La palabra "tierra" en Génesis 1.1 y 2, cuestiones de morfología y sintaxis

Los nombres o sustantivos y su función en la frase u oración

Cuestiones de lingüística (morfología y sintaxis), exégesis y traducción bíblicas

Héctor B. Olea C.

En las lenguas bíblicas como en castellano, existen dos grandes tipos de palabras: los nombres o sustantivos, y los verbos.

Luego, si bien el verbo es el núcleo de todo predicado (sintagma verbal predicado), el nombre o sustantivo es el núcleo del sujeto (sintagma nominal sujeto: María fue al cine).

Además, el nombre o sustantivo puede desempeñar las funciones (categorías funcionales o morfosintácticas) de atributo (María es profesora), de modificador indirecto (barco de madera), del vocativo (María, ven rápido), de aposición (María, la profesora, está aquí), de objeto directo (yo vi a María), de objeto indirecto (Le compré un libro a María), complemento circunstancial de compañía (fui al cine con María), complemento circunstancial indirecto de tiempo (María hace ejercicios en la mañana), complemento circunstancial indirecto de lugar (María hace ejercicios en el parque), complemento circunstancial directo de lugar (María está aquí).

Luego, en lo que respecta al griego, el nombre o sustantivo sufre cambios en su terminación (después de la raíz, base, radical, o lexema) para indicar el caso (forma que adopta el nombre y el adjetivo: «declinación o flexión nominal») para señalar la función o categoría morfosintáctica que desempeña en la frase u oración.

Pero el hebreo, al margen de algunos cambios que sufre el nombre o sustantivo para indicar el estado constructo, al pasar del singular al plural, al recibir los sufijos pronominales, al añadírsele el artículo definido o determinado; en todo caso, en realidad, no existe en el hebreo una declinación flexiva propiamente hablando, sino más bien una «declinación preposicional».

Consiste la «declinación preposicional» en que es mediante preposiciones o partículas que se señala el caso y la función que desempeña el nombre en la frase u ración, y no mediante cambios en la desinencia o terminación, por supuesto, después de la base, raíz, radical o lexema.

En tal sentido, para ilustrar un poco mejor las diferencias entre la «declinación flexiva» (del griego y el latín) y la «declinación preposicional» del hebreo y el castellano; vamos a analizar el uso y morfología de la palabra «tierra» (nombre o sustantivo) en Génesis 1.1 y 2.

Pues bien, en Génesis 1.1 la palabra «tierra» (con la palabra «shamáyim», «shamáim»: cielo) es objeto directo del verbo «bará» (creó).

Pero en Génesis 1.2 la misma palabra «tierra» es sujeto, no objeto directo. Sin embargo, observamos que la morfología o forma de la palabra «tierra» en ambos casos es la misma: «arets».

Por supuesto, la forma «arets» no es la forma que encontramos en el diccionario, léxico o vocabulario, o sea, no es la forma léxica o básica de la palabra (no es su «estado absoluto»).

Sin embargo, el cambio de «erets» (forma léxica, básica, estado absoluto) a «arets» no obedece al cambio de categoría funcional (objeto directo en Génesis 1.1, pero sujeto en Génesis 1.2); sino porque en ambos casos está acompañada del articulo definido o determinado y como prefijo.

En otras palabras, «arets» es la morfología del nombre sustantivo hebreo «tierra» cuando se le añade el artículo determinado o definido, y no precisamente cuando cambia de categoría funcional o morfosintáctica.  

Luego, en lo que respecta al español o castellano, es demasiado evidente que a pesar de no estar desempeñando la misma categoría funcional o morfosintáctica, en ambos casos, como objeto directo (en Génesis 1.1) y como sujeto (en Génesis 1.2), la forma o morfología de la palabra «tierra» es la misma.

Por supuesto, la morfología de la palabra castellana «tierra» es la misma en ambos casos, independientemente de si aparece acompañada o no del artículo definido o determinado (una tierra, cierta tierra, alguna tierra, la tierra).

Pero en lo que respecta al griego (Septuaginta y Nuevo Testamento Griego), la situación es distinta, es otra.

En primer lugar, observamos que en Génesis 1.1 la morfología  de la palabra griega «tierra», como objeto directo, es «guen» (morfología del caso acusativo singular femenino y de la primera declinación), esté acompañada o no del artículo definido o determinado.

En segundo lugar, observamos que en Génesis 1.2, ahora como sujeto, la morfología de la misma palabra «tierra» es «gue» (morfología del caso nominativo femenino singular, primera declinación), esté acompañada o no del artículo determinado o definido.   

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¿«Hacia el nombre de» o «en el nombre de»?, el Evangelio de Mateo en el centro de esta cuestión


 ¿«Hacia el nombre de» o «en el nombre de»?

Cuestiones de lingüística, exégesis y traducción bíblicas

 

Héctor B. Olea C.

Como es sabido, desde muy antiguo el valor de los casos de la declinación flexiva nominal griega se ha reforzado con algunas preposiciones.

Se llama «caso» a la forma que adopta el nombre mediante flexión (cambio  o variación desinencial, en la terminación de la palabra después de su raíz) para indicar la función que éste desempeña en la frase u oración. 

En tal sentido, el «caso acusativo» con la preposición «eis» indica “movimiento a”, “hacia el interior de”. Con verbos de movimiento el «caso acusativo» indica “el lugar”, “dirección o punto de llegada” (por ejemplo: “hacia Corinto”).  

El «caso genitivo» indica “el punto de partida” o “procedencia”. Refuerza su sentido con varias preposiciones, tales como «ek», «apó» y «pará» (por ejemplo: “vino de Corinto”).  

El «caso dativo» (dativo locativo) no indica el lugar de partida o de llegada, sino “el de reposo” o “estadía” (sentido locativo). Refuerza su idea sobre todo con la preposición «en» (por ejemplo: “está en Corinto”).  

