La palabra «cábala» viene del verbo hebreo «qabal»
que significa “recibir”, y apunta al conocimiento como algo recibido, como
parte de una tradición.
Según Antonio Rodríguez Carmona («La religión judía, historia
y teología», página 243-257), el movimiento cabalístico representa el lado
místico y esotérico del judaísmo. Es la forma concreta que asume el movimiento
místico esotérico del judaísmo bajo la influencia del neoplatonismo y otras
corrientes místicas árabes y cristianas. El movimiento cabalístico se
desarrolló con vigor desde el siglo XII E.C., pero teniendo unos antecedentes
que se sitúan hacia el año setenta E.C. Para los cabalistas, la «cábala», como
tradición, es la parte esotérica de la
Ley oral dada a Moisés en el Sinaí.
Ahora bien, el juego o método de apropiarse del
supuesto significado oculto o entre líneas de las sagradas escrituras, basado
en el valor numérico de las consonantes hebreas; se llama «guematría».
Se considera que las consonantes hebreas comenzaron a
recibir el valor numérico que todavía persiste, con posterioridad al exilio.
Enrique Farfán Navarro («Gramática elemental del hebreo bíblico», página 4) sostiene
que fue en el siglo II a.E.C. cuando las consonantes hebreas comenzaron a ser
usadas con un valor numérico.
Ahora bien, ¿es confiable la «guematría»? ¿Es posible
considerarla un método exegético? Pienso que no. La razón principal es que la «guematría»
se sustenta en el hecho de que además del mensaje que comunican las palabras
como parte de un discurso y una estructura oracional en la comunicación
lingüística, existen unos significados ocultos, secretos, en fin esotéricos.
Según la tradición cabalista, nos apropiamos de tales significados ocultos
precisamente mediante la suma del valor numérico de las palabras, que
representa el total del valor numérico particular de las consonantes que conforman
la palabra. Otra objeción fundamental, es que la «guematría» no trabaja
propiamente con la oración, estructura fundamental en la comunicación lingüística,
sino más bien con palabras y expresiones sueltas, ¿sacadas de su contexto?
Quiero terminar esta breve aventura citando dos ejemplos
del procedimiento «guemátrico» cabalista.
1) En su comentario al libro de Cantares, el maestro
cabalista Mario Satz, plantea: “La
Kábala ve en el número secreto del amor, 13, una doble
equivalencia: la que lo iguala al bereshit, o principio, y la que lo asemeja a
la palabra “ejab”, “uno”, pues también allí vemos esa cifra. Donde el Uno
principia la creación por un acto de amor, e, inversamente, todo amor acaricia
el principio” (página 21).
Y en una nota al pie de la misma pagina 21, Mario
Satz, explica: “La expresión hebrea (bereshit = 913 = 13; ejab = 13; ajabab =
13), traducible por “en el principio”, o simplemente “el principio”, tiene el
mismo valor numérico que “ejab”, “uno”, y “ahabá”, “amor”.
2) El segundo ejemplo lo es
el quizás más famoso juego de «guematría», el cual está basado en Génesis 49.10
“No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta
que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos” (RV 1960).
En este caso, la «guematría» aísla la expresión
hebrea «yabó shíloh» (“vendrá shilo”), cuyo valor número es 358. Luego,
observando que el valor numérico total de la palabra «Mashíaj» (Mesías) es
también 358, los cabalistas concluyen que hay aquí una profecía mesiánica.
Por su parte, la Septuaginta tradujo la
expresión hebrea «yabó shíloh» (“vendrá shilo”), como: “hasta que vengan las
cosas separadas (destinadas) para él (para Judá).
Finalmente, con relación a la ausencia del artículo
definido en la expresión hebrea “bereshit”, pienso que este hecho nos abre al
camino para entender la perspectiva del autor o redactor del Génesis como
presentando la obra creadora de Dios en siete actos de creación, o “bereshit”.
