Una breve explicación sobre la distinción entre “cristianos” y “evangélicos”

Héctor Benjamín Olea Cordero
Presidente del Instituto Dominicano de Ciencias Bíblicas IDCB, Inc.
Correo electrónico: benjamnolea@yahoo.com
Palabras introductorias:
El origen de estas líneas está en la confusión y la desorientación que en el ámbito religioso produce la común distinción entre los que se definen como “cristianos” y los que, sin negar que forman parte de la religión cristiana, se identifican mayormente como “cristianos evangélicos” o simple y preferentemente “evangélicos”. ¿Cuál será la razón de esta distinción? ¿Es legítima? ¿Qué se busca con ella?
Precisamente estas son las interrogantes que pretendemos responder o explicar con este documento.





Ahora bien, dado que la situación que nos proponemos abordar con este estudio supone cierta tensión entre la corriente del cristianismo representada por la Iglesia Católica Apostólica y Romana, por un lado, y la corriente del cristianismo derivada de la llamada Reforma Protestante del siglo XVI, por otro; pienso que es oportuno aclarar de entrada, que el autor de estas líneas es un biblista y teólogo protestante, y candidato al doctorado en teología. También es el presidente y fundador del Instituto Dominicano de Ciencias Bíblicas IDCB, Inc. No obstante, espero que esta realidad no me sea un obstáculo para el análisis sobrio y adecuado de esta problemática.
Otra puntualización previa y necesaria consiste en dejar bien claro que el conflicto que establece la sutil distinción entre “lo cristiano” y lo “evangélico” sólo involucra al cristianismo occidental, en sus dos expresiones históricas: el cristianismo católico con su sede principal en el vaticano, y el cristianismo de corte protestante. En consecuencia, es bueno decir de un principio que el cristianismo representado por la iglesia ortodoxa[1] no tiene vela en este entierro.
A fin de facilitar la mejor comprensión del análisis que planteo en este trabajo, me he impuesto el siguiente esquema o bosquejo:
I. La original designación que recibió el grupo de seguidores de Jesús no fue ni “cristiano” ni evangélico”
II. El surgimiento del nombre “cristiano”
III. El surgimiento del calificativo “católico”
IV. El surgimiento del calificativo “protestante”
V. El surgimiento del calificativo “evangélico”
VI. El surgimiento del “movimiento evangélico”
Conclusiones
Recomendaciones
Pues bien, manos a la obra.
I. La original designación que recibió el grupo de seguidores de Jesús no fue ni “cristiano” ni evangélico”
Tomando como punto de partida la evidencia que nos aporta el libro de los Hechos, podemos afirmar con seguridad que el calificativo que originalmente recibió el grupo de seguidores de Jesús fue “los del camino[2]”. Considérese por ejemplo las siguientes citas bíblicas tomadas de la Biblia de Jerusalén:
Hechos 9.2: “y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, con el fin de obtener permiso para llevar presos a Jerusalén a los hombres o mujeres que encontrase, seguidores del Camino”
Hechos 19.9: “Pero como algunos se obstinaban, no se dejaban persuadir y hablaban mal del Camino ante la gente, rompió con ellos y formó grupo aparte con los discípulos…”
Hechos 19.23: “Por entonces se produjo un tumulto no pequeño con motivo del camino”.
Hechos 22:4: “Yo perseguí a muerte a este Camino, encadenando y encarcelando a hombres y mujeres.”
Hechos 24:14: “En cambio, te confieso que, según el Camino, que ellos llaman secta[3], doy culto al Dios de mis antepasados, creo en todo lo que está escrito en la Ley y en los Profetas”
Hechos 24.22: “Félix, que estaba bien informado en lo referente al Camino, les dio largas, diciendo: Cuando baje el tribuno Lisias decidiré sobre vuestro asunto”.
Para concluir este punto, quiero citar, en primer lugar, lo que afirma el biblista y exégeta católico francés, Xavier Léon Dufour, en su “Diccionario del Nuevo Testamento”, sobre la palabra Camino: “En los Hechos, la expresión “el Camino” empleada de modo absoluto, es sinónimo de la nueva vida en la fe cristiana[4].”
