considera existente antes de la acción verbal. Mientras que el «objeto directo efectuado» se considera como un resultado o producto directo de la acción verbal.

El «objeto directo efectuado» es característico de verbos como “construir”, “crear”, “dar a luz, procrear”, “formar”, “escribir”, “hacer”.  

Por otro lado, observan Joüon y Muraoka que sólo raramente un verbo «qal» (la conjugación simple y básica del sistema verbal hebreo, la conjugación en cierta forma equivalente al modo indicativo activo del español) toma un doble objeto.

En todo caso, también plantean que se da doble objeto cuando una oración nominal (de sujeto y predicado, más bien «oración atributiva» o «copulativa»), sin verbo finito, se transforma en una oración verbal (con verbo finito) con un verbo como “hacer”, etc., el sujeto deviene en objeto y el predicado se convierte en un segundo objeto que, significativamente, no es marcado con la partícula indicadora del objeto directo, “et” (página 478).

Un claro y preciso ejemplo de la presencia de un doble objeto, un «objeto directo afectado» y un «objeto directo efectuado», en el cual el primer objeto directo es marcado por la partícula «et» (indicadora del objeto directo), pero el segundo no, es Génesis 2.7, cito: «vayítser Adonay elojím et-ha-adám afár min-ha-adamá»: literalmente: «El Señor Dios formó (creó, forjó) al hombre polvo de la tierra».  

Por su parte, el traductor griego (Septuaginta) hizo una traducción por estricta  equivalencia formal cuando tradujo la frase hebrea «et ja-adám afár min-ja-adamá» (“al hombre polvo de la tierra”- procedente de la tierra), con un doble acusativo, y como en el hebreo, con artículo definido el primero y sin artículo definido el segundo: «ton ánthropon jun apó tes gues», literalmente: “al hombre polvo de la tierra” (procedente de la tierra).

Consecuentemente, es preciso poner de relieve que ni el texto hebreo ni el texto griego de Génesis 2.7 expresamente dicen que hombre fue hecho «del polvo» (hebreo «min-je-afár»; griego «ek tu jou», o «apó tu jou»).

En tal sentido, como factores que dificultan el asumir que existe una relación de genitivo o cadena constructa («smijút») entre las palabras «Adam» y «afár» (polvo) en el texto hebreo de Génesis 2.7, debemos considerar lo siguiente:

En primer lugar, un factor que dificulta concluir que «Adam» y la palabra «afár» (polvo) constituyen una cadena constructa, es que la palabra «Adam» (el sustantivo que estaría en estado constructo) carece de estado constructo (carece además de una forma plural y una forma femenina).

En segundo lugar, si se asume que «Adam» está en estado absoluto (y sintácticamente en acusativo),  así como la palabra «polvo» («afár»), que también está en estado absoluto y sintácticamente en acusativo (funcionando como un modificador directo o atributo de «Adam»), podemos concluir que la traducción correcta es: «formó al hombre polvo de la tierra».   

En tercer lugar, después de la palabra «Adam», la palabra que sigue a «Adam», «polvo» («afár»), no está precedida de la preposición «min», «de», «desde» (hebreo «min-je-afár»; griego «ek tu jou», o «apó tu jou»), como sí aparece delante de «ja-adamá» («min-ja-adamá»): «de la tierra».

En consecuencia, muy a pesar del reinante consenso que ha venido a representar la traducción «del polvo», lo cierto es que la traducción más acertada, de acuerdo a la morfología y la sintaxis hebrea, es: «polvo»: «formó al hombre polvo de la tierra».

Insisto, lo que sí dicen expresamente el texto hebreo y el texto griego es que «el hombre fue hecho polvo» (hebreo «et ja-adam afár»; griego: «ton ánthropon jun».

Por otro lado, hay dos muy conocidos textos de la Biblia Hebrea que confirman la conclusión de nuestro análisis morfológico y sintáctico de Génesis 2.7, de que la palabra hebrea «afár» (polvo) es más bien un atributo o modificador directo de la palabra hebrea «Adam» (hombre), bajo la sintaxis de un «objeto directo afectado».

