La expresión hebrea «nefesh jayyá» («nefesh jayyáh») y el verbo «yatsár» en Génesis 1 y 2

Una perspectiva crítica

Prof. Héctor B. Olea C.

Una cuestión que sin duda alguna ha constituido una especie de dolor de cabeza para la reflexión teológica-religiosa judía y cristiana, consiste en que, por un lado, en el relato sacerdotal o eloísta de la creación (Génesis 1) se empleó la frase hebrea «nefesh jayyá» (ser vivo, ser viviente) para hacer referencia a los animales marinos y terrestres (Génesis 1.20, 21, 24; 9. 10, 12, 15; compárese Levítico 11. 46; Apocalipsis 4.7).

Y por otro lado, que en el relato yavista de la creación (Génesis 2.4-25) se empleó exactamente la misma frase «nefesh jayyá» (ser vivo, ser viviente), pero para hacer referencia tanto al ser humano (aunque en sentido estricto se empleó en la puesta en existencia del varón y no de la mujer que, en la narrativa de este relato, fue creada con posterioridad a la creación del varón, considérese Génesis 2.7, 21-23), y para hacer referencia a todo animal o ser vivo del campo, y a las aves (Génesis 2.19, traducida por la RV 1960 como “animales vivientes”).   

En todo caso, es preciso poner de relieve que además de emplear la frase «nefesh jayyá» para hacer referencia al ser humano como a los animales del campo y a las aves; también empleó el relato yavista la palabra «jayyá» (vivo, viviente, el segundo elemento de la frase «nefesh jayyá») para hacer referencia a toda bestia del campo (Génesis 2.19, 20), aquí en estado constructo «jayyát».

Consecuentemente, a pesar de los malabares de la interpretación religiosa judía y cristiana, lo cierto es que no hay nada que, desde el punto del análisis lingüístico, morfológico, filológico, sugiera la necesidad de establecer una distinción semántica respecto de la frase «nefesh jayyá» cuando es empleada en relación al ser humano y cuando es empleada en relación a los animales marinos y terrestres. Sencillamente ambos son seres vivos o vivientes, y sometidos por cierto al mismo ciclo vital: nacer, crecer, desarrollarse, multiplicarse, morir.

Es más, al menos para el relato sacerdotal, la distinción entre los seres humanos como «nefesh jayyá» y los animales marinos y terrestres también  como «nefesh jayyá», se establecería más bien con base a que los primeros (los seres humanos) poseen la imagen de Dios (Génesis 1.26, 27), cualidad que dicho relato no le atribuye a los segundos (los animales marinos y terrestres).

Además, de acuerdo a la lógica y sucesión de eventos de dicho relato, serían los animales marinos y terrestres los que nos darían a entender el hecho de ser también el ser humano un “ser vivo o viviente” («nefesh jayyá»), y no al revés, puesto que éste (el ser humano) fue puesto en existencia con posterioridad a los animales marinos y terrestres (Génesis 1.20-27).

Por otro lado, en lo que respecta al relato yavista, no es posible perder de vista que además de emplear la expresión «nefesh jayyá» para hacer referencia tanto al ser humano como a los animales y aves del campo; no afirma, sin embargo, que el ser humano fue creado a la imagen de Dios, a la manera del relato sacerdotal.

En todo caso, si la capacidad de administrar y ser mayordomo de la creación es una cualidad inherente de un ser humano creado a la imagen de Dios, según el relato sacerdotal (considérese Génesis 1.27-29); no es menos cierto que esta misma cualidad es también inherente a un ser humano caracterizado como un simple «nefesh jayyá» por el relato yavista (considérese Génesis 2.15. 16, 20).

De todos modos, muy a pesar de todo lo dicho, tratando de sortear la problemática planteada, el Tárgum tradujo la frase «nefesh jayyá» en Génesis 2.19 como «nafshe jaitá» (ser vivo), pero en Génesis 2.7 la tradujo «ruáj memal-lá» (espíritu que habla).  

Otro factor que también ha llevado al pensamiento religioso judío a realizar ciertos malabares, consiste en que el relato yavista empleó un mismo verbo para hacer referencia a la puesta en existencia del ser humano como en la puesta en existencia de los animales del campo y las aves, el verbo «yatsár» (modelar, formar, forjar, hacer, crear).

En tal sentido, un sutil pero vano argumento en mi opinión, consiste en poner de relieve que al hacer referencia a la creación del ser humano (Génesis 2.7), se empleó el verbo «yatsár» con dos yods (o iods), o sea, con una jireq yod (o jiriq male);  pero cuando se empleó para hacer referencia a la puesta en existencia de los animales del campo y las aves, se empleó con una simple jireq o jiriq jasér (así Rashí).

