«David, conforme al corazón de Dios», ¿en qué sentido?


De las expresiones bíblicas y sus contextos

Héctor B. Olea C.

Otro argumento recurrente al que apelan las personas que se resisten a aceptar que entre David y Jonatán hubo una relación amorosa de tipo homosexual (a ultranza y al margen de las pistas que al respecto nos ofrece la narración bíblica misma); es el siguiente: 

«David fue un hombre según el corazón de Dios»

Ahora bien, cabe preguntar: ¿establece esta afirmación que David fue una persona de un perfil y conducta intachable? ¿Fue David una persona que siempre hizo aquello que se supone agradaba a Dios? ¿Debe interpretarse como un sello de perfección y conducta intachable esta especie de descripción de la persona de David? ¿Cómo ha de interpretarse y hacia dónde apunta en su debido contexto, la afirmación de que David era «conforme al corazón de Dios»?

Corrección terminológica. Si bien podemos decir que se entiende adecuadamente el uso de la expresión «un hombre según el corazón de Dios»; lo cierto es que tal expresión, como tal, no se la encuentra en la Biblia, tomando como punto de partida la versión Reina Valera 1960, ya que dicha versión más bien empleó otra expresión que le es equivalente.

Ahora bien, el punto de arranque para el empleo de esta muy popular expresión, lo encontramos en 1 Samuel 13.14 (sólo en la narración deuteronomista), en ocasión y contexto en que el profeta Samuel le comunica al rey Saúl que por su reiterada desobediencia Dios lo había desechado para seguir siendo rey, y se había buscado un sustituto que era conforme a su corazón.  Consideremos dicho texto:

“Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó” (1 Samuel 13.14)





Por otro lado, encontramos en el Nuevo Testamento la única referencia en toda la Biblia a 1 Samuel 13.14, a saber Hechos 13.22. Consideremos también este texto:

“Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero”

Sin embargo, ante esta apelación acrítica del autor de Hechos a 1 Samuel 13.14, cabe preguntar: ¿Habrá conocido el autor de Hechos la misma historia de David que nosotros conocemos ateniéndonos estrictamente a la narración canónica del Antiguo Testamento?

De todos modos, por el contexto en que surge la idea de «un varón conforme al corazón de Dios», en ocasión del rechazo divino de la figura de Saúl para seguir siendo rey, y la elección de David como el ideal sustituto; tenemos que concluir que «un hombre según el corazón de Dios», sencillamente sería un hombre común y corriente, de carne y hueso, pero siempre preocupado y esforzado en hacer lo que Dios le ordenara, lo que Dios le pidiera, en fin, hacer y reflejar la voluntad de Dios (cosa que le fue prácticamente imposible para Saúl, y en cierta forma, para David también).

En consecuencia, el contraste que vino a sugerir la expresión «un varón conforme al corazón de Dios», es el siguiente: Saúl, «hombre no conforme al corazón de Dios» (varón desobediente); el sustituto de Saúl, David, un «hombre conforme al corazón de Dios» (varón obediente).

Pero cabe preguntar: ¿Fue en realidad David un hombre conforme al corazón de Dios”, en el sentido básico al que apunta dicha expresión? ¿Fue David tan obediente como se esperaba? Además, al considerar todos los hechos de David, ¿en realidad fue Saúl tan malo como se cree o nos han hecho creer?

Además tampoco se debe perder de vista que el hecho de que después del contexto propio en que la narración bíblica da cuenta del origen de dicha expresión, nunca se volvió a emplear la misma en relación al mismo David, jamás después de éste asumir el trono, tampoco en todos los años de su reinado, tampoco se la encuentra presente en las palabras y evaluación final acostumbrada al término de sus días (considérese 1 Reyes 2.10-12; 1 Crónicas 29.26-30).  

En tal sentido, es claro que la referencia de Hechos 13.22, a 1 Samuel 13.14 y a la expresión en cuestión, no tomó en cuenta las acciones de David con posterioridad a la proyección que del carácter de su persona se hizo con la misma, cuando éste asumió el trono, y cuando por fin profeta alguno comenzó a someter a escrutinio las acciones de David el monarca.   

En conclusión, el que se esperara que David fuese «conforme al corazón de Dios», es decir, que habría de obedecer a Dios en todo, ¿hace imposible el que éste haya tenido una relación amorosa de tipo homosexual? Personalmente pienso que no. Además, según la narración bíblica misma y, en sentido estricto, ciertamente Saúl no pudo ser un hombre «conforme al corazón de Dios», pero David tampoco.   
   
Además, ¿fueron mortales los pecados de Saúl, pero veniales, los de David? ¿Tuvo Dios un villano o pecador favorito, David? ¿Cómo habrán sido matizados y retocados los relatos de la vida de David en la medida en que la figura de éste se fue idealizando? ¿En verdad mató David a Goliat (compárese 1 Samuel 17.1-58; 2 Samuel 21.19)?

Pienso que una manera de articular una respuesta adecuada a estas preguntas es considerando la perspectivas desde las cuales escribieron los autores de los llamados libros históricos del Antiguo Testamento.

En primer lugar, como nos dice Antonio González Lamadrid, “En la Biblia todos los libros son teológicos, también los que llamamos históricos, incluidos 1 y 2 Samuel. Esta realidad nos dice mucho de cómo y por qué se incluyen y se excluyen ciertos detalles en toda la narración bíblica”.