En tal sentido, la pista o aporte de los dos muy conocidos textos de la Biblia Hebrea a los que hago referencia, es que insisten, en armonía con Génesis 2.7, en emplear la palabra «polvo» en estado absoluto, si bien con la sintaxis de una oración o frase copulativa o atributiva (común y erróneamente llamada “frases u oraciones nominales”, que suponen, erróneamente “un predicado nominal”), donde «afár» (polvo) es evidentemente un atributo del sujeto.  

La primera la encontramos en Génesis 3.19, cuando el creador confronta a Adam, el varón, después de haber desobedecido, y le dice “con el sudor de tu rostro  (frente) comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado, porque «eres polvo» y al polvo volverás”.   

Aquí la frase u oración atributiva o copulativa está compuesta: 1) por la preposición causal «ki» (porque, pues, que), 2) por la palabra «polvo» en estado absoluto («afár»), 3) y por el pronombre personal de la segunda persona masculina singular («atá»): «porque tú eres polvo».

El segundo texto al que hago referencia es al Salmo 103.14, con la frase hebrea que está detrás de la traducción (se acuerda) «que somos polvo».

Aquí la frase atributiva o copulativa está conformada: 1) por la misma preposición causal «ki» (porque, pues, que), 2) por la palabra «polvo» en estado absoluto («afár»), 3) y por el pronombre personal de la primera persona común (masculina y femenina) plural (nosotros, nosotras) «anájnu»: «que somos polvo».

Además, si bien no voy a presentar esta vez el análisis gramatical o morfosintáctico completo de la traducción griega de Génesis 2.7; 3.19 y Salmo 103.14; lo cierto es que, de manera categórica, digo que la traducción griega en cada caso confirma y concuerda con la lectura que asume que la palabra «afár» («polvo») está sintácticamente funcionado como un atributo de la palabra «Adam» (hombre) en Génesis 2.7, del pronombre personal  de la segunda persona masculina singular (tú) en Génesis 3.19, y del pronombre personal de la primera persona común plural (masculina y femenina: (nosotros somos) en el Salmo 103.14.

En tal sentido debo poner de relieve que la palabra polvo griega («jóos», «jús»)  como atributo o modificador directo, concuerda con la palabra hombre («ánzropon») en caso (acusativo), en género (masculino), y número (singular), en la traducción griega de Génesis 2.7. 

En la traducción griega de Génesis 3.19, la palabra «gue» (tierra), como atributo, está en caso nominativo masculino, femenino singular, concordando con el pronombre de la segunda persona del singular, y con la forma verbal del verbo «ser» («eimí») en tiempo presente y de la segunda persona singular («ei»: «eres»), conformando una oración atributiva o copulativa: «tú eres tierra».

Y en la traducción griega del Salmo 103.14, la palabra polvo griega «polvo» («jus»), en caso nominativo, funciona como atributo del sujeto gramatical de la forma verbal del verbo «ser» («eimí») en la primera persona del plural («esmen»): «somos polvo».   

En resumen, si bien la frase en genitivo «del polvo» presupone que el ser humano fue hecho de la tierra, a la cual regresa con la muerte; la frase «es polvo», pone de relieve que el ser humano no podía resultar algo distinto respecto del material que empleó el creador para diseñarlo y ponerlo en existencia: «el polvo de la tierra».

Luego, si asumimos que aquí la palabra «afár» (polvo) se usa en sentido figurado, como apuntando a la naturaleza humana débil, en su origen y término («Diccionario bíblico hebreo español», Luís Alonso Schokel), resulta comprensible que el texto hebreo y el griego armoniosamente digan que el ser humano «fue hecho polvo», o sea, «débil», «vulnerable» y «pasajero».    

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¿Qué sentido tiene el análisis gramatical a nivel del texto traducido? cursos online de hebreo y griego bíblicos

¿Qué sentido tiene el análisis gramatical a nivel del texto traducido? ¿No sería mejor ir directamente al texto fuente?

 Héctor B. Olea C.

En primer lugar, el análisis gramatical del texto traducido supone que se toma en serio dicho texto. Después de todo y, en muchísimos casos, será el único tipo de texto del que se va a disponer.   

En tal sentido hay que decir que el porcentaje de personas que pueden tener acceso a una edición científica de los textos hebreos y griegos no es muy alto a nivel mundial.

Es más, no son muchos los centros de formación bíblica y teológica en los cuales los estudios bíblicos (AT o Biblia Hebrea y NT) se hacen siempre con la consulta directa de los textos fuentes por parte del personal docente y por parte del estudiantado.

