Una vez más sobre «Jesús» y «jasús»
Unas observaciones necesarias y oportunas
Cuestiones de lingüística, gramática,
fonética y traducción
Héctor B. Olea C.
En virtud de algunas reacciones al artículo que publiqué la semana pasada sobre la cuestionable e inadmisible asociación de ideas que algunas personas han pretendido establecer entre la palabra «Jesús» (nombre propio) y «jasús» (sintagma nominal hebreo: el caballo); sentí la necesidad de escribir el presente artículo.
En tal sentido, en primer lugar, es preciso decir que la palabra «Jesús» (o «Josué») en realidad no es una traducción, como tampoco lo son las palabras «yeshúa» o «yojoshúa», sino simples transliteraciones.
Ahora bien, ¿qué se entiende por transliteración?
Por un lado, lo primero que hay que tener en cuenta es que la transliteración, como procedimiento que consiste en representar en un idioma las equivalencias fonéticas de las letras de otro idioma o lengua, es contextual.
O sea, que no es lo mismo transliterar del hebreo o el griego al inglés, que transliterar del hebreo o griego al español. Esto así pues los fonemas del inglés no son los mismos que los del español, incluso a pesar de tener algunas letras o grafías en común el alfabeto español y el inglés.
Por ejemplo, una letra o grafía común al inglés y a español es la «hache» (h), pero conocida en inglés como «eich» (h).
Pero al margen de que letra o grafía «h» es común al español y al inglés, dos cosas deberían ser claras: la primera, que la forma de nombrarla en inglés y en español no es la misma; y la segunda, que no realizan el mismo fonema (unidades lingüísticas más pequeñas carentes de significado).
Consecuentemente es preciso decir que en español o castellano la «hache» (h) no tiene correspondencia con fonema alguno, por lo que, salvo en contadas ocasiones resulta ser visible o notable en el plano de la expresión (significante).
Ejemplos claros del uso habitual de la letra «hache» (h) son: hierba, huevo, herbívero, hueso, hormiga, etc.
Luego, cuando resulta ser sonora en realidad realiza el fonema «j», por ejemplo, Haina (Jáina), en República Dominicana, y en algunas partes de México, el verbo «halar» se pronuncia «jalar».
Sin
embargo, en lo que respecta al inglés, la «eich» (h) por lo general es sonora,
y realiza el fonema que en español llamamos jota («j»). Por ejemplo, la palabra
casa en inglés, «house», se pronuncia «jáus»; y la sílaba inicia «hos» en la
palabra «hospital» en inglés, se pronuncia «jás» en el inglés norteamericano,
pero «jos» en el inglés británico.
En todo caso, también hay casos en los que la «eich» (h) inglesa no suena, o sea, que también es muda como en español, por ejemplo: en la palabra «honest» (ónest), o en «school» (skúul), y cuando actúa como un dígrafo en la palabra «check», exactamente como el dígrafo español «ch» en Chile, chileno, chilena, China, chino, chinito, etc.
Consecuentemente, si queremos reproducir al inglés (transliteración del hebreo al inglés) con cierta precisión el sonido de la letra hebrea «je» («jei»), que realiza el fonema «j», resulta comprensible y legítimo transliterar la palabra hebrea «elojím», con «eich» (h): «elohim», y no con la «yei» («j»): «elojim».
Pero si queremos reproducir al español (transliteración del hebreo al español), con cierta precisión el sonido de la letra hebrea «je» («jei»), que realiza el fonema «j», resulta comprensible y legítimo transliterar la palabra hebrea «elojím», con «jota» («j»): «elojím», y no con la «hache» («h»): «elohim».
Sin embargo, también hay casos en los que la letra «he» o «hei» (je, jei) es muda, por ejemplo, cuando es la última letra de una palabra y no tiene un punto dentro llamado «mapíq», como en la palabra: «torá» (instrucción), «ishá» (mujer), «susá» (yegua), «atá» (tú, pronombre personal de la segunda persona masculina singular), «shamerá» (ella guardó), etc.
No obstante, cuando es la última letra de una palabra (no vocal), y actúa como consonante, es sonora (no es muda) y sí realiza el fonema «j», por ejemplo: «susáj» (su caballo, el caballo de ella), «artsáj» (su tierra, la tierra de ella), «laj» (a ella, para ella); o sea, cuando la «he» o «hei» («je» o «jei») es morfema gramatical que indica el posesivo (genitivo) de la tercera persona femenina singular.
La letra «i» y «j» en la lengua latina
La consonante «i» es considerada una semivocal (porque podía funcionar a veces como vocal y otras veces como consonante, realizando el fonema «y»: yema, bueyes). Se la representa en las ediciones actuales por medio del signo «j» (signo del que carecían los romanos), suena como la «y» española. Así, «iam» o «jam», se pronuncia «yam»; y «maior» o «major», se pronuncia «máyor» («Gramática Latina» de Santiago Segura Munguía, página 20).
Pero la «Gramática latina» de Luis Penagos (páginas 9 y 10), según la pronunciación clásica del latín, «i» es «y» (consonante) si va seguida de vocal (como en bueyes, yema). Y en la pronunciación tradicional española del latín, «i» se escribe «j», y se también se pronuncia «y» (consonante): «juvo» se lee «yuvo».
