Una cosa es leer una traducción de la Septuaginta, y otra, poder leerla y estudiarla en su lengua original

 

Una cosa es leer una traducción de la Septuaginta, y otra, poder  leerla y estudiarla en su lengua original

Héctor B. Olea C.

En los últimos días he publicado más de un artículo en los cuales he procurado explicar y ofrecer pistas para la mejor comprensión y traducción de la construcción sintáctica hebrea conocida como «infinitivo absoluto hebreo antepuesto».

En dichos artículos también expliqué y analicé las dos formas empleadas por la clásica versión griega de la Biblia Hebrea, Septuaginta (Los LXX), para traducir el «infinitivo absoluto hebreo antepuesto», incluso «pospuesto»: el «dativo cognado» y el «participo cognado» («participio interno»).

Pero en esta ocasión me he propuesto analizar la traducción al español de la forma en que la Septuaginta tradujo el «infinitivo absoluto hebreo antepuesto», considerando dos casos concretos y específicos. 

Y para tal fin, he considerado la monumental y muy recomendada obra (de cuatro volúmenes) dirigida por el profesor Natalio Fernández Marcos: «La Biblia Griega, Septuaginta», publicada por Sígueme, 2015- 2021), una traducción al español de todos los libros que integran la clásica versión griega de la Biblia Hebrea.

También y, paralelamente, decidí considerar la tan conocida traducción al español de la Septuaginta, realizada por el biblista y filólogo católico alemán Wilhelm Jünemann Beckschäfer (Guillermo Jünemann).

Ahora bien, ¿qué tan acertada fue la traducción del «infinitivo absoluto hebreo antepuesto» por las dos referidas traducciones de la Septuaginta al español?

Pero antes de responder la pregunta planteada, es preciso decir que las dos referidas construcciones sintácticas (el «dativo cognado» y el «participo cognado» o «participio interno»), no son construcciones sintácticas propias y naturales de la lengua griega, sino el resultado del esfuerzo del traductor del hebreo al griego de producir una traducción exageradamente literal o formal de dos construcciones sintácticas propias de la lengua original (el hebreo), pero extrañas a la lengua receptora (el griego).  

Luego, cuando se comprende que el «dativo cognado» y el «participo cognado» («participio interno») son dos recursos de traducción, se deben traducir como tales, a la luz de la semántica que tienen las construcciones sintácticas hebreas que pretendieron reflejar.

Además, que el traductor al griego pudo emplear formas propiamente griegas para traducir el «infinitivo absoluto hebreo antepuesto» o pospuesto, es cierto; pero no lo hizo.

Y esto así, porque en lugar de procurar reflejar en la traducción la simple semántica y función adverbial del «infinitivo absoluto hebreo antepuesto» o «pospuesto»; se preocupó más por reflejar formalmente (literalmente) dicha construcción sintáctica hebrea en el griego, con alguna construcción sintáctica griega (gráfica y parcialmente semejante al «infinitivo absoluto hebreo antepuesto» o «pospuesto»), pero artificial y extraña a la sintaxis griega.   

En todo caso, para ser consistente con mi propuesta metodológica, que los aciertos y desaciertos de toda versión o traducción de los textos bíblicos se deben poner de relieve caso por caso; me propuse analizar dos casos específicos y concretos.

Primer caso: la traducción del «dativo cognado»: «zanáto apozanéisze» en Génesis 2.17

Es «zanáto», el caso dativo singular, del sustantivo «zánatos», un sustantivo de género masculino de la segunda declinación, y derivado de la raíz verbal «znésko» (yo muero).

Y «apozanéisze» consiste en el futuro activo (con morfología de voz media, pues es una forma verbal de un verbo deponente en el futuro), de la segunda persona del plural, del verbo «apoznésko», verbo compuesto por la preposición «apó» y por el verbo «znésko».