En tal sentido, observa Amador Ángel García Santos, que en muy pocos casos se presenta el «caso dativo» con sentido locativo sin preposición. Además, pone de relieve que el «caso dativo» con sentido locativo es muy frecuente que venga acompañado sobre todo de la preposición «en» («Introducción al griego bíblico», Verbo Divino, 2003, página 14).  

Sin embargo, muy a pesar de la distinción que tiene el «caso acusativo» con la preposición «eis» (indicando movimiento), respecto de la idea locativa que comunica el «caso dativo» con la preposición «en»; no es posible perder de vista que en el griego helenístico (323 al 30 antes de nuestra era) comienza a tener origen una confusión o uso indistinto de la preposición «en» (con el «caso dativo») y la preposición «eis» (con el «caso acusativo») con sentido locativo.

En este sentido, afirma Max Zerwick, “se suele afirmar que la confusión helenística entre «eis» y «en» (en sentido locativo) no se da ni en Mateo ni en el epistolario del NT (con excepción de 1 Pedro 5.12), «El griego del Nuevo Testamento», Verbo Divino, 2002, página 59.

Sin embargo, en contra de la tesis a la que hace referencia Zerwick, hay dos textos concretos donde indudable e indiscutiblemente, el Evangelista Mateo empleó la preposición «eis» con el «caso acusativo», con el sentido locativo que tiene el «caso dativo» con la preposición «en» y con la preposición «epí».

Consecuentemente, para poner de relieve el uso indistinto que hizo el Evangelista Mateo del «caso dativo» con las preposiciones «en» y «epí», y del «caso acusativo» con la preposición «eis», vamos a realizar un ejercicio práctico y revelador.  

Dicho ejercicio consiste en analizar el texto griego detrás de la traducción «en el nombre» (“en mi nombre”, “en el nombre del”), frase que se lee en la Reina Valera 1960 y prácticamente en todas las versiones castellanas de la Biblia).

Pues bien, la frase «en el nombre» se  encuentra en Mateo en cinco ocasiones: Mateo 18.20 (“en mi nombre”); 21.9 y 23.39 (“en el nombre del Señor”); 24.5 (“en mi nombre”) y 28.19 (“en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo).

En Mateo 18.20, «en mi nombre» es la traducción de la frase griega «eis to émon ónoma» («en mi nombre»; la preposición «eis» con el «caso acusativo», en lugar del «caso dativo» con la preposición «en» o «epí»).

En Mateo 21.9 y 23.39 (dos citas de la Septuaginta o versión griega, Salmo 118.26 en el texto hebreo, pero 117.26 en la versión griega), «en el nombre del Señor» es la traducción de la frase griega «en onómati kyríu» (la preposición «en» con el «caso dativo»).

En Mateo 24.5, «en mi nombre» es la traducción de la frase griega «epí to onómati mu» (la preposición «epí» con el «caso dativo»).

En Mateo 28.19, «en el nombre» es la traducción de la frase griega «eis to ónoma» (la preposición «eis» con el «caso acusativo»).

Consecuentemente, de las cinco ocasiones en que el Evangelista Mateo comunicó la idea «en el nombre de», en dos ocasiones empleó la preposición «eis» con el «caso acusativo» (18.20 y 28.19), y en tres ocasiones empleó el «caso dativo».  

Y de las tres ocasiones en que empleó el «caso dativo», en dos empleó Mateo la preposición «en» (21.9 y 23.39), y en una ocasión empleó la preposición «epí» (24.5).

En resumen, en contra de la tesis de la que se hizo eco el muy reconocido, respetado y fallecido Max Zerwick, lo cierto es que en Mateo como en Marcos, Lucas y Hechos, también constamos el uso de la preposición «eis» con el «caso acusativo», con el mismo valor locativo de la preposición «en» y «epí» con el «caso dativo».  

¿Conoce usted alguna versión de la Biblia que haya traducido Mateo 18.20 y 28.19 en una forma distinta a como tradujo la Reina Valera 1960 el empleo de la preposición «eis» con el «caso acusativo», como equivalente al uso del «caso dativo» con las preposiciones «en» y «epí»? 

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La forma del hebreo bíblico comunicar la idea del verbo castellano «tener» («poseer»


 La forma del hebreo bíblico comunicar la idea del verbo castellano «tener» («poseer»

Cuestiones de lingüística, exégesis y traducción bíblicas

Héctor B. Olea C.

Un error muy común es pensar que la labor de traducción (en nuestro caso, la traducción bíblica) consiste, en esencia, en tomar un texto y con un diccionario hacer representar en la traducción cada palabra del idioma fuente u original (pues no son la misma cosa) con su equivalente en la lengua de llegada (lengua meta, lengua receptora).

Sin embargo, detrás de esta errónea idea de la labor de traducción de la Biblia está el pensar que cada palabra o significante de los idiomas bíblicos tiene un perfecto equivalente en la lengua receptora (en nuestro caso, el castellano).

Se olvida que no siempre existe en la lengua receptora el mismo significante que tiene la lengua original o lengua fuente para comunicar una idea, y viceversa.

Además, se olvida que cada lengua tiene una sintaxis regular distintiva, incluso una sintaxis propia para ciertas y peculiares construcciones sintácticas, a pesar de algunas similitudes.   

En suma, si bien hay indiscutibles coincidencias y semejanzas, sin embargo no es cierto que siempre las lenguas involucradas en una labor de traducción (la lengua fuente o de partida, y la lengua receptora o de llegada) tienen en común los mismos recursos, la misma forma de expresar o articular una misma idea.

En efecto, si bien coinciden muchas veces en tener la misma figura gramatical, por ejemplo, el artículo definido o determinado, es preciso poner de relieve que el artículo determinado hebreo es indeclinable ni tiene marcas de género y número; pero el artículo determinado griego y castellano es declinable (sufre cambios o flexión) y tiene marcas de género y número (en griego incluso, caso).

