Una perspectiva crítica
Héctor B. Olea C.
En el marco de las
expectativas de una soñada y anhelada «teocracia» de un gran sector de la comunidad
cristiana y evangélica, paralelas a las expectativas «escatológicas» en
relación al retorno de Jesucristo y las implicaciones sociopolíticas que se
asocian con éste, al menos desde la perspectiva dispensacionalista; quiero poner
de relieve el conjunto de algunos elementos presentes en el Nuevo Testamento mismo, y que se han
identificado como fundamentales en el proceso de institucionalización de la
Iglesia, y en conjunto comúnmente llamado «catolicismo
temprano».
Por supuesto y, en honor a la verdad, estos factores han sido determinantes
para las distintas formas de gobierno eclesiástico e institucionalización de
las diversas tradiciones eclesiales cristianas y evangélicas; y no sólo en la
institucionalización del cristianismo católico romano.
Por ejemplo, es prácticamente imposible encontrar que una tradición eclesiástica
cristiana no haya apelado a las llamadas cartas o epístolas pastorales, en
alguna forma, al momento de explicar y configurar su gobierno o administración
eclesiástica; y esto es cierto incluso en los casos de las iglesias pentecostales,
carismáticas y neo pentecostales, que en la práctica parecen depender demasiado
de la iglesia de Corinto en su énfasis en los dones espirituales.
Por otro lado, se
observa que hay en el Nuevo Testamento, respecto de la institucionalización de
la Iglesia, un proceso análogo al del establecimiento de la institucionalidad monárquica
en la historia de Israel, de acuerdo a los datos que nos proporciona el Antiguo
Testamento mismo (Tanaj, Biblia Hebrea).
A continuación, de manera resumida, voy a mencionar los aspectos que se
consideran expresión del llamado «catolicismo temprano», tomando como base lo
que plantea Raymond E. Brown en su «Introducción al NT» (dos tomos) publicado
por editorial TROTTA, al comentar a 2 Pedro, tomo II, páginas 989 y 990); y la
descripción que ofrece el «Diccionario enciclopédico de historia de la
iglesia», dos tomos, publicado por Herder:
1) Ante el retraso de la “parusía”, la necesidad de la iglesia de afrontar
su devenir histórico y el sentido presente de la vida (con el retraso de la
parusía, los cristianos, que al principio entendían que la venida de Jesús
acontecería muy pronto, tuvieron que hacer preparativo para su estadía aquí en
la tierra. Este aspecto favoreció el proceso histórico de la
institucionalización de la iglesia).
2)
En
este mismo sentido, parece verosímil sostener que muy a pesar de las “señales”
que menciona el llamado «Apocalipsis sinóptico» (Marcos 13.3-32; Mateo 24.3-51;
Lucas 21.5-37 que deberían preceder a la «parusía»), al no cumplirse las
expectativas escatológicas comunicadas por el mismo Jesús; por un lado, se fue
desarrollando en la iglesia primitiva misma cierta prudencia o pesimismo en
torno a depender demasiado de tales señales, asumiendo, en consecuencia, el
regreso del Señor más bien como algo inesperado (sin contar con la realización
previa de algunos eventos que la señalaran); y por otro lado, se fue consolidando
la actitud de ruego y súplica (no la afirmación) por el definitivo regreso del
Señor, o sea «maranata»: «Señor nuestro, ven» (ven ya).
3) La tradición apostólica (compárese 2 Tesalonicenses 3.6), expresada en
las cartas pastorales como “depósito” confiado al apóstol y a sus sucesores (1
Timoteo 6.29; 1 Timoteo 1.12, 14), garantiza la identidad de los cristianos a
través del cambio de los tiempos y frente a las falsas doctrinas.
4) La imagen de las comunidades se define menos a partir de los “carismas” (dones)
de sus miembros, que del orden de los ministerios eclesiásticos (las pastorales
y Primera de Clemente)
5) En la mención de los elementos que le otorgan consistencia y permanencia
a la comunidad adquiere importancia la enseñanza ética y la formación para el
correcto comportamiento cristiano, también como expresión de la verdadera
doctrina (1 Timoteo 6.1-10; Tito 3.1-8).
6) La constitución de un canon cristiano propio tenía para la iglesia
carácter de confesión de fe (Judas 1).
En conclusión, cualquier
apelación que en la actualidad quisiera hacerse a la figura de la «teocracia»
(gobierno de Dios, mediado o directo) en
algún sentido; no debería perder de vista que, cuando las expectativas en relación
a la teocracia (Israel, AT) y con respecto a la escatología (Iglesia, NT), se
vieron frustradas, o al menos aplazadas; tanto Israel como la Iglesia de manera
natural hicieron los arreglos y ajustes de lugar, mediante alguna forma de institucionalización
(¿secularización vital e inevitable?) que garantizara su presencia,
continuidad, vitalidad, identidad, permanencia y subsistencia en su propio
entorno sociocultural y político; aunque sin necesariamente perder la esperanza
y la fe, como lo pone en evidencia la actitud de ruego y súplica que suponía el
empleo de la palabra «maranata»: «¡Señor nuestro, ven!» (¡Ven ya!).
¡Hasta la próxima!
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