En segundo lugar, como también nos dice el mismo Lamadrid: “Una lectura comparada de las historias deuteronomista (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes) y cronista (1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías), permite descubrir la libertad de los historiadores bíblicos a la hora de tratar los acontecimientos y sus protagonistas. Cierto, no es una libertad caprichosa, sino que viene determinada por dos acondicionamientos principales. Primero, por los presupuestos teológicos de los que parte que cada uno de los historiadores. Segundo, por la finalidad que se proponen y los destinatarios a los que dirigen la obra” («Historia, Narrativa, Apocalíptica», páginas 139, 140).

En tercer lugar, como muy bien apunta la Biblia del peregrino edición de estudio (de Luís Alonso Schokel) en la introducción a los libros de Samuel: “En primer lugar, el Deuteronomista tiene ideas bastantes clareas y precisas, que orientan el relato en su conjunto. Los criterios del Deuteronomista  y la situación histórica condicionan seriamente al autor. Su historiografía es tendenciosa. En segundo lugar, estos libros de Samuel son descaradamente favorables a David, contra Saúl, y por tanto, no menos tendenciosa”.

En cuarto lugar, si bien los libros de Samuel son muy favorables a David, no es menos cierto que nos muestran a un David mucho menos idealizado como el que nos presenta la historia cronista. “La tendencia a idealizar a David alcanzará su culminación dentro de la Biblia en la historia del cronista. El David de 1 Crónicas es el hombre y el rey ideal, todo luz y claridad, sin manchas, ni sombras” (Lamadrid, fuente citada, página 139).

En quinto lugar, si bien es demasiado favorable a David, la historia deuteronomista; no es menos cierto que para el deuteronomista no es David el rey ideal y perfecto, sino Josías (considérese 2 Reyes 23.25). Por otro lado, es David el rey ideal y perfecto para el cronista. Esto explica por qué en los libros de Samuel, David es presentado con muchas luces, pero también con muchas sombras, pero en la obra cronista, como un monarca perfecto.   

Además, precisamente por lo que acabo de decir, se comprende que el deuteronomista no excluyera los detalles relacionados a la relación de David y Jonatán, incluso si habrían de originar ciertas sospechas de que tal relación podría implicar un posible amorío de tipo homosexual entre éstos. A la vez, y por las mismas razones, se comprende que el cronista en su versión o relato excluyera los detalles relacionados con la relación entre David y Jonatán.    

En sexto lugar, si la sospecha de que la relación entre David y Jonatán, según nos la cuenta el deuteronomista, ciertamente podía dar origen a ciertos cuestionamientos  y hacer pensar que hubo entre ellos algo más, mucho más que una profunda amistad; si esta fue la sospecha del cronista y por eso ignoró este detalle de la vida de David; sin duda que tuvo razón.  

En séptimo lugar, si la sospecha de que la relación entre David y Jonatán, según nos la cuenta el mismo deuteronomista, ciertamente podía dar origen a ciertos cuestionamientos y hacer pensar que hubo entre ellos algo más, mucho más que una profunda amistad; si esta fue la sospecha del deuteronomista, y por eso se esmeró en contarla con lujo de detalles, como una manera de establecer ciertos contrastes entre David, el rey imperfecto (con una imagen pública y privada muy cuestionable), y hasta envuelto en una relación amorosa de tipo homosexual; y Josías, su rey perfecto; sin duda que también tuvo razón.  

Finalmente, si para el cronista David fue el hombre conforme al corazón de Dios, es decir, obediente en todo; para el deuteronomista lo fue Josías (considérese 2 Reyes 23.25).

En suma, entendida en su debido contexto, la expresión «un varón conforme al corazón de Dios», sencillamente apuntaba a que David, el ideal sustituto de Saúl, a diferencia de éste, sería obediente; sin embargo y, al final, Saúl no pudo cumplir con el ideal de ser obediente en todo, pero David tampoco.

Por otro lado, llama la atención que el reinado del Saúl, el desechado por su desobediencia, tuvo exactamente la misma duración (40 años, 1 Samuel 31.1-13; 1 Crónicas 10.1-13; Hechos 13.21) que el de David, el que se esperaba que sería la diferencia, que sería obediente, pero que al final, tampoco lo fue (también 40 años, 1 Reyes 2.10-12; 1 Crónicas 29.26-30).

O sea que, al final, la duración del reinado, que según 1 Samuel 13.14, daría indicios del rechazo o aceptación divina, resultó sin valor alguna ante la misma duración del reinado de Saúl (el desobediente por antonomasia), y David, el monarca soñado y su sustituto ideal.  

Además y después de todo lo dicho, resulta inútil aplicar o asociar la idea de «un varón conforme al corazón de Dios», a la capacidad de arrepentirse y de reconocer sus faltas que muchas veces mostró David (compárese 2 Samuel 12.13; Salmo 51); esto así, pues tantos arrepentimientos no son señales de una conducta obediente, de una obediencia irrestricta, sino precisamente de todo lo contrario.   

Conclusión: A luz de la narración bíblica misma, la afirmación, «un varón conforme al corazón de Dios», por un lado, es esencialmente utópica; y por otro lado, entendida en su debido contexto bíblico, en nada cuestiona la idea de una relación amorosa de tipo homosexual entre David y Jonatán.  



¡Hasta la próxima!

