Una perspectiva crítica y consciente
Héctor
B. Olea C.
A propósito de la presencia de Juan 8.32 en
el escudo de la bandera nacional de la República Dominicana, junto al lema «Dios,
Patria y libertad»; muy a pesar de la presunción de al menos un sector de la comunidad
evangélica; parece comunicar la idea de que una patria que tiene a Dios como
referente (en algún sentido), debe caracterizarse precisamente por una vida,
una sociedad, una cotidianidad vivida en libertad, donde prime y se garantice la
libertad de creencia (y la increencia), de conciencia y de cultos.
Después de todo, una presencia religiosa de
corte cristiano protestante y un tanto distinta a la católica (si bien no tan
distinta como a muchos les habría gustado), no tuvo presencia en el territorio dominicano
sino para el año 1824, con la llegada de unos seis mil (6000) negros libertos estadounidenses
(entre los que vinieron dos ministros ordenados de la Iglesia Africana
Metodista Episcopal); inmigración arreglada y patrocinada por el presidente e invasor
haitiano Jean Pierre Boyer, precisamente por ser protestantes y para molestar a
la Iglesia Católica. En consecuencia, es preciso poner de relieve que la primera
presencia del cristianismo protestante en territorio dominicano es deudora del dominio
y el poder invasor haitiano en territorio dominicano (1822-1844). Y en honor a
la verdad histórica, pienso que las comunidades cristianas y evangélicas con
presencia en territorio dominicano, deben ser conscientes de esta indiscutible realidad.
En tal sentido, si bien el pueblo dominicano
como tal no habría de sentirse cómodo con la presencia de un poder invasor en
su territorio; la primera presencia de un cristianismo de corte protestante, la
primera presencia de un culto y una teología protestante en territorio dominicano,
arreglada y patrocinada por el invasor Jean Pierre Boyer, probablemente sea una
espinita que haya marcado de manera particular la visión de la Iglesia Católica
respecto del invasor poder haitiano. Por supuesto, la gesta del 27 de febrero
del año 1844 puso fin al dominio del poder invasor haitiano en el territorio dominicano;
pero el protestantismo quedó y ha permanecido como marca indeleble de su efímera
presencia.
En suma, es prácticamente imposible, y muy
inverosímil creer que la presencia de Juan 8.32 en el escudo de la bandera
nacional, esté comprometido con las pretensiones del cristianismo católico y
del cristianismo protestante y evangélico, que a ultranza pretenden imponer el
imperio de su particular verdad y su modo peculiar de interpretar la Biblia, incluso
fuera de los límites de su propio ámbito (la propia comunidad de sus fieles).
En consecuencia, a la luz de las pretensiones
y la lucha de los padres de la patria y de los muchos otros que con ellos
procuraron liberar al pueblo dominicano del
poder invasor haitiano; una patria que tiene a Dios como referente, debe garantizar
precisamente la libertad física, de conciencia, de creencia, la increencia y la
libertad de cultos; también debe sentirse comprometida con la indiscutible igualdad
de todos los seres humanos, debe luchar y oponerse a todo tipo de discriminación
y tiranía, incluso la tiranía religiosa, así de sencillo.
¡Hasta la próxima!
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