En tal sentido ha de tomarse en cuenta: 1) Que no siempre el verbo “bará” apunta
a una “creación de la nada”, sin apelar a un material preexistente (ex-nihilo);
2) atendiendo a la idea de perfección y totalidad que en la tradición hebrea y
bíblica se asocia al número siete; 3)
atendiendo al hecho de que cada día de creación en realidad fue y supuso un
acto de creación específico, que puso en existencia algo en específico, que no
existía antes o previamente. En resumen, es muy posible que el autor o autores
del Génesis hayan usado la expresión “bereshit” sin artículo definido, pues en
realidad visualizaron y describieron toda la obra creadora de Dios en el marco
de siete actos de creación, o sea, “siete principios”, “siete bereshit”.
Otra
observación más: Es cierto que no se vuelve a usar en el Génesis la palabra
“bereshit” en los siguientes actos de creación; pero también es cierto que el
verbo “bará” sí se usó en el marco de los seis días o actos de creación
posteriores. Se usó el verbo “bará” para señalar la puesta en existencia del
cielo y la tierra (Génesis 1.1; 2.4, creación ex-nihilo); pero también se usó
el mismo verbo “bará” para señalar la puesta en existencia del ser humano, varón
y mujer (considérese Génesis 1.27, creación a partir de un material
preexistente).
En
consecuencia, cada acto de creación del Génesis, tanto el acto de creación del
cielo y la tierra, como los actos posteriores de creación (los actos de
creación de los seis días), pueden
describirse con el verbo “bará”; y cada uno de los referidos actos de creación
pueden concebirse como “bereshit”; en el sentido de que cada uno supuso la
puesta en existencia, el principio de unas realidades hasta ese momento no
existentes. Si para antes de su creación no existían el cielo y la tierra; es
obvio que para antes de su creación, tampoco existían las demás cosas creadas
(ser humano, plantas, animales acuáticos y terrestres, plantas, etc.).
Días feriados del calendario litúrgico de la
iglesia católica versus los días de compromiso patrio
A propósito del día de “Nuestra Señora de la Altagracia”
Héctor B.
Olea C.
Ciertamente
llama la atención que en la República Dominicana en la consideración de los
días feriados, prime el compromiso del estado dominicano con el estado vaticano
en virtud del concordato, en detrimento del compromiso con la exaltación de los
principios y valores patrios. Por ejemplo, de los días que quedan excluidos del
ámbito de aplicación de la ley 139-97, tres son propios del calendario
litúrgico católico. ¿Se… se entiende?
Los días que
quedan excluidos del ámbito de aplicación de la ley 139-97 (ley mediante la
cual los días feriados del calendario que coincidan con los días martes y
miércoles, jueves o viernes serán trasladados de fecha) son:
1de enero, día de Año Nuevo.
21de enero, día de Nuestra Señora de La Altagracia.
27de febrero, día de la Independencia Nacional.
16de agosto, cuando coincida con el
inicio de un período constitucional.
24de septiembre, día de Las Mercedes.
25de diciembre, día de Navidad.
Se nota bien
que de los 6 días que quedan fuera del ámbito de aplicación de la ley 139-97,
sólo dos son fechas propiamente patrias, a saber: el 27 de febrero y el 16 de
agosto.
Por otro lado,
nótese bien que el 16 de agosto (día de la restauración de la república), sólo
se considerará festivo (día no laborable) cuando coincida con el inicio de un
período constitucional, de lo contrario no tiene el carácter festivo
obligatorio que sí tiene el 27 de febrero (día de la independencia nacional);
todo esto a pesar de que la actual constitución en su artículo 35) establece
que tanto el 27 de febrero como el 16 de agosto se declaran de fiesta nacional.
Entonces, cuando
el 16 de agosto no coincide con el inicio de un período constitucional (en la República Dominicana
el inicio de cada período constitucional del poder ejecutivo inicia un 16 de
agosto cada cuatro años), el 16 de agosto es laborable y queda dentro de ámbito
de aplicación de la ley 139-97. En consecuencia, hay que advertir que cuando el
16 de agosto es laborable, en la lista de los días que quedan fuera del ámbito
de aplicación de la ley 139-97, las fechas de compromiso patrio se reducen a
una: sólo y nada más que el 27 de febrero.
