De los diccionarios a los textos bíblicos, de
los textos bíblicos a los diccionarios
Una perspectiva crítica
Héctor
B. Olea C.
Hablar de los diccionarios
o léxicos, sus alcances y hasta limitaciones, impone que definamos primero dos
conceptos que se vienen diferenciando en el campo de los estudios lingüísticos:
la lexicología y la lexicografía.
Para dar una
definición de ambas, me voy a contentar con citar de manera íntegra al reconocido
y prestigiosos lingüista dominicano Carlisle Gonzales Tapia. Cito: “La
lexicología o léxico-semántica estudia la estructura del vocabulario de una
lengua, su composición, su variedad, origen, cambios históricos y adaptaciones
a las condiciones sociales de la comunidad respectiva. Es decir, el objeto
principal de esta disciplina es el vocablo como término técnico en léxico estadística”.
La lexicografía, en
cambio, es tipificada como una rama de la lexicología (o léxico-semántica) y se
ocupa específicamente de la «confección de diccionarios, de su adecuación a
cometidos generales o específicos y del acopio de los recursos necesarios para
alcanzar tales fines» (Manuel Seco, 1987). Es considerada simultáneamente una técnica
y como un arte” (Un estudio de léxico-semántica, el español dominicano, páginas
27 y 28).
Luego, hay que decir,
respecto de sus alcances, que existen diccionarios o léxicos básicos (que sólo
aportan las dos o tres principales acepciones de una palabra) sin más detalles.
Y por otro lado están los que incluyen la etimología, sus posibles antecedentes
y dependencia respecto de otros dialectos o lenguas emparentadas (de la misma
familia) y entorno geográfico y político más próximo (respecto de la lengua de
que se trate).
Incluso, hay los que
además se preocupan por establecer semejanzas y diferencias (continuidades y
discontinuidades) en su uso regular o profano y en su uso en algún tipo de texto
sagrado, como en este caso, la Biblia.
En tal sentido, somos
testigos de los esfuerzos de algunas magnas obras que respecto de la lengua
hebrea, procuran verificar los antecedentes y paralelismos en el marco general de las lenguas semíticas (por ejemplo,
el cananeo, el ugarítico, el fenicio, el acadio, el arameo, el árabe, el
siríaco, etc.).
Y respecto de la
lengua original del Nuevo Testamento, el griego koiné, se hace el esfuerzo por
establecer posibles antecedentes e influencias del hebreo y el arameo en la
forma en que se usan ciertas palabras en el griego koiné (vía la Septuaginta),
incluso la sintaxis misma de la koiné del Nuevo Testamento. También hay los que
procuran constatar los posibles antecedentes en el inventario de los distintos dialectos
de la lengua griega (el griego antiguo, el jónico, el ático, el eólico, el
dórico, etc.).
Por supuesto, hay
obras que también procuran establecer las posibles semejanzas y diferencias en
el empleo de un término en el griego koiné respecto de su posible uso en el
griego clásico. Además se procura, hasta donde sea posible, establecer la
posible continuidad y discontinuidad en el marco de la misma lengua griega
koiné en su uso en el vocabulario de los textos del Nuevo Testamento, y su uso
fuera del mismo.
Ahora bien, muy a
pesar de todos los esfuerzos que puedan hacer algunas fuentes (diccionario o
léxicos) por arrojarnos toda la luz que les sea posible sobre la historia del
empleo de una determinada palabra y su evolución (diacronía); no es menos
cierto que especialmente respecto de los diccionarios o léxicos bíblicos, los
textos bíblicos mismos son una variable inevitable que se deben tomar muy en
serio a la hora de establecer la forma en que se entiende que los autores de la
Biblia emplearon ciertas palabras.
Son además una
variable de vital importancia en el empleo crítico de los diccionarios o
léxicos. Consecuentemente, dado el sesgo de algunas fuentes incluso profesores
y profesoras de las lenguas bíblicas, es muy importante que, sin dejar de valorar
las informaciones que nos brindan ciertas obras especializadas, jamás se deben
emplear y consultar sin un sentido crítico.
En otras palabras, es
necesario estar en guardia y estar más que dispuestos (as) a poner resistencia
y hasta rechazar de plano el sentido y ciertos matices que supuestamente tienen
algunas palabras en la Biblia, cuando los textos bíblicos mismos (también
leídos con sentido crítico) no permiten avalar dichas atribuciones.
