Repensando la narración de Sansón y Dalila (Jueces 16.4-22)

Repensando la narración de Sansón y Dalila (Jueces 16.4-22)


Héctor B. Olea C.

La narración de Sansón y Dalila (Jueces 16.4-22) nos pone en la disyuntiva, en primer lugar, de pensar una de dos cosas: La primera: Sansón era un dormilón incorregible. La segunda: Dalila sabía cómo dejarlo bien agotado, quizás muy satisfecho, y por supuesto, con un inevitable, comprensible y agradable sueño profundo (véase Jueces 16.19).

A propósito, llama la atención que el aparato crítico de la BHS, o sea, la Biblia Hebraica Stuttgartensia, nos pone al tanto de una interesante observación masorética. La observación es que probablemente el redactor final de Jueces erró al usar la preposición “al” (“sobre”; que explica la lectura que han seguido la mayoría de las versiones castellanas, cuando traducen “lo hizo dormir sobre sus rodillas o sobre sus piernas”); cuando quizás quiso o debió emplear la preposición “ben” (entre); y a continuación cita el aparato crítico de la BHS la traducción que hizo la Septuaginta que concuerda y da apoyo a dicha corrección.

Ahora bien, si se sigue la sugerencia o corrección masorética, la traducción debería ser: “lo hizo dormir entre sus rodillas, entre sus piernas”. En efecto, esta última lectura es apoyada por la Septuaginta cuando tradujo: “lo hizo dormir en medio, entre sus piernas, entre sus rodillas”. Sin embargo, tampoco se puede negar que la Septuaginta tiene una segunda lectura que dice: “Y durmió Dalila a Sansón sobre sus rodillas, sobre sus piernas”.   

En segundo lugar, tira por el suelo dicha narración, el mito de que “a la tercera es la vencida” (compárese Jueces 16.15; 18). Pero eso no es todo y, en tercer lugar, también ilustra muy bien esta narrativa lo que muchas veces es una incuestionable verdad: el ser acusado (a) de aquello de lo que en realidad tú estás siendo víctima, y precisamente por tu victimario (a), véase Jueces 16.15; así de sencillo.



¡Feliz shabát! 

El uso de una inicial mayúscula para «Dios» versus la abreviación de los «nomina sacra»




Un enfoque crítico

Héctor B. Olea C.

En virtud de algunas reacciones a unas ideas que estuve expresando hace unos días en relación a la falta de testimonio y de apoyo en la «Biblia madre» (los textos bíblicos en sus idiomas originales), para la práctica de usar siempre y al margen de cualquier consideración contextual, una inicial mayúscula para el nombre de «Dios» y otras palabras relacionadas con la deidad en una forma u otra; consideré necesario elaborar y compartir este complemento.

Para este artículo he considerado abordar el uso de las abreviaturas de los llamados «nomina sacra» en los primeros papiros cristianos, como posible antecedente del uso de una inicial mayúscula para el nombre de «Dios» en el  español o castellano (fuera y dentro de las traducciones o versiones de la Biblia).

¿En qué consisten, pues, los «nomina sacra»?

Se consideran «nomina sacra» (expresión latina que significa «nombres sagrados») un número más o menos fijo (por lo general quince) de nombres relacionados con la deidad en una forma u otra.

Joseph O Callaghan los explica en la manera siguiente: “En primer lugar, «nomina sacra», son los que se le atribuyen a Dios o a las personas divinas y, en segundo lugar, por participación o conexión a otras realidades creadas. Por participación en cuanto la criatura es capaz de ser elevada al plano de la divinidad, cuando el hombre puede, por la gracia, participar de la naturaleza divina. Por conexión, es cuanto la criatura puede asumir un nuevo y superior respeto por una determinada relación o connotación con la divinidad” («Introducción a la crítica textual del NT», páginas 27 y 28, publicada por Verbo Divino, 1999). 

Por su parte, Larry W. Hurtado las define: “El «nomina sacra», un juego de palabras que recibieron un tratamiento especial por copistas en antiguos manuscritos cristianos, sigue siendo un tema de debate sobre qué supone la práctica y cómo se originó. Las palabras en cuestión se escriben de forma abreviada única con un trazo horizontal curioso colocado sobre la abreviatura. Las palabras más tempranas y tratados consistentemente son las palabras griegas para "Dios", "Señor", "Jesús" y "Cristo. Estas palabras se escriben como «nomina sacra» en los casos claros primeros de ellos en manuscritos cristianos, que nos llevan ya en el siglo II d.C.” (Artículo publicado por el mismo Larry W. Hurtado en su blog).

