Sobre los matices de la acción del verbo hebreo, cursos de hebreo online y virtuales

Sobre los matices de la acción del verbo hebreo

Cuestiones de lingüística, gramática, exégesis y traducción bíblica

Héctor B. Olea C.

Como ya he dicho antes, el sistema verbal hebreo expresa la cualidad de la acción verbal mediante siete conjugaciones verbales principales llamadas «binyaním» («edificios», «construcciones»).

Los matices básicos de estas siete conjugaciones o construcciones del verbo hebreo son:

La conjugación «qal» o «kal» (ligero) es la forma o conjugación básica y expresa la acción elemental indicada por la raíz verbal, con un sentido básicamente activo y equivalente al matiz de la acción verbal que se expresa en español o castellano con el modo indicativo. 

Luego, el matiz básico de las seis (6) conjugaciones restantes (generalmente llamadas «conjugaciones derivadas») es el siguiente:

La primera: «nifal», que equivale a la voz pasiva o a la acción reflexiva de la forma básica o «qal» (se mató, fue muerto, fue asesinado).

La segunda: «piel», que expresa un matiz intensivo activo de la acción indicada por la forma básica o «qal» (él asesinó).

La tercera: «pual», que es la forma pasiva de conjugación «piel» (él fue asesinado).

La cuarta: «jifil», que es la forma causativa activa de la forma básica o «qal» (él hizo matar).

La quinta: «jofal», que es la forma causativa pasiva de la forma básica o «qal» (él fue hecho matar, él fue movido a matar).

La sexta: «jitpael», que es la forma intensiva reflexiva de la forma básica o «qal» (él se mató violentamente).

Pero además tiene el sistema verbal hebreo otras tres conjugaciones menores, característica de ciertos verbos, y asociadas a la conjugación «piel»: 1) «polel» (acción activa intensiva); 2) «polal» (pasiva intensiva); y 3) «jitpolel» (acción reflexiva).

Luego, a pesar de los matices básicos que se le atribuyen a cada una de estas conjugaciones o construcciones («binyanim»), es preciso decir que, por un lado, no todo verbo tiene presencia en las siete principales conjugaciones; por otro lado, no significa que un verbo que esté presente en cada conjugación exhibirá el tipo de acción que se supone que es la característica de cada conjugación.

Por ejemplo, el verbo o raíz «shamár» («lishmór»), sólo está presente en cuatro de las siete conjugaciones o construcciones principales del sistema verbal hebreo: en la conjugación «qal» («kal»), en la conjugación «nifal», en la conjugación «piel», y en la conjugación «jitpael» («hitpael»).  

En tal sentido, el matiz de la acción del verbo o raíz «shamár» («lishmór») en cada conjugación es la siguiente:

En la conjugación «kal» («qal»), la acción es activa y transitiva: guardar, conservar, custodiar. 

En la conjugación «nifal», la acción es reflexiva: guardarse, abstenerse, cuidarse.

En la conjugación «piel», la acción es activa y transitiva, pero con el sentido de venerar, adorar, dar importancia (Jonás 2.9), un matiz en realidad no tan lejano al que tiene en la conjugación «kal» («qal»).

Y en la conjugación  «jitpael» («hitpael») tiene un matiz reflexivo, incluso pasivo (Miqueas 6.16).

En consecuencia, el análisis morfosintáctico de una forma verbal de la Biblia Hebrea, una acertada traducción de una forma verbal de la Biblia Hebrea, debe considerar: 1) en qué conjugación o construcción se encuentra en el texto objeto de estudio; 2) cuál es el matiz y aspecto de la acción que tiene el verbo o raíz en cuestión en la conjugación o construcción de que se trate y, por supuesto, 3) el contexto y el género literario del texto.  

A manera de ilustración, quiero poner de relieve que en la frase «el que guarda a Israel» (Salmo 121.4), «el que guarda» (acción activa transitiva), es la traducción de «shomér», participio activo masculino singular, conjugación «kal» («qal») del verbo o raíz «shamár» («lishmór»).

Y en la frase «el Señor (Adonay, Jashem, Hashem, el Eterno) es tu guardador», «tu guardador» (acción activa transitiva) es la traducción de «shomeréja», participio activo masculino singular del mismo verbo o raíz «shamár» («lishmór»), conjugación «kal» («qal»), con el sufijo pronominal de la segunda persona masculina singular.  

Consecuentemente, no sería un procedimiento acertado traducir estas dos formas del verbo o raíz «shamár» («lishmór») en la conjugación «qal» («kal»), con los matices que tiene en la conjugación «nifal», en la conjugación «piel», o en la conjugación «jitpael» («hitpael»).   

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El artículo como «transpositor», cuestiones de lingüística, gramática y traducción bíblicas


                                El artículo como «transpositor»

                    Cuestiones de lingüística, gramática y traducción bíblicas

Héctor B. Olea C.

Según el «Diccionario de términos filológicos», de Fernando Lázaro Carreter, la «metábasis» o «transposición» “es un fenómeno que se produce cuando una palabra que pertenece a una cierta categoría, pasa a desempeñar una función que corresponde a otra categoría”.

En otras palabras, la «transposición» o «metábasis» (del griego «metábasis»: paso, transición, cambio), se produce cuando una palabra que pertenece a una específica categoría morfosintáctica formal, pasa a desempeñar una categoría morfosintáctica funcional que corresponde a otra categoría morfosintáctica formal (a una categoría morfosintáctica formal distinta).

En lo que respecta al español, la función de sintáctica de «transpositor» (el que permite la «transposición» o «metábasis») es desempeñada por el artículo, el pronombre demostrativo y el pronombre posesivo.