También debemos estar
en guardia para que una posible acepción contextual (connotación, significado
contextual o situacional), se nos imponga como acepción única o principal
(significado denotativo), dando por sentado que dicha acepción contextual es
supuesta y estrictamente su significado único y persistente en cualquier
contexto, muy a pesar de la evidencia en contra que aporten los textos bíblicos
mismos.
Ahora bien, después
de estas palabras introductorias, retomo nuestra pregunta inicial ¿Es «crear (en
el sentido de sacar algo de la nada)» la única o la principal acepción del
verbo hebreo «bará»? ¿Qué dicen los diccionarios? ¿Qué dicen los textos
bíblicos mismos?
Para dar una
respuesta seria y contundente a la pregunta planteada, lo primero que voy a
hacer es citar algunos reconocidos diccionarios de hebreo bíblico:
«Diccionario
bíblico hebreo español» (TROTTA), de Luís Alonso Schokel: crear,
sacar de la nada, hacer, fundar, formar, plasmar.
«Diccionario
de hebreo bíblico» (Mundo Hispano), de Moisés Chávez: crear, ser
creado.
«Diccionario
bíblico Hebreo Español, Español Hebreo» (Verbo Divino), de Jaime
Vázquez Allegue: crear, ser creado.
«Diccionario
de hebreo y arameo bíblicos» (Ediciones la aurora), traducción castellana
de la obra alemana de Georg Fohrer (editor): crear (solamente referido a Dios).
«Diccionario
Teológico Manual del Antiguo Testamento (Ediciones
Cristiandad), de E. Jenni y C. Westermann: “El empleo de «bará» es característico
por algunas peculiaridades:
En primer lugar, el
sujeto de la afirmación es siempre Dios, concretamente el Dios de Israel, nunca
una divinidad extraña.
En segundo lugar,
nunca se menciona una materia (expresada en acusativo o por medio de una
proposición) a partir de la cual Dios crea (sobre todo Génesis 1.1).
En tercer lugar, los
objetos de «bará» son diversos, pero la mayoría de las veces se trata de algo
especial, extraordinario, nuevo. 1) Cielo y tierra (Génesis 1.1; 2.4; Isaías
65.17; 42.5; 45.18, etc.); 2) los seres humanos (Génesis 1.27; 5.1; 6.7;
Deuteronomio 4.32, etc.); 3) el pueblo de Israel (Isaías 43.1. 15; Salmo
102.19; Ezequiel 21.35); 4) algo maravilloso, nuevo o cosas semejantes
(Ezequiel 34.10; Números 16.30; Isaías 48.6 y siguientes; 65.17; Josué 31.22),
páginas 489, tomo II).
Finalmente, también
puntualiza la obra de Jenni y Westermann: “De por sí, pues, el verbo «bará»
no designa una creatio ex nihilo, pero viene a significar precisamente lo
que en otras mentalidades se quiere asegurar por medio de la expresión creatio
ex nihilo: la creación extraordinaria, soberana, sin esfuerzo y completamente
libre, por parte de Dios” (tomo II, página 490).
¿Qué
dicen los textos bíblicos? ¿Demuestran los textos bíblicos que «bará» siempre
significa “crear o sacar algo de la nada”?
Para responder a
estas dos última preguntas, pienso que es suficiente considerar los siguientes
textos bíblicos representativos: Génesis 5.1; 6.6, 7; Isaías 43.1, 15.
Génesis 5.1 “Este es
el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó («bará») Dios al
hombre, a semejanza de Dios lo hizo.”
¿Demuestra Génesis
5.1 que el verbo «bará» señala aquí una creación de la nada, o sencillamente la creación del algo nuevo?
En primer lugar, diré
que a pesar de que el relato sacerdotal de la creación (Génesis 1) no presenta
a Dios poniendo en existencia al ser humano como lo hace el relato yahvista
(Génesis 2.4-25) tomando del polvo de la tierra; lo cierto es que el hecho de
ser creado el ser humano en el sexto día de la creación, desdice mucho de una
creación de la nada.
Además, que el relato
sacerdotal no haya dado los detalles del relato yahvista respecto de la
creación del ser humano, y en cambio presente la creación del ser humano vía la
simple expresión de su palabra creativa (como la creación de la luz, de los
animales acuáticos, de los animales terrestres); esto no significa que no
comparta la idea del relato de yahvista en cuanto a que el ser humano fue
creado del polvo de la tierra.
