Una perspectiva crítica
Héctor
B. Olea C.
Las personas que atribuyen al «pecado» la
situación de desventaja, sometimiento e inferioridad en que por lo general la
tradición judeocristiana, la tradición bíblica misma, describe la situación de
la mujer en relación al varón; no deberían perder de vista las siguientes pistas:
Por un lado, que la narración bíblica que da
cuenta del origen del pecado (la desobediencia de Adán y Eva), de antemano (antes
de que surgiera el pecado mismo, antes de que la narrativa misma de la creación
diera cuenta del origen del pecado, en concordancia con el relato de Génesis
2.4-25, y no a la luz del relato de Génesis 1.1-2.3) ya había descrito y colocado
a la mujer en un plano de desventaja, cuando sostiene que:
1) Que la mujer fue creada, puesta en
existencia, con posterioridad al varón (lo que equivale a decir que el varón
fue creado primero; perspectiva desde la cual, particularmente Pablo en el NT,
saca unas conclusiones perjudiciales para la mujer, considérese 1 Corintios 11.7-9,
y por cierto, sin hacer alusión alguna al «pecado»).
2) Que la mujer procede del varón y vino a
existencia a partir de la existencia de éste (de una costilla suya; compárese 1
Corintios 11.7-9).
3) Que la mujer fue creada a semejanza del
varón (y no al revés: su ayuda idónea; pero Pablo va más lejos y afirma que la
mujer fue creada por causa del varón (existencia instrumental), y no el varón
por causa de la mujer; 1 Corintios 11.9).
4) Y directamente desde el NT pero con base en
la narrativa del AT en cuestión: que la mujer es gloria del varón, pero el
varón es imagen y gloria de Dios; en otras palabras, que la mujer es el reflejo
de la gloria del varón, pero el varón es un reflejo de la gloria de Dios (1
Corintios 11.7-9).
Por otro lado y, curiosamente, no faltó la
acusación en la tradición bíblica misma (AT y NT) de que la mujer fue la que
falló (Génesis 3.1-6; 1 Timoteo 2.13-14).
Finalmente, es claro que atribuirle al «pecado»
la situación de desventaja e inferioridad en que por lo general la tradición
bíblica y judeocristiana (AT y NT) coloca a la mujer; es una piadosa pero
desacertada explicación teológica, que más bien la saca el cuerpo al problema,
y que precisamente ignora y no le hace justicia a la perspectiva de la
narración bíblica misma, que coloca a la mujer en una situación de desventaja e
inferioridad, desde el momento mismo de la puesta en existencia de la mujer: como
siendo creada en un segundo plano, a partir de la existencia del varón, como creada
por causa del varón, para satisfacer al varón, y como reflejo de la gloria del
varón.
Además y, en última instancia, tampoco
podemos obviar, por un lado, el hecho de que la noción de «pecado original» no
es una variable a considerar, ni forma parte de la religión judía, ni del
pensamiento teológico y antropológico hebreo; pero tampoco del Nuevo Testamento
como tal.
Y por otro lado, que no cuenta la religión
cristiana con un relato de la creación propio, sino que ha hecho suya la
narración hebrea de la creación, la cual ha interpretado de una manera
particular, y en ciertos aspectos, de espalda a la perspectiva hebrea y con unos
matices extraños a la narrativa hebrea misma.
¡Hasta la próxima!
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