En todo caso, en este breve artículo simplemente vamos a ilustrar el uso del artículo determinado e indeterminado como «transpositor». Ejemplos: 

El verde es mi color favorito (un adjetivo en sustantivo, un adjetivo sustantivado: “el verde”)

El caminar favorece la salud (un infinitivo en un sustantivo, un infinitivo sustantivado: “el caminar”)

Un pequeño subió una gran altura (un adjetivo en sustantivo, un adjetivo sustantivado: “un pequeño”)

Una pequeña tuvo una actuación impresionante (un adjetivo en sustantivo, un adjetivo sustantivado: “una pequeña”)

En lo que respecta al hebreo clásico, el artículo definido (no existe la categoría morfosintáctica formal del artículo indeterminado en hebreo clásico) funciona como «transpositor» cuando convierte un adjetivo en un adjetivo sustantivado.

Al respecto, en su «Introducción al hebreo bíblico», Thomas O Lambdin plantea: “Los adjetivos pueden usarse como sustantivos de dos formas: 1) el adjetivo con el artículo definido, como «je-jajám», puede significar: “el sabio”, o bien, “el hombre sabio”, “el hombre que es sabio”; 2) El adjetivo masculino y el femenino singular pueden usarse como sustantivos abstractos, por ejemplo, «ja-rá», “malvado”, “maldad” (página 13).

En relación al griego koiné (el griego de la koiné bíblica: Septuaginta y Nuevo Testamento Griego), por un lado, como en el hebreo clásico, tampoco existe la categoría morfosintáctica formal del artículo indeterminado en el griego clásico y en el griego koiné.

Por otro lado, el artículo determinado en griego koiné hace la función de «transpositor» cuando acompaña a un adjetivo y lo sustantiva (adjetivo sustantivado), cuando acompaña a un participio (adjetivo verbal) y lo sustantiva (participio sustantivado), y cuando acompaña un infinitivo (sustantivo verbal) y lo sustantiva (infinitivo sustantivado). Ejemplos:

«Jo díkaios» (el justo, el hombre justo), adjetivo sustantivado (masculino singular).

«Je agazé» (la buena, la mujer buena), adjetivo sustantivado (femenino singular).

«Ta agazá» (lo bueno, las cosas buenas), adjetivo sustantivado (neutro plural).

«Jo pistéuon» (el que cree), participio sustantivado (activo, masculino singular).

«Kalón esti to lambánein» (el recibir es bueno), infinitivo sustantivado («to lambánein», sustantivo neutro singular).

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¿«Guibór» o «gibór»? ¿«Ángelos» o «ánguelos»? Cuestiones de lingüística, gramática y traducción bíblica

¿«Guibór» o «gibór»?  ¿«Ángelos» o «ánguelos»?

Cuestiones de lingüística, gramática y traducción bíblica

Héctor B. Olea C.

Un error muy común, demasiado común, es pensar que todas las lenguas tienen los mismos recursos, las mismas características (en el plano fónico, sintáctico y semántico), y que tienen en común la misma manera de realizar ciertos fenómenos o expresar ciertas ideas.  

Por ejemplo, es común que en plano de la transliteración (el plano de las equivalencias de los valores fonéticos de las grafías de cada lengua y su relación con los fonemas de las mismas: cada lengua tiene un número determinado de fonemas, pero siempre hay más letras que fonemas) se olvide que cada lengua tiene su propia forma de decir y expresar ciertas cosas, ciertas ideas, en otras palabras, su propia personalidad.

En tal sentido, en este breve artículo me propuse poner de relieve el valor fonético de la letra «guímel hebrea», la «gámma griega», la «g latina» y la «g española» o castellana.

Sobre la letra «guímel hebrea»

La letra «guímel» hebrea siempre realiza el fonema que realiza la «g» española cuando aparece acompañada de los sonidos «a», «o», «u», y la «g» con una «u» intercalada o interpuesta («gu») cuando va acompañada de los sonidos vocálicos «e», «i» (gue, gui).

En consecuencia, es preciso decir que la «guímel» hebrea nunca tiene el valor fonético que tiene la «g» española cuando aparece acompañada de los sonidos vocálicos «e», «i», sin la «u» intercalada o interpuesta, o sea, como «ge» (je) en «geriátrico» (jeriátrico) y «gi» (ji) en «gitano» (jitano).

Sobre la «g» latina

Como la «guímel» hebrea, la «g» latina siempre suena como la «g» española o castellana cuando va acompañada de los sonidos vocálicos «a», «o», «u». Sin embargo, a diferencia de la «g» española, la «g» latina siempre suena como la «g» española cuando va acompañada de los sonidos vocálicos «a», «o», «u», incluso cuando va acompañada de los sonidos vocálicos «e», «i».

En tal sentido, puntualiza la «Gramática latina» de Santiago Segura Munguía: “La «g» suena siempre como la «g» española de «gato», «gorra», «gusto», aunque vaya ante «e», «i»: «gelu» suena «guélu»; «regit» suena «réguit» (página 21).

Así también lo establece la «Gramática latina» de Luís Penagos S. J.: «leges» se pronuncia «légues» (página 9).

Sobre la «gámma» (gáma) griega

Como la «guímel» hebrea, la «gámma» (gáma) griega siempre se pronuncia como la «g» española cuando va acompañada de los sonidos vocálicos «a» (ga), «o» (go), «u» (gu), incluso cuando va acompañada de los sonidos o fonemas vocálicos «e» (gue), «i» (gui).

Esto así en griego clásico y koiné según la pronunciación erasmiana, y en el griego moderno, en parte, porque en el griego moderno también realiza el fonema «y» como la «y» española en «bueyes» (pronunciación reucliniana).  