En todo caso, las observaciones que hemos planteado no son más que una especie de introducción para el abordaje de la cuestión que me propuse desarrollar en este breve artículo: La forma del hebreo bíblico comunicar la idea del verbo castellano «tener» («poseer»).

No obstante, debo aclarar que no voy a tratar el empleo del verbo «tener» (como verbo auxiliar) en la traducción de frases o construcciones perifrásticas como «tener miedo» (tuve, tuvieron, tuvimos miedo, etc.).

Además, es preciso tener en cuenta que la Biblia Hebrea tiene dos verbos específicos para comunicar la idea de «tener hijos», en sentido estricto. Por ejemplo, en Génesis 20.17, la traducción «tuvieron hijos», es el reflejo del verbo «yalád» (parir, dar a luz, engendrar). La Septuaginta empleó el verbo «tíkto» (dar a luz, nacer, producir).

Y en Génesis 16.2 la traducción «tendré hijos», es el reflejo del verbo hebreo «baná» (fundar familia, tener hijos, descendencia). La Septuaginta empleó el verbo «teknopoiéo» (tener hijos, producir hijos).

Ahora, después de haber hecho las observaciones de lugar, es preciso decir que no tiene el hebreo bíblico un verbo que comunique la idea básica del verbo castellano «tener» (tener, poseer).

En otras palabras, no tiene la Biblia Hebrea un verbo que sea perfectamente equivalente al verbo castellano «tener», y que siempre esté detrás de cualquier traducción que emplee alguna forma del verbo castellano «tener».  

En tal sentido, es preciso tener presente las siguientes consideraciones:

En primer lugar, para comunicar o expresar la idea del verbo castellano «tener» (tener en existencia) en tiempo presente, la Biblia Hebrea emplea la palabra «yesh».

En segundo lugar, para comunicar o expresar la idea del verbo castellano «tener» como negación (no tener en existencia, en presente aunque no estrictamente), como antítesis de la idea de «tener» o «poseer», la Biblia Hebrea emplea la palabra «en».

Es «en» la forma constructa de «ayin». Se usa tanto en forma absoluta como en estado constructo. Un ejemplo muy conocido de su uso en forma absoluta lo observamos en Génesis 2.5 en la traducción «ni había hombre para que labrase la tierra».

En tercer lugar, para expresar la idea del verbo castellano «tener» (en pasado, en alguna forma de pasado), la Biblia Hebrea usa el estado o tiempo perfecto del verbo «jayá» (ser, estar, existir, acontecer, haber).

En cuarto lugar, para expresar la idea del verbo castellano «tener» (en futuro), la Biblia Hebrea emplea el estado o tiempo imperfecto del mismo verbo «jayá» (ser, estar, existir, acontecer, haber).

Ejemplos de casos concretos:

En Génesis 33.9 en la frase «tengo yo», «tengo» es la traducción de la palabra «yesh».

En 2 Reyes 4.2 en la frase «qué tienes en casa», «tienes» es la traducción de la misma palabra «yesh».

En 2 Reyes 4.14, en la frase «no tiene hijo» (no hay hijo para ella), es la traducción de una frase hebrea que involucra la palabra «en», negación o antónimo de «yesh».

En 2 Samuel 20.1 en la frase «no tenemos nosotros (no hay en nosotros) parte en David», «no tenemos» es la traducción de una frase hebrea que involucra la palabra «en», negación o antónimo de «yesh».

En Génesis 30.43, en la frase «tuvo muchas ovejas», «tuvo» es la traducción de una forma verbal imperfecto conversivo (un imperfecto con el valor del perfecto) del verbo «jayá» (ser, estar, existir, acontecer, haber).

En 1 Samuel 1.2 encontramos una situación llamativa e interesante.

En primer lugar, en la frase «y tenía él dos mujeres», el texto hebreo no tiene verbo alguno, sino que emplea la preposición «le» (a, para), con el sufijo pronominal de la tercera persona masculina singular, precedida de la conjugación «ve» (y): «ve-ló sheté nashím» (y para él dos mujeres).

En segundo lugar, en la frase «y Penina tenía hijos», la frase hebrea involucra una forma verbal imperfecto conversivo del verbo «jayá» (ser, estar, existir, acontecer, haber).

En tercer lugar, en la frase «Ana no los tenía (Ana no tenía hijos), el texto hebreo emplea la palabra «en», negación o antónimo de «yesh» (y para Ana no había hijos).

Por su parte, la versión griega (Septuaginta, los LXX), tradujo aquí, la primera cláusula, en la siguiente manera: «kái túto dío guináikes» (y para éste dos mujeres), para la primera cláusula. Pero las dos otras cláusulas, en la que hace referencia a Penina y en la que hace referencia a Ana, la Septuaginta empleó el verbo «eimí» (ser, estar) en tiempo imperfecto, en forma equivalente al verbo hebreo «jayá» (ser, estar, existir, acontecer, haber).

Finalmente, en lo que respecta al hebreo moderno, al margen de varias frases que emplean el verbo «tener» como “verbo auxiliar”, la idea de «tener» («poseer»), es comunicada en el hebreo moderno con frases como «yesh lo» (la explicada palabra «yesh» más la preposición «le» con el sufijo pronominal de la tercera persona masculina singular: “tiene él”), y «yesh lah» (la explicada palabra «yesh» más la preposición «le» con el sufijo pronominal de la tercera persona femenina singular: “tiene ella”).

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¡«Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz»!, y se complicó el texto

 

¡«Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz»!, y se complicó el texto

Cuestiones de lingüística, exégesis y traducción bíblicas

Héctor B. Olea C.

El texto griego de Lucas 2.14 involucra una doble e indiscutible problemática, cuestión que me propuse abordar en este breve artículo.