Consecuentemente, que no siempre los estudios o cursos de Biblia tengan como pre-requisito el estudio de las lenguas bíblicas dice mucho al respecto.

En todo caso, en lo que respecta a un acercamiento crítico a los textos fuentes, la situación es sencillamente peor.

En segundo lugar, hasta que se demuestre lo contrario mediante un análisis ulterior más profundo, se da por sentado que el texto traducido es por lo menos aceptable.

En tercer lugar, el riguroso análisis gramatical del texto traducido demanda tener el mismo dominio y las mismas destrezas que exige el análisis gramatical del texto fuente (en su propia lengua: lengua fuente, lengua de partida).

En consecuencia, es muy posible que la persona que desdeñe el riguroso análisis gramatical, crítico y científico del texto traducido, también tenga en poco el análisis gramatical, crítico y científico de los textos fuentes.

Después de todo y, por otro lado, el riguroso análisis gramatical del texto traducido exige la misma actitud, el mismo tipo de conocimiento de la gramática de la lengua del texto traducido (de la lengua a la que se ha traducido, en nuestro caso el español), que exige el análisis gramatical del texto fuente (en su propia lengua, hebreo, arameo o griego).  

En consecuencia, sólo la persona que tenga un sólido dominio de la gramática castellana puede analizar con propiedad, con acierto, con rigor científico el texto bíblico traducido, como texto redactado en español y sujeto a las características (por ejemplo morfológicas y sintácticas), recursos y peculiaridades de la lengua española, en nuestro caso.

Sólo una persona que tenga un conocimiento sólido de la gramática hebrea o griega, puede analizar con propiedad, con rigor científico los posibles aciertos y desaciertos de una determinada traducción de dichas lenguas al español nuestra lengua materna.   

Para juzgar con rigurosidad y actitud científica la traducción de un texto bíblico, no es suficiente tener un conocimiento elemental de la lengua española o castellana (aunque sea la lengua materna de la persona que pretende analizar el texto), y/o un conocimiento superficial de la gramática de la lengua hebrea o griega (dependiendo el caso de que se trate: si un texto de la Biblia Hebrea en hebreo, si un texto de la Biblia Hebrea traducido al griego, Septuaginta, si un texto griego del Nuevo Testamento).

En honor a la verdad, la evaluación seria y académica (con rigor científico) de la traducción de un texto bíblico, sustentada por demás en criterios científicos y no meramente en presupuestos teológicos o doctrinales, demanda tener un conocimiento sólido de la gramática de las lenguas involucradas.

Finalmente, acompañan estas breves líneas dos imágenes donde expongo las palabras griegas detrás de la traducción «los de Jerusalén» («joi jierosolimítai»), en Marcos 1.5; de la traducción «de Jerusalén» («ton jierosolimitón»), en Juan 7.25; y detrás de la traducción «de Jerusalén» («jierosolímon»), en Mateo 4.25.

Por supuesto, detrás de la traducción de Marcos 1.5 y de Juan 7.25 está el gentilicio  griego «jierosolimítes» («jerosolimitano»), pero detrás de la traducción de Mateo 4.25 el nombre griego «jierosólima» («Jerusalén»).

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Sobre el participio griego en el Nuevo Testamento, cursos de griego bíblico online


Sobre el participio sustantivado en el Nuevo Testamento

Cuestiones de lingüística, gramática y traducción bíblicas

Héctor B. Olea C.

El participio sustantivado, como extensión y sustantivación del participio adjetival o adjetivo, puede desempeñar todas las funciones sintácticas de un sustantivo (sujeto, objeto directo, objeto indirecto, etc.) apareciendo, consecuentemente, en cualquiera de los casos de la flexión nominal griega.

En tal sentido, y, en primer lugar, realizando la función de sujeto, sobresale el participio sustantivado «jo pistéuon» (el que cree, el creyente, peculiar en el Evangelio de Juan: 3.16, 18, 36; 6.35, 47; 7.38; 11.25; 12.44, 46; 14.12).

Es pues, «jo pistéuon», un participio de tiempo presente, y en voz activa, en caso nominativo masculino singular, del verbo «pistéuo» (yo creo, yo tengo fe).

