El hombre es como la flor del campo, ¿y la mujer?


Un breve comentario sobre el Salmo 103.15-16

Héctor B. Olea C.

Es cierto que por lo general la lectura que se hace del Salmo 103.15 es inclusiva. Dicha lectura parte del supuesto de que la palabra “hombre” aquí apunta de manera inclusiva al hombre (el varón) y la mujer (como en Génesis 1.26-27 cuando afirma que “Dios hizo al hombre («adám», al ser humano) a su imagen y semejanza, varón y hembra los creó”). Pero, ¿es reamente inclusivo el pasaje en cuestión? En lo personal puedo decir categóricamente que no.

Ahora bien,  no estoy diciendo que la verdad que plantea el salmista no sea una realidad del varón y la mujer a la vez y en la misma proporción; ni que el salmista pensara que dicha realidad sólo era propia del varón y que no fuera también la misma respecto de la existencia de la mujer; no, no digo eso. Lo que afirmo es que el salmista, por la cultura patriarcal en la que vivía, habla de esa realidad, pero únicamente desde el punto de vista del varón.

Por un lado, es cierto que aquí la palabra hebrea para “hombre” no es “adán” sino “enosh”, palabra que también puede apuntar al ser humano como tal, de manera inclusiva, y que incluso en el hebreo moderno se usa para señalar “la humanidad”, el “ser humano”. Obviamente, también la palabra “adám” tiene esos matices.  

Por otro lado, el contexto del Salmo 103 apunta a la que perspectiva del salmista es estrictamente la del varón, por la razón ya mencionada, perspectiva que lo lleva a ir todavía un poco más lejos. Observemos:

En el versículo 13 afirma: “Como el padre (no la madre, o la madre y el padre, sino sólo el padre) se compadece de los hijos (estrictamente lo varones, no habla de los hijos y las hijas), Se compadece Jehová de los que le temen (que con toda seguridad apunta a los varones, pues a la mujer no se le exigía por ejemplo la lectura y estudio de la Toráh, tampoco podía ser sacerdote, si bien estaba sujeta a todas las prohibiciones de la misma; por la misma razón la mujer no tenía el compromiso de participar en las fiestas de peregrinación, y estaba sujeta al esposo, como los hijos al padre; tampoco podemos olvidar que la mujer no se contabilizaba en los censos, ni podía ser ni cabeza de familia, y mucho menos de un clan y una tribu).”






En y desde esta misma perspectiva hay que leer y comprender los versículos 17 y 18, cito: “Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, Y su justicia sobre los hijos de los hijos (no incluye las hijas); 18 Sobre los que guardan su pacto, Y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra”

En conclusión, si bien el salmista está hablando de una realidad que sabemos que afecta y que es propia y natural de todo el ser humano, varón y mujer; lo cierto es que el salmista no tenía en mente a la mujer cuando dijo: “el hombre, como la hierba son sus días”, en el Salmo 103.15. Su perspectiva, por lo patriarcal de su ambiente cultural, fue estrictamente la del varón.

Ahora bien, nuestra lectura y exégesis hoy, demanda que traduzcamos respetando el sentido del texto hebreo (que, por cierto, también es respaldado y reproducido por la Septuaginta en su traducción del pasaje en cuestión); pero haciendo también la inclusión y justicia de lugar en nuestra interpretación y aplicación final, en nuestro ejercicio propiamente hermenéutico.   


¡Hasta la próxima!



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