Pero en la
llamada pronunciación actual romana, «i» es «j»: «Jesús» se pronuncia «iesus».
Según la «Gramática Latina» de Liciano Abeille, la letra «j» se pronuncia «i» (pronunciación tradicional española). Así «justos» (justo), «janua» (puerta), «jecur» (cólera), suenan «iustus», «ianua», «iecur».
Y además puntualiza que en la época de Cicerón (103 al 43 a.C.) no existía la «j» en el lengua latina.
Y la «Gramática Latina histórica y fonética» de José Guillén, puntualiza que la «j» fue introducida por los renacentistas para facilitar la lectura, como signo de la «i» consonante.
Finalmente, según la «Gramática Latina, teórica y práctica», de Blas Goñi y Emeterio Echevarria (que evidentemente sigue la pronunciación tradicional española, afirma que la letra «j» suena como la «y» (consonante) castellana (como en bueyes, yema). Así, el nombre «Jesus», se pronuncia «Yesus».
El fonema «j» en griego
En la historia del alfabeto griego, siempre ha estado presente la letra «ji». Ahora bien, según la «Gramática griega» de Manuel Ledesma, en el griego ático (griego clásico) tenía más bien el valor fonético de la «k» española, lo mismo que en el latín en la pronunciación clásica; pero representa el fonema «j» en la pronunciación erasmiana incluso en la pronunciación del griego moderno (página 4).
En tal sentido, puntualiza Wilhelm Brandenstein, que el sonido aspirado que representa la «j» no fue conocido por el ático clásico, y que dicho sonido se desarrolló más tarde a partir del siglo IV antes de nuestra era («Lingüística griega», página 101).
Por otro lado, otra forma con la que contaba el griego para realizar el fonema «j» es, como parte de la llamada aspiración inicial, por medio del llamado «espíritu áspero» (rudo o fuerte: «pnéuma dasí»).
Así, el fonema «e» como vocal inicial de una palabra, con espíritu suave («pnéuma psilón»), se pronuncia «e», pero con el espíritu áspero, «je», y así también respecto de las demás sonidos vocálicos (a, ja, i, ji, o, jo, u, ju).
En resumen, conclusiones:
En primer lugar, el nombre griego que está detrás de la castellanización «Jesús», está conformada por las siguientes letras o grafías griegas: «iota» (i), «eta» («e larga», en la pronunciación erasmiana, pero «i», en la pronunciación del griego moderno), «sigma» (s), «ou» (diptongo y dígrafo siempre con el valor fonético de «u»), «sigma» (s).
En consecuencia, una transliteración española adecuada del nombre «iesús», en conformidad a los fonemas del griego y del español latinoamericano, sería: «iesús» (pronunciación erasmiana), pero «iisús» (pronunciación moderna).
En segundo lugar, el nombre griego «iesús», es preferible transliterarlo «iesús», y no «iesoús», porque el grupo vocálico griego «ou», constituye un dígrafo o digrama que representa un único sonido: «u» (tanto en la pronunciación erasmiana o erásmica, como en la pronunciación moderna y actual del griego, la pronunciación reucliniana).
En tercer lugar, una transliteración adecuada del nombre griego «iesús», en conformidad a la pronunciación clásica del latín, es: «Yesus» (no hay palabra oxítonas o agudas en latín).
En cuarto lugar, en conformidad a la pronunciación tradicional española del latín, el nombre griego «iesús», se escribe «Jesus», pero se pronuncia igualmente «Yesus».
En quinto lugar, según la pronunciación romana actual (Luis Penagos), el nombre griego «iesús» se escribe «Jesus», pero se pronuncia «iesus».
En sexto lugar, el griego ha contado con la letra «ji» (la vigésima segunda letra del alfabeto griego, y con el valor fonético de «j») con posterioridad al griego clásico (siglo V-IV a.C.) y con el espíritu áspero, rudo o fuerte, que también realiza el fonema «j».
En todo caso, el nombre «Jesús», palabra española como reflejo del griego «iesús», debe comprenderse como parte de la evolución histórica del latín y del español mismo.
En tal sentido es preciso poner de relieve que el nombre griego «iesús» no se escribe en griego con la letra «ji» («j»), ni con el fonema inicial «e» más el espíritu «áspero» («pnéuma dasí»).
En séptimo lugar, es cierto que alguna vez tuvo la letra «iota» griega el valor fonético de la «yod» hebrea (como consonante «y»), por ejemplo, como letra inicial de una palabra seguida por vocal, pero ese valor fonético desapareció rápidamente (mucho antes del griego clásico), de modo que no es aplicable en el griego clásico ni en el griego koiné y mucho menos en el griego moderno.
De todos modos, el nombre «iesús», en conformidad al desaparecido «fonema yod» de la «iota», se leería: «Yesús».
En octavo lugar, en virtud de que la letra hebrea «he» o «hei» («je», «jei») cuando es sonora tiene como equivalente español la «j» y no la «h», es mejor transliterar la expresión hebrea «el caballo», como «jasús», y no como «hasús» (porque por lo general la persona hispano hablante asumirá la letra «h» como muda, como en hueso, huevo, horario, etc., pero del hebreo al inglés sí resulta conveniente transliterar dicha expresión como «hasús» por la sonoridad ya explicada que tiene la letra «eich» (h) en inglés.
Hasta la próxima, así de sencillo
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