En segundo lugar, creo que son también pertinentes las siguientes palabras del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, cito: “Cuando Hechos 22.4 señala que Pablo persiguió “el camino” se refiere a la comunidad cristiana con su mensaje sobre la resurrección del crucificado. Ello no autoriza a proponer una falsa alternativa: o camino = doctrina, o camino = comunidad cristiana. Ambos conceptos están mutuamente relacionados y presentes en el término. En consecuencia, debemos de entender “camino”, en el uso absoluto que hace Hechos de este término, como designación de los cristianos y de su mensaje sobre Jesucristo, y en este mensaje hay que incluir también un determinado “estilo de vida” (“camino”)[5].
II. El surgimiento del nombre “cristiano”
¿En qué ambiente surgió en nombre de “cristianos” para los seguidores de Jesús? ¿Judío o gentil? Respuesta: Gentil. Fue en Antioquía de Siria, una ciudad situada a unos 500 kilómetros al norte de Jerusalén (al suroeste de Turquía) (Hechos 11:26). El nombre cristiano, que en su origen haya sido peyorativo o no, surge en un ambiente gentil.
Se discute sobre la fecha en que se originó el nombre “cristiano”. Hay los que sugieren que fue alrededor de los años 40; otros que alrededor de los años 50. Lo que se da por seguro es que para la década del 60 debía estar establecido, pues por Hechos 26.28 sabemos que Herodes Agripa II lo utilizó. La verdad es que esta discusión debe dejarse como algo sin una solución definitiva. De todos modos, algo que me llama la atención es que esta palabra no formó parte del vocabulario[6] del apóstol Pablo, por lo menos, por lo que sabemos a través de los escritos canónicos que se han conservado de él o que se le atribuyen a él.
III. El surgimiento del calificativo “católico”
La palabra “católico” viene de la palabra griega katholikós (kaqolikov~) que significa “universal”. El primer testimonio en la literatura cristiana del uso de la palabra “católico”, se encuentra en la carta que le dirigió Ignacio de Antioquía a la iglesia de Esmirna a finales del siglo I de la era común. En dicha carta, Ignacio de Antioquía usa la expresión kaqolikhv ejkklesiva (katholiké ekklesía). Respecto a la interpretación de dicha frase, el teólogo e historiador Ramón Trevijano afirma: “Ha sido interpretada en sentido espacial, como “universal”, por la contraposición que traza el texto entre la iglesia del obispo[7] (la particular) y la iglesia de Cristo (la universal)” (página 40)[8].
Algo que ha sido y es objeto de debates entre los especialistas en la historia de la iglesia y el cristianismo es si Ignacio de Antioquía llegó a plantear o sugerir el primado de la iglesia de Roma. En primer lugar, consideremos la opinión del historiador católico Domingo Ramos Lissón: “Una significación especial tiene para él la Iglesia de Roma por ser “la que preside en la caridad”, expresión que encierra reminiscencias joánicas de la colación del primado a Pedro, y que si duda, está connotando el reconocimiento del primado de la Iglesia de Roma” (página 73)[9].
Ahora consideremos la opinión de un historiador protestante, a saber, César Vidal Manzanares: “Parece evidente que dentro de la comunión de las Iglesias, la de Roma tiene para Ignacio un valor especial, pero es discutible –como sostiene Quasten- que en sus escritos esté ya presente la ideas de primado, y así lo han apuntado entre otros, A. von Harnack, J. Thiele y A. Erhard” (página 120)[10].
Finalmente, quiero concluir esta sección con las siguientes palabras: “La palabra “catolicismo” se remonta históricamente a la época de la confesionalización. Algunos autores de la Reforma de los Países Bajos designaron con la palabra “catolicismo” a los antiguos creyentes que habían permanecido fieles al papado, aunque este uso del lenguaje sólo fue asumido por los católicos de forma lenta y vacilante. Sólo cuando la Ilustración reunió a todas las Iglesias y doctrinas de la Reforma bajo el término abstracto de “protestantismo”, la expresión más antigua “catolicismo” adquirió mayor difusión como concepto correlativo y opuesto[11]
IV. El surgimiento del calificativo “protestante”
La mayoría de los especialistas en la historia del cristianismo y de la iglesia establecen que si bien hubo iniciativas de reforma antes del 1517, no fue hasta el 31 de octubre de 1517 cuando se inició definitivamente el movimiento que posteriormente se conocería con el nombre de “Reforma Protestante”.
