Algunas observaciones puntuales sobre el griego koiné del Nuevo Testamento
Héctor B. Olea C.
Por razones prácticas, y por las limitaciones de tiempo y espacio, voy a desarrollar este breve artículo con el siguiente esquema: 1) la relación del griego koiné con el griego clásico; 2) el nivel del griego de los distintos autores del Nuevo Testamento y sus preferencias estilísticas y de vocabulario; 3) el influjo del griego de la Septuaginta (los LXX, griego de traducción) en el griego del Nuevo Testamento (lengua original); y 4) los semitismos (hebraísmos o arameísmos) en el griego del Nuevo Testamento.
Relación del griego koiné (siglos IV A.E.C.- al siglo IV E.C) con el griego clásico (siglos V-IV A.E.C)
Como muy bien plantea la profesora Inmaculada Delgado Jara, la base del griego koiné es el dialecto ático, aunque tenga vocabulario y algunos elementos jonios (del dialecto jónico), y también algunos dorismos (del dialecto dórico), «Gramática griego del Nuevo Testamento I, morfología», página 263).
No son pocas las transformaciones que tuvieron lugar en el griego koiné respecto del griego clásico. Aquí, por razones prácticas y de espacio, sólo voy a mencionar tres:
En primer lugar, en el plano de la fonética, desaparece la clásica distinción entre las vocales cortas y las vocales largas.
En segundo lugar, en el plano de la morfología, desaparece el «número dual» en la declinación (flexión nominal) y en conjugación (flexión verbal).
En tercer lugar, en el plano de la semántica, de las palabras del griego clásico que se mantuvieron en el griego koiné, algunas cambiaron de significado, poniendo de relieve un indiscutible «cambio semántico».
Un ejemplo notable involucra el verbo «erotáo» (verbo contracto).
Pues bien, en el «griego clásico» el verbo «erotáo» significa “preguntar”, “interrogar”.
Sin embargo, en el Nuevo Testamento Griego, el verbo «erotáo» adquiere como principal acepción “pedir” y “rogar” (como sinónimo de orar, interceder, suplicar).
En efecto, según el «Diccionario Exegético del Nuevo Testamento», de Balz y Schneider (publicado por Sígueme, 2002), el verbo «erotáo» ocurre 63 veces en el Nuevo Testamento Griego. De estas 63 veces, sólo en 27 ocasiones (43 %) tiene el significado que tiene en el «griego clásico» (“preguntar”, “interrogar”), pero “pedir” o “rogar” en 36 ocasiones (57 %).
En todo caso, en lo que respecta a la Septuaginta, es preciso poner de relieve que «erotáo» tiene como primera acepción “preguntar” e “interrogar” como en el «griego clásico», si bien también tiene el significado de “rogar” o “suplicar” en algunos pocos textos (como acepción secundaria).
De todos modos, es preciso decir que, en lo que respecta al vocabulario, Plutarco Bonilla, citando a Manuel Guerra, afirma: «De las 5, 436 palabras distintas del Nuevo Testamento, las cuatro quintas partes, cerca de 4, 000 pertenecen al griego clásico, y cerca de 1, 000 al griego inmediatamente postclásico o helenístico» («El griego del Nuevo Testamento», artículo disponible en la red).
El nivel del griego de los distintos
autores del Nuevo Testamento y sus preferencias estilísticas y de vocabulario
Me parecen muy oportunas aquí las palabras de
Plutarco Bonilla, cuando dice: “Puesto que existen escritos en el Nuevo Testamento respecto de los cuales no podemos tener certeza absoluta de quién o quiénes hayan sido sus autores, la afirmación general de que en ese texto hay tantos estilos como autores cobra
especial relevancia” (artículo citado).
Por otro lado, en su muy conocida obra «Gramática griega, sintaxis del Nuevo Testamento», Daniel Wallace plantea que el nivel y la calidad del griego varían de autor a autor.
Y luego, al respecto, establece la
siguiente distinción:
«Griego vernáculo y semítico»: Apocalipsis, Marcos, Juan, y las tres
epístolas de Juan, 2 Pedro.
«Griego koiné de conversación»: Mucho de Pablo y Mateo.
«Griego koiné literario»: Hebreos, Lucas – Hechos, Jacobo
(Santiago), las epístolas pastorales, 1 Pedro, Judas.
Ahora bien, en este apartado quiero
llamar la atención respecto a la forma distinta, desde el punto de vista
lexical (vocabulario), y desde el punto de vista sintáctico, en que los
evangelistas de la llamada «tradición sinóptica» hacen referencia a la tradición
de los cuarenta días de Jesús en el desierto, después de ser bautizado por Juan
el Bautista.
