A los “Luteros” y “Luteras” de hoy
Algunas observaciones pertinentes
Héctor B. Olea C.
Recordar, reflexionar y analizar las hazañas de ciertos personajes notables y destacados del pasado (incluso del presente), siempre es una tarea aleccionadora, estimulante y apasionante.
Sin embargo, cuando se procura e intenta pasar del análisis a la acción, de la reflexión a la aplicación, algunos problemas, sin duda, pueden surgir. Las dificultades se hacen presentes cuando tratamos de emular las ideas y las acciones de tales personajes; cuando tratamos de aplicar y concretar en nuestra propia realidad contextual esas ideas, pensamientos y acciones.
Las personas (hombres y mujeres) que en el presente estén dispuestas a asumir los riesgos y consecuencias del pretender reformar el cristianismo protestante institucionalizado de hoy; les sugiero comenzar por asumir una lectura y postura crítica y no inocente de la realidad e historia de su propia tradición teológico-eclesial. Es en dicho ámbito, en su propio contexto teológico vital donde se debe comenzar dar muestras de que se tienen venas de inconformista y reformador (a).
Ahora bien, el principio al que hago referencia (comenzar por reformar el propio contexto teológico-eclesial vital) haya su fundamento, respecto de la figura de
Martín Lutero mismo, en las siguientes realidades:
En primer lugar, cuando Martín Lutero clava sus famosas y legendarias 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg, en realidad no lo hace como un tradicional evangélico o “protestante” (en el sentido posterior y conocido del término); sino como un fraile católico agustino; es decir, lo hace en y como parte de un contexto teológico-eclesial vital: la Iglesia Católica y Romana.
En segundo lugar, hasta el año 1521 (cuatro años después de publicar sus 95 tesis), Martín Lutero se mantuvo siendo lo que era, un fraile católico agustino, defendiendo sus ideas, su postura, en fin, su inconformismo; luchando en un ambiente tenso y hostil, en el terreno mismo de su propia iglesia católica y romana. Por otro lado y, en este mismo sentido, no podemos perder de vista el hecho de que en realidad Martín Lutero no tenía en mente salir de su iglesia; fue más bien su iglesia la que decidió excomulgarlo ante la persistencia y resistencia a retractarse por parte de Martín Lutero. Ante esta reacción por parte de su iglesia, a Lutero no le quedó más opción que formar tienda aparte, sin ésta haber sido su meta al principio de la contienda.
A continuación un breve resumen del proceso histórico que llevó a Martín Lutero a su expulsión de la Iglesia Católica (tomando como referencia básica los datos proporcionados por Wikipedia):
1) El 31 de octubre de 1517 Martín Lutero clava sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg (en realidad ha Lutero había iniciado sus ataques contra las indulgencias con varios sermones en 1516).
2) En 1518 el Papa León X ordenó en al profesor dominico de teología Silvestre Mazzolini investigar el tema Lutero.
3) En enero de 1519 en una conferencia con el chambelán papal Karl von Miltitz en Altenburgo, Lutero decide guardar silencio en tanto así lo hicieran sus oponentes. También tomó la decisión de escribir una humilde carta al Papa y componer un tratado demostrando sus respetos a la Iglesia católica. La carta escrita nunca fue enviada, debido a que no contenía retractación alguna.
4) También en el mismo año 1519 (27 de junio–18 de julio) cuando Johann Eck retó a Carlstadt, un colega de Lutero, a un debate en Leipzig; Lutero se unió a este debate, en el curso del cual negó el derecho divino del solio papal y la autoridad de poseer el "poder de las llaves", que según él había sido otorgado a la Iglesia (como congregación de fe).
5) En junio de 1520 (el día 15), con la con la bula papal Exsurge Domine, el Papa lea advierte a Martín Lutero de que se arriesgaba a la excomunión, a menos que en un plazo de sesenta días repudiara 41 puntos de su doctrina seleccionados de sus escritos.
6) En octubre de 1520 Lutero envió su escrito En la Libertad de un Cristiano al Papa, añadiendo la frase significativa: "Yo no me someto a leyes al interpretar la palabra de Dios". Mientras tanto, se había rumoreado en agosto que Eck había llegado a Meissen con una prohibición papal, la cual se pronunció realmente el 21 de septiembre.