Sin embargo, el origen del nombre “protestantes” no surge sino para el 1529, es decir, uno doce años después de que Martín Lutero clavara sus famosas 95 tesis en la puerta de la universidad de Wittenberg, Alemania. Podemos afirmar que ciertamente no es probable que al principio Martín Lutero pensara salir de la iglesia, sino simplemente rectificar algunos aspectos de la misma. Son interesantes y pertinentes ahora, las siguientes palabras tomadas de la Enciclopedia Católica disponible en la Internet:
“El primer impulso para la secesión fue proporcionado por la oposición de Lutero en Alemania y de Zuinglio en la Suiza Alemana a la promulgación por parte de León X de una indulgencia por contribuciones para la construcción de la nueva Basílica de San Pedro en Roma. Desde tiempo atrás había sido costumbre que los Papas confiriesen indulgencias por construcciones de servicio público (p. ej. Puentes). En tales casos, la verdadera doctrina de las indulgencias como una remisión de las penas del pecado (no de la culpa del pecado) había sido siempre sostenida, y las condiciones necesarias (especialmente la obligación de una contrita confesión para obtener la absolución del pecado) eran siempre inculcadas. Pero el donativo para un buen fin, prescrito apenas como una buena obra suplementaria a las condiciones principales para el lucro de la indulgencia, era con frecuencia prominentemente enfatizado. Los comisarios de la indulgencia buscaron colectar la mayor cantidad de dinero posible en conexión con la indulgencia. De hecho, muchas veces desde el Cisma de Occidente, las necesidades espirituales de las personas no recibieron tanta consideración como motivo para la promulgación de una indulgencia, como la necesidad de un buen fin por la promoción del cual podía ser lucrada la indulgencia, y la consecuente necesidad de obtener limosnas para ese fin.
La guerra contra los Turcos y otras crisis, la erección de iglesias y monasterios y numerosas otras causas llevaron a la concesión de indulgencias en el siglo XV. Los consecuentes abusos eran intensificados por el hecho de que los mandatarios seculares frecuentemente prohibían la promulgación de las indulgencias dentro de sus territorios, consintiendo apenas con la condición de que una porción de los recibimientos les fuese dada a ellos. Sin embargo, en la práctica y, por consiguiente, en la mente del público la promulgación de indulgencias tomó un cariz económico y, como era frecuente, muchos vinieran a considerarlas como un impuesto opresivo. Vanamente levantaron sus voces hombres rectos contra ese abuso, lo que suscitó no poca amargura contra el orden eclesiástico y, particularmente, contra la Curia Papal. La promulgación de indulgencias para la nueva Basílica de San Pedro proporcionó a Lutero una oportunidad para atacar a las indulgencias en general, y ese ataque fue la causa inmediata de la Reforma en Alemania. Poco después, la misma razón condujo a Zuinglio a aplicar sus equivocadas enseñanzas, inaugurando con eso la Reforma en la Suiza Germana. Ambos declararon que estaban atacando tan solo a los abusos de las indulgencias; sin embargo, pronto enseñaron una doctrina en muchas formas contraria a la enseñanza de la Iglesia…”
“Desde las invasiones bárbaras la Iglesia había efectuado una completa transformación y revitalización de las razas de la Europa Occidental y un glorioso desarrollo de la vida intelectual y religiosa. El papado había llegado a ser el poderoso centro de la familia Cristiana de las naciones, y como lo había hecho por los siglos, en unión con el episcopado y el clero, realizó una actividad de las más benéficas. Con la organización eclesiástica completamente desarrollada, llego a darse el que las actividades de gobierno de los cuerpos eclesiásticos no estuvieran más confinadas al ámbito eclesiástico, sino que afectaban casi toda esfera de la vida popular. Gradualmente, una lamentable actitud mundana fue manifestándose en muchos altos eclesiásticos. Su objeto principal -conducir a los hombres a su meta eterna- tomaba muy poco de su atención, y las actividades mundanas se volvieron en muchos casos su principal interés. Poder político, posesiones materiales, privilegiada posición en la vida pública, la defensa de derechos históricos antiguos, intereses terrenales de diversos tipos eran muy frecuentemente el principal propósito de muchos del alto clero.