Considérese también la presencia del mismo participio «jo pistéuon» (con las mismas marcas morfológicas) en 1 Juan 5.1, 5 y 10.  

En segundo lugar, sobresale también el participio sustantivado «jo peirázon» (el tentador, el que tienta), como sujeto, un participio de tiempo presente y en voz activa, en caso nominativo masculino singular, del verbo «peirázo» (yo tiento, yo pongo a prueba).

En tercer lugar, la frase «a los que creen», en Romanos 4.24, es la traducción de «tois pistéuusin», participio sustantivado, en tiempo presente y en voz activa, en caso dativo masculino plural, del verbo «pistéuo» (yo creo, yo tengo fe). 

En cuarto lugar, también en Romanos 4.24, la frase «el que levantó» (de los muertos a Jesús), es la traducción de «ton eguéiranta», participio sustantivado  de tiempo aoristo primero, voz activa, caso acusativo masculino singular, del verbo «eguéiro» (yo levanto, yo resucito).    

Pero en Juan 7.39, la frase «los que habían creído en él», involucra el participio sustantivado «joi pistéusantes»,  en tiempo aoristo primero, voz activa, en caso nominativo masculino plural, del mismo verbo «pistéuo».

Y en Juan 17.20, la frase «los que han de creer en mí» (griego «los que creen en mí»), es la traducción del participio sustantivado «ton pisteuónton», en tiempo presente, voz activa, caso genitivo masculino plural, del mismo verbo «pistéuo».

Considérese además, la presencia del participio sustantivado, «to pisteuónti» (al que cree), en Romanos 1.16 y 10.4, en tiempo presente, voz activa, caso dativo masculino singular (al que cree, al creyente), del mismo verbo «pistéuo».    

Finalmente, otros tres participios sustantivados en el Evangelio de Juan son:  1) «to pémpsanti» (Juan 5.24: al que envió, al que me envió), de tiempo aoristo primero, voz activa, caso dativo masculino singular del mismo verbo «pistéuo»; 2) «jo zeorón» (el que ve, Juan 6.40), en tiempo presente, voz activa, caso nominativo masculino singular, del verbo «zeoréo» (yo veo, observo, contemplo), Juan ; 3) «joi pistéusantes» (los que habían creído, Juan 7.39), en tiempo aoristo primero, voz activa, caso nominativo masculino plural, del mismo verbo «pistéuo».

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¿Una condición para participar de los frutos, o un reconocimiento al trabajador esforzado?, análisis del texto griego de 2 Timoteo 2.6

¿Una condición para participar de los frutos, o un reconocimiento al trabajador esforzado?

 

2 Timoteo 2.6 en el centro de esta cuestión

Un error imperdonable en la Reina Valera 1960 y otras versiones de la Biblia

Héctor B. Olea C.

La muy conocida versión Reina Valera 1960 tradujo a 2 Timoteo 2.6 en la siguiente manera: “El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero”.

Otras versiones que tradujeron en la misma línea de la Reina Valera 1960 son:

Reina-Valera Antigua (1909): “El labrador, para recibir los frutos, es menester que trabaje primero”.

Reina-Valera 1995: “El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero”.

Reina Valera Contemporánea (RVC) 2011: “El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero”.

Jubilee Bible 2000 (Spanish) (JBS): “El labrador, para recibir los frutos, es necesario que trabaje primero”.

Traducción en lenguaje actual (TLA) año 2000: “Y el que cultiva la tierra tiene que trabajarla antes de poder disfrutar de la cosecha”.

Luego se observa una tendencia en casi todas las versiones de la Biblia posteriores (incluso anteriores y contemporáneas a las citadas) de corregir la traducción de la Reina Valera 1960.

Como representativa de esta tendencia, traigo a colación la traducción de la Biblia del Peregrino, cito: “El labrador que trabaja es el primero en recibir los frutos”. En esta misma línea va la traducción de la versión popular Dios Habla Hoy, cito: “El que trabaja en el campo tiene derecho a ser el primero en recibir su parte de la cosecha”. También la Biblia de Jerusalén 1998, cito: “Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos”.

También la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras: “El labrador que trabaja con tesón tiene que ser el primero en participar de los frutos”.

Finalmente, también va en esta línea acertada, “El Nuevo Testamento” (traducción de Juan Mateos y Luis Alonso Schokel): “El labrador que suda es el primero que tiene derecho a una parte de la cosecha”.