7) El 12 de diciembre de 1520 Lutero quema la bula papal Exsurge Domine, con la cual el Papa León X le advertía de su posible excomunión.
8) El 3 de enero de 1521 el Papa León X excomulga a Lutero, mediante la bula Decet Romanum Pontificem.
9) El 22 de enero de 1521 el emperador Carlos V inauguró la Dieta imperial de Worms,a la cual fue invitado Lutero con la intención de que renunciara o reafirmara su doctrina, otorgándosele un salvoconducto para garantizar su seguridad. Allí mantiene Martín Lutero su postura.
En tercer lugar, tampoco podemos perder de vista que el calificativo de “protestante” es muy posterior a los hechos del 31 de octubre del año 1517 relacionados con Martín Lutero.
El origen del nombre protestante se explica porque en 1529, Carlos V convoca una Dieta en la ciudad de Spira y en ella intenta convencer a los nobles que se han convertido al luteranismo, para que se sometan a la autoridad del Papa, pero los príncipes y señores luteranos se niegan y protestan en la convocatoria de la Dieta , y a causa de esta protesta los católicos comenzarán a llamarlos con el nombre de “Protestantes”.
A la luz del origen histórico del nombre “protestante” (en 1529), se hace necesario asumir una postura crítica y considerar un tanto desacertada la idea de adoptar el 31 de octubre como “día de la reforma protestante”. Me explico. Si bien existe un consenso en concebir la Reforma protestante como un movimiento del siglo XVI, lo cierto es que éste encuentra sus antecedentes alrededor del siglo XIV.
Al respecto, se pronuncia Justo L. González, cito: “Aunque es costumbre comenzar los libros acerca de la Reforma tratando acerca de Alemania y la experiencia y teología de Lutero, el hecho es que el trasfondo político y eclesiástico de la época puede entenderse mejor tomando otros puntos de partida” («Historia del cristianismo», tomo 2, página 22).
Pues bien, el punto de partida adoptado por Justo L. González es la figura de Isabel la Católica. Gonzáles defiende su punto de partida afirmando que tiene algunas ventajas; aquí traigo a colación sólo tres: 1) Que muestra la continuidad entre las ansias reformadoras anteriores y los acontecimientos del siglo XVI. Lutero no apareció en medio del vacío, sino que fue el resultado de los “sueños frustrados” de generaciones anteriores. 2) Que ayuda trazar mejor el marco político dentro del cual tuvieron lugar acontecimientos político-sociales que frecuentemente se describen en un plano puramente teológico. 3) Mucho antes de la protesta de Lutero, las ansias reformadoras se habían posesionado de buena parte de España, precisamente gracias a la obra de Isabel y sus colaboradores. La reforma católica, que muchas veces recibe el nombre de “contrarreforma” resulta ser anterior a la protestante, si no nos olvidamos de lo que estaba teniendo lugar en España en tiempos de Isabel, y a principios del reinado de Carlos V” (obra citada, página 22).
Finalmente, respecto de la figura de Isabel la Católica, Justo L. González plantea: “El nombre de Isabel la Católica se mezca con la historia toda de la Reforma del siglo XVI, no solamente por ser ella la principal promotora de la reforma católica española, sino también porque sus descendientes se vieron involucrados en muchos de los acontecimientos ligados a la Reforma protestante” (obra citada, página 31).
Otros antecedentes del movimiento propiamente luterano, que podemos mencionar son: Juan Wiclif (reformador inglés que vivió entre 1329 y el 1384, es considerado como la estrella matutina de la reforma, influenció a Juan Hus y a sus seguidores). Juan Hus (reformador checo, que vivió del 1373 al 1415, fue quemado en la hoguera).
Ahora bien, se comprende la adopción del 31 de octubre de 1517 como inicio de la Reforma protestante, con base en el hecho de que, si bien hubo personas que con sus acciones, escritos y enseñanzas precedieron a Martín Lutero, fue; sin embargo, con éste (en su momento y contexto histórico), cuando se dieron las circunstancias históricas específicas (sociales, políticas, económicas, culturales, etc.) que permiten considerar la acción de Martín Lutero del 31 de octubre de año 1517 como el inicio de la Reforma protestante.