Por un lado, la problemática del texto que nos ocupa es de crítica textual, por otro lado, gramatical, específicamente en relación a la frase «entre los hombres de buena voluntad».

Por supuesto, la falta de uniformidad que muestra la traducción de Lucas 2.14 en algunas muy conocidas versiones de la Biblia (en un estudio comparado de versiones), tiene de trasfondo la problemática a la que hago referencia. En tal sentido, debo decir que hay aquí tres líneas de traducción en competencia.   

La primera, la que refleja la «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras»: “Gloria en las alturas a Dios, y sobre la tierra paz entre los hombres de buena voluntad.”

En esta misma línea tradujeron las siguientes versiones de la Biblia: «Reina Valera Actualizada 1989», «Reina Valera Actualizada 2015», «Biblia Kadosh», «Todos los evangelios» (traducción íntegra dirigida por Antonio Piñero), etc.

La segunda línea de traducción la observamos en «Biblia Straubinger» («Straubinger Biblia comentada»): “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres (objetos) de la buena voluntad.”

En esta misma línea también tradujeron las siguientes versiones: «Biblia de Jerusalén Latinoamericana», «Nueva Traducción Viviente (NTV)», «Biblia de Jerusalén 1998», «Reina Valera Contemporánea 2011», etc.

La tercera línea de traducción la leemos en la «Reina Valera 1960»: “¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!

También tradujeron en esta misma línea: La «Reina Valera 1995», La «Biblia Peshita en español», etc.

Pasemos a analizar el texto griego de Lucas 2.14.

Las diferencias que se observan en la traducción de la parte final de Lucas 2.14, como un problema de crítica textual

La consideración del texto griego de Lucas 2.14 en la edición del Nuevo Testamento Griego Nestlé-Aland (en la edición 28 como en la 27), nos pone al tanto de que la frase «en tois anthrópois eudokías» es reemplazada por la frase «en tois anthrópois eudokía» en algunos manuscritos.

Como se puede observar, la diferencia entre estas dos lecturas alternativas se circunscribe estrictamente a la morfología de la palabra «eudokía». La morfología  «eudokías», corresponde al caso genitivo, en singular (incluso al caso acusativo plural), pero la morfología «eudokía» al caso nominativo, también en singular.  

Pero, en lo que tiene que ver con cuál de las dos lecturas es la que cuenta con el mejor apoyo desde el punto de vista de la crítica textual, y la que podemos considerar más cercana al original, tenemos que decir que es la morfología en caso genitivo, o sea, «eudokías».

Esto así pues cuenta con el apoyo de los testigos mejores y más antiguos, y es la que se lee en las ediciones del Nuevo Testamento Griego que reflejan el llamado “texto crítico” del NT, como la ya edición 28 del Nuevo Testamento Griego Nestlé-Aland.

Al respecto se pronuncia Bruce M. Metzger “La lectura en genitivo que es la más difícil cuenta con el apoyo de los testigos más antiguos representativos de los grupos Alejandrino y Occidental. El surgimiento de la lectura en nominativo puede explicarse como un retoque o como un descuido paleográfico (al final de una línea «eudokías» sería diferente de «eudokía» sólo por la presencia de la sigma lunar más pequeña posible, apenas un poco más grande que un punto por el que pudo haber sido tomada”.

Sigue Metzger diciendo: “Antes de que fueran descubiertos los manuscritos del Mar muerto, solía argumentarse que en hebreo la expresión “hombres de buena voluntad” (de Dios) era una expresión insólita, cuando no imposible. Pero ahora que se han encontrado en hebreo expresiones equivalente en varios himnos de Qumrán los hijos de su buena voluntad (de Dios) y los elegidos de su buena voluntad (de Dios) tal expresión puede considerarse como una construcción legítimamente semítica en una sección de Lucas que se caracteriza por construcciones de este tipo (caps. 1 y 2)” («Un Comentario textual al Nuevo Testamento Griego», 2006).

En la misma línea va Raymond E. Brown cuando afirma: “El genitivo eudokías está apoyado por los mejores manuscritos griegos y por las versiones latina y sahídica. Los manuscritos del Mar Muerto nos han proporcionado paralelos en hebreo (bené resonó) «hijos de su buena voluntad» y en arameo (enos reuteb) «un hombre de su buena voluntad» («El Nacimiento del Mesías», Cristiandad, página 423, 1982).

Ahora bien, el que concluyamos que la morfología en genitivo es la mejor y preferible desde el punto de vista de la crítica textual, no resuelve del todo la problemática planteada. Todavía falta por dilucidar el problema desde el punto de vista gramatical, desde el punto de vista del análisis morfológico. 

En efecto, la línea de traducción que representa la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras (y junto a ella la «Reina Valera Actualizada 1989», «Reina Valera Actualizada 2015», «Biblia Kadosh» y «Todos los evangelios» (traducción íntegra dirigida por Antonio Piñero), como la línea de traducción que representan las siguientes versiones: «Biblia Straubinger» («Straubinger Biblia comentada»), «Biblia de Jerusalén Latinoamericana», «Nueva Traducción Viviente (NTV)», «Biblia de Jerusalén 1998», «Reina Valera Contemporánea 2011»; ambas líneas de traducción reflejan, aunque de un modo distinto, la morfología en caso genitivo singular «eudokías».

Luego, es preciso poner de relieve que la tercera línea de traducción, la que refleja La «Reina Valera 1960», «Reina Valera 1995», y La «Biblia Peshita en español», reproduce la morfología en caso nominativo singular , «eudokía».

En todo caso, ya dijimos que la morfología en caso nominativo singular debe desestimarse desde el punto de vista de la crítica textual y, consecuentemente, la traducción que nos ofrecen La «Reina Valera 1960», «Reina Valera 1995», y La «Biblia Peshita en español». .