En tal sentido, es preciso decir que coincide el uso de la «guímel» hebrea, el de la «g» latina y el de la «gámma» (gáma) griega, al tener siempre el valor fonético de la «g» española cuando va acompañada de los sonidos vocálicos «a» (ga), «o» (go), «u» (gu), y de la «g» española con una «u» intercalada o interpuesta cuando va acompañada de los sonidos vocálicos «e» (gue), «i» (gui).

Es más, incluso en una muy buena obra de introducción al hebreo bíblico en inglés, como la obra de Allen P. Ross: «Introducing Biblical Hebrew», establece que la «guímel» hebrea es siempre equivalente a la «g» española cuando va acompañada de los sonidos vocálicos «a», «o», «u», y con una «u» intercalada o interpuesta cuando va acompañada de los sonidos vocálicos «e», «i».

En consecuencia, puntualiza la obra de Allen P. Ross, que la «guímel» hebrea se pronuncia en inglés como la «g» inglesa en «give» (guev), y no como la «g» inglesa en «angel» (donde la «g» más bien realiza el fonema «y», como la «y» española o castellana en «bueyes»).

Además, una característica especial que distingue a la «gámma» (gáma) griega, y  que no tiene la «guímel» hebrea (g), la «g» latina, la «g» española, ni la «g» inglesa, es que delante de otra «gámma» (g), una «kappa» (k), una «ji» (j), y una «xi» (x), la «gámma» (gáma) griega tiene el valor de una nasal, o sea, el valor de una «n».

Luego, una transliteración adecuada de la palabra hebrea «guibbór» (fuerte, valiente, valeroso, guerrero, héroe, caudillo, etc.), en conformidad a las lenguas en cuestión, sería: «guibór» (hebreo español), «gibbor» (pero pronunciada «guibor») del hebreo al latín, y «gibbor» del hebreo al inglés (pero pronunciada como la «g» en «give», o sea, realizando el fonema que realiza la «g» española en «gato», «gusto», etc.).

Y en la misma línea, una transliteración adecuada de la palabra griega «ánguelos» (mensajero celestial, ángel), en conformidad a las lenguas en cuestión, sería: «ánguelos» (del griego al español), «ángelos» del griego al latín (pero pronunciada «ánguelos»), «angelos» del griego al inglés (pero la «g» inglesa realizando más bien, más o menos, el fonema «y» como la «y» española en «bueyes», y la «j» inglesa en «jaguar»).

En conclusión, la transliteración es esencial e indiscutiblemente contextual, realidad que no debería ser ignorada por las personas que, por lo menos a un nivel elemental, procuran estudiar las lenguas bíblicas, y aspiran a poder realizar una transliteración adecuada desde las mismas a nuestra lengua materna, el español o castellano latinoamericano, por supuesto, según las características propias del español latinoamericano. 

En tal sentido, la transliteración española (del hebreo al español latinoamericano) de la palabra hebrea «guibór» y de la palabra griega «ánguelos», emplea una «u» intercalada o interpuesta, no porque la «guímel» hebrea y la «gámma» la empleen o la necesiten; sino más bien porque es la única manera que tiene la «g» española de reflejar de la mejor manera posible el sonido que tiene la «guímel» hebrea, en hebreo, y la «gámma» griega, cuando van acompañadas por los sonidos o fonemas vocálicos «a» (ga), «o» (go) , «u» (gu), incluso acompañadas de los fonemas o sonidos vocálicos «e» (gue), «i» (gui).  

Además, no siempre será posible poder transmitir a perfección los sonidos o fonemas de una lengua a otra lengua (las razones son varias), pero sí estamos en la necesidad y en la posibilidad de hacerlo de la mejor manera posible, por supuesto, a la luz de los recursos propios de las lenguas involucradas.

Luego, resulta muy oportuno aquí lo que plantea Marcela Coria (Lengua Griega I, guía de estudio):

“Entre todos los elementos de una lengua, al que menos se adapta un extranjero es al sistema fonético. Por eso, cuando un pueblo adopta otra lengua, introduce en ella elementos fonéticos de su propio idioma. Así se pierden elementos propios de la lengua antigua” (página 9).

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¿Es «de él» una traducción acertada y precisa del texto griego de 1 Juan 1.5?

¿Es «de él» una traducción acertada y precisa del texto griego de 1 Juan 1.5?

Cuestiones de lingüística, gramática y traducción bíblicas

 Héctor B. Olea C.

Un hecho comprobado y verificable es que en 1 Juan 1.5 la mayoría de las versiones de la Biblia en español han traducido en la misma línea de la imponente y todavía dominante Reina Valera 1960, o sea, «de él», incluso versiones de la Biblia que han pretendido superarla y otras que incluso tienen una imagen de más o de menos prestigio que la referida Reina Valera 1960.

Por ejemplo, La Biblia de Jerusalén 1998 («que hemos oído de él»), La Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras («que hemos oído de él»), La Biblia de las Américas («que hemos oído de él»), La Nueva Versión Internacional («que hemos oído de él»), La Biblia Textual IV Edición («que hemos oído de él»).

Por otro lado, es preciso decir que la traducción que ofrece La Nueva Traducción Viviente (NTV), o sea, «que  oímos de Jesús», es perfectamente equivalente a la traducción «que hemos oído de él», y por lo tanto tan imprecisa como esta, y no supera en nada a la traducción ofrecida por La Reina Valera 1960.

Es más, La Nueva Traducción Viviente (NTV) incluye una nota al pie de página que dice: en griego «de él».

En todo caso, ¿qué tan acertada es la traducción que ofrece La Nueva Traducción Viviente de 1 Juan 1.5? ¿Qué tan acertada es la nota al pie de página que acompaña su traducción de 1 Juan 1.5?