Es más, el relato de
creación de Génesis 1 (relato sacerdotal) pone en evidencia que todo lo que se puso
en existencia mediante la palabra creativa de Dios, vino a existencia a partir
de un material preexistente, por ejemplo:
Génesis 1.16-18 “E hizo («asá»; LXX: «poiéo») Dios las dos grandes lumbreras; la
lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que
señorease en la noche; hizo también las estrellas. 17 Y
las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, 18 y
para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas.
Y vio Dios que era bueno”.
Génesis
1.20-22, 24 “Dijo Dios: Produzcan («sharáts»;
LXX: «exágo») las aguas seres
vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los
cielos. 21 Y creó («bará»; LXX: «poiéo») Dios los grandes monstruos marinos, y
todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y
toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. 22 Y
Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en
los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. 24 Luego
dijo Dios: Produzca («yatsá»; LXX: «exágo») la tierra seres vivientes según su género, bestias y
serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así”.
Luego, respecto de la
puesta en existencia del ser humano, es de notar que el empleo del verbo «bará»
en el versículo 27 paralela con el empleo del verbo «asá» en el versículo 26,
cito:
“Entonces
dijo Dios: Hagamos («asá») al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en
las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que
se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó («bará») Dios
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó («bará»);
varón y hembra los creó” («bará»).
Luego,
atendiendo a que la puesta en existencia del ser humano (en el relato
sacerdotal) es descrita primero con el verbo «asá» antes que con el verbo «bará»; nos parece
que la conclusión más plausible es que ni «bará» ni «asá» apuntan aquí a una creación de la nada (como tampoco es la idea del
verbo griego empleado aquí por la Septuaginta, el verbo «poiéo»).
Por otro
lado, no es posible perder de vista que es el verbo «asá» el que aquí marca el sentido del verbo «bará», y no viceversa.
Con relación a
Génesis 6.6-7 (Y se arrepintió
Jehová de haber hecho -«asá»; LXX: «poiéo»- hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. 7 Y
dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado,
desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues
me arrepiento de haberlos hecho-«asá»; LXX: «poiéo»); en primer,
lugar debo decir que a la luz de lo explicado respecto del relato yahvista
(Génesis 2) y del relato sacerdotal (Génesis 1), no es posible asumir aquí una
creación de la nada.
En segundo lugar, que
una vez más es el verbo «asá» el que marca el uso del
verbo «bará», y no al revés. Luego, me parecen obvias las consecuencias.
Con relación a la
evidencia de Isaías 43.1, 15 (Ahora, así dice
Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo
te redimí; te puse nombre, mío eres tú; Yo Jehová, Santo vuestro, Creador de
Israel, vuestro Rey).
¿Es posible decir que
la historia del pueblo de Israel pone en evidencia que Dios creó a Israel de la
nada? ¿Sería verosímil pensar que los textos de Isaías apuntan a una creación
de la nada?
En resumen, a la luz
de los diccionarios mencionados y a la luz de los textos bíblicos considerados,
no es posible concluir que “crear, en el sentido de sacar algo de la nada” es
el sentido primario del verbo «bará», no es el único ni el principal.
Más
que crear (en el sentido de poner en existencia algo de la nada), es más bien «poner
en existencia algo nuevo, novedoso, extraordinario», la idea principal del
verbo «bará» (de ahí el detalle de que sólo Dios es el sujeto del verbo «bará»).
Consecuentemente,
al menos como traducción, también viene a ser la idea del verbo «bará», a la
que también apunta el verbo hebreo «asá», cuando es usado paralelamente a «bará»,
y la de los verbos griegos empleados para traducir en dichos contextos al verbo
«bará» y al verbo «asá» respectivamente.
Al
menos para fines estadísticos, y como ilustración, voy a poner de relieve los
verbos empleados por la Septuaginta para traducir el verbo «bará» y el verbo «asá»,
en los pasajes aquí analizados.
Génesis
5.1 Texto hebreo: «bará» y «asá»;
Septuaginta: sólo «poiéo»
Génesis
6.6 Texto hebreo: «asá»; Septuaginta: «poiéo»
Génesis
6.7 Texto hebreo: «bará» y «asá»;
Septuaginta: sólo «poiéo»
Isaías
43.1 Texto hebreo: «bará» y «yatsár»;
Septuaginta: «poiéo» y «plásso»
Isaías
43.15 Texto hebreo: «bará»; Septuaginta:
«katadéiknumi»
Finalmente,
pienso que no podemos obviar la forma en que, desde mi punto de vista, se
relativizó el uso del verbo «bará» en el mismo texto hebreo, y en el mismo
contexto de los relatos de creación del Génesis.
