Del acercamiento a la Biblia: algunos consejos prácticos para
el dialogo fructífero
Héctor B.
Olea C.
Cuando una persona piense entrar en diálogo
con otra, para tratar un asunto relacionado con la Biblia, el que fuere; es
aconsejable que antes de iniciar el diálogo (si no es lo que por lo general y
en realidad es, una cadena de descalificaciones e insultos, basada precisamente
en prejuicios e ideas equivocadas acerca de la verdadera naturaleza de la Biblia
y de la forma en que nos acercamos e interactuamos con los textos bíblicos), procure
verificar primero:
En primer lugar, si ambas comparten la misma
visión respecto de la naturaleza y verdadera historia de la Biblia.
En segundo lugar, si ambas tienen en común la
idea de lo esencialmente judío que es el
conjunto de libros que comúnmente llamamos Antiguo Testamento, y lo propiamente
cristiano que el conjunto de libros que llamamos Nuevo Testamento, y de las implicaciones
que estas realidades tienen al momento de establecer cierta dependencia e
interacción entre estos dos conjuntos de obras literarias (cánones) que
conforman el llamado «canon bíblico».
En tercer lugar, si comparten la misma concepción
respecto de la intrínseca relación que existe entre los textos bíblicos y los
marcos socioculturales en que estos surgieron.
En cuarto lugar, si tienen en común la misma
idea respecto de la relación que existe entre la Biblia, el marco doctrinal e
ideológico, y la praxis de la comunidad de fe o hermeneuta de la que cada una
se siente parte y con la cual se siente identificada y comprometida.
En quinto lugar, si ambas emplean los mismos
instrumentos y procedimientos (métodos exegéticos) en su acercamiento a la
Biblia, en su estudio, apelación y apropiación de los textos bíblicos.
En verdad es prácticamente imposible que haya
dialogo y una verdadera comprensión entre una persona que se acerca a la Biblia
empleando los métodos exegéticos, con una perspectiva crítica, a la luz de la ciencias
bíblicas; y una persona que no emplea dichos procedimientos, y peor aún, que ignora
dichos procedimientos y hasta tiene ideas muy equivocadas (¿sataniza?) respecto
del estudio bíblico exegético, académico y científico de la Biblia.
En sexto lugar, si ambas comparten la misma
noción respecto del papel que se entiende que tiene la Biblia en la reflexión teológica,
y para la praxis cristiana hoy (¿normativa, descriptiva, orientativa?).
Al respecto, son muy pertinentes aquí las palabras de Sallie Mcfague: “Si queremos plantearnos seriamente la Escritura y considerarla normativa, debemos entenderla en sus propios términos, como modelo de la forma en que debe hacerse teología, más que como autoridad que dicta los términos concretos de cómo hacerla”.
“Si nos planteamos seriamente la forma de la
Escritura, con la pluralidad de perspectivas de interpretación que supone,
tendremos que adoptar la misma actitud arriesgada y audaz que la propia
Escritura adopta: interpretando el amor salvífico de Dios de forma que pueda «hablarle»
a nuestras crisis de manera más persuasiva y enérgica. Y eso no significa, no puede
significar, utilizar la terminología de hace dos mil años” («Modelos de Dios,
teología para una era ecológica y nuclear», Sal Terrae, 1994, páginas 87 y 88).
En séptimo lugar, si ambas se definen y
conciben con el mismo perfil. Ciertamente es muy difícil que haya un verdadero
diálogo, comprensión y un trato respetuoso cuando una persona que se concibe como
literalista, ultraliteralista, y por demás
conservadora, y ultra conservadora, pretende entrar en diálogo con otra
que se considera progresista, crítica, y liberal. Por supuesto, hay personas
que no se definen como conservadoras y fundamentalistas, pero la manera en que
se acercan a la Biblia, hablan de ella, y en la forma en que se expresan y reaccionan
ante la otra persona, las pone al desnudo.
En octavo lugar, si ambas comparten la misma
noción respecto de los métodos de traducción empleados en la reproducción y
difusión de la Biblia, y de lo interesada
y no neutral que es la labor de la traducción y difusión de la Biblia.
En noveno lugar, si ambas comparten la idea
de lo no neutral, no inocente y lo interesada
que es la lectura de la Biblia, todo acercamiento a la Biblia y la interpretación
de la misma.
Finalmente, no deja de ser un tanto falaz e
ilusorio el que tantas personas sigan creyendo que nos acercamos a la Biblia,
que leemos los textos bíblicos a especie de «tabula rasa», en el vacío, sin
ningún presupuesto doctrinal o ideológico, sin compromiso alguno con una determinada
praxis, etc.; por supuesto, seguir pensando también que los autores de la
Biblia sencillamente escribieron para nosotros sino es que para las personas de
todos los tiempos, y no para la gente de su propio contexto histórico y
sociocultural, y en los términos de su propio contexto vital.
¡Hasta la próxima!
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