«Si la Biblia no la condenó, fue porque no existió», un argumento sin fundamento


Cuando la interpretación de la Biblia ignora el dato bíblico mismo


Héctor B. Olea C.

Un argumento recurrente al que apelan las personas que se resisten a aceptar que entre David y Jonatán hubo una relación amorosa de tipo homosexual (a ultranza y al margen de lo que al respecto y en realidad dice la narración bíblica misma); es el siguiente:  

«Que no se ve que en la Biblia se le haya pasado juicio y reprochado a David el haber tenido una relación amorosa de tipo homosexual, como otras malas acciones suyas».

Por supuesto, no niego que visto y planteado así, en el vacío, sin  tomar en cuenta la narración bíblica misma, los específicos relatos bíblicos que nos dan cuenta de la relación entre David y Jonatán; dicho argumento parece ser muy contundente, de mucho peso, y hasta con cualidad de irrefutable. Sin embargo, una vez que sometemos este argumento al control de los datos que nos proporciona la narración bíblica misma, se hace demasiado notorio lo falaz y carente de fundamento que resulta dicho argumento.

En tal sentido, pienso que es preciso, urgente e ineludible, plantearse con seriedad, serenidad, sin prejuicios, sin apasionamientos, con una verdadera preocupación por conocer la verdad y no por salvaguardar dogma alguno; la siguiente pregunta:

Según y estrictamente apegándonos a la narración bíblica: ¿cuándo es que por primera vez se le pasa balance y se enjuician las acciones de David? ¿En qué etapa de su vida es que, según los textos bíblicos, se enjuician las acciones de David?

Ahora bien, una respuesta adecuada y bien fundamentada a la pregunta planteada, debe ir en la siguiente línea:  

En primer lugar, lo que primero que hay que admitir es que una relación de tipo homosexual de David con Jonatán no fue condenada, ni vemos que le fuera reprochada particularmente a David, es sencillamente, porque en honor a la verdad, ningún caso de homosexualidad fue juzgado en la narración bíblica, con base en lo establecido en Levítico, en el código de santidad. Esto así muy a pesar de lo que muy posiblemente indica la existencia y la necesidad de la norma misma: el hecho de que la existencia de ella en cuanto al coito homosexual, se hizo necesaria precisamente para tratar de normar o erradicar una práctica aparentemente ya bien establecida.  

En segundo lugar, no vemos en la narración bíblica que las acciones y los hechos de David fueran sometidos a juicio hasta que éste no fue nombrado rey. Y en este sentido, podemos decir de manera categórica que el primer balance que se le pasa a las acciones de David, siendo ya rey, por supuesto, fue cuando éste hizo suya a la mujer de Urías y luego traza una trampa mortal para quitarle la vida al mismo Urías (considérese 2 Samuel 12.7-13).

Además, no podemos olvidar (ateniéndonos estrictamente a la narración bíblica) que la muy estrecha relación de David y Jonatán tuvo lugar mucho antes de que David llegara a ser rey, y como lo demuestra la narración bíblica misma, también fue anterior a la primera experiencia de relación amorosa heterosexual de ambos, con la intimidad implicada por supuesto.   

En conclusión, el que no veamos que se condene en la Biblia una relación amorosa de tipo homosexual de David y Jonatán, no significa que ésta no haya existido. En realidad no vemos que se condene en la Biblia una relación homosexual de David con Jonatán, sencillamente, porque, por un lado, ningún caso de homosexualidad fue juzgado alguna vez en la narración bíblica, con base en lo establecido en Levítico, en el código de santidad; y por otro lado, porque ninguna acción de la vida de David fue sometida a escrutinio, amonestada y condenada por profeta alguno, hasta que éste no fue nombrado rey; y en este sentido, cabe destacar que la relación de David y Jonatán tuvo lugar antes de que David fuese nombrado rey.    



¡Hasta la próxima!


La «Nueva Traducción Viviente (NTV)» y «yo»


Cuestiones de traducción bíblica y mi consistencia exegética



Héctor B. Olea C.


En más de una ocasión he sido cuestionado cuando al poner de relieve mi opinión y punto de vista personal respecto la traducción de ciertos pasaje bíblicos en particular; mi postura resulta distinta a la opción tomada por la versión «Nueva Traducción Viviente (NTV)», ya que es sabido que formé parte titular y formal del equipo de estudiosos de los idiomas bíblicos que tuvo a su cargo la revisión de la calidad textual de dicha versión.

Ahora bien, y como he dicho antes, si bien hubo un equipo de estudiosos de los idiomas bíblicos, no es menos cierto que las decisiones finales dependían del Comité Editorial, máxima autoridad en todo el proyecto. Esto significa que a pesar de las sugerencias exegéticas y textuales de los estudiosos de los idiomas bíblicos, la última palabra la tenía el Comité Editorial, y en tal sentido, es preciso admitir que en muchos casos algunas sugerencias nuestras fueron desestimadas.

A manera de ilustración, quiero citar un caso concreto, el cual tiene que ver con el nombre con que creo y defiendo que se debe identificar la epístola o carta universal, conocida ampliamente como «de Santiago».




Personalmente sugerí, basado en el texto griego, que debíamos dar el paso que ya había dado la llamada «Biblia Textual», al dejar claro en el título y en la traducción, que la epístola o carta debe llamarse «Jacobo», «De Jacobo», como realmente dice el griego, tanto en el título de la carta (en caso genitivo, «iakóbu») como en el versículo uno del capítulo uno (en caso nominativo, «iákobos»).

