Una reflexión crítica en torno a Efesios 5.21-33
Un artículo escrito originalmente para la revista «Locademia de teología»
Héctor B. Olea C.
En Efesios 5.21-33, en el marco de la sección
parenética de dicha epístola (4.1-6.20), encontramos una sección que se
extiende desde el capítulo 5.21 al 6.9, y que muchas versiones de la Biblia
insisten en identificar como «someteos los unos a los otros».
Ahora bien, tenemos que admitir que el
referido título halla su fundamento en Efesios 5.21, cuando el texto griego
dice: «jupotasómenoi alélois en fóbo kristú», o sea: «Sometidos los unos a los
otros en el temor de Cristo» (genitivo objetivo): «sométanse los unos a los
otros por el temor que le tenemos a Cristo, por reverencia a Cristo».
Ahora bien, una lectura crítica y detenida de
Efesios 5.21-6-9, pone en evidencia que el título «someteos los unos a los
otros», en realidad es engañoso y no le hace justicia a lo que realmente dice
la carta a los Efesios, en la sección en cuestión; esto así, pues como vamos a
ver, la referida sección no establece ni reclama un sometimiento de los unos a
los otros, o sea, todos sometidos a todos, de manera mutua y recíproca; sino
que más bien establece que hay algunos que están sometidos y bajo autoridad, y
otros que sencillamente siempre tienen la autoridad, y ejercen el señorío.
EL ROL DE LA MUJER EN LA BIBLIA.
EL ROL DE LA MUJER EN LA BIBLIA.
En realidad, en Efesios 5.21-6-9 tenemos tres
grupos que están bajo autoridad, y es a
ellos a quienes les exige el autor de la carta, someterse y respetar a quienes
tienen autoridad, potestad y ejercen señorío sobre ellos.
El primer grupo lo representan las mujeres en
relación a sus maridos (Efesios 5.22, 24, 33). El segundo grupo lo representan
los hijos en relación a sus padres (Efesios 6.1-4). El tercer grupo lo
representan los siervos o esclavos, en relación a sus amos o señores (Efesios
6.5-9).
Ahora bien, es engañoso el título «someteos
los unos a los otros», y lo que plantea Efesios 5.22; esto así, pues en
realidad, no supone el autor de Efesios que el marido está sometido a la mujer,
como en cambio sí la mujer al marido; tampoco presupone que los padres estén
bajo la autoridad de los hijos, cómo sí están los hijos bajo la autoridad de
sus padres; finalmente, jamás presupone el autor de Efesios, que los siervos o
esclavos tengan alguna potestad sobre sus amos, cómo sí la tienen los amos
sobre sus siervos o esclavos.
Ahora y, concentrándonos, pues, en Efesios
5.21-33, no es difícil observar que en el desarrollo de su argumento; el autor
de Efesios declara e insiste en que la mujer está sometida a su marido, pero no
él a ella, que ella no está situada en un mismo nivel y plano que él, que no
tiene con su marido una relación de igualdad, y que ella está más bien en una
situación de desventaja. Observemos:
En primer lugar, la mujer debe estar sujeta a
su marido, porque él (el varón y sólo él) es la cabeza del hogar, como Cristo
lo es de la iglesia (Efesios 5.22-24; compárese Colosenses 3.18 y 1 Pedro 3.1).
En segundo lugar, le exige a la mujer que «respete»,
cosa que en ningún momento se lo demanda al marido, dando por sentado que él no
asume que el marido está bajo la autoridad de la mujer (Efesios 5.33).
En tercer lugar, si bien pareciera ser una exigencia
ventajosa para la mujer, cuando le exige
al marido que «ame» a su pareja como Cristo amó a la iglesia, y que amé a su
pareja, como él se ama a sí mismo (Efesios 5.25-33); la situación en realidad
no es tan halagüeña para la mujer, en virtud de que la exigencia que le hace al
varón de que ame a su mujer, no supone que la ha de tratar en un plano de
igualdad, y que su amor por ella daba por inexistente el característico
sometimiento al varón que caracterizada la situación de la mujer en la cultura
hebrea y en la cultura de los pueblos circundantes.