Pero como para
empeorar aun más las cosas, notemos lo que establece la misma ley 139-97 en su
artículo 3:
“- Quedan
también excluidos del ámbito de aplicación de la presente ley los días feriados
de carácter religioso que se fijan en razón del día de la semana: jueves Corpus
Christi, jueves y viernes santos”
Ahora bien y,
finalmente, lo cierto es que de poder existir un concordato con las iglesias
evangélicas y protestantes (concordato imposible de realizarse a la luz del
derecho internacional vigente), lo cierto es que no me cabe la menor duda de
que estas actuarían de la misma manera que la iglesia católica; sin duda
alguna, puedo decir que las iglesias evangélicas tratarían de imponer a la
fuerza las fechas de importancia propias de su calendario litúrgico o de su
propia y particular historia.
¿Tiene alguien
alguna duda al respecto? Se la respeto, pero yo tengo las suficientes bases
para decir y sostener lo que con propiedad afirmo. Es más, para muestra un
botón. Pensemos, por ejemplo, en las diligencias y esfuerzos por parte de un
sector de la comunidad evangélica dominicana para lograr el establecimiento de
las siguientes leyes: 1) la ley No. 44-00 que establece la lectura e
instrucción bíblica en las escuelas publicas; 2) la ley 204 que declara como
"Día de la Biblia"
el 27 de septiembre de cada año; y 3) la ley 331-09 que declara el 31 de
octubre como “Día Nacional de la Comunidad Evangélica
y Protestante”.
La figura histórica de Jesús de Nazaret como clave hermenéutica y hasta
como canon de la fe cristiana
Observaciones e implicaciones
Héctor
B. Olea C.
Ciertamente puedo decir que
ante ciertas dificultades internas de adecuación y falta de consenso en el seno
de la fe cristiana; no son pocas las veces que en labios de no pocas personas
he escuchado, que la mejor opción es asumir a Jesús de Nazaret como la clave
hermenéutica. En otras palabras, lo que Jesús dijo, las opciones que tomó, lo
que enseño y como vivió, serían el norte a seguir, y no propiamente la llamada
“tradición apostólica.”
Ahora bien, en lo personal,
si bien entiendo perfectamente lo idóneo de dicha propuesta, me resisto a dejar
de lado que a su vez también resulta muy problemática; por lo cual y, en
relación a la misma, mantengo ciertas reservas. Paso a explicarme.
En primer lugar, si hay un
dato incuestionable y entorno al cual existe un notable y establecido consenso;
es que la figura histórica de Jesús de Nazaret, nació, creció, fue educado, vivió,
enseñó y murió como un judío más, y que nunca pretendió fundar una nueva
religión distinta a la fe judía. Por otro lado, lo que sí se admite es que
Jesús, en la línea de algunos profetas como Isaías, Jeremías, Ezequiel incluso
Juan el bautista; sí se propuso reformar y revitalizar su propia fe judía, la
histórica fe y religión de su pueblo.
En segundo lugar, otro dato
incuestionable es que el llamado Jesús histórico no fue cristiano, y que nunca
enseñó, ni vivió, ni murió como tal, ni pretendió serlo en algún modo y
sentido.
En tercer lugar, si aceptamos
la figura histórica de Jesús de Nazaret como modelo, clave hermenéutica y hasta
como canon; si en verdad nos identificáramos con las enseñanzas de Jesús de
manera radical y sus opciones; es obvio que no habría razón para ser cristianos,
sino fieles judíos.
Por ejemplo y para muestra un
botón. Es bien sabido que la mayoría de las comunidades cristianas no adoptan
el sábado como día de reposo, y es claro que esta es una diferencia notable entre
la teología cristiana y la “teología práctica” del Jesús histórico. Es más, no
es cierto que las comunidades cristianas que han adoptado el domingo como “día
del Señor”, y se resisten a observar el sábado como “día de reposo”; insisto no
es cierto que puedan sostener que lo hacen con base en la enseñanza y en la
forma de vida de Jesús de Nazaret. En consecuencia, si muchas comunidades
cristianas entienden que no deben observar el sábado como día de reposo (como
en efecto lo hacen), y que tienen un
argumento válido para optar por esa opción; lo hacen precisamente porque son
cristianas, y no judías, porque siguen como clave hermenéutica más bien a la
llamada “tradición apostólica” y no a la figura histórica de Jesús de Nazaret.
