De las pretensiones de la fe cristiana en relación a la
fe judía
Héctor
B. Olea C.
Aunque
ciertamente el cristianismo explica su origen a lo interno de la religión y
tradición religiosa judía, en verdad y al final, el cristianismo vino a
constituir una religión gentil. Esta religión gentil si bien reclama y también
pretende hacer suya la herencia y patrimonio religioso del pueblo judío
(esencialmente el Tanaj, al que prefiere llamarle AT); no obstante, lo asume y
lo interpreta de una manera tan peculiar y particular que hace imposible que el
judaísmo vea en el cristianismo su continuidad o prolongación, y mucho menos su
superación y sustituto.
Esto
es tan grave y cierto, que incluso los movimientos mesiánicos, a pesar de que
coinciden con el cristianismo en ver a Jesús como el «Mesías»; sin embargo,
tienen diferencias notables con éste en algunos aspectos. Por eso, mientras que
el cristianismo parece concebirse como el mejor judaísmo (sin identificarse,
obviamente, en esos términos), los judíos mesiánicos tienden a concebirse como el
mejor y el perfecto judaísmo, por un lado, y como el mejor y el perfecto cristianismo,
por el otro (obviamente, sin identificarse en esos términos).
Entonces,
hacemos bien estar en guardia frente a una cristianización del Tanaj (el AT, al
margen de lo que piensen los cristianos); pero con igual energía, habremos de
hacer frente a cualquier especie de judaización del NT, (al margen de lo que
piensen principalmente los judíos mesiánicos, y al cual prefieren llamar «Berit
hadasháh», o sea, «Pacto Renovado»). Luego, si bien hemos de admitir con toda
propiedad que el AT (más bien «Tanaj») es literatura judía (no cristiana), el
NT, en cambio, es de pleno derecho literatura cristiana (no judía).
Pienso
además que, por un lado, la realidad de lo hebreo de Jesús, no debe llevar a
los cristianos a pensar que el Cristianismo es una religión hebrea, pues no lo
es; por otro lado, tampoco debe llevar a los judíos mesiánicos y a otros a
pensar que el Nuevo Testamento es un cuerpo de literatura judía y que debe
leerse como tal, pues no lo es. A pesar de lo hebreo de Jesús, el Cristianismo,
doctrinal e históricamente es una religión gentil.
Ahora
quiero poner de relieve algunos contrastes entre lo hebreo de Jesús (la
académicamente llamada “figura histórica de Jesús”) y el carácter gentil del
Cristianismo.
1)
Indiscutiblemente, Jesús nació, enseñó (con una cosmovisión judía), y murió
como judío. Jesús vivió, enseñó y murió como un hebreo, pero no en el vacío. A
pesar de las distintas conjeturas que se han levantado, parece que la postura
más verosímil es que Jesús, por un lado, estaba identificado con los
movimientos revisionistas que había en Palestina en el primer siglo de nuestra
era (como el que representaba Juan el Batista). Por otro lado, parece que
estuvo más cerca de los fariseos de que cualquier otro grupo. Por ejemplo, en
el NT se ve a Jesús frecuentando la sinagoga, y hasta haciendo uso de la
palabra en la misma (véase Mateo 13.53; Lucas 4.16, 20, 38; Juan 18.20).
Ciertamente
hay que tener en claro que la sinagoga no era, en esencia, una institución
religiosa neutral de todo el judaísmo, sino propiamente la institución clave de
la corriente de los fariseos. Además, algunos de los inconvenientes que
enfrentó Jesús con los Fariseos pudieran explicarse como disputas de enfoques,
de interpretación y énfasis entre perspectivas un poco distintas, pero dentro
de una misma tradición.
En
este mismo tenor hay que considerar también que algunas de las disputas en que
los evangelios muestran a Jesús con los fariseos, probablemente tengan más que
ver con la situación de tensión y disputa que se estaba dando entre algunos
fariseos que se habían sumado al movimiento de seguidores de Jesús y los
gentiles (y la tendencia gentil) del mismo movimiento. Todo indica que en la
medida en que se fue fueron radicalizando las pretensiones cristianas, se fue
agudizando la tensión judío-gentil y la separación definitiva estaba ya en el
horizonte. Consideremos, pues, como ejemplo, los siguientes textos, por
supuesto, sin perder de vista que es Juan el más antisemita de los cuatro evangelios
canónicos:
Juan
9.22 “Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto
los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías,
fuera expulsado de la sinagoga.”