Sin embargo, a pesar de toda mi argumentación, el Comité Editorial de la «Nueva Traducción Viviente (NTV)» desestimó mi sugerencia, y tradujo así: «Yo, Santiago…» (1.1).

Un segundo caso concreto (que me han echado en cara a mí, si bien la revisión de dicho libro no fue responsabilidad mía), tiene que ver con la traducción de 1 Corintios 6.9, donde la «NTV» emplea la palabra «homosexualidad». Cito: “ ¿No se dan cuenta de que los que hacen lo malo no heredarán el reino de Dios? No se engañen a sí mismos. Los que se entregan al pecado sexual o rinden culto a ídolos o cometen adulterio o son prostitutos o practican la «homosexualidad».



En consecuencia, es claro que emplear aquí la palabra «homosexualidad», no es una traducción acertada, e implica una actualización y modernización innecesaria e injustificada, pero sin duda no inocente, y difícilmente no prejuiciada. De esta manera la «NTV» hace que un texto del siglo primero, de dos mil años atrás, parezca ir en contra de un concepto moderno, empleando una palabra moderna que apunta a un concepto moderno. Ahora, si bien no se discute que la palabra que emplea Pablo aquí en el texto griego, «arsenokóitai» (etimológicamente: varón-cama, coito con un varón), involucra el «coito anal» en alguna forma; no es menos cierto que el concepto moderno y actual de «homosexualidad» va mucho más allá y es mucho más complejo que el simple «coito anal».

En todo caso, no parece que Pablo se esté pronunciando en contra de una relación afectuosa y consensuada entre dos personas del mismo sexo, varones en este caso; sino más bien contra la acción de someter y ejercer violencia mediante la penetración anal.

Al respecto se pronuncia Javier Gafo cuando plantea: “El término «arsenokoitai» no era el habitualmente empleado para referirse en griego a los comportamientos homosexuales, para los que se recurría a otros como «paideretés», «palakós», «kínaidos», «arrenomanés», «paidoforos»… por lo que se puede pensar que, si San Pablo hubiese querido referirse a dicho comportamiento, hubiese utilizado uno de los términos citados” («La homosexualidad: un debate abierto», Desclée De Brouwer, cuarta edición, año 2004, página 195).
    
Por otro lado, es sabido mi rechazo al empleo de la palabra «sodomita» en cualquier versión de la Biblia, cuando se entienda como sinónimo de «homosexual», y no como un gentilicio, que es lo que en realidad es. En tal sentido, traigo a colación lo que al respecto ya he dicho antes:

Corrección terminológica: Sin importar qué diccionario, qué enciclopedia, qué versión de la Biblia, qué fuente de consulta, etc.: sí, así como se lee, digo que un «sodomita» no es un «homosexual», sino un habitante u oriundo de Sodoma, es decir, un «gentilicio». Es lamentable que la versión Reina Valera 1960, y cualquier otra versión que coincida con ella en este punto, haya empleado el término «sodomita», por cierto una sola vez (Deuteronomio 23.17), para hacer referencia al varón que practicaba la prostitución sagrada en su versión homosexual como contraparte de la prostitución sagrada de tipo heterosexual.

En honor a la verdad, tal estigma no se lo encuentra en el texto hebreo ni en la Septuaginta. La palabra que la «Reina Valera 1960» tradujo «sodomita», en hebreo es «qadesh». La palabra empleada por la Septuaginta es «pornéuon» (prostituto).

Ahora bien, un pasaje donde la «Reina Valera» y demás versiones de la Biblia pudieron usar muy bien la palabra «sodomita», pero sin el ya muy conocido estigma, para sólo citar un caso, es Génesis 13.13; donde el texto hebreo y la Septuaginta tienen «los hombres de Sodoma».

En este mismo sentido, y por lo que ya sabemos, «sodomía» no debiera entenderse como «coito anal». El caso es que una vez que se entiende «sodomía» en ese sentido, el siguiente paso es identificar al «homosexual» como un «sodomita» y viceversa

Pero al llegar a este punto, me es preciso dar un punto a favor de la «NTV», pues al diferencia de la «RV 1960», la «Biblia de las Américas» (LBLA), y la «Reina Valera Contemporánea» (RVC, año 2011), que erróneamente emplearon la palabra «sodomita» en Deuteronomio 23.17; la «NTV» correctamente tradujo: «Ningún israelita, sea hombre o mujer, se dedicará a la prostitución ritual del templo».

Finalmente, así como con el empleo de la palabra «homosexualidad» en 1 Corintios 6.9, incurre en error la «NTV», produciendo una modernización y actualización injustificadas de dicho texto; es oportuno señalar que en un error similar incurre la versión «Traducción en Lenguaje Actual (TLA)» («Traducción en Lenguaje Sencillo» al principio), cuando emplea la palabra «Biblia» en lugar de la «Escritura», como traducción de la griega «grafé», en Juan 5.39 («Ustedes estudian la «Biblia» con mucho cuidado porque creen que así alcanzarán la vida eterna. Sin embargo, a pesar de que la Biblia habla bien de mí»); 2 Timoteo 3.16 («Todo lo que está escrito en la «Biblia» es el mensaje de Dios, y es útil para enseñar a la gente, para ayudarla y corregirla, y para mostrarle cómo debe vivir.) y otros. 