En
tal sentido, no podemos obviar que Génesis 1.1 inicia con «bará» (verbo que
sólo tiene a Dios como sujeto), pero termina (Génesis 1.31) haciendo referencia
a toda la obra de creación con el verbo «asá» (verbo del cual no podemos decir
lo mismo respecto de sus sujetos, considérese Números 8.20; 1 Reyes 22.39).
Por
su parte, la Septuaginta empleó el verbo «poiéo» tanto en el versículo 1 como
en el 31.
En
Génesis 2.2 el texto hebreo sólo emplea (dos veces) el verbo «asá» para volver
a hacer referencia a toda la obra de creación. La Septuaginta, por su parte,
tradujo el verbo «asá» (las dos veces) con el verbo «poiéo».
En Génesis
2.3 volvemos a observar un uso indistinto y paralelo del «bará» y «asá», en la
frase “… reposó de toda su obra de creación («bará») que había hecho («asá»). Aquí
la Septuaginta tradujo sólo con el verbo «poiéo».
Además,
en Génesis 2.4 se vuelven a usar en forma paralela e indistinta el verbo «bará»
y el verbo «asá». Consecuentemente, las frases que paralelan son: «cuando
fueron creados» (el cielo y la tierra; con el verbo «bará», y la frase: «el día
que el Señor hizo la tierra y el cielo» (con el verbo «asá»).
La
Septuaginta, por su parte, empleó el verbo «guínomai» (como traducción del
verbo «bará»), y el verbo «poiéo» para traducir el verbo «asá».
En
conclusión, pienso que los factores y variables que he considerado en este
artículo, como el enfoque con que he presentado los datos, no deben dejar dudas
respecto de que el verbo hebreo «bará» necesariamente no apunta (ni siempre) al
hecho de poner algo en existencia sin la utilización de un material
preexistente (creación ex nihilo), por supuesto, muy a pesar de lo que digan
algunos léxicos o diccionarios; sino más bien «poner en existencia algo nuevo,
novedoso, extraordinario, de manera libre y soberana», y de ahí que sólo tenga
a Dios como sujeto.
Además,
la reflexión teológica tampoco debe perder de vista la forma en que el mismo
texto hebreo se emplea de forma indistinta y paralela el verbo «asá» en
conexión al verbo «bará», incluso el mismo verbo «bará» en conexión con el
verbo «yatsár».
En todo
caso, quiero poner relieve que es el libro de 2 Macabeos 7.28 (libro deuterocanónico
para la tradición católica, pero apócrifo para la generalidad de la tradición
protestante y evangélica, generalmente fechado alrededor del año 124 a.C.) el
que de manera precisa habla de una «creación de la nada».
Paso
a citar 2 Macabeos 7.28 en conformidad a la traducción que se lee en La Biblia
de Jerusalén Latinoamericana (año 2007):
“Te
ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en
ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el
género humano ha llegado así a la existencia”.
Ahora
bien, La Biblia de Jerusalén Latinoamericana incluye una nota al pie de página sobre
la frase «a partir de la nada», que dice: “literalmente «no de cosas existentes»,
y agrega además tres citas bíblicas como referencias: Génesis 1.1; Isaías 44.24;
Juan 1.3.
Por razones
prácticas, sólo voy a comentar a Isaías 44.24. Mi observación sobre este pasaje
es que hace referencia al poder de Dios y a su obra de creación no con el verbo
«bará», sino con el verbo «asá». La Septuaginta, por su parte, tradujo el verbo
«asá» con el verbo «sunteléo» (consumar, terminar, acabar).
Por otro
lado, la parte final de Isaías 44.24 sí concuerda con la idea que comunica el
verbo «bará», como la de una acción soberana y libre del creador de poner algo
en existencia por su propia cuenta, con su propio poder.
En cuanto
a la frase griega que emplea 2 Macabeos 7.28 y que fue traducida como «a partir
de la nada», diré lo siguiente. Dicha frase es «ouk ex ónton», está
compuesta por: 1) el negativo «ouk», “no” (con esta morfología por razones
sintácticas), 2) la preposición «ex» (usada sólo con el caso genitivo, y con
esta morfología por razones sintácticas), y 3) «ónton» (participio presente del
verbo “ser”, en caso genitivo plural, que aquí debe ser asumido como en género
neutro, si bien esta morfología también le corresponde al género masculino).
En consecuencia,
una traducción acertada de la frase «ouk ex ónton», es: «no de cosas existentes»,
«no a partir de cosas existentes».
¡Hasta la próxima!