Traducción versus transliteración (transcripción)
La palabra «aleluya» en el centro de esta cuestión
Héctor B. Olea C.
La palabra, unidad fundamental de la comunicación lingüística, constituye una cadena fónica, o sea, una secuencia o cadena de sonidos lingüísticos o fonemas (unidad lingüística más pequeña carente de significado).
Luego, si bien se cree que las versiones o traducciones de la Biblia siempre se traduce (que todo es traducción), lo cierto es que no siempre se traduce.
En realidad, y, en honor a la verdad, hay una serie de palabra o expresiones que se han hecho prácticamente universales, sin embargo, no constituyen propiamente una traducción, sino una transliteración o transcripción de una expresión o término presente en los textos bíblicos en sus lenguas originales.
En tal sentido, es preciso decir que la tan popular y universal palabra «aleluya», generalmente empleada como expresión de alabanza o adoración, en realidad no es una traducción, sino más bien una transliteración de una expresión hebrea (presente sólo en el libro de los Salmos).
Consecuentemente, como transliteración que es, la palabra «aleluya» no transmite la carga semántica, el significado que tiene la expresión hebrea detrás de la misma, sino la secuencia de fonemas (o sonidos lingüísticos) que representa.
Análisis y explicación de la expresión hebrea detrás de la palabra «aleluya»
La palabra expresión hebrea detrás de la palabra «aleluya» está conformada, por un lado, por un imperativo de la segunda persona masculina plural (ustedes), de la conjugación piel, de la raíz «lejalél» (alabar, elogiar, ensalzar, enaltecer, glorificar, etc.), o sea, «jalelú» (alaben ustedes, glorifiquen ustedes).
Por otro lado, el segundo elemento que conforma la expresión hebrea detrás de la palabra «aleluya», es «yaj», una forma abreviada del sagrado nombre (YHVH), funcionando como objeto o complemento directo del imperativo «jalelú» (alaben ustedes, glorifiquen ustedes).
Luego, el significado de la expresión hebrea «jalelu-yáj» es: «alaben ustedes al Señor», «glorifiquen ustedes al Señor», significado que, por supuesto, no comunica la cadena fónica griega «jaleluiá», tampoco la expresión latina «alleluia», «alleluja» (leer: «al-leluya») ni la cadena fónica española «aleluya».
Por otro lado, no es posible dejar de lado que, en efecto, en Jeremías 20.13 está presente la expresión «jalelú et- YHVH», en la cual la partícula intraducible y que marca el objeto determinado «et» (delante de YHVH), lo señala como objeto o complemento directo del imperativo «jalelú» (alaben ustedes, glorifiquen ustedes).
Pero esta vez la clásica versión griega (Septuaginta, Los LXX) no transliteró con la ya conocida «jaleluiá» (como en los Salmos), sino que tradujo con la expresión «ainésate autó» (alábenlo ustedes).
En conclusión, la palabra española «aleluya» no es una traducción, pues no transmite el significado de la expresión hebrea detrás de la misma, sino más bien una transliteración que ha procurado reflejar, gracias al griego y luego al latín, la cadena fónica que constituye la referida expresión hebrea.
Finalmente, es preciso poner de relieve que la palabra «aleluya» nos ha llegado y se ha hecho universal gracias a la opción asumida por la clásica versión griega (Septuaginta, Los LXX), de transliterar en lugar de traducir.
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