Unas sugerencias metodológicas desde el campo de la
exégesis bíblica
Héctor
B. Olea C.
La visita a la República Dominicana del señor
T.B. Joshua, y la realización de su cruzada el viernes 24 y el sábado 25 del
pasado mes de noviembre; ha originado un debate sobre el tema de la existencia,
realidad y vigencia de los milagros. ¿Es posible hablar en la actualidad con
seriedad del tema de los milagros?
En consecuencia, como una manera de hacer un
aporte serio a esta discusión, desde el campo de la exégesis bíblica; me
propuse compartir estas líneas, una serie de sugerencias metodológicas que pienso
deben ser tomadas en cuenta por la persona que aspire a pronunciarse con
seriedad y conciencia, sin dogmatismo alguno, sobre el tema de los milagros.
En tal sentido debo confesar que voy estas
sugerencias las he tomada, modificado y ampliado, de dos magníficas obras sobre
el tema que nos ocupa; obras que, por supuesto, recomiendo. La primera es «Milagros, una interpretación existencial»,
de Josef Imbach, publicada por Ediciones Mensajero, año 1998.
La segunda obra es «Los milagros de Jesús», por Xavier Léon-Dufour (además editor), junto
a un grupo de especialistas. Esta obra fue publicada (traducción) por Ediciones
Cristiandad, año 1979. La segunda edición de esta obra, la que tengo a mano,
corresponde al año 1986.
A continuación las recomendaciones:
“La historia comparada de las religiones nos
permite evaluar correctamente cada una de las tradiciones de milagros. Además este
método nos permite realizar una tipología de las narraciones de milagros y
ordenarlos en diversos grupos” (Imbach, página 30).
“La noción de milagro como un suceso que
contradice el proceso ordinario de las cosas o las leyes de la naturaleza; se
fundamenta en la falacia de que las leyes naturales se conocen en su totalidad
y sin excepción alguna” (Imbach, página 36).
“En tal sentido, el milagro sería más bien una
contradicción de lo que nosotros sabemos de esas leyes. Semejante reserva
metodológica vale también para el científico de la naturaleza, que tampoco
tiene razón alguna para afirmar que Dios no influye o puede influir en el curso
de las leyes naturales” (Imbach, página 39).
En este punto me parecen muy oportunas las
palabras del escritor inglés Keith Chesterton, citado por Imbach (página 64): “No
puedo imaginar momento peor en la vida de un ateo (y no necesariamente, digo
yo) que aquel en que sabe que tiene que agradecer algo a alguien y no sabe a
quién”.
“En un sentido estricto, se habla de milagros
en el ámbito y contexto religioso. Consecuentemente, se considera el milagro
como el hijo de la fe, porque la fe es la que capacita al ser humano para la
acción de Dios en todos los acontecimientos. Pero esta fe no depende de
milagros espectaculares” (Imbach, página 65). Luego y, al menos en teoría, sólo
habla de milagros quien se identifica y asume una idea de un Dios personal, no
quien se identifica y compromete con una idea panteísta del mismo, o quien niega
la existencia de Dios.
“Que los milagros de Jesús, hace resaltar
Imbach (página 60), no son una prueba «neutral» de su mensaje queda demostrado
por la actitud de sus adversarios. Estos no niegan sus hechos, pero lo
interpretan de distinto modo, y siguen firmes en su incredulidad.”
Además, “la fe, o al menos la predisposición a
ella es la condición para los milagros”. En tal sentido, precisa Imbach (página
61), “los evangelistas insisten repetidas veces en que Jesús requiere la
cooperación de la fe para la realización del milagro”.
Sin embargo, como muy bien pone de relieve
Xavier Léon-Dufour, “la presencia de la fe en los relatos joánicos de milagro
suele ser sorprendente: sólo en dos relatos aparece mencionada expresamente y
como requisito previo al milagro. En otras ocasiones, la fe no es condición,
sino consecuencia del milagro y se convierte en reconocimiento de la gloria de
Jesús” (página 264).
También que, “en los relatos de curación, la
fe es un requisito; en los demás, si aparece, es como consecuencia: cede su
puesto a la iniciativa de Jesús. Por tanto, si hay una característica joánica de
la fe, es la que aparece como consecuencia del milagro” (Xavier Léon-Dufour,
páginas 264 y 265).
“Más que el obstáculo y la persona
desdichada, más que la fe, es el taumaturgo (Jesús con su iniciativa absoluta)
quien adquiere relevancia en el evangelio de Juan” (Xavier Léon-Dufour, página 265).
En todo caso, como plantea Xavier
Léon-Dufour, “en los cuatro evangelios no es posible suprimir los relatos de
milagro, porque forman parte de la estructura misma del género «evangelio»” (página
259).
“En el campo científico, en el campo de las
ciencias naturales, el milagro como concepto no existe. Por esta razón cuando
un científico de la naturaleza se encuentra con un hecho extraordinario que no
encaja con las leyes naturales conocidas, no por eso se siente legitimado para
hablar que está frente a una intervención divina. Dentro del campo de las
ciencias naturales, por principio, no existe el concepto de milagro, sino sólo
fenómenos al momento inexplicables” (Imbach, página 36).