El problema no está en la Biblia


Del acercamiento a la Biblia: algunos consejos prácticos para el dialogo fructífero

Héctor B. Olea C.

Cuando una persona piense entrar en diálogo con otra, para tratar un asunto relacionado con la Biblia, el que fuere; es aconsejable que antes de iniciar el diálogo (si no es lo que por lo general y en realidad es, una cadena de descalificaciones e insultos, basada precisamente en prejuicios e ideas equivocadas acerca de la verdadera naturaleza de la Biblia y de la forma en que nos acercamos e interactuamos con los textos bíblicos), procure verificar primero:

En primer lugar, si ambas comparten la misma visión respecto de la naturaleza y verdadera historia de la Biblia.

En segundo lugar, si ambas tienen en común la idea de lo esencialmente judío  que es el conjunto de libros que comúnmente llamamos Antiguo Testamento, y lo propiamente cristiano que el conjunto de libros que llamamos Nuevo Testamento, y de las implicaciones que estas realidades tienen al momento de establecer cierta dependencia e interacción entre estos dos conjuntos de obras literarias (cánones) que conforman el llamado «canon bíblico».     

En tercer lugar, si comparten la misma concepción respecto de la intrínseca relación que existe entre los textos bíblicos y los marcos socioculturales en que estos surgieron.

En cuarto lugar, si tienen en común la misma idea respecto de la relación que existe entre la Biblia, el marco doctrinal e ideológico, y la praxis de la comunidad de fe o hermeneuta de la que cada una se siente parte y con la cual se siente identificada y comprometida.

En quinto lugar, si ambas emplean los mismos instrumentos y procedimientos (métodos exegéticos) en su acercamiento a la Biblia, en su estudio, apelación y apropiación de los textos bíblicos.

En verdad es prácticamente imposible que haya dialogo y una verdadera comprensión entre una persona que se acerca a la Biblia empleando los métodos exegéticos, con una perspectiva crítica, a la luz de la ciencias bíblicas; y una persona que no emplea dichos procedimientos, y peor aún, que ignora dichos procedimientos y hasta tiene ideas muy equivocadas (¿sataniza?) respecto del estudio bíblico exegético, académico y científico de la Biblia.

En sexto lugar, si ambas comparten la misma noción respecto del papel que se entiende que tiene la Biblia en la reflexión teológica, y para la praxis cristiana hoy (¿normativa, descriptiva, orientativa?).

Al respecto, son muy pertinentes aquí las palabras de Sallie Mcfague: “Si queremos plantearnos seriamente la Escritura y considerarla normativa, debemos entenderla en sus propios términos, como modelo de la forma en que debe hacerse teología, más que como autoridad que dicta los términos concretos de cómo hacerla”.

“Si nos planteamos seriamente la forma de la Escritura, con la pluralidad de perspectivas de interpretación que supone, tendremos que adoptar la misma actitud arriesgada y audaz que la propia Escritura adopta: interpretando el amor salvífico de Dios de forma que pueda «hablarle» a nuestras crisis de manera más persuasiva y enérgica. Y eso no significa, no puede significar, utilizar la terminología de hace dos mil años” («Modelos de Dios, teología para una era ecológica y nuclear», Sal Terrae, 1994, páginas 87 y 88).

En séptimo lugar, si ambas se definen y conciben con el mismo perfil. Ciertamente es muy difícil que haya un verdadero diálogo, comprensión y un trato respetuoso cuando una persona que se concibe como literalista, ultraliteralista, y por demás  conservadora, y ultra conservadora, pretende entrar en diálogo con otra que se considera progresista, crítica, y liberal. Por supuesto, hay personas que no se definen como conservadoras y fundamentalistas, pero la manera en que se acercan a la Biblia, hablan de ella, y en la forma en que se expresan y reaccionan ante la otra persona, las pone al desnudo.

En octavo lugar, si ambas comparten la misma noción respecto de los métodos de traducción empleados en la reproducción y difusión  de la Biblia, y de lo interesada y no neutral que es la labor de la traducción y difusión de la Biblia.

En noveno lugar, si ambas comparten la idea de lo no neutral, no inocente  y lo interesada que es la lectura de la Biblia, todo acercamiento a la Biblia y la interpretación de la misma.

Finalmente, no deja de ser un tanto falaz e ilusorio el que tantas personas sigan creyendo que nos acercamos a la Biblia, que leemos los textos bíblicos a especie de «tabula rasa», en el vacío, sin ningún presupuesto doctrinal o ideológico, sin compromiso alguno con una determinada praxis, etc.; por supuesto, seguir pensando también que los autores de la Biblia sencillamente escribieron para nosotros sino es que para las personas de todos los tiempos, y no para la gente de su propio contexto histórico y sociocultural, y en los términos de su propio contexto vital.


¡Hasta la próxima!  

¿«Verbo» o «sustantivo»?, error a la vista en la «Concordancia Strong»


2 Crónicas 36.21 en el centro de esta cuestión


Héctor B. Olea C.

Este breve artículo tiene como punto de partida una pregunta que una persona me digiera vía mi blog como reacción a un artículo mío allí publicado.

Con su pregunta, la referida persona me solicitaba una aclaración en torno a las palabras hebreas identificada con los números 7673 («shabát»)  y 7676 «shabát»  en la «Concordancia Strong».

