Aunque usted no lo crea, pero lo cierto es
que muchas personas, incluso famosos telepredicadores, tele-evangelistas, evangelistas,
profesores de Biblia y teología, teólogos, conferencistas internacionales, escritores,
etc., gracias a la famosa obra «Palabras griegas del Nuevo Testamento, su uso y
su significado» de William Barclay, han quedado como expertas y muy conocedoras
del griego del NT.
Obviamente, las personas que han dependido y
siguen dependiendo de obras como la de Barclay y ahora de ciertos Softwares, en
realidad no conocen nada de la gramática del griego del NT, y no son capaces de
distinguir cuándo una misma palabra (sustantivo y adjetivo, que no sea verbo), está
haciendo la función de sujeto (caso nominativo), cuándo de complemento directo
(caso acusativo), y cuándo de complemento indirecto o de complemento circunstancial
(caso dativo).
Por supuesto, tampoco han de saber las
implicaciones de una forma verbal en modo imperativo de tiempo presente, y otra
del mismo modo imperativo, pero de tiempo aoristo; tampoco han de saber de las
implicaciones y matices de un participio de tiempo presente y otro del tiempo aoristo,
y de la relación de ambos con la forma verbal principal de la cláusula en la
que aparecen. Tampoco han de saber de cómo reconocer, trabajar y traducir un adjetivo
en una estructura atributiva, y otro en una estructura predicativa, etc.
A propósito de todo esto, recuerdo que en
cierta ocasión, una persona (conferencista, profesor, charlista, escritor, productor
radial, etc.) con aire de que sabía griego, pero sin saber nada y con base en
la referida obra de Barclay; se apersonó a la estación radial donde en ese
tiempo producía yo mi espacio radial, con la expresa intención de corregirme,
pues según él, yo había errado al decir que en el idioma original del NT, la
palabra salvación es «sotería» (grave y de cuatro sílabas, acentuada como
filosofía, teología, trigonometría, etc.; esto así porque según él (con base en
la transliteración lingüística y no fonética que hace la obra de Barclay traducida
al castellano), la palabra era grave, o sea, «soteria» (pero de tres sílabas).
Al
final, y para no alargar la historia, sólo les diré que éste vino por lana, y
salió trasquilado, y mucho más de lo que ustedes se imaginan, así de sencillo.
Profesor, me encantaría leerle más contenido de su exposición.
ResponderEliminarGracias
Muchas gracias, mi hermano Hernan Cortés, por tu tiempo, la lectura y el comentario. Ahora bien, ¿a qué te refieres exactamente? Un abrazo cordial y fraternal.
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