En honor a la verdad, la traducción «que  oímos de Jesús» y «de él», pueden ser interpretadas como un «genitivo objetivo» (acerca de él, sobre él, acerca de Jesús, sobre Jesús); y como un «genitivo subjetivo» (de parte de él, que procede de él, de parte de Jesús, que procede de Jesús).

En tal sentido, una pregunta obligada es: ¿Qué es lo que en realidad dice el texto griego de 1 Juan 1.5? ¿Qué tipo de genitivo observamos en el texto griego de 1 Juan 1.5, un «genitivo objetivo» (acerca de Jesús, sobre Jesús), o un «genitivo subjetivo» (que procede de Jesús, de parte de Jesús)?

Respuesta: La frase griega que se ha traducido «que  hemos oído de él» («que  oímos de él»), en la mayoría de las versiones de la Biblia en español, pero «que  oímos de Jesús» en La Nueva Traducción Viviente; es «ap- autú» («apautú»), expresión que en sentido estricto y preciso consiste en un «genitivo subjetivo»: “de parte de él”, “que procede de él”, “comunicado por él”.

En consecuencia, para el autor de la epístola en cuestión, la idea de que Dios es luz y que no hay tiniebla alguna en él, procede del mismo Jesús, fue comunicada por la persona misma de Jesús, por Jesús en persona («genitivo subjetivo»).

Por supuesto, esto así independientemente de si desde el punto de vista del análisis histórico fue así o no.

Además, que la idea del «genitivo subjetivo» es la que quiso comunicar sin duda alguna el autor del texto bíblico en cuestión, lo sabemos porque empleó el caso genitivo del pronombre personal de la tercera persona («autú», de «autós») con la preposición «apó» (también pudo emplear la preposición «ek» o «pará»): «ap-autú» (aquí con la preposición «apó» apostrofada: «apautú»).

Luego, lo que se espera es que la traducción de 1 Juan 1.5 (en este caso, al español), comunique con precisión y sin ambigüedades la idea de procedencia que sugiere e indica el «genitivo subjetivo»: «de parte de él», «que procede de él».

Por supuesto, hemos de estar conscientes de que la frase española de «parte de», puede significar: 1) «a favor de» (el pueblo no está de parte de Jacobo); 2) en nombre de, de orden de (de parte del rey); 3) como sinónima de la expresión «por parte de», o sea, «de parte de», indicando procedencia u origen (comunicación de parte del director).   

En consecuencia, la acepción con la que sugerimos emplear la expresión «de parte de» en 1 Juan 1.5, es comunicando la idea de origen o procedencia.

Finalmente, honrosas excepciones a la popular traducción «que hemos oído de él» (Reina Valera 1960 y compañía, son: «Y este es el mensaje que hemos oído de parte de él…» (Reina Valera Actualizada 2015); «Éste es el mensaje que Jesucristo nos enseñó…» (Versión Popular Dios Habla Hoy);  «Jesucristo nos enseñó que Dios es luz» (Traducción en lenguaje actual); «el anuncio que le oímos a él» (La Nueva Biblia Española).    

Para concluir, un consejo muy útil para la traducción del «caso genitivo» griego:

Antes de inclinarse por una traducción simplista empleando la preposición «de» (como reflejo del genitivo griego), es preciso precisar la idea que comunica el caso genitivo griego en relación al sustantivo al que complementa (genitivo atributivo, genitivo subjetivo, genitivo objetivo, entre otros).

Sin embargo, tengo la sospecha de que traducir siempre el caso genitivo griego empleando la preposición «de», sin detenernos a establecer el tipo de relación que tiene el sustantivo en caso genitivo con el sustantivo al cual complementa dicho genitivo; parece ser el resultado de la aplicación de la ley del mínimo esfuerzo, y la vía de evitarse ciertos inconvenientes en el proceso de exégesis e interpretación bíblica.

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Los adjetivos en la cadena constructa hebrea, cuestiones de lingüística, gramática y traducción

 

Los adjetivos en la cadena constructa hebrea

Cuestiones de lingüística, gramática y traducción

Héctor B. Olea C.

Los adjetivos que en una cadena constructa modifican al sustantivo en estado absoluto o al sustantivo en estado constructo, siguen a la cadena constructa (van después de la misma), porque nada puede interponerse entre los sustantivos que conforman una cadena constructa hebrea.

En todo caso, el adjetivo que modifica a uno de los dos sustantivos que conforman una cadena constructa, debe cumplir las reglas de concordancia que exige la gramática hebrea.

Será, pues, por la concordancia que tenga el adjetivo con el sustantivo en estado absoluto o con el sustantivo en estado constructo, que podremos establecer con cuál de los dos sustantivos está relacionado sintácticamente el adjetivo en cuestión.

Por ejemplo: «éshet ja-ish ja-yafé»: La mujer del hombre hermoso.

Aquí el adjetivo articulado «ja-yafé» (masculino singular) concuerda con el absoluto «ja-ish» (sustantivo de género masculino y en singular) y no con el constructo «éshet» (sustantivo de género femenino).

«éshet ja-ish ja-yafá»: La mujer hermosa del hombre.  

Aquí el adjetivo «ja-yafá» (en género femenino singular) concuerda con el constructo «éshet» (sustantivo de género femenino y singular) y no con el absoluto «ja-ish» (masculino singular).

Sin embargo, en los casos donde haya ambigüedad, el contexto ayudará a aclarar la situación.

Por ejemplo, la oración «devar jam-mélej ja-tov», por un lado, puede ser asumida como: «la palabra del rey bueno», por otro lado, como «la palabra buena del rey».

La ambigüedad se origina aquí porque tanto el adjetivo como los sustantivos involucrados, el que está en estado constructo («devar», masculino en hebreo, pero femenino en español), como el que está en estado absoluto, son de género masculino y en singular (en hebreo).