La solicitud pastoral, el propósito específicamente religioso y eclesiástico, fue bastante relegada a un segundo plano, sin dejar de considerar diversos intentos vivos y exitosos de rectificar los males existentes… Conectados de cerca con lo anterior, existían diversos abusos en la vida del clero y del pueblo. En la Curia Papal los intereses políticos y una vida mundana eran con frecuencia prominentes. Muchos obispos y abades (especialmente en los países en los cuales también eran príncipes del territorio) se mostraban a sí mismos más como soberanos seculares que como siervos de la Iglesia. Muchos miembros de los capítulos de la catedral y otros eclesiásticos beneficiados estaban principalmente preocupados con su renta y en cómo hacer para aumentarla, especialmente a través de la unión de prebendas (incluso sedes episcopales) en las manos de una persona, que luego gozaba de una gran renta y mayor poder. La lujuria prevaleció abiertamente entre el alto clero, mientras el bajo clero era frecuentemente oprimido… La autoridad de la Santa Sede también había sido seriamente dañada, en parte por culpa de algunos de sus ocupantes y en parte por acción de los príncipes seculares.”[12]
Finalmente, para clausurar este punto, voy a citar lo que afirma Wikipedia[13], la enciclopedia libre también disponible en la Internet: En 1529, Carlos V convoca una Dieta en la ciudad de Spira y en ella intenta convencer a los nobles que se han convertido al luteranismo, para que se sometan a la autoridad del Papa, pero los príncipes y señores luteranos se niegan y protestan en la convocatoria de la Dieta, y a causa de esta protesta los católicos comenzarán a llamarlos con el nombre de Protestantes.[14]
V. El surgimiento del calificativo “evangélico”
La palabra “evangélico” está íntimamente ligada a la palabra griega eujaggevlion (euanguélion). La palabra griega eujaggevlion euanguélion (transliterada como evangelio) históricamente y en el Nuevo Testamento mismo se usa para referir no a un tipo de literatura, sino, en primer lugar, a las buenas nuevas del Reino de Dios proclamadas por Jesús (considérese como ejemplos, Mateo 4.23; 9.35; 24.14; Marcos 1.14). En segundo lugar, para referir tanto a la proclamación como al contenido de mensaje[15] (kerigma, griego khvrugma) de la primitiva comunidad cristiana que proclamaba la muerte (mediante crucifixión) y resurrección de Jesucristo. Ejemplos de este uso bíblico del término son: Romanos 10.16; 1 Corintios 1.17; 9.14; 15.1-4; 2 Corintios 2.12; 4.5).
Será a partir del siglo II cuando la palabra “evangelio” comience a usarse para referir a un tipo de literatura específica que trata sobre la vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús.
Por lo que hemos dicho, se puede concluir en que el uso de la palabra “evangelio” para señalar a los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, y otros de su género que no entraron en el canon, no es bíblico. Este uso es posterior al vocabulario que encontramos en el conjunto de libros que la cristiandad en general ha aceptado como literatura canónica del Nuevo Testamento.
En consecuencia, tenemos que decir que a la luz del Nuevo Testamento mismo y a la luz de la historia temprana del cristianismo, el término “evangélico” no significó más que “algo” o “alguien” relacionado con el mensaje del evangelio y/o con los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, y otros de su género que no entraron en el canon.
VI. El surgimiento del “movimiento evangélico”
Sobre este uso particular de la palabra “evangélico”, el Diccionario enciclopédico de historia de la iglesia, que citamos anteriormente, nos dice lo siguiente: “La palabra “evangélico”, que corresponde en su contenido a una caracterización confesional, connota a partir del siglo XVIII la característica propia del movimiento del despertar suscitado por John Wesley y la espiritualidad “pietista”. Luego designa un nuevo comienzo espiritual del pietismo en las iglesias territoriales y en las iglesias libres que, partiendo del Congreso Mundial en Berlín (1966) e impulsado especialmente por William (Billy) Graham, llegó a convertirse en un movimiento de alcance mundial”.