Ahora bien, antes de avanzar un poco más, debo aclarar y precisar que si bien en la transliteración de las dos palabras en cuestión no parece haber diferencia alguna en su composición y morfología; lo cierto es que si bien ambas palabras tienen las mismas consonantes, las mismas radicales; no es menos cierto que en el texto hebreo, en lo relativo a la vocalización o puntuación masorética, existe una definitiva e inocultable diferencia.

La diferencia a la que me refiero es la siguiente.

La palabra hebrea «shabát» numerada por Strong con el número 7673, tiene en la penúltima sílaba, o sea, «sha», una «qámes» como signo con el valor de «a», la que a su vez representa una vocal larga. Pero en la última sílaba, o sea, «bát», tiene una «patáh» como signo para la vocal «a», y con el valor de una vocal breve o corta.   

Por su parte, la palabra hebrea «shabát», numerada por Strong con el número 7676, tiene una vocalización totalmente en sentido contrario, en relación a la número 7673. En tal sentido, tengo que decir que el vocablo «shabát» (número 7676), tiene en la penúltima sílaba, o sea, «sha», una «patáh» como signo con el valor de «a»; y una «qámes» como signo con el valor de «a»,  en la última silaba, o sea, «bát».

Por otro lado, respecto de la diferencia esencial que existe entre los dos términos en cuestión, mi explicación es la siguiente.  

La diferencia fundamental que existe entre el vocablo hebreo «shabát» (Strong 7673) y el vocablo hebreo «shabát» (Strong 7676), es sencillamente que el primero (Strong 7673) es un verbo (descansar, reposar, holgar, cesar), y el segundo (Strong 7676) es un sustantivo (sábado, descanso, reposo).

En tal sentido, llama la atención, observando la «Concordancia Strong», que el vocablo «shabát» (Strong 7673) –verbo-, es el que está detrás de la traducción del verbo «reposar» en  Génesis 2.2 y 3, cuando se afirma que Dios («elojím») «reposó» cuando acabó de su acción y obra creadora.

También llama la atención el error en que incurre la «Concordancia Strong», cuando sostiene que el vocablo «shabát» -sustantivo- (Strong 7676) está detrás de la traducción «reposó», en la expresión «el tiempo de su asolamiento reposó (verbo)», en 2 Crónicas 36.21.

En realidad lo que observamos en 2 Crónicas 36.21 es la presencia tanto del vocablo «shabát» (Strong 7673) –verbo-, en la expresión «el tiempo de su asolamiento reposó»; y la presencia del vocablo «shabát» (Strong 7676) –sustantivo-, en la expresión «hasta que la tierra hubo gozado de reposo».

Finalmente y, sin restarle mérito alguno a la «Concordancia Strong» (para muchas personas su única y principal vía de acceso a los textos bíblicos en sus idiomas originales, tanto en formato digital como en su formato impreso publicada en el año 2002 por Editorial Caribe, aplicada específicamente a la versión Reina Valera 1060); tengo que confesar que el caso analizado en este breve artículo no es el único desacierto que he podido constatar en dicha obra. En consecuencia, mi consejo personal es que no se dependa de esta obra como única vía de acceso a los textos bíblicos en sus idiomas originales, y de ninguna otra similar.

De todos modos, seguiré insistiendo y con suficiente fundamento, que el poder tener acceso a los textos bíblicos en sus idiomas originales, el poder considerar los textos bíblicos con los propios ojos, con conocimiento de causa, con una actitud crítica y autocrítica; es una vía de acceso única, e insustituible a los fines de hacer una verdadera exégesis de los textos bíblicos, una exégesis consciente y critica de los mismos.    



¡Hasta la próxima!

¿«Ponte detrás de mí, Satanás»?


Cuestiones de exégesis y traducción bíblica


Héctor B. Olea C.

La razón de este artículo reside en las dudas que le originó a un apreciado amigo mío, una muy cuestionable afirmación que cierto predicador hizo (de la cual me enteré vía el referido amigo, quien me propuso que le escribiera una especie de aclaración al respecto) con relación a la expresión griega que está detrás de la traducción «¡Apártate de mí, Satanás!», y  «¡Quítate de delante de mí, Satanás!».

En consecuencia, el objetivo de este artículo consiste en analizar las expresiones griegas que están detrás de las expresiones tales como «¡Apártate de mí, Satanás!», y  «¡Quítate de delante de mí, Satanás!»; a los fines de hacer resaltar su verdadero sentido, matices y posibilidades de traducción, por supuesto, a la luz de los recursos de la propia gramática griega.

Manos, pues, a la obra.

Tomando como punto de partida la versión «Reina Valera 1960» (RV), podemos decir que hay en los evangelios (sólo en la tradición sinóptica) tres expresiones distintas y en realidad equivalentes, que hacen referencia a una amonestación o reprensión de la figura de Satanás (presente en cada de las tres referidas expresiones): la primera es: «Vete, Satanás» (Mateo 4.10); la segunda: «¡Quítate de delante de mí, Satanás!» (Mateo 16.23; Marcos 8.33); la tercera: «Vete de mí, Satanás» (Lucas 4.8).

Paso ahora a analizar el texto griego que está detrás de cada una de las tres expresiones o frases mencionadas.

