Un «padre celestial» es bueno, sólo si el «padre humano» lo es



Una reflexión pertinente a propósito del «día de los padres»


Héctor B. Olea C.

Tal y como lo hice respecto del «día de las madres» para el mes de mayo, con el mismo esmero me propuse publicar una reflexión bíblica y teológica en torno a la figura del «padre».

No obstante, ante este proyecto es posible que surjan algunas preguntas inquietantes, tales como:

¿Es posible, a partir de la Biblia, hablar de la figura del «padre» en términos positivos, a pesar del patriarcalismo bíblico?

¿Desempeña el «padre» un papel de menor importancia que el de la «madre» en la formación y crianza de los hijos y las hijas?

¿Quién da origen a quién? ¿La figura del «Padre celestial» origina la figura del «padre humano», o es la figura del «padre humano» quien da origen a la figura del «Padre celestial»?

Teniendo en cuenta estas preguntas, pienso que un trabajo de esta naturaleza ciertamente demanda, por un lado y, en primer lugar, asumir una postura crítica, no inocente, frente a los textos bíblicos (nuestra principal fuente) para comprender de manera adecuada la situación privilegiada en que colocan la figura del padre. Por otro lado y, en segundo lugar, se impone también el transitar este camino con la suficiente objetividad para reconocer los aspectos positivos que rodeaban la figura del «padre» (que estaban asociados a ella) a pesar del patriarcalismo que tuvieron de trasfondo los textos bíblicos. 

Finalmente y, en tercer lugar, se hace necesario el análisis de los aspectos, cualidades, y atributos positivos ligados a la figura del «padre» que hacen legítima y funcional la metáfora de un «Padre celestial».
Comencemos pues, nuestra aventura.

Si bien está demostrado que la concepción, embarazo, el parto y el período del posparto son experiencias muy femeninas, muy propias de las mujer, al margen de acompañamiento de su cónyuge que, si resulta de calidad, es mucho mejor; sin embargo, no es menos cierto que el «padre» tiene y está llamado a desempeñar un papel igualmente vital en la procreación, sustento, formación y desarrollo de los hijos e hijas.

Sobre esta base pienso que también para el «Día de los padres» (que en República Dominicana se celebra el último domingo del mes de julio), es justo articular una reflexión crítica pero positiva en torno a la figura del «padre», su papel y aportes para el buen funcionamiento del hogar, y para la plena realización y satisfacción de su cónyuge y de la prole.


I) Una visión y condición privilegiada de la figura del «padre» en los textos bíblicos

Es innegable que por los contextos patriarcales en que surgió la Biblia, la figura del «padre» se ve privilegiada y hasta exaltada sobremanera respecto de la figura de la «madre», la cual aparece notablemente minimizada y con un bajo perfil.

Pienso que los siguientes ejemplos bastarán para ilustrar con claridad meridiana lo que estoy diciendo:

1) La llamativa y notable diferencia en cuanto a las veces en que se menciona la palabra «padre» con relación a la palabra «madre»

Respecto de la abundante frecuencia de la mención de la palabra hebrea “ab” (“padre”), el «Diccionario Teológico Manual del AT» (E. Jenni y C. Westermann, dos tomos) afirma: “Con algo más de 1, 200 casos documentados, “ab” (“padre”) ocupa el puesto 11 en la lista de sustantivos más usados en el AT, detrás de “dabár” (palabra) y delante de “ir” (ciudad).

Por otro lado, la obra «Lists of de words ocurring frequently in The Hebrew Bible» («Listas de palabras usadas frecuentemente en la Biblia Hebrea») ubica la palabra “ab” (padre) entre las que se mencionan entre 500 y 5000 veces en la Biblia Hebrea, y la coloca precisamente en el puesto número uno.

Con respecto a la palabra “madre”, en esta última obra, la palabra hebrea “em” (“madre”), se la sitúa entre los sustantivos que se mencionan en la Biblia Hebrea entre las 200 y 300 veces, y ocupando el puesto número 81.

Con relación a la Reina Valera 1960 la palabra “madre” se menciona en el AT en 219 ocasiones en 201 versículos bíblicos.

Ahora bien, en plural, la palabra “madre” (“em”) sólo se menciona en tres ocasiones en la Biblia Hebrea, en Jeremías 16.13; Lamentaciones 2.12; 5.3.

En cuanto al NT griego, la palabra “padre” (“patér”), según el «Nuevo Léxico Griego-Español del Nuevo Testamento» de Jorge Fitch Mckibben, se menciona en un total de 412 veces. En cambio la palabra “madre” (“méter”), según la misma obra, sólo se menciona 84 veces.