Las diferencias que se observan en la traducción de la parte final de Lucas 2.14, como un problema gramatical  

Profundicemos ahora un poco más en torno a la palabra «eudokía».

Según el «Léxico griego español del NT» de Alfred Tuggy, la palabra «eudokía» tiene los siguientes significados: Agrado, complacencia, buena voluntad, anhelo, propósito, elección.  

La palabra «eudokía» sólo se encuentra en nueve ocasiones en todo el Nuevo Testamento, incluyendo a Lucas 2.14, a saber: Mateo 11.26; Lucas 10.21; Romanos 10.1; Efesios 1.5, 9; Filipenses 1.15; 2.13; 2 Tesalonicenses 1.11.

Ahora bien, como se puede ver, la diferencia entre las dos primeras líneas de traducción, no es de naturaleza semántica, sino formal (gramatical). La cuestión es que a la luz de la gramática griega, la morfología en genitivo «eudokías» puede ser interpretada y asumida en dos maneras: 1) Como un «genitivo subjetivo»; 2) como un «genitivo objetivo».

En todo caso, si bien la traducción puede ser prácticamente la misma, en realidad el énfasis no es el mismo, como muy bien lo plantea Simón Kistemaker en su obra «Introducción al griego», página 155. El énfasis del genitivo subjetivo recae sobre el sujeto de la acción, mientras que el énfasis del genitivo objetivo recae sobre el objeto que recibe la acción.

En tal sentido, asumiendo a «eudokías» como un «genitivo subjetivo», la expresión «los hombres» sería el sujeto, y la traducción en consecuencia sería «entre los hombres de buena voluntad», «entre los hombres que poseen o tienen buena voluntad».

Pero asumiendo a «eudokías» como un «genitivo objetivo», la misma expresión «los hombres», sería más bien el complemento y objeto directo que recibe la acción. En tal sentido, la traducción lógica es «entre los hombres que son objetos de buena voluntad», «entre los hombres que reciben la buena voluntad de Dios», «entre los hombres en quienes Dios se complace».

Por otro lado, debo decir que la palabra «eudokía», además de Lucas 2.14, también se la encuentra en otros ocho textos del Nuevo Testamento: Mateo 11.26; Lucas 10.21; Romanos 10.1; Efesios 1.5, 9; Filipenses 1.15; 2.13; 2 Tesalonicenses 1.11.

En todo caso, tal vez sea importante puntualizar que en ninguna de las otras veces en que se menciona la palabra «eudokía» en el NT presenta la problemática que observamos en Lucas 2.14.

Luego, en lo que respecta a la Septuaginta, la palabra «eudokía» se encuentra en los siguientes pasajes: 1 Crónicas 16.10; Salmo 5.12; 19.14; 51.18; 69.14; 141.5; 145.16.

Pero una vez más, tampoco en la Septuaginta encontramos un caso similar al que encontramos en Lucas 2.14. En consecuencia, no disponemos en el resto de la Biblia (Septuaginta y Nuevo Testamento Griego) ni siquiera de un caso similar al de Lucas 2.14 respecto del empleo de la palabra «eudokía». 

 Evaluación y toma de decisiones

¿Cuál será la opción preferible y más acertada? ¿Qué habrá tenido en mente el autor del evangelio de Lucas cuando usó a «eudokías» (en caso genitivo)? ¿Habrá tenido en mente el «genitivo subjetivo», por el cual optaron las «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras», La «Biblia Kadosh», la «Reina Valera Actualizada 2015», «Todos los evangelios» (traducción íntegra dirigida por Antonio Piñero) y otras?

¿Habrá tenido en mente el «genitivo objetivo», opción por la cual optaron «Straubinger Biblia comentada», «Biblia de Jerusalén Latinoamericana», la «Nueva Traducción Viviente (NTV)» y otras?

¿Cuál genitivo concuerda más con el carácter general y matices propios del evangelio de  Lucas?  

En honor a la verdad debo confesar que muy probablemente nunca podremos estar seguros del todo respecto de cuál genitivo estaba en la mente del autor del evangelio de Lucas respecto del texto en cuestión.

En consecuencia, pienso que, tal vez, sea cual sea la opción que se escoja, sin duda no estará exenta de escollos. De todos modos, habiendo hecho las salvedades de lugar, pienso que podemos considerar ciertas pistas que, en cierta forma, nos pueden ayudar en este sentido.

En primer lugar, en una línea contraria no sólo al genitivo sino al nominativo también, Raymond E. Brown cita la opinión de Schwarz, cito: “Schwarz (Lobgesang) que considera «eudokías» como una adición a un original de dos versos (compárese Lucas 19.38), piensa que se añadió porque la actitud cristiana era igual que la de Qumrán: la paz de Dios no es para todos, sino sólo para la comunidad elegida” («El Nacimiento del Mesías», Cristiandad, página 423. 1982).

En segundo lugar, argumentando a favor de la presencia del genitivo «eudokías», pero como un «genitivo objetivo» y en contra del «genitivo subjetivo» (aunque sin mencionarlo), Bruce M. Metzger plantea: “el sentido, parece ser, no que la paz divina puede ser otorgada donde ya está presente la buena voluntad humana sino que, en el nacimiento del salvador, la paz de Dios reposa sobre aquellos a quienes él ha elegido según su buen parecer” («Un comentario textual al Nuevo Testamento Griego», comentando a Lucas 2.14).

En tercer lugar, pero reaccionando en una línea contraria a Schwarz, incluso a la de Bruce M. Metzger, Raymond E. Brown, que por cierto se inclina por el «genitivo objetivo», afirma: “Pero Lucas 2.10 ha dicho que esta gran alegría es «para todo el pueblo»; por tanto, en el pensamiento lucano el favor de Dios es más amplio («El Nacimiento del Mesías», página 423, 1982).

En cuarto lugar, pienso que la interpretación de «eudokías» como un «genitivo subjetivo», se puede defender y hasta justificar apelando a ciertas características propias del evangelio de Lucas.

