La forma verbal «vayítser» en Génesis 2.7 y 19 ¿Alguna diferencia semántica?


La forma verbal «vayítser» en Génesis 2.7 y 19
¿Alguna diferencia semántica?
Nociones de hebreo clásico (bíblico)

Héctor B. Olea C.

Principio: Un profesional y excelente curso de hebreo clásico (bíblico), debe hacerte consciente de algunas cuestionables argumentaciones gramaticales y teológicas por parte de judíos, judíos mesiánicos, de los de las llamadas «raíces hebreas», de cristianos en general, y de cualquier otro grupo o corriente, en su apelación al texto hebreo de la Biblia Hebrea.

Puntualizaciones necesarias y oportunas de la gramática del «hebreo clásico (bíblico)»

En el hebreo clásico (bíblico) existen seis verbos que se caracterizan porque sus dos primeras radicales son la letra «yod» («yod» consonántica) y la letra «tsáde» («ts»): «yatsáv» (establecer, señalar fronteras), «yatság» (poner, colocar), «yatsá» (acostarse, estar tendido), «yatsáq» (derramar, verter), «yatsár» (modelar, formar) y «yatsát» (arder, prender).

La conjugación de estos verbos tiene algunas características especiales. Entre ellas, que la «yod» (primera radical o consonante del verbo o raíz) a veces se asimila o elide (se elimina, desaparece) en el imperfecto («yiqtól»), sin que esto implique algún cambio semántico.  

Por supuesto, no es posible olvidar que, precisamente, una «yod» (consonántica) es el prefijo que identifica a la tercera persona masculina singular y a la tercera persona masculina plural en el imperfecto o «yiqtól» en todas las conjugaciones del sistema verbal hebreo.

En tal sentido, es preciso decir que en Génesis 2.7 y 19, la Biblia Hebrea emplea uno de estos seis verbos, específicamente el verbo «yatsár» (modelar, formar, plasmar, labrar, tallar, esculpir, etc.).

En Génesis 2.7, en relación a la puesta en existencia del hombre, la Biblia Hebrea empleó la forma verbal «vayítser» («y formó»), forma «vayyiqtól» (imperfecto conversivo), conjugación qal, de la tercera persona masculina singular, del verbo «yatsár».

Pero en respecto de la creación de los animales o bestias del campo, en Génesis 2.19, la Biblia Hebrea empleó la forma verbal «vayítser» («y formó»), forma «vayyiqtól» (imperfecto conversivo), conjugación qal, de la tercera persona masculina singular, del mismo verbo «yatsár».

Como se puede ver, en realidad la forma verbal del verbo «yatsár» que se empleó en Génesis 2.7 y en Génesis 2.19 es la misma, pues están en la misma conjugación, en la misma persona gramatical (género y número), en la misma forma («vayyiqtól») y con la misma carga semántica (significado).

En realidad, la única diferencia entre la forma verbal de Génesis 2.7 y Génesis 2.19 es morfemática, morfológica, esto así porque la forma verbal de Génesis 2.7 conservó la «yod» inicial (la primera radical o consonante del verbo «yatsár») que, sin embargo, se elidió, asimiló o eliminó en Génesis 2.19.

Por supuesto, es preciso decir que la forma verbal «vayítser», de Génesis 2.7 (que mantuvo la «yod» inicial), la retiene, sí, pero no como consonante (su función original como primera consonante del verbo «yatsár»), sino como vocal.  

Luego, a la luz de la gramática hebrea, no es posible establecer diferencia semántica alguna entre la puesta en existencia del hombre en Génesis 2.7 y la puesta en existencia de los animales o bestias del campo en Génesis 2.19, con base al empleo de una forma verbal que haya conservado la «yod» inicial del verbo «yatsár» (aunque como vocal), y otra que la haya elidido o eliminado.

Sin embargo, hay quienes que, precisamente con base en esta diferencia morfológica o morfemática, han pretendido establecer una diferencia entre la puesta en existencia del ser humano (Génesis 2.7) y la puesta en existencia de los animales del campo (Génesis 2.19), en cuanto al alcance o implicaciones de ambas, de las mismas.

En tal sentido y, por ejemplo, Rashí, en relación a la forma verbal «vayítser» de Génesis 2.7, desde una interpretación midrásica, argumenta: “Este verbo alude a que hubo dos actos de formación del ser humano: una formación para este mundo y otra formación para la resurrección de los muertos”.

Sin embargo, con respecto a la formación del animal («vayítser» en Génesis 2.19, digo yo), que no es juzgado por Dios, no fueron escritas dos letras (digo yo, dos «yods», la «yod» consonante inicial del verbo «yatsár», y la «yod» prefijo del «yiqtól» de la tercera persona masculina singular, y de la tercera persona masculina plural), comentario de Rashí al libro de Génesis.

De todos modos, es preciso tener en cuenta que, respecto de la puesta en existencia del hombre (el ser humano) como de la puesta en existencia de los animales o bestias del campo, se afirma que proceden «del suelo de la tierra».

El hombre «del polvo de la tierra» («afar min ja-adamá», Génesis 2.7), y los animales o bestias del campo «del suelo» («min ja-adamá», Génesis 2.19).

Pero la cuestión no queda ahí, pues resulta que del hombre se dice que al soplar Dios aliento de vida en su nariz, éste vino a ser un «néfesh jayyá» (un ser vivo, un ser viviente), Génesis 2.7; y en Génesis 2.19 los animales (o bestias) del campo son identificados precisamente con la palabra hebrea «jayyá» (ser vivo, ser viviente).

Y en Génesis 1.24 los distintos géneros o bestias del campo (incluyendo los reptiles) son identificados con la expresión hebrea «néfesh jayyá», o sea, la misma con que se identifica al hombre (ser humano) en Génesis 2.7.

Finalmente, en Génesis 1.25 se identifica a las distintas especies de animales de la tierra con la palabra hebrea «jayyá» (aquí en estado constructo, «jayyát», porque es el primer elemento de una cadena constructa), o sea, la misma palabra con que se identifica al ser humano en Génesis 2.7.

En resumen, al margen de una interpretación midrásica o teológica como la de Rashí, desde el punto de vista filológico, lingüístico y gramatical, es evidente que la forma verbal «vayítser» en Génesis 2.7 y Génesis 2.19 se emplea en ambos casos con la misma carga semántica (igual significado), y que, el retener o elidir la «yod» inicial, sin duda alguna, tiene una sencilla explicación gramatical.

Además, es preciso llamar la atención respecto de la forma en que la clásica versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta, Los LXX) tradujo las formas verbales en cuestión.

Pues bien, en ambos casos, Génesis 2.7 y Génesis 2.19, la clásica versión griega tradujo con la misma forma verbal, con el mismo verbo, o sea, «kai éplasen» («y formó», aoristo primero, voz activa, modo indicativo, tercera persona del singular, del verbo «plásso»: modelar, formar, hacer que algo sea o exista.

O sea, que el traductor al griego vio lo obvio, lo mismo que yo y muchos otros, que no había ninguna diferencia semántica entre la forma verbal que mantuvo la «yod» inicial, aunque como vocal (Génesis 2.7), y la forma verbal que la elidió (Génesis 2.19).

En todo caso, si se desea establecer alguna diferencia respecto de las implicaciones de la puesta en existencia del ser humano y la puesta en existencia de los animales, según la narrativa del Génesis; es mejor apelar a una argumentación más idónea que a la eliminación o conservación de una consonante en la conjugación de un verbo hebreo irregular (o «débil»), fenómeno que, en realidad, no supone cambio semántico alguno.  

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