Y la oración «bat jam-malká ja-tová» puede ser asumida, por un lado, como «la hija de la reina buena», por otro lado, como «la hija buena de la reina».    

Aquí la ambigüedad se origina porque tanto el adjetivo como el sustantivo en estado constructo y el sustantivo en estado absoluto son femeninos y en singular.  

También es posible usar más de un adjetivo: «neví ja-verít ja-tsadíq ve-je-jajám»:

El profeta justo y sabio del pacto.

Coinciden aquí los adjetivos involucrados, con el sustantivo en estado constructo y el sustantivo en estado absoluto, en cuanto al número (singular), pero no en cuanto al género. El sustantivo que está en estado constructo es masculino («neví»: “el profeta”), pero el sustantivo en absoluto es femenino («ja-verít»: “el pacto”). 

Luego, si bien la traducción «el profeta del pacto, justo y sabio (justo y sabio apuntando al profeta, no al pacto), es una traducción posible, es mejor evitarla, porque en español la palabra «pacto» es de género masculino (el pacto), pero en hebreo, «berít» (pacto) es de género femenino.

En otras palabras, mientras que en la traducción «el profeta justo y sabio del pacto» es evidente que los adjetivos “justo” y “sabio” apuntan al profeta (cosa que es demasiado evidente en hebreo), en cambio, en la traducción: «el profeta del pacto, justo y bueno», se puede prestar a confusión, pues hay quienes podrían interpretar que los adjetivos “justo” y “sabio” se refieren al pacto, cuando en realidad, para el hebreo, esta suposición carece de fundamento.   

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¿Profesor, tienen una relación léxica las palabras hebreas «avaním» y «baním»?, piedras e hijos

¿Profesor, tienen una relación léxica las palabras hebreas «avaním» y «baním»?

Cuestiones de falsas etimologías

Héctor B. Olea C.

Decidí compartir estas líneas, como un breve artículo, que en realidad escribí como respuesta a una inquietud de uno de nuestros valiosos estudiantes de una de las distintas y actuales sesiones de nuestro curso de hebreo bíblico (clásico).

La inquietud de nuestro estudiante se originó porque, según nos comentó, él ha escuchado a predicadores asignarle a la palabra «baním» (hijos) la carga semántica de “construir”, “constructores”; aparentemente con base a la semejanza que tienen en su desinencia plural, los sustantivos «avaním» (piedras) y «baním» (hijos).  

Ahora bien, «avaním» (piedras) es el plural del sustantivo «éven» (o «áven») que significa: «piedra» (entre otros significados).

Es, pues, «éven» (o «áven») un sustantivo de género femenino intrínseco, pues su morfología no tiene una de las desinencias características del género femenino formal.

Luego, como su estado absoluto o forma léxica, su forma plural también es de género femenino intrínseco, pues formalmente corresponde al género masculino plural. Por supuesto y, de todas formas, «éven» no deja de ser un sustantivo de género femenino. 

Por otro lado, la palabra «baním» (hijos), es el plural de un «ben» (hijo). Es «ben» un sustantivo que, en sentido propio y estricto, significa: “hijo”, usado también en ciertas combinaciones, y en cuanto al sexo biológico, opuesto a «bat» (hija).

Luego y, en honor a la verdad, lo único que tienen en común «avaním» (piedras) y «baním» (hijos) es que exhiben la misma desinencia o morfema gramatical para el plural.

Sin embargo, mientras que «baním» (hijos) es un sustantivo masculino plural formal, «avaním» es un sustantivo femenino con un plural femenino intrínseco, pues la desinencia o morfema gramatical que exhibe para expresar su plural es en realidad la forma del masculino plural formal.  

Así que cualquier asociación de ideas entre estas dos palabras con base a su coincidencia en cuanto a la desinencia del plural, en su forma de hacer el plural; es una pura y lamentable falacia, un lamentable y penoso invento.

Pero también es posible que, también de manera errónea, se pretenda establecer una familiaridad léxica entre «baním», plural de «ben», y el participio kal (qal) activo  masculino plural del verbo «baná» (construir, edificar), o sea, «boním».

Y una vez más, cualquier intento de establecer una relación léxica entre el plural del sustantivo «ben», «baním», y el participio kal (qal) activo masculino plural del verbo «baná», «boním», es un triste y lamentable error.

En suma, muy a pesar de la indiscutible coincidencia que exhiben el plural de «ben» (hijo), «baním» (hijos), el plural de «éven» (piedra), «avaním» (piedras), y el participio activo masculino plural del verbo «baná», «boním» («ja-boním»: los constructores, los que construyen); es demasiado evidente que sus formas léxicas son distintas y que, por lo tanto, no tienen en común la misma carga semántica.    

Sin embargo, no podemos dejar de lado el uso del mismo verbo «baná» (edificar, construir) con el sentido figurado de “fundar una familia” (una dinastía, una descendencia): 1 Samuel 2.35; 2 Samuel 7.27; 1 Reyes 11.38; Rut 4.11.

Por otro lado, observa el «Diccionario bíblico hebreo español», Luis Alonso Schokel: “es posible y probable que «éven» represente a veces un alomorfo (otra forma) de «ben» (hijo), con una «álef» prostética (como el árabe ibn), siendo esta la forma en que se pueden explicar algunos casos que asume como dudosos.

Ejemplos: Éxodo 1.16; Isaías 14.19; Ezequiel 28.14.  

En Éxodo 1.16 leemos frase o expresión, «ja-avenáyim» (forma dual), no palabra, pues supone la presencia de un lexema y un morfema gramatical artículo.

Pues bien, se entiende que la expresión o sintagma «ja-avenáyim» (las dos piedras), hace referencia al asiento o las dos piedras del parto donde se colocaba a la mujer para realizarle el parto (opinión con que me identifico).

