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Breves puntualizaciones sobre la lengua aramea

La segunda lengua original de la Biblia Hebrea

Ahora le tocó al arameo

Héctor B. Olea C.

Después de haber publicado dos artículos en los que expuse una periodización de la lengua hebrea (principal lengua original de la Biblia Hebrea) y de la lengua griega (lengua original del llamado Nuevo Testamento y la lengua de clásica versión griega de la Biblia Hebrea, los LXX, por supuesto en su etapa conocida como griego koiné); esta vez me propuse hacer lo mismo con la lengua aramea (la segunda lengua original de la Biblia Hebrea).

En lo que respecta a los distintos estadios de la lengua aramea, en su obra «Guía para el estudio del arameo bíblico» (2001, 2005), Josep Rivera Florit presenta la siguiente periodización de la lengua aramea:

Primera etapa: Arameo Antiguo (AA), desde el siglo X a mediados del siglo VII a.C.

Segunda etapa: Arameo Clásico u Oficial (desde mediados del siglo VII al siglo II a.C.). Dentro de esta etapa se sitúan el Arameo Clásico (AC) y el Arameo Bíblico (AB).

Tercera etapa: Arameo Medio (desde el siglo II a.C. al siglo II d.C.).

Dentro de esta etapa se sitúan dos familias distintas de la lengua aramea.

Por un lado, la familia del Arameo Medio Occidental, que incluye el arameo de Qumrán, el judeo palestinense antiguo y el arameo de los tiempos del NT, el arameo de los Targúmenes (Targumím) oficiales, y el Nabateo.

Por otro lado, la familia del Arameo Medio Oriental, que abarca el Palmireno, el Arameo de Hatra, el Arsácida y el Siríaco Antiguo.

Cuarta etapa: El arameo tardío (dese el siglo II d.C. hasta el medioevo). Dentro de esta etapa se desarrollan dos familias distintas de la lengua aramea:

Por un lado, el Arameo Tardío Occidental, que comprende: el arameo judeo palestinense o galilaico, el arameo samaritano, y el arameo cristiano pelestinense o sirio palestinense.

Por otro lado, el Arameo Tardío Oriental, que abarca: el arameo judeo babilónico o arameo babilónico talmúdico, el mandáico y el siríaco.

Quinta y última etapa: el Arameo Moderno (época actual), que incluye los dialectos occidentales del Antilíbano y los dialectos orientales del Kurdistán. 

Por su parte, Julio Trebolle Barrera, en su clásica y monumental obra, «La biblia judía y la biblia cristiana» (TROTTA, 1998), sintetiza la historia de la lengua aramea en tres períodos: antiguo, medio y reciente.

Luego, en lo que al segundo período se refiere, puntualiza Trebolle que las breves secciones de la Biblia Hebrea escritas en arameo, corresponden al arameo imperial.

Y con relación al arameo medio, observa Trebolle: “Tras la caída del imperio persa, el griego desplazó progresivamente al arameo como lengua franca. El arameo oficial comenzó entonces un proceso de fragmentación en dialectos locales. Pervivió, sin embargo, como lengua literaria y de uso en documentos oficiales e inscripciones (página 74).

También puntualiza que en esta lengua aramea literaria están redactados los capítulos en arameo del libro de Daniel (cerca del 168 a.C.), así como algunos textos hallados en Qumrán, el Tárgum de Onquelos del Pentateuco y el Tárgum Jonatán (de los profetas) en Palestina (misma página 74).

El arameo como lengua bíblica

El arameo puede considerarse «lengua bíblica», en sentido estricto, sólo en relación a la Biblia Hebrea (como la segunda lengua original de la Biblia Hebrea), jamás en relación al Nuevo Testamento.

En tal sentido, la sección aramea de la Biblia Hebrea está constituida por los siguientes pasajes: dos palabras en arameo en Génesis 31.47; una oración en arameo en Jeremías 10.11; la palabra «bar» (hijo), en el Salmo 2.12; Esdras 4.8-6.18; Esdras 7.12-26; Daniel 2.4b-7.28.

Por supuesto, además de ser la segunda lengua original de la Biblia Hebrea, el arameo está presente, por ejemplo, en la «Masorá», el conjunto de observaciones de los masoretas que acompañan el texto de la Biblia Hebrea (Masorá Parva, Masorá Quetaná, o Masorá pequeña, y la Masorá Guedolá, Masorá Magna o Masorá grande).

Son también arameos los términos «queré» (léido) y «ketív» (escrito), usados por los masoretas para indicar lo que entendieron como escritura errónea o defectuosa en el texto consonántico de la Biblia Hebrea (lo escrito, «el ketív»), y lo que sugirieron que debía ser leído («el queré»).

Por otro lado, se consideran influencias del arameo en el hebreo, el surgimiento y posterior persistencia de la forma tardía del pronombre personal de la primera persona común singular, yo, o sea, «aní» (competencia de la forma más antigua, «anojí»), que en el arameo clásico es «aná» (yo, para el género masculino y para el género femenino). 

También se considera una influencia del arameo en el hebreo, el uso de la preposición «le» (por lo general señalando el dativo, a o para en el hebreo) para señalar el objeto directo, a la manera de la partícula dominante, «et».

La razón es que, si bien en arameo también se usa la preposición «le» para indicar el dativo (a, para), como en el hebreo; en el arameo también sobresale su uso para marcar el objeto directo. 

Finalmente, también encontramos en el Nuevo Testamento transliteraciones al griego de términos o expresiones arameas. Por ejemplo, el sustantivo «bar» (hijo), en el nombre «Bartimeo» (Marcos 10.46), la palabra «abbá» (padre, Gálatas 4.6), la expresión «talita cumi (niña, levántate, Marcos 5.41), entre otras.  

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