2) Según el relato de la creación de Génesis 2, se considera que fue el hombre (el padre) el que fue creado primero

Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. 19Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. 20Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. 21Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. 22Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre” (Génesis 2.18-23)

3) Incluso en el relato de la creación de Génesis 1, que no asume la antropología de Génesis 2, por lo menos se le menciona primero

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1.26-27)

Así como en otros contextos, por ejemplo:

“El que hiriere a su padre o a su madre, morirá” (Éxodo 21.15)

“Igualmente el que maldijere a su padre o a su madre, morirá” (Éxodo 21.17)

Alégrense tu padre y tu madre, Y gócese la que te dio a luz” (Proverbios 23.25)

“Hay generación que maldice a su padre Y a su madre no bendice” (Proverbios 30.11)

“El ojo que escarnece a su padre Y menosprecia la enseñanza de la madre, Los cuervos de la cañada lo saquen, Y lo devoren los hijos del águila” (Proverbios 30.17)

4) En las dos versiones del decálogo (Éxodo 20 y Deuteronomio 5), en el quinto mandamiento, se menciona primero la figura del «padre»

“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Éxodo 20.12)

Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da” (Deuteronomio 5.16)

Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa” (Efesios 6.2)

Observación: En verdad no hay siquiera un versículo en la Biblia que se mencione a la “madre” (o mujer) con prioridad al “padre” (o varón). En consecuencia, este orden habitual de hacer referencia al hombre y la mujer, al padre y la madre, no es un asunto de simple retórica o estructura sintáctica; más bien pone de manifiesto unos esquemas de pensamiento y organización social en los que sencillamente la mujer era concebida como inferior al varón.

5) A pesar del papel que desempeñaba la madre en el hogar (su espacio natural, propio y vital en la cultura hebrea, como en todas las culturas circunvecinas), se da por sentado que es el mandamiento del «padre» el que no debe olvidar el hijo (el hijo varón, por cierto)

“Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, Y no dejes la enseñanza de tu madre” (Proverbios 6.20)

No traspases los linderos antiguos Que pusieron tus padres” (Proverbios 22.28)
“Oye a tu padre, a aquel que te engendró; Y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies” (Proverbios 23.22)

“Mucho se alegrará el padre del justo, Y el que engendra sabio se gozará con él” (Proverbios 22.24)

“El hijo sabio recibe el consejo del padre; Mas el burlador no escucha las reprensiones” (Proverbios 13.1)

Ligado esta idea estaba el hecho de que el «padre» era el que otorgaba la bendición los hijos (incluyendo al primogénito) y repartía la herencia. Considérese: “La casa y las riquezas son herencia de los padres (sin incluir a la madre); Mas de Jehová la mujer prudente” (Proverbios 19.14). Además: Génesis 27.1-40; 48.1-22; 49.1-27; Lucas 15.11-32.


6) En consecuencia, el hijo sabio (el hijo varón, por cierto), alegra al padre (sin referencia a la «madre»)

“El hijo sabio alegra al padre, Pero el hijo necio es tristeza de su madre” (Proverbios 10.1)

“El hijo necio es pesadumbre de su padre, Y amargura a la que lo dio a luz” (Proverbios 17.25)

“Dolor es para su padre el hijo necio, Y gotera continua las contiendas de la mujer” (Proverbios 19.13)

“El hombre que ama la sabiduría alegra a su padre; Mas el que frecuenta rameras perderá los bienes” (Proverbios 29.3)

7) En relación a lo afirmado antes, el hijo necio (varón por cierto), es aquel que menosprecia el mandamiento y consejo del «padre» (sin referencia a la «madre»)

“El necio menosprecia el consejo de su padre; Mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente” (Proverbios 15.5)

“El hijo sabio alegra al padre; Mas el hombre necio menosprecia a su madre” (Proverbios 15.20)

8) Se da por sentado que la honra de los hijos (específicamente los hijos varones), son los «padres» (específicamente la figura masculina del «padre», y no de forma inclusiva como muchas personas lo han interpretado, incluyendo a la «madre»)

“Corona de los viejos son los nietos, Y la honra de los hijos, sus padres” (Proverbios 17.6)

9) El hecho de que la palabra hebrea “ab” (“padre”) no se utilice para hacer referencia a animales, a diferencia de la palabra “madre” (“em”)

Consideremos, por ejemplo, el uso de la palabra “em” (“madre”) en los dos pasajes bíblicos siguientes: Éxodo 22.30 (en hebreo 22.29) y Deuteronomio 22.6 y 7.