Por otro lado, hay comentaristas y traductores que entienden que expresión «ja-avenáyim» apunta más bien a lo parido (hijo o hija).

Por su parte, la versión griega, por la forma libre que tradujo aquí, no aporta nada en esta discusión.

En Isaías 14.19 la discusión gira en torno a la expresión «avne-bor». Por un lado hay quienes opinan que debe asumirse como significando «piedras de sepulcro», «sepulcro» (línea con la que me identifico), pero hay quienes la asumen con el sentido de «habitantes del sepulcro», «sepultados».

Y en lo que respecta a la versión griega de la Biblia Hebrea, una vez más, por la forma libre de traducir aquí la versión griega, la misma no aporta nada en esta discusión.

En Ezequiel 28.14 leemos la expresión «avne-esh» que, por un lado, puede ser asumida como «piedras de fuego» (opinión con la que me identifico), por otro lado, como «seres de fuego», «seres con color de fuego».

La versión griega, por su parte, tradujo con la expresión «lízon pirínon»: «piedras de fuego», «piedras ardientes», «piedras color de fuego».

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Una vez más sobre «Jesús» y «jasús», unas observaciones necesarias y oportunas

Una vez más sobre «Jesús» y «jasús»

Unas observaciones necesarias y oportunas

Cuestiones de lingüística, gramática, fonética y traducción

Héctor B. Olea C.

En virtud de algunas reacciones al artículo que publiqué la semana pasada sobre la cuestionable e inadmisible asociación de ideas que algunas personas han pretendido establecer entre la palabra «Jesús» (nombre propio) y «jasús» (sintagma nominal hebreo: el caballo); sentí la necesidad de escribir el presente artículo.  

En tal sentido, en primer lugar, es preciso decir que la palabra «Jesús» (o «Josué») en realidad no es una traducción, como tampoco lo son las palabras «yeshúa» o «yojoshúa», sino simples transliteraciones.

Ahora bien, ¿qué se entiende por transliteración?

Por un lado, lo primero que hay que tener en cuenta es que la transliteración, como procedimiento que consiste en representar en un idioma las equivalencias fonéticas de las letras de otro idioma o lengua, es contextual.

O sea, que no es lo mismo transliterar del hebreo o el griego al inglés, que transliterar del hebreo o griego al español. Esto así pues los fonemas del inglés no son los mismos que los del español, incluso a pesar de tener algunas letras o grafías en común el alfabeto español y el inglés.   

Por ejemplo, una letra o grafía común al inglés y a español es la «hache» (h), pero conocida en inglés como «eich» (h).

Pero al margen de que letra o grafía «h» es común al español y al inglés, dos cosas deberían ser claras: la primera, que la forma de nombrarla en inglés y en español no es la misma; y la segunda, que no realizan el mismo fonema (unidades lingüísticas más pequeñas carentes de significado).

Consecuentemente es preciso decir que en español o castellano la «hache» (h) no  tiene correspondencia con fonema alguno, por lo que, salvo en contadas ocasiones resulta ser visible o notable en el plano de la expresión (significante).

Ejemplos claros del uso habitual de la letra «hache» (h) son: hierba, huevo, herbívero, hueso, hormiga, etc.

Luego, cuando resulta ser sonora en realidad realiza el fonema «j», por ejemplo, Haina (Jáina), en República Dominicana, y en algunas partes de México, el verbo «halar» se pronuncia «jalar».

Sin embargo, en lo que respecta al inglés, la «eich» (h) por lo general es sonora, y realiza el fonema que en español llamamos jota («j»). Por ejemplo, la palabra casa en inglés, «house», se pronuncia «jáus»; y la sílaba inicia «hos» en la palabra «hospital» en inglés, se pronuncia «jás» en el inglés norteamericano, pero «jos» en el inglés británico.  

En todo caso, también hay casos en los que la «eich» (h) inglesa no suena, o sea, que también es muda como en español, por ejemplo: en la palabra «honest» (ónest), o en «school» (skúul), y cuando actúa como un dígrafo en la palabra  «check», exactamente como el dígrafo español «ch» en Chile, chileno, chilena, China, chino, chinito, etc.

Consecuentemente, si queremos reproducir al inglés (transliteración del hebreo al inglés) con cierta precisión el sonido de la letra hebrea «je» («jei»), que realiza el fonema «j», resulta comprensible y legítimo transliterar la palabra hebrea «elojím», con «eich» (h): «elohim», y no con la «yei» («j»): «elojim».

Pero si queremos reproducir al español (transliteración del hebreo al español), con cierta precisión el sonido de la letra hebrea «je» («jei»), que realiza el fonema «j», resulta comprensible y legítimo transliterar la palabra hebrea «elojím», con «jota» («j»): «elojím», y no con la «hache» («h»): «elohim».

Sin embargo, también hay casos en los que la letra «he» o «hei» (je, jei) es muda, por ejemplo, cuando es la última letra de una palabra y no tiene un punto dentro llamado «mapíq», como en la palabra: «torá» (instrucción), «ishá» (mujer), «susá» (yegua), «atá» (tú, pronombre personal de la segunda persona masculina singular), «shamerá» (ella guardó), etc.

No obstante, cuando es la última letra de una palabra (no vocal), y actúa como  consonante, es sonora (no es muda) y sí realiza el fonema «j», por ejemplo: «susáj» (su caballo, el caballo de ella), «artsáj» (su tierra, la tierra de ella), «laj» (a ella, para ella); o sea, cuando la «he» o «hei» («je» o «jei») es morfema gramatical que indica el posesivo (genitivo) de la tercera persona femenina singular.  