En cuanto lugar, si bien asume el autor de
Efesios que al unirse en matrimonio, el hombre y la mujer constituyen «una sola
carne» (Efesios 5.31-32); esto no
implica para él, que la mujer coexista e interactúe con el marido en un plano
de igualdad y de tú a tú con él. Por tal razón concluye que el marido (el que
tiene el señorío y la autoridad sobre su pareja), «ame a su mujer»; pero a la
mujer, entendida como bajo autoridad y sometida «en todo» a su marido (Efesios
5.24); le exige «respetar a su marido» (Efesios 5.33). Por supuesto, no está
hablando aquí el autor de Efesios, del respeto mutuo que debe caracterizar
todas nuestras relaciones interpersonales: más bien está hablando del respeto
que le debe a su superior, la persona que está bajo autoridad. Por esta razón
la exigencia de «respetar», no es dirigida al varón, sino estrictamente a la
mujer.
Es más, el verbo que emplea el autor de
Efesios en el capítulo 5.33, es el verbo «fobéomai», que significa: respetar,
venerar, reverenciar, tener miedo.
En suma, el autor de Efesios, en la sección
que va del 5.21-33, no presupone el sometimiento mutuo y recíproco del varón y
la mujer, sin distinción ni privilegio alguno, en un absoluto plano de igualdad
de derechos; más bien admite e insiste en que la mujer está sometida al marido,
la mujer es la que está sometida al varón; pero no que el varón esté sometido a
la mujer.
Finalmente, y desde la perspectiva de nuestro
desafío hermenéutico, llama la atención la resistencia de un amplio sector del
cristianismo, a que nosotros expliquemos y definamos en la actualidad la
relación hombre-mujer en el hogar cristiano, y en la iglesia, a la luz de las
conquistas que en términos sociales y políticos ha logrado la mujer al día de
hoy; cuando precisamente sí hay algo claro, en el contexto específico de esta
reflexión y porción bíblica; es que el autor de Efesios empleó las categorías
socioculturales de su época (la mujer sujeta a la autoridad y señorío del varón
en todo), para explicar y definir la relación del hombre y la mujer en el hogar
cristiano, en la iglesia, incluso, la relación de Cristo con la iglesia.
De hecho y, al menos en lo que al género gramatical
se refiere, hay aquí dos elementos de género gramatical masculino y de sexo
masculino, o sea, varones el marido, el varón («jo anér») y Cristo («jo kristós»),
que son los que ostentan la autoridad y el señorío sobre los otros dos
elementos; y otros dos elementos de género femenino (uno de sexo femenino, la
mujer-griego «je guné»-, y otro al que se le atribuye el sexo femenino, pues en
realidad no posee sexo femenino, porque es una cosa, una entidad, un grupo de
personas, la iglesia –«je ekklesía») que son los elementos que están bajo la autoridad
de los otros dos elementos de género y sexo masculino: el varón, el marido («jo
anér») y Cristo («jo kristós»).
Luego, desde la perspectiva del autor de Efesios,
así como la mujer («je guné») estaba sujeta al marido («jo anér») en todo (el
varón ejerciendo señorío sobre la mujer (en términos gramaticales, el elemento
de género femenino sometido a la autoridad y señorío del elemento de género masculino);
así también, desde el punto de vista eclesiológico, la iglesia (elemento de
género femenino: «je ekklesía»), está sometido a la autoridad y señorío del
elemento de género masculino, Cristo («jo kristós»).
Por supuesto, la pregunta lógica es: si fue
correcto y legítimo para el autor de Efesios, y por lo general para todos los
autores de la Biblia, el explicar la relación del varón y la mujer en el hogar
cristiano y en la iglesia, a la luz del tipo de relación que previamente existía
entre el varón y la mujer en sus propios contextos socioculturales; ¿Por qué
fue legitimo este procedimiento para los autores de la Biblia, pero no para
nosotros hoy? Si fue natural y lógico este procedimiento para los autores de la
Biblia, ¿por qué no lo es y de esperar en nuestro caso? ¿Por qué no explicar
hoy la relación del varón y la mujer en el hogar cristiano y en la iglesia, a
la luz de las conquistas sociopolíticas que ya ha logrado la mujer en nuestros tiempos,
en nuestros propios contextos socioculturales y en nuestros marcos jurídicos?
¡Hasta la próxima!
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