Lo mismo harás con el de tu buey y de tu oveja; siete días estará con su madre, y al octavo día me lo darás” (Éxodo 22.30)

Cuando encuentres por el camino algún nido de ave en cualquier árbol, o sobre la tierra, con pollos o huevos, y la madre echada sobre los pollos o sobre los huevos, no tomarás la madre con los hijos. 7Dejarás ir a la madre, y tomarás los pollos para ti, para que te vaya bien, y prolongues tus días (Deuteronomio 22.6 y 7)

Observación: En estos dos pasajes, la Septuaginta tradujo el sustantivo hebreo “em” (“madre”) con el sustantivo griego “méter” (“madre”).

Lo interesante es que esta misma tendencia se mantuvo en el NT, consideremos como ejemplo los dos siguientes pasajes:

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23.37)

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Lucas 13.34)

10) El hecho de que se consideraba al «padre» el jefe y cabeza de la familia

Por ejemplo, en la organización tribal de la cultura hebrea antigua, existían tres niveles: la tribu, los clanes y los hogares. El caso es que cada uno de estos niveles era encabezado y representado sólo por el padre, nunca por la madre. Observemos:

De los hijos de Rubén, primogénito de Israel, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres por cabeza, todos los varones de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra” (Números 2.20)

Os acercaréis, pues, mañana por vuestras tribus; y la tribu que Jehová tomare, se acercará por sus familias; y la familia que Jehová tomare, se acercará por sus casas; y la casa que Jehová tomare, se acercará por los varones” (Josué 7.14-15)

Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; 23porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (Efesios 5.22-23)

11) El hecho de que en el idioma hebreo del AT (incluso en el hebreo moderno) no exista una palabra que al mismo tiempo haga referencia a la madre y al padre (padre+madre=padres) de forma inclusiva, como en castellano y en griego

Si bien es cierto que la palabra “padre” en plural (padres) puede tener en castellano el mismo sentido que en singular, es decir, apuntando específicamente a los varones (por ejemplo, los padres atentos ayudan a sus esposas en el cuidado de sus hijos); no es menos cierto que también puede tener en algunos contextos un sentido inclusivo que abarca a la madre y al padre. Por ejemplo: los padres (madre y padre) deben ponerse de acuerdo con relación a la forma en que han de asegurarle el mejor futuro a su descendencia.

Por otro lado, el idioma griego (el de la Septuaginta y el del NT), existía una palabra para referir de manera inclusiva al padre y a la madre, y su traducción siempre es plural, “padres”. Esta palabra es “gonéus”, y se la encuentra en el NT en los siguientes pasajes del NT: Mateo 10.21; Marcos 13.12; Lucas 2.27, 41, 43; 8.56; 18.29; 21.16; Juan 9.2, 3, 18, 20, 22, 23; Romanos 1.30; 2 Corintios 12.14 (dos veces); Efesios 6.1; Colosenses 3.20; 2 Timoteo 3:2.

Un caso muy conocido donde se emplea “gonéus” es Juan 9.3, donde se le pregunta a Jesús “¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?”. Aquí el plural “padres” apunta a sus progenitores, madre y padre.

Ahora bien, dado que el hebreo del AT no tenía una palabra igualmente inclusiva, se explica que “gonéus” no tenga presencia en la Septuaginta.

Respecto del idioma hebreo del AT (incluso el hebreo moderno), diré que no tiene una palabra inclusiva y equivalente a “gonéus”.

El hebreo prefiere la combinación «padre y madre» («mi padre y mi madre», «tu padre y tu madre», «su padre y su madre»), expresión que incluso tiene presencia en el NT:

Deuteronomio 21.19 “Entonces lo tomarán su padre y su madre, y lo sacarán ante los ancianos de su ciudad, y a la puerta del lugar donde viva”

Jueces 14.3 “Y su padre y su madre le dijeron: ¿No hay mujer entre las hijas de tus hermanos, ni en todo nuestro pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos incircuncisos? Y Sansón respondió a su padre: Tómame ésta por mujer, porque ella me agrada”

Jueces 14.4 “Mas su padre y su madre no sabían que esto venía de Jehová, porque él buscaba ocasión contra los filisteos; pues en aquel tiempo los filisteos dominaban sobre Israel”

1 Samuel 22.3 “Y se fue David de allí a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab: Yo te ruego que mi padre y mi madre estén con vosotros, hasta que sepa lo que Dios hará de mí”

2 Reyes 3.2 “E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, aunque no como su padre y su madre; porque quitó las estatuas de Baal que su padre había hecho”

Ester 2.7 “Y había criado a Hadasa, es decir, Ester, hija de su tío, porque era huérfana; y la joven era de hermosa figura y de buen parecer. Cuando su padre y su madre murieron, Mardoqueo la adoptó como hija suya.

Salmo 27.10 “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Con todo, Jehová me recogerá.

Proverbios 23.25 “Alégrense tu padre y tu madre, Y gócese la que te dio a luz.

Zacarías 13.3 “Y acontecerá que cuando alguno profetizare aún, le dirán su padre y su madre que lo engendraron: No vivirás, porque has hablado mentira en el nombre de Jehová; y su padre y su madre que lo engendraron le traspasarán cuando profetizare.

Mateo 19.5 “Y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?”

Lucas 14.26 “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo”

Juan 6.42 “Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?”

II) Textos bíblicos que nos describen algunas innegables virtudes asociadas a la figura del «padre», a pesar de lo patriarcal de su trasfondo

“Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen” (Salmo 103.13)

“No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, Ni te fatigues de su corrección; 12Porque Jehová al que ama castiga, Como el padre al hijo a quien quiere” (Proverbios 3.11-12)

“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7.11)

“¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?” (Lucas 11.11)

“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11.13)

“Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa” (Lucas 12.39)

“Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5.8)

Como se ve por los textos bíblicos mismos, a la figura del padre se le asocian principalmente las siguientes virtudes: amoroso, sustentador, proveedor, disciplinador, guía, defensor. Precisamente estas virtudes son las que servirán de base para la elaboración y legitimación de la metáfora de un «Padre celestial».

Finalmente, gracias a esta virtudes relativas a la figura del “padre” es que, a diferencia de nuestras culturas donde es posible hablar de ser “huérfano (a) de padre y madre”, en la cultura hebrea, la orfandad consistía estrictamente en sufrir las consecuencias inevitables que involucraban (incluso hoy, en algunos casos más que en otros) la desaparición física del «padre».

Esta idea se confirma cuando constatamos que de 29 veces en que se encuentra la palabra “huérfano” (singular) en la Biblia, siempre (con excepción de sólo 7 casos), siempre aparece asociada a la palabra “viuda”. La misma tendencia se mantiene cuando la palabra “huérfano” está aparece en plural (“huérfanos”). 

Consideremos algunos ejemplos:

A ninguna viuda ni huérfano afligiréis” (Éxodo 22.22)

Así ha dicho Jehová: Haced juicio y justicia, y librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar” (Jeremías 22.3)

¡Ay de los que dictan leyes injustas, y prescriben tiranía, 2para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; para despojar a las viudas, y robar a los huérfanos!” (Isaías 10.1-2)

“Huérfanos somos sin padre; Nuestras madres son como viudas” (Lamentaciones 5.2)

La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1.27)

III) La metáfora de «El Padre celestial»

La expresión «Padre celestial» sólo se la encuentra en la Biblia en seis (6) ocasiones, en los pasajes siguientes: Mateo 6.14; 26, 32; 15.13; 18.35; Lucas 11.13. Sin embargo, lo cierto es que a dicha metáfora se apela por igual cuando se habla de “vuestro Padre que está en los cielos” (expresión que se la encuentra sólo en el NT en 16 ocasiones). Finalmente, el simple uso de la palabra «Padre» para hacer referencia a Dios, sin ningún otro elemento que lo acompañe, también apunta a la metáfora de un «Padre celestial».

Precisamente es oportuna aquí la afirmación de Rosino Gibellini («La teología del siglo XX», sección Teología feminista”, página 470), cuando dice que mientras que en el AT a Dios sólo se lo llama Padre 11 veces, en el NT la cifra se eleva hasta 170.

Ahora bien, como mostré en la sección anterior, son precisamente las virtudes que se asociaban la figura del padre en el orden y derecho patriarcal (amoroso, sustentador, proveedor, disciplinador, guía, defensor), las que al final servirían de base para la elaboración y legitimación de la metáfora de un «Padre celestial». No obstante, no es posible negar que también encontramos, con relación a Dios, el empleo de algunas metáforas muy femeninas y asociadas esencialmente a la figura de la «madre».

Pero, ¿qué figura origina a cuál? ¿La del «Padre celestial» a la figura del «padre terrenal» o viceversa?

Obviamente, si aceptamos que Dios es un ser infinito y trascendente, que no está sujeto a las esenciales características de la existencia humana, y sus relaciones; es obvio que en la naturaleza divina no ha de existir “un padre”, “una madre”, “un hijo”, “una hija”, “una hermana”, “un hermano”, etc. Sencillamente tenemos que admitir que todas esas figuras no son más que metáforas, formas de hablar de la deidad, bajo los términos, los afectos y las cualidades o virtudes que generalmente asociamos a tales figuras, por las formas en que también nos relacionamos con ellas.