Ahora bien, ¿cuál de estas dos líneas de traducción es la acertada, a la luz del mismo texto griego que les ha servido de base? ¿Existe alguna explicación con base en el texto griego, que ayude a explicar y comprender esta problemática?

Vayamos, pues, al texto griego. El texto griego de 2 Timoteo 2.6 es:

«ton kopiónta gueorgón déi próton ton karpón metalambánein».

Ahora bien, la expresión «ton kopiónta gueorgón» (en caso acusativo, género masculino, y en singular), debe traducirse: “El labrador esforzado, el labrador que trabaja arduamente”.

La palabra «déi» es un verbo impersonal (es menester, es necesario, es un deber), y que tiene como complemento a la palabra «metalambánein» (un infinitivo presente activo del verbo compuesto «metalambáno»: participar de algo, ser hecho partícipe de algo; verbo complementado con el caso genitivo), traducción: “es necesario que reciba”, “es menester que reciba”.

La expresión «ton karpón» (caso genitivo, género masculino, número plural), traducción: “de los frutos” (complemento del infinitivo «metalambánein»).

Finalmente tenemos la palabra «próton», que puede ser considerada un adjetivo o como un adverbio.

Como adjetivo, «próton», corresponde al caso acusativo, masculino, singular de «prótos», y según el «Léxico Griego-Español del NT», de Alfred E. Tuggy, publicado por Editorial Mundo Hispano, significando: primero, anterior.

Como adverbio, «próton», según la misma fuente citada, significa: primeramente, antes que todo, en primer lugar.

Ahora bien, como adjetivo, «próton», ha de considerarse un acusativo, masculino, singular, y la sintaxis exige que para poder decir que éste tiene una relación vital con un sustantivo, en un contexto determinado, el sustantivo también tendría que estar igualmente en caso acusativo, de género masculino y en número singular.

Pero como adverbio, «próton», por lo general se usa sin artículo (como en el texto que nos ocupa).

Pero, ¿cómo se usa aquí la palabra «próton», como adjetivo o como adverbio? ¿Es posible considerar aquí a «próton» como un adjetivo? ¿Hay o no, en el pasaje en cuestión, un sustantivo con el cual concuerde «próton», y con el cual pudiese tener una relación sintáctica? Respuesta: sí.   

Por otro lado, es preciso decir que en realidad «ton kopiónta» consiste en un participio adjetival atributivo, de tiempo presente y en voz activa, del verbo «kopiáo» (trabajar arduamente, trabajar duro), que funciona como un modificador directo del sustantivo «gueorgón» (sujeto del infinitivo «metalambánein»).

En tal sentido, hay que poner de relieve que la expresión «ton kopiónta gueorgón» (el labrador esforzado, el labrador que trabaja arduamente) está precisamente en caso acusativo, en género masculino, y en número singular.

Ahora bien, aunque es innegable la concordancia, incluso morfología similar, que existe entre la expresión «ton kopiónta gueorgón» y la palabra «próton»; no obstante, no tiene aquí la palabra «próton» un uso como adjetivo, sino más bien un uso adverbial, como adverbio.

De hecho, asumir como relacionados sintácticamente las dos expresiones en cuestión: «ton kopiónta gueorgón próton», la traducción de dicha frase sería: “el labrador esforzado primero”, frase que no tendría sentido en el contexto de 2 Timoteo 2.6.

En consecuencia no queda otra opción que asumir como la palabra «próton» como adverbio.

Luego, en todo caso, es preciso advertir que no es en relación a si asumir a «próton» como adverbio o si como adjetivo donde radica el problema que confronta a la Reina  Valera 1960 y a las versiones de la Biblia que han traducido como ella a 2 Timoteo 2.6; sino más en relación al verbo impersonal «déi» (es menester, es necesario, es un deber), y el infinitivo que rige y complementa dicho verbo impersonal, «metalambánein» (que reciba).

La cuestión es que mientras que el texto griego de 2 Timoteo 2.6 afirma «déi metalambánein», o sea, «es necesario que reciba»; la Reina Valera 1960 y otras, han traducido «debe trabajar» («es necesario que trabaje»), como si el texto griego dijera: «déi gueorguéin», lectura que, sin embargo, no es apoyada siquiera por el «Textus Receptus», ni aparece como variante o como lectura alternativa en el aparato crítico del «Novum Testamentum Grace Nestle-Aland».  