Análisis del texto griego que ha servido de base para la traducción «Vete, Satanás» (Mateo 4.10)

Una transliteración fonética de texto griego que está detrás de la expresión «Vete, Satanás», es «júpague, sataná». Luego, es preciso decir que la expresión «júpague, sataná», está conformada, por un lado, por la forma verbal «júpague», que está en tiempo presente, voz activa, modo imperativo, segunda persona singular del verbo «jupágo», que significa: ir, irse, alejarse, marcharse, andar; en segundo lugar, por el sustantivo «sataná», que es el caso vocativo de «satanás» (adversario), derivado más bien de la forma aramea «sataná’», y no de la hebrea «satán».

En consecuencia, traducciones acertadas de la expresión griega «júpague, sataná» es: «Vete de aquí, Satanás», «Márchate de aquí, Satanás», «Aléjate de aquí, Satanás», «Fuera de aquí, Satanás», y otras equivalentes.

Análisis del texto griego que ha servido de base para la traducción «¡Quítate de delante de mí, Satanás!» (Mateo 16.23; Marcos 8.33).

Una transliteración fonética del texto griego que está de la traducción «¡Quítate de delante de mí, Satanás!» es «júpague opíso mu, sataná». Ahora bien, la expresión griega «júpague opíso mu, sataná» está conformada de la siguiente manera: 1) Por la forma verbal «júpague» que como dije en el caso anterior, está en tiempo presente, voz activa, modo imperativo, segunda persona singular del verbo «jupágo», que significa: ir, irse, alejarse, marcharse, andar. 2) Por la llamada preposición impropia o más bien un adverbio «opíso», usado con el caso genitivo, y que tiene como significado básico: «detrás de». 3) Por el pronombre personal de la primera persona singular, en caso genitivo, «mu», de «egó» (yo). 4) Por el sustantivo «sataná», que es el caso vocativo de «satanás» (adversario), derivado más bien de la forma aramea «sataná’», y no de la hebrea «satán».

Análisis del texto griego que ha servido de base para la traducción «Vete de mí, Satanás» (Lucas 4.8).

Una transliteración fonética del texto griego que está detrás de la traducción «Vete de mí, Satanás» (Lucas 4.8), es «júpague opíso mu, sataná». Ahora bien, a pesar de que aquí la Reina Valera 1960 tiene una traducción distinta a la que hizo en Mateo 16.23; Marcos 8.33, lo cierto es que el texto griego es el mismo que el de la expresión «¡Quítate de delante de mí, Satanás!» que se lee en los dos pasajes recién citados.  

En consecuencia, todo lo dicho respecto del análisis gramatical de la expresión griega que está detrás de la traducción «¡Quítate de delante de mí, Satanás!», en  Mateo 16.23; Marcos 8.33, es aplicable al análisis de la traducción «Vete de mí, Satanás» en Lucas 4.8.

Por otro lado, al margen del análisis gramatical realizado, lo cierto es que el texto griego de Lucas 4.5.12 presenta un problema de crítica textual que no podemos obviar.

En primer lugar, el «Comentario Textual al Nuevo Testamento Griego» de Bruce M. Metzger, plantea: “Con el fin de armonizar el relato de la tentación de Lucas con la serie de tentaciones en Mateo (4.5-11) varios testigos de Vetus Latina, por lo menos un manuscrito de la Vulgata, y Ambrosio (en su comentario al Evangelio según Lucas) trasponen los versículos 5-8 después de 9-12.”

En segundo lugar, con relación específica a la expresión «Vete de mí, Satanás», en su comentario a Lucas 4.8, la llamada «Biblia Textual», plantea: “El Textus Receptus, en una mezcla tomada de Mateo 4.10; 16.23, y siguiendo a manuscritos (mss) tardíos, añade la expresión «vete de mí, Satanás». La lectura más corta está respaldada por una amplia variedad de manuscritos (mss)”.  

Finalmente, después de todo lo dicho, traducciones acertadas de la expresión griega «júpague opíso mu, sataná», presente en Mateo 16.23; Marcos 8.33, y en Lucas 4.8 sólo en el «Textus Receptus» son: «Aléjate de mí, Satanás», «Fuera de mi vista, Satanás», «Aléjate de mi presencia, Satanás», y otras equivalentes.

Ahora bien, con relación a la idea de que la expresión griega «júpague opíso mu, sataná», literalmente lo que significa es «Ponte detrás de mí Satanás», y no «Aléjate de mí, Satanás», «Fuera de mi vista, Satanás», «Fuera de este lugar, Satanás»; diré lo siguiente.  

En primer lugar, que no es cierto que la traducción literal (que en honor a la verdad no siempre es posible), no es en realidad la mejor traducción posible, y por otro lado, en muchas ocasiones más bien obstaculiza el objetivo de la labor de traducción.

En segundo lugar, que hay en las lenguas una serie de expresiones y combinaciones de palabras que en realidad apuntan a una idea distinta o contraria (modismos o expresiones idiomáticas) a la que resulta de la simple suma o combinación de las palabras empleadas.

En tercer lugar, entendida como lo que en realidad es, la presencia del adverbio «opíso» (detrás de) en los pasajes citados, implica entender que «ponerse detrás  de», también a la luz de la expresión «júpague, sataná» -«Aléjate Satanás»- (Mateo 4.10); debe entenderse sencillamente como «Fuera de mi vista, Satanás», «Aléjate de mi presencia, Satanás», «Fuera de este lugar, Satanás».  

