¿«Es mi pastor»? o ¿«Me pastorea»?
Una vez más sobre el salmo 23.1
Nociones de gramática (morfosintaxis) del
hebreo bíblico
Héctor
B. Olea C.
La pregunta que titula
es artículo puede parecer innecesaria o sin sentido para muchas personas.
Esto así, pues, hasta
al momento, no conozco, no recuerdo conocer una traducción del Salmo 23 al
español que en lugar de la expresión «es mi pastor», haya traducido «me
pastorea».
Por supuesto, por razones prácticas estoy
dejando fuera de este trabajo (ya que no tiene importancia para el análisis que
ofrezco aquí) la forma en que se asuma el sagrado nombre o tetragrámaton
(Jehová, Jehováh, Yahvé, Yavé, Yahveh, Yahweh, YHWH, el Señor, el Eterno,
Hashém, etc., etc.).
Ahora bien, imagino la
pregunta: ¿Qué diferencia hay entre la traducción «es mi pastor» y la traducción
«me pastorea»?
En primer lugar, diré
que la diferencia no es propiamente semántica, sino más bien gramatical o
formal, relativa la morfología y la sintaxis (cómo funciona sintácticamente en la
oración) de la palabra que está detrás de la tradicional traducción «es mi
pastor».
En tal sentido, es
preciso decir que la palabra «roí» que leemos en el
Salmo 23.1 puede ser asumida, legítimamente, de dos formas: como un sustantivo o
verbo sustantivado (que funciona como un sustantivo), o como un participio, estrictamente
un participio activo que funciona más bien como verbo que cómo sustantivo (forma
nominal del verbo).
En
sentido estricto, «roí» consiste en el participio activo de la conjugación qal,
del verbo o raíz «raá» o «lirót» (pastorear, apacentar, cuidar de).
Luego, si bien los
participios hebreos por lo general se colocan en la lista de flexiones de cada
verbo o raíz en un diccionario no básico del hebreo clásico o bíblico; no se
puede negar que, como puntualiza Page H. Kelly («Hebreo bíblico, una gramática
introductoria», página 158), hay algunos que se han hecho «autónomos», apareciendo
en los diccionarios como nombres o sustantivos particulares.
Entre estos están
redentor o vengador de sangre («goél»), habitante («yoshév»), alfarero
(«yotsér»), salvador («moshía»), escriba o amanuense («sofér»), vidente
(«roé»), pastor (roé), y juez («shofét»).
En todo caso, si bien
es innegable que un participio sustantivado funciona como un sustantivo (un
verbo sustantivado, una forma nominal del verbo), por otro lado, es, ante todo,
natural e indiscutiblemente un participio.
Pero las cosas se complican
más cuando consideramos que los sufijos pronominales (formas que tiene el
hebreo y el arameo) para hacer referencia a los pronombres personales, a las
personas gramaticales cuando «no son sujetos», sino «objetos», funcionan de
manera distinta cuando se adhieren a formas nominales o sustantivos, y cuando
se adhieren a formas verbales.
Consecuentemente, es
preciso decir que los sufijos pronominales adheridos a formas nominales o
sustantivos, indican el posesivo de la persona gramatical a la que hace referencia
el sufijo pronominal.
Pero adheridos a formas
verbales, los sufijos pronominales señalan como «objeto directo pronominal» a
la persona gramatical a la cual hace referencia el sufijo pronominal.
Ahora bien, una
realidad incuestionable es que «roí» (como sustantivo o como participio que
funciona como verbo) tiene el sufijo pronominal de la primera persona común
singular, «yo».
Luego, si se asume como
sustantivo, como verbo sustantivado, el sufijo pronominal en «roí» indica el
posesivo de la primera persona común singular: «mi pastor».
Pero si se asume como
lo que ante todo es, un participio activo (que funciona como verbo), el sufijo
pronominal en «roí» señala a la primera persona común singular como un «objeto
directo pronominal»: «me pastorea».
De todos modos, debe quedar
claro que no hay nada que obligue a sumir a «roí» como una forma nominal, un
sustantivo, un verbo sustantivado, para creer que la única traducción posible y
legítima: «es mi pastor».
Obviamente, tampoco no hay nada, en principio,
que obligue a considerar a «roí» como un participio activo con sufijo
pronominal (un participio que funciona como verbo); sin embargo, hay dos cosas
que, a nuestro entender, favorecen que se asuma como tal: en primer lugar, el
hecho de que ante todo e innegablemente, «roé» (estado absoluto singular) es un
participio; en segundo lugar, que, como muy bien observan Paul Jouon y Takamitsu Muraoka: «un participio cuando toma o recibe un
sufijo pronominal, puede funcionar realmente como un verbo, más que como un
verbo sustantivado» («Gramática del hebreo bíblico», Verbo Divino, 2005, página
187).
En
todo caso, llama
mucho la atención que, prácticamente, ninguna versión conocida de la Biblia en
español haya ido aquí contracorriente.
Una honrosa e innegable
excepción
Es preciso poner de
relieve que la clásica versión griega (Septuaginta, Los LXX), sí asumió a «roí»
como lo que realmente es: un participio con sufijo pronominal que funciona como
verbo (me pastorea, me apacienta).
Por tal razón tradujo a
«roí» con la expresión: «poimáinei me» («piméni me», pronunciación reucliniana):
«me pastorea», «me apacienta».
Finalmente, si bien la carga semántica de la
traducción «es mi pastor», es en esencia la misma que de la traducción «me
pastorea», la cuestión es que desde el punto de vista morfosintáctico, considerando
a «roí» que es ante todo un participio con sufijo pronominal, que funciona más bien
como verbo que como un verbo sustantivado (forma nominal del verbo); el texto
hebreo no estaría señalando «el pastor que me es propio» («mi pastor»), sino
«que yo soy el objeto directo de la acción de pastorear» de Jehová, Jehováh,
Yahvé, Yavé, Yahveh, Yahweh, YHWH, el Señor, el Eterno, Hashém, etc., etc.
En tal sentido, una
mejor traducción sería: «El Señor me pastorea», «El Eterno me pastorea»,
«Hashém me pastorea», «Jehová me pastorea», etc., etc.
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