Juan
12.42 “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a
causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga.”
Un
dato interesante, después de considerar estos dos pasajes, es que hasta el día
de hoy, el judaísmo fariseo no acepta a Jesús como el Mesías (tampoco el
judaísmo Caraíta).
2)
Al principio los mismos seguidores de Jesús no parece que entendieran que
formaban parte de otra religión o que estaban dando origen a una nueva
religión. Es más, al principio y, porque era fariseo, vemos a Pablo usando la
sinagoga como el eje central de su trabajo misionero (véase Hechos 13.14, 15,
42; 14.1; 17.10, 17; 18.4, 7, 8, 17, 19, 26; 19.8).
También
notamos que la resurrección, que era asumida por los fariseos (aunque no exactamente
con los mismos matices), también es un tema capital para el cristianismo
paulino (¿cristianismo paulino? 1 Corintios 15), que es prácticamente el que
domina en el NT canónico.
3)
El Cristianismo se funda en Jesús, pero esto no es lo mismo que decir que Jesús
lo fundó. Por ejemplo, la idea de salvación proclamada por Jesús, dentro de una
cosmovisión muy hebrea, se concentra en el Dios del Tanaj, y el Tanaj asumido
como el cuerpo de literatura que determinada la forma en que la nación hebrea
habría de relacionarse con su Dios (guardar el pacto, guardar la Toráh).
Observemos un ejemplo muy ilustrativo, Lucas 16.27-31:
“Entonces
le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28porque
tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos
también a este lugar de tormento. 29Y Abraham le dijo: A Moisés y a
los profetas tienen; óiganlos. 30Él entonces dijo: No, padre
Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
31Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se
persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.”
Pero
a pesar de lo dicho por Jesús en el pasaje citado de Lucas, en el Cristianismo
mismo, la salvación se obtiene por medio de Jesús, y sustentada en una
argumentación y en unas premisas que identifican al Cristianismo como una
antítesis del judaísmo y de la esperanza hebrea (en versión saducea, farisea, y
caraíta), por ejemplo: a) La divinización de Jesús; b) Jesús, asumido, ya no
como vocero o portador del mensaje del reino (con matices apocalípticos y
escatológicos, por supuesto), sino como el centro y contenido del mensaje
acerca de la salvación de Dios, eje central de la proclamación cristiana (véase
Hechos 16.30; Romanos 10.9; Gálatas 3.6-21; 4.21-31). c) Una interpretación
cristológica del Tanaj (por supuesto, ilegítima para los judíos); d) La
creación de un cuerpo literario propio (el NT), basado en una interpretación
muy particular y propia del Tanaj y de la historia del pueblo hebreo; e) Una
serie de ritos y ceremonias propias, etc.
Dos
obras que vienen a confirmar lo que estoy diciendo son: 1) Sentido cristiano
del Antiguo Testamento (Bosquejo de un tratado dogmático), de Pierre Grelot,
publicado por Desclée De Brouwer, año 1995; 2) Conociendo a Jesús en el Antiguo
Testamento (Cristología y tipología bíblica), por Eugenio Danyans, publicado
por CLIE, año 2008.
Sin
embargo, a pesar de estas dos obras y sus premisas, Walter Brueggemann plantea:
“Se
acostumbra a realizar una interpretación del Antiguo Testamento en dos
momentos: primero se interpreta el Antiguo Testamento «en su propios términos»
y posteriormente –y de forma bastante diferente- se interpreta en relación con
el Nuevo Testamento. Este procedimiento es evidente en la Teología del Antiguo
Testamento de Brevard Childs, de modo que en la segunda parte del libro el
Antiguo Testamento se envuelve en afirmaciones neotestamentarias y casi
desaparece.