En cuarto lugar y, finalmente, pasajes que aluden a la acción de expulsar a Satanás de un lugar específico o de una persona, por parte de la figura de Jesús, son:

Mateo 16.23 “Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”

Marcos 3.23 “Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?

Marcos 8.33 “Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”

Lucas 11.18 “Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios”

Además, me es preciso decir aquí que resulta muy ilustrativa y significativa, para los fines de nuestro análisis, la presencia del verbo «ekbálo» (Echar fuera, expulsar, desterrar, arrojar,) en Marcos 3.23 y en Lucas 11.18.



¡Hasta la próxima!


«Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿Cuál es la mejor opción?


Algunas observaciones prácticas


Héctor B. Olea C.

Si bien es cierto que es muy común establecer diferencias entre una «Biblia devocional» (la que no se hizo con mayor pretensión que la de facilitar la simple lectura de los textos bíblicos, la meditación y la reflexión práctica a partir de los mismos, aun cuando no se publicite con el calificativo «devocional») y una «Biblia de estudio» (la publicada con el objetivo de facilitar la profundización en la lectura y acercamiento a los textos bíblicos, la lectura detenida y en cierta medida la aproximación crítica a los mismos, aun cuando no cumpla del todo con el calificativo «de estudio»); pienso que al respecto se deben tener en cuenta las siguientes observaciones:

1)    Las personas harán una «lectura devocional» de la Biblia o harán una «lectura detenida» de los textos bíblicos (estudio), con la edición de la Biblia que tengan a mano, ya sea esta «de estudio» o «devocional»; por lo general desde las versiones de la Biblia que la comunidad de fe de la que forman parte les recomienda y las ha induce a adquirir, tener y leer.

2)    Por lo general, las personas no cuentan sino con una sola versión de la Biblia, y en la mayoría de los casos, dicha versión de la Biblia no puede ser catalogada de «estudio»; pero es con ella con la que llevan a cabo tanto su «lectura devocional» de la Biblia, como una «lectura detenida» de los textos bíblicos (si es que en verdad llevan a cabo este tipo de lectura de la Biblia).

3)    La diferencia esencial entre una «Biblia de estudio» y una «Biblia devocional» (aun cuando no se publicite con el calificativo «devocional»), no ha de estar en lo que tiene que ver con su calidad y fidelidad textual. En realidad se espera de toda y cualquier versión de la Biblia, que sea fiel, al margen de si es «devocional» o si es «de estudio».

4)    La esencial diferencia entre una «Biblia devocional» y «Biblia de estudio»,  ha de consistir en el conjunto de la informaciones y ayudas adicionales que se espera que ha de ofrecer una «Biblia de estudio», incluyendo entre muchas otras cosas, dar cuenta de los problemas y dificultades textuales que afectan a muchos textos bíblicos, incluso secciones enteras, una introducción crítica a  cada libro de la Biblia, por supuesto, con una sólida introducción a cada segmento o conjunto de los libros de la Biblia (pentateuco, profetas, literatura de sabiduría, literatura poética, evangelios, epístolas, etc.), así como comentarios sino por versículos, al menos por párrafo o «perícopas» (unidades temáticas, unidades de sentido completo, como una parábola, una narración, un salmo, etc.), o ambas cosas a  la vez.

5)    Toda versión de la Biblia catalogada como de «estudio», por necesidad habrá de ser «crítica», de lo contrario hay que poner en serio cuestionamiento el que sea una «Biblia de estudio». En consecuencia, la promoción de una Biblia como de «estudio», no debe ser propiamente un asunto «comercial», sino real.

6)    Es comprensible y quizás hasta necesario, que al igual que las «concordancias bíblicas», las ediciones de «Biblias de estudio», se lleven a cabo a partir de una determinada versión de la Biblia; sin embargo, es cuestionable que una supuesta edición  de estudio no asuma una postura crítica frente al texto fuente que sirvió de base para dicha versión de la Biblia.

7)    Es cuestionable que una «Biblia de estudio» al final no muestre con los comentarios que provee, más que la intención de validar, legitimar y servir de soporte el conjunto de doctrinas o dogmática y praxis del agente difusor  (católico, protestante, evangélico, etc.) que llevó a cabo la edición y publicación de la versión de la Biblia en cuestión.

8)    Es muy cuestionable que una considerada versión de la «Biblia de estudio», evite a ultranza el cuestionamiento de muchas presuposiciones teológicas, ideológicas y opciones características y asumidas por las comunidades de fe con la que están identificadas los responsables de la edición y publicación de una «Biblia de estudio».

9)    En virtud de que tal vez en la mayoría de los casos las llamadas «Biblias de estudio» no cumplen del todo con las características que en realidad debe tener una «Biblia de estudio»; pienso que muchas veces es aconsejable y preferible el tener a mano más de una versión de la Biblia no catalogadas como de «estudio», y conseguir las informaciones adicionales que se supone debería brindar una verdadera «Biblia de estudio», en un buen diccionario y/o comentario bíblico, incluso artículos de revistas académicas y especializadas, etc..     

10)  Una característica o cualidad esencial que afecta la edición y publicación de las llamadas «Biblias de estudio», como la publicación de cualquier versión de la Biblia; es que en realidad dicha labor es intrínsecamente confesional, no neutral, ni desinteresada; y, por supuesto, esto tiene consecuencias ineludibles e innegables para las características del producto final.    



¡Hasta la próxima!


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