En lo que respecta al verbo y al tiempo
verbal empleados, Marcos (1.12) emplea la forma verbal «ekbálei» (de «ekbálo»: expulsar,
lanzar fuera de), pero en el llamado «presente histórico» (con el valor del
aoristo).
Y en lo que a la sintaxis se refiere,
emplea Marcos una estructura oracional en voz activa (construcción activa).
Por su parte, Mateo (4.1) emplea la forma
verbal compuesta «anéjze» (en voz pasiva, de «anágo»: llevar, llevar hacia
arriba, transportar), pero en tiempo aoristo (aoristo primero), y en una
estructura oracional en voz pasiva (construcción pasiva, con todas sus
implicaciones desde el punto de vista sintáctico).
Y Lucas (4.1) emplea una forma verbal
simple, el verbo que sirve de base a la forma verbal compuesta empleada por
Mateo («anéjze»), o sea, «ágo», pero en tiempo imperfecto (a diferencia de
Marcos que empleó el tiempo presente, y a diferencia de Mateo que empleó el tiempo
aoristo), pero como Mateo, empleó la voz pasiva: «égueto».
El influjo del griego de la Septuaginta
(los LXX, griego de traducción) en el griego del Nuevo Testamento (lengua original)
Aquí sólo voy a poner de relieve dos
casos concretos.
En primer lugar, el empleo del tiempo
futuro en lugar del modo imperativo
Por ejemplo, en Mateo 5.43 en la
traducción «amarás a tu prójimo», «amarás» (tiempo futuro) es la traducción de
la forma verbal «agapéseis», tiempo futuro, voz activa, modo indicativo,
segunda persona del singular, del verbo «agapáo» (amar, querer).
Ahora bien, el empleo que hace Mateo de
la forma verbal en tiempo futuro, «agapéseis» (“amarás tú”), en lugar de una
forma verbal en modo imperativo y en el tema temporal de presente, o sea,
«agápa» o «ágapa»: «ama tú»; se debe a que la Septuaginta (a la cual cita
Mateo), empleó en Levítico 19.18 precisamente la forma verbal en tiempo futuro
y en modo indicativo: «agapéseis» (“amarás tú”).
En cuanto a la forma verbal empleada en
el texto hebreo de Levítico 19.18, o sea, «ve-ajavtá», consiste en una forma
verbal «veqatál», un perfecto conversivo o inverso, con el valor del imperfecto
que, además de traducirse en el tiempo futuro del modo indicativo, también se
emplea con el valor de un imperativo.
Por supuesto, si el traductor del hebreo
al griego no se hubiera preocupado tanto por la equivalencia formal, y en lugar
de futuro indicativo hubiese empleado el esperado modo imperativo en griego;
otra habría sido la historia.
En segundo lugar, el empleo del llamado
«dativo cognado»
El llamado «dativo cognado» consiste en
el empleo de un sustantivo (o palabra sustantivada) en caso dativo, seguida de
una forma verbal finita (un verbo conjugado) de la misma raíz, de la misma
forma léxica del sustantivo.
Se emplea el «dativo cognado» en el
griego del Nuevo Testamento, como el reflejo del empleo de dicha construcción
sintáctica en la Septuaginta (Los LXX) para traducir el llamado «infinitivo
absoluto hebreo antepuesto».
Consiste la construcción sintáctica
llamada «infinitivo absoluto antepuesto» en hebreo, en el empleo del «infinitivo
absoluto» (forma nominal del verbo) precediendo una forma verbal de la misma
raíz o forma léxica del «infinitivo absoluto».
En esta construcción sintáctica, el «infinitivo
absoluto hebreo antepuesto» enfatiza o refuerza la acción de la forma verbal que
va a continuación.
Un ejemplo clásico del empleo del llamado
«infinitivo absoluto hebreo antepuesto», lo vemos en Deuteronomio 7.18 en la
traducción «acuérdate bien» (“recuerda bien”).
Pues bien, la traducción «acuérdate bien»
(“recuerda bien”) es el reflejo de la construcción sintáctica hebrea: «zajór
tizkor».
Aquí, «zajór» es el «infinitivo absoluto»
de la «conjugación qal» (kal), de la raíz «zajár», «lizkór» (traer a la mente,
a la conciencia, recordar, considerar); y «tizkór» consiste en el imperfecto de
la misma «conjugación qal», segunda persona masculina singular, de la misma
raíz «zajár», «lizkór».
Por otro lado, en lo que a la Septuaginta
se refiere, esta tradujo la construcción sintáctica hebrea con la expresión
«mneía mneszése» (dativo cognado).
Consiste pues, «mneía», en el caso dativo
singular del sustantivo femenino y de la primera declinación griega «mneía»
(capacidad de recordar, recuerdo, memoria), derivado del verbo «mimnésko»
(traer a la mente o a la memoria, recordar).
