«Su vida da por las ovejas» (el texto griego:
por causa de, en lugar de, en favor de); eso dijo, al menos el Jesús de Juan (Juan
10.11 y 14, aunque si bien, no el Jesús de la tradición sinóptica). Ahora bien
y, por supuesto, no dijo Jesús «el pastor», sin más; sino y más bien: «el buen
pastor» (el texto griego: «jo poimén jo kalós»); no obstante y, con honrosas excepciones
(y no diré si muchas, pocas, o si muy pocas), parece que tanto el “pastor”, el “buen
pastor”, como el “no tan buen pastor”, han interpretado estas palabras de Jesús
en un sentido totalmente contrario; si bien, lamentable y curiosamente, sin
tener de su lado siquiera una sola cita de la tradición sinóptica que compita
con la de Juan, y que avale su tradicional postura.
Obviamente, parece estar Jesús muy desfasado,
pues estamos en un tiempo donde ya no existen “pastores”, sino apóstoles,
mega-apóstoles, y apóstoles que todavía no han dado el salto, ni han reclamado
la dignidad a la que se supone están llamados, y los beneficios y el sitial
para los cuales aparentemente fueron escogidos, o sea, apóstoles afectados por
una curiosa y extraña o no natural timidez, aunque quizás temporal y para nada
duradera.
De todos modos, la antítesis mencionada por Jesús parece tener en la práctica una vigencia incuestionable y supone una crítica incontestable, sin importar la terminología con que en la actualidad hayan decido identificarse y distinguirse aquellas personas que se suponen llamadas a ser humildes y a velar por el rebaño del Señor (compárese Juan 21.15-17), así de sencillo.
De todos modos, la antítesis mencionada por Jesús parece tener en la práctica una vigencia incuestionable y supone una crítica incontestable, sin importar la terminología con que en la actualidad hayan decido identificarse y distinguirse aquellas personas que se suponen llamadas a ser humildes y a velar por el rebaño del Señor (compárese Juan 21.15-17), así de sencillo.
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