Dadas
las afirmaciones exclusivas del Nuevo Testamento en su enfoque cristológico, es
quizás lo mejor que se puede hacer. Sin embargo, cualquier interpretación seria
del Antiguo Testamento debe sentirse incómoda con este procedimiento,
precisamente porque es obvio que el Antiguo Testamento no apunta ni obvia, ni
limpia, ni directamente hacia Jesús o hacia el Nuevo Testamento”
Luego
concluye, parafraseándolo yo un poco: “como intérprete cristiano, creo que
haríamos mejor en reconocer el estatus independiente del texto
veterotestamentario (del Antiguo Testamento) antes de realizar ciertas
maniobras en el proceso de su interpretación” («Teología del Antiguo Testamento»,
Un juicio a Yahvé, Sígueme, año 2007, página 768).
4)
A partir del año setenta de nuestra era, se agudizan las tensiones entre el
cristianismo y la corriente del judaísmo que persistió después de la
destrucción de Jerusalén (la corriente de los fariseos), y finalmente, el
cristianismo termina por definirse como una religión gentil (con todo lo que
eso implica), separándose de manera definitiva del judaísmo (aunque un poco más
tarde).
A
propósito, sobre en la historia del cristianismo se habla del
“judeocristianismo”, el cual es explicado por Jean Daniélou («Teología del
Judeocristianismo», Cristiandad, 2004) como: “Una forma de pensamiento
cristiano, que no implica vínculo con la comunidad judía, pero que se expresa en cuadros tomados
del judaísmo. De hecho, esta forma de pensamiento no solamente ha existido,
sino que durante un tiempo ha coexistido con la iglesia cristiana. Hay una
primera teología cristiana de expresión judía, semítica, y por ello se puede
hablar en la historia antigua del cristianismo, de un período judeocristiano,
que va desde los orígenes del cristianismo hasta más o menos la mitad del siglo
II de nuestra era.”
5)
Si bien se separa definitivamente del judaísmo, el cristianismo ha mantenido la
pretensión de hacer suya la herencia religiosa (y cultural hasta donde está
relacionada directamente con lo religioso y espiritual, específicamente, por
ejemplo el Tanaj, al que, sin embargo, llama AT) del pueblo hebreo.
Precisamente,
el rabino ortodoxo Jacob Neusner le enrostra al cristianismo su falta de
autonomía, con las siguientes palabras: “La fe cristiana encuentra una legión
de razones para creer en Jesucristo (no simplemente que Jesús era y es Cristo);
todo lo que yo afirmo y defiendo es que, puede ser, pero no porque diera
cumplimiento a la Toráh, o sostuviera la Toráh, o se ajustara a la Toráh; no
porque mejorara la Toráh, según este criterio, no habría seguido a Jesús
entonces, y no aconsejaría a nadie seguirlo ahora. Pero la fe cristiana nunca
ha encontrado inquietante el hecho de su propia autonomía: de no ser una mera continuación y reforma de la fe
anterior, el judaísmo (representado siempre como corrompido venal y, en
cualquier caso, sin esperanza, sino un nuevo comienzo.” («Un rabino habla con
Jesús», páginas 201 y 202).
Otra
forma en que algunos judíos reaccionan ante las pretensiones cristianas de ser
la superación y verdadera (legítima) continuidad de la fe hebrea, la fe de
Abraham (y que por eso sólo los cristianos llaman al Tanaj, Antiguo
Testamento), es esta: "La Toráh de
YHVH es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de YHVH
es fiel, que hace sabio al ignorante." Salmo 19.7 ¿Necesita ser
cambiado lo que es perfecto?
6)
Un estudio adecuado y consistente de la relación entre el cristianismo y la
esencia de la religión hebrea, debe ponderar con el mismo rigor tanto la
continuidad (o las pretensiones de) y la discontinuidad que, ciertamente,
existe entre estas dos religiones que comparten unos textos básicos (el Tanaj)
si bien los asumen, leen, interpretan y aplican de una manera contradictoria e
irreductible.
Por
un lado, respecto a la continuidad, como ya advertí, es innegable que el
cristianismo sólo puede explicar su origen a partir de herencia religiosa y
espiritual hebrea. Por otro lado, es la lectura, interpretación y aplicación
particular que hace el cristianismo de la herencia espiritual de la nación
hebrea (la forma en que la ha asumido) lo que definitivamente lo enfrenta y
separa de aquella. Y este hecho no puede perderse de vista, en ningún momento,
al analizar la relación entre la esperanza hebrea (en sus múltiples
expresiones) y el cristianismo (también en sus múltiples expresiones).