Pero yendo aun más lejos, lo
mismo puedo decir respecto de la idea trinitaria que sobre el ser de Dios
caracteriza por lo general a la doctrina y teología de la fe cristiana.
Ciertamente parecen olvidar las comunidades cristianas que difícilmente, por no
decir imposible, el llamado Jesús histórico, como judío, haya tenido una
concepción trinitaria del ser de Dios, en armonía con ellas.
Entonces, ¿qué pasa, pues,
con la idea de Jesús de Nazaret como clave hermenéutica y como canon en
relación a la falta de observancia del sábado como “día de reposo”, y en
relación a la idea trinitaria que sobre el ser de Dios caracteriza por lo
general a la doctrina y teología cristiana?
En este sentido, también
llama la atención que por lo general existen dos formas de asumir a la figura
histórica de Jesús de Nazaret como Mesías, pero sin sentir la necesidad de
constituirse propiamente en judíos conversos. Estas dos mediaciones son: la fe
cristiana y la fe judío mesiánica, que en realidad no son más que dos híbridos
que a su manera asumen la herencia judía, y a su manera también toman cierta
distancia de ella.
En verdad y en lo personal, percibo
que la fe cristiana y la fe judío mesiánica, no son más que dos formas de
extrapolar la figura histórica de Jesús de Nazaret, y a su vez sutilmente tomar
distancia y una postura critica y hasta de condena a veces, de ese marco judío
vital en que precisamente nació, fue educado, creció, enseñó, vivió y murió, la
figura histórica de Jesús de Nazaret, así de sencillo.
En cuarto lugar, si bien
Jesús ha sido asumido como Mesías por la fe cristiana y por los movimientos
llamados “Judíos mesiánicos”; no es menos cierto que a la luz de las más
amplias expectativas de la histórica fe Judía respecto a la figura del Mesías;
es claro que Jesús no lo ha sido, y esta es precisamente la razón fundamental (entre
otras) que dificulta el entendimiento entre judíos y cristianos. Quizás, sea
esta una razón más para identificarse como cristiano o como judío mesiánico, es
decir, para adoptar a Jesús de Nazaret como Mesías, pero a su vez tomar
distancia del marco religioso vital en que éste nació, vivió, fue educado,
enseñó y murió.
En quinto lugar, el Nuevo
Testamento no contiene siquiera una línea escrita por el llamado Jesús
histórico. Es más bien el Nuevo Testamento propia y esencialmente, un cuerpo de
literatura cristiana; que pone de manifiesto no tanto lo que Jesús enseñó, sino
más bien, la interpretación que hace la nueva fe cristiana tanto de su persona
misma como de sus enseñazas, de cara a las nuevas situaciones y nuevas
realidades contextuales que tuvieron que enfrentar las primeras comunidades
cristianas. Es claro, pues, que en el Nuevo Testamento mismo y para las
primeras comunidades cristianas tuvo más peso la llamada “tradición apostólica”
que la tradición de Jesús de Nazaret en su estado puro.
En este sentido, también
tenemos que admitir que el vocabulario cristiano (y la liturgia cristiana) es
más bien deudor y está más acorde con la llamada “tradición apostólica” y con
el vocabulario paulino; y en realidad no tanto con el vocabulario jesuánico, y
con sobrada razón.
Además, no podemos perder de
vista que los primeras grandes controversias y discusiones que confrontaron las
primeras comunidades cristianas en los primeros siglos de su existencia; no
giraban en torno a las enseñanzas de Jesús, sino propia e interesantemente,
sobre las interpretaciones que dichas comunidades cristianas tenían respecto de
la persona, la naturaleza y el ser de Jesús de Nazaret, y de su relación con la
deidad por un lado, y con la propia naturaleza humana, por otro.