Por otro lado, en su obra «Señor Jesucristo, la devoción a Jesús en el cristianismo primitivo», Larry Hurtado plantea: “El término «nomina sacra» remite a una serie de palabras que eran escritas de manera curiosa por los copistas cristianos, al parecer para distinguirlas visualmente como un gesto de piedad. La práctica ya es algo convencional para algunas palabras claves del vocabulario del cristianismo primitivo en los primeros fragmentos de manuscritos cristianos del siglo II que han llegado a nosotros; en época bizantina se habían incluido quince palabras entre aquellas a las que se le concedía este trato especial por parte de los escribas” (página 705).

¿Cuándo surge denominación de los «nomina sacra»?

Dice Joseph O Callaghan: “La persona que desarrolló la denominación de «nomina sacra» fue L. Traube alrededor del año 1907. Según L. Traube, los denominados «nomina sacra», deben su origen a los judíos de Alejandría que tradujeron al griego los libros del AT (la Septuaginta) porque tradujeron al griego la costumbre hebrea de escribir de una manera especial el nombre sagrado de Dios, o sea, el tetragrámaton. Las abreviaturas con que se expresaba tal nombre no eran debidas a falta de espacio y tiempo de los escribas sino a un deseo de distinguir la sacralidad de dicho nombre” (obra citada, página 27).

Pero Larry W. Hurtado se pronuncia al respecto en la siguiente manera: “La mayoría de los estudiosos piensan que (1) se originaron en los círculos cristianos, y (2) que se originó como una expresión de reverencia por las palabras así tratadas. Pocos estudiosos (por ejemplo, Robert Kraft hoy) proponen que la práctica se originó entre Judío y fue adquirida y elaborada por los cristianos. Tal vez la mayor dificultad con esta posición, sin embargo, es que no hay ninguna instancia de «nomina sacra» en ningún manuscrito temprano y sin ambigüedades judía. En ningún manuscrito pre-cristiano judío (por ejemplo, de Qumrán) encontramos ninguna instancia de «nomina sacra» (artículo publicado en su blog. Además, también desarrolla Larry Hurtado el tema de los «nomima sacra» en su obra: «Los primitivos papiros cristianos. Un estudio de los primeros testimonios materiales del movimiento de Jesús», Salamanca: Ediciones Sígueme, 2010).

Ángel Urbán, en su análisis de los «nomima sacra»  en un manuscrito inédito del evangelio de Lucas, fechado en 1043, se pronuncia también sobre el origen y finalidad de las abreviaturas de «nomima sacra», cito: “Por último, conviene advertir que el uso de las abreviaturas en los «nomina sacra» en este manuscrito no aporta datos convincentes para desvelar con seguridad la razón última de tales abreviaciones, y, por tanto, el sentido de las mismas. En esta cuestión, estamos todavía casi al principio, y aún lejos de un esclarecimiento.

Pensar, además, en que la abreviatura es una forma de distinguir la palabra, como alguno ha propuesto, tampoco parece muy acertado, “pues a un nombre no se le da mayor categoría por suprimir algunas letras”, como acertadamente afirma J. O’CALLAGHAN. En el mismo sentido se expresan otros autores. Cf. C.H. ROBERTS, “Nomina Sacra: Origins and Significance”, en Manuscript, Society and Belief in Early Christian Egypy (London-New York, 1979), pp. 40-41; B.M. METZGER, Manuscripts of the Greek Bible..., p. 37, n. 85.

Con frecuencia, en cualquier papiro o códice, como sucede también en nuestro ms de Lucas, puede constatarse que un mismo «nomen sacrum» puede estar o no abreviado, no sólo en contextos dispares, sino también similares, y a veces tan próximos entre sí que no dejan de provocar perplejidad.”

