Llama la atención que en el contexto del «sermón
de la montaña», la mención explícita de la oración por parte de Jesús (Mateo
6.5-15), no es como medio de lograr un fin, y mucho menos como la vía de
obtener o conseguir el establecimiento de las condiciones que en dicho sermón
Jesús esperaba que se lograran accionando y trabajando activa y positivamente por
ellas (por ejemplo; ser mansos, misericordiosos, pacificadores, ser luz y sal,
tener un comportamiento responsable como manera de evitar la necesidad de
ofrecer juramentos, no pagar mal por mal, ni hacer bien sólo a la persona que
te hace bien, etc.);
Sino: 1) para combatir la hipocresía de
algunos judíos (aparentemente de la corriente farisea) que oraban en público
presumiendo de su piedad y devoción (como muchas personas hoy); 2) para atacar
y mostrar su desacuerdo con la práctica de algunos gentiles, que usaban y
abusaban de la repetición (igual que muchas personas hoy), como forma de forzar
a Dios a cumplir sus mayores deseos, y de ponerlo al servicio irrestricto de su
particular agenda; y 3) para establecer un “modelo de oración” en el que se
reconoce el señorío de Dios, se busca el hacer su voluntad, y reconocemos
nuestros fallas y debilidades.
En suma: En el contexto del «sermón de la
montaña», las condiciones que Jesús supuso que se habrían de logar trabajando y
accionando, la mayoría de las comunidades cristianas y evangélicas hoy, han
entendido que se han de lograr sencilla o básicamente «orando».
¡Hasta la próxima!
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