Entonces, ¿es posible y
adecuado adoptar sólo y siempre la figura histórica de Jesús de Nazaret como
clave hermenéutica para todos los asuntos y desafíos que enfrenta hoy y seguirá
enfrentando la histórica fe cristiana?
En lo personal, pienso que
no. De todos modos, entiendo que dado que es el Nuevo Testamento un cuerpo
cristiano (no judío) de literatura; pero conteniendo a su vez no sólo la
interpretación cristiana de la persona, obra, naturaleza y el ser de la figura
histórica de Jesús de Nazaret; sino también enseñanzas un tanto directas de la
persona misma de Jesús de Nazaret; creo que es mejor admitir esta dualidad y
dificultad, y manejarnos siempre con ella de manera consciente y responsable, y
en su debido momento hasta contrastar la opción adoptada por Jesús, y la que
fuera luego la escogida por algún apóstol específico o por la llamada
“tradición apostólica” en su conjunto, respecto de cualquier asunto o cuestión.
Por ejemplo, en lo personal
no he tenido dificultad alguna para asumir el enfoque antropológico de Jesús de
Nazaret en concordancia con el enfoque antropológico del relato de la creación
de Génesis 1.1-2.3; y en consecuencia rechazar el enfoque paulino con base en
la antropología de Génesis 2.4-25. No obstante, con franqueza debo decir, que
si hubiese sido Pablo el que hubiera adoptado y asumido el enfoque
antropológico del relato de Génesis 1.1-2.3, y Jesús el de Génesis 2.4-25, en
este punto, sin duda, yo estaría con Pablo.
Por otro lado y, de todos modos,
respecto de la información que recibimos por medio de los evangelios mismos;
son bien conocidas las serias dificultades que muchas veces enfrentamos para
saber lo que en realidad dijo y quiso decir el Jesús histórico.
«Santiago»,
nombre dado al autor de la carta que lleva su nombre en el Nuevo Testamento,
según un gran número, si no es que la mayoría, de versiones castellanas de la Biblia, como por ejemplo la
versión Reina Valera 1960. Ahora bien, resulta llamativo que el procedimiento
que por lo general se utiliza para establecer quién es el autor de la carta en
cuestión, apela insistentemente a los evangelios, literatura en la que
curiosamente el nombre «Santiago» jamás es mencionado.
En
verdad, «Santiago» es un nombre latino usado para traducir al nombre griego «iákobos»,
que en realidad es una transliteración griega ampliada del hebreo «yaaqob»,
cuya transliteración griega más precisa (testimoniada por la Septuaginta y el NT
mismo) es «iakób».
Pues
bien, el nombre griego «iákobos» se lo encuentra cuarenta y dos (42) veces en treinta
y ocho (38) versículos bíblicos en el Nuevo Testamento. Ahora bien, resulta que
en una inconsistencia incomprensible de la versión Reina Valera 1960 así como
de muchas otras versiones de la
Biblia, dicha versión traduce a «iákobos» correctamente como «Jacobo»
en cuarenta y una veces, pero como «Santiago» una sola ocasión, en el primer
versículo de la carta en cuestión.
Mi
personal sugerencia: Que se traduzca el griego «iákobos» como «Jacobo» las cuarenta
y dos (42) veces en que se lo encuentra en el Nuevo Testamento griego, así de
sencillo.
¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?
«Ya está disponible en Amazon, para todo el mundo, mi libro que lleva como título:La Biblia misma no afirma ser «inspirada»Un análisis y comentario crítico, exegético y valiente del texto griego de 2 Timoteo 3.16, y otros catorce artículos de mucho interés.
Te desafío a esta interesante lectura y podrás comprobar tu mismo que es lo que realmente dice el texto griego ( el texto fuente usado para la traducción) de 2 Timoteo 3.16.
¿Existe, pues, un modelo
bíblico de familia que podamos asumir hoy como el ideal y el que habría de
resolver los más acuciantes problemas de nuestras sociedades modernas?