La misma obra recién citada también nos ofrece las características principales del movimiento evangélico:
1) Acentuación de la inspiración verbal de la Biblia y de su autoridad absoluta para la fe y la vida; 2) Confesión íntegra de la cristología contenida en el credo apostólico; 3) Énfasis puesto en la redención subjetiva antes que en la objetiva (experiencia del renacimiento en virtud de la conversión personal); 4) Necesidad de la santificación por la fuerza del Espíritu Santo a través de la oración, el estudio de la Biblia y el servicio de caridad; 5) Distinción de la “comunidad” de Jesús”, formada por los auténticos creyentes, y la iglesia como institución visible; 6) Prioridad de la misión; 7) Intensa expectativa escatológica inmediata. Menos importancia revisten para el movimiento evangélico la figura de la Iglesia, el ministerio, la liturgia y los sacramentos.
Dentro del movimiento evangélico encontramos algunas corrientes principales:
1) Los fundamentalistas (los que profesan una absoluta inerrancia de la Biblia); 2) Los evangélicos confesantes (que profesan tanto una fidelidad a la Biblia como a los escritos confesionales de la Reforma y su concepción de los sacramentos); 3) Los neo-evangélicos (que intentan establecer una mediación entre la fe bíblica y los conocimientos más modernos); 4) Los evangélicos radicales (aquellos que se caracterizan porque exigen la obediencia al sermón de la montaña, son pacifistas); 5) Los evangélicos carismáticos (que enfatizan el bautismo con el Espíritu Santo, y el ejercicio de los dones espirituales o carismas).
Un matiz que caracteriza a muchos de los grupos que integran el movimiento evangélico es el rechazo de la teología académica, y la consecuente poca valoración que se le da a la teología formal y al papel del teólogo en la iglesia.
Finalmente, diríamos que la llamada “Teología Evangélica”: “Tiene vínculos particulares con las características distintivas de la Reforma Protestante. Está dedicada profundamente a la centralidad de la Biblia, a su poder mediante el Espíritu Santo con referencia especial a la predicación, a su autoridad final en todo los asuntos de doctrina y vida, y a la necesidad de interpretarla tan natural como sea posible, y diseminarla ampliamente en el idioma vernáculo… el objetivo de la obra teológica no es tanto conocer la teología como conocer a Dios; las tentaciones de orgullo académico deben mortificarse, la teología debe hacerse dentro de una comunidad de amor y por amor otros, con la conciencia de que el regreso de Jesucristo y el día de rendir cuentas está cerca.”[16]
Conclusiones:
1) El sentido confesional y actual de la palabra “evangélico” no se corresponde con su uso temprano en la historia de la Iglesia y del Cristianismo. En un principio ésta nunca señaló o distinguió a un grupo en oposición a otro dentro de la misma fe cristiana.
2) El sentido actual de la palabra “católico” tampoco se corresponde con su uso temprano en la historia de la iglesia y del Cristianismo. Originalmente se empleó para describir el carácter universal del cuerpo de Cristo, no para referir a una iglesia en sentido institucional.
3) El uso de la palabra “protestante” tiene su origen histórico unos doce (12) años después de haberse iniciado la Reforma Protestante.
4) El uso de la palabra “protestante” para señalar a los seguidores de las ideas y enseñanzas de los reformadores del siglo XVI, se originó en un contexto católico.
5) El uso de la palabra “catolicismo” para señalar a los que se mantuvieron fieles al tipo de cristianismo representado por la Iglesia de Roma, se originó en un contexto protestante.
6) Hoy la palabra “cristiano” sin más, puede hacer referencia a una persona que se ubica que cualquiera de las tres manifestaciones históricas del cristianismo: el ortodoxo, el católico y el protestante.
7) Hoy el calificativo “católico” hace referencia específicamente a una persona que se ubica específicamente dentro de la corriente del cristianismo católico romano con su sede central en el Vaticano.
8) Hoy el calificativo “evangélico”, además de su referencia literaria (conforme al evangelio o relacionado a los evangelios), se emplea confesionalmente para señalar a una persona que se sitúa dentro de la corriente del cristianismo derivada de la llamada “Reforma Protestante”.
9) A diferencia del calificativo “protestante” que se origina en un contexto católico, el calificativo “evangélico” consiste en una auto-proclamación de los movimientos derivados de la Reforma Protestante[17].