La letra «i» y «j» en la lengua latina

La consonante «i» es considerada una semivocal (porque podía funcionar a veces como vocal y otras veces como consonante, realizando el fonema «y»: yema, bueyes). Se la representa en las ediciones actuales por medio del signo «j» (signo del que carecían los romanos), suena como la «y» española. Así, «iam» o «jam», se pronuncia «yam»; y «maior» o «major», se pronuncia «máyor» («Gramática Latina» de Santiago Segura Munguía, página 20).

Pero la «Gramática latina» de Luis Penagos (páginas 9 y 10), según la pronunciación clásica del latín, «i» es «y» (consonante) si va seguida de vocal (como en bueyes, yema). Y en la pronunciación tradicional española del latín, «i» se escribe «j», y se también se pronuncia «y» (consonante): «juvo» se lee «yuvo».

Pero en la llamada pronunciación actual romana, «i» es «j»: «Jesús» se pronuncia «iesus».

Según la «Gramática Latina» de Liciano Abeille, la letra «j» se pronuncia «i» (pronunciación tradicional española). Así «justos» (justo), «janua» (puerta), «jecur» (cólera), suenan «iustus», «ianua», «iecur». 

Y además puntualiza que en la época de Cicerón (103 al 43 a.C.) no existía la «j» en el lengua latina.

Y la «Gramática Latina histórica y fonética» de José Guillén, puntualiza que la «j» fue introducida por los renacentistas para facilitar la lectura, como signo de la «i» consonante.

Finalmente, según la «Gramática Latina, teórica y práctica», de Blas Goñi y Emeterio Echevarria (que evidentemente sigue la pronunciación tradicional española, afirma que la letra «j» suena como la «y» (consonante) castellana (como en bueyes, yema). Así, el nombre «Jesus», se pronuncia «Yesus».

El fonema «j» en griego

En la historia del alfabeto griego, siempre ha estado presente la letra «ji». Ahora bien, según la «Gramática griega» de Manuel Ledesma, en el griego ático (griego clásico) tenía más bien el valor fonético de la «k» española, lo mismo que en el latín en la pronunciación clásica; pero representa el fonema «j» en la pronunciación erasmiana incluso en la pronunciación del griego moderno (página 4).

En tal sentido, puntualiza Wilhelm Brandenstein, que el sonido aspirado que representa la «j» no fue conocido por el ático clásico, y que dicho sonido se desarrolló más tarde a partir del siglo IV antes de nuestra era («Lingüística griega», página 101).

Por otro lado, otra forma con la que contaba el griego para realizar el fonema «j» es, como parte de la llamada aspiración inicial, por medio del llamado «espíritu  áspero» (rudo o fuerte: «pnéuma dasí»).

Así, el fonema «e» como vocal inicial de una palabra, con espíritu suave («pnéuma psilón»), se pronuncia «e», pero con el espíritu áspero, «je», y así también respecto de las demás sonidos vocálicos (a, ja, i, ji, o, jo, u, ju). 

En resumen, conclusiones:

En primer lugar, el nombre griego que está detrás de la castellanización «Jesús», está conformada por las siguientes letras o grafías griegas: «iota» (i), «eta» («e larga», en la pronunciación erasmiana, pero «i», en la pronunciación del griego moderno), «sigma» (s), «ou» (diptongo y dígrafo siempre con el valor fonético de «u»), «sigma» (s).

En consecuencia, una transliteración española adecuada del nombre «iesús», en conformidad a los fonemas del griego y del español latinoamericano, sería: «iesús» (pronunciación erasmiana), pero «iisús» (pronunciación moderna).  

En segundo lugar, el nombre griego «iesús», es preferible transliterarlo «iesús», y no «iesoús», porque el grupo vocálico griego «ou», constituye un dígrafo o digrama que representa un único sonido: «u» (tanto en la pronunciación erasmiana o erásmica, como en la pronunciación moderna y actual del griego, la pronunciación reucliniana).

En tercer lugar, una transliteración adecuada del nombre griego «iesús», en conformidad a la pronunciación clásica del latín, es: «Yesus» (no hay palabra oxítonas o agudas en latín).

En cuarto lugar, en conformidad a la pronunciación tradicional española del latín, el nombre griego «iesús», se escribe «Jesus», pero se pronuncia igualmente «Yesus».

En quinto lugar, según la pronunciación romana actual (Luis Penagos), el nombre griego «iesús» se escribe «Jesus», pero se pronuncia «iesus».  

En sexto lugar, el griego ha contado con la letra «ji» (la vigésima segunda letra del alfabeto griego, y con el valor fonético de «j») con posterioridad al griego clásico (siglo V-IV a.C.) y con el espíritu áspero, rudo o fuerte, que también realiza el fonema «j».

En todo caso, el nombre «Jesús», palabra española como reflejo del griego «iesús», debe comprenderse como parte de la evolución histórica del latín y del español mismo.

En tal sentido es preciso poner de relieve que el nombre griego «iesús» no se escribe en griego con la letra «ji» («j»), ni con el fonema inicial «e» más el espíritu «áspero» («pnéuma dasí»).  

En séptimo lugar, es cierto que alguna vez tuvo la letra «iota» griega el valor fonético de la «yod» hebrea (como consonante «y»), por ejemplo, como letra inicial de una palabra seguida por vocal, pero ese valor fonético desapareció rápidamente (mucho antes del griego clásico), de modo que no es aplicable en el griego clásico ni en el griego koiné y mucho menos en el griego moderno.   

De todos modos, el nombre «iesús», en conformidad al desaparecido «fonema yod» de la «iota», se leería: «Yesús».