¿Recomienda la Biblia
un modelo de familia que pueda asumirse como el garantizado para el ser humano
y las sociedades de todos los tiempos, por lo menos con posterioridad al
surgimiento de la historia y tradición judeocristiana? Lamentablemente, aunque
paradójica y catastrófica para muchas personas, la respuesta es que no.
Ciertamente un estudio
serio de la Biblia
pone de manifiesto que no hay en ella la intención de fijar un modelo de
familia ideal y panacea para el ser humano de todos los tiempos. A lo más que
podemos llegar es a sostener que ciertamente sí hay en la Biblia unos consejos
prácticos para las familias de su tiempo y su propio marco sociocultural, pero
no más; en otras palabras, sin la intención de proyectarlos ni de imponerlos al
ser humano de otros tiempos.
En realidad y, como
principio general, tenemos que admitir que ningún escritor de la Biblia escribió sino y
estrictamente para la gente de su tiempo.
Por otro lado, tenemos que
reconocer que el problema no está en la Biblia.
Me explico. El caso es que fuimos nosotros los que elegimos a
la Biblia, y
no ella a nosotros. Somos nosotros quienes hemos decidido apropiarnos y hacer
nuestro su mensaje; sin poder estar seguros de que los escritores de la Biblia pensaran que le
estaban escribiendo al ser humano de 20 siglos después. El caso es que
nosotros, por lo general, le pedimos a la Biblia, mucho más de lo que de ella podemos
recibir. Le pedimos a la Biblia,
por lo general, mucho más de lo que ella nos puede dar, así de sencillo.
Además, algo que sí podemos
hacer, sin duda alguna, es describir el modelo de familia que imperaba y que
era característico en los tiempos bíblicos, lo cual es otra cosa, y sobre el
cual ya he escrito bastante, y sin duda, podemos decir que no es aplicable ni
funcionaría hoy día.
Otro factor de vital
importancia es que en realidad los modelos de familia son construcciones
socioculturales y entendidas como funcionales o disfuncionales en unos marcos
socioculturales propios y específicos; y este hecho hemos de admitirlo también
respecto de los contextos en que surgió la Biblia. En este sentido,
podemos leer, por ejemplo, el relato del nacimiento del profeta Samuel en el
contexto de un hogar polígamo sin que haya habido en torno a dicho relato
censura o amonestación alguna a dicho modelo de familia, pero sí vemos a Dios
obrando a favor de Ana en dicho contexto polígamo.
Por otro lado, no olvidemos
que el fin y al cabo es la comunidad de fe y lectora la que asume como
normativo o descriptivo un determinado hecho en la Biblia; y esto así, al
margen de cómo se presente en realidad ese hecho en la Biblia.
En este sentido, y antes de
avanzar un poco más, es preciso hacer las siguientes puntualizaciones respecto
de la Biblia y
de lo que esperamos de ella.
Ante el carácter esencialmente contextual de los
textos bíblicos (en términos históricos, socioculturales, ideológicos,
lingüísticos, geográficos, etc.), se impone que reconozcamos algunas realidades
e implicaciones que como limitantes actúan en nuestro ejercicio de lectura,
exégesis, interpretación, actualización, y aplicación de los textos bíblicos.
Entre estas podemos mencionar los siguientes:
En primer lugar, que no siempre los temas, asuntos
y desafíos que nos interpelan hoy, estuvieron en el horizonte de los autores de
la Biblia, por
lo menos no en la forma, ni bajo los términos en que los conocemos nosotros en
el presente. Por otro lado, nos es preciso admitir, además, que no siempre las
cosas que son importantes o desafiantes para nosotros hoy, lo fueron alguna vez
para los autores de la Biblia.
En segundo lugar, que no es cierto que la Biblia posee una guía y
respuesta automática para todas las preguntas que las personas y comunidades
hermeneutas quisieran plantearle, o se planteen: La Biblia no es una “bola de
cristal” ni el mejor horóscopo de la historia.
En tercer lugar, nuestra apropiación de los textos
bíblicos supone el reconocimiento de lo parcial y tentativo (no conclusivo) que
muchas veces fue el abordaje de un determinado asunto por los autores de la Biblia.