Y la forma verbal «mneszése» consiste en
el futuro, pasivo, indicativo, segunda persona del singular, del mismo verbo
«mimnésko» (traer a la mente o a la memoria, recordar).
Pero en relación al Nuevo Testamento, un
ejemplo del empleo del «dativo cognado», lo observamos en Lucas 22.15 en la
traducción «cuánto he deseado» (he deseado grandemente), traducción de la
expresión griega «epizimía epézímesa» (dativo cognado).
Consiste ««epizimía» en el caso dativo
singular del sustantivo femenino y de la primera declinación griega «epizimía»
(deseo, deseo ardiente, pasión), derivado del verbo «epiziméo» (verbo
contracto: poner el corazón en, desear ardientemente, desear con pasión,
codiciar).
Y la forma verbal «epezímesa» consiste en
el aoristo primero, voz activa, modo indicativo, primera persona del singular,
del mismo verbo «epiziméo» (verbo contracto: poner el corazón en, desear
ardientemente, desear con pasión, codiciar).
Los semitismos
(hebraísmos o arameísmos) en el griego del Nuevo Testamento
Se consideran «semitismos» (hebraísmos o arameísmos) a distintas formas un tanto extrañas a la lengua griega, y que más bien se consideran influencias o influjos de la lengua hebrea o aramea en el griego del Nuevo Testamento.
Estos semitismos pueden ser de distintas
naturalezas. Aquí sólo voy a considerar dos.
En primer lugar, los semitismos
expresados en palabras o expresiones de origen hebreo o arameo, transliteradas
al griego, y presentes en el Nuevo Testamento Griego, pero como transliteraciones.
Algunos ejemplos de estos son: «abbá»
(determinado y vocativo en arameo: padre), «marána zá» o «marán azá» (Señor
nuestro ven, el señor ha venido), «rabbuní» (señor mío), «taliza kúm» o «taliza
kumi» (niña levántate), «rabbí» (mi señor, señor mío).
En segundo lugar, construcciones sintácticas
que reflejan más bien una sintaxis semíticas, construcciones sintácticas hebreas
o arameas.
Aquí sólo voy a considerar el llamado «genitivo
hebreo».
Consiste el llamado «genitivo hebreo» en
el empleo de una cadena constructa (secuencia de constructo), con un valor adjetival,
con el valor de un adjetivo.
Una «cadena constructa» hebrea consiste
en el empleo de un sustantivo en «estado constructo» (forma del sustantivo, por
lo general, modificada) que equivale al «caso genitivo» griego, y que sirve
para expresar asociaciones de ideas expresadas en español con la preposición «de»
(libro de, mujer de, casa de); seguido por un sustantivo o palabra
sustantivada, que le da término, y constituye el referente al que apunta el
sustantivo en estado constructo.
Un ejemplo del llamado «genitivo hebreo»,
o sea, el empleo del «caso genitivo» griego como reflejo de una «cadena constructa»
hebrea o aramea; lo tenemos en la expresión «palabras de gracia» (RV 1960) en
Lucas 4.22.
Pues bien, la expresión griega detrás de
la traducción «palabras de gracia» (RV 1960), es «joi logói tes járitos» (palabras
hermosas, palabras agradables).
Consiste «joi logói» en el caso
nominativo plural del sustantivo «logós» (más el artículo determinado), y «tes
járitos» en el caso genitivo singular del sustantivo femenino y de la tercera declinación
«járis» (gracia, atractivo, belleza, amabilidad, benevolencia, etc.).
Consecuentemente, me parece demasiado
oportuna aquí la acertadísima observación que respecto del «genitivo hebreo» plantea
Max Zerwick, cito:
“Los semitas, debido a que cuentan con
pocos adjetivos, recurren al genitivo… Hay que estar en guarda para que este lenguaje,
a veces muy distinto al nuestro occidental, no nos lleva a buscar raras profundidades
donde una buena traducción exige un simple adjetivo” («El griego del Nuevo Testamento»,
Verbo Divino, 202, página 37).
Muy a propósito de nuestra oferta académica
todo el año, año por año, dirigida al público general, al margen de su creencia
religiosa o falta de compromiso con una determinada teología institucional;
pero interesado en el estudio completo, profesional, crítico, académico e
independiente de las lenguas bíblicas (hebreo, arameo, griego), metodología exegética
y crítica textual (de la Biblia Hebrea y del NT Griego), el griego clásico, la
gramática española aplicada, traducción de la Biblia, etc.
¡Todos nuestros cursos incluyen material de apoyo y certificado!
¡Inscripciones siempre abiertas!
¡Pregunta por el curso de tu interés!
Información y matriculación Aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario