Un enfoque crítico
Héctor B.
Olea C.
Ciertamente, sin duda, está bajo sospecha la afirmación
de que «la Biblia dice» (que tal profeta dijo), cuando, por un lado, el texto
hebreo en que habló el profeta en realidad dice una cosa, y es más bien la
traducción griega (la que leyó o interpretó el autor del NT y el cristiano hoy)
la que dice o parece decir tal cosa; o sea que en realidad no fue el profeta el
que hizo una determinada afirmación, sino su interesado o equivocado traductor
(como en Isaías 7.14 y la errada traducción de «‘almá»-muchacha, joven- por «parthénos»-virgen).
Por otro lado, cuando la afirmación de «la
Biblia dice» (que tal profeta dijo), apunta más bien a una errada y anacrónica interpretación
(más bien cristiana y de corte fundamentalista) de un texto del AT que en realidad
va por otro camino (por ejemplo cuando Isaías 7.1, 2, 4, 8; 17.3 en el año 734 a.C.,
para la ocasión en que el rey arameo Rasin de Damasco –Siria- y el rey Pecaj de
Israel -Efraín: el reino del Norte- estaban preparando una rebelión contra la «superpotencia»
Asiria, y como el rey Acaz de Judá rehusó unirse a ellos, estos se volvieron contra
él, cercaron Jerusalén y conspiraron para poner un vasallo en el trono de Judá,
y el profeta Isaías le pidió a Acaz que confiara en que Yahvé libraría a Judá y
a Jerusalén; Raymond E. Brown; pero muchos erradamente entienden que estos oráculos
apuntan al pueblo sirio de hoy, y de todos los tiempos).
En consecuencia y, en palabras de Lucas
14.35: «jo éjon óta akúein akúeto»: “el que tiene oídos para oír, que preste atención”,
así de sencillo.
¡Hasta la próxima!
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