Mateo 16.19, el primado de Pedro y la exégesis histórico-crítica

Mateo 16.19, el primado de Pedro y la exégesis histórico-crítica

Algunas observaciones necesarias

Héctor B. Olea C.

A manera de introducción:

Este breve artículo es una reacción necesaria frente a algunas reacciones respecto de mi artículo titulado: «¿Hay una forma verbal en la voz media griega en Mateo 16.18?»

Si bien pienso que la mayoría de las personas que leyeron mi referido artículo no llegaron a pensar tal cosa, no es menos cierto que algunas personas, sin embargo, tienen la convicción de que soy de las personas que defiende el primado de Pedro en los términos de la teología católica y romana, o por lo menos acorde con una teología que concuerda con la postura clásica del catolicismo en algún sentido.

No obstante, debo decir que, en primer lugar, nunca he defendido la primacía de Pedro en los términos del catolicismo romano ni nada parecido.

Ahora bien, lo único que he hecho, como exégeta crítico, pero respetuoso del texto, es poner de relieve lo que dicen algunos textos que, bien interpretados, sin duda alguna le dan a Pedro un sitial privilegiado y único respecto del resto de los discípulos de Jesús.

En segundo lugar, siempre respetuoso de la redacción del texto friego de Mateo 16.18 y 19, de su gramática y sintaxis; entiendo que siempre que nos ajustemos al texto (independientemente de cómo interpretemos el «atar» y el «desatar»), lo que el texto dice con claridad meridiana es: «lo que tú (Pedro) desatares (subjuntivo aoristo, no futuro) en la tierra, estará desatado en el cielo» (futuro perifrástico formado por una forma verbal del verbo «eimí» (ser, estar) y un participio perfecto pasivo, por eso: «estará desatado»).

Luego, «lo que tú (Pedro) desatares en la tierra» (otra vez el subjuntivo aoristo, no futuro), «estará desatado en el cielo» (y otra vez, una forma verbal  perifrástica de futuro pasivo perfectamente equivalente a una forma verbal simple de futuro).

En tal sentido, debo decir que cualquier persona que tenga un conocimiento no tan elemental de la gramática del griego koiné, ha de estar al tanto de que las formas perifrásticas en realidad tienen el mismo valor sintáctico y semántico de las formas verbales simples.  

Consecuentemente, me parecen oportunas aquí las palabras de Amador Ángel García Santos: “En griego es frecuente que los tiempos estén formados de un modo perifrástico, es decir, con el verbo «eimí» (ser, estar) y un participio (activo o pasivo según se quieran formar tiempos perifrásticos activos o pasivos. Se llaman perifrásticos porque para su formación se utilizan varias palabras, cuando una sola (la forma simple) bastaría)”.

El significado de las formas perifrásticas y la simple es prácticamente el mismo. A veces se insiste en que la forma perifrástica (sobre todo el imperfecto y el futuro) enfatiza el hecho de que la acción es continua. Sin embargo, en el Nuevo Testamento es de un uso tan frecuente que no se percibe que eso sea aplicable de un modo regular” («Introducción al griego bíblico», Verbo Divino, 2003, página 119).

En la misma línea va Daniel Wallace: “Un participio sin el artículo puede utilizarse con el verbo ser (tales como «eimí» o «jipárjo») para formar una idea verbal finita. Este participio es llamado perifrástico porque es una forma de hablar redundando (redundante) acerca de algo que podría expresarse solamente por un verbo. Este uso es común con el participio presente y el perfecto, pero no con otros tiempos… con respecto a la semántica, en el griego clásico esta construcción se usaba para resaltar la fuerza aspectual. En la era helenística, y particularmente en el NT, tal énfasis casi ha desaparecido” («Gramática griega, sintaxis del Nuevo Testamento», Editorial Vida, 2011, página 501).

Retomando, pues, el asunto principal de este artículo, diré que, a la luz de la redacción que tiene el texto griego de Mateo 16.19, según el texto mismo, la acción de los dos subjuntivos aoristos (“lo que atares” y “lo que desatares”), son anteriores a las acciones de las dos formas perifrásticas pasivas de futuro (“estará atado”, “estará desatado”), y esta es sencillamente una conclusión irrefutable, siempre y cuando respetemos el texto, la gramática y redacción del texto griego en cuestión.  

Además, es preciso poner de relieve que la sintaxis y redacción de Mateo 16.19 es precisa y exactamente la misma de Mateo 18.18. Me explico.

Volvemos a observar por parte del Evangelista Mateo, en 18.18: 1) el empleo del mismo verbo y del mismo modo subjuntivo empleado en Mateo 16.19, o sea, «désete», sólo que ahora en la segunda persona del plural (ustedes); 2) el empleo de un pronombre esta vez correlativo en neutro plural, «jósa»: «todo lo que», «todas las cosas que» (en Mateo 16.19 empleó el pronombre relativo neutro en singular «jó»: «lo que»); 3) el empleo de las mismas perífrasis verbales y en el mismo género neutro, sólo que ahora en plural («éstai dedeména», «éstai lelimena»); 4) el empleo de la misma conjunción «eán» que indica una condición futura, o sea: «josa eán désete epí tes gues éstai dedeména en uranó, kái jósa eán lísete epí tes gues éstai lelimena en uranó»: «Todas las cosas que ustedes ataren en la tierra, estarán atadas en el cielo, y todas las cosas que ustedes desataren en la tierra, estarán desatadas en el cielo».  

Y asimismo Mateo 16.19: «Todo lo que tú atares en la tierra, estará atado en los cielos, y todo lo que tú desatares en la tierra, estará desatado en los cielos».  

Finalmente, si vamos a cuestionar la supremacía que algunos textos le dan a Pedro, vamos a hacerlo de manera legítima, sin manipular ni torcer el texto, su gramática y su sintaxis. En tal sentido, lo correcto es que se asuma una postura crítica frente a dichos textos desde la “crítica histórica”, desde la llamada “crítica de la tradición” y “crítica de la redacción”.

En tal sentido, como terminé mi artículo sobre si está presente la voz media griega en Mateo 16.18, concluyo este breve artículo, citando al respecto las excelentes observaciones del ilustre profesor Antonio Piñero:

“Los biblistas, incluso ciertos católicos, y la investigación teológica en general tienen sobrados motivos para dudar de la opinión tradicional que ve en Jesús el fundador inmediato de su Iglesia, opinión que considera al episodio narrado por Mateo un suceso real acontecido históricamente en la vida del Maestro de Galilea.

Más bien se tiende a pensar que la evolución histórica natural del grupo de seguidores del Nazareno, y sobre todo la sensación (y preocupación) de y por el retraso indefinido de la segunda venida de Jesús, los empujó a constituirse poco a poco en organización bien establecida y a reclamar para sí el título de haber sido fundada por el Maestro al que siguieron en vida. Luego, siguiendo una tendencia bien conocida en el mundo antiguo, un profeta cristiano, hablando en nombre de Jesús crea la historia o el marco narrativo en el que el fundador de tal complejo organizado es Jesús mismo.

Esta hipótesis es antigua en la investigación y explica en líneas generales la escena del primado de Pedro no como algo que derive directamente de Jesús, sino como el producto temprano de una comunidad adicta al apóstol Pedro que luego pasó a la tradición escrita sobre Jesús recogida por el evangelista Mateo” («Guía para entender el Nuevo Testamento», Editorial TROTTA, 2006, página 2019).

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