Finalmente,
si bien se plantea que para entender el cristianismo, hay que entender primero
el judaísmo del primer siglo de nuestra era, de todos modos, parece que dicho
estudio es más urgente y vital para el estudio del llamado “Jesús histórico”
(para conocer el verdadero trasfondo hebreo de Jesús, para entender su mensaje,
su enseñanza, sus esquemas de pensamiento, su verdadero marco de referencia, y
cómo vivió).
Este
tipo de análisis nos ha de poner en guardia ante los intentos de llevar muy
lejos la relación y dependencia del Cristianismo de la religión hebrea. Esto
así, pues al fin y al cabo, mientras que Jesús vivió, pensó, enseño, vivió y
murió como un verdadero judío; el cristianismo, en cambio, terminó siendo una religión gentil, con todo
lo que eso implica.
Apéndice: Una nota adicional sobre las pretensiones de la religión
judía y la religión cristiana.
Un
hecho a tomar en cuenta en un análisis comparativo de la religión judía y la
religión cristiana, y que involucra la persona de Jesús es que, si bien el no
aceptar a Jesús como el Mesías (el rechazar esta pretensión cristiana)
ciertamente no unifica las distintas expresiones del Judaísmo; tampoco el
asumir a Jesús como el Mesías, ha podido, ni podrá unificar, ni salvar las
diferencias y tensiones que existen entre el cristianismo y el judaísmo
mesiánico.
En
conclusión, a pesar de las particulares pretensiones del cristianismo y del
judaísmo mesiánico, pienso que haríamos bien en considerar que:
1)
El cristianismo pretende ser la superación de la religión hebrea, su maduración
y perfeccionamiento, o sea, su reemplazo, en cierta forma. Esta pretensión
cristiana, en cambio, resulta absolutamente inadmisible para las distintas
expresiones de la fe hebrea, del judaísmo.
2)
El judaísmo mesiánico presume de ser, por un lado, el mejor judaísmo, y por el
otro, el mejor cristianismo. En este sentido, presume: a) de tener la mejor y
correcta interpretación del Tanaj (presunción absolutamente inadmisible para el
resto de las expresiones de la fe hebrea o judaísmo); y b) de la mejor y
correcta interpretación del NT (presunción absolutamente inadmisible para el
cristianismo, en sus más diversas expresiones).
En
resumen:
1) El llamado AT por los cristianos (el
Tanaj hebreo) es propiamente un cuerpo literario hebreo, no es cristiano. Este
hecho tiene serias implicaciones para su exégesis, traducción y
aplicación.
2) Es la comunidad lectora o hermeneuta la
que decide qué toma y qué no, qué asume como suyo y qué no, de la tradición y
religión hebreas, la religión del Tanaj (el AT para los cristianos). Por
ejemplo, mientras que la Iglesia Adventista del Séptimo Día encuentra
argumentos válidos para asumir, para hacer suyo el sábado hebreo como “día de
reposo”, y la clásica distinción hebrea de “alimentos puros” y “alimentos
impuros”; no obstante, al mismo tiempo también halla base suficiente para no
asumir, para no hacer suya la circuncisión física, elemento de importancia
todavía en el judaísmo clásico.
3) Es la comunidad lectora cristiana con
su particular lectura e interpretación, la que decide qué elementos considera
que habrá de tener en común con la religión hebrea de Tanaj (el llamado AT por
los cristianos).
4) A pesar de hallar y explicar sus
orígenes en el contexto de la religión y cultura hebreas, y de pretender hacer
suya la herencia religiosa del pueblo hebreo, el Cristianismo es una religión
gentil.
5) El NT es en sí un cuerpo literario
propiamente cristiano, no judío. En consecuencia, una pretendida lectura e
interpretación del NT en clave hebrea o judía, es tan problemática y
cuestionable como un lectura del Tanaj en clave cristológica.
Obviamente, estas realidades tienen serias implicaciones a la hora de determinar qué se entiende como mandato y obligación bíblica, y qué no; qué ha de entenderse como “obligación cristiana” con una determinada y legítima base bíblica, y qué no.
¡Hasta
la próxima!
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