El carácter papirológico de las abreviaturas de los «nomima sacra»

Un hecho que no se puede perder de vista es que la práctica de abreviar los «nomina sacra» es un fenómeno propio de los papiros, especialmente de los primeros ocho siglos de nuestra era. En la actualidad, siguiendo los datos que nos proporciona la edición 28 del Nuevo Testamento de Aland-Nestlé, la crítica textual del NT cuenta con 127, fechados entre el siglo II al siglo VII de nuestra era.

Ahora bien, a pesar de ser los papiros los testigos más antiguos, incluso hasta 150 antes que las copias más antiguas de los pergaminos en mayúsculas (manuscritos unciales), los principales testigos para la crítica textual del Nuevo Testamento; el carácter de ser fragmentarios y su descubrimiento muy tardío, explica por qué el fenómeno de las abreviaturas de los «nomima sacra» no logró presencia en el actual texto griego estandarizado.

Y como los mejores manuscritos y principales testigos para la crítica textual del Nuevo Testamento son pergaminos que datan de los siglos IV y V de nuestra era, y no los papiros; esta es otra razón que explica la ausencia de la práctica de abreviar los llamados «nomina sacra» en el Nuevo Testamento Griego.

Por otro lado, dando por superada la hipótesis de L. Traube de que la práctica de abreviar los «nomima sacra» tuvo un origen judío, y dando por sentado que tuvieron más bien un origen cristiano; es claro y comprensible que tampoco hubo presencia de la abreviación de los «nomima sacra» en el Antiguo Testamento hebreo, en la Biblia Hebrea, en el Tanaj, como ya había advertido antes.  

Ahora bien, resulta interesante que un manuscrito inédito de Lucas (no un papiro), fechado por su propio copista, en el año 1043, tiene un buen número de abreviaciones de los «nomima sacra». A propósito, traigo a colación un resumen del estudio de los uso de las abreviaturas de los  «nomima sacra» en este manuscrito, realizado por Ángel Urbán, cito: “Estudio de las abreviaturas de los «nomina sacra» en un manuscrito inédito fechado por el propio copista en el año 1043, que, a excepción de algunas lagunas, contiene íntegro un evangelio greco-árabe de Lucas. Se compara el sistema de abreviación con el de los papiros de los primeros ocho siglos d.C. y con el Codex Bezae Cantabrigiensis, resultando así uno de los Mss. del NT de los últimos siglos de la Edad Media que más abreviaciones presenta para los «nomina sacra» y con un sistema más regular”.

El número de los «nomima sacra» 

Si bien ha habido y persiste mucha discusión en torno al número de los «nomima sacra», hay una especie de consenso que los ha fijado en quince. De todos modos, Ángel Urbán, en su análisis del manuscrito inédito del evangelio de Lucas en griego y árabe, agrega el verbo “stauróo” (crucificar), cuando ya está presente el sustantivo “staurós” (cruz) en la fija y tradicional lista de los «nomima sacra».

En todo caso, si bien tradicionalmente se han fijado en quince los «nomina sacra», no es menos cierto que está bien establecida la idea de que al principio sólo cuatro nombres recibieron un tratamiento especial en los primeros papiros del Nuevo Testamento, a saber: «kúrios» (Señor), «theós» (Dios), «iesús» (Jesús), y «kristós» (Cristo).

Ahora bien, antes de citar los quince nombres que conforman la tradicional lista de los «nomima sacra», quiero citar la importante observación de Joseph O Callagahan: “Estos nombre sagrados eran quince (en esta exclusividad hay cierta incongruencia) y, generalmente, se escribían de forma abreviada y, además, con una línea horizontal sobre las letras. Pero es necesario advertir que no siempre ni en todas las partes estos nombres fueron escritos abreviados y con dicha raya horizontal superior” («Introducción a la crítica textual del Nuevo Testamento», página 29).

1) Ánthropos (hombre)

2) Dauid (David)

3) Theós (Dios)

4) Ierusalém (Jerusalén)

5) Iesús (Jesús)

6) Israel (Israel)

7) Kúrios (Señor)

8) Méter (Madre)

9) Ouranós (cielo)

10) Patér (Padre)

11) Pnéuma (Espíritu)

12) Staurós (Cruz)

13) Sotér  (Salvador)

14) Juiós (Hijo)

15) Kristós (Cristo)

El uso de la abreviatura del tetragrama en el Tanaj o texto masorético

Como ya advertí antes, no tiene presencia la práctica de abreviar los «nomima sacra» en el texto hebreo, el AT hebreo, o sea el Tanaj. Ahora bien, es innegable que sí hay en el Tanaj el uso de una forma abreviada del tetragrama aunque en realidad sin referencia, ni parecido ni equivalencia a la práctica de las abreviaturas de las «nomima sacra». Entonces, analizo este caso aquí a manera de ilustración y para despejar cualquier duda.