En consecuencia, se ha de comprender, pues, que las acciones de Lutero del 31 de octubre de 1517 no fueron las de una persona “protestante” (en el sentido actual del término); sino más bien y, propiamente, las de un líder y pensador católico que pensó que, sin verse obligado a salir de su iglesia, podía esperar algunos cambios, mejoras y rectificaciones en la misma.
Cuando Lutero clava sus 95 tesis no pretendía crear el “luteranismo”, ni ser el cabecilla de un movimiento que habría de llamarse “Reforma protestante”; simplemente fue el acto voluntario y libre de una persona que, sin dejar de ser consciente del valor de su tradición teológica-eclesial (la católica y romana), no obstante, consideraba y entendía que la misma debía moderar y hasta rectificar algunas posturas. Las acciones de Lutero fueron las acciones de una persona que aceptó el desafío de promover lo que en realidad pensaba y creía, a pesar de lo que en ese momento creía y pensaba su iglesia. Martín Lutero fue una persona que aceptó la oportunidad y desafío que le presentó su situación histórica; oportunidades y desafío que no evadió. Martín Lutero fue una persona que supo aceptar el reto de casarse con la historia.
En conclusión y, a la manera de Martín Lutero, el desafío para un “Lutero” y “Lutera” hoy, inconforme y seriamente comprometido con ideas reformadoras; consiste en iniciar cualquier proceso de transformación, mejora y rectificación de la fe cristiana, demandando, envuelto y asumiendo los riesgos implicados en la renovación y rectificación de su propia tradición teológico-eclesial. Esto implica, ante todo, el asumir una postura crítica y revisionista, en primer lugar, frente a la realidad histórica (que supone aciertos y desaciertos) de su propia tradición teológico-eclesial (la suya misma), y no frente a las tradiciones teológico-eclesiales que compiten con la suya.
Pienso que sólo de esta manera (siendo crítico de su propia tradición teológico-eclesial), se gana el derecho a demandar o sugerir, el “Lutero” y la “Lutera” de hoy, la rectificación de otras tradiciones teológico-eclesiales ajenas a la suya. El mayor desafío de los “Luteros” y “Luteras” de hoy, es comenzar cualquier proceso de reforma, revisión y rectificación por la propia tradición teológico-eclesial.
En conclusión y, a la manera de Martín Lutero, el desafío para un “Lutero” y “Lutera” de hoy, cuyo contexto sea la tradición teológico-eclesial adventista, es procurar que esta produzca y favorezca los procesos de reforma y rectificación que demanda la misma.
Igualmente, el desafío para un “Lutero” y “Lutera” de hoy, cuyo contexto sea la tradición teológico-eclesial bautista, es procurar que esta produzca y favorezca los procesos de reforma y rectificación que demanda la tradición bautista.
El desafío para un “Lutero” y “Lutera” de hoy, cuyo contexto sea la tradición teológico-eclesial reformada o presbiteriana, es procurar que esta produzca y favorezca los procesos de reforma y rectificación que demanda la tradición reformada.
El desafío para un “Lutero” y “Lutera” de hoy, cuyo contexto sea la tradición teológico-eclesial pentecostal, es procurar que esta produzca y favorezca los procesos de reforma y rectificación que demanda la tradición pentecostal.
El desafío para un “Lutero” y “Lutera” de hoy, cuyo contexto sea la tradición teológico-eclesial arminio-wesleyana, es procurar que esta produzca y favorezca los procesos de reforma y rectificación que demanda la tradición arminio-wesleyana.
En fin, todo lo dicho aquí respecto de las tradiciones teológico-eclesiales mencionadas a manera de ejemplos; es lo mismo que se ha de esperar respecto de cualquier “Lutero” y “Lutera” sin importar la tradición teológico-eclesial en la que se encuentren inmersos y que tengan como contexto teológico vital.
¡Hasta la próxima!
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