Luego, si bien el caso «dativo» griego es el ideal caso del complemento u objeto indirecto de un verbo transitivo (lo mismo que en latín); sin embargo, en la construcción sintáctica conocida como «dativo cognado», el dativo involucrado no es un dativo de objeto o complemento indirecto, ni tiene alguno de los otros valores que sí tiene el caso dativo en griego (dativo instrumental, locativo, agente, posesivo, complemento circunstancial de compañía, etc.).

Esto así, pues es una construcción sintáctica con una función adverbial específica: la de incrementar, enfatizar o acentuar la acción de la forma verbal finita (verbo conjugado) que aparece en dicha construcción sintáctica, como recurso de traducción al griego, para transmitir el valor adverbial del «infinitivo absoluto hebreo» antepuesto y pospuesto».

En consecuencia, una traducción acertada de la construcción «zanáto apozanéisze», como reflejo del «infinitivo absoluto hebreo» antepuesto y pospuesto», debe ir en la siguiente línea: ciertamente morirán, morirán irremediablemente, morirán sin remedio, etc.

Consecuentemente, la traducción propuesta por la referida obra dirigida por el profesor Natalio Fernández Marcos: «moriréis de muerte», en Génesis 2.17, no le hace justicia a la función adverbial que tiene el «dativo cognado» (como recurso de traducción).

Pero tampoco es acertada la traducción propuesta por Guillermo Junemann «de muerte moriréis».

Segundo caso: la traducción del «participio cognado» («participio interno») «ídon éidon» en Éxodo 3.7  

Consiste «ídon» en un participio aoristo segundo (fuerte), en caso nominativo masculino singular, del verbo «joráo» (yo veo).

Y «éidon», es una forma verbal del mismo verbo «joráo», en tiempo aoristo segundo (fuerte), voz activa, modo indicativo, primera persona del singular (yo vi, he visto).

Consecuentemente, una traducción acertada de la expresión o construcción sintáctica «ídon éidon», debe ir en la siguiente línea: he visto bien, he visto de cerca, he visto con claridad, etc.    

Sin embargo, a diferencia de la cuestionable traducción del «dativo cognado» en Génesis 2.17, esta vez la monumental obra dirigida por el profesor Natalio Fernández Marcos, sí propone una traducción acertada del llamado «participio cognado» o «participio interno»: «he visto de cerca».

Por supuesto, no es posible olvidar que, en ambos casos, en el texto hebreo de Génesis 2.17 y de Éxodo 3.7, está presente el «infinitivo absoluto antepuesto». 

Por otro lado, vuelve a ser desacertada la traducción propuesta por Guillermo Junemann: «Viendo he visto».

En conclusión, de la misma forma en que no es lo mismo tener acceso directo a los libros de la Biblia Hebrea y del Nuevo Testamento en sus lenguas originales, que a una simple traducción de los mismos; tampoco resulta ser igual el tener acceso directo a la clásica versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta, Los LXX) en griego, que el depender de una simple traducción de la misma, a pesar de lo buena que, en sentido general, pudiera ser tal obra de traducción.

Por supuesto, lograr el objetivo de poder leer, analizar y explicar con propiedad los textos bíblicos del Nuevo Testamento en su lengua original, así como la aspiración de tener un acceso directo a la clásica versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta, Los LXX); no es posible mediante la realización de un curso elemental del griego koiné.

Tampoco se logra sustituyendo la realización de un serio y completo estudio del griego koiné, por la utilización y dependencia de ciertos programas o recursos que ofrecen informaciones y sugerencia gramaticales (morfológicas y sintácticas) de los textos bíblicos en sus lenguas originales.

Finalmente, si te interesa poder leer y estudiar los textos del Nuevo Testamento en su lengua original, y tener un acceso directo a la traducción del hebreo al griego que propone la clásica versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta, Los LXX); el curso de «griego koiné» (bíblico), desde cero, que inicia el viernes 4 de octubre, es para ti.

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