10) Que el cristianismo católico se autoproclame “la iglesia” (como si fuera la única expresión válida y legítima del cristianismo histórico) se equipara con las pretensiones de algunos grupos dentro del protestantismo cuando también se autoproclaman como la verdadera y única expresión válida del evangelio. En contra de que cualquiera de las tres expresiones del cristianismo histórico se autoproclame como la legítima expresión del evangelio y la única iglesia, están las evidencias aportadas por la Teología Bíblica del Nuevo Testamento.
La evidencia bíblica apunta a que Pablo fue el primero que usó la palabra “iglesia”[18] para referirse a una comunidad local seguidora de Jesús (1 Tesalonicenses 1.1). Por otro lado, la evidencia bíblica también apunta a que originalmente cada comunidad local de fe constituía propiamente una iglesia, por lo que se hace necesario el uso del plural. En otras palabras, que en su sentido original o primario, la palabra “iglesia” en el NT es “comunidad local o conjunto de creyentes en Cristo reunidos o ubicados en un lugar específico” (1 Tesalonicenses 2.14). Desde sus orígenes, el cristianismo ha estado constituido por iglesias (en plural) y no por una iglesia (en singular). Por el Nuevo Testamento podemos afirmar que la iglesia de Corinto, la de Galacia, la de Tesalónica, etc. constituían con toda propiedad una iglesia, una expresión válida y legítima de la comunidad fundada en la obra redentora de Cristo.
Luego, también es cierto que encontramos en el Nuevo Testamento mismo un enfoque de la iglesia que no es local, sino más bien universal o cosmológico, que es el enfoque que encontramos en Efesios 1.22 y 23; Colosenses 1. 18; Mateo 16.18.
Por la evidencia de Efesios, Colosenses y Mateo, se puede decir que la iglesia en el sentido cosmológico o universal, está constituida por todos los creyentes en Cristo de todos los tiempos, lugares y épocas, trascendiendo necesariamente los límites de la iglesia en sentido institucional, local y denominacional (la ortodoxa, la católica y la protestante) ¿Estamos nosotros (los movimientos protestantes, la iglesia ortodoxa y la católica romana) en la capacidad de establecer y distinguir con propiedad quiénes forman parte o no de la iglesia en este sentido?
Recomendaciones:
1) Que cada expresión del cristianismo histórico tenga para con la otra, la actitud, el respeto y consideración que espera y le gustaría recibir de la misma.
2) Que cada expresión del cristianismo histórico sea capaz de evitar repetir los errores que la historia ha demostrado que han tenido lugar en las distintas expresiones de la fe cristiana.
3) Que cada expresión de la fe cristiana pueda dar pasos firmes a fin de tomar acciones en conjunto frente a una serie de males sociales (que cada una de ellas reconoce como tales). Esto no implica que un grupo absorba a otro. Se puede luchar contra males comunes sin que ningún grupo pierda sus características distintivas.
4) Que las distintas expresiones de la fe cristiana con presencia en la República Dominicana piensen menos en ellas mismas y consideren que Jesús con su ejemplo nos desafía a una vida de auto negación y servicio. Que reconozcan que existen para servir y no para ser servidas.
5) Que las distintas expresiones de la fe cristiana trabajen seriamente por las mejores condiciones de vida para la sociedad dominicana en general, contribuyendo al fortalecimiento de la institucionalidad y el estado de derecho.
6) Que los distintos grupos que profesan la fe cristiana procuren seriamente dar un testimonio adecuado, y coherente, procurando que sus acciones se igualen y conformen a sus palabras. Que su praxis (sus hechos) sea coherente con su discurso. Que su accionar confirme el valor y trascendencia de su teología.


[1]Es preciso dejar establecido que el cristianismo tiene tres manifestaciones o corrientes históricas principales: el cristianismo representado por la iglesia ortodoxa, el cristianismo representado por la iglesia católica, y el cristianismo de corte protestante. La historia nos dice que después de muchas tensiones, en el año 1054 tuvo lugar el llamado “cisma de oriente”, cuando se dio la definitiva separación entre la iglesia ortodoxa (iglesia oriental) y la iglesia católica (iglesia occidental). Luego, a partir del 31 de octubre de 1517 se inició un proceso irreversible que a la larga provocaría la expulsión de Martín Lutero y sus seguidores de las filas del cristianismo católico, y que también daría origen al movimiento protestante.