En octavo lugar, en virtud de que la letra hebrea «he» o «hei» («je», «jei») cuando es sonora tiene como equivalente español la «j» y no la «h», es mejor transliterar la expresión hebrea «el caballo», como «jasús», y no como «hasús» (porque por lo general la persona hispano hablante asumirá la letra «h» como muda, como en hueso, huevo, horario, etc., pero del hebreo al inglés sí resulta conveniente transliterar dicha expresión como «hasús» por la sonoridad ya explicada que tiene la letra «eich» (h) en inglés.

Hasta la próxima, así de sencillo

¿Tiene alguna relación el nombre «Jesús» con la expresión hebrea «jasús» (el caballo)?

¿Tiene alguna relación el nombre «Jesús» con la expresión hebrea «jasús» (el caballo)?

Cuestiones de lingüística, gramática y traducción bíblica

Héctor B. Olea C.

De vez en cuando hay personas que de manera muy cuestionable y evidenciando notables e indiscutibles desconocimientos de lo que es el estudio de la lingüística, de cómo funcionan las lenguas; se atreven, no obstante, a realizar asociaciones de ideas respecto del nombre «Jesús», forma castellana, prácticamente un calco del griego «iesús», con la expresión hebrea «jasús» (el caballo).

Ahora bien, quiero llamar la atención al hecho de que en relación a la palabra hebrea «jasús» hablo más bien de una expresión, pues, en realidad constituye un sintagma nominal compuesto por un sustantivo y por el artículo determinado hebreo.

Por supuesto, las personas que no conocen la lengua hebrea deben saber que en hebreo el artículo determinado (no existe en hebreo el artículo indeterminado) se adhiere al sustantivo como un prefijo, formando con éste, gráficamente, visualmente, una sola y única palabra), a diferencia del español o castellano y del griego, en las cuales el artículo, como morfema gramatical o gramema independiente, no se adhiere al sustantivo como prefijo (delante del tema o raíz) ni como sufijo (detrás del tema o raíz).

En tal sentido, mientras que «Jesús» es una palabra (un solo morfema), un lexema o morfema lexical nominal, la expresión hebrea «jasús» es más bien una palabra polimorfemática, un sintagma nominal compuesto por un morfema gramatical (el artículo «ja»: el) y por un morfema o lexema nominal («sus»: caballo).

En consecuencia, a todas luces resulta demasiado cuestionable e inadmisible pretender establecer una legítima asociación de ideas entre el sustantivo «Jesús» (morfema lexical nominal), y la expresión hebrea «jasús» (sintagma nominal), con base en la coincidencia de sonido o fonemática que tiene la última sílaba del nombre «Jesús», con el segundo elemento del sintagma nominal hebreo «jasús» (el caballo).

Además, resulta llamativo que, por un lado, se apele a la referida coincidencia fonemática, pero a ultranza se evite tomar en serio la falta de coincidencia que existe en relación a la penúltima sílaba (en realidad, penúltima sílaba en cuanto al sustantivo «Jesús», pero morfema gramatical artículo en la expresión hebrea «jasús»).

Finalmente, es preciso poner de relieve que el gran error en el cual se sustenta este tipo de asociación de ideas, consiste, por demás, en la errada creencia de que la simple coincidencia fonemática (parcial o total), la simple coincidencia en el plano de la expresión o significante, entre dos palabras de dos lenguas distintas, implique, sin embargo, la misma coincidencia desde el punto de vista de la categoría formal de las palabras (sustantivo, verbo, pronombre, adjetivo, adverbio, preposición, conjunción, etc.), y en cuanto a su carga semántica (el significado).

En resumen y en conclusión, identificar y equiparar el sustantivo «Jesús (calco de la griega «iesús»: Jesús, Josué, salvador, salvación, Mateo 1.21, 25) y la expresión hebrea «jasús» (el caballo), es inadmisible por las siguientes razones:

La primera, la coincidencia fonemática (plano de la expresión o significante) parcial o total entre dos palabras de dos lenguas distintas, no implica que, por un lado, pertenezcan a la misma categoría formal, y por otro lado, que posean la misma carga semántica, el mismo significado.   

La segunda, porque «Jesús» constituye una palabra, un único morfema o lexema, en griego y en español o castellano, mientras que la expresión hebrea «jasús» constituye una palabra polimorfemática, en sentido estricto, un grupo sintáctico, un  sintagma nominal compuesto por dos morfemas, un morfema lexical o lexema («sus»: caballo), y por un morfema gramatical o gramema, el artículo («ja»: el).

La tercera y última, el sustantivo «Jesús» es un calco o transliteración del sustantivo griego «iesús», empleado en la versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta, LXX) como traducción del nombre hebreo «yejoshúa» (Deuteronomio 3.21; Josué 1.1; 17.4), y de la otra forma del mismo nombre, «yeshúa» (Esdras 8.33; Nehemías 8.17; 2 Crónicas 31.15)

Por otro lado, es preciso poner de relieve que en Deuteronomio 32.44 la Biblia Hebrea no empleó la forma «yejoshúa» ni la forma «yeshúa», sino más bien la forma  «joshéa» (literalmente «Oseas»), forma que fue traducida por la Septuaginta con «iesús» (Jesús, Josué).

Además, otra forma que empleó la Septuaginta fue «iesué» (Josué), en 1 Crónicas 7.27, texto en el que la Biblia Hebrea empleó la forma «yejoshúa».

Por supuesto, en lo que respecta al Nuevo Testamento Griego, «iesús» (Jesús, Josué) es la forma empleada para «Jesús», la figura central del Nuevo Testamento, y en las referencias a la figura de «Josué» hijo de Nun, de la Biblia Hebrea, y a otros Jesuses.

Muy a propósito de nuestro curso de profundización de griego bíblico (koiné), que inició el pasado miércoles, a propósito de nuestro curso de hebreo bíblico (clásico), que inicia el lunes 7 de febrero, y nuestros cursos de lenguas bíblicas durante todo el año en formato virtual.   

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