En cuarto lugar, que el abordaje, perspectiva, y
enfoque que en la Biblia
tienen muchos asuntos, no siempre concuerda con la tradicional ortodoxia y
moral cristiana; es más, muchas veces más bien choca con ellas o se la
encuentra en la acera del frente.
En quinto lugar, los textos de la Biblia, si bien a ellos
apelan las distintas expresiones de la fe cristiana (expresiones muy
posteriores a los textos bíblicos); no es menos cierto que ningún autor de la Biblia fue cristiano en
este sentido, ni escribió comprometido con las tradicionales teologías
cristianas. Esto supone el que evitemos proyectar en los textos bíblicos
nuestros prejuicios, nuestros temores (así como nuestros optimismos y
triunfalismos), los cuales podrían impedir o dificultar el que podamos escuchar
la propia voz de los textos bíblicos, con sus propios matices y modulaciones.
En sexto lugar, que ante la falta de precisión,
profundización y ciertos detalles de los textos bíblicos mismos, respecto de
ciertos asuntos; se hace necesario conocer (hasta donde nos sea posible) las
formas en que ciertos textos fueron asumidos e interpretados en el seno de las
tradiciones a través de las cuáles los textos bíblicos nos han llegado.
Finalmente, pienso que a
pesar de la forma en que por lo general se describe en la Biblia la relación entre en
hombre y la mujer, todavía hay en la misma Biblia evidencias concretas que nos
permiten articular un marco donde la relación entre el hombre y la mujer sea más
humana, más justa y más solidaria en relación a la mujer.
En este sentido, pienso que
tenemos que hacer los siguientes ajustes:
En primer lugar, hacer
ciertos ajustes en nuestra antropología. Por ejemplo, asumir como punto de
partida el relato de la creación de Génesis 1.1-2.3, y privilegiar su enfoque
antropológico que nos permite hablar de la mujer y el varón como creados en
igualdad de condiciones, recibiendo ambos en la misma proporción el mandato
cultural, y siendo al mismo tiempo y en la misma calidad imagen de Dios, y
recibiendo en la misma medida la responsabilidad de ejercer una mayordomía
sobre el resto de la creación.
En segundo lugar, asumir el
ejemplo de la figura histórica de Jesús de Nazaret, que al hablar del
matrimonio, habló y enseño positivamente del mismo, según el relato de Génesis
2.4-24, pero asumiendo el enfoque antropológico del relato de Génesis 1.1-2.3.
Observemos:
“¿No habéis leído que el
que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 5y dijo: Por
esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una
sola carne?” (Mateo 19.4 y 5).
Nótese que a diferencia del
relato de Génesis 2, que fundamenta el matrimonio en la idea de que la mujer
vino a existencia a partir del varón: “… porque del varón fue
tomada. 24Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y serán una sola carne”; el pensamiento de Jesús
es distinto: “… varón y hembra los hizo;… Por esto el hombre dejará
padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”
Considérese que en el
pensamiento del redactor del relato de Génesis 2, la idea que antecede al “Por
tanto” –causal, motivo, razón- (versículo 24), es “porque del varón fue tomada”
(versículo 23). Pero en el pensamiento de Jesús, la situación y asociación de
ideas es otra: “varón y hembra los hizo” -Mateo 19.4- (o sea, creados en un
único y sólo acto de creación, en igualdad de condiciones y siendo a la vez y
en la misma proporción imagen de Dios); entonces: “Por esto…” ¿Se nota la
diferencia?
Ahora, cabe preguntarnos:
¿Será este enfoque antropológico el fundamento del característico y peculiar
comportamiento y trato de Jesús a las mujeres? ¿Fue Jesús coherente entre su
enfoque antropológico basado en el relato de Génesis 1.1-2.3 y en su trato con
las mujeres? ¿Será el enfoque antropológico de Jesús lo que explica la notable
participación de las mujeres en el proyecto y ministerio de Jesús?