Precisamente, llama la atención el hecho de que sólo en el evangelio de Lucas encontramos unos relatos en los que se pone de relieve la buena voluntad («eudokía» sin emplear dicha palabra por supuesto) socio-culturalmente insospechada o no esperada, de unos personajes, tales como: una mujer pecadora (Lucas 7.36-50); dos publicanos (Lucas 18.9-14; 19.1-10); dos samaritanos, un leproso y otro que no (Lucas 10.25-37; 17.11-19;

Conclusión: La problemática en torno a la parte final de Lucas 2.14, posiblemente insoluble del todo, involucra un problema textual, por un lado, y un problema gramatical por otro. De todos modos, al margen de la opción que se escoja, no es posible obviar que con base a los dos tipos de aspectos problemáticos de nuestro pasaje en cuestión; tenemos tres líneas de traducción las cuales han encontrado lugar en las distintas versiones de la Biblia.

Soy de la opinión de que «genitivo subjetivo» es la mejor alternativa posible, a la luz de ciertas características del Evangelio de Lucas. Pienso que en esta discusión no se deben ignorar las palabras del mismo capítulo 2 de Lucas, versículo 10, cito: «Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo».

Consecuentemente, no me parece verosímil pensar que la expresión «para todo el pueblo» apunte aquí a «todo el pueblo elegido». Además, el mismo ángel que aquí afirmó que las buenas noticias eran para todo el pueblo, no tendría problema alguno, aunque ahora en compañía de muchos otros ángeles, en proclamar (versículo 14) el deseo de que la paz de Dios (en el sentido integral del concepto hebreo «shalóm»), sea una realidad en todo el pueblo, incluso en aquellos ambientes que superaban los límites del mismo pueblo hebreo.

Es más, es preciso poner de relieve el contraste que existe entre Mateo 1.21 y Lucas 2.10. Mientras que, por un lado, Mateo 1.21 dice que el niño que habría de nacer sería llamado «Jesús», “porque salvará a su propio pueblo” (griego: «gar sósei ton laón autú»); por otro lado, Lucas 1.31 no incluye esta referencia al propio pueblo del niño que habría de nacer (cuando el ángel señala el nombre que habría de identificar dicho niño). Además, Lucas 2.10,  habla más bien de una buena noticia que será para todo el pueblo (compárese Lucas 3.6).

En suma, la exégesis e interpretación consistente de Lucas 2.14, en primer lugar, debe desestimar la línea de traducción que implica reproducir el caso nominativo «eudokía»  (representada por la RV 1960 y otras: «buena voluntad para con los hombres»); en segundo lugar, debe preferir la línea que asume la morfología «eudokías» como «un genitivo subjetivo» («entre los hombres, entre los seres humanos de buena voluntad») y no como un «genitivo objetivo» («para los hombres, para los seres humanos objetos del favor de Dios».); en tercer lugar y, finalmente, no debe perder de vista la distintiva y particular teología del Evangelio de Lucas.

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Conclusiones de un estudio comparativo de versiones de la Biblia, serio, crítico, pero justo


  Conclusiones de un estudio comparativo de versiones, serio, crítico, pero justo


Héctor B. Olea C.

Primera conclusión: No siempre una versión de la Biblia que goza de mucho prestigio es consistente de principio a fin en muchos aspectos.

Por ejemplo, no es consistente del todo respecto del método de traducción empleado, ni exhibe la misma calidad en la traducción de cada y todo versículo de la Biblia.

Segunda conclusión: No siempre la versión de la Biblia bajo sospecha o de menor prestigio es deficiente o de menor calidad respecto de la traducción que ofrece de ciertos versículos de mucha relevancia teológica.

Tercera conclusión: Hay muchísimos casos en los que una versión de la Biblia bajo sospecha muestra una traducción más acertada que una versión de mucho prestigio.

Cuarta conclusión: Hay muchos casos en los que una versión de la Biblia de  mucho prestigio coincide en ser igual de desacertada con una que está bajo sospecha.

Quinta conclusión: Son muchísimos los casos en los que una versión de prestigio y una bajo sospecha son iguales de acertadas en un mismo grado, nivel y proporción.  

Sexta conclusión: Hay casos en los que existe una especie de consenso general para ocultar lo que en verdad dice el texto bíblico; curioso consenso pues tiene lugar al margen de los distintos sectores de donde proceden las versiones de la Biblia (judío, católico, protestante, etc.), al margen de las casas editoriales involucradas, al margen de ser distintos los equipos que trabajaron para producir dichas versiones, al margen del prestigio de algunas y de la sospecha que reina sobre otras, etc.

En resumen: Un serio estudio y evaluación de la traducción de un texto bíblico (de la Biblia Hebrea o del llamado Nuevo Testamento), no debe sustentarse en la relativa autoridad, en el relativo prestigio y aceptación popular de una determinada versión de la Biblia.  

Será caso por caso como hemos de establecer los aciertos y desaciertos de toda versión de la Biblia, por supuesto, considerando el método de traducción empleado, su base textual (si el texto crítico o si el textus receptus), y el nivel de compromiso teológico institucional que exhiba la casa editorial que la haya publicado y el equipo de eruditos responsables de producir la misma.  

Toda versión de la Biblia, la que fuere, merece un juicio serio y crítico, pero justo, al margen del sector o ambiente teológico institucional que le haya dado origen.

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El uso instrumental de la preposición griega «en» en el griego clásico y bíblico

El uso instrumental de la preposición griega «en»

Cuestiones de lingüística, exégesis y traducción bíblicas


Héctor B. Olea C.

Un dato de uso común en los estudios de la gramática del griego koiné (y la koiné bíblica) es que el uso característico y dominante de la preposición griega «en» es para indicar una idea de reposo o locativa.