En consecuencia, sin lugar a dudas, con base al texto griego, la traducción acertada de 2 Timoteo 2.6 es: «Es menester que primeramente reciba de los frutos, el labrador esforzado (que trabaja arduamente)». Otra acertada traducción en la misma línea: «Es necesario que primero reciba de los frutos, el labrador esforzado (que trabaja arduamente)».

En suma, 2 Timoteo 2.6 no establece una condición: «que primero trabaje, es necesario que trabaje primero para recibir de los frutos»; sino y más bien, un reconocimiento al labrador esforzado: «Que reciba primero de los frutos, antes que el resto, el labrador esforzado» (que trabaja arduamente).

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Diez mil como un número cardinal y como "un sinnúmero de" en el NT, cursos online de griego bíblico

 

«Diez mil» como número cardinal y como «un sinnúmero de»
Cuestiones de lingüística, gramática, exégesis y traducción bíblicas

Héctor B. Olea C.

En la lengua española hay palabras que a pesar de coincidir en la cadena fónica (cadena de fonemas), en el plano de la expresión (significante) y en el plano del contenido o carga semántica, se diferencian (en lo que a la categoría morfosintáctica formal se refiere) por el lugar de la sílaba tónica, por cuál sea la sílaba tónica.

En tal sentido, la palabra «práctica» (palabra esdrújula o proparoxítona) puede ser asumida como un adjetivo (“práctico”, “practica”, relativo a la «práctica») femenino singular, y como un sustantivo femenino también singular (“la práctica”).

Sin embargo, la palabra «practica» (palabra grave o paroxítona y sin tilde por terminar en una vocal), consiste en una forma verbal de tiempo presente, voz activa, modo indicativo, tercera persona singular, del verbo «practicar» (él o ella practica).

Es más, la palabra «practica» (palabra grave o paroxítona y sin tilde) puede ser asumida incluso como una forma verbal en modo imperativo de la segunda persona del singular: «practica tú».

Consecuentemente, no es lo mismo decir: “Ella es una persona muy práctica” (adjetivo), “ella no hizo la práctica” (sustantivo), que decir: “ella no practica lo que dice” (forma verbal en modo indicativo).

Luego, respecto del griego, también hay palabras que a pesar de coincidir en la cadena fónica, sin embargo, se diferencian en el plano de la expresión (significante) y en el plano del contenido o carga semántica, por el lugar de la sílaba tónica, por cuál sea la sílaba tónica, por el lugar del acento.

En tal sentido, mientras que la palabra «mírioi» (nominativo masculino plural), «míriai» (nominativo femenino plural), «míria» (nominativo neutro plural), palabras proparoxítonas (esdrújulas), significan 10, 000 (adjetivo numeral cardinal); por otro lado, la palabra «miríoi» (nominativo masculino plural), «miríai» (nominativo femenino plural), «miría» (nominativo neutro plural), palabras paroxítonas (graves con acento agudo en la penúltima sílaba); representan también un adjetivo numeral, pero significando diez mil con el valor de un infinito, innumerable, incontable, inconmensurable, etc. («Diccionario Manual Griego», griego clásico español, VOX, 1967, de José M. Pabón).

En esa misma línea Ignacio R. Alfageme, observa: “con acentuación paroxítona, «miríoi» significa “infinitos”, “innumerables”, y con este valor tienen un singular «miríos» («Nueva Gramática Griega», COLOQUIO Editorial, 1988, página 204; gramática de griego clásico).

Por su parte, Wilhelm Brandenstein, puntualiza: “No deben confundirse «mírioi», «míriai», «míria», «10, 000», y «miríoi», «miríai», «miría», «innumerables», «muchísimos» («Lingüística griega», GREDOS, 1964, página 273; lingüística de griego clásico).

Luego, si la forma léxica de «mírioi», «míriai», «míria» (proparoxítonas: esdrújulas con acento agudo en la antepenúltima sílaba), «10, 000», es «mírios»; la forma léxica de «miríoi», «miríai», «miría» (paroxítonas: graves con acento agudo en la penúltima sílaba), «innumerables», es «miríos».