En todo caso, en ambos casos, la forma verbal «vayyitsér» consiste en una forma verbal wayyiqtól o vaifál, o sea, un imperfecto conversivo con valor del perfecto, en la tercera persona masculina singular, del verbo «yatsár».

Luego, es preciso poner de relieve que es muy común que raíces o formas verbales como raíces o formas nominales se escriban al mismo tiempo y con la misma carga semántica, con una morfología que emplea una vocal escrita en forma plena (male) y otra en forma no plena, defectiva (jasér).

Un ejemplo de una raíz o forma nominal, lo representa, entre otros, el sustantivo «oréb» (cuervo), que se usa tanto con una jolem o jolam male (jolem o jolam en forma plena), como con una jolem o jolam jasér (jolem o jolam en forma defectiva).

Un ejemplo del uso del sustantivo «oréb» (cuervo) con una jolem o jolam jasér (defectiva), lo tenemos en Génesis 8.7 y Levítico 11.15.

Un ejemplo del empleo del sustantivo «oréb» (cuervo) con una jolem o jolam male (jolem o jolam en forma plena), lo encontramos en Cantares 5.11.

Como ejemplo ideal de una raíz o forma verbal con empleada con una jireq o jiriq jasér (no plena, una sola yod), y con una jireq o jiriq male (en forma plena, con dos yod), es precisamente el verbo «yatsár».

En consecuencia, tenemos que concluir que en Génesis 2.7, haciendo referencia a la puesta en existencia del ser humano, el autor empleó la forma verbal «vayyitsér» (forma verbal wayyiqtól o vaifál) con una jireq o jiriq yod o male, pero en Génesis 2.19, para hacer referencia a la puesta en existencia de los animales del campo y las aves, empleó la misma forma verbal «vayyitsér» (forma verbal wayyiqtól o vaifál), con la misma carga semántica, pero con una simple jireq o jiriq jasér.

Finalmente, otro ejemplo del empleo del mismo verbo «yatsár» con una vocal simple (jasér) y con una vocal escrita en forma plena (male), consiste en el participio masculino singular y activo (aquí sustantivado), del verbo «yatsár» («yotsér») en Isaías 29.16 dos veces: la primera mención con una jolem o jolam en forma defectiva o no plena, o sea, una jolem o jolam jasér, pero la segunda mención con una jolem o jolam en forma plena, o sea, una jolem o jolam male.

Pues bien, la primera mención del participio masculino singular activo del verbo «yatsár» (con una jolem o jolam jasér) que leemos en Isaías 29.16, es «ja-yyotsér» (hacedor, así la RV 1960).  

La segunda mención del participio masculino singular activo del verbo «yatsár» (con una jolem o jolam male, en forma plena) que leemos en Isaías 29.16, es «le-yotseró» (su hacedor, el hacedor de ella, de la vasija; la RV 1960 “al que la ha formado”).

En lo que respecta a la Septuaginta o versión griega, debo decir que tanto en Génesis 2.7 como en Génesis 2.19, tradujo la frase «nefesh jayyáh» con «psyjén zósan» (alma viviente, ser viviente, ser vivo), y en ambos casos empleándola sólo con relación al ser humano.

En Génesis 2.7, tradujo con «kai eguéneto jo anthopos psyjén zósan» (“y vino a ser el hombre un ser o alma viviente”).

En génesis 2.19 tradujo «Adam psyjén zósan» (“Adán alma viviente”).

De todos modos, empleó la Septuaginta exactamente la misma frase griega «psyjén zósan» en Génesis 1.24 para hacer referencia a los animales terrestres.

Y en lo que respecta el verbo empleado por la Septuaginta para traducir la forma verbal «vayyitsér» en Génesis 2.7 y 19; la versión griega empleó indistintamente, en ambos casos, la forma verbal «éplasen», forma verbal en aoristo primero, voz activa, modo indicativo, tercera persona del singular del verbo  «plásso» (formar, modelar, crear).  

En suma, de la misma manera en que en Isaías 29.16 no hay un cambio semántico por el simple hecho de emplear la misma forma verbal (aquí un participio) dos veces, una con una jolem o jomal jasér y la otra con una jolem o jolam male; lo mismo ocurre con el empleo de la forma verbal «vayyitsér» (forma verbal wayyiqtól o vaifál) con una simple jireq o jiriq en Génesis 2.19, pero con una jireq o jiriq yod (male) en Génesis 2.7.

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