“Realmente muchas cosas que antes se
consideraban milagros son hoy explicables de modo natural gracias a los avances
científicos. Al mismo tiempo, también hemos aprendido que las teorías
científicas merecen un crédito relativo. De todas maneras, el problema de si algunos
sucesos misteriosos, por ejemplo curaciones sorprendentes de enfermedades
incurables, podrán algún día ser explicados de manera natural, no desaparece
con la posibilidad de la existencia de los milagros (Imbach, páginas 37 y 38).
Con relación, por ejemplo, a las llamadas
enfermedades sicosomáticas, plantea Imbach (página 38): ¿No podríamos imaginar
que, en sentido inverso, algunas curaciones son psicógenas, gracias a la
activación de fuerzas espirituales, propias del ser humano, y acerca de las cuales
tenemos una información todavía muy deficiente?”
Por otro lado, “los teólogos, exégetas y
religiosos en sentido general, no pueden evadir el que, incluso en el campo
religioso mismo, exista una especie de frontera con el milagro. En tal sentido
llama poderosamente la atención que no tenemos ejemplos de milagros que
incluyan creación de nueva materia. Por lo menos no tenemos noticias de
milagros en que, por ejemplo, se afirme y testifique que una pierna (mano,
brazo, dedo, etc.) que fue amputada ha crecido de nuevo” (Imbach, página 38).
“Según el entendimiento bíblico, se realiza
un milagro no sólo allí donde sucede algo extraordinario, sino siempre que una
persona reconoce la acción de Dios en las cosas más ordinarias de la vida”. “Según
la concepción bíblica, los hechos extraordinarios, sean cuales sean, sólo
sirven para recordarnos que toda actuación de Dios en la persona es un único
milagro” (Imbach, página 63).
El abordaje adecuado del tema de los milagros
desde la exégesis bíblica no puede ignorar la intencionalidad y los fines de
los relatos de milagros; por supuesto, dentro del marco de sus propios
ambientes históricos y socioculturales. Tampoco debe evadir el análisis
semiótico, ni el análisis desde la crítica de las formas y de la crítica de la
redacción.
En tal sentido, plantea Imbach (páginas 43 y
44), “además de una historia dela tradición, se habla también de una historia
de la redacción. Este concepto se refiere al hecho de que esas unidades
textuales de los libros bíblicos, transmitidos, al principio oralmente y, luego,
en un tiempo posterior, por escrito, fueron reunidos, reelaborados (redactados)
en un libro.
“Así las tradiciones del pasado se
actualizaron con la vista puesta en las necesidades actuales de sus
destinatarios. Por eso, algunas noticias bíblicas no nos ofrecen la realidad de
los acontecimientos narrados, sino que nos permiten más bien una visión de la
situación vital del grupo al que se dirigen, o nos posibilitan sacar
consecuencias de esa situación. Tales intervenciones
redaccionales-condicionadas por el tiempo y la situación- en el material
transmitido son también, desde luego, normales, en las narraciones de los milagros”
(Imbach, página 44).
“Todo el contexto sociocultural como el
género de los evangelios exigen un examen crítico de los relatos de milagro por
parte de quien desee pronunciarse sobre
su historicidad. Una aceptación a priori de la última iría contra lo que el
espíritu humano puede hoy reivindicar como uno de sus derechos más estrictos y,
si la persona es creyente, como condición de un paso en el que compromete todo
su ser” (Xavier Léon-Dufour, página 143).
“Por esta razón, todo juicio sobre la
historicidad sobre los milagros de Jesús debe estar inspirado e ir acompañado
por una gran modestia. En cualquier hipótesis, el historiador no pasará de un grado
relativo de probabilidad, como es de esperar de la ciencia histórica” (Xavier
Léon-Dufour, página 144).
En todos caso y, resumen, si bien la fe
capacita a la persona para al menos aceptar la existencia de los milagros
(aunque en verdad no todo que llamamos milagro lo es); si bien la posible no
confesión de fe de la persona no científica la inhabilita para hablar de la existencia
de milagros; una cosa es cierta: los relatos bíblicos de milagros de por sí no
prueban la historicidad y existencia de los mismos; pero el método científico tampoco
prueba la no existencia de los milagros.
Por otro lado, como lo pone en evidencia la
obra: «¿Son vigentes los dones
milagrosos? Cuatro puntos de vista», escrita por varios eruditos
evangélicos, con Wayne A. Grudem como
editor general, y publicada por Editorial CLIE; incluso en el ambiente estricto
del pensamiento teológico del cristianismo protestante evangélico, no existe
una postura uniforme y monolítica frente al tema de los milagros.
En conclusión, pienso que, sin despojarnos
del todo de una actitud marcada por una fe viva, mucho bien nos hará (a
creyentes y no creyentes) hablar del tema de los milagros, de la presencia de
éstos en la tradición bíblica, sin dogmatismo alguno, con una actitud crítica, juiciosa
y reflexiva, acompañada a la vez por la humildad y la modestia; así de sencillo.
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