[2]Griego oJdov" (jodós).
[3]La palabra griega que se traduce aquí “secta” es ai{resi" (jáiresis ) que significa: secta, partido, división, movimiento. Es interesante que esta sea la misma palabra con la que se hace referencia en el mismo libro de los Hechos a dos de las principales facciones del Judaísmo del primer siglo de nuestra era, a saber, los Saduceos (en Hechos 5.17), y los Fariseos (en Hechos 15.5). Esta común designación confirma lo que ya se ha establecido como una verdad histórica, que el movimiento de los seguidores de Jesús fue considerado en un principio como una secta o facción más del Judaísmo.
[4] Léon Dufour, Xavier. (2002). Diccionario del Nuevo Testamento. España: Desclée De Brouwer.
[5]Coenen, Lothar y otros. (2003). Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. España: Ediciones Sígueme.
[6] La palabra “cristiano” sólo la encontramos tres veces en el NT, a saber: en Hechos 26.28 y 1 Pedro 4.16 (en singular). Y una vez en plural: en Hechos 11.26.
[7] Esta distinción se comprende cuando se conoce el valor que Ignacio de Antioquía le concede al obispo. Ignacio relativiza los sacramentos al afirmar que estos no se pueden llevar acabo sin la presencia del obispo. Tanto valor le concedía al obispo que pensaba que, como sostiene el historiador protestante César Vidal Manzanares, estar en comunión con el obispo equivalía a verse salvo del error y de la herejía (Diccionario de Patrística, editorial Verbo Divino, España, 1999).
[8] Trevijano, Ramón. (2004). Patrología. España: Biblioteca de Autores Cristianos.
[9] Ramos Lissón, Domingo. (2005). Patrología. España: Eunsa.
[10] Vidal Manzanares, César. (1999). Diccionario de Patrística. España: Verbo Divino.
[11] Kasper, Walter, director. (2005). Diccionario enciclopédico de historia de la iglesia (dos tomos). España: Herder.
[12]http://ec.aciprensa.com/r/reforma.htm
[13] Igual opinión encontramos en el Diccionario enciclopédico de historia de la iglesia, publicado por la Editorial Herder, año 2005, dos tomos, basado en el Lexicon fur Theologie und Kirche, tercera edición, artículo “Protestantismo”.
[14] http://es.wikipedia.org/wiki/Reforma_Protestante
[15]Generalmente se establece una ligera distinción técnica entre euanguélion (eujaggevlion) y kerígma (khvrugma): Euanguélion (eujaggevlion) hace referencia al contenido del mensaje; mientras que kerigma (khvrugma) hace referencia al modo de entregarlo (mediante la proclamación de un heraldo o mensajero).
[16]B. Ferguson, Sinclair, y otros, editores. (2005). Nuevo Diccionario de Teología. USA: Casa Bautista de Publicaciones.
[17]Al respecto, son interesantes e ilustrativas las siguientes palabras: Evangélico: Pentecostales y otras comunidades protestantes. Se han adjetivado así porque pretenden ser los fieles seguidores del evangelio” (De Pedro, Aquilino. (2000). Diccionario de términos religiosos y afines. España: Verbo Divino. Lo lamentable es que cada una de las expresiones históricas del cristianismo se considera a sí misma como la auténtica portadora de la verdad del evangelio. Es penoso que cada corriente valore muy poco lo que en su depósito teológico tiene en común con las demás manifestaciones históricas del cristianismo.
[18]Desde la perspectiva de los estudios históricos críticos, se afirma que la palabra “iglesia” (griego ejkklesiva, ekklesía) no tuvo durante el ministerio terrenal del Jesús histórico el sentido que se impuso desde los días del apóstol Pablo. Hay que recordar también que los evangelios se redactaron muy posteriormente a los escritos genuinos de Pablo. Esto apunta a que el uso de la palabra “iglesia” en Mateo 16.18 y 18.17 no prueba que el Jesús histórico haya conocido tal concepto. Recomiendo ver de nuevo lo que dije con relación al original calificativo que se usó para designar a los seguidores del Jesús crucificado y resucitado.

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XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

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XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día?       

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