Según Bruno Corsani (Guía para el estudio del griego del Nuevo Testamento) se emplea la preposición «en» 2, 757 veces en el Nuevo Testamento. Por supuesto, sólo con el caso dativo, sin importar el género y el número.  

Coincide precisamente la koiné bíblica con el griego clásico en el empleo de la preposición «en» con el caso dativo para indicar sobre todo una idea de reposo o locativa (en: en la escuela, en la Biblia, en el parque, etc., a semejanza de su contraparte y equivalente castellana «en»).

Sin embargo, tomad distancia la koiné bíblica del griego clásico en usar con cierta notoriedad la misma preposición «en» con un valor instrumental (con).

En tal sentido, me parece muy oportuno citar aquí las palabras de Beatriz Boncó Taracena: “Esta es la principal conclusión de nuestro trabajo: el uso instrumental de «en» en un corpus de papiros de Próximo Oriente no difiere del uso encontrado en lo que conocemos como «griego clásico» y sí del «griego bíblico» (en: «El valor instrumental de la preposición «en» en papiros documentales de próximo oriente»).

En consecuencia y, a manera de ilustración, quiero poner de relieve la forma en que la versión Reina Valera 1960 tradujo de manera muy cuestionable e inconsistente la preposición griega «en», en una serie de textos donde evidentemente tiene un indiscutible valor instrumental (con).

La serie de textos a la que hago referencia establecen un contraste entre el bautismo de Juan (el bautista) y el bautismo atribuido a Jesús.

Los textos involucrados son: Mateo 3.11; Marcos 1.8; Lucas 3.16; Juan 1.33; Hechos 1.5; 11.16.

En Mateo 3.11 el texto griego emplea la preposición «en» tanto en la primera cláusula como en la segunda, y La Reina Valera 1960 tradujo con la preposición castellana «en» (idea locativa) en ambas cláusulas.

En Marcos 1.8 el texto griego no tiene la preposición «en» en la primera cláusula, pero sí en la segunda. Pero La Reina Valera 1960 curiosamente tradujo empleando la preposición castellana «con» (valor instrumental) en ambas cláusulas.

En Lucas 3.16 el texto griego no emplea la preposición «en» en la primera cláusula, pero sí en la segunda. La Reina Valera 1960, por su parte,  curiosamente tradujo empleando la preposición «en» (ideal locativa) en ambas cláusulas.  

En Juan 1.33 el texto griego emplea la preposición «en» en las dos cláusulas, pero La Reina Valera 1960 de forma sorprendente tradujo empleando la preposición «con» (valor instrumental) en ambas cláusulas.

En Hechos 1.5 el texto griego no empleó la preposición «en» en la primera cláusula, pero sí en la segunda. La Reina Valera 1960 tradujo empleando la preposición «con» (valor instrumental) en ambas cláusulas.   

En Hechos 11.16 el texto griego tiene no tiene la preposición «en» en la primera cláusula, pero sí en la segunda. La Reina Valera, por su parte, tradujo de una manera muy inexplicable, empleando la preposición «en» (comunicando una idea locativa) en la primera cláusula, pero empleó la preposición «con» (reflejando el valor instrumental de la preposición griega «en» con valor instrumental) en la segunda cláusula.

En resumen, con base al indiscutible uso de la preposición griega «en» con un valor instrumental en los pasajes analizados, una traducción acertada y consistente de los referidos textos debe reflejar el valor instrumental de la proposición griega «en», empleando la preposición castellana «con» (valor instrumental) en las dos cláusulas de dichos textos.

Evidentemente, el análisis aplicado aquí sólo a la versión Reina Valera 1960,  sin duda que habrá de poner de relieve una situación parecida (en variados porcentajes) al aplicarlo a otras versiones castellanas de la Biblia.

Por supuesto, el análisis aquí realizado puede servir de motivación y hasta modelo para que otras personas apliquen este mismo tipo de análisis y con el mismo rigor a otras versiones de la Biblia.  

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«Emmanuel» versus «im-manu-el», Cuestiones de lingüística bíblica

«Emmanuel» versus «im-manu-el»

Cuestiones de lingüística bíblica

Héctor B. Olea C.

Con la publicación de mi artículo anterior titulado: «Emmanuel», ¿un nombre propio o una palabra descriptiva?, se me planteó la pregunta: ¿Por qué «Emmanuel», si el término hebreo al que alude se pronuncia «im-manu-el»?

Y he aquí mi respuesta.

En primer lugar, es preciso decir que en el proceso de traducir una obra, no siempre se traduce. Estrechamente relacionado con la labor de traducción es el procedimiento llamado «transliteración».  

Consiste la «transliteración» en emplear en la lengua receptora o de llegada las letras que son fonéticamente equivalentes a las empleadas en el idioma fuente o de partida.   

Otro concepto ligado a la labor de traducción es la «transcripción». La «transcripción», por un lado,  se considera equivalente a «transliteración», “como la escritura en un alfabeto de lo que está escrito en otro” («Diccionario de términos filológicos», Fernando Lázaro Carreter, GREDOS).

Por otro lado, el mismo «Diccionario de términos filológicos» de Fernando Lázaro Carreter da como segunda acepción de la palabra «transcripción» la siguiente definición:

“Escritura en alfabeto fonético de lo que está escrito en alfabeto ordinario o de lo que se oye pronunciar al hablante, procurando la mayor fidelidad en la percepción y representación de los sonidos (transcripción fonética)”.

Luego, en la misma línea de la distinción que hace el referido «Diccionario de términos filológicos», Moisés Chávez plantea la distinción entre «transliteración lingüística» y «transliteración fonética» («Diccionario de hebreo bíblico», Apéndice, páginas 789 y 790).

La «transliteración lingüística» comunica el significante o expresión, pero lo hace agregando una serie de elementos que son más bien propios del idioma fuente, pero que no ayudan en nada a la persona que recibe la transliteración y que desconoce los intríngulis de dicho idioma.