Ahora bien, antes de mencionar los textos bíblicos que hacen referencia a la metáfora del “Padre celestial”, voy a mencionar algunos textos que ponen de manifiesto el empleo de algunas metáforas muy femeninas haciendo referencia igualmente a Dios. Observemos:

“¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti” (Isaías 49.15)

“Desde el siglo he callado, he guardado silencio, y me he detenido; daré voces como la que está de parto; asolaré y devoraré juntamente” (Isaías 42.14)

“Tiene la lluvia padre? ¿O quién engendró las gotas del rocío? 29 ¿De qué vientre salió el hielo? Y la escarcha del cielo, ¿quién la engendró?” (Job 38.28 y 29)

Ahora bien, son principalmente las metáforas ligadas a la figura del «padre terrenal» y sus virtudes, según el orden patriarcal, lo que explica que se haga alusión a Dios, como un «Padre celestial», proveedor, y como el protector, defensor y sustentador de las viudas y los huérfanos, etc. Consideremos los siguientes pasajes bíblicos:

“Padre de huérfanos y defensor de viudas Es Dios en su santa morada. 6Dios hace habitar en familia a los desamparados; Saca a los cautivos a prosperidad; Mas los rebeldes habitan en tierra seca” (Salmo 68-5-6)

“El me clamará: Mi padre eres tú, Mi Dios, y la roca de mi salvación” (Salmo 89.26)

Pero tú eres nuestro padre, si bien Abraham nos ignora, e Israel no nos conoce; tú, oh Jehová, eres nuestro padre; nuestro Redentor perpetuo es tu nombre” (Isaías 63.16)

Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros” (Isaías 64.8)

A lo menos desde ahora, ¿no me llamarás a mí, Padre mío, guiador de mi juventud?” (Jeremías 3.4)

“No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6.8)

“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6.26)

“Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mateo 6.32)

“Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (Hebreo 12.7)

“Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?” (Hebreos 12.9)

“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1.17)

A la luz de las evidencias y los aspectos relacionados en estas dos últimas secciones de este trabajo, puedo dar por justificada y legitimada mi tesis de que “un «Padre celestial» es bueno, sólo si el «padre terrenal» lo es”.

“Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen” (Salmo 103.13). “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7.11)

Conclusión:

¿Desempeña el «padre» un papel de menor importancia que el de la madre? No. Si bien ya dije que la concepción, el embarazo, y el período del posparto son experiencias muy femeninas, muy propias de la mujer; ciertamente hay en este proceso un espacio vital y propio del padre.

Un espacio vital en que éste contribuye de manera muy significativa con todas las características propias del varón. Es bien sabido que un hogar estable y funcional demanda que tanto el «padre» como la «madre» participen activa, significativa y responsablemente (cada cual con sus particulares y peculiares características biológicas, psíquicas, afectivas, etc.) en el proceso de la reproducción y sana subsistencia de la especie humana.

¿Qué, pues, celebramos esta vez, en el día de los padres? Sencillamente diré que así como para el «día de las madres» no celebramos la simple capacidad femenina de concebir, dar a luz, y amamantar, sino la maternidad responsable como tal, en todo el sentido de la palabra; en esta ocasión, para el «día de los padres», no celebramos la simple capacidad de engendrar y aportar espermatozoides en el proceso de fecundación y gestación de un nuevo ser humano; más bien celebramos, felicitamos y estimulamos la paternidad responsable como tal, en todo el sentido de la palabra, no los casos patológicos que, por cierto, no son pocos.

A la luz de esto, ciertamente tenemos razones más que suficientes para felicitar, ahora, en el contexto de la República Dominicana, a todos los «padres» que ciertamente constituyen un ejemplo y modelo de una paternidad verdaderamente responsable.

Felicidades a todos esos «padres» que con su accionar hacen que sus hijas deseen para sus hijos un «padre» como el que ella tuvo, e inspira a sus hijos a querer ser unos «padres» como el suyo.

Felicidades para esos «padres» que con su accionar y manera de tratar a su esposa y comportarse como «esposos» y «padres», hacen que su pareja desee que sus hijas hallen un esposo como el suyo.

Para ponerle punto final a este artículo y, como un detalle especial (teniendo bien claro lo que celebramos en esta ocasión), comparto un acróstico que elaboré con base en la palabra «Padre»:

Proveedor-sustentador

Amoroso-abnegado

Dedicado-esforzado

Responsable-soporte

Entregado-entusiasta


¡Felicidades, «padre» en tu día!


¡Hasta la próxima!

No hay comentarios:

Publicar un comentario