Tomando, pues, como referencia la versión Reina Valera de 1960, podemos constatar la abreviación del tetragrama o tetragrámaton en veinticuatro (23) ocasiones en veintiún (21) versículos bíblicos, la mayoría y de manera abrumadora, en los salmos. Estos pasajes son: Éxodo 15.2 (abreviatura no reflejada en la RV); Sal 68.4, 18; 77.11; 94.7, 12; 102.18; 115.17, 18; 118.5 (dos veces), 14, 17, 18, 19; 122.4; 130.3; 135.3, 4; 147.1; 150.6; Isaías 12.2; 38.11 (dos veces). Según el «Diccionario bíblico hebreo español» de Luís Alonso Schokel, es dudosa su presencia en Isaías 26.4 (abreviatura no reflejada en la RV 1960) y en el Salmo 68.5.     

Observaciones importantes:

1) Falta de uniformidad y consistencia. Por un lado, tenemos por lo menos dos pasajes  donde se usa al mismo tiempo la abreviación del tetragrámaton junto a su escritura plena o completa. Estos pasaje son: Isaías 12.2 “He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí”. El otro pasaje es Isaías, 26.4 “Confiad en Jehová (forma plena) perpetuamente, porque en Jehová (la abreviatura) el Señor (forma plena del tetragrámaton y no Adonay) está la fortaleza de los siglos”

Con relación a estos dos pasajes, hay que decir que en el texto hebreo tenemos como abreviatura del tetragrámaton dos consonantes hebreas “yod” y “hei”, o sea, “YH” con una “qames” (signo vocálico para la “a”), o sea, «Yah». Y el tetragrámaton en su forma plena y con la vocalización característica como «quere perpetuo», cuando no va acompañado de otro nombre o epíteto divino, o sea, «yehvah» (léase adonái, adonáy: señor).

Ahora bien, la Septuaginta, por su parte, no refleja ninguna grafía especial para la forma abreviada del tetragrámaton, en su traducción de Isaías 12.2 y 26.4.

2) Por otro lado, tenemos dos casos donde la abreviatura del tetragrámaton se usa dos veces. Estos dos pasajes son: Salmo 118.5  e Isaías 38.11. Cito:

“Desde la angustia invoqué a JAH, Y me respondió JAH, poniéndome en lugar espacioso” (Salmo 118.5)

“Dije: No veré a JAH, a JAH en la tierra de los vivientes; ya no veré más hombre con los moradores del mundo” (Isaías 38.11)

Ahora bien, respecto de la Septuaginta, observamos que en el Salmo 118.5 tradujo la forma abreviada del tetragrama con «kúrios» (Señor) sin ninguna grafía especial. Pero en Isaías 38.11, la Septuaginta no tradujo con «kúrios» sino con «theós» (Dios), si bien con una traducción libre y no literal: «no veré la salvación de Dios sobre la tierra…».   

En suma, en ninguno de los pasajes donde el texto hebreo tiene el tetragrámaton en forma abreviada, tradujo la Septuaginta con una grafía especial, a manera de una traducción súper literal (ya sea que haya traducido con «kúrios» (Señor) o con «theós» (Dios).

Conclusiones:

1) La práctica de abreviar los llamados «nomima sacra», es un fenómeno propiamente desarrollado en los papiros, especialmente en los primeros papiros cristianos (siglos I-VIII d.C.).

2) Se ha descubierto y ha sido objeto de estudio, un manuscrito (pergamino no papiro) inédito del evangelio de Lucas fechado en 1043, escrito en griego y en árabe que pone de manifiesto la práctica común de abreviar los «nomima sacra» en los primeros papiros cristianos. Este manuscrito se halla actualmente en la Bibliothèque nationale de France: BnF, Suppl. gr. 9117, proveniente de la Biblioteca del Santo Sepulcro de Jerusalén8. Se trata de un manuscrito del s. XI, fechado por el propio copista en junio del año 1043.