Por otro lado, como casos ilustrativos, en lo que respecta al Nuevo Testamento Griego (donde se cumple la distinción establecida en el griego clásico), en Mateo 18.24, observamos la frase (un jápax legómenon) «miríon talánton».

Aquí la palabra «miríon» es ambigua, pues puede ser asumida, en primer lugar y de manera natural, como el genitivo plural neutro de «miríos» (infinitos, incontables, un sinnúmero de).

Pero en segundo lugar, puede ser asumida como el genitivo plural neutro de «mírios» (10, 000, número cardinal) por la movilidad del acento (que se mueve de la antepenúltima a la penúltima sílaba cuando la última silaba de la palabra tiene una vocal larga o diptongo, es una sílaba larga).

La razón por la que «miríon» puede ser asumido como el genitivo neutro plural de «mírios» (10, 000, número cardinal), es que las palabras proparoxítonas (esdrújulas con acento agudo en la penúltima sílaba), y vocal corta en la última sílaba, en los casos que llevan una vocal larga (precisamente como el genitivo singular y plural), por regla el acento se mueve de la antepenúltima sílaba a la penúltima (pasan de proparoxítonas a paroxítonas, de esdrújulas a graves).

Por otro lado, en 1 Corintios 4.15 (también un jápax legómenon), leemos la frase «miríus paidagogús», y en 1 Corintios 14.19 observamos la frase «miríus lógus» (otro jápax legómenon).

Luego, como podemos observar, en las dos frases en cuestión, «miríus» de manera natural representa el acusativo masculino plural de «miríos» (infinitos, innumerables, un sinnúmero de); pero por la movilidad del acento, por lo menos como segunda opción, «miríus» podría ser asumido como el acusativo masculino plural de «mírios» (10, 000, número cardinal).

En todo caso, en lo personal, me inclino a sumir que tanto en Mateo 18.24, como en 1 Corintios 4.15 y 14.19, estamos ante el adjetivo numeral «miríos» (un sinnúmero de, infinitos, innumerables, incontables, como expresión hiperbólica) y no ante el adjetivo numeral cardinal «mírios» (10, 000).

En tal sentido, una traducción acertada de los textos en cuestión sería:

«Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía una cuantiosa cantidad de talentos» (Mateo 18.24).

«Porque aunque tengáis un sinnúmero ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio» (1 Corintios 4.15).

«Pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que un sinnúmero de palabras en lengua desconocida» (1 Corintios 14.19).

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¿Todavía bautiza Juan el Bautista? Curso de griego bíblico online y virtual

¿Todavía bautiza «Juan el Bautista»?

Cuestiones de lingüística, gramática y traducción bíblicas

Héctor B. Olea C.

La palabra traducida «bautista» en el Nuero Testamento y que sólo ocurre doce (12) veces en el mismo, es «baptistés», que literalmente significa: «el que bautiza».

Consiste «baptistés» en un sustantivo agente (un sustantivo derivado de un verbo) que denota acción y que identifica a la persona o entidad que realiza tal acción o actividad.

Consiste «baptistés» en un sustantivo de género masculino y de la primera declinación.

Funciona «baptistés» como un adjetivo verbal sustentado en el tema presente, y, consecuentemente, exhibiendo el mismo valor aspectual de dicho tema: una acción durativa, habitual, repetida.

Funciona «baptistés» como un atributo, como un adjetivo calificativo y especificativo en la frase «Ioánnes jo baptistés» («Juan el que bautiza», en caso nominativo), frase ausente en el Evangelio Juan y con presencia sólo en la tradición sinóptica aunque no siempre en el caso nominativo (Mateo 3.1; 11.11, 12; 14.2, 8; 16.14; 17.13; Marcos 6.25; 8.28; Lucas 7.20, 33; 9.19).  

El matiz del valor aspectual del sustantivo agente «baptistés» se ve reforzado por el uso del participio articulado, sustantivado, de tiempo presente, voz activa, derivado del mismo verbo «baptízo» (yo bautizo), o sea, «jo baptízon («el que bautiza», «el que está bautizando»).

En tal sentido, es preciso poner de relieve que si bien en el participio griego predomina el valor aspectual (la forma en que se presenta la acción verbal, si durativa, puntual, si resultativa, perfectiva o estativa) más que el valor temporal (que predomina sólo en el modo indicativo); cuando un participio aparece con el artículo definido se sustantiva y viene a imponerse el valor temporal sobre el valor aspectual.