Por ejemplo, a una persona de habla castellana no le ayuda en nada el recibir una transliteración que incluya una señal que indique, por ejemplo, si una vocal es corta o larga. Este fenómeno que es común a la lengua hebrea, la aramea y el griego koiné, es, sin embargo, ajeno y extraño para el castellano. 

Por otro lado, la «transliteración fonética» lo que procura es que la persona que reciba la transliteración reproduzca, es decir, lea y pronuncie, lo más exactamente posible, el sonido real y propio de la palabra hebrea aramea o griega que se ha transliterado, pero evitando reflejar ciertos elementos sólo comprensibles e idóneos en la lengua fuente o de partida.

Este tipo de transliteración obliga a colocar tildes en lugares que el castellano, que es nuestro caso, no permite colocarla en una palabra propia del castellano.

En tal sentido y, en todo caso, es preciso recordar que una «transliteración» no es una palabra, frase o texto en castellano, sino la reproducción de la cadena fónica (pronunciación) de una expresión de otra lengua, de otro idioma.

Luego, como la «transliteración» es tan contextual como la «traducción», la «transliteración» del hebreo al griego (que es el caso que nos ocupa), está determinada y sujeta a los recursos y las características propias de dichas lenguas.  

Por ejemplo, una de las limitaciones que tiene la «transliteración» del hebreo al griego es que el griego no posee los mismos fonemas que el hebreo y viceversa.

Pero en el caso de que en una determinada cadena fónica (cadena de fonemas, expresión o significante) de la lengua fuente o de partida tenga su equivalente en la lengua receptora o de llegada, todavía es probable que el traductor no haga lo que podríamos llamar «transliteración perfecta o completa», y simplemente realice una «transliteración parcial o incompleta», una simple «adaptación» (reflejando sólo en parte la cadena fónica de la lengua fuente).

En consecuencia, una conclusión plausible es que la palabra «Emmanuel» es una adaptación griega (no una «transliteración fonética del todo, completa) de la frase, expresión o cadena fónica hebrea «im-manu-el».

Por supuesto, tenía a su disposición el traductor griego la letra «iota», que en el alfabeto griego representa el fonema vocálico «i», de la misma manera que el punto vocálico «jíreq» (pronunciación clásica) pero «jíriq» (o «jíric») según la pronunciación moderna también representa el fonema vocálico «i».  

Por otro lado, si bien el texto masorético es posterior a la Septuaginta, no es menos cierto que ya es una tesis aceptada que en realidad los masoretas no inventaron la pronunciación que muestra y sugiere el texto masorético, sino que más bien la pusieron por escrito.  

Además, desde el punto de vista semántico, es demasiado evidente que la carga semántica que nos proporciona el análisis morfológico de la frase o cadena fónica hebrea «im-manu-el», no la proporciona la cadena fónica griega «Emmanuel».    

En realidad, la carga semántica que posee la frase o cadena fónica hebrea «im-ma-un-el», la tiene la cadena fónica, la frase o expresión griega (como muy bien lo pone de relieve el Evangelista Mateo: 1.23.), «methemón jo theós» (pronunciación erasmiana) y «methimón o theós» (pronunciación reucliniana): «Dios está con nosotros».

Por supuesto, si hacemos el procedimiento a la inversa, la frase griega «methemón jo theós» (o «methimón o theós») no le diría nada a una persona hablante hebrea que no supiera nada de griego.

La presencia de la doble «m» en hebreo y en griego

Si bien la adaptación griega («Emmanuel») de la hebrea «im-ma-un-el» sustituyó el fonema vocálico «i» por el fonema «e», no es menos cierto que sí reprodujo el fenómeno de la reduplicación, repetición o geminación de la letra hebrea «mem» (doble «m»).

Luego, si bien conoce el griego la geminación o repetición de algunas consonantes, no obstante, no conoce el griego la figura del llamado «daguesh forte» (daguesh fuerte: punto que se coloca dentro de las consonantes bajo ciertas circunstancias específicas, excepto las guturales y «resh», y que tiene el efecto de duplicar o repetir la consonante).

Ejemplos de palabras de la koiné bíblica con consonantes geminadas o repetidas, son: la conjunción adversativa «allá» (léase «alá», o «al-lá» (pero, mas, sin embargo).

Obviamente, no conoce el griego que la geminación de la letra «lambda» (equivalente a la «l» castellana) tenga la equivalencia del fonema «y», como la geminación de la «l» en «calle».

Un verbo con una consonante geminada es el verbo «guennáo» (léase «guenáo», o «guen-náo»: engendrar, dar a luz).

Un sustantivo con una consonante geminada (la letra «sigma», equivalente a la «s» castellana) es «glossa» (léase «glosa», o «glos-sa»: lengua, idioma).

En consecuencia, si bien la figura del «daguesh forte» («daguesh fuerte») es extraña a la lengua griega, no así la geminación o repetición de una consonante, realidad de la que habría de estar al tanto el traductor griego.

En resumen, se emplea el fonema inicial «e», y no el fonema «i» en la palabra castellana «Emmanuel» (derivada del griego y el latín), porque con la adaptación griega «Emmanuel», el traductor griego creó un neologismo que no consistió en una transliteración fonética completa, sino y más bien en una adaptación de la cadena fónica o expresión hebrea «im-manu-el».

Además, no es posible considerar la palabra «Emmanuel» como un préstamo, pues no existía en el hebreo. De todos modos, al final, la palabra en cuestión no vino a constituir un nombre propio en la onomástica hebrea, como tampoco en la griega.

En efecto, llama la atención que el «Léxico tes neas elenikés glosas» (léxico del griego moderno en griego), da como primera acepción de la palabra griega «Emmanuel» la siguiente: «Nombre de Jesucristo según el profeta Isaías».

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