3) La abreviatura de los llamados «nomima sacra» entre otras posibles razones, ponen de manifiesto un tratamiento especial y una forma de tratar con sacralidad los nombre que conforman el inventario de los «nomima sacra». 

4) Si bien se ha extendido y fijado en quince (15) el número de los «nomima sacra», en realidad al principio y de manera más consistente, fueron cuatro los «nomima sacra» que recibieron siempre un tratamiento especial en los primeros papiros cristianos. Estos son: «kúrios» (Señor), «theós» (Dios), «iesús» (Jesús), y «kristós» (Cristo).

5) Si bien al principio la hipótesis de L. Traube (1907) respecto del origen judío de la práctica de abreviar «nomima sacra» fue la que reinó en el pasado en el campo de los estudios papirológicos; hoy hay una especie de consenso que sitúa dicha práctica en el ambiente y mundo cristiano. Por supuesto, luego ésta habría hecho su influjo en copistas judíos.

6) Si bien son los papiros los documentos más antiguos con que cuenta la crítica textual del Nuevo Testamento; su característica esencial de ser documentos fragmentarios y su descubrimiento tardío, explican la ausencia de las abreviaturas de los «nomima sacra» en el texto griego del Nuevo Testamento. Además, de que los principales y mejores testigos para la crítica textual del NT son pergaminos y no son los papiros.

7) Siendo pues, una práctica más bien de origen cristiano y característica de los primeros manuscritos (papiros) cristianos; se comprende que tampoco esté presente en el Tanaj (AT) la práctica de abreviar los «nomima sacra».

8) La forma básica de darle un tratamiento especial al sagrado nombre de Dios en la tradición hebrea y en el Tanaj, o sea, el tetragrámaton, es mediante el llamado «quere perpetuo». Este consiste en dejar intacto el tetragrámaton tal y como se recibió en el texto hebreo consonántico, pero agregándole las vocales de “Adonay” (“Señor”). De esta manera, se dejaba impronunciable el sagrado nombre. La Septuaginta por lo general tradujo el tetragrámaton en conformidad al «quere perpetuo», con la palabra «kúrios» (Señor, sinónimo de «Adonay», igualmente, Señor).

9) Existe en el Tanaj una forma abreviada del tetragrama, o sea, «Yah». Ahora, si bien no tenemos certeza alguna en cuanto a la razón del uso de esta forma abreviada; lo cierto es que no tiene equivalencia ni relación alguna con la posterior práctica de abreviar los «nomina sacra». En realidad se observa en dicha abreviatura la vocal básica del tetragrámaton como «quere perpetuo». 

10) Esta abreviatura del Tanaj fue no recibió un tratamiento equivalente en la Septuaginta; es decir, no la transliteró con alguna forma de abreviación o grafía especial. Al mantener dicha abreviatura la vocal básica del tetragrámaton como «quere perpetuo», lo que hizo la Septuaginta fue asumirlo y traducirlo con «kúrios» (“Señor”), o sea, como equivalente a «Adonay» (Señor), incluso con «theós» (Dios).

11) No recibe el sagrado nombre de Dios una inicial mayúscula en el texto hebreo, pues como había advertido, no tiene el hebreo ni el arameo, la distinción entre letras mayúsculas y letras minúsculas. Ya vimos que la forma de darle un tratamiento especial al tetragrama en el Tanaj, fue mediante el llamado «quere perpetuo».

12) A pesar de si tener el griego la distinción entre letras mayúsculas y minúsculas, no reciben un tratamiento similar al que reciben en castellano, los llamados «nomina sacra»; tampoco tiene presencia en el Nuevo Testamento  griego la práctica de abreviar los mismos «nomina sacra». 

13) Al pesar de poner bajo cuestionamiento la práctica de usar una inicial mayúscula para los «nomina sacra», como ya es usual en español; en realidad no me opongo a dicha práctica. Con las ideas que he venido desarrollando en los últimos días, simplemente quise hacer un poco de conciencia respecto de la necesidad de no asociar la dignidad y trascendencia de Dios, al simple uso de una inicial mayúscula, de modo que su falta de uso en algún momento, por un lado, sea considerada como una falta de respeto a la deidad, y por otro lado, sirva de argumento o razón para satanizar y condenar a la persona que así haga, a la persona que se aleje de la tradición en cuestión.

14) Por supuesto, es comprensible que si estamos de acuerdo en tener cierto respeto por el ser de Dios, y todo lo que él representa; tampoco habría de ser un problema el seguir y comprender la usual práctica castellana de distinguirlo con una letra inicial mayúscula.

15) Finalmente, he querido hacer conciencia respecto de que el ya conocido trato de los nombres relacionados con la deidad en el idioma español; no es un asunto exegético y que pueda sustentarse en un análisis de antecedentes y ejemplos en los textos que hoy sirven de base para la exégesis bíblica, como el Tanaj (el Códice de Leningrado, representado por la Biblia hebraica Stuttgartensia y muchas otras ediciones de la Biblia hebrea), y el Nuevo testamento griego crítico (representado por la edición de la serie Nestlé-Aland, y otras ediciones del NT griego).


¡Hasta la próxima!

El uso de la palabra «dios» con letra inicial minúscula es bíblico



Una conclusión con base en los idiomas originales de la Biblia

Héctor B. Olea C.

Las personas muy amantes, preocupadas y defensoras de que las palabras, los nombres relacionados y distintivos de la deidad de la tradición judeocristiana se escriban siempre con letras iniciales mayúsculas, tales como «Dios», «Padre», «Hijo», «Espíritu Santo»; pero que a la vez se muestran muy preocupadas por la adecuación de la traducciones y versiones de la Biblia a los textos hebreos, arameos y griegos, la que podríamos llamar «Biblia madre», «Biblia fuente»; deben considerar seriamente lo siguiente.


Resulta que tanto el hebreo como el arameo no hacen distinción entre letras mayúsculas y letras minúsculas, o sea, que tal distinción y clasificación no forma parte de las características y propiedades de estas dos lenguas, las lenguas originales del AT, o mejor dicho, la Biblia hebrea o Tanaj.

Con relación a la lengua original del NT, el griego koiné; si bien en esta sí existe la clasificación y distinción entre letras mayúsculas y letras minúsculas, a pesar de esto, resulta que en el NT griego (como en la Septuaginta) la palabra «dios» (theós), la palabra «padre» (patér), la palabra «hijo» (juiós) y la expresión «espíritu santo» (pnéuma háguion), no reciben ningún tratamiento especial, sino que se usan como palabras comunes y corrientes, sujetas a las normas comunes de la gramática griega. 

Me explico. Las palabras mencionadas sólo van con letra inicial mayúscula, cuando inician un párrafo, una oración, o van después de un punto, así de simple, por supuesto, siempre y cuando no estemos frente a un manuscrito escrito por completo en letras mayúsculas o capitales (manuscritos unciales).  

Entonces, ¿son más sagradas las versiones de la Biblia que la «Biblia madre», «la Biblia fuente»? ¿Quién debería  ajustarse a quién? ¿Corregiremos los «textos fuentes» para que se ajusten a las traducciones y versiones de la Biblia, o asumiremos una postura crítica frente a las traducciones y versiones precisamente con base en la «Biblia madre», «la Biblia fuente»? 


En resumen, ¿ajustaremos la «Biblia madre» (“los textos bíblicos en sus idiomas originales”) a las versiones, o ajustaremos las versiones a la «Biblia madre», la Biblia fuente»?

Pero, ¿y qué del ADN de los «textos fuentes» (“los textos bíblicos en sus idiomas originales”) que deberían tener y caracterizar a los «textos receptores» (los traducidos, las traducciones y versiones de la Biblia)?

En conclusión, la práctica de emplear siempre una letra inicial mayúscula para los nombres de la deidad en la tradición judeocristiana (nómina sacra), si bien es un recurso muy empleado en las versiones de la Biblia; en realidad no es una cuestión bíblica; no es una práctica demandada por la Biblia misma, ni establecida con base en ella misma, así de sencillo.





«Hotheós» y «tonthéos», ejemplo de un análisis falaz de Juan 1.1

«Hotheós» y «tonthéos», ejemplo de un análisis falaz de Juan 1.1


Héctor B. Olea C.

En su debate con los cristianos en torno a la deidad de Jesucristo (como parte de la general noción trinitaria cristiana del ser de Dios); un tipo de argumentación clásica por parte de comentaristas islámicos, es afirmar que en Juan 1.1 hay dos palabras griegas distintas para hacer referencia a la deidad.

Dicho sea de paso, menciono aquí que para el año 1993 tuve que reaccionar por escrito a un artículo que una dama intelectual islámica publicó en un periódico de circulación nacional, y por cierto uno de lo de mayor circulación; donde hizo uso del tipo de argumentación que en esta nota pongo bajo cuestionamiento.  

Pues bien, siguiendo la argumentación islámica, la primera palabra que se encuentra en Juan 1.1, es «hotheós» (Dios) y la segunda es «tontheós» (un dios, cualquier dios). En consecuencia, como en la expresión “y la palabra estaba con Dios”, la palabra griega traducida supuestamente es «tontheós», no es posible, según ellos, defender y sostener sobre este hecho la deidad de Jesucristo, el lógos encarnado.
Ahora bien, para entender lo falaz de este tipo de argumentación, voy a explicar lo que en realidad vemos en Juan 1.1.

En primer lugar, no es cierto que haya en Juan 1.1 dos palabras distintas para referirse a la deidad.

En segundo lugar, lo que sencillamente vemos en Juan 1.1 es que una misma palabra «theós», por razones sintácticas se usa en dos casos distintos. En caso nominativo, cuya morfología es «theós»; y en caso acusativo, cuya morfología es «theón».

En tercer lugar, no es cierto que en la lengua griega el significado o carga semántica de la palabra cambie, se modifique o se altere simplemente porque según la función sintáctica de la palabra, se produzca un cambio en el caso (según la función sintáctica, así un determinado caso). Por ejemplo, en caso nominativo vemos el uso de la palabra Jesús, (griego «Iesús»), en nominativo en Mateo 17.9a (Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó…); y en acusativo, en Mateo 27.26a; “Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús”… (griego «Iesún»).

Ahora bien, como vemos, es claro que nadie se atreve a decir aquí que ha habido un cambio semántico de la palabra Jesús, sólo por el hecho de haberse producido un cambio de caso, atendiendo al cambio de función de la palabra en la oración; en la primera, como sujeto (el nominativo), y en la segunda, como complemento u objeto directo (el acusativo).   

En cuarto lugar, no es acertado unir el articulo a la palabra como la hacen los comentaristas islámicos, pues en realidad «ho» en «hotheós» es el artículo definido; lo mismo que «ton» en la expresión «tontheós». Por lo tanto, lo correcto es escribir «ho théos» y «ton theón».  

En quinto lugar, otro detalle que ignoran los comentaristas islámicos es el que tiene que ver con el nariz que adquiere la palabra «theós» acompañada o no con el artículo. “El uso de “theós con el articulo y sin articulo es altamente instructivo. Un estudio de los usos del término tal como se dan en la Concordancia de Moulton y Geden, lo convence a uno de que sin el artículo “theós” significa esencia divina, mientras que con el artículo se tiene en vista principalmente personalidad divina… El uso de “theós” en Juan 1.1  es un buen ejemplo: “pros ton (artículo) theón” (estaba con Dios) señala al compañerismo de Cristo con la persona del Padre; “theos (sin artículo) en jo lógos” (era Dios) recalca la participación de Cristo en la esencia de la naturaleza divina (H. E. Dana y Julius R. Mantey en su obra «Gramática Griega del Nuevo Testamento», segunda edición, publicada por la Casa Bautista de Publicaciones, pagina 135)

En sexto lugar, y ahora, como una crítica a la postura tradicional que sustenta el carácter trinitario del ser de Dios. Si bien se concluye que en Juan 1.1 la participación del lógos de la esencia divina no está en discusión; no es menos cierto que el autor del cuarto evangelio pone un parámetro ineludible respecto al tiempo de su compañía y coexistencia con la deidad, a saber, «en el principio».

Es preciso observar que el autor del cuarto evangelio no dice que el lógos fuese eterno, sino y más bien, que para el principio, para antes de la creación ya existía. Además, es claro que incluso las primeras confesiones cristianas tuvieron que hablar y expresarse en una manera en que de una forma u otra se reconocía la no eternidad y la idea de un principio para la existencia del lógos.

En verdad pienso que hay aquí un serio y difícil escollo para la concepción trinitaria: su cuestionable eternidad. Lo cierto es que la idea de una eternidad excluyendo cualquier noción de un principio, es un atributo que en el NT mismo sólo se le atribuye al Padre. En consecuencia, es claro que para el NT tanto el Hijo como el Espíritu Santo tuvieron un principio (considérese  Juan 1.1; Hebreos 1.5; Juan 15.26). Incluso el Credo de Nicea se vio obligado a expresarse en unos términos que reconoce la derivación del Hijo y del Espíritu Santo como procediendo del Padre; en otras palabras, como teniendo estos últimos un punto de origen, en una forma u otra, cito: “Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho”…

Y el credo niceno constantinopolitano: “Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos…” … “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo”

En conclusión, es claro que nuestro análisis pone de manifiesto, por un lado, una explicación falaz de Juan 1.1 por parte de los comentaristas islámicos, y por parte de los comentaristas cristianos, por el otro, así de sencillo.

Concluyo con las pertinentes y muy realistas palabras de Raymond E. Brown comentando el prólogo del cuarto evangelio, en su obra «El evangelio según Juan», publicada por Ediciones Cristiandad, cito: “Admitimos, a pesar de todo, que entre el «la Palabra era Dios», del prologo de Juan, y la posterior confesión de la iglesia reconociendo a Jesucristo como «Dios verdadero de Dios verdadero» (Nicea) media una fuerte evolución en términos de pensamiento filosófico y una problemática distinta”


¡Hasta la próxima!


Hacia un nuevo concepto de «prójimo»



«Tened (tengan) la fe de Dios», una traducción e interpretación bajo sospecha

Héctor B. Olea C.

«Tengan la fe de Dios», una traducción e interpretación bajo sospecha, y por supuesto, sin base alguna en un supuesto “original”. Ciertamente la expresión griega «éjete pístin theú» (Marcos 11.22), podría ser interpretada como «tengan la fe que procede de Dios» (genitivo subjetivo) o como «tengan fe en Dios» (genitivo objetivo).

Ahora bien, para dilucidar bien esta cuestión es preciso tener en cuenta lo siguiente. En primer lugar, que hay dos razones básicas que no favorecen aquí la traducción e interpretación «tengan la fe que procede de Dios» (genitivo subjetivo). La primera, que no tiene el texto griego de Marcos la preposición «ek», que obligaría a traducir «tengan la fe de Dios» («tengan la fe que procede de Dios»).

La segunda razón, que no parece verosímil sostener que formó parte de la teología de Jesús, el considerar la fe como algo otorgado por Dios, a la manera de Pablo que en un sentido teologiza y describe a la fe como un regalo de Dios y como parte del fruto del Espíritu (considérese 1 Corintios 12.9: Gálatas 5.22; Efesios 2.8; este último pasaje parece describir la salvación junto a la fe como “un regalo de Dios” en conjunto).

Finalmente, si el autor del evangelio de Marcos hubiese escrito «éjete pístin ek theú» no habría más opción, sin duda alguna, que traducir e interpretar «tengan la  fe que procede de Dios»”, «tengan la fe que otorga Dios»; pero precisamente no fue eso lo que escribió, así de sencillo.



¡Hasta la próxima!

¡Dos Biblias, no una!

¡Dos Biblias, no una!

Héctor B. Olea C.

Aunque usted no lo crea, por paradójico que le sea, en realidad no hay una sola Biblia, sino dos. Por un lado, tenemos la Biblia real, de la que su largo e histórico proceso de formación, desarrollo, redacción, distribución, traducción, relecturas, omisiones e interpolaciones, posturas contrapuestas, contradictorias e intereses encontrados, conocemos; la que fue escrita por personas de fe en algún sentido, pero de carne y hueso, nada perfectos e infalibles, ni desinteresados ni descontextualizados. Por otro lado, tenemos la Biblia hecha a imagen y semejanza de la teología que sabe que así la necesita, pero que lamentablemente sólo existe en el imaginario y horizonte irreal de dicha teología, así de sencillo.



¡Feliz lunes!