Consecuentemente, la expresión «jo baptízon» significa: «el que bautiza», «el que está bautizando». Y este es precisamente el sentido de la expresión «Ioánnes jo baptízon» en Marcos 6.14: «Juan el que bautiza», «Juan el que está bautizando».  6.14.  

Además, equivalente al uso de la frase «Ioánnes jo baptistés» en caso genitivo singular, o sea, «Ioánnu tu baptistú» en Mateo 11.11, es la frase «Ioánnu tu baptízontos» en Marcos 6.24.

Es pues, «baptízontos», el mismo participio presente activo empleado en Marcos 6.14, pero aquí, en Marcos 6.24, en caso genitivo singular del mismo verbo «baptízo» (yo bautizo).

En suma, la frase «Ioánnes jo baptistés» («Juan el que bautiza», «Juan el que está bautizando», es exactamente equivalente a la frase sólo empleada por Marcos (6.14), «Ioánnes jo baptízon», «Juan el que bautiza», «Juan el que está bautizando».  

Luego, una forma de apuntar a la actividad de Juan como una ya pasada, como cosa del pasado, sería «Ioánnes jo baptísas» (participio aoristo primero activo): «Juan el que bautizaba», «Juan el que bautizó», «Juan el que había bautizado».

Por supuesto, «baptísas» consiste en el participio aoristo primero, voz activa, en caso nominativo singular del mismo verbo «baptízo».

En conclusión, llama la atención que en la tradición sinóptica se haga referencia a Juan con una fraseología que sugiere que todavía, aun después de muerto, él  sigue bautizando, todavía bautiza («Ioánnes jo baptistés», «Ioánnes jo baptízon»); en lugar de una designación que le hiciera justicia al hecho de su desaparición física («Ioánnes jo baptísas»).

Por supuesto, una verdad indiscutible es que para cuando se escribieron los Evangelios canónicos, Juan tenía ya varias décadas de muerto, lo que justificaría el empleo de una fraseología que indicara como ya terminada su acción de bautizar. 

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Curso online y virtual de griego bíblico (desde cero y avanzado)

Sobre los relatos de los 40 días de ayuno de Jesús en el desierto

Cuestiones de lingüística, gramática y traducción bíblicas

Héctor B. Olea C.

Llama la atención la falta de uniformidad que exhibe la tradición sinóptica respecto de la voz gramatical (diátesis) de los verbos empleados por los Evangelistas Marcos, Mateo y Lucas para hacer referencia al hecho de ser Jesús conducido, expulsado o guiado al desierto después de haber sido bautizado por Juan el Bautista.

Por supuesto, haber empleado una voz gramatical distinta (por cierto, verbos distintos y tiempos verbales distintos) tiene indiscutibles implicaciones para la sintaxis del texto griego en cuestión en cada Evangelio. 

En primer lugar, Marcos (1.12) emplea la forma verbal «ekbálei», en tiempo presente (presente histórico, de uso prominente en Marcos), voz activa, modo indicativo, tercera persona del singular, del verbo «ekbálo» (expulsar, arrojar fuera, echar fuera).

Luego, la forma verbal «ekbálei» debe ser traducida: “arroja”, “expulsa” (“arrojó”, “expulsó”).

En segundo lugar, Mateo (4.1) emplea la forma verbal «anéjze», en tiempo aoristo primero, modo indicativo, voz pasiva, tercera persona del singular, del verbo «anágo» (“conducir hacia arriba”, “subir”, “conducir”, “guiar”).

Luego, la forma verbal «anéjze» debe ser traducida: “fue guiado”, “fue conducido”.

En tercer lugar, Lucas (4.1) emplea la forma verbal «égueto», en tiempo imperfecto (imperfecto durativo o ingresivo), modo indicativo, voz pasiva (morfología de voz media y pasiva), tercera persona del singular, del verbo «ágo» (“guiar”, “conducir”, verbo base del verbo empleado por Mateo: «anágo»).

Luego, la forma verbal «égueto» debe ser traducida: “era conducido o guiado” (imperfecto durativo), “fue conducido o guiado” (imperfecto ingresivo).  

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