Además, por la forma en que
el mismo libro de Génesis, y luego, el resto de la Biblia se hizo eco más bien
del relato de Génesis 1.1-2.3, en detrimento del relato de Génesis 2.4-25,
podemos decir que, sin duda, el enfoque de Jesús fue acertado. Observemos:
Un
análisis detenido demuestra que ciertamente la idea dominante en todo el libro
de Génesis es la perspectiva o punto de vista que comunica el primer relato de
la creación. Consideremos la evidencia:
Génesis
5.1: Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios
al ser humano (varón y hembra), a semejanza de Dios lo hizo.
Génesis
5.2: Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos
Adán, el día en que fueron creados.
Génesis
9.6: El que derramare sangre de hombre (ser humano), por el hombre (ser
humano) su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre
(el ser humano).
Observación:
La verdad es que no encontramos en el mismo libro de Génesis la confirmación o referencia
alguna a la idea de que Dios hizo a la mujer con posterioridad a la creación
del hombre o varón.
Eco
del relato de Génesis 1.1-2.3 en el resto de la Biblia:
a)
La expresión bíblica “varón y hembra” concuerda y sólo es congruente
con el relato de Génesis 1, consideremos los siguientes pasajes:
Génesis
1.27: Y creó Dios al hombre (ser humano) a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó.
Génesis
5.2: Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos
Adán, el día en que fueron creados.
Mateo
19.4: Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al
principio, varón y hembra los hizo?
Marcos
10.6: Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.
Por
otro lado, hay pasajes bíblicos en los que el lenguaje sexista ha originado la
traducción “hombre” u “hombres” cuando el contexto demanda la traducción “ser
humano” o “seres humanos”. Este tipo de traducción favorece la interpretación
de que la mujer no estaba presente en ciertas declaraciones a pesar de que
realmente siempre estuvo ahí.
Génesis
1.27: Y creó Dios al hombre (ser humano) a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó.
Génesis
5.1: Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios
al hombre (ser humano, varón y hembra), a semejanza de Dios lo hizo.
Génesis
9.6: El que derramare sangre de hombre (de ser humano), por el hombre (ser
humano) su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre
(ser humano, varón y hembra).
Deuteronomio
4.32: Porque pregunta ahora si en los tiempos pasados que han sido antes
de ti, desde el día que creó Dios al hombre (ser humano, varón y hembra) sobre
la tierra, si desde un extremo del cielo al otro se ha hecho cosa semejante a
esta gran cosa, o se haya oído otra como ella.
Santiago
3.9: Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los
hombres (seres humanos, varones y hembras), que están hechos a la semejanza de
Dios.
En tercer lugar,
privilegiar la síntesis y el enfoque antropológico de Jesús de Nazaret y no el
de Pablo y de sus discípulos, según se puede constatar en 1 Corintios 11.1-16;
Efesios 5.22-24, 29-33 y 1 Timoteo 2.11-15.
Ciertamente llama la
atención, que a diferencia del enfoque antropológico de Jesús de Nazaret, el
paulino es exactamente el mismo del redactor o redactores del relato de
creación de Génesis 2. Observemos: “Porque nadie aborreció jamás a su propia
carne” (la mujer creada a partir de la carne del varón; Efesios 5.29)… “Por
esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los
dos serán una sola carne” (Efesios 5.31).
En conclusión: ¿Nos
atreveremos a asumir el enfoque antropológico del relato de la creación de
Génesis 1.1-2.3 y el de Jesús de Nazaret? ¿Tendremos el valor de tomar
distancia, asumir una postura crítica y hasta abandonar la perspectiva
antropológica del relato de Génesis 2.3.25 y el de Pablo y sus discípulos?
Haremos o no, el intento
de conformar un tentativo modelo de familia y sociedad hoy, con base en el
enfoque antropológico de Génesis 1.1.2.3 y la síntesis jesuana?
¡Ojalá nos atrevamos!,
así de sencillo
¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?
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Te desafío a esta interesante lectura y podrás comprobar tu mismo que es lo que realmente dice el texto griego ( el texto fuente usado para la traducción) de 2 Timoteo 3.16.